Como cada mañana la luz se filtró por las cortinas de su ventana, despertándole de manera suave y delicada. Abrió sus adormilados ojos, una de sus manos fue hasta ellos y los frotó, intentando alejar el sueño de su ser. Tumbado en su lecho, apoyando su espalda en su cama miraba el techo de su habitación. Sentía que algo había cambiado. Con un leve giro de su cabeza alcanzó a ver el reloj que mostraba la hora desde su mesita de noche, aun era muy temprano, además el clima frío no le animaba a salir de su plácida cama. Un profundo suspiro escapó de su cuerpo, no lo entendía, desde que se había despertado sentía que algo había cambiado, que algo no era igual.

Estaba en la misma habitación donde solía despertar, en la misma cama de siempre y había dormido con la misma mujer con la que llevaba durmiendo desde hace ya tres años. Sí, hacía ya tres años que Yaoyorozu Momo y él habían empezado a vivir juntos, después de graduarse en U.A a los 18 años empezaron a trabajar para sus correspondientes empresas y tras ganar un poco de dinero, Shoto ofreció a Momo vivir juntos, en un pequeño y acogedor apartamento. Solo ellos dos. Por supuesto, la joven no dudó un segundo. Después de todo, habían empezado su relación en el segundo año de la academia, cuando vivían en los dormitorios con todos sus compañeros y en ocasiones, el chico del cabello bicolor se escabullía para colarse en la habitación de su novia.

En ese momento, la sintió moverse a su lado, buscando una posición cómoda y murmurando algo entre sueños. Él también se movió, colocándose de medio lado y mirando hacia ella. Desde donde estaba no podía verle toda la cara, la sabana tapaba la visión desde su nariz, aunque estaba completamente seguro de que Momo tendría sus labios entreabiertos. Sus parpados estaban cerrados, impidiéndole ver esos preciosos ojos azabache que brillaban con fuerza cuando algo le emocionaba. Su tersa piel tenía un delicado toque sonrojado. Y su pelo estaba suelto y un poco alborotado, esparciéndose por su almohada. Para él seguía siendo la chica más hermosa que había visto, incluso durmiendo, recién levantada o cuando llegaba cansada de trabajar.

Mientras la observaba, no pudo evitar fijarse que un escalofrío recorrió el cuerpo femenino bajo las sabanas. Sin pensarlo, la abrazó y la atrajo a él, obligándola a acercarse y a buscar su calor corporal. Con la cara de Momo apoyada en su pecho y teniéndola entre sus brazos, no pudo dejar escapar la oportunidad de llenarse con el dulce olor que emanaba de ella. Sus pulmones se llenaron de ese exquisito perfume que le volvía loco.

Todo era igual que siempre, no había cambiado nada en la habitación, en ella o en él. De pronto, la sintió moverse hasta alcanzar su cuello y repartir por ese lugar algunos cariñosos besos. Shoto la dejó hacer, nunca se podría negar a una muestra de afecto de ella.

-Buenos días.- las primeras palabras que sonaron esa mañana fueron las de ella.

Shoto se limitó a buscar su mirada, le gustaba que él fuese lo primero que viese ella al despertar, le alegraba saber que Momo le buscaba tanto como él a ella. Sin más demora, atrapó sus labios con los suyos, un suave beso que solo fue el primero de muchos. La besó muchas veces en sus labios, en sus mejillas, su nariz, su frente y ella sin poder defenderse solo podía reír. Hasta él se sorprendía de sus acciones, quien le iba a decir que aquella brillante que se encontró por primera vez con 15 años le haría abrirse al amor y le haría conocer facetas de un Todoroki Shoto que ni se había llegado a imaginar que poseería.

-Buenas días.- respondió cuando detuvo su ataque de besos, descansando su boca muy próxima a su oreja, como si solo quisiese que escuchase sus palabras ella.

De entre las sabanas surgió una de las manos de la chica, que separándose un poco de él, acarició con ternura sus cabellos, tanto los rojos como los blancos. Shoto en ese preciso minuto estaba seguro que si fuese un gato habría empezado a ronronear al notar las caricias de la joven en su pelo. Al notar esa mano en su cabello, Shoto se animó a preguntarle.

-¿Has pensado qué pronto dejarás de ser Yaoyorozu?- la pregunta no hizo que detuviese sus muestras de afecto, puede que incluso con eso, aumentasen acompañadas de una pequeña risotada de ella. En la mano que Momo tenía en el pelo de Shoto podía verse un anillo, un anillo que no era demasiado ostentoso ni lujoso, pero que significaba que darían un paso más en su relación. Un anillo tan pequeño en el dedo de ella iba a cambiar muchas cosas.

Y era cierto, ese sería el último mes de diciembre y las últimas navidades en las que ella sería Yaoyorozu Momo. El próximo año sería conocida como Todoroki Momo.