LOS PERSONAJES ORIGINALES SON DE PROPIEDA DE MASASHI KISHIMOTO
LA HISTORIA "ENTRE EL DESEO Y EL ODIO" ES ORIGINAL DE LA ESCRITORA TESSA RADLEY
USADOS SIN FINES DE LUCRO
CAPITULO 1
¿Cómo podía haberse torcido todo de aquella manera?
Sakura Haruno se ródeo el estómago con los brazos. Si al menos pudiese dejar de pensar en ello quizás se le pasaría la horrible sensación de náuseas que tenía. El tormento casi terminado se dijo; había organizado la boda tal y como le habían pedido, y la noche anterior le habían entregado un cheque en pago por sus servicios.
La noche anterior… Aquel beso… No, no debía pensar en la noche anterior.
Paseó la mirada por las mesas del elegante salón del hotel San Lorenzo donde se estaba celebrando el banquete. En circunstancias normales habría sentido satisfacción y orgullo ante un trabajo bien hecho como aquél. En esa ocasión, en cambio, el que todo estuviese perfecto y que se hubiese cuidado con esmero cada detalle no significaba nada para ella.
El banquete había terminado y los recién casados, que acababan de salir a la pista de baile giraban ya al compás del vals del Denubio Azul.
Los ojos de Sakura se posaron en Sasuke. Su ascendencia griega se hacía evidente en su cabello negro y su piel morena… además de en la cabezonería y la altivez que los caracterizaban.
-Mi hijo es un tonto.
Al oír a su lado la voz de Mikoto Uchiha, la madre de Sasuke y viuda del magnate Fugaku Uchiha, Sakura giró el rostro y sonrío.
-Que no te oiga él decir eso.
-Y tú… Por amor de Dios, Sakura; ¿tenías que vestirte de rojo? Es como agitar un capote
delante de un toro – añadió Mikoto con un suspiro-. Ese vestido hará que la gente hable
más aún.
-Que hablen. Al menos no pueden acusarme de querer quitarle protagonismo a la novia
porque no llevo un vestido de blanco.
-Es que deberías de ser tú la que fuese hoy de blanco. Habrías sido una novia preciosa. Si
Fugaku aun viviese, tal habría conseguido hacer entrar en razón a Sasuke.
Sakura la miró, desconcertada.
-Mikoto…
-¿Qué?, es la verdad; este matrimonio es un error, pero ya es demasiado tarde para
rectificarlo. Mi hijo ha tomado una decisión equivocada y tendrá que afrontar las
consecuencias – dijo la mujer antes de alejarse.
Sakura la siguió con la mirada antes de girar la cabeza de nuevo hacia la pista de baile para encontrase con Sasuke besando a la novia en la frente. Sakura frunció el entrecejo, segura de que había escogido ese momento a propósito. Sasuke no era dado a las muestras de afecto en público.
No podía soportarlo. Quería que aquello acabara, salir de allí, poder seguir con su vida y olvidar, porque sólo el paso del tiempo podría borrar de su boca el amargo sabor de la traición.
-¿lista, Sakura?; ahora nos toca a nosotros.
La voz de Itachi, hermano del novio y padrino, interrumpió sus pensamientos.
Sakura esbozó una sonrisa forzada.
-Perdóname, tenía la cabeza en otra parte.
-Deja de preocuparte, mujer – le dijo él-; está todo perfecto: las flores, el menú, la tarta, el vestido de novia… Todas las mujeres que han venido a la boda querrán que les organices la suya también.
¡Si Itachi supiera lo mucho que había sufrido organizando aquélla! Oh, Dios, ¿cómo podía haber sido tan estúpida la noche anterior como para…?
-Venga, vamos a bailar- le insistió Itachi, tirándole de la mano.
Sakura sacudió la cabeza.
-No suelo bailar en las bodas que he organizado.
Sasuke miró en su dirección en ese momento, y cuando sus ojos se encontraron con los de él, Sakura sintió una punzada en el pecho al ver el desdén que se reflejaba en ellos.
