Pareja:UsUk3 AlfredxArthur~

Disclaimer: Si Himaruya-Sama leyera esto (Que jamás va a pasar) ya estaría en prisión (?) (Que por suerte jamás pasará ~)

Summari:

Advertencia: Drama, sí, drama del bueno (?) cosas, a mm... Posible Lemon (?) prejuicios y matrimonios arreglados (?)

Notas de inicio:

Esta historia me dio dolor de cabeza ;_;

Obvio Hikari no Yami escribe puro AU así que esta historia no es excepción y tampoco es excepción el hecho de que esta lleno de drama XD

Lo único que les puedo decir es que yo sí quiero casarme (?) ok no... Mejor pasen a leer esta historia escrita con amor y dedicación para todas y todos mis lectores~

Oh una última cosa, ¿Tendrá R-18? La respuesta es sí, muy probablemente lo tenga pero no voy a decirles que no lo lean por eso, realmente no es muy explícito y yo pienso que le da más romanticismo a la historia... Así que adelante ~ no hay nada que temer en esta historia (?) plz... (Es la más normal que va a escribir HnY en todos los tiempos)

One, Two, Three ¡Go!

~*~ Acta de Matrimonio ~*~

Arthur tenía la teoría de que en el momento justo en el que llegó al mundo su madre ya tenía toda su vida planeada y fue creciendo bajo ese plan porque "era lo mejor para él".

Así pues creció como un niño modelo, con buenas calificaciones, educado, ordenado y de más cosas buenas que a sus padres les gustaba presumir en las reuniones familiares.

Lo cierto es que Arthur jamás se dio cuenta de que su madre lo influía de esa manera hasta que el día de su compromiso llegó.

Arthur no le reprochó a su madre meter a Lidia a la casa cada fin de semana o reunión familiar, con las claras intenciones de que Arthur se interesara en la chica, no le reprochó que después de cada reunión o salida con Lidia su madre le preguntara qué le parecía la joven, o que a cada cinco segundos le recalcara lo bonita que era la chica, lo buena pareja que harían y lo mucho que quería ser abuela.

Creyó muy en el fondo que un día se rendiría, o quizá, más que eso, creyó que un día él mismo se daría cuenta de que su madre tenía razón y terminaría casado con aquella joven.

Por ello sucedió todo, su madre presionó un poco más y Arthur al fin cedió y se comprometió con Lidia en matrimonio, su madre estaba encantada y habló con todo el mundo sobre el compromiso de Arthur, porque claro ella se hizo la sorprendida y fingió que no había tenido nada que ver en el asunto.

Por su parte, Arthur estaba bien con la decisión, Lidia era bonita, inteligente y divertida, además aunque no era claro qué, ella si sentía algo hacía a Arthur, y él por su parte se sentía cómodo a su lado, no estaba seguro si así se debía sentir el amor, pero suponía que sí, eran buenos amigos, ella conocía mucho de él, de su familia y costumbres, él de igual forma la conocía a ella, todo estaba bien hasta ese momento.

Además, ambos tenían la edad suficiente como para formalizar algo y decidir hacer su vida independiente, y que mejor que compartir esa nueva etapa con alguien como Lidia a su lado.

Reafirmó su decisión al ir él mismo al registro civil para informarse de lo que debían empezar a preparar, porque aunque vivía en un lugar muy conservador se había negado a casarse por la iglesia, solo lo haría por el civil, por el asunto de hacer todo más sencillo y no tener que invertir tanto en una ceremonia lujosa, su madre se había quejado al respecto, pero Arthur no cedió a esos reclamos y su madre lo aceptó porque lo importante era verlo casado con la mujer que ella aprobaba.

Ese día tuvo que esperar su turno de atención casi una hora y los procesos del registro civil se le hicieron de lo más absurdos.

—¿Qué tramite va a realizar? — Preguntó el hombre encargado con un tono de aburrimiento total.

—Matrimonio… yo, solo quiero informes, lo que necesito para poder casarme…— Se le hizo todavía más absurdo tener que pedirle permiso y pagarle a su monarquía solo para obtener un papel que justificara su compromiso con otra persona, era un mundo de locos.

—Claro… en este papel vienen todos los requisitos…— El hombre sacó un volante de un cajón y se lo extendió, marcando con resalta texto las partes importantes. —De momento puede darme su nombre y datos, de usted y de su pareja para confirmar datos… solo por rutina…— Explicó el hombre llevando su vista hasta la pantalla de una computadora y acomodando sus lentes para ver mejor.

Arthur recitó todos los datos iniciando con los de Lidia, después de la confirmación comenzó con los suyos.

—¿Es correcto su nombre? — Preguntó el hombre observando más de cerca la pantalla.

—Sí, es Arthur Kirkland…— Le deletreó letra a letra su apellido y después de que el hombre lo escribiera volvió a fruncir el ceño.

—Lo tenemos registrado ya… Y según el registro dice que usted se casó hace tres años— Arthur entró en shock al escuchar aquello, él jamás se había casado, debería estar loco como para no recordar un detalle así. —Aunque usted ya no viva con la persona desde hace tiempo deben tramitar y firmar un divorcio antes de volver a contraer matrimonio…— Le explicó el hombre y Arthur no salía de su shock ¡Él jamás se había casado!

—Nunca he sido casado…— Cortó Arthur reaccionando y convenciéndose de que aquello era un error de sistema, nunca se podía confiar demasiado en esos aparatos.

—Veamos…— El hombre le comenzó a recitar sus datos, Arthur asentía porque todos estaban correctos, cuando terminó no se lo podía creer, en verdad que ya estaban todos sus datos ahí. —Como le mencione, debe estar divorciado antes de contraer matrimonio de nuevo— Arthur sintió un escalofrió terrible ¿Aquello era en serio? Tenía que ser un simple error.

—En este caso ambas partes deben firmar el divorcio, o en caso de viudez debe presentar el acta de defunción de su pareja para que el matrimonio anterior sea anulado— Arthur no sabía cómo preguntar aquello que le estaba inquietando ¿Él, casado? ¿Con quién?

Ni siquiera se lo imaginaba, pero confiaba en que ese asusto se pudiera arreglar si demostraba que era un error de sistema.

—Mmmm… bueno, estoy seguro de que es un error…— Comentó de forma paciente.

—No lo creo, estoy revisando y las firmas están en el documento… se lo mostraré…— El que lo atendía tecleo algunas cosas y de pronto la impresora detrás de él cobro vida y expulsó una hoja, el hombre se la mostró después de recuperarla. —¿Lo ve? Aquí está su firma…— Señaló el tipo como si Arthur no hubiese reconocido su firma desde el primer momento. —Si hubiese sido un error la copia del acta no estaría aquí o en caso de estarlo la firma sería diferente, y es muy raro encontrar ese tipo de errores — Explicó el hombre viéndolo como si Arthur fuera el loco del día.

Arthur no se lo creía, tendría que haber estado inconsciente o borracho para que aquello fuera posible…

De pronto se dio cuenta y la verdad le cayó como un balde de agua fría, tuvo miedo de ver el nombre de su "esposa" pero se armó de valor de todas formas y deseo que el papel no dijera algo como "Britanni Dulce Candente", que eran los apodos de las meseras del bar que frecuentaba.

Para su sorpresa el papel le dio un nombre conocido, demasiado familiar "Alfred F. Jones", su mejor amigo de infancia, tenía justamente tres años sin saber nada de él, se había ido a USA en busca del famoso "sueño americano" y habían pedido todo contacto.

—Esto es terrible…— Murmuró para sí mismo, el hombre le dio una mirada al papel y se notó claramente incomodo, Arthur adivinó inmediatamente por qué, el tema de la homosexualidad era un tabú en el lugar donde vivía y aunque claramente no era prohibido, tampoco era bien visto o aceptado.

—No puedo ayudarle Sr. Kirkland… Puedo extenderle un acta de divorcio de inmediato, pero su esposo anterior deberá venir a firmarla hasta aquí… Es el protocolo que manejamos…— Arthur sintió un frío absoluto al escuchar la palabra "esposo" en aquel tono de voz incómodo.

—Es solo que…— No se creía que aquello fuera cierto ¿De verdad se había casado con Alfred? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué tipo de estado estaba para consentir semejante cosa?

Al mirar la fecha del matrimonio lo supo, era del día en que habían organizado la despedida de Alfred, justo dos días antes de que el chico se fuera al continente americano a alcanzar una vida nueva, Arthur no recordaba nada de esa tarde/noche, solo recordaba la resaca del día siguiente, ahora notaba que había estado demasiado ebrio al parecer, tanto como para casarse con su mejor amigo. Eso de verdad que estaba mal.

No podía permitir que Lidia o su madre se enterasen de eso. Tenía que resolverlo por él mismo de alguna forma y debía ser pronto.

Examinó el papel y notó dos firmas más debajo de la suya y la de Alfred, su aura se volvió completamente lúgubre al descubrir que Francis había sido su testigo, junto con alguien más, que a juzgar por el corazón en la firma debía ser alguna mesera del bar, al menos había usado su nombre y no algún apodo meloso.

Supo lo que tenía que hacer, Francis se la pasaba hablando de aquella noche y recordándole que se había puesto completamente ebrio, si Francis recordaba aquello seguro que tendría la historia completa si se la sacaba a su amigo a golpes.

Después de salir de las oficinas llamó a su amigo y lo citó en el bar de siempre, Francis accedió a verlo una hora más tarde debido a que detectó la urgencia en su voz, Arthur estaba que no podía ni pensar en nada.

No sabía nada de Alfred desde el día en que se había ido a Estados Unidos y dudaba siquiera que el chico lo recordara a esas alturas, es decir, su amistad había sido importante, pero el que Alfred jamás se hubiera intentado comunicar con él le decía todo lo contrario, Alfred sabía su dirección, si no hubiese confiado en los teléfonos pudo escribirle alguna vez y jamás lo había hecho.

Recordar aquello le dolió un poco, además, recordaba perfectamente que ambos habían peleado antes de que Alfred abordara en avión que lo llevaría lejos, Arthur había intentado disculparse pero Alfred no había asistido a la cita y se había marchado, Arthur había querido creer que Alfred lo llamaría o le escribiría en algún momento pero al notar que no era así decidió continuar con su vida y olvidarse de su amigo, tal y como Alfred lo había olvidado.

Cuando Francis llegó al bar lo encontró ya con varias copas encima, esa fue la señal clara de que algo lo molestaba.

—¿Lidia se arrepintió tan pronto? — Preguntó su amigo sentándose en la barra junto a él, gracias al ron Arthur estaba lo suficientemente aturdido como para no lanzarse a matar a Francis.

—Peor que eso…— Le pasó el papel y examinó sus reacciones, Francis paso de la sorpresa a la burla y entonces Arthur supo que su amigo definitivamente lo recordaba todo de aquella borrachera.

—Oh~ ya me había olvidado de esto…— Francis soltó unas carajadas y Arthur lo amenazó con una mirada fea.

—No es gracioso Bonefoy… Se supone que debo casarme con Lidia y ahora no puedo gracias a ese papel, mi madre se pondrá histérica cuando se entere ¿Por qué no me lo habías dicho, maldita Rana Francesa? — Arthur uso un mezclador de bebidas para amenazar al francés, como si aquel palito de cristal fuera una verdadera arma.

—Ya te dije que lo había olvidado…— El francés se encogió de hombros.

—¡¿Cómo pudiste olvidarlo? Te la pasas recordándome esa noche cada que quieres avergonzarme frente a alguien! ¡¿Y qué se supone que significa tú firma de testigo?! ¡¿Por qué mierda hiciste eso?! — Francis se fue haciendo más y más pequeño ante la amenaza del mezclador que Arthur sostenía entre sus dedos.

—Ustedes querían casarse, yo no iba a detenerlos~ sabes que yo apoyó al amor~— Murmuró el francés como defensa, Arthur quiso apuñalarlo de verdad con el mezclador de bebidas.

—¡Estábamos ebrios! Tu trabajo era detenernos y enviarnos a dormir a casa—

—Ya, ya… supongo que debí hacer eso, pero Alfred no estaba tan eb…— Francis se quedó callado antes de terminar pero era tarde. — Bueno, supongo que si lo estaba… Aunque él sí que lo recordaba y me pidió que no dijera nada al respecto…— Corrigió el francés de inmediato. —Pero recuerdo que ustedes fueron los que me arrastraron hasta el registro, usaste todos tus ahorros para sobornar al del registro y terminaron diciendo los votos e intercambiando anillos… incluso hubo un beso… creo, no lo recuerdo bien, en ese momento estaba atrapado por los bellos ojos de una mesera que se nos pegó desde el bar… creo que me comprometí con ella… y hasta tuvimos nuestra luna de miel— Arthur se quiso morir, eso explicaba por qué todos sus ahorros había desaparecido, él había estado seguro que los había perdido apostando y con la cuenta del bar.

—Cuéntame todo lo que recuerdes, y que sea ahora…— Ordenó Arthur de lo más lúgubre, Francis lo dudo un poco y Arthur lo volvió a amenazar con el mezclador de bebidas, Francis se encogió con un gritito algo afeminado y soltó un suspiro accediendo a contarle lo que sabía de esa noche.

—Bueno, empezamos bebiendo aquí, tú fuiste el que se emborracho más rápido de todos nosotros, ya sabes, estabas eufórico de pronto y al segundo siguiente estabas llorando porque no querías que Alfred se fuera… recuerdo que te le pegaste mucho, te abrazaste a él y casi lo matas de asfixia, le rogaste que no se fuera, le ofreciste miles de cosas a cambio de que no se fuera y hasta le empezaste a bailar en las piernas medio desnudo…— Arthur golpeó su frente sobre la barra, había cambiado de opinión, ya no quería escuchar más, pero Francis continuó relatando.

—En ese momento Alfred te susurró algo al oído y recuerdo que diste un saltó y gritaste un "lo haré", Alfred te dijo algo más y comenzaron a pelear como de costumbre, fue cuando yo me encontré con "Linda", una mesera de piernas hermosas, después de un rato descubrí que tomaste el micrófono del escenario, prácticamente se lo arrancaste de la mano al artista que amenizaba la tarde y anunciaste que ibas a casarte con Alfred, fue muy emotivo, todos aplaudieron y los felicitaron— Arthur se sintió peor, ahora comprendía porque algunos todavía lo felicitaban cuando entraba a ese bar.

—Mmm… después de eso tomaron otro poco y decidieron que se comprarían los anillos, así que "Linda" ya yo nos ofrecimos a acompañarlos, fuimos a la joyería y terminaron eligiendo los más caros… pasamos a comprar algunas botellas más para celebrar y fue cuando viste que el registro civil todavía estaba abierto, fue imposible quitarte la idea de la cabeza una vez que se te formó ahí… Se armó todo un alboroto con el encargado del papeleo, intentó explicarte un millón de veces que se requerían ciertos papeles, le gritaste, le suplicaste y al final aceptó casarlos por trecientos euros y dos botellas de vodka…— Francis se echó a reír en ese punto y Arthur no sabía en dónde meter la cara, se juró que jamás volvería a beber en su vida, incluso apartó su vaso de ron lo suficiente lejos para que no lo tentara.

—Sus votos fueron absurdos y tardaste como media hora en atinarle al dedo de Alfred con el anillo, pero como dije, el asunto fue tan emotivo que "Linda" lloró un poco, se me abrazó y me pidió que nos casáramos también un día, en cuanto dije sí saltó sobre mí y casi me devoró a besos… Después de eso ustedes se fueron por su lado y "Linda" y yo por el nuestro… eso es todo lo que supe de ustedes…— Concluyó Francis todavía riendo como tonto.

—Y no creo que quieras saber lo de mi "luna de miel", aunque si me lo pides te lo puedo contar, lo recuerdo a la perfección—Ofreció el francés guiñándole el ojo, Arthur no quiso ni imaginar si él había tenido una "luna de miel" con Alfred, de solo pensarlo un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.

—No gracias, no quiero escuchar eso. Pero si lo recordabas tan bien ¿Por qué nunca me lo contaste? — Preguntó Arthur levantando al fin la cabeza de la barra.

—Bueno, Alfred me dijo que era mejor así… además ambos creímos que el matrimonio no había sido legal, estábamos seguros de que el hombre del registro solo había impreso un acta falsa para hacer que lo dejaras en paz…—Arthur soltó un suspiro, ojala hubiese sido así, pero el acta al parecer era muy real y necesitaba divorciarse cuanto antes, su madre ya estaba con los preparativos de la boda y seguro que empezaría a presionarlo para que fuera al registro y si Arthur no lo hacía ella lo haría y eso sería terrible.

—Necesito divorciarme de Alfred, de inmediato, antes de que alguien lo descubra…— Francis le acercó su ron y Arthur bebió del vaso olvidando que había decidido no tomar más alcohol en su vida minutos atrás.

—Es cierto, pero Alfred está al otro lado del mar… su familia debe tener su teléfono o algo…— Opinó Francis y Arthur no estaba muy seguro de querer ir a casa de los Jones por un motivo como ese, para empezar no quería que nadie más se enterase de su problema, los chismes corrían rápido ahí.

—No he hablado con él desde que se fue… ¿Qué se supone que le diré? "Oye, soy Arthur, seguro no te acuerdas porque estábamos ebrios, pero nos casamos hace tres años, necesito que vengas a firmarme el divorcio porque voy a casarme de verdad esta vez" — Arthur volvió a golpear su cabeza en la madera de la barra y quiso que la tierra se abriera y se lo tragara.

—Bueno… eso sería de mal gusto, creo que es un tema que debe hablarse en persona… Aunque es cierto que lo de la boda fuera un error desde el inicio, no le puedes pedir a alguien por teléfono que deje su vida un momento y atraviese todo el mar solo para firmar un papel de divorcio— Opinó el francés con un suspiro, Arthur imaginó a Alfred y lo recordó a la perfección, ataviado siempre con su eterna chamarra de aviador y esa sonrisa brillante pintada en el rostro, sintió un vuelco en el estómago y un dolor en el pecho, lo extrañaba. Pese a todo lo extrañaba a morir y deseaba verlo, aunque fuera por algo tan absurdo como eso.

—Estoy acabado… El día en que se fue estaba muy enojado conmigo… por eso no me contactó jamás y yo ya no supe nada de él… Aunque se lo ruegue no vendrá por un motivo así, dejara que me las arregle solo— Murmuró Arthur convencido de ello, Francis se aclaró la garganta y desvió la mirada, a Arthur le dio la impresión de que le estaba ocultando algo, pero estaba demasiado preocupado como para pedirle explicaciones al francés.

