n/a: Nueva historia! ya sé que aún no termino la otra, pero quise jugármela con la idea que tenía en la cabeza, me demoré bastantes días en escribir este solo capitulo, pero la historia ya va tomando forma en mi cabeza. Espero les guste el primer capítulo.
Chapter 1: Inevitable
Una y otra vez ella releía la nota que él le había entregado secretamente cuando le tendió la mano para despedirse antes de dejar su consulta. ¿En serio había leído bien? ¿En serio quería decir textualmente eso?
Jugó con el papel entre sus dedos, lo había arrugado, estirado y vuelto a arrugar. Finalmente volvió a estirarlo para volverlo a leer.
Definitivamente no podía estar malinterpretando lo que decía. Estaba claro, no había mensaje entrelineas. Era claro y conciso.
"Hyatt. Habitación 409. 21:00 hrs, te espero."
No había nada que descifrar. Aarón la había vuelto a buscar.
Quería verla a solas, y no para conversar de la vida seguramente.
No pudo evitar sonreír.
Emily volvió a transformar el papel en una bola y lo tiró al tarro de la basura de la cocina, justo en el preciso momento en que su marido entraba al lugar.
-Vaya, vaya. ¿Hoy día cocinas tú?-preguntó el hombre clavando sus ojos azules en ella.
-Sip- respondió ella, saliendo de sus pensamientos poco apropiados con Aarón.- Hoy he querido regalonear a los hombres de la casa.
-Eso me gusta mucho- Ian se acercó y le dio un beso en la coronilla. Ella solo le sonrió.
-¿Dónde está Declan? Pensé que lo habías ido a buscar a la escuela.
El hombre la miró con una sonrisa en su rostro. Una sonrisa tierna. A él le encantaba que Emily estuviera en su vida. Le encantaba que se preocupara de su hijo aunque ella no tuviera porqué.
Le encantaba ella. Pero no era suficiente…
Le gustaba la estabilidad que ella le daba, le gustaban especialmente los días en que llegaba a casa y que ella lo recibiera con olor a comida recién hecha.
Pero también le gustaban las demás mujeres.
Le era agradable el hecho de saber que ella siempre estaba ahí, para él. Aunque quizá él no siempre para ella, o no de la manera que debiera ser.
-Lo fui a buscar a la escuela y de camino a casa me pidió Ir a la casa de Noah.
Emily asintió. Noah era el hijo del socio y mejor amigo de Ian Doyle, Josh Cramer. A ella no le gustaba mucho ese hombre, y menos que Declan estuviera en su casa, pero no podía hacer mucho, aunque a los ojos Declan Emily era como su madre y ella de igual forma lo veía como a un hijo, Emily sabía que no era así, y no podía pasar a llevar a Ian en cuestiones de su hijo.
-Ah.- se limitó a responder.
-Iré a buscarlo después de la cena- le dijo abrazándola por la cintura. Emily se incomodó un poco, pero se dejó hacer, después de todo era su marido, y aún lo quería. Un poco.
Aunque supiera que él le era infiel. Aunque últimamente más discutían que conversaban, aunque sintiera que la relación estaba demasiado desgastada, le tenía cariño a pesar de todo.
Ella había descubierto hace algunos meses que Ian solía enredarse con diferentes mujeres de su ambiente laboral, su mundo perfecto se había venido abajo. Pero no le dijo nada. Se quedó guardando el secreto de su descubrimiento. Guardó su dolor e intentó seguir con su matrimonio, aunque fuese una farsa.
Y lo hizo justamente por el niño. Declan era muy apegado a ella, y ella no podría dejarlo solo, no podía permitirse que él perdiera a una madre por segunda vez.
Cuando Emily conoció a Ian hace cinco años, el pequeño Declan tenía solo dos.
Ian le había contado que la madre del niño había muerto en un accidente automovilístico cuando Declan tenía unos pocos meses de vida, y con el tiempo, aquél niño de ojos azules que carecía de una figura materna, se había transformado en una parte de ella, al igual que su padre.
