23 de agosto, 2019

Scorpius se encuentra sentado frente a la chimenea con las piernas cruzadas y un pesado libro de artimacia sobre ellas. La suave y esponjosa alfombra masajea sus blancos pies cuando los desliza infantilmente sobre ella, produciendo algo de estática que le causa cosquillas. Es de noche y el único sonido que se escucha en Malfoy Manor es el tronar de la leña al fuego y, ocasionalmente, el de las rígidas páginas del viejo libro de Scorpius.

Afuera el viento sopla, moviendo las cortinas de la única ventana abierta en la sala, así como el fino cabello de Scorpius quién no se molesta en apartarlo de su frente cuando obstruye su vista, o cuando le hace cosquillas en la nariz. Simplemente deja que la cascada de cabellos rubios hagan lo que quieran. Tampoco es que realmente esté leyendo. Al menos no del todo. Sus ojos se encuentran sobre las letras, pero su mente está muy lejos de allí.

El sonido de pasos acercándose por el pasillo hace que Scorpius parpadee un par de veces, sacándolo de una ensoñación en la que ni si quiera sabía que se había metido. Scorpius aparta finalmente su cabello de sus ojos y se yergue después de rascarse la nariz. Se negaba a dejar que su padre vea lo muy afectado que se siente, se niega a hacerle la carga aún más pesada, así que cuando Draco atraviesa el umbral de la puerta, con su característico porte aristocrático, un poco encorvado por la fatiga emocional, su comprensivo hijo le recibe con una sonrisa.

—Bienvenido, papá. —Le dice poniéndose de pie, no por respeto o algo similar, cómo su abuela había insistido en decirle que hiciera, sino para acortar la distancia entre ellos.

—Scorp —. Es todo lo que su padre responde antes de envolverlo en un fuerte abrazo que hace que Scorpius se sienta más tranquilo, más en paz.

Ambos, padre e hijo, se quedan en esa posición por largos minutos en que sus respiraciones aliviadas son lo único que se pueden escuchar. Scorpius se refugia en la amabilidad y la calidez de su padre, con si tuviera cinco años nuevamente y hubiera escuchado un boggart en el ático. No es el caso, Scorpius tiene trece, por lo que la posibilidad de que alguien pueda seguir considerándolo un bebé es casi nula, sin embargo, lo que ha ocurrido ha sido más que un tonto boggart del que te puedes deshacer con un hechizo simple. Su madre, la mujer más amable y hermosa que Scorpius ha conocido y conocerá jamás ha muerto, y nada de lo que haga podrá traerla de vuelta.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde la tragedia? Tal vez tres o cinco días. Ni Draco ni Scorpius quieren contarlos, así que no lo saben. Astoria estuvo enferma durante casi un año entero, un año en el que Scorpius había estado en Hogwarts, sin imaginarse que mientras él escuchaba a Albus quejarse de lo horrible que era ser hijo de su padre, su madre estaba sufriendo y su padre estaba completamente solo con la responsabilidad de cuidarla. Por supuesto, la enfermedad de Astoria no era culpa de nadie, Draco se lo había dicho a su hijo todo el tiempo y no ha dejarlo de decirlo incluso después del funeral, pero Scorpius sabe que su padre se siente culpable por no haber podido salvar, cómo si hubiera estado en sus manos. Scorp no lo culpa, él sabe cuánto ama su papá a su mamá y sabe que Draco hizo todo lo que pudo.

Y así han transcurrido los días, entre los silenciosos pasillos de una casa que se siente más enorme que nunca sin la presencia de la risa melodiosa de Astoria, sin sus vestidos de seda ondeando en las esquinas, sin el aroma suave de su perfume y sin sus amables manos confortando a esos dos hombres que sin ella tienen el alma rota.

