Disclaimer: Los personajes de KnB no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki.

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Chapter 1: Celebrar la derrota.

-Nos vemos luego, Murochin.

-¿Estás seguro, Atsushi?

Hasta el pelinegro sabía lo que le estaba costando a su compañero retener las lágrimas.

-Sí… Adiós.

-Hasta luego.

1.1

Ni el más cutre de todos los mangas shoujo se merecía esa escena. ¿Un chico de esa altura llorando en un banco del parque? Simplemente patético. Sí, ese era su adjetivo en aquel momento. Murasakibara Atsushi había perdido su primer partido y, literalmente, se sentía en un agujero negro... O, mejor dicho, ¿en el fondo más oscuro de una bolsa de patatas fritas? Bueno, da igual. No simplemente había sentido la derrota, ya que algo mucho peor recorría sus pensamientos… Después de tanto quejarse, tanto bostezar en las prácticas, tanto decir "este deporte es aburrido", había descubierto… La contradicción. Amaba el baloncesto. Era EL deporte; SU deporte. Sí, a pesar de todo… Lo amaba.

Y eso era malo. Porque por eso se veía patético. Por eso estaba llorando en un banco. Por eso todo el mundo que pasaba lo miraba. Por eso había perdido. Por eso nadie lo podía ayudar en ese momento. Por eso, y por ninguna razón más, Murasakibara Atsushi era un completo idiota.

-Vaya… ¿Estás bien?

Si no hubiera sentido una mano ajena en su hombro, ni hubiera levantado la vista hacia el frente. Pero la sintió. Y así, entre lágrimas, Atsushi pudo ver a una chica justo delante de él. Claro que en lo primero que ella se fijó fue en los ojos del gran gigante, y claro que él ni se percató de ese detalle… Hasta pasados unos segundos en silencio.

Murasakibara giró rápidamente la cara y, con el torso de la mano, se limpió toda el agua salada posible que tenía por los ojos. Lo único que oyó fue una pequeña risa de la chica, y eso hizo que la volviera a mirar; su mano seguía en el hombro de él.

-¿Quieres…? –cuando la vista del chico se aclaró, vio como ella le había plantado justo delante de los ojos una barra de chocolate, la cual cogió y se llevó a la boca sin decir palabra-. De nada… -esta soltó otra pequeña risa, al tiempo que se sentaba a su lado. Murasakibara la miró extrañado, ¿qué era lo que quería esa chica? Él estaba muy bien llorando en soledad-. ¿Has perdido un partido? –directa al grano.

Murasakibara casi sintió que se atragantaba con el dulce. Dirigió la mirada hacia donde estaba sentada, y las inspeccionó bien. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¡Si llevaba el uniforme de su instituto! Y esa cara… Para no conocerla. No era más que la presidenta del Consejo Estudiantil… Un momento, ¡La Presidenta del Colegio Estudiantil!

-¿Kaichou…? –sí, era alguien bastante importante-. Eh…

-Murasakibara-kun -ella sonrió-, ¿qué tal?

Estaba perdido o… ¿En un mundo paralelo? ¿Era la misma presidenta del consejo estudiantil que él conocía? Bueno, no es que él la conociera pero, claro estaba, en el instituto ella era una persona muy popular.

Resumiendo el por qué de su desconcierto era, simplemente, la actitud. La presidenta parecía una chica amable, sonriente y divertida. Es decir, era una chica baja, delgada, de cabellera larga y castaña, y de ojos grandes avellanados. ¿Una chica… mona? Sí, quizás ese fuera su adjetivo. Pero, wow, su forma de ser no era ni parecido a su físico. Gruñona, mandona, enfadadiza, desobediente… Era una chica con muy, pero que muy, mal humor. Tenías que medir bien tus palabras cada vez que hablabas con ella si no querías una buena paliza. Iba contra natura simplemente porque alguien tan pequeña como ella pudiera pegar de la forma en que lo hacía. Pero así era. ¡Por favor! Si hasta el mismo Murasakibara, con 208 cm de estatura, un peso de 99 kg y su "pasotismo" hacia cualquier tipo de tema, le tenía cierto pavor.

