N/A: Hola a todos los lectores de Enfrentándome a los desafíos de la vida, y también a los nuevos lectores.

Antes de empezar, quisiera hacer una aclaración a Nancy: en el epílogo, Nathan tiene unos diez o nueve años.

El Fic está ambientado después del episodio de The Killer Tuna Jump de Sam & Cat (me quedé con ganas de un beso Seddie xD), espero que os guste y que dejéis reviews.

Ni ICarly ni Sam and Cat me pertenecen.


Capítulo 1:

Siempre hemos sido raros

Por mucho que lo negara, Sam se ha estado sintiendo muy mal las últimas dos semanas. Vómitos y mareos la rondan todas las mañanas y, por mucho que duerma, se siente terriblemente cansada todo el día. Odia sentirse enferma. Peor aún: enferma de estómago.

Y la presencia del castaño no ayuda demasiado.

A Freddie le han dado de alta hace una semana. Se supone que debería haberse marchado a Seattle tan pronto como saliera del hospital, pero, debido a un problema en el aeropuerto, los vuelos a su ciudad natal se cancelaron durante una semana.

Y Cat no dudó en invitar a Freddie a quedarse con ellas en el apartamento. Ya podréis imaginar la reacción de Sam.

- ¡¿Qué tú qué?!- gritó la rubia con el rostro desencajado.

- Invité a Freddie a quedarse aquí- respondió con inocencia la pelirroja.

- ¡¿Por qué?!

Cat esbozó una sonrisita pícara.

- ¿Acaso te molesta?

- ¡Sí, me molesta!

- ¿Por qué?

- ¡Porque a mí me…!- Sam se detiene a la mitad de la frase cuando se da cuenta de lo que va a decir-. ¡Porque a mí me molesta Freddie!

- ¿Por qué?

Sam gruñó y se fue dando voces a su habitación.

- Bueno, no se lo tomó tan mal como esperaba- dijo alegremente Cat.

- Wow… tienes muy mal aspecto- dice el moreno, nada más entrar por la puerta y ver a su amiga pálida acostada en el sofá.

Ella abre los ojos y mira al muchacho, molesta:

- ¿Qué quieres, Freddifer?- le pregunta enfadada.

- Ver si estabas bien- responde él, acariciando su frente.

La ojiazul se estremece al sentir la caricia de su amigo, pero deja que continúe.

- Estoy bien, solo cansada- susurra, cerrando otra vez los ojos. En ese instante su estómago gruñe y ella sonríe ligeramente-. Y también tengo hambre…

Freddie sonríe también y se sienta en el sofá junto a ella.

- ¿Quieres que te haga una sopa?

La rubia hace una mueca de asco y niega con la cabeza.

- Tocino- pide en un susurro.

El castaño suspira.

- Sam, no puedes comer tocino, te va a hacer mal- le recuerda.

Ella gruñe y se cruza de brazos.

- Gruñe todo lo que quieras. Nada de tocino.

- ¡Te odio!

El castaño sonríe burlonamente.

- Que tierna, Sammy- dice con sorna.

La rubia agarró uno de los cojines del sofá y se lo tiró.

- ¡No me llames Sammy!- protesta.

El estómago de Sam vuelve a gruñir.

- ¿Quieres la sopa?

La muchacha suspira y asiente, dándose por vencida.

Freddie sonríe y se dirige a la cocina.

Al poco tiempo el castaño regresa con un cuenco humeante. Sam alza la cabeza y mira con ojos deseosos el plato.

- Parece que alguien tiene hambre- dice el chico con burla.

La ojiazul rueda los ojos y trata de arrancarle el recipiente.

- ¡Trae!- exige Sam, intentando quitarle el cuenco.

- ¡Sam, estate quieta! ¿Pretendes tirarme la sopa encima?- la rubia gruñe y se cruza de brazos. Freddie suspira y trata de reprimir, sin éxito, una pequeña sonrisa-. Toma.

Sam empieza a comer con ahínco, pero al poco tiempo suelta la cuchara, deja el cuenco de sopa en la mesa y coge un balde que estaba junto el sofá.

Se inclina hacia delante con el recipiente entre las manos y comienza a vomitar.