Ahora sólo quedan ellos dos, Draco y Scorpius. Scorpius que es mezcla perfecta de sus padres, la balanza que ahora ha perdido el equilibrio sin una de sus partes. La apariencia física de Scorpius es casi idéntica a la de su papá; el mismo color de cabello y tez, incluso el mismo color de ojos. Pero por dentro, Scorpius es idéntico a su mamá; en esencia, la misma alma comprensiva y amorosa. La razón por la que Draco se había ablandado tanto y había podido curar sus heridas, o al menos la mayoría. Astoria siempre decía —,o Scorpius creía recordar que había sido así— que su padre era un auténtico gruñón y que sólo después de conocerla había cambiado lo suficiente cómo para convertirse en el hombre comprensivo y amoroso que era en ese momento. En conjunto, Draco y Astoria habían hecho de Scorpius un joven brillante, con buenos sentimientos y hasta cierto punto un tanto ingenuo. El chico no hacía rabietas y siempre aceptaba todo de buen modo: «Sí mamá», «Lo siento, papá», «Lo qué tú digas, Al». Obediente y amable. Draco está orgulloso de él. De la forma en que él y Astoria lo han criado. Es un buen muchacho y a los buenos chicos les pasan cosas buenas. Tenía que ser así.

Finalmente ambos hombres se separan con una sonrisa tentativa en sus rostros tan parecidos. Es cierto que Scorpius es la viva imagen de Draco, pero en sus ojos hay algo más, la chispa ardiente de la juventud eterna que había pertenecido a Astoria alguna vez y que hace que el chico luzca mucho más atractivo y accesible que su padre. Scorpius es capaz de hacer gestos que Draco jamás fue capaz de hacer a su edad, y mucho menos después de la guerra, aunque al conocer a Astoria había mejorado bastante. Scorpius puede sonreír con dulzura, mirar con ternura y todo sin la arrogancia marca Malfoy que Draco había creído se trataba de una maldición hasta que su bebé le sonrió por primera vez entre sus brazos; sus mejillas pálidas coloreadas de rojo, sus ojitos entrecerrados y su boca abierta mostrando la tierna falta de dientes. Tan puro. Tan inocente. Tan brillante, como una verdadera estrella.

—¿Está bien si solamente tomamos pastel para la cena? —Pregunta el mayor de los Malfoy antes de alborotar la cabellera rubia de su hijo.

—Me encanta el pastel —, responde Scorpius con una sonrisa radiante e infantil. Olvidándose por un momento de los problemas que le atormentan a su tan corta edad. —Prepararé algo de té de canela. ¿Quieres el tuyo con leche?

—Sabes que sí.

Scorpius deja su pesado libro de artimacia sobre el sofá frente a la chimenea y camina junto a su padre hasta la cocina. La mesa del comedor es demasiado grande para dos personas y no hay a quién más llamar para intentar llenarla. Lucius fue encerrado en Azkaban y ha muerto allí cuando Scorpius tenía sólo cinco años. Narcissa, su esposa, se encuentra internada en San Mungo de manera indefinida por la depresión que le causó la pérdida de su marido. Sus abuelos paternos nunca habían aceptado a su padre y Daphne, su tía, era verdaderamente malvada, aunque frente a su hermana siempre había sabido aparentar.

Cuando finalmente llegan a la cocina, Draco hace aparecer un precioso pastel de chocolate que seguramente ha comprado de camino a casa desde el ministerio y Scorpius se apresura a llenar la tetera con agua y a ponerla al fuego, entreteniéndose brevemente en el pensamiento de que de poder usar magia fuera de Hogwarts todo sería más rápido, pero para eso todavía faltaban algunos años.

Draco corta la tarta, dejando que un poco del glaseado de chocolate se escurra a los lados de cada trozo. Scorpius, a quien generalmente se le hace la boca cuando eso ocurre, no siente nada, ni hambre, ni antojo, ni nada y su aceptó comer un poco es porque no quiere preocupar a su papá.

—¿Has recibido tu lechuza con la lista materiales de este año?

Scorpius detiene abruptamente su mirada sobre la pequeña vasija de porcelana en que guardan la canela. Lleva su mano hasta la tapa y la retira antes de negar en respuesta a la pregunta de Draco. Su corazón late rápidamente.

—Parece que McGonagall se está tardando demasiado este año. ¿Debería escribirle? Tal vez lo ha olvidado. Ya no es tan joven cómo antes —, continúa el mayor.

