N/A: Aquí traigo una historia que tengo pensada desde hace tiempo (algunos recordaréis su resumen)... Ya sabéis, escribo escenas de sexo, habrá homofobia (cosa que no debería existir en el mundo), violencia (por la temática del fic)... Creo que eso sería todo...


EL CHICO QUE ME CAMBIÓ

CAPÍTULO 1: UN MUERTO MÁS

Sebastian Smythe era un policía de 21 años que apenas empezaba con su carrera en el cuerpo. Le habían destinado a un pueblo de Ohio, Westerville, donde lo más interesante que había pasado durante sus primeros meses de servicio había sido la detención de un ladrón que intentó huir cuando fue descubierto.

Sin embargo, en los tres últimos meses habían muerto cuatro adolescentes. Todos ellos tenían las mismas características. Varones de entre 15 y 18 años, estudiantes de la Academia Dalton, un internado en el que, sorprendentemente, tienen cero tolerancia con la violencia y el acoso, pertenecientes al coro llamado Warblers. Grandes estudiantes, con unas notas excelentes y curriculum envidiable.

Todos tenían el mismo grupo de amistades pertenecientes al coro, puesto que esos chicos eran casi como hermanos. Todos sus compañeros los definían como grandes personas, con buen corazón, leales y divertidos.

Las familias de los fallecidos también eran muy similares. Trabajos importantes como abogados, médicos o empresarios en Ohio que envían a sus hijos a Dalton y a sus hijas a Crawford porque son las mejores del estado. Familias algo desestructuradas, en las que al menos uno de los progenitores apenas ve a sus hijos porque trabajan demasiado y realizan viajes incluso los fines de semana. Todos tenían hermanos pero más que confianza y cariño, entre ellos había rivalidad y envidia.

Ninguno de los fallecidos tenía enemigos, no encontraban a alguien que los odiara lo suficiente para querer acabar con ellos. Aparentemente, esos asesinatos no eran una venganza ni crímenes pasionales. No había signos de violación, todos tenían signos de haber sido atados y golpeados antes de recibir un único tiro en la frente. No habían muerto en el lugar en el que habían sido encontrados, estaban seguros de que todos habían sido trasladados.

Los lugares en los que se habían encontrado tampoco daban ninguna pista. Eran cercanos a Dalton, junto a una carretera, lejos de cámaras de seguridad o vecinos indiscretos. El asesino había tenido el cuidado de no pisar la tierra para no dejar la huella de sus zapatillas y no había ningún resto del que extraerse su ADN.

Sólo sabían una cosa y era que el asesino llevaba un jersey azul en el momento de al menos dos de los crímenes porque se habían encontrado restos de fibra en los uniformes de los jóvenes al ser encontrados. Sin embargo, eso tampoco había aportado ninguna pista porque ese jersey (tanto la versión masculina como la femenina) se vendía en unos grandes almacenes y había tenido mucho éxito, por lo que se calculaba que se habían vendido unos 1.000 sólo en el estado de Ohio.

Sebastian estaba patrullando junto a su compañero, un veterano que estaba enseñándole y ayudándole a acostumbrarse a su nuevo trabajo. El agente Johanson era un hombre serio y profesional, tenían un gran instinto aunque no estaba siendo de mucha utilidad en los últimos asesinatos.

– Aviso a todas las unidades. Se ha encontrado un cuerpo en las inmediaciones de la Academia Dalton... – La voz femenina que provenía de la radio hizo que los dos policías se miraran con tristeza antes de dirigirse al lugar que les habían indicado.

No fueron los primeros en llegar al lugar puesto que estaban algo lejos. Los dos se bajaron y se acercaron a la agente Parker, una mujer atractiva que sujetaba su larga melena rubia en una coleta alta.

– ¿Qué sabemos? – Johanson quiso saber.

– De momento no mucho. Es un joven de raza negra, entre 15 y 17 años, lleva el uniforme de Dalton. Creo haberlo visto en comisaría testificando en alguno de los casos anteriores. Tiene marcas en las muñecas y pies, golpes y cortes por el cuerpo y un agujero de entrada de bala en la frente. Probablemente el disparo fue la causa de la muerte, aunque debemos esperar a que lo confirme la autopsia. – La mujer informó.

– Mismo modus operandi que en los otros cuatro casos. Avisa a Perez, él es el que realizó los interrogatorios. – Los dos hombres se acercaron al fallecido.

– Hemos informado al director de Dalton, él será capaz de decirnos que alumno no está en los dormitorios. También se encargará de avisar a la familia, es probable que lleguen antes que nosotros a la comisaría, nosotros tenemos que buscar pruebas. – Parker informó.

Durante las siguientes horas estuvieron buscando algún resto que pudiera proporcionar una pista que los llevara al asesino. Sin embargo, todos se dieron cuenta de que no había nada.


Cuando Sebastian llegó a su casa, sacó una cerveza y se sentó en el sofá. Esos días eran los más agotadores psicológicamente. Por mucho que llevara tiempo trabajando como policía, todavía le afectaba ver cadáveres que han sido torturados y asesinados sin compasión. Sin embargo, no dejaba que eso le impidiera realizar su trabajo, lo guardaba hasta que llegaba a casa.

Vivía solo porque no había encontrado a nadie que conquistara su corazón. Su padre y él apenas tenían relación porque no había querido seguir sus pasos y convertirse en Fiscal General del Estado. Él prefería la acción y siendo policía podría encontrarla con más facilidad. Su madre intentaba mediar entre ellos pero no lo conseguía.

La elección de carrera profesional no era lo único que separaba a padre e hijo. La vida amorosa del joven era muy diferente de la que sus padres habrían deseado. No por el hecho de ser gay, eso no era algo que realmente les importara. El problema era que no encontraba a alguien con quien tener una relación seria y se dedicaba a tener amantes que le permitieran aliviar su deseo sexual.

Pensar en su padre no ayudaba a Sebastian a relajarse, por lo que decidió llamar a Dave. Era dos años mayor que él pero su experiencia sexual era menor. Aun así, había pasado muy buenas noches con él. Lo había conocido en Scandals, un bar gay de Lima, a casi dos horas en coche de allí. Le gustaba ir allí para que nadie lo reconociera. Sus compañeros de trabajo sabían que era gay, pero no tenían que saber que era asiduo a locales y que le gustaba buscar compañía para unas horas.

Decidió mandarle un mensaje para preguntarle si podía pasarse por su casa. Nadie había puesto un pie en su casa y no pensaba cambiar eso. Dave no era su enamorado y él no sentía nada por él, por lo que no había motivos para dejarlo entrar en su vida. Sonrió complacido cuando Karofsky le confirmó que estaba en casa solo y que estaba más que encantado con recibir una visita. Esa noche sería interesante.