1. Luna, sangre y el comienzo de un triste sueño.
Era una fría noche de invierno. Copos de nieve caían como confeti y la luna iluminaba cual farola el inmenso bosque de aquella zona. Todo confabulaba para crear un paisaje de ensueño; sin embargo, no hay que dejarse engañar por el ambiente. Entre las cortinas de niebla y los árboles sin hojas, se desarrollaba una persecución digna de una película de terror.
Con sus pequeñas piernas, corría una niña de melena azabache, temiendo que la bestia que la perseguía la atrapase y se la comiese. Si no fuese porque un gato se interpuso cuando ese monstruo se enfocó en ella, luego de haber devorado a sus padres, no hubiese tenido la oportunidad de escapar.
-"¡Huye, Himeko! ¡Sálvate! "-todavía podía escuchar las últimas palabras de su madre antes de ser asesinada por aquella sanguinaria bestia que, ahora, la perseguía a ella.
Sabía en su interior que por más que huyese, no podía deshacerse de ese enloquecido vampiro. Eran la viva imagen del gato y el ratón. Este solo estaba jugando con su presa, torturándola con la esperanza de salvarse, para finalmente clavarle los colmillos y saciar su sed.
Un jalón de cabellos fue suficiente para que el vampiro atrapara a la infanta. Tomándola del cuello, empezó a apretar su agarre, dejándola poco a poco sin aire.
-Muere, rata albina... ¡Así, podré volver a ser humano! -gritó a los cuatro vientos el desquiciado vampiro.
-Alguien... S-Sálveme... ¡Por favor! -la verdad era que desconocía porque usó ese adjetivo con ella, si claramente no tenía ningún signo de albinismo. Lo único que sabía era que su visión se estaba volviendo borrosa y que, si nadie la salvaba de aquella criatura, moriría inevitablemente.
De repente, se escuchó la explosión que provoca una bala al ser disparada. El agarre del vampiro se hizo rápidamente débil, soltando a la niña y cayendo al frío manto de nieve junto con su víctima. Negro y rojo se encontraron en ese gélido y blanco lienzo.
Debido al ataque, la pequeña solo pudo contemplar la difusa imagen del hombre que la rescató antes de caer en la inconsciencia.
«Los vampiros son bestias de filosos colmillos y de brillantes ojos carmesíes
Monstruos con miradas cargadas de una sed insaciable de sangre
Sin embargo, la mirada de aquellas irracionales bestias también carga el enorme deseo de libertad, anhelando recuperar eso que se les fue cruelmente arrebatado»
.
.
.
*10 años más tarde*
-Yagari, pequeña Himeko, ¡Qué gusto volver a verlos! - se lanzó para recibirlos con un abrazo y como era costumbre, el famoso ex cazador de vampiros y actual director de la Academia Cross, Kaien Cross, fue olímpicamente ignorado por sus visitas, quienes se hicieron a un lado para evadir la efusiva muestra de afecto.
-También es un gusto verlo de nuevo, señor Cross. Pero, preferiría que omitiese esas calurosas bienvenidas en el futuro. -dijo con una radiante sonrisa la que respondía bajo el nombre de Himeko, sentándose en las sillas que se encontraban al frente del escritorio del director. Mientras tanto, su padre adoptivo se limitaba a recostarse en una de las paredes de la oficina y encendía su enésimo cigarrillo.
-Actúas como toda una princesa, pequeña Himeko. Todavía recuerdo cuando fuiste rescatada por Yagari de ese vampiro clase E hace 10 años. Eras tan desconfiada y cortante con los demás cuando te conocí. -confesó el director Cross, con las manos en las mejillas y los ojos destellando cual estrellas.
-Aún sigo siendo desconfiada y cortante, solo que de una manera más sutil. -declaró Himeko con la misma sonrisa de antes.
-Dejemos la charla y vayamos al grano. ¿Cómo se encuentra Zero? -dijo Yagari, cansado ya de tanta plática sin sentido. Tanto él como su hija habían decidido ir a esa academia por cierto albino, no para perder el tiempo hablando de temas que no venían al caso.
El director de dicha institución desvió su atención hacia unos cajones, de donde sacó una foto y se la entregó a la chica de azabache melena, quien se sorprendió bastante de cómo había crecido su antiguo amigo y actual colega en el oficio de los caza-vampiros. El padre de ella también se asomó a ver dicha fotografía, analizándola hasta el menor detalle.
-¿Una expresión seria? ¿Está en una fase de rebeldía? -cuestionó el de mirada azulina.
-Kiryuu no es esa clase de chico. Si quieres puedes tener la foto.
-Estoy ocupado. No me molestes.
Himeko no pudo evitar reírse para sus adentros ante tal cómica escena. Regresó su vista a la foto, percatándose de la presencia de una joven castaña en ella.
-¿Quién es la chica de la foto, señor Cross? -preguntó la azabache, mostrándole la foto al susodicho.
-Ah, ella es Yuki, mi hija... Aunque es un año menor que Zero, es una chica fuerte. -el mayor dejó escapar un suspiro - Ese fue el primer día de Zero en la escuela. Cedió ante la insistencia de Yuuki.
-¡¿Qué?! ¡¿Primer día?! ¡¿Se atrasó un año?! -tanto Yagari como Himeko estaban bastante sorprendidos ante tal noticia.
