Yo soy un humano.

Como tal, poseo defectos y virtudes. Yo, Eren Jeager, soy un humano más en este mundo que habitamos, destruido por la codicia, los pecados y por estos enemigos mortales a los que nos enfrentamos.

Sin embargo, en esos momentos me enfrentaba a otro enemigo igual de poderoso y mortífero: las lentejas de mi madre, Hanji Zoe.

Ante mi se hallaba sentado el mayor soldado de la humanidad, Rivaille, llamado "papi" por todos. Agaché la cabeza para contemplar el plato de comida.

Oscuro, tan oscuro como la mirada de mi papi mientras me daba con el cinturón por llegar tarde tras pasar la noche con mis amigos en Torre del Mar.

-Eren.-dijo para llamar mi atención.- Cómete del lentejas de la mami, coño ya.

Tardé un poco en contestar; desvié mi mirada hacia la puerta que daba al salón, donde mi mami estaba viendo el capítulo de ese día de "Amar en tiempos de titanes". Llevaba su moño, y una bata de florecitas muy digna, como era ella.

-Que no, cojones. Que yo paso.- respondí, ligeramente asustado, pero firme en mi decisión.

El papi dió un trago a su café. Lo bebía todos los días, sino le era imposible coger el sueñecico para la siesta. Y la siesta era sagrada.

-Chiquillo, tú eres subnormal o algo. Que te las comas, y no me toques más las narices o tentera.

Y dicho esto, vació el poco contenido que quedaba en su taza sobre mi cabeza, y salió por la puerta.