Con una mano temblorosa Scorpius saca unas cuantas rajitas de canela y las arroja sin cuidado dentro de la tetera, sobre el agua a punto de hervir. Puede sentir los ojos de su padre clavados en su espalda, pero Scorpius sabe que ha perdido contra él cuando lo escucha suspirar.

—Ya hemos hablado de esto Scorp. Tienes que ir al colegio.

—No quiero dejarte sólo.

Un tenso silencio se instala entre ellos. Scorpius sabe que su padre está reuniendo paciencia, Draco no ha mentido, ya han hablado de ello. Scorpius no quiere ir a Hogwarts, quiere quedarse en casa, con su papá, acompañarlo y no dejarle el peso de la partida de su madre de la misma manera en que le dejó, sin saber, el peso de su enfermedad.

—Voy a estar bien, hijo —. Le responde pero no hace nada para negar su soledad. —No tienes que preocuparte por mí, ni por nada más.

Scorpius no se molesta en dar media vuelta y encarar a su padre, sabe que lo único que encontrará en sus ojos será el peso de la mentira. Nada estaba ni va a estar bien y Scorpius tiene mucho de qué preocuparse. ¿Tan mal está que quiera cuidar de la única familia que le queda?

El silbido de la tetera saca a Scorpius de sus conflictivos pensamientos. Draco sigue detrás de él, sentado en la barra de la cocina y Scorpius sirve dos tazas de té antes de sentarse frente a su padre, con su aniñado rostro fruncido en preocupación.

—Podría estudiar aquí, en casa.

—Sabes que eso no tiene sentido, Scorp, paso todo el día en el ministerio, no podría hacerte compañía aunque quisiera. Además ¿no vas a extrañar a ese amigo tuyo del que no has querido hablarme?

—Eso no importa ahora, papá.

—No es sano para ti quedarte encerrado todo el tiempo. Necesitas salir. Hablar con chicos de tu edad. Distraerte.

—¡Todo lo que quiero es estar contigo! —, la voz de Scorpius es fuerte y clara. El cuerpo del chico tiembla de impotencia y una solitaria lágrima rueda por su mejilla. —Todo lo que necesito en este momento eres tú, papá. Por una vez, sólo por una vez, por favor, déjame tener esto. Déjame portarme cómo un niño egoísta, sólo por esta vez.

—Lo siento, Scorpius, pero no puedes.

Draco deja sobre el pequeño plato de porcelana su taza de té. Su voz suena severa y rígida, como pocas veces se ha dirigido a Scorpius. El sonido que causa el choque entre el plato y la taza es leve y refinado, pero para Scorpius suena como si su padre simplemente hubiera decidido estrellarlos contra el suelo.

—¿Por qué? —, pregunta incapaz de contener más las lágrimas.

Scorpius sabe que está comportándose como un muchacho caprichoso y la sensación de ser egoísta se siente tan ajena a él que tiene ganas de vomitar. Él no es así, nunca ha sido así, pero se siente impotente de saber que tendrá que marcharse y dejar completamente sólo a su padre. Y está aterrado, aterrado de irse y volver sólo para encontrarse con que su padre también lo dejará sólo y no cree ser capaz de resistirlo, para un chico como él, que creció rodeado de su familia y de mucho amor simplemente es imposible.

—Por qué es lo correcto. —Draco habla con fría calma y eso hace que Scorpius se sienta peor.

—¡Lo correcto es que estés conmigo! ¡Qué estemos juntos!

—Lo correcto es que hagas tu vida lo más normalmente posible.

—¡Mamá no me hubiera apartado de ella!

—¡Tú madre ya no está aquí! ¡Se fue, Scorpius!

El silencio vuelve después de eso, es más pesado y tenso que nunca. La respiración de Scorpius es dificultosa, tanto que duele. Siente el corazón destrozado, en todo ese tiempo ninguno se había atrevido si quiera a pensar en esas palabras y ahora, su padre simplemente las ha soltado, como si no fueran cientos de dagas dirigidas directamente al corazón de Scorpius que ahora se desangra.