—Mi consejo, querido Arthur, es que vayas a casa de los Jones, consigas el número y dirección de Alfred, hagas una maleta, tomes el primer vuelo a USA mañana por la mañana y lo llames una vez que estés allá… Dudo que se niegue a hablar contigo si haces eso y en caso de que lo haga puedes ir a su casa a obligarlo a escucharte… Es un país grande, pero al menos es de habla inglesa también, seguro que lo encuentras tarde o temprano…— Arthur se quedó mudo con aquella barbaridad.

—¿Te has vuelto loco? No puedo volar a USA de la noche a la mañana— Arthur jamás había sentido atracción hacía aquel país, por ello nunca se había imaginado a sí mismo en un avión que lo llevara ahí, ni siquiera cuando Alfred se había ido, quizá hasta después de eso le había tomado algo de rencor a aquel lugar por robarle a su mejor amigo.

—¿Entonces? ¿Planeas llamarlo por teléfono y decirle todo? ¿Qué si decide que no quiere ayudarte y después ya no responde tus llamadas? — Arthur muy en el fondo pensaba que justo eso era lo que pasaría y era lo más lógico. —Además, es un asunto delicado, en mi opinión debes tratarlo frente a frente con Alfred… fueron buenos amigos, también es justo que se entere de tu boda de otra forma que no sea por medio de un teléfono— Arthur lo sabía, sería injusto de su parte hacer eso, además, él era quien necesitaba el favor, lo más lógico es que él tuviera que viajar para pedírselo en persona a Alfred.

—Viajar así se me hace demasiado extremo… Me saldrá demasiado caro, volveré a gastar mis ahorros…— Después de esas palabras se dio cuenta de lo mal que sonaban, como si su compromiso o deseo de casarse con Lidia no fuera suficientemente fuerte para que él hiciera aquel viaje, y quizá no lo era, pero quien le aseguraba que en unos años no quisiera casarse de verdad con ella o con alguien más y tuviera que enfrentarse de nuevo al problema de ahora, entonces si dejaba pasar más tiempo Alfred quizá entonces ya ni se acordara de su nombre.

—Bueno, en mi opinión esta es una situación extrema… Y así son los divorcios Arthur, más caros que las bodas~— Declaro su amigo y Arthur supo que no tenía opción, debía viajar a USA, encontrase de nuevo con Alfred y pedirle el divorcio.

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Esa misma tarde se dedicó a arreglar unas vacaciones en su empleó, ya que nunca faltaba se las concedieron de inmediato, le concedieron ocho días enteros, Arthur les aseguró que volvería antes de esos ocho días, pero los tomó todos por si acaso.

Más tarde fue a casa de los Jones, lo recibieron con el cariño de siempre y Arthur uso la excusa de su futura boda como el motivo que lo llevaba a solicitar los datos de Alfred, se los dieron sin mucho esfuerzo y se alegraron de que incluyera a Alfred en esa parte de su vida, además de felicitarlo por sus futuras nupcias, Arthur no pudo evitar pensar que básicamente estaba engañando a sus "suegros".

Después vino lo más complicado, explicarle a su madre y a Lidia que debía viajar a Estados Unidos sin sonar muy sospechoso, por suerte su madre le creyó que todo andaba bien en el registro civil y la distrajo de la repentina noticia con el encargo de arreglar lo de la boda en su ausencia y que buscase los papeles necesarios para entregar en el registro, así la mantendría entretenida con algo y evitaba que fuera por su cuenta al registro civil y lo fuera a descubrir.

Apenas y durmió esa noche entre todos los preparativos, al día siguiente en la mañana estaba abordando un vuelo que lo llevaría a encontrarse de nuevo con Alfred, había elegido al día siguiente porque sabía que se iba a arrepentir de hacer aquello si lo dejaba para después, así que cuando encontró un vuelo disponible no lo pensó dos veces, llevaba una maleta ligera, se convenció de que al primer día lo lograría y al día siguiente por la mañana estaría regresando junto a Alfred para firmar aquel divorcio, reparar su error sin contratiempos y casarse con Lidia tranquilamente. Y con eso en mente, se abrochó el cinturón de seguridad y el avión despegó a su nuevo destino.

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El vuelo fue de todo el día, Arthur intentó descansar y dormir un poco, le aterraba estar en el aire, jamás había tomado un avión y cualquier sonido extraño lo ponía nervioso, no se había atrevido a quitarse el cinturón de seguridad ni un segundo y aunque el panorama de la ventana era bellísimo decidió no pensar en por qué no estaba viendo nada más que nubes y extensiones de tierra como si se tratara de un mapa y no ciudades enteras.

El aterrizaje fue lo peor, cuando se bajó del avión sentía las piernas de gelatina y estaba tan aturdido que todo le pareció demasiado amenazante, estaba en un mundo completamente nuevo, uno en el que no sabía cómo moverse y estaba completamente solo, eso era mucho más aterrador que el vuelo.

Su única esperanza era un chico al que no había visto en tres años y que muy probablemente lo odiaba.

En el vuelo había logrado recordar lo que le había dicho a Alfred antes de que él partiera, recordó que Alfred le había intentado decir algo de la noche anterior, Arthur había sido sincero y le había dicho que no recordaba nada y entonces Alfred se había puesto raro por ello y habían discutido un montón. Recordaba que Alfred le había dicho que no quería irse y Arthur furioso le había dicho que se fuera y que no volviera hablarle.

Por supuesto que Alfred no debía habérselo tomado en serio, pero lo había hecho y ahí estaba, tres años después, en un país desconocido, arrepintiéndose de sus palabras y pagando sus errores.

Después de recuperar su equipaje, tecleó el número que los padres de Alfred le habían dado y a cada timbre en su oído se sentía más y más nervioso ¿Y si Alfred no contestaba? ¿Y si era un número incorrecto? ¿Cómo haría para llegar a casa de Alfred él solo?

Al cuarto timbre respondieron.

"¿Diga?"

La voz se le hizo familiar, su corazón se aceleró de inmediato y tuvo que sentarse en una banca para no perder el equilibrio, no sabía cómo enfrentarse a Alfred después de esos años, no sabía qué decir.

—¿Alfred? — Preguntó solo para estar seguro, pero conocía la voz, sabía que era él.

"Sí ¿Quién habla?"

—Mmm… no sé si me recuerdas… fuimos amigos hace un tiempo…— Murmuró Arthur al teléfono sintiendo de pronto un nudo en el estómago, hubo un silencio muy largo al otro lado de la línea.

"¿Arthur?"

Preguntó entonces Alfred y Arthur soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta. Alfred lo recordaba. Era un buen inicio.

—Sí, soy yo… tus padres me dieron tu número… necesito hablar contigo, es algo un poco delicado. Me preguntaba si tienes algo de tiempo ahora— Explicó Arthur tratando de ahogar el nudo de su garganta, volvió a contener el aire por la respuesta que esperaba de Alfred.

"Ah, estoy en el trabajo ahora… de hecho acabo de llegar… p-pero, no me mal entiendas, es decir… God, no todos los días recibo una llamada tan sorpresiva… dame un segundo y podremos hablar un poco…"

Arthur espero en la línea, se escuchó el timbre del elevador y algunos murmullos, después una puerta al cerrarse y Alfred volvió al teléfono.

"Está bien ahora… Puedes decirme la razón de tu llamada"

—Bueno… no es algo que pueda decirte por teléfono, la cosa es… estoy aquí y necesito hablarlo en persona contigo…— Se sentía como un completo idiota, pero sabía que no había vuelta atrás.

"¿A qué te refieres? Estoy en USA ¿recuerdas? No puedo ir a Inglaterra, al menos no ahora… pero si es algo realmente importante podría…"

Alfred murmuró algunas cosas y Arthur se sorprendió un poco de aquel "podría" ¿Alfred sería capaz de volver a Inglaterra si él se lo pidiera? ¿Así, tan repentinamente y sin ninguna explicación previa?

—Lo sé… sé que estas en Estados Unidos, me refería a que yo también estoy aquí, acabo de llegar de hecho…— De nuevo se hizo un largo silencio, y más tarde Alfred soltó un suspiro.

"¿Es una especie de broma, Arthur? ¿Estas ebrio?"

Preguntó Alfred en la línea y Arthur se ofendió un poco ¿Tan difícil era creerle?

—No, me temo que no es broma… De verdad estoy aquí en USA, más concretamente en Nueva York— Y el silencio atacó una tercera vez, Arthur sintió que Alfred le colgaría el teléfono y él tendría que volver a casa derrotado.

"¿En dónde estás exactamente?"

Arthur observo a su espalda y pronunció el nombre del aeropuerto en el que estaba, Alfred preguntó de nuevo si aquello era broma y Arthur le contestó que no lo era con un tono más molesto que el anterior.

"Escucha… me queda algo lejos pero voy para allá en este momento… no te muevas de ahí, llegaré en dos horas más o menos… por favor, espérame hasta entonces"

Arthur se sintió inevitablemente nervioso al escuchar aquello, dos horas y se encontraría con Alfred después de tres años.

—Sí, no me moveré de aquí…— Respondió Arthur y aquello marcó el final de la llamada.

Fueron las horas más largas de su vida, aprovecho el tiempo para llamar a su madre y decirle que había llegado con bien y que ya se había contactado con Alfred.

Sentía que había pasado más de dos horas y que Alfred no llegaría, que no le iba a creer o que lo iba a dejar ahí esperando.

—¡Arthur! — El gritó familiar lo paralizó, sus ojos chocaron con un hombre que apenas y reconoció, Alfred ya no lucía para nada como el amigo que se había ido de Inglaterra tres años atrás, iba vestido con un traje negro casual y hecho justo a su medida, su pecho se había ensanchado y sus brazos se notaban bastante trabajados y eso a simple vista, unos anteojos enmarcaban aquellos ojos azul mar que Arthur recordaba y aunque su cabello lucía casi igual que antes, a Arthur le pareció más dorado que nunca.

Alfred se acercó hasta estar a unos pasos de distancia y una sonrisa se dibujó en su rostro, la sonrisa que Arthur conocía, la que recordaba de siempre, Alfred no lo pensó más, cerró la distancia y los envolvió en un abrazo torpe y con la fuerza desmedida, definitivamente Alfred había estado haciendo algo de ejercicio en esos años.

—No puedo creerlo, de verdad estas aquí…— Alfred se alejó sin soltarlo por completo y lo miró de llenó, Arthur se puso nervioso y desvió la mirada, disimuladamente observo que nadie los viera así, una costumbre que su lugar de nacimiento todos los hombres adquirían por las miradas reprobatorias de los demás, pero ahí nadie los miraba así, la gente iba y venía metida en sus propios asuntos.

Arthur supo que era porque aquello era un aeropuerto, era normal que la gente se abrazara en los aeropuertos.

—Pues ya lo vez… no estaba bromeando…— Respondió Arthur con una sonrisa pequeña pero sincera, el que Alfred lo estuviera abrazando parecía un sueño después de esos tres años de no saber nada del otro y aunque era extraño, no era nada desagradable sino todo lo contrario.

Arthur se sintió aliviado de que Alfred le abrazara con ese cariño, que se mostrara tan feliz y emocionado por verlo de nuevo, todos sus temores se esfumaron, Alfred no lo odiaba y tampoco parecía haberlo olvidado.

—Te extrañé tanto…— Alfred le acaricio la mejilla con la palma de la mano y aunque a Arthur se le hizo extraño aquel gesto no se atrevió a rechazarlo o decir algo al respecto. —¿Qué te hizo venir con tanta urgencia?— La preocupación en la voz de Alfred era genuina y Arthur supo que su amigo iba a ayudarlo.

Empezó a relatarle el problema y Alfred lo escuchó con seriedad, otra novedad en él, el Alfred con el que Arthur había crecido era impaciente, infantil y en general alguien que siempre hablaba en lugar de escuchar.

—Ya veo… sigo causándote problemas aunque no esté cerca eh…— Alfred le dio una sonrisa entristecida, Arthur sintió una urgencia terrible por retirar sus palabras. —No te voy a mentir… tengo un proyecto en mi trabajo, de hecho debo volver justo ahora para una presentación… Pero creo que en unos tres o cuatro días podré tomarme un descanso…— Arthur sintió alivio y urgencia, Alfred estaba dispuesto a firmar el divorcio pero el tiempo que tardaría se le hizo demasiado peligroso para la situación en la que estaba.

Con todo eso, él no podía exigir algo desde su posición, tendría que atenerse a las condiciones de Alfred, se imaginó que gastaría todos sus ahorros en un hotel o quizá podría volver a casa y esperarlo ahí, aunque eso era muy arriesgado, si se quedaba ahí podría servir para presionar a Alfred un poco.

—No te preocupes, sé que esto es muy repentino…— Murmuró Arthur armándose de toda la paciencia que poseía, no era mucha, pero algo era algo.

—Bastante… me sorprendiste mucho al venir aquí… pero estoy feliz de poder verte de nuevo— Justo en ese momento un teléfono celular sonó y Alfred maniobro para contestarlo sin que se le resbalara de la mano el aparato.

Se alejó un poco de Arthur y él no lo siguió para darle privacidad.

—Es de mi trabajo, debo ponerme en marcha ¿Tienes donde quedarte? — La pregunta lo hizo dudar un segundo, había ido ahí sin un plan, y sin intenciones de quedarse tanto tiempo ahí, debía pensar en algo rápido.

—Bueno… la verdad no, vine muy repentinamente así que si tienes alguna recomendación, la aceptaré…— Alfred se quedó pensativo y después sonrió un poco.

—No te preocupes, ven conmigo…— Sin más Alfred tomó su maleta del suelo y lo guio hacia la salida, una vez que ambos estuvieron fuera, se detuvieron en un auto deportivo que lucía bastante lujoso, Arthur se sorprendió cuando Alfred sacó las llaves y desactivo la alarma del auto.

—Veo que lograste lo que querías…— Murmuró Arthur mientras metían su maleta en la cajuela, Alfred le abrió la puerta del copiloto y le dio una sonrisa ladeada invitándolo a subirse al auto, Arthur se subió.

—Tres años no pasan en vano… fue difícil pero sí, tengo lo que deseo, bueno, casi todo— Arthur recordaba los planes de su amigo.

—Número uno, vivir por mi cuenta, dos, tener un auto lujoso, tres, poner las canciones de Skillet en mi auto a todo volumen, cuatro, casarme con el amor de mi vida y la lista sigue y sigue~— Empezó Arthur con voz sarcástica pero divertida, Alfred se sonrojo y después soltó algunas carcajadas.

—Qué bueno que lo recuerdas~— Murmuró y encendió el estéreo, la música del grupo que Arthur había nombrado empezó a sonar en un tono bastante alto, Arthur se burló un poco y Alfred bajó el volumen para que pudieran seguir hablando.

En el camino Alfred le contó a grandes rasgos un poco de su nueva vida, tenía un departamento que pagaba poco a poco, su auto que era, según sus palabras, los mejores dólares invertidos de su vida, y en general mantenía una vida buena, sin muchos lujos pero sin carencias.

También le preguntó sobre Francis y sus demás amigos, y le pidió que le contara a detalle sobre su vida en esos tres años, no hubo mucho que contar, Arthur era una persona rutinaria y que se conformaba con una vida simple, así que no había cambiado mucho desde que Alfred dejó Inglaterra.

El viaje de dos horas se le hizo de lo más corto entre la plática y los recuerdos, Alfred recordaba todo y citó algunas cosas que los hicieron reír a ambos por los recuerdos del pasado.

Llegaron a un edificio que Arthur apenas y creía real, y se metieron al estacionamiento que parecía tener otras mil plantas subterráneas, incluso tomaron un elevador para subir, cuando al fin llegaron, Arthur estaba mareado e impresionado.

—Esta es mi oficina… debo trabajar, pero en cuanto terminé te llevaré para que descanses… Debes tener hambre… en la planta 6 hay una cafetería, toma esto… pide lo que quieras y dile que lo ponga a mi nombre…— Alfred le dio un gafete que colgaba de su camisa, Arthur lo tomó porque aún estaba demasiado aturdido.

—Espera… me gustaría buscar un hotel… quizá podría ir y volver a reunirme contigo cuando termines tu trabajo…— Alfred dudo un poco.

—Mmm… aunque no lo parezca Nueva York puede ser muy peligroso, no quisiera dejarte ir solo, además me gustaría que te alojaras en mi casa, así no tendrías que preocuparte por un hotel…— Arthur no había pensado en ello hasta que Alfred lo mencionó, se sintió de lo más extraño ¿Quedarse con Alfred todos esos días?

—No es necesario, vine aquí por mi cuenta así que no tienes que preocuparte…— Alfred se le acercó bastante y lo acorralo contra el escritorio.

—Lamento decírtelo Artie, sé que eres muy independiente y que no aceptaras mi oferta así que te lo diré de este modo, yo tengo tu maleta secuestrada en mi auto, y al final del día la llevaré a mi casa quieras o no…— Después de eso Alfred se separó de él y soltó algunas carcajadas divertidas, Arthur supo que aquello era broma.

—Eres un tonto…— Comentó Arthur con una sonrisa derrotada. —¿Quieres que te traiga algo? — Se ofreció porque parecía ser lo justo, Alfred le estaba dando asilo y le estaba invitando la comida del día.

—Claro~ dile a la de la comida que preparé un sándwich para el de la planta 10, sección A, ella sabrá como~— Alfred le guiño el ojo y Arthur se fue de vuelta al elevador.

Cuando llegó a la cafetería pidió dos sándwiches, uno para él y el otro con las órdenes de Alfred, la cocinera comprendió al instante y le agregó un par de jugos de naranja y dos manzanas que lucía deliciosas.

Arthur volvió a subir con el desayuno de ambos ocupando sus manos, ambos comieron en silencio en la espaciosa oficina, a Arthur le gustaba ese lugar, pese a que había gente que iba y venía con papeles y los teléfonos sonando casi creaban una música de fondo, era agradable, y la oficina de Alfred en particular tenía una pared de cristal que daba una vista increíble.

Eligió un sillón que parecía estar al margen de todo el ajetreó y ahí se quedó leyendo el libro que había elegido para ese viaje y gracias a ello el tiempo se le paso más rápido, Alfred estaba más que concentrado en su trabajo, sin embargo de vez en cuando Arthur sentía la mirada azul sobre él, como si el americano todavía no se pudiera creer que él estaba ahí.