-No se preocupen por eso. Sus resultados son buenos. Solo se atrasó en la secundaria.
-Olvídalo. -contestó el ojiazul - Es comprensible su desgano de asistir. Dado que los de la clase nocturna están en la sección de secundaría, hubiera sido difícil no encontrarse con ese "sangre pura".
-Le he preguntado a Zero para tomar la tarea de mantener a raya a los problemáticos de la clase nocturna.
-Y, ¿Qué pasa con tu tratado de paz? ¿Acaso no confías en ellos? -cuestionó Yagari.
-Claro que confío en ellos, pero no olvido que son jóvenes todavía.
-Dejarlo aquí contigo es un error.
-Fue la mejor solución que encontraste en su debido momento, padre. -mencionó Himeko, mirando a su tutor legal de reojo.
-Himeko tiene razón. Desde aquel entonces, no nos hemos vuelto a ver en 4 años. -confesó el director Cross -Me sorprende que esté vivo y hablándote ahora.
La ojiamatista, quien seguía viendo las fotos que le ofreció el director donde aparecía Zero, recordó un suceso del día que presenció y le llamó la atención.
-Señor Cross, -dijo, llamando su atención - el día de hoy había un clase E merodeando por las calles.
-Ah, sí. ¿Hicieron su trabajo?
-Iba a hacerlo, pero se me adelantaron. Siendo más específica, un noble de la clase nocturna. -su eterna sonrisa en combinación a su enojado tono de voz daba un aspecto más bien aterradora. Sin embargo, el mayor no se vio perturbado por esa expresión.
-Te habrás equivocado, Himeko. La clase nocturna tiene prohibido salir del plantel y menos de los dormitorios de la luna durante el día.
-Es obvio que ellos no se dejaran retener por una regla tan trivial. -apoyó el cazador al hecho que mencionó su hija adoptiva.
-¡No! Debió ser alguien que salva a la gente en las calles. -volvió el director a negar lo innegable. Era bastante obvio que el mayor intentaba cubrir a sus alumnos con excusas poco convincentes.
-Los únicos que deberían matar vampiros somos nosotros, los cazadores de vampiros. -padre e hija se alistaron para retirarse de la oficina, pero la voz del director Cross los detuvo.
-¡Les prohibiré matar! Pero, ¿Qué los trae por aquí?
-Definitivamente, no a visitarte.
-Padre, no seas tan grosero. -le regaño Himeko junto a una mirada de disgusto -Hemos venido a ver a Zero. Mi padre y él tienen una promesa de sangre que cumplir.
Habiendo dicho eso, ambos se fueron dejando al pelipaja solo en su oficina. Este se dirigió a la ventana, quedándose pensativo, mirando el oscuro cielo de la noche.
-Una promesa, ¿eh? -preguntó a la nada -No hay problemas si se trata de Himeko, pero si se trata de él, solo dejaré que pasen un tiempo juntos como antes.
Ya en la entrada de la academia, Himeko se tomó la libertad de arrebatarle el cigarrillo de la boca a su padre y mentor, para lanzarlo al suelo y pisarlo en una manera de apagarlo.
-¿Por qué hiciste eso? -gritó Yagari, molesto por tal acción.
-Te he dicho varias veces que dejes el cigarrillo, pero ni caso me haces. Sabes bien que detesto que fumes y mucho menos en mis narices. -le contestó la azabeche, a quien no le pudo responder el cazador porque tenía la razón.
Lanzando un suspiro al aire, el mayor tomó su pistola, mientras su hija y alumna sacaba sus cuchillos gemelos. Una simple mirada bastó para que ambos emprendiesen camino hacia su objetivo, a quien suponían estaría a punto de morder a alguien.
Un joven de cabellos blancos que luchaba contra sus instintos vampíricos y una muchacha que buscaba la forma de ayudar a su amigo: ese era el escenario que se desenvolvía en una de las zonas de la prestigiosa Academia Cross.
Sin poder contener más aquella sed que lo seguía desde mucho antes, preparó sus filosos colmillos para clavarlos en el cuello de ella, mientras que por dentro luchaba con fuerte voluntad por detener lo inevitable. La chica, decidida a hacer reaccionar a su albino amigo, lo empujó a la alberca que se encontraba a un paso de ellos, cayendo ambos al agua.
A duras penas lograron salir a la superficie para llenar sus pulmones de oxígeno. Sin embargo, un disparo logró rozar el hombro del joven vampiro clase D, quien no pudo evitar llevarse la mano a su herida y hacer una clara mueca de dolor.
-Detente ahí, vampiro. O, ¿Debo usar esta arma contra mi lindo estudiante? -ambos jóvenes voltearon a ver al sujeto que apuntaba con su pistola al chico. Su mirada intimidante le puso los pelos de punta a la castaña, quien intentaba comprender lo que estaba sucediendo.
-Tiempo sin vernos, Zero. -dijo una joven azabache de orbes amatistas y una refinada sonrisa.
¿Estudiante? ¿Tiempo sin vernos? ¿Quiénes rayos eran esas dos personas? La castaña volteó a ver al susodicho, quien llevaba una expresión de asombro en el rostro, como si los conociera.
No importaba quienes fuesen, no dejaría que le hiciesen daño a su querido amigo.
