¡Hola a todos! Llevo un tiempo visitando esta comunidad a través de internet y, hace relativamente poco, decidí atreverme a escribir aquí. Me encanta la película Firebreather, no sé por qué, pero me encanta, y como he visto que había muy pocas historias de su temática, he reunido el valor suficiente para escribir una propia. Es mi primera vez escribiendo Fanfiction, ¡así que pido paciencia!Los comentarios y las críticas constructivas son bienvenidos.No soy dueña de Firebreather.

"¡Este es Duncan, mi heredero!"

Por un momento pensó que su corazón había dejado de latir. El aire se le atascó en la garganta y se le secó la boca. Los ojos se abrieron con pánico y en lo único en lo que podía pensar era en lo que su padre acababa de decir: mi heredero… ¡¿Qué cojones significaba eso?! "Que eres el heredero, pedazo de imbécil, eso es lo que significa. Este psicópata quiere que ocupes su lugar" quiso abofetearse por su pregunta estúpida. ¿Qué otra cosa iba a significar? Belloc pretendía convertirlo en un monstruo peor del que ya era, pretendía que abandonase la poca humanidad que le quedaba… que abandonase a su madre.

"Y, ¿qué pasa, ahora?" de todas las preguntas y maldiciones que se agolpaban en su cabeza, la más estúpida encontró el camino de salida a través de sus cuerdas vocales y sus labios. Ya no había marcha atrás y, en el fondo, sabía que no iba a gustarle la respuesta.

Desde luego, no le gustó.

Lo último que vio antes de sumergirse en la ardiente fosa de roca fundida, fue la ardiente mirada de su padre, con un destello de expectación y calma. Como si estuviera esperando a que algo importante sucediera y, extrañamente, buscara infundirle algo de tranquilidad ante lo que acababa de pasar, como si intentara decirle que nada malo iba a pasarle. Por supuesto, no funcionó. El pánico y el odio se habían apoderado de su ser y, justo antes de sumergirse para, probablemente, morir, le pareció escuchar la atronadora voz de su padre decir:

"No mientras yo esté aquí"

Después de eso, estuvo demasiado ocupado intentando no ahogarse en lava como para pensar en qué demonios significaban aquellas palabras, o en si es que de verdad las había escuchado. Los escasos segundos en los que la densidad del magma le impidió salir a la superficie y respirar, fueron los más agonizantes de su vida. "Mentira" se dijo, "sabes perfectamente que él fue 10 veces peor que esto, y no fueron solo un par de segundos" se obligó a dejar de pensar en eso cuando sintió un calor abrasador en su pecho, tan intenso que creyó que acabaría por matarlo. Comenzó a sentir un cosquilleo extraño por todo el cuerpo y la mente comenzó a nublársele, entonces solo supo una cosa. Tenía que salir.

Sin saber de dónde había sacado las fuerzas, algo en él le hizo impulsarse hacia arriba, saliendo a la superficie como un proyectil, varios metros en el aire. En cuanto tuvo la oportunidad, llenó sus pulmones de aire y abrió los ojos, que, sin saberlo, habían estado cerrados. Su visión estaba rara, lo veía todo doble y las figuras bailaban ante él, como si intentaran confundirlo más de lo que ya estaba. No supo el momento en el que aterrizó, pero cuando sus pies tocaron tierra firme, sus ojos fueron instintivamente a su cuerpo. Garras, cuernos, escamas, fuego. Ni siquiera tuvo tiempo de asustarse de sí mismo cuando una extraña opresión en el pecho lo descolocó. Necesitaba liberación. Necesitaba respirar.

Un enorme torrente de llamas escapó de lo más profundo de su pecho, alcanzando la bóveda de piedra de la enorme caverna, esparciéndose por toda la cueva haciendo que, sin que él se diese cuenta, todos diesen un paso atrás mientras se cubrían de las amenazadoras llamas. Todos menos uno. Para cuando sus fuerzas remitieron y sus párpados comenzaron a cerrarse, solo alcanzó a ver la penetrante mirada de su padre, con un feroz brillo de orgullo.