En un momento Alfred tuvo que dejarlo solo para ir a otra sección del gran edificio, los vecinos de su oficina aprovecharon su ausencia para contarle a Arthur algunas cosas, como que Alfred esta por ser ascendido y estaba luchando para lograrlo, que muchos lo consideraban el mejor dentro de la oficina y que el puesto bacante le iba a la medida. No pudo evitar alegrarse por Alfred y desearle la mejor de las suertes de todo corazón.

A las 5 de la tarde el cambio de horario ya lo tenía algo adormecido, sin embargo Alfred volvió, con el rostro lleno de cansancio pero una sonrisa satisfecha.

—Soy libre por hoy ¿Quieres ir a…? — Alfred no pudo terminar la pregunta debido a que dos de sus compañeros entraron a la oficina.

—¿Vas a ir con nosotros a probar el nuevo restaurante de Veneciano? — Preguntó un chico rubio de corte militar que le ganaba por mucho en atletismo a Alfred.

—Lo había olvidado por completo… Lo siento, no podré acompañarlos es que…— En ese momento le dio una mirada a Arthur y el británico se sintió un intruso. —Aunque… ¿Te gustaría acompañarnos a probar comida italiana? — Con aquella pregunta supo que no había manera de negarse, si aquellos eran los planes de Alfred antes de que Arthur decidiera aparecer su deber era acompañarlo.

—Claro, suena bien…— Murmuró Arthur tratando de sonar animado y no como el entrometido que era.

—Ya está, entonces te enviaré la dirección por GPS a tu celular, asegúrate de no tardar mucho como la última vez…— Y con aquello el tipo rubio desapareció por la puerta de la oficina.

Arthur se asombró un poco de lo empequeñecida que lucía la puerta cuando aquel hombre paso por ella.

—¿Seguro que quieres ir? ¿No prefieres descansar? — Preguntó Alfred con la mirada sobre él, mientras se le acercaba.

—Estoy bien, además ya se me antojo la comida italiana…— Murmuró Arthur más decidido, poniéndose de pie y acercándose a Alfred en señal de que estaba listo para partir, aunque nunca en la vida hubiese ido a un restaurante italiano aquello sonaba bien, según las creencias la comida italiana era de las mejores, aunque él prefería la comida de su país tampoco le haría daño probar.

—Okay, iremos un rato y regresaremos para que descanses adecuadamente…— Alfred le dio una caricia que fue desde su mejilla hasta terminar con los dedos enredados en su cabello, en cuanto Arthur sintió que la mano de su amigo bajaba hasta rozar su oído y su cuello, se guio por los impulsos que lo obligaron a apartar la mano de Alfred.

Alfred lo miró sorprendido cuando su mano fue apartada de forma brusca por la de Arthur y después de parpadear un poco bajó la mirada, Arthur sintió su rostro algo caliente por lo que había hecho, Alfred lo recibía así sin más, lo incluía en sus planes, le iba a dar asilo por esos días y Arthur lo que hacía era poner distancia y comportarse así de grosero con él, pero no había podido evitarlo, aquellos toques se le hicieron de lo más extraños.

—Lo siento… costumbre de este país…— Murmuró Alfred entre dudando y claramente nervioso, Arthur no dejo de sentirse de lo más extraño ni con esa explicación, quizá porque la excusa se le hizo falsa.

—Está bien, no hay problema… vamos…— Comentó de pronto arrepentido de haber apartado así a Alfred, fuera o no una costumbre en el país americano tampoco era motivo para rechazar el cariño de Alfred así, era lógico, no se habían visto en años y quizá por eso las muestras de cariño de Alfred lo habían sorprendido, porque de pronto recordó también que Alfred siempre era así de empalagoso cuando estaba en Inglaterra, al menos con él siempre había sido así.

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El viaje al restaurante transcurrió entre Alfred escuchado su música y las indicaciones que una voz femenina le iba dictando por medio del GPS, Arthur por su parte miraba por la ventana deleitándose con el panorama de todo aquel país, se notaba muy diferente a Inglaterra, pero no iba a negar que era bello a su manera.

La comida resultó bastante buena, los amigos de Alfred eran bastante ruidosos pero divertidos, y aunque pasó una escena de lo más curiosa cuando Alfred lo presentó al grupo, Arthur no dijo nada al respecto y decidió olvidarlo.

En un momento en el que Arthur se retiró de la mesa Alfred sintió la mirada interrogatoria de todos sus amigos, en especial la de Ludwig.

—¿Arthur es, el Arthur del que siempre hablas? — Alfred se sonrojó un poco con la pregunta de Mathias, quizá no había sido buena idea contarle a sus amigos sobre eso, aunque tampoco esperaba que terminaran conociendo a Arthur en algún momento.

—Sí, es "ese" Arthur…— Confesó Alfred preparándose para lo que venía.

—Ya veo… entonces vino a buscarte porque se va a casar y necesita que firmes el divorcio ¿De verdad lo harás? Es decir, ir hasta Inglaterra solo por eso es un poco… cruel— Opinó Lukas, Alfred lo sabía, sin embargo no podía hacer mucho al respecto, lo de su boda con Arthur había sido una tontería desde el inicio y aunque había tenido la esperanza de que se quedará así veía que la realidad era diferente.

—No importa mucho… es decir, él vino hasta aquí, debe ser importante para él así que lo haré…— Respondió Alfred de lo más decidido, aunque le doliera, Arthur había hecho una vida y él también tenía una, era demasiado egoísta de su parte negarle aquello.

—Lo harás… ¿A qué precio? Creo que te mereces algo más Alfred… sé que ya han pasado años desde que se vieron pero se te nota a distancia que no lo has olvidado, por lo menos deberías decirle lo que sientes… que le remuerda un poco la consciencia por venir a pedirte esto…— Ludwig era el que más sabía del tema, y sus palabras fueron tan ciertas y certeras que Alfred no sabía cómo combatir contra ellas.

—No les voy a negar que cuando lo escuché en el teléfono algo de lo que sentía antes por él volvió a la vida… Pero, tampoco me hice muchas ilusiones, Arthur no lo recordaba, nunca recordó lo de aquella vez así que por su parte jamás debimos firmar esa acta de matrimonio, no tiene caso conservar eso entonces… y quizá, si eso se anula yo también podré avanzar y ser libre…— Sus amigos empezaron a negar con la cabeza y Arthur apareció de nuevo volviendo del servicio, un silencio algo incómodo espeso el aire hasta que Lukas le preguntó a Arthur sobre Inglaterra y la conversación volvió a fluir hacia temas más agradables.

Al final de la velada sus tres amigos aprovecharon cualquier momento para susurrarle al oído un "tienes que decirle, Alfred", Ludwig fue el último en interceptarlo, Arthur ya estaba dentro del auto y su amigo aprovechó que los vidrios de las ventanas están cerrados para hablar con Alfred un segundo sin que Arthur pudiera escuchar.

—¿Recuerdas cuando te conocí? — Alfred se desestabilizó con la pregunta y sobre todo con los recuerdos, le avergonzaba mucho recordar aquello.

—Lo recuerdo bien…— Básicamente se habían conocido en una cafetería, Alfred tenía poco más de un mes en aquel país y le había dado por frecuentar esa cafetería en donde había trabajado Veneciano antes de lograr poner su propio restaurante, entre todo eso Veneciano le había prestado mucha atención porque Alfred solía dejar que le ganara la melancolía mientras observaba sus tazas de café.

El italiano se le había acercado poco a poco y lo había intentado consolar varias veces, cosa que Ludwig, el novio del italiano, no había visto con buenos ojos y había intentado golpear a Alfred creyéndolo un rival para su amor.

Alfred prácticamente le tuvo que gritar su historia para evitar la golpiza y una vez que el alemán lo empezó a escuchar ya no hubo vuelta atrás, Alfred les contó todo lo que había pasado hasta ese momento y había terminado lloriqueando como un niño por los recuerdos de su situación.

Una manera extraña de comenzar una amistad, pero así había sido, después de eso Ludwig le había conseguido un puesto en la empresa en la que ahora ambos trabajan y en un solo año Alfred había logrado su primer ascenso, y ahora luchaba por un mejor puesto.

Pero eso no era todo Ludwig y Veneciano se habían quedado a su lado y lo ayudaban siempre que podían.

—Bueno… no me gustaría verte de nuevo así de derrotado, me tomó tres años levantarte un poco… si planeas ir allá y acabar con todo, está bien, pero ¿No crees que Arthur merece cargar con algo de esto? Lo aguantaste mucho tú solo y eso no es justo, borracho o no, Arthur firmó ese papel también, no es justo que ahora se case y sea feliz por su cuenta sin saber que eso te va a dañar de nuevo— Alfred sintió un nudo en la garganta, se vio a sí mismo sentado frente a la taza de café, viendo como sus lágrimas creaban ondas al caer en el oscuro líquido.

—No sé si pueda decírselo…— Murmuró Alfred mirando hacia el auto, Arthur le devolvió la mirada de forma discreta, esa simple mirada le provocó un vuelco en el estómago.

—Bueno, si se lo dices puede que Arthur se enfade, que te lastime y tú podrás volver aquí y levantarte de nuevo, ya no estarás solo como aquella vez, pero también puede que Arthur lo piense y…— Alfred empezó a negar con la cabeza, lo que menos necesitaba era que su amigo le hiciera la sugerencia de formar una esperanza en su corazón, con Arthur ahí era suficiente para él.

—No lo creo. Definitivamente Arthur jamás lo consideraría, nos educaron de una forma muy estricta en ese aspecto… y sé que Arthur es diferente a mí— Alfred soltó un suspiro decepcionado de lo cierto de sus propias palabras.

—Aun así deberías decirle, dicen que los niños y los ebrios son los más sinceros, si firmó ese papel en ese estado significa que en el fondo estaba bien con eso… Pero basta de ese tema, te veré mañana, y no te atrevas a bajar el ritmo o pensaré que le estas cediendo el puesto a nuestro oponente ruso…— Alfred sonrió ante las últimas palabras de su amigo y futuro socio.

—Eso ni pensarlo, ese puesto es nuestro, socio— Ambos se palmearon los hombros como buenos socios que serían si lograban juntos el ascenso.

—A las 8 en punto socio…— Respondió Ludwig mientras volvía al restaurante con los demás.

Alfred se subió y le dio una sonrisa a Arthur antes de encender el auto y empezar con el camino a casa.

La noche ya había caído cuando salieron a las calles de Nueva York, sin embargo las luces de la ciudad eran tan variadas que parecía una ciudad completamente nueva, Arthur estuvo fascinado con aquel cambio buena parte del recorrido.

Les llevó unos 30 minutos llegar a su nuevo destino, el edificio era grande pero no tanto como el de las oficinas, y a diferencia del lugar en donde estaba trabajando Alfred aquel edificio se notaba más amplio que largo y dejaba en claro que estaba construido para viviendas y no para otra cosa.

Alfred estacionó el auto de nuevo en la parte subterránea, era también mucho más pequeña y oscura que la anterior.

Su maleta fue liberada al fin del "secuestro" y Alfred la cargó hasta un elevador bastante compacto, el ascenso el aparato se detuvo varias veces y nuevos inquilinos entraban haciendo que el aire se sintiera algo sofocante en el pequeño cubículo.

Alfred saludó a la mayoría de las personas que subían y bajaban en los pisos que marcaban, y después de algunas cuantas paradas al fin llegaron a la parte más alta del complejo, solo había dos puertas a cada lado del pasillo, Alfred lo guio a la puerta de la derecha. El número era B50 y Arthur lo memorizó junto con el piso en el que estaban, planta número 7.

—Mmm… es mi casa, espero que te sea cómoda…— Mencionó Alfred abriendo la puerta y dejándolo pasar primero, Arthur se sintió algo extraño al entrar ahí pero esa sensación se apagó de inmediato, el departamento era agradable y moderno, Arthur agregaría algunas cosas para hacerlo más a su gusto pero en general le gustó mucho.

—M e sorprende que este ordenado… tu antigua habitación en casa de tus padres todavía es un desastre…— Alfred soltó algunas risas por aquella observación.

—Limpieza a domicilio, es uno de los muchos servicios que tiene este edificio… La mujer que viene debe odiarme porque esto no me dura más de tres días…— Comentó Alfred encogiéndose de hombros, Arthur negó divertido con aquella confesión.

Alfred le mostró la casa de un lado a otro, era un departamento bastante amplio y bien amueblado, incluso tenía dos habitaciones, sin embargo la habitación que debía ser de huéspedes Alfred la había acondicionado como una oficina en casa.

—Bueno, el sofá se vuelve cama así que puedes elegir lo que desees, la habitación o la sala…— Alfred le guiñó el ojo y Arthur eligió la sala ya que era lo más justo.

—Y bueno, esta es la oficina… aunque nunca lo uso…— Alfred uso la llave para abrir la puerta y Arthur se quedó maravillado, era casi la reproducción de un pequeño estudio británico clásico, los muebles, la decoración, la alfombra del piso. Todo se veía como algo que Arthur hubiese elegido, se enamoró al instante de ese espacio.

—¿Por qué no lo usas? — Preguntó distraídamente mientras observaba un poco uno de los cuadros que decoraban la pared, monet, si su memoria no fallaba.

—Mmmm… no lo sé, supongo que prefiero hacer el trabajo en el trabajo…— No parecía mentira, el aire se notaba estancado en el lugar, pero con abrir la ventana y sacudir se arreglaría al instante.

—Jamás pensé que te gustara este tipo de decoración…— Murmuró Arthur señalando la habitación en general, Alfred abrió la boca para empezar a decir algo pero pareció arrepentirse en el acto. —No importa, deberías usarlo ya que lo tienes aquí, si yo tuviera algo así en casa…— Dejó ir las palabras porque no sabía exactamente como sería su casa en un futuro, y entonces se acordó de Lidia, se dio cuenta de que no había pensado en ella en todo el día, y tampoco se imaginaba compartiendo con ella un espacio así.

—Lo sé, si tuvieras uno así en tu casa seguro que nadie volvería a verte, te encerrarías aquí como viejo amargado…— Bromeó Alfred y Arthur se echó a reír por lo cierto que era aquella observación. —Pero está bien, úsalo a tu antojo mientras estas aquí…— Alfred se deleitó con la sonrisa y la mirada de Arthur, aquel estudio lo había decorado pensando en eso, en que un día le habría gustado que Arthur lo usara, y había sido tan para Arthur que Alfred simplemente no soportaba ver ese espacio que le pedía a gritos que llevara a Arthur, y ahora que estaba ahí, Alfred imagino por un segundo que era para quedarse, que aquel estudio que solía cerrar con llave y que no le mostraba a nadie, al fin tendría al ocupante para el que estaba construido.

—Gracias— Tres años sin ver a Arthur y su corazón lo traicionaba con ese simple "gracias", Alfred sintió unas ganas terribles de ir hasta donde estaba Arthur, abrazarlo, besarlo y pedirle que no se fuera nunca de su lado, su cuerpo se agitó un poco por la fuerza que estaba usando para contener las emociones que amenazaban con tomar las riendas.

No dijo más, se obligó a salir de ahí y de preferencia no mirar a Arthur en lo que restaba de la noche, aquello fue más sencillo, ambos cenaron algo ligero, Alfred prometió conseguirle el té que Arthur deseara al día siguiente, y le acondicionó el sofá para que Arthur estuviera cómodo.

Darle las buenas noches y volver a su habitación fue una tortura, se sentía mareado y deseaba terriblemente salir de su habitación y volver con Arthur en brazos, se dijo que iba a necesitar un sedante para no cometer alguna idiotez en esas noches que Arthur estaría tan cerca. Esa noche apenas y puedo conciliar el sueño, su cerebro estaba más interesado en hacerlo imaginar todo tipo de cosas y situaciones, que en dormir.

Fue una suerte que al día siguiente su trabajo la mantuviera con algo en mente, pero eso no evitó que de momentos se quedara pensando en si Arthur seguiría en su casa cuando él volviera, en si solo lo había soñado, en cómo reaccionaría Arthur si él le dijera lo que sentía, en si Arthur lo odiaría si de pronto Alfred le negara el firmar el divorcio.

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Por su parte Arthur despertó muy, muy tarde, su rutina estaba acabada por el cambio de horario y el descanso se le había pasado más de la cuenta, incluso se permitió ser perezoso y permanecer en la cama después de despertar, lo único para lo que se estiró fue para alcanzar el control de la tv de Alfred, una pantalla con un buen tamaño y mejor definición que la de la casa de sus padres.

No fue difícil encontrar una película para mirar mientras se despertaba del todo, fue un día de ensueño, Alfred le había dejado un recado en donde le daba total libertad sobre la comida y cualquier cosa que Arthur necesitara.

Para cuando Alfred volvió del trabajo Arthur ya había tomado una larga ducha, había almorzado, visto dos películas y en ese momento se encontraba leyendo de lo más relajado, incluso se permitió olvidarse del asunto penoso que lo había llevado ahí, lo tomó como si de verdad estuviera de vacaciones.

—¿Qué tal el trabajo? — Preguntó Arthur apartando su libro en cuando Alfred llegó a la sala, Alfred lo observó llenó de curiosidad y Arthur solo elevó una ceja.

—Bien, todavía seguimos con el proyecto, pero si funciona podré ascender de puesto…— Alfred pareció salir de un trance al responder la pregunta pero después de la respuesta pareció volver a entrar en el, Arthur sentía la mirada azul clavada en su rostro pero no sabía si Alfred de verdad lo estaba viendo o su mirada estaba en la nada o algo por el estilo.

Decidido a probar, se levantó de donde estaba y camino a la cocina, Alfred casi contorsionó su cuello para seguir su trayecto.

—¿Tengo algo extraño o qué? ¿Por qué me miras así? — Preguntó Arthur incomodo pasando su peso de un pie a otro en el marco de la puerta de la cocina, Alfred murmuró un lo siento casi inaudible y desvió un poco la mirada.

—¿Te gustaría salir conmigo un rato? — Preguntó Alfred con una sonrisa algo débil, Arthur lo atribuyó al cansancio de su día de trabajo.

—No lo sé… deberías descansar— Alfred lo miró fijo de inmediato y Arthur le sostuvo la mirada, además notó las ojeras bajo los ojos de Alfred, seguro que había pasado una mala noche.

—No me importa descansar, quiero aprovechar el tiempo que estarás aquí, sería genial que conocieras algunos lugares ya que estas aquí…— Alfred se le acercó pero pareció arrepentirse a medio camino. —Iré a cambiarme de ropa para que salgamos ¿sí? — Y sin esperar una respuesta Alfred desapareció a su habitación, Arthur suspiró derrotado, Alfred solía ser necio y siempre hacía su voluntad así que no tenía caso intentar hacer que entrara en razón.