Sí, Astoria Greengrass se ha marchado para siempre, Scorpius lo supo desde que aquella mañana en que entró a su habitación a dejarle el desayuno y la encontró con el rostro pálido y los labios entre abiertos, cómo si durmiera, sólo que no dormía. Astoria no volvió a abrir los ojos después de eso y nada volvería a la "normalidad", cómo tanto ansiaba su padre. Scorpius no podría volver a beber té de menta sin recordar a su madre, o podría ir a King Cross sin esperar verla desde la ventana, despidiéndola mientras el tren se alejaba hacia Hogwarts. Scorpius no podría salir al jardín sin recordar cómo su madre había intentado enseñarle algo de herbología y jardinería antes de los cinco años, ni podría ir al callejón Diagon y pasar frente a la heladería sin recordar cómo su madre solía comprarle un helado sencillo aun cuando su padre había dicho que no. Y no hacía falta que su padre dijera esas palabras para que Scorpius lo comprendiera, porque él ya lo sabía, pero no por eso el golpe fue menos doloroso.

—Te odio —, dijo Scorpius, pero en su voz no había ni una pizca de ese sentimiento. Sólo el sufrimiento de un chico que ha perdido a su madre demasiado pronto.

—Scorp…

Draco intenta acercarse a él. Extiende una de sus manos que tiembla demasiado para alcanzarlo, pero Scorpius no lo nota a través del velo de lágrimas sobre sus ojos. El chico no deja de llorar. Llora por todo y por nada al mismo tiempo, se siente demasiado débil y lo único que necesita es el consuelo de su madre, pero ella ya no está, así que se conforma con abrazarse a sí mismo, aun cuando su padre se está ofreciendo para hacerlo por él. Su padre tiene toda la culpa después de todo. Solo había una cosa que Scorpius le había pedido y no se la había dado y ahora, todo era un desastre.

—Scorpius no… por favor, no llores, tú sabes que…

Draco no termina su frase. Scorpius lo escucha interrumpirse a sí mismo antes de saber la razón. Las protecciones de la casa vibran violentamente y el llanto de Scorpius se detiene por el desconcierto, de la misma manera que las palabras de su padre de detuvieron momentos antes. Scorpius talla su rostro con las mangas de su camisa, empapándola y ensuciándola un poco. Draco coloca una mano sobre su hombro y le dice.

—Quédate aquí.

El timbre suena.

Scorpius ve a su padre llevar una de sus manos hasta el bolsillo de la túnica dónde él sabe que guarda la varita y sale de la cocina dejándolo atrás, completamente sólo con el té que ya se enfrió y el pastel que no ha sido probado. Quienquiera que sea la persona que se encuentra frente a su puerta, no es amigable y las protecciones los están alertando.

Scorpius espera pacientemente a que su padre regrese, aún está un poco enojado con él, pero lo ama demasiado como para no perdonarlo rápidamente. En el fondo sabe que su padre no ha querido hacerle daño, que se siente tan triste y desolado cómo él y que al contrario de él, su padre nunca ha sabido manejar sus emociones demasiado bien, así que Scorpius decide arreglar todo.

Sale de la cocina con su varita en la mano. No parece que nadie los haya atacado, todo está en orden y silencioso mientras Scorpius se dirige hacia la puerta. Cuanto más se acerca, puede distinguir algunas voces que hablan en voz baja, casi en susurros. Entre las voces distingue la de su padre, pero algo no está del todo bien, Scorpius lo escucha un poco alterado.

—No voy a ir a ningún lado sin mi abogado.

—Creo que lo has malentendido, Malfoy, no ha sido una petición, es una orden. Estás arrestado.

Scorpius se detiene en seco, su corazón golpea fuertemente en su pecho y su cabeza no termina de procesar las palabras que ha escuchado a lo lejos. Sus piernas se sienten débiles, pero más débil se siente él emocionalmente. Sabe que debe de haber un error, su padre prometió que jamás haría nada malo, nunca, se lo prometió a él y a su madre, así que probablemente ha escuchado mal, o esa persona, quienquiera que sea, se ha equivocado. Su padre era una buena persona. Con esa seguridad Scorpius retoma su camino hacia la puerta principal. Sus piernas aún tiemblan pero su determinación es más fuerte.