El castaño pone una mueca de asco: él odia los vómitos, son realmente asquerosos…

Se arma de valor y el frota la espalda con una mano a su amiga, mientras que con la otra sujeta su cabello rubio.

El cuerpo de Sam se sacude de nuevo, presa de toses y arcadas. El vómito llega de nuevo a su garganta y vomita otra vez.

Y así durante diez amargos minutos.

Freddie se pregunta cómo Sam puede tener tanta comida en su estómago que vomitar.

Cuando cree que se termina, el vómito vuelve a salir de su boca.

Finalmente, la rubia respira hondo varias veces. Se limpia su boca con la manga de su camiseta y vuelve a tumbarse en el sofá, con las manos acariciando su estómago.

- ¿Estás mejor?- le pregunta, con preocupación, el castaño.

Sam no pudo evitar sonreír ante lo inquieto que está Freddie.

- Claro que sí, Freddiota- le respondió burlonamente.

- Sammy, ¿qué dijimos de los apodos?- le dijo el moreno de la misma manera.

- ¿Y qué te dije sobre llamarme Sammy?

- Yo no te llamaría Sammy si tú no me llamases por esos extraños apodos.

- Pero yo soy Sam Puckett y Sam Puckett debe molestar a un nerd. Y ese nerd eres tú.

- Oh, me alegra ser…- Freddie se detuvo en bruscamente en mitad de la frase -. ¿A qué hora llega Cat de Hollywood Arts?

Sam entrecierra los ojos y se queda pensativa unos segundos.

- No lo sé- dice finalmente, encogiéndose de hombros-. Tampoco es que me importe mucho…

Freddie suelta una pequeña risa y niega con la cabeza.


- Narra Sam-

Luego de unos minutos, Freddie se fue a la tienda para comprar algo de comida para la cena, y Cat todavía está en su tonto instituto, por lo que me he quedado sola en casa.

Yo sigo tumbada en el sofá, tratando sin éxito de conciliar el sueño. Últimamente no puedo dormir, me paso la noche entera dándole vueltas al tema que tanto mi inquieta: Freddie.

Cat dice que es porque todavía me gusta. ¿Y que sabrá ella de amor? ¡Por favor, está enamorada de Robbie! ¡De Robbie! No tiene ni idea… Además, es absolutamente imposible que a mí me guste Freddie, nuestra relación es cosa del pasado, y no fue nada bien. Él fue el único chico que consiguió que me abriese, el único que derribó la muralla, y la forma en que acabó todo fue demasiado dolorosa, y no estoy dispuesta a pasar por ello de nuevo.

Esa idea la tuve clara desde el momento en que me subí a mi motocicleta y dejé atrás Seattle y, con él, mi amor hacia Freddie.

Pero desde que él ha regresado, empiezo a notar que ese sentimiento está empezando a aparecer de nuevo. Cada vez que me regala una sonrisa torcida de las suyas o un simple roce es suficiente para que mis mejillas se tornen coloradas y el corazón se me acelere.

Y esa sensación sigue ahí, y a medida que pasan los días y me acerco más a él, el sentimiento se hace más fuerte, y quiero decirle la verdad. Contarle lo que siento y desear que haya alguna oportunidad para un nosotros. Pero entonces vuelvo a la realidad y me doy cuenta de que no puedo decírselo, de que no puedo permitirme sentir nada por él; recuerdo el dolor que sentí cuando besó a Carly. No puedo amarlo, simplemente no puedo.

Oigo como la puerta del apartamento se abre y giro la cabeza para ver a la gótica pelinegra con las llaves de casa en la mano.

- Wow, tienes muy mal aspecto- me suelta.

Hago una mueca y ruedo los ojos.

- Tú también estás muy guapa hoy, Jade- digo sarcástica.

Ella sonríe burlonamente y se sienta en el sofá a mi lado.

- ¿Y cómo es que tienes las llaves de mi apartamento?- pregunto extrañada.

- Es una larga historia…. Cat y yo nos quedamos a ensayar después de clase y ella recibió una llamada de Freddie, y él le dijo que tardaría un par de horas en volver a casa porque el supermercado estaba cerrado y tenía que ir a la otra punta de la ciudad para comprar la cena. Y como Cat tenía una cita con Robbie, me encargó a mí que hiciese de niñera hasta que Freddie o ella regresasen… a cambio de veinte dólares, por supuesto- explicó ella, enseñándome el dinero con una sonrisa triunfadora.