Esa tarde Alfred parecía completamente renovado, lo llevó arriba a abajo en el auto y más que su amigo le pareció haber salido con un guía de turistas, y al final del día tuvo que admitir que había sido mejor de lo que había imaginado.

—¿Te acuerdas de las veces que fuimos al museo? — Preguntó Alfred de pronto, Arthur asintió con una sonrisa cómplice. —Bueno, mañana iremos a uno, seguro te encantara, tiene miles de áreas, necesitas un día entero para recorrerlo completo… Y tienen muchos modelos de los aviones de guerra~— Arthur entró a su mejor amigo entre los recuerdos y esa voz animada, le gustaba mucho que Alfred hubiese crecido tanto en esos años, pero también le gustaba que conservara aspectos del Alfred que había sido su mejor amigo, ese chico aficionado a la aviación, tanto que nunca se había quitado su eterna chamarra de aviador. Arthur se preguntó si había dejado aquella chamarra en Inglaterra o de haberla llevado con él ¿Todavía la conservaba?

—¿Por qué te fuiste de Inglaterra? — Preguntó Arthur en cuanto Alfred estaciono el auto de nuevo en el subterráneo del edificio en el que vivía, afuera ya era de noche, en ese lugar estaba todavía más oscuro que afuera y el silencio era tan espeso que creaba eco, a Arthur le pareció el mejor lugar para hacer esa pregunta, una pregunta que le había rondado durante años, una pregunta que siempre quiso que Alfred le contestara.

Alfred lo miró y de inmediato se dibujó una mueca entristecida en su rostro.

—Fueron muchas cosas, yo quería hacer muchas cosas realidad y sabía que donde estaba no lo iba a lograr, además, tuve unos problemas con mis padres por algo de lo que se enteraron y por eso no me detuve por ellos… y creo que porque quería estar lejos un tiempo de alguien en especial…— Alfred se aseguró de no mirarlo cuando dio aquella respuesta, no estaba listo para decírselo, quizá nunca lo haría.

—A eso se le llama huir…— Murmuró Arthur desviando también la mirada a la ventada, como si el estacionamiento mal iluminado fuera muy interesante.

—Lo sé, probablemente eso hice… ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar? — Preguntó Alfred curioso, Arthur lo miró sorprendido con la pregunta.

—Bueno… para empezar, los padres son importantes, papá está bien pero tú sabes que mi madre es terrible a veces, realmente he querido salir huyendo de ella incontables veces, pero no lo haría nunca porque sé que me arrepentiría, en cuanto a lo otro, no lo sé, quizá enfrentar a la persona ¿Tan grave fue? — Alfred lo pensó, había sido más que grave, enamorarse de tu mejor amigo no estaba bien, o eso le habían medido en la cabeza desde niño.

Y aunque en ese país era diferente, Alfred no se atrevía a decirle a Arthur nada porque sabía que Arthur no se lo tomaría nada bien, en parte porque a simple vista se notaba que seguía creyendo que ser gay era una enfermedad rara y terminal, y en otra parte porque no le iba a hacer ninguna gracia que él fuera el implicado en eso.

—Lo fue… mucho, aun duele— Contestó Alfred simplemente, Arthur se quedó callado un buen rato.

—Pudiste decirme ¿sabes? se supone que éramos amigos, habría buscado a esa persona y abría arreglado las cosas de una manera o de otra con tal de que no te fueras…— Alfred odio aquellas palabras porque le dolieron más de lo que pudo admitir, recordó el día de su despedida y la amargura e impotencia hizo que se sintiera molesto con Arthur, pero se negó a dejarlo ver, Arthur no sabía nada de todas formas, no tenía sentido culparlo.

—Lo sé, sé que lo habías hecho… por eso no te lo dije, y aun así, dejarte fue lo que más dolió y te extrañe mucho—Arthur le dio una sonrisa entristecida y eso fue suficiente para que el enojo de Alfred bajara considerablemente. —Lo siento, por haberme alejado estos años… al principio necesitaba pensar, poner mi mente en claridad… y después, simplemente empecé a vivir de nuevo— Arthur no solo desvió la mirada sino que volteó casi todo su rostro hacía la ventana, Alfred lo interpretó como un "no quiero verte más", y lo entendía, su respuesta era egoísta.

—No lo entiendo ¿Por qué no confiaste en mí y me lo dijiste? Habría hecho lo que fuera por ayudar, lejos o cerca…— El tonó entrecortado de Arthur le dijo que no estaba molesto, Arthur escondía su rostro porque estaba llorando o a punto de, Alfred sintió las emociones saltar, había algo más fuerte que su egoísmo dentro de él y eso era su amor por Arthur, por ese chico con el que había crecido, con el que se había embriagado cientos de veces, al que confiaría su vida, de pronto las palabras dejaron de ser suficiente.

Alfred lo envolvió en sus brazos desde la espalda, Arthur no lo apartó pero tampoco enfrentó su rostro, se quedaron así una eternidad, incluso se entumió un poco por la posición incómoda en la que estaba debido al poco espacio que le daban los asientos del auto, pero se negó a soltar a Arthur, por una vez fue consciente de que si no le decía a Arthur lo que sentía no iba a poder seguir soportándolo, tampoco quería dejar ir a Arthur así, sin luchar por él, hasta ese momento no sabía nada de la chica con la que Arthur planeaba casarse pero se juró que no le cedería al amor de su vida tan fácilmente.

—¿Olvidaste a esa persona? — Preguntó Arthur de pronto en un susurro, Alfred observó lo que alcanzaba a ver de Arthur estando tan cerca de él, su cuello, su cabello, su oído y parte de su mejilla. Su corazón se aceleró en respuesta.

—Nunca. Y creo que no podré hacerlo jamás…— Arthur al fin lo encaró y Alfred volvió a su lugar.

—Me preguntó… ¿Quién podría ser tan vil para hacer que pongas esa cara? Para haberte rechazado y seguir haciéndote sufrir con su recuerdo…— Alfred sonrió un poco triste, pensó en decírselo ahí, revelarle todo de una vez y dejar que Arthur volviera a Inglaterra al día siguiente, pero el miedo a perderlo fue más fuerte que la verdad.

—No es vil, es la mejor persona del mundo, por eso me enamore como un loco… y nunca me rechazo porque nunca se lo dije… Como ves, trate de escapar de lo que sentía y esos sentimientos vinieron conmigo para torturarme por mi cobardía— Arthur lo tomó de la mano en un impulso por reconfortarlo, jamás se había imaginado ver al siempre sonriente Alfred en esa situación, siempre era Alfred el que lo animaba a él, por ello Arthur no sabía cómo debía actuar o qué debía decir, pero el silencio pareció tranquilizarlo.

—Pero no te preocupes… ya pasara, ahora vayamos arriba, es tarde y debemos descansar…— Murmuró Alfred un poco desganado, Arthur intentó mirarlo a los ojos, pero Alfred huyó de su mirada, aunque Arthur no se sintió decepcionado, ahora lo sabía, sabía por qué Alfred no se había comunicado en todo ese tiempo y al ver su rostro repleto de esa tristeza se daba cuenta de que la razón estaba bien justificada.

Quizá Arthur habría hecho lo mismo, huir lejos y no tener ningún contacto con nadie que le recordara su desdicha, él también era un cobarde. La mayor prueba estaba en que iba a casarse con una mujer que no amaba solo por no contradecir a su madre, por no causar peleas innecesarias y por no atreverse a buscar a alguien más, pero a costa de qué, quizás un día se iba a despertar junto a Lidia y notaría que había cometido un terrible error, entonces sería tarde, él no iba a poder arreglarlo.

—¿Hay algo más que quieras decirme? — Preguntó Alfred cuando salieron del elevador, Arthur quería decirle, quería confesarle que no estaba seguro de su matrimonio, que temía decir sí y arrepentirse, pero también temía decir no y arrepentirse también, estaba acorralado y no sabía a donde escapar, al menos Alfred había tomado una decisión y se había construido una vida por él mismo, pero Arthur no sabía si él podría hacer eso.

—¿Cómo fue? Es decir, dejarlo todo y venir aquí tú solo…— Alfred lo dejó entrar primero al departamento y se demoró en la puerta, Arthur adivinó que estaba pensado la respuesta.

—No te mentiré… estaba asustado, mis sentimientos estaban destrozados y no tenía ganas de nada, Nueva York puede ser la ciudad más triste del mundo si la vez desde una taza café…— Aquello no le dio muchos ánimos para su situación.

—¿Cuándo mejoro? — Alfred bajó la vista y lo dudo un poco, Arthur temió que le dijera un "todavía no mejora".

—Encontré buenas personas… me aceptaron con mi cobardía y todo, me impulsaron mucho… Veneciano y Ludwig fueron los primeros en ayudarme— Arthur recordó los dos nombre y los identifico de inmediato, sonrió un poco agradecido.

Aunque no iba a negar que sintió una punzada de celos, el lugar que ocupaban esos dos había sido suyo una vez y no tenerlo le dolía más de lo que habría imaginado.

—Ya veo…— Contestó simplemente encaminándose a la sala dispuesto a dormir y dejar de pensar en tonterías, Alfred ya tenía una vida y no tenía caso pensar en el hubiera.

—¿Eh, por qué estas molesto? — Alfred lo alcanzó y se puso en su camino, Arthur intentó rodearlo para evitar responder pero Alfred se le adelanto y no le permitió el paso.

—No estoy molesto… no dije nada— Murmuró Arthur entre dientes, Alfred lo tomó de los brazos para que Arthur no se moviera e intentara esquivarlo de nuevo.

—Te conozco lo suficiente…— Argumentó Alfred con seriedad, Arthur bufó porque de alguna forma era cierto.

—Viví contigo toda tu infancia, nos dijimos todo, y hasta ahora me entero de muchas cosas que me ocultaste, cosas que le confesaste a un par de extraños a la primera… No es un reclamo, pero tampoco me parece justo…— Alfred le dio una sonrisita llena de cariño.

—Ya entiendo, no te pongas así Artie… nadie jamás va a ocupar el lugar especial que tú tienes…— Arthur frunció el ceño con las palabras de Alfred.

—Ya lo ocuparon… si no fuera así me habrías llamado para hablarme de esto… De lo que te pasaba…— Arthur no pudo seguir, si de verdad Alfred lo considerará "su mejor amigo" se habría apoyado en él y no en un par de desconocidos al otro lado del mar.

—Fue más sencillo decírselos a ellos por dos razones, en primera porque no me conocían, no iban a juzgarme tan fácilmente… y en segunda, porque este país es diferente a donde vivíamos, la gente es diferente… es decir, les pude decir todo abiertamente…— Alfred enrojeció en ese punto, no sabía si Arthur había captado de qué iba el problema, de pronto se sentía de nuevo en Inglaterra, con esa sensación constante de ser juzgado todo el tiempo por lo que era, teniendo que reír tontamente cuando le hablaban de chicas o lo lanzaban sobre alguna para que chocara con ellas "por accidente", teniendo que contener la incomodidad y la inquietud que le provocaba su condición sexual.

—¿A qué te refieres? — Preguntó Arthur elevando una ceja, Alfred se imaginó diciéndoselo, pero sabía que solo habría un resultado posible a esa escena, Arthur empacando sus cosas y saliendo en el primer vuelo de la mañana, huyendo lejos para que Alfred no lo contagiara de aquella terrible enfermedad, o quizá antes de irse tratara de convencerlo de que todo estaba en su mente, que había una cura, tal y como sus padres le habían asegurado cuando se los había dicho.

—Ya no importa, mejor hay que descansar…— Murmuró Alfred huyendo de nuevo, había creído que al fin había superado ese miedo, pero se dio cuenta de que no, al menos no con Arthur, porque la opinión de su amigo al respecto era lo más le importaba en el mundo, ni siquiera la de sus padres le había dado tanto miedo como la posible reacción de Arthur.

Esa noche no se dijeron más, Arthur paso de largo a la sala y Alfred volvió en silencio a su habitación, esa noche durmió debido al cansancio, pero sus sueños no fueron nada tranquilos, tanto que temió que a la mañana siguiente Arthur ya tuviera las maletas hechas y estuviera dispuesto a irse.

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Arthur le dio tantas vueltas a la cama esa noche como al asunto misterioso de Alfred, tenía una idea de lo que Alfred le intentaba decir pero le aterraba un poco que fuera cierto. ¿Qué tipo de reacción debía tener?

Jamás se imaginó en aquella situación y recordó a su madre exclamando algún rezo cada que veía a un chico de nombre Feliks por la calle, además de la típica platica a la que se desviaban sus conversaciones cada vez que lo veía, siempre iniciando con un "no puedo creer que sus padres lo dejen ser así ¿acaso no lo ven cómo se comporta?" y otras cosas más que a Arthur de tanto escucharlas le parecían una tontería.

Pero con Feliks él no podía decir o hacer algo al respecto porque ni conocía al chico, pero Alfred, su amigo de toda la vida ¿Era posible que él jamás lo hubiera notado? Incluso es esos momentos sus modos, su forma de caminar y su vestimenta se notaban por completo normal, aunque ahora veía que Alfred cuidaba más su imagen, no era nada exagerado o alarmante.

Sin embargo no había dudas de que el secreto de Alfred era más grande que cualquier otro que le hubiese revelado antes.

¿Quién era la persona de la que Alfred había huido? Si resultaba ser un chico, entonces Arthur entendía a la perfección que Alfred hubiese huido en lugar de enfrentarlo.

Las piezas coincidieron perfectamente y Arthur uso toda la noche para recordar cada detalle que pudiese haber sido una señal clara y él hubiese dejado pasar antes. Fue una noche larga entre el pasado y nuevos escenarios posibles. Le pareció que todo a su alrededor cambiaba solo por aquel detalle.

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Al siguiente día, cuando Alfred volvió del trabajo se tuvo que armar de valor para abrir la puerta de su casa, Arthur lo esperaba ya vestido para salir, sintió una punzada dolorosa en el pecho, pero el malestar se alivió cuando no encontró con la mirada el equipaje de Arthur listo a su lado.

—Creí que te encontraría casi dormido como el otro día…— Murmuró Alfred probando un poco de suerte, Arthur lo miró y entrecerró un poco los ojos, Alfred reconoció esa mueca de inmediato, era un reclamo silencioso, trato de recordar qué había hecho mal.

—Bueno, tú fuiste el que dijo que quería ir al museo hoy…— Alfred se sorprendió de aquellas palabras, sus miedos se esfumaron y una alegría eléctrica lo invadió de inmediato.

—¡Por supuesto! Iré a cambiar mi ropa— Alfred lo rozó con el hombro como solían hacerlo en Inglaterra un empujón ligero que era su saludo y despedida de siempre, Arthur sonrió con ese gesto tan familiar.

Alfred no le había mentido, el museo al que lo había llevado era grande y tenía unas exposiciones que lo estaban fascinando, recorrieron buena parte de la sala de aviación, Arthur se sintió de lo más a gusto en ese lugar, rodeado de todos esos aviones de décadas de antigüedad, o quizá era porque Alfred lo seguía de cerca y le explicaba cada detalle imitando con sus manos las trayectorias de los aviones y hasta le estaba dando los efectos de explosiones y metralletas que los aviones usaban, como si fuera un niño pequeño.

—Descasemos un rato aquí— Ofreció Alfred guiándolo por una puerta que daba a un bonito jardín, había algunas bancas dando a entender que justamente se trataba de un área para el descanso de los que visitaban el museo.

Estuvieron un rato sentados en una banca, Arthur espero a que un grupo escolar ingresara de nuevo al museo, después de verlos desaparecer por la puerta, se permitió analizar el área en busca de oídos ajenos, cuando no vio a nadie cerca se decidió a hacer lo que había estado planeando toda la mañana.

—Alfred voy a hacerte una pregunta…— Murmuró Arthur de la forma más casual que pudo, Alfred lo miró y le sonrió animándolo a preguntar, se veía tan radiante como Arthur no lo había visto en años. —¿Tú, eres gay? — Con la pregunta a Alfred se le borró la sonrisa y la mirada se le apagó con miedo, Arthur temió vivir una de esas escenas de películas en la que la otra persona salía huyendo en una carrera, y lo temió porque supo que iba a correr detrás de Alfred si eso sucedía.

Pero en su lugar Alfred miró al suelo y pareció quedarse estático, Arthur no lo presionó para que Alfred no huyera de nuevo.

La pregunta tan repentina le cortó la respiración a Alfred, se vio a sí mismo tres años atrás sentado en el sofá frente a sus padres, confesando lo mismo que estaba a punto de admitir frente a la única persona que había amado todos esos años, tenía miedo.

—¿Sabes? Cuando mis padres se enteraron me enviaron a una terapia… cuando fue inútil, mamá argumento que debía ir a ver al párroco, ayudarle de cerca, que eso me curaría… lo peor del asunto es que creí en sus palabras porque me las decía con tanto amor…— Confesó Alfred sin atreverse a mirar a Arthur a la cara, estaba tan aterrado que de pronto su cuerpo empezó a temblar.

Cuando Arthur se removió incomodo, Alfred sintió que todo había terminado, incluso creyó que no volvería a respirar sin que algo le doliera al hacerlo.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? — La voz de Arthur sonaba calmada, tranquila, tanto que Alfred se atrevió a pensar que Arthur lo aceptaría.

—No quería que me dejaras de hablar, o que comenzaras a darme esos consejos para "curarme" día y noche… Quería que siguieras siendo mi amigo por siempre…— Arthur trato de pensar en algo que decir, toda la noche había temido escuchar aquello y en ese momento que lo estaba oyendo se dio cuenta de que en realidad no cambiaba nada, lo único que lo estaba abrumando era esa versión de un Alfred totalmente sincero. Como si de pronto su súper héroe favorito se quitase una máscara frente a todos y revelara que siempre fue un ser humano común y corriente.

—Bueno, el que se fue aquella vez fuiste tú, no yo…— Alfred lo miró con total arrepentimiento y Arthur vio los ojos de Alfred tan claros, sin mascaras.

—Realmente lo siento Arthur… En ese tiempo no sabía qué hacer al respecto, tenía mucho miedo de equivocarme más…— Arthur soltó un suspiro, no creía posible eso pero se encontró más aliviado, sabía por fin las razones que había llevado a Alfred a ese país, su amigo estaba ahí frente a él, más sincero que nunca y eso era suficiente.

—Supongo que ya no importa… Tenías tus razones para irte y creo que con eso es suficiente…— Alfred al escuchar eso le dio el valor que necesitaba, envolvió a Arthur entre sus brazos con un alivio que jamás creyó llegar a sentir, Arthur se tensó un poco pero pronto se volvió a relajar, nada fuera de lo normal.