Cuando Scorpius entra al recibidor, se encuentra con su padre encarando en soledad a al menos tres hombres que él no reconoce de ningún lado, sin embargo, puede decir por sus túnicas que se trata de un grupo de aurores. Draco los mira con el ceño fruncido, cómo si no fueran más que un montón de idiotas incompetentes. Los hombres, en cambio, lo observan cómo si hubieran obtenido una victoria satisfactoria después de un largo juego de ajedrez y Scorpius tiembla de miedo.

—¿Papá…? —pregunta con inseguridad.

Scorpius sabe que desde la guerra, su familia, los Malfoy, no son bien vistos en sociedad y que mucha gente quiere hacerles daño. No que no lo tuvieran merecido, pero su padre está arrepentido de corazón de todo lo que hizo en su juventud y Scorpius lo sabe.

—Ve a tu habitación, Scorpius. —Le manda de inmediato. Ni siquiera le mira, pero su voz suena lo suficientemente segura cómo para que Scorpius se tranquilice un poco. —Arreglaré esto de inmediato. Ahora, ustedes, largo de mi casa.

Los aurores se miran entre ellos antes de someter a Draco Malfoy contra el suelo y esposar sus pálidas muñecas con un encantamiento. Scorpius jadea por la sorpresa y blande su varita sin estar muy seguro de que hacer con ella. Es sólo un niño después de todo.

—¿Por qué están haciendo esto? —demanda saber con la voz entrecortada.

—Ugh, eres tan patético cómo tu padre —, le responde uno de los aurores. —Estamos haciéndote un favor. Capturamos al causante de la muerte de tu madre. ¿No deberías estar agradeciéndonos?

—¿…Qué? Eso no es verdad… mi padre nunca…

Scorpius mira a su padre en el suelo, tiene una expresión de dolor en el rostro, seguramente por el golpe que se dio al ser derribado, pero aún así, hace un esfuerzo por levantar la cabeza y mirarlo para decirle:

—No es verdad, Scorp.

Scorpius quiere decirle que lo sabe, que no tiene que justificarse con él, porque lo sabe, pero antes de que pueda si quiera abrir la boca, uno de los hombres toma bruscamente a su padre del cabello y lo saca arrastrando de esa forma hasta los jardines. Scorpius suelta un alarido de sufrimiento, incapaz de creer que eso está ocurriendo, pero no puede hacer nada, uno de los aurores le ha quitado su varita y otro, mucho más grande y robusto que él lo sujeta por los hombros, como clavándolo al suelo mientras ve a su padre ser apartado de su lado de la forma más humillante posible.

—Él no hizo nada malo —, dice en un susurro ahogado por las lágrimas. —Papá es una buena persona.

El auror que lo custodia no dice nada, pero Scorpius casi puede verlo sonreír a su espalda, después de todo, los Malfoy no son bien vistos entre la sociedad mágica y mucha gente quiere hacerles daño.

Scorpius no sabe cuánto tiempo se quedó de pie frente a la puerta, después de que su padre desapareció de su vista, más allá de la reja principal. Tampoco sabe en qué momento el auror dejó de sostenerlo, pero la sensación de su peso sobre sus hombros era palpable aun cuando alguien lo sujetó de la mano y le dijo:

—Vamos, Scorpius, todo va a estar bien.

La voz es suave y tranquila, al igual que el tacto en su mano y la caricia en su espalda. Eso había sido lo único que Scorpius había deseado obtener durante todo ese tiempo, un poco de comprensión y de cariño que lo mantuviera de pie en esa tierra de confusión, y el recibirlo es como volver a la vida; su corazón vuelve a latir con regularidad y vuelve su capacidad de conectar con todos sus sentidos. Puede sentir sus frías lágrimas sobre sus mejillas y la irritación en sus ojos por el llanto. Puede escuchar —, aunque aún de manera un poco lejana— las voces de extraños y los movimientos que hacen a su alrededor. Puede saborear la sangre en su boca, probablemente se ha mordido un labio en medio de su ansiedad, y finalmente, su emborronada vista se despeja lo suficiente, dejándole ver la silueta del hombre que lo ha salvado de sí mismo.

