La primera vez, no le tomó importancia, estaba más preocupado de impedir que Lilith siguiera rompiendo los sellos. Luego de darle una pequeña aclaración a ese insolente humano que tenía a su cargo, se desvaneció de la habitación.

El ángel le tomó cierto aprecio a su protegido pero continuaba fijando en ese detalle. Cada vez que hablaba con Dean e invadía su espacio personal, el cazador lo miraba solo unos segundos a los ojos y luego desviaba la mirada hacia los labios del ángel. Castiel comenzó a sentir cierta curiosidad por ese gesto inconsciente. Se suponía que la comunicación verbal era mirándose a los ojos, ¿Entonces porque el cazador desviaba la mirada a sus labios? Quizás era algo sin importancia, seguramente era algo sin importancia.

Aquel día apareció frente a Dean, como solía hacerlo, provocando que él otro se llevara un susto de muerte y comenzara a regañarlo por su manía de aparecer y desaparecer sin anunciarse.

-Maldición Cas, me vas a terminar matando un día de estos-

-Eso no ocurrirá y si pasa, te traería de regreso-

-Maldición, la próxima vez que me asustes así, te pondré un cascabel-

-¿Un cascabel?-

-Sí, así sabré cuando estés aquí-

-Cascabel es esa cosita pequeña y redonda que tenía el gato de la entrada del motel ¿Verdad?-

-Sí-

-Mmm, no suena mal- dijo el ángel muy serio.

-Dios, eres imposible, ¿Qué quieres?-

-Hablar contigo… es que-

Y ahí estaba el gesto de nuevo, el cazador pasó de sus ojos a mirar sus labios. Castiel pensaba ignorarlo pero entonces hizo aquello, se lamio los labios despacio, como si degustara el más delicioso de los manjares. Algo le pasó a Castiel en ese momento porque en cosa de segundos, estaba sobre Dean, besándolo. Se apartó un poco del cazador, sin dejar de invadir su espacio personal.

-Cas… ¿Por qué?-

-Es tu culpa- dijo enojado- Es tu culpa por mirarme así-

-¿Eh?-

-¡Descúbrelo por ti mismo! Cazador idiota-

Y desapareció en el acto. Dean aguardó unos segundos y esbozó una amplia sonrisa para luego recostarse sobre la cama. Su plan había funcionado, tantas semanas de cuidadosa ejecución, miradas lascivas sobre esos apetecibles labios, habían dado resultado. Después de todo, el gran cazador Dean Winchester, ninguna presa escaparía a sus garras.

Escucho el ruido de la puerta y se incorporó un poco.

-Sammy, ¿Trajiste mi tarta?-

-Sí, ¿Pasó algo? Te ves feliz- pregunto curioso Sam.

-Nada, solo estaba pensando en lo buen cazador que soy-

-¿Eh? Que no se te suban los humos a la cabeza, el orgullo es un pecado-

Dean solo sonrió. Que importaba un pecado más a su interminable lista, si ya había conseguido lo que quería. Probar esos deliciosos labios angelicales. Quién diría que desviar la mirada, sería tan provechoso.