Itachi, ignorante de esa angustia que la atenazaba, se rio con suavidad
-Nada de excusas. Esta noche no estás trabajando y además es la tradición que los novios abran el baile y les sigan el padrino y la madrina. Mira; está todo el mundo esperando.
Sakura miró alrededor y vio que tenía razón. Los demás invitados se habían acercado también a la pista de baile y algunos los observaban expectantes.
Sakura se llevó una mano al colgante de ópalo que pendía de su cuello, un gesto inconsciente que hacia siempre que se sentía insegura.
Sasuke volvió a posar sus ojos en ella antes de bajar de nuevo la vista hacia la novia, Hinata su mejor amiga. Fue sólo un instante, pero una vez más el desdén que sentía hacia ella se hizo evidente en sus ojos negros.
Sakura alzó la barbilla, se agarró del brazo que Itachi le ofrecía, obligándose a sonreír, y dejó que la condujera al centro de la pista. Al diablo con Sasuke. Bailaría y hasta reiría; no iba a dejar que viese lo dolida que estaba; lo desgraciada que se sentía. Sasuke nunca sabría lo que le había costado organizar aquella boda, ayudar a Hinata a escoger la música, las flores, el diseño del vestido…, ni lo humillada que se había sentido cuando había seguido a su amiga hasta el altar.
Tampoco se sabría jamás de la desesperación que la había invadido cuando el sacerdote los había declarado marido y mujer, ni las lágrimas que había reprimido a duras penas cuando habían salido de la iglesia entre las felicitaciones de los invitados.
Sakura nunca podría olvidar la palidez del rostro de su amiga, ni tampoco la mirada triunfal y vengativa que le había lanzado Sasuke al pasar junto a ella, como diciéndole: «No hay nada que puedas hacer».
Por eso bailaría y se comportaría como si no le importase nada. Nadie sabría la agonía por la que estaba pasando en esos momentos. Únicamente verían en ella a la mujer atrevida e independiente por la que todo el mundo la tenía.
–Oye, hermano, ahora me toca a mí bailar con la novia.
Al oír a Itachi decir aquello Sakura se vio cruelmente arrancada del vacío en que su mente se había refugiado para aturdir sus emociones. Itachi se apartó de ella y se encontró frente a su némesis, frente al hombre del que jamás podría escapar.
Únicamente el puente aplastado de la nariz, que le habían roto más de una vez, estropeaba la belleza clásica de su rostro y desentonaba con los perfectos labios y los elevados pómulos. Era un rostro rudo pero también sensual, como el de un corsario.
Sakura se volvió desesperada hacia su hermano. –Itachi...
Pero Itachi se alejaba ya, girando con Hinata, y Sakura se quedó allí parada, negándose a mirar a Sasuke y con el corazón golpeándole con fuerza contra las costillas.
-¿Así que ahora estás tratando de seducir a mi hermano? ¿Otro intento de hacerte con la
fortuna de mi familia? –le preguntó Sasuke con cinismo.
Sakura se volvió y lo encontró mirándola con los ojos entornados. ¿Con qué derecho se creía para juzgarla? Apenas la conocía y no se había tomado siquiera la molestia de intentar conocerla.
–Vete al infierno, Sasuke
Iba a girarse sobre los talones para alejarse, pero él la agarró por el codo.
–Ah, no. No te va a ser tan fácil; no voy a consentir que montes una escena dejándome
plantado en medio de la pista. No voy a dejar que me ridiculices.
Sakura trató de zafarse, pero los dedos de Sasuke no hicieron sino apretar con más fuerza. No quería bailar con él, encontrarse atrapada entre sus brazos. ¡No!
Debió pronunciar su negativa en voz alta sin darse cuenta, porque Sasuke apretó los labios en una fina línea y masculló un «sí» entre dientes antes de atraerla hacia sí.
–Bailarás conmigo quieras o no –le dijo, agarrándola por la cintura–. Por una vez en tu
egoísta vida harás algo por otra persona. No voy a permitir que le estropees el día a
Hinata.