—¿Por qué no te sientas? —Él pide con voz amable y Scorpius obedece. Un extraño, pero para nada desagradable aroma a menta lo invade. Su mente se siente demasiado distraída cómo para asociar directamente el aroma con su madre.—¿Quieres beber esto? Es té. Te hará sentir mejor. —Scorpius asiente, aún incapaz de hablar, y toma la taza entre sus temblorosas manos. La porcelana no permanece mucho tiempo entre ellas y va a dar contra la alfombra rápidamente, trozándose en dos grandes pedazos. —Hey, todo está bien… —Scorpius siente una mano grande sobre su rostro, limpiándole las lágrimas, se siente extraña sobre su húmeda mejilla pero no le importa demasiado y le importa aún menos cuando un dedo de esa mano le acaricia el labio inferior que escoció al tacto. —¿Te hicieron daño? ¿Alguno de los aurores que vinieron te hizo esto? —Scorpius no sabe de qué está hablando así que simplemente niega. Él sonríe y es una sonrisa hermosa. —¿Está bien si lo curo? Prometo que no duele nada. —Él no espera a que Scorpius responda, simplemente saca su varita y la pone delicadamente contra el labio de Scorpius, que vuelve a doler al contacto. El encantamiento de curación punza un poco sobre la herida, pero la sensación desaparece casi de inmediato.

Los ojos de Scorpius casi han terminado de despejarse y no parece que vayan a derramar más lágrimas pronto. El alivio de saberse cuidado es poderoso en él.

—Mi papá… —, dice entonces, pero no es capaz de decir mucho más.

El gesto amable del hombre se transforma rápidamente en una expresión de furia. Scorpius parpadea un par de veces y entonces puede distinguir a la perfección la nariz recta que se ha dilatado un poco por el enojo, los labios gruesos y rojizos, la piel morena, el mentón cuadrado y la ligera barba que hace que el hombre luzca demasiado serio, demasiado maduro. Scorpius conoce a ese hombre, o al menos sólo de vista, es Harry Potter, con su rostro preocupado por él y la luz del atardecer haciendo que sus cabellos de ébano luzcan uno con el sol.

El corazón de Scorpius salta y siente sus mejillas arder cuando se da cuenta de que lo que está pensando en ese momento: el hombre frente a él, parece un ángel y no puede dejar de mirarlo. Lo peor es que se siente emocionalmente atrapado por él. Casi como amor a primera vista.

—Malf… tu padre va a estar bien, Scorpius. Tú y él van a estar bien. Lo prometo. Así que tienes que ser fuerte ¿De acuerdo?

Scorpius no puede contenerse mucho más, se arroja hacia adelante, abrazando a su salvador y aferrándose a él cómo si su vida dependiese de ello. Quiere creer en esa promesa que le ha hecho y piensa que si hay alguien capaz de traer paz a su vida es él, Harry Potter. Harry, por supuesto, corresponde su abrazo y le acaricia el cabello, haciendo que el estómago de Scorpius se retuerza agradablemente y que el color en sus mejillas se intensifique, incapaz de comprender, en ese momento, que ese simple consuelo iba a ser suficiente para hacerlo caer por él.

Sí, Scorpius iba a ser fuerte. Por su madre. Por su padre.

Y por Harry.


Hola a todos. Gracias por darle una oportunidad a esta nueva historia que, aunque no es de la pareja sobre la cual suelo escribir, la verdad es que me tiene muy emocionada. No les voy a mentir, va a tener mucho angst, pero les prometo que va a valer la pena. Sí, planeo un final feliz.

Esta historia es un Scorbus, pero planeo meter algo de Drarry (o Harco, cómo sea que les guste llamarlo), aunque no va a ser la pareja principal.

Cómo ya entré a la universidad nuevamente, actualizaré cada semana, aunque si encuentro algo de tiempo libre, prometo hacerlo antes.

También, como habrán notado, o espero que lo hayan notado, estoy experimentando con una nueva forma de narración, así que si hay algunos errores, espero me disculpen.

Nuevamente gracias por su apoyo. Les mando un fuerte abrazo *corazones, corazones*