Vamos con la segunda parte, que es la última de "tenemos que hablar". Espero que os guste

Gracias a Altariel de Valinor por corregir las muchas faltas que me escapan y por sus sugerencias.

Los personajes pertenecen a la mente. Arthur Conan Doyle, y los de esta historia son la gran adaptación de la BBC de Moffat y Garttis.

Lo único que gano con esto es la tranquilidad de rellenar los huecos entre episodios.

Memoria

Sentados en el asiento trasero del coche de Lestrade, ambos guardaban silencio. Las ropas de John aún seguían algo húmedas las dos mantas que aferraba apenas guardaban el calor. Poco a poco, la calefacción del vehículo hacía más soportable la temperatura. A su lado, Sherlock tenía la mirada fija en la ventanilla, viendo las sombras pasar a gran velocidad, sumido en sus propios pensamientos. Desde que habían iniciado el regreso a Londres, había ido disminuyendo su conversación hasta hacer pensar a John que podía estar en su Palacio Mental, analizando lo que había ocurrido horas antes en Sherrinford.

- John, ¿estás seguro de que no quieres quedarte en mi casa? Hay sitio para los dos - preguntó nuevamente el Inspector. Debido al estado en que había quedado el apartamento de Baker Street, era imposible que Sherlock pudiese acudir allí, así que habían decidido ir a casa de John, donde quedaría una pareja de agentes durante el resto de la noche hasta que fuesen trasladados a las dependencias oficiales para su declaración al día siguiente.

-Sólo quiero quitarme estas ropas, darme una ducha caliente y tomarme una taza de café.

-¿Café? Tú siempre tomas té - bromeó.

-Necesito despejarme, ha sido una locura... Aún no puedo creer que todo esto sea real.

-¿Qué haya por ahí otro Holmes y que esté loca? - la intensa mirada de Sherlock se clavó en el espejo retrovisor, borrando la sonrisa de Greg -. Lo siento, creo que no... perdona, Sherlock, no estaba pensando...

Sherlock desvió nuevamente la mirada hacia la ventanilla, siendo John el que mantenía la mirada en Greg con un gesto de reproche.

-Seguro que pensar no es lo tuyo, Gavin.

El bufido de Greg apenas fue audible por las palabras de detective, y el silencio se instaló en el vehículo hasta que llegaron a la ciudad. Cuando llegaron al piso de John, ya estaba allí la patrulla que se encargaría de la vigilancia esa noche. Sherlock no se despidió y Lestrade recibió una seca disculpa de parte del médico antes de dirigirse junto a su amigo que esperaba a que abriese la puerta.

-Pasaré a las siete - informó Greg -, deberíais descansar un poco. Mañana será también un día largo.

-Cuando recuperes mi móvil - dijo John antes de entrar en el piso - revisa si hay algún mensaje referente a Rossie. Estaré despierto, así que llámame si puedes.

-Te lo traerán en cuanto lo recupere, no te preocupes. Dile a Sherlock que no tenía intención de ofenderlo.

John asintió levemente con la cabeza siguiendo los pasos de su compañero.

Al entrar al piso, Sherlock se dirigió en el mismo silencio al pequeño sofá de la sala, soltando el abrigo con descuido y sentándose a oscuras sin pronunciar palabra.

-Voy a darme una ducha - dijo John sin prestarle mucha atención -, sabes dónde está la cafetera o si prefieres un té… - no esperó respuesta y simplemente se metió en baño.

Se tomó su tiempo bajo el agua caliente, dejando que sus músculos se relajaran e intentando no pensar en lo ocurrido durante aquel día de locos. Había quedado bastante desconcertado días atrás al descubrir que la que creía su nueva psicóloga no era otra que la mujer con la que había estado mensajeándose mientras Mary aún vivía, con la que quizá hubiese llegado más allá de un simple coqueteo telefónico... y esa mujer era la hermana Sherlock, la hermana loca como bien había dicho Lestrade. Estaba enfadado, estaba muy enfadado con los Holmes, con cada uno de ellos. Si bien Sherlock era la parte más inocente de aquel enredo, parecía que lo habían tomado a él, al imbécil de John Watson, como el juguete que se lanzaban unos a otros... ¿Cuantas veces había estado a punto de perder la vida desde que apareció Moriarty para que se divirtieran poniendo a prueba sus intelectos, para acabar con su aburrimiento? Estaba cansado de cuadrar los hombros y afrontar, cansado de poner su amistad con Sherlock como excusa para soportarlo...