Estaba feliz de que Arthur no lo rechazara para nada, sin embargo también le dolía, le dolía pensar que quizá pudo tener una oportunidad, aquello fue lo que lo regreso a la realidad, soltó a Arthur con el corazón contraído.

—Lo siento… supongo que es extraño para ti que haga este tipo de cosas ¿no? — Arthur jamás iba a admitir que en efecto, se sentía extraño, no por lo que Alfred le había confesado, era quizá porque provenía de una familia que no fomentaba tanto ese estilo de cariño y con Alfred siempre le pasaba, se sentía extraño, aunque no de una forma mala, todo lo contrario.

—Te conozco desde hace años Jones… Y sé que siempre has sido así de extraño, no veo porque tenga que cambiar algo entre nosotros, tonto— Alfred no se creía que Arthur hubiese pronunciado aquellas palabras, era casi como un sueño hecho realidad y de pronto se encontró amando a Arthur con toda la locura de tres años atrás.

—De verdad habría deseado decirte todo antes— Confesó Alfred recordándose que Arthur estaba ahí por una razón en específico, porque se había enamorado y deseaba ser libre de Alfred para casarse con otra persona, Alfred deseó encontrar una señal, lo que fuera, un algo que le dijera que estaba bien si luchaba por Arthur, que tenía una posibilidad de ganar su corazón, pero en ese momento lo único que sabía es que había desperdiciado 3 años y que ya era tarde.

—Más vale tarde que nunca…— Murmuró Arthur como una ironía a sus pensamientos.

¿De verdad era tarde para luchar? ¿Qué sucedería si Alfred le dijera que lo amaba, que siempre lo había amado? ¿Arthur diría no? ¿Había una posibilidad de que dijera sí? ¿Y si desperdiciaba esa oportunidad por mínima que fuera?

—Tienes razón, al menos pude decirte y creo que de verdad quería hacerlo, tanto como quería verte de nuevo— Arthur se sintió demasiado abrumado por ese tipo de sinceridad, así que en una forma desesperada de huir recorrió con la mirada el lugar en busca de algo que lo pudiera distraer.

—¿Qué sucedió con tu chamarra? — Preguntó de pronto observando a uno de los maniquíes que se notaban desde esa distancia, el maniquí portaba una chamarra marrón oscuro, como el uniforme de los aviadores.

Alfred no quería cambiar de tema tan de pronto pero no se molestó ni un poco cuando Arthur lo hizo, era normal que Arthur no quisiera seguir con el tema anterior, seguro que se había abrumado, y el nuevo tema fue más que bienvenido.

—Está en mi closet, no podría dejarla en ningún otro lado, fue un regalo de mi mejor amigo~— Alfred le sonrió con total orgullo, Arthur desvió la mirada y lo deleitó con ese claro sonrojo en sus mejillas.

—La peor decisión que pude haber tomado, esa chamarra era horrenda…— Murmuró Arthur como una broma cruel, pero la verdad era que le había gustado mucho darle esa chamarra a Alfred porque todavía recordaba su sonrisa al mirarla por primera vez, y el que la conservara después de tantos años demostraba cuan especial era ese regalo todavía.

—Entonces volveré a usarla para que sigas arrepintiéndote de ello— Alfred soltó unas ligeras carcajadas con el rostro de desagrado que fingió Arthur con su comentario.

La incomodidad anterior se esfumó por completo y Alfred aprovechó para que ambos retomaran su exploración por el museo, se dio el lujo de jugarle algunas bromas a Arthur que no tardo ni un segundo en responderle, ambos volvieron al tiempo en que eran inseparables en Inglaterra, en el que peleaban por cada detalle y reían por cualquier tontería.

Alfred estaba más que fascinado con la presencia de Arthur en su vida, al punto que le costaba imaginar cómo había sobrevivido sin él esos largos años, o cómo sobreviviría sin él el tiempo que le quedaba por delante.

¿Cómo iba a sobrevivir pensando que Arthur estaría en unos meses frente al altar uniendo su vida a otra persona que no era él?

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Alfred había estado inusualmente serio en el viaje de vuelta a casa, era cierto que en un principio Arthur había notado que su amigo controlaba más esa forma de ser tan extrovertida que siempre había tenido, pero se había equivocado, Alfred seguía siendo tal y como lo recordaba, solo había sido la falta de confianza entre ellos. Por ello notó el cambio entre el chico de las bromas del museo y este nuevo Alfred que solo tarareaba las canciones de vez en cuando.

Se tuvo que preguntar si se debía a la reciente confesión, si Alfred seguía creyendo que eso lo incomodaba de alguna manera, y si ese era el caso Arthur estaba dispuesto a demostrarle lo contrario.

En cuanto llegaron a casa le propuso a Alfred ver una película, todavía era temprano por lo que Alfred accedió de inmediato con una sonrisa llena de alegría, ambos se acomodaron en la cama improvisada de Arthur con un tazón de palomitas y aquella soda que tanto adoraba Alfred.

A mitad de la película el tazón vacío fue abandonado junto al sofá cama y lo vasos de soda descansaban en la mesa que era un buro improvisado para Arthur.

De un momento a otro Alfred dejó reposar su cabeza en el hombro de Arthur y bostezo un poco, Arthur luchó por no apartarse o removerse, si quería demostrarle a Alfred que todo estaba bien debía iniciar por ahí.

Alfred siempre había sido cariñoso de más con él y aunque Arthur no se sentía del todo cómodo con eso tampoco era desagradable.

—No me has hablado de ella, la chica con la que vas a casarte…— Alfred sabía que sacar ese tema en esa situación era masoquismo puro de su parte, pero de alguna forma quería saberlo, quería saber contra quién competía, y sobre todo, quería saber si aquella mujer tenía el corazón de Arthur totalmente ganado.

—Mmm… No hay mucho que decir, es una mujer buena, agradable y simpática… es sencilla, modesta y de buen carácter… creo que jamás pelearemos— Pese a las palabras Alfred no detectó algo más que el cariño en la voz de Arthur.

—¿La amas? — La pregunta le dolió más de lo que podría admitir pero quería escucharlo, la respuesta de Arthur decidiría sus próximas acciones con respecto a sus sentimientos.

—No lo sé… nunca he sentido algo como el amor…— Arthur habría deseado responder un "sí" sin ningún titubeo, pero no pudo hacerlo, no junto a un amigo que le había revelado todo, no a un Alfred que había sido sincero con él a pesar de todos sus miedos, Alfred soltó un suspiro como toda respuesta.

Lo notó en cuanto la película llego a su final, Alfred se había quedado dormido usando su hombro como almohada, Arthur no sabía que hacer al respecto, entendía que Alfred estaba cansado, seguramente estaba trabajando duro en el proyecto que lo elevaría de puesto en la empresa donde laboraba, y si a ello le aumentabas las salidas todas las tardes para hacer turismo con Arthur, era lógico que Alfred se hubiese dormido así.

Aunque Arthur quería que Alfred volviera a su habitación supo que sería una crueldad de su parte despertarlo solo para correrlo a su cama, por lo que con cuidado recostó a Alfred adecuadamente y decidió que lo dejaría descansar junto a él por esa noche.

Al observar los rasgos tranquilos de Alfred le vino a la mente las veces en que habían dormido juntos antes, la que más recordaba era de un excursión que había compartido.

Una tarde simplemente habían decidido ir a mirar una lluvia de estrellas al bosque más cercano, un espectáculo del que no se arrepentía, ni aún con las dificultades que habían pasado aquella vez, recordaba que el frío casi los había congelado a ambos cuando descubrieron que las mantas que habían llevado no eran suficientes para protegerlos del frío de la madrugada.

Alfred por supuesto lo había abrazado durante toda la noche y solo así habían logrado dejar de temblar.

Arthur se sintió extraño con el impulso que lo invadió de pronto, y aunque esa noche no hacía frío y tenían mantas suficientes se aferró al cuerpo de Alfred como aquella noche de lluvia de estrellas, Alfred lo envolvió en sus brazos también y un alivio irracional lo reconfortó más de lo que habría esperado.

Alfred era calidez natural, desde su sonrisa, su mirada, sus palabras, sus brazos, sus manos, su sinceridad, todo su ser estaba hecho de calidez, Arthur amaba esa calidez que no sentiría con nadie más que con él.

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Cuando la calidez lo abandonó se despertó de golpe, al abrir los ojos se encontró con un rostro sorprendido de Alfred, le tomó unos segundos darse cuenta de que tenía la mano aferrada a la muñeca de Alfred, lo soltó de inmediato.

—Lo siento… estaba soñando…— Murmuró Arthur volviendo a recostar su cabeza en la almohada.

—¿Un pesadilla? — Preguntó Alfred bostezando un poco y observándolo de reojo, Arthur suspiro, el que Alfred se alejara así de pronto se sentía como una pesadilla.

—Algo así…— Respondió observando el perfil de Alfred, se notaba cansado pero tranquilo, eso lo tranquilizo también.

—Estoy aquí si quieres hablar de ello…— Alfred le paso los dedos por el cabello en una caricia que Arthur aceptó de buena gana.

—Estoy bien… Es tarde, debes irte a trabajar…— Alfred al fin apartó su mano y aunque lo miró un rato más se levantó resignado a cumplir la orden de Arthur.

No supo el momento exacto en el que se volvió a quedar dormido pero estaba tan a gusto ahí que sus ojos simplemente se cerraron.

Cuando Alfred salió de su habitación tenía solo 5 minutos para salir y bajar al auto, por la costumbre de su rutina se había despertado a tiempo pero aun con eso estaba retrasado.

Pese a las prisas se tomó la libertad de ir a despedirse de Arthur, se acercó despacio para que Arthur lo notara, pero cuando estuvo casi sobre la cama notó que Arthur estaba dormido de nuevo, con todo el cuidado que pudo, colocó una rodilla en el colchón y se inclinó hasta el rostro de Arthur, le dio un beso en la mejilla y se fue a cumplir con sus deberes con una sonrisa en el rostro.

Por supuesto la noche anterior había fingido quedarse dormido, esperaba a que Arthur lo "despertara" para enviarlo a su cama correspondiente, pero en su lugar Arthur lo había acostado con sumo cuidado y se había acurrucado junto a él, Alfred había estado a punto de saltar de alegría solo por eso, Arthur era tan lindo que Alfred simplemente no podía evitar amarlo como lo hacía.

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El sonido de un teléfono fue lo que lo despertó, debido a que tardó un poco en levantarse perdió la llamada, se convenció de que si era importante volverían a llamar, aunque siendo una llamada para Alfred no sabía si era mejor responder o no hacerlo.

De pronto su teléfono celular empezó a sonar también, Arthur se apresuró a responder.

"Artie, lamentó si te desperté… Escucha ¿Puedes hacerme un favor?"

—Claro, dime…— No sabía ni qué hora era pero asumió que era temprano todavía y por supuesto, Alfred ya estaba en su trabajo.

"Hay un archivo en mi laptop, olvide enviarlo ayer… podrías enviármelo, mi laptop está en la habitación"

Arthur se levantó de inmediato tratando de hacer el mejor esfuerzo de que Alfred no se enterara de que seguía en la cama, camino por el pasillo y entró en la habitación, Alfred tenía un desastre de corbatas en la cama, pero fuera de eso logró ubicar la computadora con rapidez.

—Ya está encendiendo ¿Quieres marcarme en cinco minutos? — Arthur asumió que Alfred estaría bastante ocupado como para mantenerse en la línea.

"No, está bien… esperaré contigo ¿Entonces si te desperté?"

Arthur se sonrojó un poco, era una suerte que Alfred no lo pudiera ver, descubriría la verdad en su rostro en un segundo.

—Claro que no…— Murmuró simplemente mientras observaba el inicio de la maquina frente a él, Alfred soltó una pequeña risa en su oído y Arthur supo que no le creía la mentira. —Tiene contraseña…— Observó de pronto, se sentía incómodo con aquello pero tampoco había mucho que hacer al respecto.

"Claro, la contraseña es HERO130650, el hero con mayúsculas"

Arthur tecleó la contraseña y de inmediato la aceptó dejándolo acceder a los archivos de Alfred, quien a otro lado de la línea le fue indicando paso por paso en donde encontrar el archivo y a qué correo enviarlo.

Después de enviárselo Arthur cerró todas las pestañas abiertas y se quedó observando el fondo de pantalla, era una foto de ellos dos de unos cinco o seis años atrás, más o menos en la fecha en que Arthur le había dado la chamarra a Alfred, en la esquina de la foto había una frase, claramente agregada, que decía "Oh how I adore you. Oh how I thrist for you. Oh how I need you", le hubiese costado saber de qué iba aquella frase si Alfred no repitiera tanto la canción en su auto, pero en cuanto la reconoció la leyó justo con el tono de la canción.

Dejó que el aparato se apagara y no despegó la mirada de aquel fondo hasta que desapareció, incluso después de la pantalla de computadora estuvo completamente en negro le parecía ver el fondo ahí grabado y el resonar de la canción en su cabeza.

Se distrajo mirando el resto de la habitación de Alfred, por alguna razón le molestó el montón de corbatas sobre la cama que desentonaba con lo ordenado que estaba lo demás, así que sin pensarlo demasiado empezó a colocarlas como debía ser en el closet, después de acomodarlas bien todas su curiosidad lo llevo a dar un vistazo.

Encontró de inmediato el conocido color de la chamarra que le había obsequiado a Alfred, sin poder resistir la tentación apartó con cuidado la demás ropa y la liberó de donde estaba colgada, era pesada debido al material de la tela y estaba bien conservada todavía.

Sintió una extraña alegría con los recuerdos que le traía esa chamarra y porque al tenerla ahí en sus manos comprobó que Alfred no había mentido y que aún la conservaba en su closet, Arthur supo que era por la cuestión sentimental, tanto como la foto que tenía de fondo en su computadora.

Saber que no era el único que había extrañado a su amigo en todos esos años lo reconfortó como nada jamás podría hacerlo, abrazó la chaqueta un poco agradecido por ese detalle, hasta que el sonido de un papel arrugándose lo distrajo.

Metió la mano a una de las bolsas y sus dedos se toparon con un papel doblado en cuatro, al extenderlo y ver de qué se trataba se paralizó un poco, era el acta de matrimonio original, ahí estaba de nuevo su firma junto a la de Alfred, tan real e inevitable.

Estaba seguro de haber rozado algo más dentro de la bolsa por lo que dejó el papel sobre la cama y volvió a inspeccionar la bolsa, esta vez sacó una caja con el sello de una joyería, adivinó de inmediato lo que contenía la caja.

Al abrirla se sorprendió que los anillos estuvieran tan dorados y brillantes después de esos años, casi se veían recién pulidos, se sentó en la cama de pronto aturdido, dejó la chamarra de lado y se concentró en los anillos, no se creí que de verdad existieran, pero ahí estaban en sus manos, ambos tenían un bonito grabado en el interior con una fecha que Arthur recordó 13 de junio de tres años atrás.

Supo de inmediato cuál de los anillos era el de Alfred y cuál el suyo, la diferencia de tamaños no era mucha pero era lo suficiente para notarlo, al deslizar el anillo en el dedo correcto de su mano izquierda, el anillo le quedó perfectamente y Arthur se permitió observarlo un rato.

Pronto se casaría y tendría que llevar un anillo similar al que contemplaba en ese momento, tomó el de Alfred y lo metió junto al otro en el mismo dedo de su mano, obviamente el de Alfred era más grande y le quedaba algo flojo, pero ver el par junto le hizo sonreír.

¿Por qué Alfred los conservaba? ¿Por qué la contraseña de su laptop contenía aquella fecha grabada en los anillos? ¿Acaso Alfred lo recordaba todo de ese día? Y de ser así ¿Por qué no se lo había dicho a Arthur al día siguiente, cuando ambos estaban sobrios?

Recordó las palabras de Francis, quizá Alfred había pensado que aquella boda había sido falsa y por ello no había dicho nada, quizá por eso guardaba los recuerdos, como un trofeo de "la mayor locura que hice con mi mejor amigo", Arthur decidió que sí, aquello había sido la mayor locura que habían hecho juntos.

Con una sonrisa satisfecha devolvió los anillos a la cajita y la metió junto con el acta de matrimonio doblada de vuelta en la bolsa de la chamarra, si Alfred quería conservar aquello Arthur no reclamaría nada, incluso se sentía bien que Alfred fuera tan sentimental como el mismo Arthur lo era, se planteó la posibilidad de pedirle a Alfred aquel anillo antes de volver a Inglaterra, quería conservar parte de esa aventura también.

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Después de desayunar se dedicó a ordenar y limpiar un poco la casa, ya que estaba ahí sin pagar alquiler se le hizo justo colaborar un poco con el aseo, así Alfred no tendría que pagar en esos días por la limpieza si él la hacía desde antes.

Cuando Alfred volvió del trabajo Arthur ya había terminado todo y se dedicaba a leer en el estudio que Alfred le había permitido usar. Alfred lo observó desde el marco de la puerta un rato antes de atreverse a interrumpir su lectura, y aunque Arthur ya lo había notado llegar decidió quedarse en silencio también, fingiendo estar muy enfrascado en el libro.

—¿Artie? Me invitaron a comer en el restaurante de Veneciano ¿Quieres venir?— Arthur bajo el libro y le dio una sonrisa.

—Claro— Alfred sonrió emocionado y ambos se dedicaron a arreglarse para salir.

El restaurante estaba menos lleno que la última vez que habían ido ahí, Arthur supo que se debía a que era un día entre semana, además de que la última vez habían estado festejando la inauguración del lugar, se sintió de pronto más cómodo también entre el círculo de amigos de Alfred, además de que esta vez el mismo Veneciano los acompañó en la comida.

También se olvidó de pronto del rencor que les tenía al alemán y al italiano, ellos eran muy buenos amigos de Alfred y en cada oportunidad que tenían le ofrecían su ayuda con lo que pudiera necesitar de ellos, siempre atentos a él, además de que se comportaron muy amables con Arthur.

De Mathias y Lukas no podía decir nada diferente, Lukas tenía todo para lograr ser un buen amigo y aunque Mathias tenía unos modos más arrebatados como los del mismo Alfred, Arthur se encontró disfrutando de sus bromas.

Más tarde, después de la agradable y deliciosa comida junto a los amigos de Alfred, condujeron sin un rumbo fijo, o eso creyó Arthur hasta que Alfred se detuvo en un estacionamiento.

