0. Luz
El sonido de los cañones rompió la tensión en la que había estado mi mente desde el comienzo de la batalla. Las explosiones, las vasijas estallando e impactando contra todo aquello que se encontrase en el área al que habían sido lanzadas, el acero contra el acero, y los gritos bárbaros de los soldados; todo había conseguido fundirse en una melodía monótona y asfixiante que me sumiría en un profundo trance durante un buen rato.
- Capitán. – Escucho un murmullo lejano ajeno a mi embelesante canción, no le presto atención, mi respiración sigue concentrada en acompañar, al compás, las notas de la sangre derramada. - ¡Señora!- Cañones, parpadeo, y con esto, despierto, trago saliva.
Giro mi cabeza y mis ojos se encuentran con los zafiros nerviosos de mi suboficial, su mirada asustada no es muy reconfortante. La situación es crítica, lo sé, y esperan que los dirija, que les diga qué hacer.
Qué hacer, eso es una buena pregunta.
Respiro hondo y vuelvo mi cabeza hacia el campo de batalla. Acaricio las agrietadas piedras que forman nuestra muralla asediada. Pienso en los cientos de años que los demacianos hemos contemplado este brutal panorama, pienso en las familias de mis hombres, y en cuantos, hoy, temen no volver a sus casas.
Sonrío. La emoción, las ansias del combate, comienzan a extenderse por mis venas.
Me vuelvo hacia mi unidad y les dedico la sonrisa que había empezado.
- ¡Venga esas caras tan largas! ¡Somos demacianos! Esta batalla no es distinta a cualquier otra.- Alzo mi báculo canalizador. – ¡Venceremos! ¡Con tácticas superiores! –
Pongo un pie sobre lo alto de la muralla y me impulso con el contrario para subirme sobre esta. Observo la situación, nos superan en número, pero eso nunca ha sido un problema, un guerrero demaciano puede hacer frente hasta a tres noxianos, pero las tropas de mi hermano habían salido de expedición, y actualmente, nuestro ejército real apenas contaba con un puñado de arqueros, y un par de veintenas de soldados rasos. "Tendrán que ser suficientes" Me digo a mí misma. Venceremos, eso lo tengo claro. Por mucho que los noxianos hayan escogido el momento perfecto para su ataque, hay algo en lo que no han pensado: no necesitamos pelear. Las tropas demacianas llegarían en un par de días a lo sumo, sólo tendríamos que permanecer asediados y aguantar hasta su llegada. Aunque, esta vez, se habían cargado de hechiceros y explosivos que atentaban derribar nuestros portones. Entonces… Sólo tendríamos que dejarlos sin pólvora.
De un salto, bajo de la muralla y me dispongo a buscar, muralla a dentro, a la única persona que puede ayudarme a trazar un plan.
-¡Maestra!- Grito entre la multitud de arqueros novatos a los que se le ha encargado dirigir. El graznido de Valor, su fiel animal, me hace adivinar su posición. Avanzo hacia ella. – Maestra. Necesito vuestra ayuda.- Ante mí se encuentra la mejor tiradora de toda Demacia, y a mi ver, de toda Runterra. Mi adorada maestra, quien me lo enseñó todo, y a quien todo se lo debo. Parece ser la única persona tranquila por aquí, al menos eso me reconforta.
- Ya no soy tu maestra, capitán, recuerda que ahora eres tú la que está al mando.- Sonríe. Aprecio su confianza, y a la vez, no puedo evitar que se me escape una sonrisa nerviosa, como una niña que felicitada por su mentora. Pero debo concentrarme. Asiento y vuelvo a centrar mi mente en la situación en la que nos encontramos.
- Sí maes…digo, soldado. Necesito vuestra ayuda para frenar el ataque. -
- ¿Cómo puedo ayudarte?- Pregunta, de nuevo, con suma tranquilidad. Estoy segura de que pidiese lo que pidiese, no me lo negaría si con ello ayudase a defender nuestro hogar. Ladeo la cabeza hacia la muralla y le indico que se aproxime conmigo.
- No pueden pasar, lo único que van a intentar es desgastarnos, pero si cortamos su suministro de explosivos de raíz, no tendrán forma de destrozar nuestras puertas. Si pudiese mandar a Valor a encontrar su almacén… - Asiente a cada palabra que digo.
-¿Y cómo planeas…? – Comienza la frase mas no llega a terminarla, parece comprender mi plan sin necesidad de que termine de explicárselo. Su rostro tranquilo se torna más serio. - A tu hermano no le va a gustar.
- Que lo hubiese pensado antes de dejar a Demacia con un puñado de novatos y niños.- Protesto. - ¿Me ayudaréis? –
Los ojos de mi maestra parecen perdidos en algún lugar muy lejos de aquí, siempre he tenido la sensación de que nunca está del todo presente en el lugar que su cuerpo se encuentra, quizás es su forma de pensar, de concentrarse, evadiéndose de todo y analizando la situación desde un segundo plano. Me da la espalda, acaricia el pecho de su pájaro y le ordena volar. Vuelve a dirigirse a mí, y sus ojos, claros como el océano, se convierten en dos faros amarillos de pupilas afiladas, sus ojos, dejan de ser sus ojos para ser los de su criatura.
- En el bosque oeste, cinco hombres, puede que seis. Ten cuidado. – Asiento, le doy las gracias y le pido que defienda el fuerte en mi ausencia. Ajusto mi cinta, el emblema de Demacia y echo a correr escaleras abajo, pero justo antes de perderme entre la multitud, escucho las últimas palabras de mi maestra – Lux. Espera…- Mas no llego a escuchar el final de estas.
Quizás si hubiese esperado unos segundos. Si me hubiese dado la vuelta. Si no hubiese sido tan impulsiva. Esta historia, jamás habría tenido lugar.