Cuando ella e Ian llevaban tres años de relación, él le pidió matrimonio. Ella luego de pensarlo unos días, accedió. Estaba enamorada y de eso estaba segura. ¿Por qué no dar el gran paso?
-Bueno, no hay problema- respondió la mujer, mientras picaba una zanahoria.- las chicas me invitaron a salir esta noche, ¿hay algún problema en que acepte?
-Claro que no, está bien si quieres salir a despejarte.- respondió él besándola otra vez, en esta oportunidad en los labios.
Beso que ella aceptó.
Luego de cenar, Emily se dirigió al cuarto. Buscó en su closet ropa apropiada para la ocasión.
Aunque no estaba segura cuál sería la ocasión, o al menos… no tan segura.
Decidió llevar su vestido color damasco strapless, era ajustado hasta la cadera y suelto hasta poco más arriba de la rodilla. Encima de puso su abrigo delgado color blanco. Las botas beige irían acorde con la tenida. Estaría bien con eso, se veía elegante, y no tendría problema con las brisa de las noches de verano. Tomó su cabello en una cola de caballo y como siempre dejó el flequillo caer sobre su frente.
…
Jack estaba jugando play station concentradamente con su amigo de toda la vida, de su corta vida más bien dicho. Ambos tenían mucho en común, los dos habían nacido el ocho de Julio, del mismo año incluso, así que solo por eso ya se consideraban como hermanos. Habían tenido suerte además de tener los mismos gustos de juegos, programas de televisión, e incluso ambos preferían la matemática como materia favorita de la escuela. Y lo mejor de todo es que compartían vecindario y escuela.
-Jack- lo interrumpió su padre para despedirse, pero el niño no lo tomó en cuenta.
Iba ganando la partida, no podía desconcentrarse ahora.
-Jack- volvió a llamar su padre.
-de inmediato, pa.- respondió sin despegar la vista de la televisión.
Aarón se hizo de paciencia y espero que su hijo le prestara atención. Miró su reloj, eran las ocho y quince de la noche. Si salía en menos de diez minutos de casa, llegaría a la hora.
Sonrió tiernamente cuando su hijo saltó del asiento celebrando su triunfo.
-Ahora si papi, ¿Qué necesitabas?- preguntó el niño con una sonrisa de oreja a oreja, acercándose a su padre.
-Voy saliendo, tu madre está en la cocina, ¿vas a portarte bien, verdad amiguito?- le dijo mientras se hincaba para estar a su altura. El niño asintió.
-Si, pa. Pero ¿a dónde vas? ¿Vas a ir a atrapar a los malos?
Si había algo que le gustaba demasiado a Jack de su padre, era su trabajo. Él, cuando fuera grande, quería ser un agente de la FBI igual que él. Era su ejemplo, y él también quería atrapar a los malos cuando tuviera la edad suficiente.
Aarón negó sonriendo levemente.
-No, voy a hacer otras cosas, amigo.- respondió sintiéndose culpable.
-¿Puedo ir contigo?- preguntó el niño.
-Claro que no, ¿pretendes dejar a Thomas solo? Es tu invitado, tienes que quedarte con él. Recuerda que hoy es su último día de vacaciones, desde el lunes ya no pueden quedarse a dormir en la casa del otro. ¿De acuerdo?
-Señor Hotchner- le habló Thomas, el amigo de Jack- ¿es cierto que la señora Hotchner se va a ir de la casa, y Jack se irá con ella?- preguntó el niño inocentemente.
Jack le lanzó una mirada fulminante.
-Te dije que era un secreto, Thomas- le recriminó el niño.
Hotchner padre, suspiró. Sabía que su hijo no era tonto y que Jack comprendía más allá de las cosas que Haley y él le habían explicado.