De ahí caminaron unas cuantas calles y Arthur al fin lo vio, el famoso puente de Manhattan, era tan espectacular que ninguna foto que hubiese visto antes le hacía justicia, Arthur estaba tan impresionado que no se contuvo en dejar ver su emoción.

Alfred lo notó de inmediato y lo invitó a pasear un rato por el lugar, había más gente de la que Arthur hubiese esperado por la hora que era, en su mayoría había parejas que se dedicaban a hacerse cariñitos o a tomarse fotos de recuerdo.

Se detuvieron en algún punto admirando la enormidad del río que corría bajo ellos, admirando la belleza del propio puente y por supuesto, Alfred lo obligó a que se tomarán una foto, argumentando que sería el nuevo fondo de pantalla de su laptop, Arthur accedió con la condición de que se la enviara por correo después para hacer lo mismo cuando estuviera en casa.

Esa tarde Alfred llevaba puesta la chamarra de aviador, por lo que cuando Arthur vio la foto en el teléfono de Alfred notó que los años casi no se notaban de una fotografía a otra, eso lo alegró bastante.

—Hay algo que quiero mostrarte…—Murmuró Alfred después de un rato, cuando llevó su mano a la bolsa de su chamarra, Arthur no pudo evitar recordar lo que había descubierto esa mañana en aquella chaqueta y como si sus pensamientos fueran un presagio Alfred le mostró la caja que contenía los anillos.

Cuando la abrió Arthur sintió un poco más acelerado el corazón, pensó que los nervios que lo invadieron de pronto se debían a que no quería que Alfred descubriera que había revuelto sus cosas mientras él no estaba en casa.

—Recuerdo que gastaste todos tus ahorros en estos aquella noche…— Arthur volvió a sentirse un estúpido por permitirse hacer algo así.

—¿Recuerdas todo de aquella vez? ¿Por qué no me lo dijiste? — Alfred bajó la mirada y como respuesta se encogió de hombros.

—La verdad no creí que nos hubiéramos casado de verdad… Intente decirte, pero recuerdo que la resaca te puso insoportable y terminamos peleando por otros asuntos, creí que si te lo decía te pondrías peor… después de eso me fui y bueno ya sabes…— Arthur jamás se había sentido tan culpable de tener un carácter como el que poseía, era muy seguro que se hubiera puesto hecho una furia al enterarse de todo lo que habían hecho estando ebrios.

Pero también habría evitado que tres años después hubiese hecho ese viaje en busca de Alfred porque seguro que Arthur habría deshecho todo antes de que Alfred partiera de Inglaterra.

A esas alturas ya no importaba el pasado, lo hecho, hecho estaba y había salido algo bueno de ese reencuentro así que el Arthur de ese momento no deseaba que las cosas fueran diferentes.

—¿Puedo quedarme con este? — Tomó el anillo que le pertenecía y observó la distancia a través de él.

—Fue una noche memorable para mi…— Murmuró Alfred poniéndose su propio anillo y observándolo justo como Arthur había hecho esa mañana, Arthur también se colocó el suyo con una sonrisa divertida, deseaba poder recordar todo y reírse de sus locuras.

—¿Sabes? me temo que serías un marido terrible…— Comentó Arthur de pronto dándole una sonrisa burlona a Alfred, este hizo una cara de horror por el comentario.

—Te equivocas, sé que no encontraras nunca un mejor esposo que yo…— Aseguró Alfred con total convicción.

—Eres un desastre Jones, esta mañana tuve que guardar todas tus corbatas en su lugar porque tú las dejaste por toda la cama, no tendrás ese ascenso si no cuidas tu imagen y llevas las corbatas hechas un lio…— Argumentó Arthur con una sonrisa de victoria, Alfred sonrió un poco también.

—Eso te hace un mal esposo a ti, no a mí… Si quisieras ser un buen esposo, tu trabajo sería elegirme la corbata cada mañana porque sabrías de sobra que yo soy muy malo a la hora de elegirla, además tendrías que atarla a mi cuello todas las mañanas para que pueda presumir un nudo perfecto a todos mis compañeros de oficina— Con aquel argumento Arthur no pudo contener la risa por lo absurdo y divertido que sonaba aquello.

—¿Así que debo elegir la corbata cada mañana, y qué recibo a cambio? Debes darme algo bueno por desmañanarme solo para que tú puedas presumir— Alfred sonrió como si esperase ya la pregunta y tuviera justo la respuesta a la mano.

—A cambio te llevaría flores después del trabajo para que adornen el comedor y puedas pensar en mí todos los días cuando las mires, también saldríamos a cenar cada noche a un restaurante elegante y tú serías siempre quien elija el sitio— Aquello sonaba tan a las películas cursis que Arthur solía ver en la tv que se le escaparon más risas.

—En definitiva no me quedaría a tu lado… debo admitir que el detalle de las flores es bueno, pero definitivamente no me quedaría con alguien que derrocha el dinero cada noche en un sitio elegante e innecesario, no quiero estar con alguien que no entiende nada de la palabra "economizar"— Alfred soltó algunas carcajadas también por el nuevo argumento expuesto.

—Tienes toda la razón… Entonces dejemos las cenas elegantes para las ocasiones especiales, nuestro aniversario quizá~— Arthur sonrió de acuerdo con aquello, Alfred no se lo creía, estar hablando con Arthur así sobre una vida juntos, y aunque solo fuera una broma Alfred no podía estar más contento que en ese momento.

—Pero en serio, no funcionaría, no soy bueno cocinando y mi carácter nos haría pelear siempre… Y tú no podrías tomar el puesto en la cocina porque ya te descubrí, lo único que sabes hacer es pedir comida rápida a domicilio, eso me estresaría todo el tiempo y seguro que terminamos en divorcio de todas formas— Alfred soltó un suspiro y se quedó pensando en su siguiente argumento, se formó tan claro en su mente que se preguntó si tendría el valor de lanzarlo, de ir ahí y sacar lo que se había callado siempre.

—Nunca me quejaría de tu comida… ¿Qué tal eso? Creo que con eso podríamos hacer las paces siempre y muy por el contrario a lo que piensas yo sé que lo nuestro funcionaría toda la vida…— Murmuró más en serio, Arthur lo miró de reojo notando el cambio.

—¿Cómo sabes que funcionaría? — Preguntó Arthur de pronto con algo de miedo, sabía que el tema se había desviado a algo más en serio y los nervios volvieron a instalarse en todo su cuerpo ¿Por qué Alfred hablaba en serio de pronto? ¿Seguía siendo una broma? Alfred lo miró y le dio la sonrisa más sincera que tenía. No, no era una broma.

—Es muy simple, porque yo dedicaría cada segundo de mi vida a hacerte feliz, Arthur— Cuando Alfred tomó su mano y sintió el anillo de Alfred chocar con el suyo el corazón se le disparó, Arthur sintió la cara arder y aunque buscó desesperado una forma de actuar o algo que decir simplemente no pudo encontrar nada, su mente estaba inundada por las palabras que habían sido pronunciadas por Alfred, por los ojos azules que lo miraba con ese amor y esa devoción que había clamado, por esa sonrisa llena de lo mismo que se reflejaba en sus ojos.

No iba a mentirse, Arthur estaba de verdad aterrado con la situación, no era porque de pronto Alfred estuviera hablando así, no era porque Alfred se le estuviera declarando tan de pronto, era por sí mismo, porque le faltaban las palabras, porque no podía pensar con claridad y porque las emociones lo estaban ahogando, emociones que nunca creyó posible llegar a sentir con alguien.

Para Arthur, Alfred era la persona que más quería sobre la tierra, era su mejor amigo, su confidente, y para una persona como él, que poseía un carácter más bien retraído, Alfred siempre había ocupado un lugar privilegiado, y en pocas palabras, Arthur no podía simplemente alejar a su amigo y cortar aquellos sentimientos que claramente le estaba demostrando tener.

¿Cómo rechazabas a tu mejor amigo sin lastimarlo? ¿Había siquiera una manera de rechazar a alguien que te miraba con esa devoción?

Alfred le acarició el rostro con tanta ternura, con tanta gentileza que Arthur no fue capaz de resistirse a eso, su cuerpo, su mente y su alma le pedían que se dejara llevar, incluso cuando sabía que lo correcto era poner un alto y apartarse.

Cuando sus labios se unieron con los de Alfred, Arthur supo que estaba perdido, su corazón ya no lo dejaría retroceder ni un instante, y en con cada latido repetía la palabra que Arthur siempre había temido escuchar, amor, amor en su forma más pura.

No se podía creer que de pronto, de la nada la visión que siempre había tenido de Alfred cambiara de una forma tan radical. Pero los besos de Alfred le supieron bien, sentía en ellos aquella promesa de hacerlo feliz toda una vida y Arthur pensó que solo un idiota sería capaz de rechazar esa felicidad cuando la tenías ahí, frente a ti.

El cuerpo de Arthur se estremeció un poco cuando Alfred lo rodeó desde la cintura y acarició su espalda con sutileza, no se podía creer que de verdad aquello estuviera pasando, que Arthur lo dejara besarlo de esa manera, Alfred no se detuvo en el primer beso tampoco, siguió besando a Arthur una y otra vez, al principio para asegurarse de que aquello no fuera solo un sueño, después para grabar la sensación en su mente, por último porque amaba a Arthur con todo el corazón y ya no quería alejarse de él ni un segundo. No quería detenerse, su corazón no le iba a permitir renunciar a Arthur de nuevo.

Después de lo que pareció un sueño para ambos, estuvieron un rato en silencio caminado a paso lento hasta acercarse más y más al lugar por donde habían llegado, ambos acordaron también en silencio volver a casa, se estaba haciendo tarde y Arthur de pronto comentó estar demasiado cansado, aunque Alfred lo sabía, era incomodidad no cansancio.

Ninguno mencionó nada sobre lo que había pasado en el puente y Alfred no lo esperaba de todas formas, Arthur parecía estar perdido en sus propios pensamientos y solo cuando saliera de ellos Alfred tendría su respuesta, la espera era un poco aterradora, como lanzarte de avión esperando que el paracaídas funcione bien, algo que solo la suerte diría.

Así pues optaron por hablar de otros temas en el auto, el clima, la comida, la ciudad, todo lo que los estaba rodeando, Alfred lo sintió reconfortante porque de alguna forma le dio la sensación de que nada iba a ir mal, Arthur no se notaba incomodo en su compañía, podían hablar y bromear como siempre, eso era lo que Alfred deseaba con todas sus fuerzas, más que una respuesta clara deseaba esa convivencia con Arthur, una vida junto a él.

Esos pensamientos le duraron solo durante el trayecto, al estar frente a la puerta de su hogar una ansiedad terrible lo invadió, quizá todos aquellos años que había amado a Arthur en silencio, quizás la posibilidad de que Arthur estuviera listo para hablar del tema y que los resultados fueran malos, y lo sabía, muy en el fondo lo sabía, serían malos si no convencía a Arthur de lo contrario.

Cuando la puerta se cerró tras ellos tomo una decisión, si no podía convencer a Arthur con palabras, entonces lo haría con actos, le demostraría a Arthur cuanto lo amaba y a su vez descubriría si Arthur estaba dispuesto a darle la oportunidad que necesitaba.

El abrazó fue una completa sorpresa, no llevaban ni cinco minutos en la casa cuando Alfred ya se le había pegado de nuevo, Arthur todavía estaba hecho un mar de confusión así que no sabía bien cómo es que debía quitarse de encima al americano, algo debía andar mal con su mente.

Sabía de sobra lo que pasaría si aceptaba esa que parecía ser una petición silenciosa por parte de Alfred, lo sabía bien, no era ningún chico inocente y quizá porque lo sabía bien sentía los nervios a flor de piel por el asunto.

Alfred comenzó besando su cuello sacándole uno que otro respingó, Arthur no estaba luchando por liberarse tampoco, estaba más ocupado en tratar de pensar algo coherente que no tuviera nada que ver con cómo sería hacerlo con un hombre, pero la insistencia de los labios de Alfred sobre su piel lo dejaron sin esa voluntad necesaria.

Así que ahí estaban, caminando despacio entre beso y beso hacia la habitación de Alfred, cuando cruzaron el marco de la puerta Arthur ya empezaba a notar el arrepentimiento, sabía que eso no podía pasar de ninguna manera pero las reacciones en su cuerpo le dijeron algo por completo diferente.

Antes de poder detenerlo Alfred empezó a tocarlo de una forma más que atrevida y eso fue solo lo necesario para transformar su respiración en jadeos y para borrar todo pensamiento de huir a la seguridad de la sala.

Sí, las cosas andaban muy mal en su cabeza, Alfred comenzó a acariciarlo por debajo de la ropa y Arthur de pronto se sorprendió por lo bien que se sentía.

Era diferente, ciertamente no tenía nada que ver con el toque de pluma que una mujer tendría, así fuera la mujer más atrevida y experimentada, el toque siempre era delicado con un poco de timidez, debido quizá a la delicadeza propia de las mujeres, pero las manos de Alfred eran más pesadas, más insistentes y apasionadas, sabían exactamente en donde tocar y cómo hacerlo.

El problema no fue gran cosa hasta que Arthur sintió esos dedos presionando y estimulando sobre su ropa interior, fue entonces cuando se le cortó la respiración y tuvo que aceptar que se estaba excitando a una velocidad preocupante.

Cuando Alfred empezó a desnudarlo Arthur se sintió como hipnotizado por los ojos azules, le costó un poco reconocer al mismo Alfred que era su amigo en esos ojos que ahora lucían la pasión de un amante, pero entonces Alfred lo tomó de la mano y besó justo sobre el anillo que Arthur tenía en el dedo.

Con aquel único gesto Alfred le dejó bien en claro que no solo buscaba tener su cuerpo, Arthur se recostó un poco en la cama, de pronto era más consciente de la suavidad de las sabanas, del perfume natural de Alfred, de la textura de sus manos sobre su piel, de la humedad y suavidad de sus labios, de la velocidad de sus corazones y de lo agitadas que estaban sus respiraciones.

Cada beso, cada jadeo y sonido húmedo que proyectaban, era simplemente aterrador para Arthur estar tan consciente y sabes que Alfred le estaba provocando las mejores sensaciones que jamás había tenido al intimar con alguien.

Quizá era porque las personas con las que se había acostado en otras ocasiones no tenían los ojos de azul mar, o ese cabello color trigo, o los labios que lo estaban mareando, o porque nunca se habían dedicado a tocarlo tan profundo como las manos de Alfred lo hacían, todas esas personas del pasado pasaron a ser completamente anónimas en su mente, simplemente ya no recordaba ni sus nombres, ni sus caras, todo se transformó en un solo nombre, en un solo rostro, todo era Alfred F Jones.

Con eso en mente Arthur se permitió acariciar, besar y saborear también, porque no era sexo, Alfred le estaba haciendo el amor y para ello ambos debían estar más que conscientes de lo que hacían, de cómo acariciaban al otro, de cómo besar y a su vez, saber que se estaban entregando el uno al otro.

No había duda, si Alfred pudiera detener el tiempo y repetir un solo momento una y otra vez sería ese, ese momento en el que Arthur no solo le estaba dejando amarlo sino que se le estaba entregando en cuerpo y alma.

La pasión que Arthur tenía lo estaba fundiendo con él, ninguno de los dos saldría ileso de aquel momento porque así era el amor, tenías que entregar algo que nunca ibas a ser capaz de recuperar de nuevo.

Alfred le entregó todo a Arthur esa noche, no solo se desnudó físicamente, también le entregó sus sentimientos, su vida entera.

A cambio por supuesto, recibió lo que tanto anhelaba de Arthur, una oportunidad, la oportunidad de reclamarlo, de hacerlo suyo y demostrarle lo mucho que lo deseaba, lo mucho que lo amaba.

Esa noche Alfred descubrió lo que era la verdadera felicidad y Arthur descubrió lo que era el amor de verdad. Y ninguno se arrepintió de ello ni por un segundo.

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A la mañana siguiente Arthur despertó a causa de la alarma, se sintió de lo más extraño al sentir el cuerpo desnudo de Alfred bien pegado al suyo, los recuerdos de la noche estaban tan frescos en su mente que no pudo evitar sentir un cosquilleó muy por debajo del ombligo.

No le ayudó nada el movimientos que hizo Alfred para desactivar la alarma que sonaba cada vez más alto, Arthur fingió estar dormido para no tener que enfrentarse a Alfred esa mañana, no sabía cómo hacerlo.

Por su parte Alfred lo abrazó un poco más y le beso ligeramente la frente antes de por fin levantarse y arreglarse para el trabajo, Arthur aprovechó el tiempo que Alfred tardó en la ducha para intentar dormir de verdad.

La sensación de estar desnudo y que Alfred pudiese quitar la sabana que lo cubría le causaba un pudor casi impropio de él, sin embargo no quiso arriesgarse a levantarse a buscar su ropa.

Por el aroma a jabón supo el momento exacto en el que Alfred entró de nuevo en la habitación, su curiosidad fue mayor que su cuidado y se encontró observando a Alfred desde la cama mientras el americano se vestía.

—Buenos días~— Alfred le dedicó una sonrisa en cuanto lo descubrió.

—Buenos días…— Murmuró Arthur apenas desde la cama, avergonzado y nervioso.

—¿Cuál te parece mejor? — Preguntó Alfred levantando dos corbatas, Arthur se relajó de inmediato y sonrió con la pregunta.

—La de tú derecha— Declaró de inmediato, Alfred sonrió claramente feliz y descartó la corbata perdedora.

Permanecieron en silencio a partir de ahí, Alfred yendo de un lado a otro de la habitación y Arthur dedicando a mirar cada cosa que el otro hacía desde la comodidad de la cama.

Una vez todo listo Alfred se acercó a la cama solo para despedirse con un beso idéntico en el anillo que portaba Arthur. El beso lo desestabilizo un poco, pero también le causo otro cosquilleo placentero en el abdomen.

Justo cuando Alfred estaba a punto de levantarse, Arthur tomó una decisión tan peligrosa que le costó creer que lo haría de verdad, se levantó un poco para estar a la altura de Alfred y lo besó en los labios, no había pasión en el beso, solo ternura, solo el deseo de saber lo que sería despedir a Alfred así todas las mañanas, Alfred profundizó un poco más el beso acariciando su nuca al ritmo perfecto, Arthur había querido comprobar si el sentimiento que había tenido por la noche seguía ahí, descubrió que sí, jamás tendría suficiente de eso que Alfred era capaz de provocarle con los labios.

—Arthur… Estas haciendo que me plantee si ir al trabajo es realmente necesario en este momento…— Murmuró Alfred contra sus labios y Arthur no pudo evitar reírse de lo más divertido con aquella declaración, además se sintió inevitablemente satisfecho.

