Este fic participa del reto #24 "Salvalo, salvalo"; del foro "Alas negras,palabras negras".

Disclaimer: los personajes no me pertenecen, son

propiedad de G. R. R. Martín.

El gélido viento, inhóspito del Norte, azota sus mejillas cual látigo. Su mirada sombría, marchita hace ya tiempo atrás, resignada de esperanza alguna, parece perderse entre las ruinas de un lugar que alguna vez estuvo vivo de música, voces bulliciosas y risas alegres.

Ella no llora, no ríe, no grita. A pesar de que su alma esta desesperada, rugiendo lastimera, de su boca no se emite sonido alguno. Ha aprendido a aplacar sus emociones. «Ya no hay nada. Nada. ».

Sus sigilosos pies se mueven, serpenteando los escombros. «Nada. Ya no hay nada. Y yo no soy nadie». Quizás alguna vez fue alguien… pero eso es en otra vida lejana, tan lejana como el horizonte, inalcanzable al igual que las nubes del cielo. Intenta tomarla entre sus brazos y se hace agua. Desaparece. Imposible a sí misma.

Sus ojos se posan en el firmamento, tan dolorosamente gris. Si desconecta sus sentidos, puede oír, el llanto eterno de la atmosfera. Comparte con la tierra, la herida que jamás dejara de sangrar. Las almas de los muertos que se lamentan en lo más profundo de la eternidad, condena escrita con sangre de lobos. Lobos perdidos en el olvido, enterrados en el fondo de la inmensidad. Carne de leones, presas del engaño. Ahogados en ríos traicioneros. Ignorados por quienes decían ser amigos. Amigos falsos, por supuestos.

Aprieta los puños con rabia. « ¿Por qué Nadie odia? ¿Por qué comparte dolor ajeno? Eso no pertenece a Nadie». No, no. Esos sentimientos le son prestados. Le corresponden a otro ser, a una niña que hace años desapareció en las tinieblas de la venganza. Ellas la disolvieron, y la borraron del universo. Ya no vive. Esa, la que se metía entre los pies de la gente. La que odiaba los vestidos, pues le parecían estúpidos. Arya, que amaba practicar la esgrima. Tal vez la menos bonita, poco agraciada. Tierra. Hielo. Sonrisas. Enojos. Retos. Padre, madre. Hermanos. Familia. La calidez de un hogar. Paz. Buenos tiempos.

— ¡Noooo! —grita la niña aprisionada en su interior.

Los barrotes se doblan, la luz entra a raudales. Ha resurgido de las cenizas. A viva voz escapa su pena. Regreso a su hogar, a las ruinas de una vida anterior. Nadie volvió a ser alguien.

Y Arya Stark, que ha sido liberada, siente renacer la esperanza dentro de su ser al ver a su hermano, Rickon Stark, salir dentro de la destrozada fortaleza de Invernalia. Ya es todo un hombre.

«Cuando un lobo muere, la manada sobrevive». Al fin comprendió la frase: Rickon era su manada.