Sakura rio con amargura para sus adentros. ¿Cómo podía hablar de que fuera a estropearle el día a su amiga cuando él acabaría destruyéndola? La pobre Hina... Era para ella como una hermana, además de su mejor amiga y su socia... o lo había sido hasta la noche anterior cuando, tras el último ensayo de la boda, le había entregado un papel firmado por el cual le cedía su parte de Dream Occasions, la pequeña empresa de organización de eventos que ambas habían construido. ¿Y por qué? Porque Sasuke se lo había exigido.
El amo y señor le había dejado bien claro que quería que rompiese todos los lazos con ella, y Hina había obedecido. Sakura se había sentido furiosa, pero también traicionada aunque comprendía por qué su amiga había capitulado y hasta por qué había querido convertirse en la esposa de Sasuke, aun cuando no era en absoluto el hombre que le convenía.
No, Hina jamás debería haber aceptado su proposición de matrimonio, pero... ¿cómo podría haberse negado? Hina ansiaba seguridad, igual que le había ocurrido a ella tiempo atrás. Sin embargo, aunque se encontraba en la misma situación que la típica protagonista de esas películas del cine mudo atada a la vía del tren, Hina era incapaz de ver el peligro que se cernía sobre ella. Lo único que veía era la fortaleza de Sasuke, su poder y su fortuna.
No se daba cuenta de que Sasuke tenía un carácter demasiado fuerte; la dominaría. Hina nunca se enfrentaría a él, y Sakura temía que se fuese apocando hasta no tener ya voluntad propia. Por eso la noche anterior había decidido hacer algo al respecto.
Un escalofrío le recorrió la espalda al recordar lo que había ocurrido. Mientras viviese jamás olvidaría lo furioso que se había puesto Sasuke, su desprecio... Después había intentado mitigar con el alcohol el dolor que aquello le había causado, pero ni una botella entera de vino habría podido aliviarlo ni hacerle olvidar lo que le había costado esa actuación desesperada.
–Hina–murmuró cuando la mano de Sasuke se cerró sobre la suya y comenzaron a bailar.
Él la miró ceñudo, sin comprender.
–Es así como le gusta que la llamen. ¿O acaso no te lo ha dicho? –le espetó Sakura.
Sasuke frunció el ceño aún más, y de pronto, por algún motivo, Sakura se sintió también más consciente del calor de su mano en su cintura, de la íntima presión de su palma contra la suya, del olor de su colonia.
–Su nombre es Hinata–replicó él–; y es bonito. ¿Qué puede haber más hermoso que su
felicidad? Ese diminutivo absurdo no significa nada.
–Pero ella siempre ha odiado su nombre; no quiere que nadie la llame así –insistió
Sakura–. ¿Acaso no vas a respetar sus deseos?
Aquel nombre le recordaba a Hina su infancia, una infancia desgraciada, y a la niña tímida que había sido. Las dos habían sido adoptadas por la misma familia, y aunque no las habían tratado mal, se habían preocupado siempre más por sus propias hijas, habían sido muy estrictos con ellas y no les habían dado cariño.
Difícilmente podía explicarle aquello a Sasuke. Además, Hina ya era mayorcita y podía cuidar de sí misma, se recordó. Era ella quien tenía que decidir qué decirle o no a su marido.
Sasuke pareció quedarse aturdido un instante, pero luego apretó la mandíbula y le contestó:
–No es asunto tuyo cómo llame o deje de llamar a mi esposa. Lo único que te estoy
pidiendo es que no le arruines el día.
«Mi esposa»... Sakura volvió a sentir una punzada, pero se obligó a dejar el dolor a un lado. Luego habría tiempo para llorar, cuando aquel horrible día hubiese acabado y no estuviese rodeada de gente.
– ¿Cómo podría arruinarlo? –Replicó–; Itachi me ha dicho que está todo perfecto: las
flores, el vestido, la tarta...
Una vez más, Sasuke frunció el entrecejo.