—Sería un mal esposo si te permito llegar tarde al trabajo… vete ya— Arthur se recostó de vuelta en la cama y se sintió aún más feliz al ver la mirada llena de alegría que lucía Alfred en ese momento.

—Te veré esa tarde…— Le presionó ligeramente la mano antes de al fin levantarse e irse.

Arthur paso un buen rato en la cama antes de decidir levantarse, después de un baño y prepararse el desayuno se dedicó básicamente a cambiar los canales de la tv una y otra vez, no se creía nada de lo que pasaba.

Al final se decidió por una película al azar, ni siquiera se molestó en ver cuál era, tenía tantas cosas en la cabeza que no estaba prestando ni una pizca de atención.

Analizó mentalmente cada uno de los años que había pasado junto a Alfred en Inglaterra, cada aventura que habían tenido juntos, cada vez que se habían quedado a dormir en casa del otro, cada promesa que hicieron juntos, cada pelea que tuvieron, cada palabra y gesto.

No recordaba nada que le dijera que Alfred se sintiera así por él ¿En qué momento? Era una pregunta que solo Alfred podía contestarle.

Después de un rato logró prestar atención a lo que pasaba en la pantalla, se trataba de una película que Arthur conocía muy bien, era bastante vieja y la había visto un millón de veces en el sofá de su casa porque su madre la miraba cada vez que la ponían en la tv.

Eso le recordó algo en lo que no había pensado ni un segundo, Lidia.

Sintió un frío terrible recorrerlo por completo, bien, podía haber estado muy absortó en sus pensamientos pero eso no justificaba que se hubiese olvidado por completo de su prometida, eso lo convertía en el peor patán de la historia.

Si lo pensaba fríamente todo era bastante terrible, se había acostado con su mejor amigo, hombre, para empeorar las cosas, teniendo una prometida que lo esperaba en casa.

El miedo lo invadió de tal forma que creyó dejar de respirar por completo, la solución estaba ahí y él ya no quiso negársela, Lidia jamás lo había hecho sentir como Alfred con un solo beso y siquiera plantearse un futuro con ella ya le parecía tan imposible, tan lejano y ajeno a sus sentimientos que parecía como si hubiese pasado años ahí en USA y no solo unos días.

Buscó su teléfono y se armó de valor para hacer esa llamada, su madre lo saludo de forma tan efusiva que Arthur se sintió peor, sabía que iba a decepcionarla y de la peor forma posible, pero se dio cuenta de que eso tendría que esperar hasta que estuvieran frente a frente, notó también que debía volver a Inglaterra, Alfred seguramente no se lo tomaría muy bien, pero quizá si lo hablaban con calma…

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Esa tarde Alfred estuvo a punto de pisar el acelerador a fondo con tal de llegar rápido a casa, no se creía todavía el que Arthur lo hubiese despedido así, como si ellos dos ya tuviera una vida juntos, como unos clásicos recién casados.

Le emocionaba un poco la idea de que Arthur lo recibiera tal y como lo había despedido, pero el escenario que encontró al abrir la puerta de su hogar le robó toda la alegría de golpe.

Arthur lo esperaba con las maletas hechas, algo en su interior se rompió, lo sabía, siempre lo había sabido y aun así dolía demasiado.

—¿Te vas? — Preguntó intentando que su voz no reflejara la agonía que estaba sintiendo por dentro, no lo logró del todo.

—Sí…— Arthur bajó la vista, Alfred se acercó a él, cauteloso, le levantó el rostro para que lo mirara a los ojos, después de la noche no se iba a creer que Arthur pudiera siquiera argumentar que no sentía nada.

—¿Por qué? — Arthur lo miró a los ojos también y eso solo le dio una pequeña esperanza.

—Porque tengo una prometida en Inglaterra que me espera Alfred… porque no voy a fingir que me olvide de todo, porque no puedo desaparecer simplemente de mi vida allá…— Alfred lo detuvo en ese momento, el dolor era demasiado para soportarlo, cada una de las palabras lo estaba destruyendo y ya había escuchado lo suficiente.

—¿Quieres irte mañana temprano o prefieres que te lleve hoy? — A Arthur le tomó por sorpresa aquella pregunta, Alfred sonaba como si quisiera verlo desaparecer de prisa, era obvio que Alfred estaba afligido también pero Arthur había esperado que Alfred no lo dejara pronunciar la palabra "marchar" ni una sola vez, se había equivocado, eso lo decepcionó y le robó la confianza que tenía.

¿Y si Alfred ya no era el chico que había conocido? ¿Y si este nuevo Alfred se acostaba con las personas por placer y ya?

Las posibilidades lo hirieron con profundidad, de pronto no se sintió capaz de ver siquiera el rostro de su amigo.

—Mañana tienes que trabajar… lo mejor será irme hoy mismo…— Alfred asintió y en un silencio total lo ayudó a sacar el equipaje, el viaje en el elevado fue en completa tensión y en el auto no fue distinto, apenas y cruzaron palabras, y siempre todo referente al aeropuerto, a los horarios de vuelo y a preguntas sobre la documentación de Arthur.

En el aeropuerto fue un poco mejor, Arthur se distrajo yendo de aquí a allá para arreglar su viaje, tuvo suerte de encontrar un lugar en un avión que salía dos horas después, aprovechó ese tiempo para documentar su equipaje, para avisar a su madre que iba de vuelta y para comer algo ligero.

El ánimo de Alfred pareció mejorar un poco y la comida no fue tan tensa, más bien aceptable, Alfred le comentó una que otra anécdota del trabajo y eso evitó que siguieran hablando de la ya inevitable partida de Arthur.

—Arthur… sé que no viene al caso y que es el peor momento para decirlo pero… gracias por venir, gracias por esa noche y gracias por cada momento…— Faltaba cerca de veinte minutos para que el vuelo de Arthur al fin saliera, Arthur no se creía que Alfred hubiese decidido hacerlo justo en ese momento, habían estado ahí más de seis horas contando el camino hasta el aeropuerto y Alfred decidía demostrar algo justo cuando el tiempo se les acababa.

—¿Por qué no me pediste que me quedara contigo? — Preguntó Arthur con cierta amargura, aunque la pregunta correcta era ¿Por qué no te opusiste siquiera a que me fuera?

—Tú lo dijiste, tienes una vida y una prometida que te esperan y yo realmente prefiero hacerlo así, no quiero oírte decir que fue un error todo esto que paso… Porque puede que para ti lo haya sido, pero para mí no, nunca lo será— Arthur sintió un nudo en la garganta, no podía encontrar su voz para responder, le costó tanto interpretar las palabras de Alfred que tuvo que darles vueltas una y otra vez en su cabeza.

La llamada de su vuelo se escuchó en los altavoces y Arthur supo que no podía esperar ni un momento más.

—Eres un idiota… El único aquí que piensa que fue un error eres tú…— Con aquello no esperó ni una respuesta, se encaminó a la puerta para que lo revisaran y abordó el avión con el corazón destrozado y las lágrimas ardiendo en sus ojos.

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Las cosas en Inglaterra seguían igual que siempre, pero su ánimo estaba tan mal que ni siquiera la alegría de su madre logró reanimarlo, por suerte para él le dieron espacio al argumentar que estaba cansado por el viaje.

Al acostarse en su propia cama, rodeado de todas las cosas que le pertenecían se dio cuenta que su viaje a USA le parecía tan irreal como un sueño, pero aún ahí se encontró anhelando que fuera real, quiso cerrar los ojos y encontrarse de nuevo en los brazos cálidos de Alfred.

Algo estaba realmente mal con él, había recuperado a su amigo y todo eso se había acabado por dos simples palabras que Alfred no pronuncio.

"Quédate conmigo"

Si Alfred las hubiese dicho, si hubiese intentado retenerlo, si se hubiese molestado o entristecido un poco, Arthur le habría hecho una promesa de quedarse a su lado, pero Alfred no había dicho esas palabras y Arthur iba notando que ya era tarde.

Durmió un poco y su madre lo despertó para la hora de la cena, Arthur no tenía ganas de nada pero se obligó a comer para no preocupar a su madre.

Cuando la plática en la cena derivó a Lidia, sintió un nudo en el estómago y decidió que tenía que verla cuanto antes, no sabía cómo iba a decirle todo, no sabía si debía decir todo, de lo único que estaba completamente seguro es que no podía seguir adelante con ella, independientemente de lo que había pasado con Alfred, él estaba más que seguro que jamás podría llegar a amarla y era probable que ni ella lo amará a él.

Cuando la chica abrió la puerta se veía radiante, como si no hubiese extrañado a Arthur todos esos días que estuvo lejos, lo invitó a entrar y Arthur decidió permanecer fuera, ella notó todo de inmediato, Lidia era observadora e inteligente.

—¿Pasa algo?— La pregunta era calmada, como si ella ya lo intuyera y lo aceptara así como así.

—Ya no puedo seguir adelante con esto, me refiero al compromiso… lo siento mucho— Arthur lo soltó sin más, ella no lo miró con rencor pero sí que pareció estremecerse con la noticia.

—Siempre me pareció que estabas incomodo, como si te obligaran a hacerlo…— Comentó ella después de un rato en silencio, Arthur agradeció que ella no llorará o se mostrará herida.

—No es eso… Pero no sé si podré hacerte feliz y no es justo llevar me tu libertad y al mismo tiempo arrebatarte la felicidad que puedes encontrar más adelante— Ella soltó lo que pareció ser una queja, Arthur se preparó para lo que fuera.

—¿Quién es ella, Arthur? — En lugar de un estallido de lágrimas o reclamos, Lidia uso un tono de voz como si pretendiera consolarlo.

—¿A quién te refieres? — Arthur no lo captó a la primera, ella soltó un suspiro.

—Cuando de la noche a la mañana dijiste que irías a USA quise creer que nada cambiaría cuando volvieras… Pero los días pasaron y me di cuenta de lo ingenua que estaba siendo, mil posibilidades me pasaron por la cabeza para justificarte un poco pero en ninguna de ellas encontré la respuesta a la pregunta que me hice desde que decidiste hacer ese viaje ¿Por qué no me pediste que fuera contigo? Te fuiste unas semanas después de proponerme matrimonio, como si quisieras escapar de ello, y en las escasas veces que llamaste jamás dijiste "te extraño" o "quiero verte" — Las palabras le dolieron un poco, no porque las cosas se estuviera terminando, dolían porque ella no tenía culpa de nada y aun así había salido dañada.

—De verdad lo siento… No me fui con la intensión de huir, ni tampoco fue por otra mujer, pero es cierto que intente ocultar algo, no tuve la confianza de decírtelo todo y eso solo empeoró con la distancia— El silencio se extendió un largo rato, ninguno de los dos se estaba mirando y aunque estaban uno frente al otro la distancia era tanta como si Arthur estuviera todavía en USA.

—¿Vas a volver a América? — Arthur al fin se encontró con los ojos de Lidia, notó que ella no llevaba maquillaje, nunca había notado tanto sus rasgos como en ese momento.

—No— Aquella respuesta le dolió más de lo que pensaba que dolería, no volvería porque Alfred ya no lo esperaba.

—Arthur, no soy quien para decirte esto pero… eres libre ahora y sin importar lo que hiciste mereces ser feliz, no renuncies por miedo— Lidia le dio una pequeña sonrisa y después de una despedida breve ella entró a su hogar dando todo por terminado.

Había sido tan fácil acabar con eso que le dio una sensación horrible, ellos nunca había tenido algo como un noviazgo, jamás habían sido cursis el uno con el otro, ni tampoco le había dado un anillo, había sido tan fácil terminar con eso porque desde el principio no había habido nada ahí.

Arthur caminó un rato sin rumbo fijo, al final se decidió a ir al bar que solía frecuentar, por fortuna encontró a Francis que lo saludó con gusto y lo sacó un poco de sus amargos pensamientos.

—¿Alfred va a ser tu padrino de bodas? — La pregunta de su amigo lo sorprendió por completo, pero era lógico que le preguntara algo así, no estaba al tanto de las circunstancias todavía.

—Nada de eso, está hundido en trabajo, no creo que venga jamás…— No tenía muchas ganas de dar explicaciones en ese momento, más bien quería tomar algo y no pensar más en Alfred.

Francis lo miró con profundidad, intentando descifrarlo.

—Creí que Alfred había venido contigo…. Ahora entiendo porque no entraron juntos al bar…— Fue el turno de Arthur para mirar a Francis con interés.

—No entiendo que es lo que quieres decir…— Murmuró Arthur recibiendo su bebida en la barra, el galo sonrió un poco enigmático.

—Déjame adivinar… Se pelearon y tomaste el primer avión que salió ¿no? — Arthur tomó un trago lo suficientemente rápido para que el licor le quemara la garganta.

—Algo así…— Admitió apenas, Francis los conocía bien, no era extraño que acertara a la primera.

—¿Qué tan malo fue? — La pregunta hizo que sintiera el mundo venirse abajo, sabía que la voz se le cortaría y sintió unas ganas terribles de echarse a llorar ahí mismo, pero en lugar de eso dio otro trago a su bebida.

—Tanto como para que no volvamos a hablarnos jamás…— Entonces Francis soltó una carcajada y le puso una mano en el hombro.

—Querido Arthur, se nota que no conoces a Alfred… estuvo aquí hace 20 minutos, dijo que iba a caminar un poco pero me sonó a que iba a ir a buscarte ya que no te encontró aquí—Arthur sintió un golpeteó en el corazón, no se creía eso, no era posible.

—Debo irme…— Dejó un billete sobre la barra junto a su bebida a medias y salió del bar a toda prisa, lo último que escuchó de su amigo fue un "suerte".

Las calles ya estaban oscuras y el aire era frío, casi con un rastro de tormenta, Arthur no estaba seguro de ir a su casa, no se imaginaba a Alfred tocando a su puerta o que él mismo fuera a casa de los Jones a buscarlo, para empezar no sabía si Alfred quería hablar con él de inmediato. Entonces lo supo, supo dónde encontrarlo exactamente, cambio de dirección a los muelles y se dirigió a uno en concreto.

No se equivocó, Alfred estaba recargado en uno de las protecciones de madera mirando hacía al frente, al infinito mar, Arthur sintió que el corazón se le detuvo, Alfred de verdad estaba ahí.

Paso un rato antes de atreverse a dar unos pasos más cerca, Alfred lo notó de reojo y entonces Arthur camino hasta estar a su altura y poderse recargar a su lado, cuando eran amigos, ese sitió era su favorito, siempre se citaban en ese lugar.

—¿Sabes? Aquella vez en que nos emborrachamos estabas tan insistente, me pediste miles de veces que no me fuera… Y entonces se me ocurrió decirte que no me iría si te casabas conmigo, no dudaste ni un segundo en decir que lo harías, la verdad me tomó por sorpresa y cuando nos arrastraste al registro civil debí detenerte pero estaba tan feliz que me fue imposible pararte porque yo quería eso, más que a nada…—

—Pero te fuiste…— Observó Arthur, no era una queja, el pasado ya no se podía mover por más que se intentara, pero seguía estando ahí.

—Cuando te bese en el registro ya había decidido quedarme… pero llegó el otro día, tú estabas sobrio y me dolió mucho que no lo recordaras, comprendí que solo había sido un juego para ti, una broma cruel…— Arthur recordaba bien ese cambio en Alfred, después de aquella noche habían peleado sin parar, Alfred se había comportado tan frío y resentido, Arthur lo había interpretado como una excusa para irse sin despedidas.

—Sabes que cuando bebo es imposible que lo recuerde todo al día siguiente…— Arthur sabía que eso no lo justificaba, pero tampoco era justo que lo acusara solo a él. —Y nunca fuiste claro con lo que sentías, yo no iba a adivinarlo, ni siquiera sabía que te gustaban los hombres…— Alfred lo miró con un enfado más que claro, Arthur nunca lo había visto así pero eso no lo intimido.

—Lo sabía y por eso no dije nada… Por eso decidí que lo mejor era irme… Al principio planeaba no llamarte hasta que me sintiera mejor pero nunca llegó ese momento y los meses pasaron, cuando me di cuenta ya era un año, lo único que quería para entonces era olvidarte por fin— Arthur sintió las palabras llenas de rencor y lo hirieron tanto que simplemente no quería oír más.

—Tienes razón… Olvidarme es lo mejor para ti— Le soltó de pronto, Alfred no se atrevió a mirarlo, no dijeron más y Arthur entendió que todo se acababa ahí, por segunda vez Alfred no lo detuvo cuando empezó a alejarse y esa segunda vez dolió igual que la primera.

No había comparación entre el dolor punzante que sentía por haber roto todo con Alfred, a la pequeña angustia que le había provocado romper con Lidia. Con Alfred el mundo se le estaba desmoronando poco a poco.

Arthur no tenía ni las ganas, ni las fuerzas de volver a su casa así que decidió ir de vuelta al bar, Francis todavía seguía ahí, Arthur quería beber solo, pero Francis se apresuró a sentarse con él en una de las mesas más alejadas de la barra.

—¿No lo encontraste? — Preguntó ofreciéndole un vaso, Arthur ni se molestó en ver lo que el vaso contenía, empujó el líquido a su boca y lo descubrió, era simple soda de manzana, por supuesto, Francis sabía que ebrio diría todo pero no reflexionaría nada.

—No entiendo a que vino… En USA estaba dispuesto a luchar y aquí solo es capaz de decir que quiere olvidarme— Murmuró Arthur de mal humor, no quería beber la soda de manzana pero tampoco se atrevió a quejarse o a llamar a algún mesero para que se lo cambiara por algo más fuerte.

—Se nota que no lo entiendes de nada…— Su mente estaba hecha un lío, pero Francis tenía razón, Arthur quizá nunca había conocido al verdadero Alfred, a ese que se había ocultado bien bajo la máscara de su mejor amigo. Es que había sido capaz de robarle el corazón solo para romperlo.

—¿Y tu si? — Preguntó bebiendo lentamente, de pronto la bebida le supo mejor, quizá sí, era hora de dejar de ahogar los problemas y enfrentarlos mientras estaban frescos.

—Bueno, entiendo que ha estado loco por ti desde hace años y que tenía miedo a perderte… Entiendo que se ilusionó aquella noche que se casaron, supongo que esperaba que tú no te arrepintieras en la mañana pero se encontró con que tú ni siquiera lo recordabas, sinceramente no lo culpo por desear huir de ti, de lo que había pasado, no lo culpo por desear olvidarte… No sé lo que paso entre ustedes en ese viaje, pero si tú saliste en el primer vuelo a la primera oportunidad… Es lógico que él crea que de nuevo estabas jugando, Arthur… Y aún con eso vino hasta aquí por ti…— Arthur comprendía la primera parte pero la segunda se le hizo injusta, Alfred no le había dado siquiera el beneficio de la duda, había asumido por su cuenta que Arthur se iba de su lado porque sí.