Sherlock... Se estremeció al pensar en él. Aún no concebía lo que Eurus le había hecho, a su mente , esa mente que apenas comenzaba a centrarse y recuperarse después del infierno del mes que pasó sumido en las drogas. Su equilibrio aún era tan frágil que él mismo lo pensaba dos veces antes de dar un paso en dirección a Sherlock. Aunque sintiese la necesidad, no se permitía tocarlo a menos que fuese el detective quien iniciase un acercamiento, y eso apenas había ocurrido un par de veces, una mano sobre el hombro, un apretón en el codo, los dedos al pasarse una taza... y el beso en Bart's, algo espontáneo e inesperado de lo que ni tan siquiera habían hablado... Sí, parecían comunicarse mejor, sin gritos y apenas peleas, pero seguían chocando en cosas tan elementales como la alimentación poco regular del detective y la falta de sentido de autoconservación del mismo. Pero ahora, después de Sherrinford... ¿qué debía enfrentar? ¿Qué cambiaría entre ellos? ¿Y su equilibrio? Sherlock no era bueno manejando emociones y lo habían sometido a una montaña rusa de la que acababa de bajar y aún no sabía cómo reaccionar.

Después de lo que parecieron horas, apagó la ducha y fue, entonces,cuando escuchó el murmullo. Se secó rápidamente y, poniéndose la bata, salió al salón, donde escuchaba la voz de su amigo en un tono desconocido para él.

-¿Sherlock? - llamó, encendiendo la luz, y quedó desconcertado: Sherlock seguía en el mismo lugar en el que se había sentado, con las rodillas en pecho y el rostro anegado en lágrimas, respirando superficialmente mientras la voz lastimosa de su amigo repetía una y otra vez lo mismo.

-No es real... no es real…

-¡Sherlock! - se acercó despacio, sin saber muy en qué estado se encontraba -, Sherlock soy yo, John -. Alargó la mano despacio para rozar la muñeca de su amigo. El pulso era frenético y si seguía así, acabaría por perder el conocimiento hiperventilando.

-¡NO! – gritó, apartando el brazo y el rostro, como si no quiera tenerlo en su campo de visión .

-¡Sherlock!

-¡No eres real! Eres una alucinación de mi mente, no eres real.

John retrocedió. Había temido una reacción tardía de Sherlock, pero esto... era un claro ataque de pánico, que tras los acontecimientos del día podía ser mucho más profundo y afectar su percepción de la realidad.

-Sherlock - intentó de nuevo, suavizando el tono aunque imprimiendo a su voz la autoridad que ya había utilizado con Sherlock en otras ocasiones con muy buenos resultados -. Sherlock, préstame atención, tienes que tranquilizarte, tienes que conseguir respirar con más calma y más profundamente o acabarás por desmayarte. Voy a tomarte el pulso, ¿vale? - volvió a tomar la muñeca de su amigo que no se resistió, aunque seguía sin mirarlo -. Estás muy acelerado. Intenta coger aire por la nariz profundamente y soltarlo por la boca. Por favor Sherlock, céntrate en mi voz – insistió -, inspira... expira... hazlo por mí ¿quieres? Inspira... expira... - continuó repitiendo las palabras con suavidad hasta que su compañero pareció adaptarse al ritmo que le marcaba, cogiendo aire con más lentitud, respirando cada vez más profundamente al tiempo que el pulso se fue ralentizando -, eso es... voy a sentarme a tu lado... sigue respirando – Despacio, se sentó junto a Sherlock, tirando del brazo que mantenía sujeto para obligarlo a recortarse sobre él. El pulso era casi normal y la respiración relajada. La cabeza de Sherlock descansó sobre las piernas del médico, donde cerró los ojos permaneciendo en silencio concentrándose sólo en respirar.

Pasó casi una hora antes de que Sherlock articulara una palabra, hasta el punto que John creía que se había dormido.

-No es real - murmuró en voz baja - los recuerdos que tengo de... de Barbarroja… no es real.

-¿Ha sido eso lo que te ha ocurrido?

-Yo sólo... he intentado buscar esos recuerdos, buscar el punto en que mi amigo... se convirtió en un perro que nunca tuve. He estado buscando la imagen de Víctor... y la de Eurus... pero hay demasiada información... demasiados recuerdos mezclados... caras desconocidas... es como si los años que recuerdo siendo niño sean los de otra persona...

-Como si no fuese real…

-Una vida que no reconozco... que no es real... - la mano de John se posó en la cabeza de su amigo, intentando hacerle llegar que entendía a qué se refería. Sherlock se acomodó sobre su espalda parea poder mirar a John, con las piernas encogidas y las manos sobre el estómago. Había rastros de lágrimas secas en los ojos y las mejillas, pero la mirada parecía más serena y su actitud más tranquila.

-¿Te sientes mejor? -los dedos de John comenzaron a trazar un patrón de círculos por el cuero cabelludo de Sherlock, desplazándose con suavidad.

-Ahora al menos puedo respirar.

-Has tenido un ataque de ansiedad.

-Ha sido una sobrecarga, como desbloquear demasiadas puertas a un mismo tiempo. No podía clasificar y colocar los datos.

-Quizá lo más sensato sea no forzar tu memoria hasta que descanses y conozcas todos los acontecimientos de esos años que tienes en sombras. Tu hermano podrá contestar a todas las preguntas.