-Niños, niños. No discutan. Jack, Thomas, si, las cosas van a cambiar un poco en un tiempo no muy lejano, pero aún no les puedo asegurar nada. Ustedes quédense tranquilos, siempre podrán seguir jugando y siendo amigos. Donde sea que Jack esté viviendo, nunca dejarán de estar en contacto. ¿Queda claro?
Ambos niños asintieron.
-Bien, ahora a seguir jugando. Buenas noches.
Aarón besó a los dos niños en la cabeza y salió de su casa.
Haley lo vio alejarse de la casa por la ventana de la cocina y maldijo en su interior. Ella misma le había hablado de la separación. ¿Por qué se sentía así ahora que intuía que él podría salir a juntarse con otra mujer? Sentía rabia, aún estaban viviendo juntos y ella creía merecer un mínimo de respeto por eso.
Pero el respeto se gana.
…
Deslizó la tarjeta lentamente por el visor y la puerta de la habitación no tardó en abrirse. Entró en el cuarto y le echó una mirada. Se sacó su chaleco y lo colgó en el perchero detrás de la puerta, quedándose con su polera negra de manga corta. Hacía demasiado calor.
Se sirvió un vaso de whisky y se sentó a esperar sobre la cama. Ella debería estar pronta a llegar.
Eso lo hizo ponerse un poco nervioso.
Deseaba demasiado volver a estar con Emily. Esperaba con todas sus fuerzas que asistiera a aquél encuentro, que no lo dejara plantado, que no se arrepintiera de esto.
Su mente comenzó a divagar hacia la primera vez que la vio. Se sintió un poco cruel al agradecer que la pediatra que había visto a Jack desde toda su vida, hubiese tenido un accidente y haya tenido que viajar a otro país para realizar un tratamiento que le devolviese la capacidad de caminar. Pero si no hubiese sido por eso, él jamás hubiese conocido a aquella mujer.
Cuando llegó con Jack a su consulta, quedó perplejo.
Aquella no era una doctora. Aquella era una diosa.
Mientras Emily revisaba a Jack, mientras se cercioraba de que su peso, estatura, y salud en general estuvieran acorde a lo que correspondía a un niño de 6 años, él la evaluó completamente a ella.
Era una mujer demasiado atractiva. Alta, no excesivamente delgada, tenía un cuerpo perfecto, con curvas llamativas. Su cabello negro caía por su espalda y hombros, y su flequillo era demasiado encantador. Sus manos, muy femeninas, eran delicadas, no muy grandes ni muy pequeñas. Y sus ojos, grandes y observadores, lo habían cautivado aún más.
Aquella vez ella llevaba un blue jeans que marcaba sus bien formadas piernas y unas botas negras por encima del pantalón. No sabía que vestía de la cintura para arriba, pues su delantal blanco con ositos le impedía apreciar aquello.
Y se había sentido tentado, infiel y traicionero. Porque le había encantado esa mujer, mientras él tenía a su esposa en casa, esperando a por él. A pesar de los problemas que tenían últimamente, no podía dejar de sentirse así.
Pero no le importó nada de eso, en el momento que vio a la nueva pediatra de su hijo, supo lo que quería.
Y se sintió osado, arriesgado, y valiente. No dudó en acercarse a ella en cuanto Jack pidió pasar al baño. La miró con deseo. Y ella se puso nerviosa, reía solamente de nervios.
Y la invitó a salir. Ella negó con la cabeza ante su propuesta y se alejó, la mirada de aquél hombre la había puesto en un estado que no sabía ni cómo definir.
Él le volvió a insistir, y ella con una sonrisa. Levantó su mano izquierda y señaló su dedo con el anillo de matrimonio.
Aarón le devolvió la sonrisa e imitó su gesto, levantó su mano y también le mostró su anillo.
Ambos rieron. Se conectaron con una mirada y ninguno dijo nada más.
Aarón salió de sus pensamientos cuando oyó que tocaban la puerta. Dio un trago a su vaso de whisky al tiempo que se ponía de pié, y dejó el vaso sobre la mesilla al lado de la puerta antes de abrir.