—No pretendía huir de él… Pero tampoco podía fingir que Lidia no me esperaba aquí, no podía simplemente decirle por teléfono que ya no me casaría con ella… Quería hacer bien todo y entonces volver si él quería… Pero ni siquiera se mostró afectado por mi decisión de volver a Inglaterra, ni siquiera intento convencerme de quedarme… parecía que quería verme desaparecer— En ese punto el mesero se acercó y Francis pidió otra ronda de soda de manzana.

—Bueno, esto no te gustara pero nunca te expresas con claridad cuando se trata de él… así como tú nunca adivinaste lo que él sentía por ti, él tampoco iba a adivinar si pretendías huir y arreglar las cosas acá para seguir con tus planes de boda…— Arthur lo meditó un poco, intentó recordar las palabras que había dicho pero le fue imposible recordarlas con exactitud, más bien recordaba solo los sentimientos.

—Iba a explicarle… iba a decirle que terminaría mi compromiso y él ni siquiera quiso escucharme…—

—Pues debiste hacérselo saber aunque tuvieras que gritárselo en la cara… ambos son unos necios, son el uno para el otro…— Arthur se sintió un poco mejor con la idea de gritarle algo a Alfred, era justo lo que necesitaba hacer.

—¿Cuándo te dijo lo que sentía por mí? — Preguntó Arthur después de un rato, estaba cansado de beber el dulce de la soda así que lo dejó a un lado después de unos cuantos sorbos.

—Para mí fue muy obvio… aunque diría que lo comprobé el día de la boda y al día siguiente, cuando me pidió que no dijera nada al respecto, no creía que fuera la mejor decisión pero era cosa de ustedes así que decidí que no me metería en ello… Como dije, son unos necios ustedes dos— Arthur asintió un poco y de pronto ya no se sentía a gusto ahí, pagó por las bebidas, se despidió del francés y decidió volver a casa, ya pasaba de la medianoche así que decidió que buscaría a Alfred al día siguiente y quizá las cosas se solucionaran mejor que esa noche.

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Cuando despertó era casi medio día y tenía un mensaje de Alfred que abrió de inmediato para leerlo, su corazón se contrajo con las palabras en la pantalla.

"Estuve pensando y lo siento… fue realmente egoísta de mi parte intentar retenerte así… no voy a negarte tu felicidad, firmaré el divorcio, deseo que seas feliz con eso. Alfred."

Arthur se levantó de la cama a toda prisa y se vistió más rápido todavía, salió a la carrera con un miedo irracional que casi lo ahogaba, llegó a casa de los Jones pálido y tembloroso, solo para encontrarse con la peor noticia de todas, Alfred ya no estaba ahí.

—Salió temprano… ni siquiera dejó que lo acompañáramos a despedirlo… dijo que iba a pasar a hacer unas cosas que tú le habías encargado, que solo había venido a eso…— Arthur se dio cuenta de que eso es lo que había esperado que sucediera pero ahora era lo que menos quería que pasara.

—Gracias…— Fue lo único que pudo decir ante la familia de Alfred y después de una despedida breve se fue al registro civil para ver si lograba alcanzar a Alfred. Cuando llegó al lugar el secretario lo reconoció de inmediato.

—Señor Arthur, me alegra que se haya arreglado su problema… su esposo ya firmó el acta de divorcio, solo faltaría su firma y todo quedaría listo para pasarlo al registro, no será necesario un juicio debido a que el Señor Alfred aceptó de buena voluntad la separación y los términos del matrimonio son bienes separados…— Arthur ni siquiera estaba escuchado nada, en su mente solo resonaban las palabras "su esposo ya firmó el acta de divorcio" una y otra vez.

El secretario le mostró el acta firmada y Arthur no pudo apartar la mirada de la firma de Alfred, eso no podía ser cierto, sí Arthur firmaba entonces el único lazo que lo ataba al americano se rompería y ambos podrían olvidarse del otro, Arthur sintió nausea con el simple pensamiento.

—Gracias por esto pero no voy a firmar…— Sin más, tomó el papel y se lo llevó con él, el hombre no dijo nada, lo dejó marchar con aquel documento y aunque Arthur sintió más de una mirada reprobatoria al pasar entre la gente le importó muy poco, lo único que podía pensar era en detener a Alfred a como diera lugar.

Al salir del registro sabía que debía ir al aeropuerto pero no sabía cuanta ventaja le llevaba Alfred y si no llegaba a tiempo iba a ser muy malo, decidió entonces probar a llamarlo rogando porque Alfred respondiera.

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De nuevo estaba huyendo como un cobarde y lo sabía, pero las palabras de Arthur habían sido tan definitivas que simplemente lo habían hundido y, tal y como le había dicho su amigo Ludwig, había algo que lo esperaba al otro lado del mar y aunque en esos momentos le parecía imposible tendría que volver a salir adelante como fuera.

Le habría gustado ser más valiente y quedarse unos días con sus padres, no los veía desde tres años atrás, pero estar tan cerca de Arthur le nublaba el pensamiento, quería salir de ahí y volver al lugar en el que podría fingir que nada había pasado, aunque a esas alturas ya le parecía imposible olvidar todo lo que había pasado, que Arthur al fin había sido suyo para escapársele de las manos de nuevo.

Su teléfono lo sacó de sus pensamientos, se imaginó que lo llamaban desde USA, había dejado su trabajo a medias y aunque había hablado con Ludwig del asunto debía volver de inmediato.

Pese a que tenía el ascenso prácticamente ganado, no le hacía mucha emoción volver, aunque quizá fuera lo mejor, hundirse en el trabajo y no pensar, la primera vez le había funcionado.

La llamada era de Arthur, sintió un nudo terrible antes de decidir si debía responder o no, al final cedió a contestar la llamada, se imaginaba que Arthur se habría ablandado un poco al saber que él había firmado al fin el divorcio.

Cerró los ojos ante un posible discurso que comenzara con un "gracias a ti podré casarme" o algo así.

"Alfred ¿Dónde estás? Tenemos que hablar..."

Miró a su alrededor con la duda de revelarle a Arthur donde estaba o no hacerlo, pensó que darle sus buenos deseos a Arthur como despedida, era lo mejor y lo más sano, entonces cortar la llamada, abordar un avión y tratar por todos los medios de olvidarlo.

La voz del aeropuerto anuncio la salida de un vuelo y Alfred maldijo su mala suerte, ahora Arthur sabía exactamente donde estaba, ya no dijo más, estaba claro que Arthur lo había escuchado todo.

"No te vayas... por favor, no te vayas Alfred"

No solo las palabras lo tomaron por sorpresa, el tono en la voz de Arthur era diferente, sonaba desesperado y toda esa desesperación lo alcanzó aun a través de la línea.

Había deseado tanto escuchar esas palabras que no le importa más nada, si Arthur se lo pedía él era capaz de hacer lo que fuera.

—Te veo en el muelle en 20 minutos...— Fue lo único que pudo murmurar entre el ruido de la gente que se apresuraba a no perder su vuelo, Alfred sabía que era una locura pero decidió que ver a Arthur una última vez valía la pena, aunque doliera, valía la pena.

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Arthur había ido de inmediato al muelle sin detenerse en ningún otro lado, lo habría hecho así de cualquier forma, aunque mil dudas se le atravesaran en el camino.

Los minutos que siguieron fueron una tortura terrible, tenía miedo de que Alfred no apareciera, de que se hubiese ido y él no pudiera detenerlo, luchó contra las ganas de ir al aeropuerto, se obligó a quedarse ahí porque si Alfred llegaba y no lo encontraba entonces sería malo.

Y cuando su esperanza y su paciencia casi cedían, lo vio a lo lejos, más desaliñado que nunca, pero para Arthur fue la primera vez que lo vio con tanta claridad, su corazón saltó como un loco y sus pies empezaron a caminar como si Alfred fuera un imán.

No se dio cuenta el momento en el que sus pasos se convirtieron en trote, pero vaya que si notó cuando Alfred se acercó a él de la misma forma, como si acortar la distancia fuese todo para cada uno.

Alfred no supo si lo notó mientras Arthur se acercaba o cuando lo tuvo justo enfrente, pero ahí estaba en la mirada verde, más claro que nunca.

No lo pensó, no pidió permiso, envolvió a Arthur entre sus brazos y lo besó con todo el amor que tenía dentro, ese amor que no se había apagado ni con los años, ni con la distancia, ni con las palabras de olvido.

Cuando Arthur le rodeo el cuello con los brazos y lo besó de vuelta ya no hubo dudas, lo que había escuchado en el teléfono era lo mismo que había en la mirada de Arthur, lo mismo que estaba probando en sus labios.

—Te amo Arthur, te he amado y te amaré por siempre— Arthur se sonrojó un poco por las palabras, lo tenía claro pero escucharlo así de pronto lo lleno de un sentimiento que lo estremeció.

—No huyas de mi entonces...— Murmuró Arthur, se daba cuenta de que se estaba dejando llevar por un impulso extraño, él no era de los actuaría así, como esa resolución, sin importar el que dirían la gente que los pudiese ver, pero la sonrisa que le dibujo Alfred fue más que suficiente para hacerlo olvidar de las consecuencias, porque con Alfred no podría haber consecuencias malas.

—Nunca, si tú me lo pides... Te lo dije, si me aceptas, dedicaré cada segundo de mi vida a hacerte feliz— Arthur asintió y sacó un papel doblado de su bolsillo.

—Entonces será mejor que lo demuestres, Jones...— Le extendió el papel desdoblado, Alfred miró la hoja fijamente y después a Arthur, como preguntando lo que debía hacer.

El acta de divorcio le parecía un papel tan terrible a Alfred que le entraron ganas de tirarlo al mar, Arthur se lo tendía como si pretendiera que Alfred lo firmara de nuevo, pero su firma ya estaba ahí, la única que faltaba era la de Arthur y eso le supo mejor que nada en el mundo.

Entonces se le ocurrió exactamente qué hacer, debía encontrar la forma de retirar su firma de ahí, tomó la hoja y arrancó con los dedos la parte donde había firmado, la hizo una pequeña bolita y la lanzó más allá de la protección de madera, al mar.

—Ya está...— Declaró devolviendo la hoja a Arthur, Arthur dejó escapar una sonrisa divertida y asintió satisfecho.

—Bueno, entonces ya que seguimos casados ¿Qué sigue?—En ese momento Alfred le tomó la mano y notó que Arthur tenía puesto todavía su anillo de bodas, eso le hizo sonreír tanto o más que la palabra "casados" en la voz de Arthur.

—Mmm... bueno, nunca le pedí tu mano a tus padres, creo que debería hacerlo... y vivir juntos y por supuesto, ser felices por siempre...—

—Eso suena bien...— Aceptó Arthur jugueteando con el anillo de Alfred, recordó aquel beso que Alfred solía darle en la mano y se le ocurrió repetirlo, Alfred soltó un suspiro placentero con la acción.

Esa tarde en el muelle hablaron de lo que había pasado, tanto en la noche en que se casaron, como el día anterior a ese, Alfred le explicó porque no lo había detenido en USA y le prometió que jamás lo dejaría ir de nuevo, ni aunque Arthur le entrara por huir.

Entre las cosas que más conmovieron a Arthur fue cuando Alfred le confeso que solo habían pasado unos minutos para descubrir que había sido un error el haber dejado que Arthur abordara ese avión y que por ello había conseguido un vuelo inmediatamente después del de Arthur, sin preparativos ni nada, solo con el simple pensamiento de alcanzarlo y recuperarlo.

Le confesó que sus ilusiones se habían desmoronado cuando fue a buscarlo a su casa y se había encontrado con la noticia de que Arthur había salido a buscar a su prometida, Arthur por supuesto le aclaro que había sido para romper su compromiso con ella y Alfred lo cubrió de besos solo por esa noticia.

—Siempre estuve dispuesto a luchar por ti... pero tenía miedo de perderte en el intento...— Arthur no se lo reprochó, ni él sabía cómo habría reaccionado antes, pero el pasado era el pasado y era mejor dejarlo como estaba.

—¿Sabes que mi madre va a matarte?— Preguntó entonces Arthur con una sonrisa ligera, Alfred soltó unas ligeras carcajadas.

—Vale la pena correr el riesgo...— Arthur se imaginó mil escenarios diferentes y en todos se dio cuenta de que dejar a Alfred para complacer a alguien no iba a ser posible.

No sabía si eso iba a funcionar, si estaba bien ir contra las creencias que le habían inculcado desde pequeño, si aferrarse a él de esa manera era lo correcto, pero si Alfred estaba dispuesto a luchar era más que suficiente.

Había descubierto el amor y si lo dejaba escapar se iba a arrepentir, lo sabía y no quería arrepentirse, no quería salir huyendo de algo que se sentía bien, de ese algo que le provocaba cosquilleos placenteros y sonrisas de completa alegría.

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Tal y como había esperado, su madre no se lo tomó muy bien, su padre no solía meterse mucho en su vida y aunque no se notó tan feliz con la noticia tampoco le armó un drama, y pesé a las quejas de su madre no le prohibió nada, lo despidió cuando Arthur anuncio que iba a partir a USA, le recordó hacer todos los arreglos y se ablando cuando Arthur empacó sus cosa para irse a vivir con Alfred.

Por su parte Alfred tuvo que partir casi de inmediato por el asunto en su trabajo, no sin antes hacer las paces con sus padres, despedir a sus amigos con la promesa de volver más seguido y por supuesto, sin amenazar a Arthur de volver por él si no llegaba en la fecha acordada.

Arthur se había quedado atrás para renunciar a su trabajo, despedirse correctamente de todos y limpiar por última vez su habitación. Por supuesto, no extraño tanto a Alfred porque, contrario a tres años atrás, Alfred lo llamaba todas las tarde y lo mantenía al día con todo.

El auto de Alfred iba más que cargado, nada comparado con la última vez que lo había ido a recoger al aeropuerto, y aun así a Arthur se le hizo increíble que todo lo que llevaba de vida cupiera bien en menos de 10 maletas.

Tuvieron que dar varios viajes por el estrecho elevador y esta vez Arthur saludó a los inquilinos que saludaban a Alfred, después de todo, serían sus nuevos vecinos.

Pasaron toda la tarde desempacando y acomodando las cosas de Arthur por todo el departamento, Alfred se emocionaba con cualquier cosa de Arthur que le gustara como se veía junto a las suyas, Arthur se dejó llevar por esa emoción y al final coincidieron en que el closet era su favorito.

A Arthur le hubiese gustado decir que Alfred le dio una buena "bienvenida" esa noche pero no fue así y fue más que nada porque Arthur estaba tan cansado que seguramente se habría quedado dormido a mitad de todo y eso habría sido humillante al día siguiente, además ya tendrían tiempo para hacerlo después, de hecho iban a tener toda una vida por delante.

Cuando la mañana llego, Arthur notó justo el momento en que Alfred lo abandonó para ir a alistarse para el trabajo, Arthur de nuevo lo contempló desde la cama medio adormilado después de darse los buenos días.

Cuando Alfred le tendió dos corbatas pidiendo opinión, Arthur estuvo a punto de reír a carcajadas, al final señaló una color azul, resaltaba los ojos de Alfred y le pareció que sería su favorita.

—Ven aquí un segundo...— Murmuró Arthur llamándolo con la mano, Alfred se acercó a la cama sin siquiera dudarlo.

Le quitó la corbata de las manos y la deslizo por el cuello cuidando que esta no se doblara ni un poco, se entretuvo haciendo el nudo y la intensidad de la mirada de Alfred le hizo temblar un poco las manos.

—Ya está...— Declaró Arthur admirando su trabajo, Alfred le sonrió tan bonito que Arthur sintió esa sonrisa hacerle cosquillas por todo el cuerpo.

—Gracias, ahora seré la envidia de todos mis compañeros— Alfred le beso la mano, de nuevo justo donde tenía puesto el anillo de bodas y Arthur supo que eso iba a funcionar.

Desde ese momento supo que él también dedicaría cada momento de su vida a hacer feliz a Alfred. No porque los uniera un acta de matrimonio, sino porque era su esposo, porque Alfred era un hombre maravilloso y porque lo sentía en cada fibra de su ser, Alfred era y sería el amor de su vida, en ese momento y siempre.

Se conocían de años y aunque ambos habían cambiado ya se descubrirían poco a poco más adelante.

Alfred prometió economizar y Arthur por su parte dedicaría todas las mañanas a aprender a cocinar algo decente.

Esa mañana, Arthur planeaba despedirlo solo con un beso en los labios, pero el beso se volvió tan profundo que los dejó sin aliento a ambos, Alfred por supuesto decidió que ya que tenía el ascenso ganado podía tomarse ese día libre.

Y Arthur descubrió que deshacer el nudo de la corbata se le daba mucho mejor que hacerlo.

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Fin.

Conclusión de la escritora: Odie esta historia, no porque no sea linda, porque no tiene ni idea de lo que me costó terminarla. XDDD

Pero bueno, no sé si a ustedes les vaya a gustar, si parezca novela de la tv, o cosas así, si soy sincera, no es de mis mejores trabajos~

Por otro lado sí que será el más largo que dejo en One-Shot hasta la fecha, tengo entre los planes hacer cosas así e incluso más largas, pero créanme que no es nada fácil escribir más de 50 pag de un tirón y menos cuando me trabé tanto...

He tenido uno días difíciles en cuanto a la escritura, pero bueh, no se asusten, mi intención es seguir trabajando acá…

De momento no les diré si actualizaré pronto o si vendré con otras cosas... Tampoco voy a entrar en hiatus, que lo sepan de antemano, los hiatus no son lo mío~

Les dejo por aquí la traducción de una frase de una canción que puse por ahí… La canción se llama "Comatose" Y es del grupo Skillet, por si quieren darle una mirada (escuchada).

"Oh how I adore you. Oh how I thrist for you. Oh how I need you"

"Oh como te adoro. Oh como tengo sed de ti, Oh como te necesito."

Por cierto, un anuncio, ya estoy en Wattpad, para quien quiera seguirme y se le haga más cómodo leer allá n.n En mi página de Face dejaré el link, así que estén pendientes~~

Y bueno, eso es todo, iré a trabajar en otras cosas con paciencia y amor~

Nos estaremos viendo pronto, manden todas las energías positivas y yo las recibiré con gusto~