-¿Y volver a mentirme? John... me ha ocultado casi toda mi vida que tenía una hermana - cerró los ojos respirando profundamente una vez más -, ahora creo comprender por qué repetía que los sentimientos son un defecto, por qué me alentaba a ridiculizar y menospreciar a los que eran menos inteligentes... Pretendía que jamás me involucrase. Me vigilaba para controlar a quien me acerco para después hacer lo imposible para que se alejen con sus juegos y sus amenazas.

-No estoy de acuerdo con cómo lo hace, pero creo que sólo intentaba protegerte. Imagino que esos recuerdos falsos no han llegado ahí solos, alguien ha debido ayudarte a reescribirlos, y me temo que Mycroft tiene muchas papeletas para ser el responsable...

-Con la ayuda del tío Rudy...

-Y el consentimiento de tus padres. Para ellos no ha debido ser fácil admitir que su hija era una psicópata a la edad de 6 años.

Sherlock abrió los ojos de nuevo, fija la mirada en su compañero con algo parecido al miedo.

-Yo no soy una persona emocional - dijo en poco más que un susurro -, lo sabes, pero Eurus me ha levantado la piel, me ha expuesto, y me siento como si estuviese en medio del océano sin nada a lo que agarrarme. Todo lo que me rodea es mentira...

-No digas eso, es injusto. Tal vez las cosas hubiesen sido diferentes si no te hubiesen alentado a seguir con la ilusión que creaste sobre Víctor y Barbarroja, pero quizá el miedo a perderte a ti del mismo modo que perdieron a Eurus, los obligó a elegir el que creían era el mal menor . Si hubiesen hurgado en tu cabeza siendo un niño para sacar a flote lo que tú mismo habías ocultado, quizá el resultado hubiese sido nefasto. Optaste por canalizar tu dolor en la ilusión de una mascota sacrificada...

-Víctor era un niño... tenía familia… era una persona maravillosa... y no una mascota. Merecía el recuerdo.

-¡Sherlock! – murmuró, apoyando la mano sobre las de su amigo -. Debes tomarlo con calma, va a ser un proceso largo, y no puedes culparte. Céntrate en el presente, en lo que haremos a partir de ahora, en cómo asimilar los cambios que vendrán. Buscaremos ayuda para que sea más fácil recuperar todos esos recuerdos, pero son un pasado que no puede condicionarte. Lo que eres ahora es lo que importa.

-¿Me sigues queriendo, John?

El médico sonrió.

-Claro que sí, idiota - y sin pensarlo, se inclinó para dejar un beso en los labios de Sherlock, apenas un roce, pero tan natural como que estuviesen uno en el regazo del otro.

-Eso ha sido una sorpresa - dijo Sherlock tras un momento de estupor.

-Un impulso.

-¿Puedo responder adecuadamente? - John asintió, inclinándose de nuevo y dejando que fuese Sherlock quien iniciase el beso. Fue corto, suave, incluso tímido, aunque adecuado para el momento en el que estaban -. Pinchas -dijo el detective con media sonrisa.

-Tampoco tú tienes una piel de seda.

-Mi piel es más sensible que la tuya, propensa a las rojeces.

-Cállate o me dejaré otra vez el bigote.

Se echaron a reír con lo que se terminó aquel momento de intimidad. John ayudó a Sherlock a incorporarse y se levantó del sofá, estirando todos los músculos que llevaban agarrotados por más de una hora.

-Voy preparar café, en un par de horas tenemos que estar listos.

-Greg tiene razón ¿sabes? - comentó Sherlock, con la mirada fija en su amigo -, Eurus no es una persona cuerda. Parece que ninguno de los hermanos Holmes somos personas que se puedan considerar normales.

El timbre sonó sobresaltando a ambos hombres. Al abrir, John se encontró con un oficial de policía que le tendía una bolsa.

-Buenas noches, doctor Watson. Su móvil y el del señor Holmes - John miró dentro de la bolsa, donde había además un traje y muda interior. Al levantar la cabeza, el policía se encogió de hombros -. El inspector Lestrade no me ha comentado nada más.

-Gracias, agente.

Apenas había cerrado la puerta cuando Sherlock ya tenía el móvil en la mano, revisando los mensajes.

-¿Algo nuevo? Preguntó John, haciendo lo mismo con el suyo y leyendo los mensajes con la información de Rossie.

-Gavin se ha tomado la libertad de enviar ropa para mí de Baker Street, Mycroft está sometiéndose a un chequeo... Euros está de vuelta en Sherrinford... ¿qué hay de Watson?

-Rossie está bien.

-¡Ah, Dimmock tiene un caso!

-¡No! Por el momento no habrá casos.

-¡Vamos John! La normalidad es la mejor de las medicinas. Eres médico, deberías saberlo…

-Ahora lo que vas a hacer es darte una ducha mientras preparo café y algo para desayunar - cortó con autoridad -, después iremos con Greg y comenzaremos a aclarar el maldito problema de tu hermana.

Sherlock puso los ojos en blanco fastidiado, pero se quitó la chaqueta y se dirigió al baño.

-Sería más divertido si me acompañaras, con el día de hoy tengo mucha química que nivelar...