Y así como así, tras meses sin escribir, esta mañana me he despertado con esta idea.

Disclaimer: Bones pertenece a Fox y al cabr***zo de Hart Hanson, que sabe cómo hacer las cosas bien pero pasa. Yo no gano dinero con esto pero me lo paso como una enana.

La barrera de cojines

Temperance Brennan no es una persona que se abra fácilmente. Booth lo sabe mejor que nadie. Tal vez por eso guarda como un tesoro cada trocito de ella misma que, a lo largo de los años, ha ido compartiendo con él.

Es especialmente importante cada trozo de la infancia. Sabe que sigue siendo duro para ella hablar de sus padres y de su vida antes de que la abandonaran. Lo primero que le contó fue cómo su abuelo la rescató del infierno de los hogares de acogida. Y luego fueron llegando recuerdos más personales como la forma en que su madre la cuidaba cuando estaba enferma o la alegría de trabajar codo a codo con su padre en un proyecto de ciencias.

O la historia de la barrera de cojines.

"-Cuando Russ y yo éramos pequeños, dormíamos en dos camas pegadas en una misma habitación. Los dos dormíamos mirando hacia la unión entre las dos camas, como queriendo comprobar que el otro seguía allí. No sé cómo lo hacía, cómo me movería por la noche, pero terminaba siempre en la cama de Russ.

Y un día, cuando él tenía 10 años y yo 6, puso la barrera de cojines.

-¿La barrera de cojines? -preguntó Booth, extrañado.

Brennan sonrió ante la pregunta de su compañero, prácticamente susurrada, como si temiera romper la magia del momento, despertarla del trance y que no se lo contara. Eso no iba a ocurrir. Quería contárselo. No sabía por qué pero quería.

-Sí, colocó unos cuantos cojines entre las dos camas para evitar que yo me pasara a la suya.

-¿Y funcionó?

-Por supuesto que no -sonrió Brennan-. Seguí pasándome a su cama pero mi madre me dijo que Russ necesitaba su espacio y que sólo lo hiciera si tenía miedo. Y probablemente mamá habló también con Russ porque no volvió a enfadarse cuando me encontró en su cama."

Booth no sabía por qué pero tenía debilidad por esa historia. Tal vez porque Brennan era tan fuerte y distante con casi todo el mundo que era fascinante imaginarse a esa niña de 6 años asustada buscando la protección de su hermano.

Ahora, sin embargo, todo era distinto.

Desde que rechazó su petición de matrimonio Brennan se había ido distanciando de él. Cada día un poco más. No hubo más historias, más confidencias ni más risas. Hasta Christine parecía estar más apagada.

De repente la barrera de cojines se había instalado entre los dos lados de la cama. Poco importaba que ésta fuera invisible o que no estuviera hecha de cojines. Ahí estaba, entre los dos. Separándolos.

Una noche no pudo soportar más el llegar a casa y ver a Brennan en su lado, acurrucada, dándole la espalda. Protegiéndose de él. De modo que salió a beber. Sabía que era un error. Una parte de él tenía muy marcado aún el recuerdo de su padre, de modo que se fue al único bar en el que era seguro beber. El bar de Aldo.

Nunca supo qué le había dicho su amigo a Brennan días después de aquella salida pero sabía que jamás podría agradecérselo lo suficiente. La noche en la que, por primera vez en tres meses, Brennan lo estaba esperando para cenar fue la primera en todo ese tiempo en la que ella volvió a dormir en sus brazos.

La barrera había desaparecido.

Y juró, por Dios y por todo lo que amaba en este mundo, que jamás volvería a permitir que se instalara entre ellos.

FIN


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