- ¡Pero yo ya soy una adulta! ¡No necesito una niñera, puedo cuidarme solita!- protesto.

- Puckett, ¿acaso has visto la pinta que tienes? Se nota que estás enferma, y Cat no es tan idiota como para dejarte tanto tiempo sola en casa en estas condiciones y… cambiando de tema… ¿qué enfermedad se supone que tienes? No vaya a ser que tengas algo contagioso…

- Oh, Jade, tú siempre preocupándote por mí…- mascullo irónica-. Bueno, no sé exactamente que es, pero supongo que será algo del estómago, no paro de vomitar y tengo nauseas cada vez que huelo la comida.

Ella asiente.

- Ajá… ¿y te sientes cansada y tienes a menudo ganas de… hacer pis?- pregunta ella divertida.

Miro a la pelinegra extrañada y con el ceño fruncido.

- Pues… sí… ¿Cómo lo sabes?

Jade sonríe maliciosamente.

- Mmm… esto se pone interesante.

- ¡Jade, te he hecho una pregunta!- le grito alterada.

- Puckett, relájate. Ya sé lo que te pasa…

- Cuéntame- susurro con fingida ilusión, bostezando.

- ¡Estás preñada!- anuncia ella con una enorme sonrisa.

Me quedo petrificada asimilando lo que acaba de ocurrir.

Segundos después, empiezo a reírme.

- Ya, ya…

La pelinegra suspira con resignación.

- Está clarísimo, tienes todos los síntomas: nauseas, vómitos, cansancio, ganas de hacer pis y tus tetas están como tres veces más grandes de lo normal- replica, medio riéndose al decir la última parte.

Hago una mueca de asco.

- ¿Me has mirado las tetas?

Jade rueda los ojos.

- Vamos, Puckett, antes tenías las tetas de una niña de siete años y ahora tienes un par de buenas…

- ¡Ya, cállate!- la interrumpo furiosa, poniéndome colorada-. Primero: te vuelvo a repetir que es imposible que esté embarazada y segundo: ¡mis tetas siempre han tenido un buen tamaño!

Mi amiga suelta una sonora carcajada, pero luego tarta de ponerse seria.

- Sam, mira… puede que me esté equivocando, pero… no es imposible. ¿Acaso no recuerdas lo que pasó en casa de Tori?

Automáticamente, mis mejillas vuelven a ponerse rojas al recordarlo:

Hace unas semanas, Freddie, Cat, Jade y yo habíamos ido a una fiesta en casa de una amiga de Cat, Tori Vega. Cat se había encontrado con la tal Tori y empezó a hablar con ella, por lo que nos dejó a solas a Freddie y a mí. Ambos estábamos aburridos, y entonces nos tomamos una copa. Luego otra. Y otra. Y así hasta que estuvimos totalmente borrachos.

- Sam, ¿te he dicho lo cachonda que estás esta noche?- dijo.

- Awww, te amo tanto…

- Yo también te amo.

Y nos besamos. Pero las cosas se salieron de control y, no sé cómo, pero a la mañana siguiente, al despertarme, lo primero que vi fue a Freddie, envuelto en una sábana blanca en la misma cama que yo.

Acordamos no volver a hablar de ello nunca.

- Mierda…- susurro.

Jade me pasa un brazo por detrás de los hombros.

La habitación entera se queda en silencio.

- ¿Y ahora qué?- pregunto, mirando al suelo.

La pelinegra suspira y se pone en pie.

- Ahora hay que comprar una prueba… ya sabes, para asegurarnos.

Asiento sin fuerzas y me pongo en pie.

Agarramos nuestros abrigos y salimos a la fría noche de Los Ángeles. Ninguna de las dos dice nada.

Caminamos lentamente en silencio sepulcral hasta que Jade habla:

- Suponiendo que estés embarazada… Freddie y tú… ¿volveríais juntos?

- No lo creo.

- Entonces, ¿dos amigos esperando un bebé? Eso es… raro…

Sonrío.

- Bueno, nosotros siempre hemos sido raros.

N/A: y aquí termina el primer cap. ¿Qué tal? ¿Os ha gustado? ¿La sigo? ¿Sí? ¿No?

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Un abrazo.