En cuanto Duncan tocó el suelo, Belloc se apresuró a cambiar a su forma cuadrúpeda para descender a la plataforma inferior a recogerlo. Su enorme forma onduló elegantemente como una serpiente hasta posicionarse sobre su hijo, formando un escudo ante las miradas de ira, temor y repulsión. Su cola alanceándose pausadamente y sus garras preparadas para cualquier intento de ataque. Si alguno de ellos intentaba siquiera acercarse, no vacilaría en abrirse paso arrancando miembros. Los demás parecieron captar el mensaje, y es que ninguno era lo bastante estúpido como para atreverse a atacar a un padre protegiendo a sus crías. Y menos aun cuando Belloc era ese padre.

Viendo que sus súbditos comenzaban a retirarse, aun lanzando miradas asesinas destinadas al adolescente escudado bajo su colosal figura, decidió que era seguro marcharse. Volvió a adoptar su forma bípeda y mientras se incorporaba, recogió con mucho cuidado el cuerpo inconsciente de su hijo. La tranquilidad asoló su cuerpo cuando notó cómo su diminuto corazón, dos veces más rápido que el suyo, latía correctamente dentro de su pecho. Su respiración era tranquila y acompasada y su transformación había desaparecido para volver a aflorar su aspecto humano. Con un gemido de cansancio y molestia ante la luz rojiza que desprendía la lava, aun inconsciente, Duncan rodó sobre su estómago para huir de la claridad, acurrucándose en la mano de su padre.

Belloc no pudo evitar que una pequeña sonrisa divertida se deslizara por su cara. De haber sabido dónde estaba durmiendo, y dónde se estaba acurrucando, la situación habría sido muy distinta. Estuvo tentado de despertarlo para reírse de su expresión al darse cuenta de su situación, pero pensó que lo mejor sería llegar al nido y dejarle descansar. La transformación lo había dejado agotado y, su asombrosa demostración de poder, le habría gastado las fuerzas para varios días. "Mejor" se dijo. Así no tendría que pasarse la siguiente semana persiguiéndolo para evitar que se matase.

Con un último vistazo a su hijo, cerró el puño con sumo cuidado mientras salía de la caverna por donde habían venido. Llegó a la cueva de los cristales y, en lugar de dirigirse a la salida, se adentró por una galería ascendente oculta detrás de uno de los yacimientos de cristal. A pesar de sus atronadores pasos, su puño amortiguaba casi al completo los sonidos del exterior, así que Duncan continuaba durmiendo ajeno a lo que estaba pasando y lo que estaba por pasar. Belloc quería que se mantuviera así hasta que hubiesen llegado a su cámara. Una vez dentro, la entrada no volvería a abrirse hasta que él lo precisara. El lugar idóneo para mantener a una cría hiperactiva, desobediente, enfadada, asustada y desorientada.

Pocos minutos de caminata después, divisó a lo lejos su nido. Un saliente de apenas 20 metros de alto, 60 de largo y 50 de ancho, lo bastante grande como para que él cupiese y sobrara metros en todas direcciones. La plataforma se hundía ligeramente en el centro y, toda ella, estaba cubierta de miles de pieles de todas las especies posibles, dando lugar a un gigantesco nido. Con cuidado de no despertar a su preciada carga, se acomodó en el enorme nido en sus cuatro patas como un majestuoso dragón. Por último, abrió su puño y depositó con suma delicadeza el cuerpo de su hijo entre sus enormes brazos, curvándolos a su alrededor a modo de protección. Observó cómo Duncan se estiraba hasta quedar completamente despatarrado, aun dormido, sin preocupación alguna. Se permitió una sonrisa sincera y cálida mientras depositaba su enorme cabeza sobre sus garras, bloqueando así el hueco entre sus brazos en el que se resguardaba el adolescente, mientras la entrada de la cueva se cerraba en silencio.

Toda precaución era poca, porque estaba seguro de que, de los dos, Duncan era el que más madrugaba.