-Kaichou… eh…

Y os preguntaréis, ¿cómo alguien como ella podía haber llegado a nada más y nada menos que Presidenta del Consejo Estudiantil? Fácil: hacía MUY bien su trabajo. Podía ser todo lo gruñona que fuese pero, aparte de sacar unas excelentes notas, no se podría encontrar a una persona que ocupara mejor ese puesto que ella. Mantenía todo y a todos en orden.

Pero bueno, volviendo al tema principal de Murasakibara… ¿Por qué estaba desconcertado? ¡Era más que obvio! No solo la gruñona presidenta le había ofrecido un dulce, le había llamado por su apellido… Sino que, lo más sorprendente, ¡había sonreído! Y no, no como lo hacía cada vez que había una reunión de todos los cursos. Ni cuando tenía que amenazar a alguien… Había sonreído de manera casi normal.

-¿Habéis perdido, no?

El gran gigante sintió un gran escalofrío bajar su espina dorsal, ¿le tocaría pagar a él la represalia? Aún así, al oír la palabra "perdido" pudo sentir el enfado en sus venas de nuevo. Podía tener miedo y estarse jugando la expulsión, pero su actitud no la iba a cambiar justo después de perder un partido. Murasakibara Atsushi odiaba perder y estaba enfadado. Enfadado de verdad.

-¡Sí! –gritó, elevando la voz de tal manera que hasta él mismo se sorprendió, aunque eso no le impidió el parar-. ¡Sí presidenta, hemos perdido! ¡Y es muy frustrante! Casi lo teníamos. ¡Casi sonó el final del partido con nuestro marcador más alto! Pero no fue así… -Murasakibara ni si quiera era consciente de sus actos, solo notaba sus puños apretarse cada vez más y sus lágrimas caer-. Fue un esfuerzo inútil, ¡y estoy cabreado! ¡Muy cabreado! Perder es…

-¿Frustrante?

Y entonces, casi como un gran disparo, se dio cuenta de lo que acaba de hacer. Levantó la vista esperándose encontrar con el entrecejo de la presidenta fruncido y un aura de oscuridad a su alrededor. Pero no. No fue así. La gruñona y aterradora chica estaba normal. Incluso, si te fijabas bien, podías ver las comisuras de sus labios levemente elevadas. Quizás, solo quizás, las palabras del grandullón la habían hecho pensar.

-Pensaba que no te gustaba el baloncesto.

El gesto de Murasakibara entonces fue entre una corta risa de burla y un chasquido de lengua. Un indescriptible gesto de ironía.

-¿Ah sí…? –el gigante miró al cielo, dejando que una leve brisa le moviera el cabello-. Supongo que yo… -suspiró agotado-. …Yo me equivoqué.

Lo siguiente que Atsushi notó fue un pequeño golpe en su cabeza. No doloroso, ni con odio, ni de forma enfadada… Un golpe amistoso. Al dirigir sus ojos hacia la causante pudo ver, casi en una milésima de segundo, como ella sonreía. Pero claro está, fue casi imperceptible ya que su cara seria apareció enseguida.

-¡Eres un idiota, Murasakibara-kun! –dijo, al tiempo que se levantaba de un salto-. ¡Deja de llorar como una niña y vete por ahí a celebrar tu derrota! –la presidenta no sonreía, hablaba de una manera tan seria que incluso parecía enfadada. Pero él sabía que no-. ¡No hagas que me avergüence de nuestro equipo de baloncesto!

Murasakibara no dijo nada y dejó que la chica se fuera corriendo. Entonces, mirando de nuevo el dulce de chocolate, el cual había parecido olvidar en todo ese tiempo, sonrió. De manera irónica, ya que era su única forma de hacerlo, pero lo hizo.

-¿Celebrar mi derrota? –se llevó la barrita a la boca-. Hé… -volvió a mirar por donde se había ido la chica, sabiendo que algo había cambiado esa tarde. Y no, no en respecto al deporte-. Supongo que tienes razón, Claichin.

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¡Nos leemos, bye!