Olivia se acercó hasta la cama y miró al bebé que descansaba sobre ella, envuelto en una toquilla de lana blanca y ataviado con un gracioso gorrito que Ela le había regalado. Se arrodilló junto al borde y acarició despacio la diminuta manita con un dedo. Aún no podía decir a quién se parecía. Por mucho que pudieran señalar, los bebes se parecían todos cuando eran pequeños. Claro que aquel ya estaba definiendo su apariencia y podía asegurar que la boca era un producto cien por cien Bishop. En un acto reflejo, el bebé lo agarró fuertemente y continuó durmiendo. Olivia se fijó en su carita, hermosa y sonrosada, de mofletes regorditos, pestañas casi inexistentes y boquita fruncida.
Oyó unos pasos acercarse detrás de ella. Se giró, encontrando a Peter mirándola. Él le sonrió.
-Es la hora.
Ella compuso una mueca de disgusto.
-¿Ya? ¿Tan pronto? – volvió su mirada hacia el niño, que continuaba dormido. Una sonrisa surcó la feliz carita en sueños y Olivia sonrió a su vez al verlo. – El fin de semana ha pasado muy rápido.
Peter llegó hasta su lado y la ayudó a levantarse.
-Sí. Muy rápido.
Olivia miró una vez más al bebé para descansar los ojos en Peter.
-Está bien. Vamos.
Una profunda arruga apareció en la frente de él.
-¿Cómo que vamos?
Ella metió sus manos en los bolsillos, irguiéndose en toda su estatura.
-Tú y yo. Iremos juntos a partir…
Antes de terminar de decir su frase, Peter negó con vehemencia.
-No, de eso nada. No sabemos qué…
-Es más seguro. Para ti y para ambos universos.
Peter se acercó aún más a ella. La tomó de ambos antebrazos, haciendo que Olivia sacara sus manos de los bolsillos y las tomó entre las suyas.
-¿Qué hay de ti?
Olivia parpadeó, mirándolo fijamente.
-¿De mí?
Él desvió sus ojos hacia el vientre ligeramente abultado de ella. Aún no era visible a ojos de los demás pero ahí estaba, creciendo dentro de Olivia y que vería la luz en cinco meses. Ella lo imitó y miró su propia barriguita, que comenzaba a curvarse. Sonrió y levantó la vista.
-Tampoco sabemos si le afectará el cortexiphan que hay en mí. Y eso no podemos evitarlo.
-Pero saltar de un lado a otro sí.
Olivia pensó en replicarle pero sabía que era algo inútil insistir en ello en aquel momento. Al final, Peter terminaría por ceder ante su insistencia y ella le acompañaría a dejar al niño en el otro lado con su madre. Quisiera Peter o no quisiera. Era muy difícil dejarlo ir solo cada vez que tenía que devolver al niño a su propio universo así que pensaba que yendo con él la situación se le haría más llevadera. Aunque ver a su otro yo sería harina de otro costal.
Se giró y, levantándolo de la cama, tomó al niño entre sus brazos. Era precioso y creía muy rápido. Lo miró sonriente.
-¿Crees que se parecerá a él? – le preguntó.
Peter se puso a su lado, la tomó por la cintura y colocó su barbilla sobre el hombro de ella.
-Sí. Pero será más hermoso aún.
Ella dejó de mirar al bebé por unos instantes para posar su mirada en Peter, a escasos centímetros de su rostro.
-Tendremos que decírselo a Walter pronto – le dijo en un susurro.
Él asintió.
-Después de estos seis meses en que no duermo en casa y de que te hayas indispuesto casi todas las mañanas durante un tiempo, puede que se haya hecho una idea.
Olivia reprimió la carcajada que le nació en el pecho por temor a asustar al niño que dormía en sus brazos plácidamente.
Peter le besó la mejilla. Se acercó hasta una silla cercana y tomó un portabebés.
-Ela lo adora. Dice que es su prima mayor y que le enseñará a leer con el cuento del osito Teddy – dijo Olivia mientras colocaba el bebé en la sillita con cuidado. El niño hizo un mohín con los labios, buscando algo que llevarse a la boca, hasta que encontró el chupete que Peter le ofreció.
-Pues verás cuando se entere. Estará encantada de la vida.
Olivia asintió mientras sonreía, imaginando a su sobrina con el niño, su hijo, en brazos. Sería un momento inolvidable. Colocó con cuidado sobre los pequeños hombros del niño las correas de la silla y enganchó el cierre de seguridad. Cuando terminó, se volvió hacia Peter.
-Listo. Hasta el próximo fin de semana.
FIN
