N/A: Hello everyone! Bueno, por si no quedó claro en el summary, aquí voy a subir una serie de one-shots basados en el ship JetxWave (a falta de ideas para hacer un longfic de ellos), con distintas temáticas, géneros y eso. Así que espero que les agraden mis historias *3*)/

Yall' know, estoy abierta a cualquier tipo de crítica constructiva, y guardo en el fondo de mi complicado corazón cada comentario que me hacen, así que no duden en dejar sus reviews, por lo más mínimos que sean :') Ok-ok-ok, los dejo con el primer one-shot.

Título: Muerte instantánea

Canon/AU: Human!AU.

Rated: ¿K+?... No sé en qué categoría cae esto x'DD

Genre: Angst, Hurt/Comfort.

Disclaimer: Sonic y sus personajes propiedad de SEGA/Sonic Team.


Muerte instantánea


Increíble era pensar en que una simple mancha de café en la mesa pudiese significar tanto para Wave, al extremo de mantenerla con su vista fija en aquel punto durante tanto tiempo. La había estado estudiando minuciosamente, una y otra vez, sin aburrirse; como si se negase a abandonarla.

Se sobresaltó cuando el otro apoyó una taza con fuerza frente a ella, derramando un poco de su contenido y tapando la mancha a la vez. Wave la tomó entre sus temblorosas y descubiertas manos, restándole importancia al hecho de que se estuviese ensuciando en el acto, e insistió en sorber el café aunque estuviese hirviendo.

Jet arrastró la silla contra el suelo y pateó el desorden bajo la mesa, sacando a flote su falta de modales y su posible fastidio interno, para luego sentarse frente a ella; y con mayor razón —y altanería— Wave siguió bebiendo.

Había solo un plato en la mesa para ambos, en el cual Jet iba dejando panes ya endurecidos y uno que otro, que sería recogido por el más afortunado, con raspados de mermelada.

Se llevó la comida a la boca, ignorando lo dolorido que habían quedado sus labios al quemarse de tal forma, masticando sin ganas y luchando para no verlo a los ojos.

Si todo lucía de por sí gris, el entorno se volvió el doble de opaco cuando se reventó sonoramente la bombilla de la sala, quedando a oscuras todo a su lado izquierdo.

Ese cuchitril de apartamento era un autorretrato de sus actuales sentimientos.

Había demasiado silencio, tanto así que lo escuchaba tragar y hasta masticar, y oía sus propia respiración perturbada. Le asustaba, le angustiaba, pues había estado toda una vida familiarizada a que hablasen tantas voces interrumpiéndose entre sí, a que resonasen con sorna carcajadas masivas por toda la casa, a que parlotease la televisión con el mismo noticiero a pesar no tener espectador alguno...

Extrañaba el bullicio, los gritos y peleas, aunque éstos la hubiesen enfermado y corrompido al punto de hacerla gritar también. No soportaba el silencio.

Y eso, el silencio, le arañaba el orgullo mucho más que el hecho de que estuviese comiendo pan en mal estado.

Aunque quizá no se trataba del orgullo...

Se puso de pie, porque lo había sentido: dos golpes sincronizados, en su pecho y garganta. Se tambaleó al enredarse con el desorden bajo la silla, e intentó zafarse y huir, pero él la detuvo con sólo hablarle.

—Wave —nombró él, y ella podría haber jurado desconocer aquel tono en su voz.

Le surgió ir rápido.

Ella había sacado su pie del tirante de mochila que la retenía, pero él nuevamente se interpuso en su propósito.

—¡Wave! —Había llegado hasta a ella, haciéndola reaccionar al sujetarla de los hombros.

—¡No! —Se desgarró la garganta con semejante alarido, y no quiso hacer un mínimo esfuerzo por controlarse.

Lo encaró, incluyendo a su palidez; los tintes de cólera que pintaban su expresión neutra; y sus orbes celestes que la escaneaban intrigados.

Wave no emitió sonido alguno, sólo apretó los labios y dejó que su llanto le empapara las mejillas, al antojo de su conmoción. Estaba segura que no era la primera vez que él la veía en esas condiciones; así de débil, llorando.

—¡Escu...!

—No, no quiero. No quiero nada, ¡nada! —Movía la cabeza de lado a lado, pero sin intentar soltarse.

Soltó unas cuantas lágrimas más, mirando a la nada; buscando algo particularmente especial para ella, en la nada.

—¿No crees que ya es mucho berrinche?

¿Berrinche? ¿¡Berrinche!? Si se lo proponía, aumentaría los caudales de los ríos con su llanto, para desafiarlo y demostrarle que sí había razones para llorar.

Todo su interior temblaba en el acto que se sorbía la mucosidad que había traído su llanto, y sus dedos se socorrían entre ellos; asustados de esas manos que seguían pegadas en sus hombros. ¿Acaso iba a sacudirla? ¿Amargarle el alma todavía más? ¿Pegarle alguna bofetada?

Con el paso de los años, le había tomado miedo. Miedo le causaba verlo respirar en son de fracaso, o de desesperación, pues no tenía reparo en alzar la voz, desquitarse a golpes o a tomar los decisiones más dementes; egoístas y racionales.

No siempre había sido así, y esas actitudes habían permanecido enterradas en aquella época que, siendo un trío imperfecto, los Babylon Rogues estaban perfectamente bien; era algo así como la perfección en lo imperfecto.

Pero no había tiempo para análisis, de buscar la manera para salir adelante; tampoco. Sólo le quedaba aferrarse a su sentimentalismo recién nacido, negarse a pensar y morir enterrada en el desasosiego.

No importaba si era ilógico, si era tonto; porque era una tristeza que nacía del alma, de ésas imposibles de ignorar.

Muy bien: le tenía miedo a su líder y el trío ya no era perfecto... Es más, ya ni siquiera eran un trío.

Si seguía así, le esperaba un futuro de sumisa, de maltratada; donde no pudiese seguir respondiendo a los gritos de Jet y se rebajase siempre al llanto. Ese sería su futuro, pero se le había inundado el cerebro con lágrimas, y ya se había estropeado ... Sólo quedaba llorar.

Llorar y soportar a su líder por cuenta propia, sin Storm.

No supo qué intentó hacer el otro, pero ya estaba hecho; cuando movió el desorden de cosas bajo la mesa con su pie, pateó cierta mochila y de ésta se derramaron rings por todo el piso.

Wave bajó la vista, atraída por aquellos tintineos traicioneros, quebrándose de inmediato al ver cómo no uno, sino varios, estaban tocando sus zapatos.

—¡Nooo! —Se sentó y alargó el sonido durante la mayor cantidad de tiempo que le permitiese su dolorida garganta, hasta desvanecerse en sollozos.

Aun con las manos cubriendo su cara, su cara de cobarde; su cara de inútil; y esparciendo todo el maquillaje que no había podido quitar en días, sentía la insistencia de los orbes celestes de Jet traspasar aquella barrera.

—¿¡Por qué lo trajiste!? ¡Te dije que no lo hicieras, no lo quiero! —pateó los anillos.

—¿Y con qué crees que vamos a sobrevivir, eh, idiota? —se limitaba a contestar, con una actitud que no hacía sino que pareciese exento del problema, y que no hacía sino enojar aún más a Wave.

«Idiota», resonaría en la cabeza de la mecánico, de manera agresiva.

—¡Preferiría poder seguir con él a tener tanto dinero! —remontaba ella.

Lo miró desde su posición temblorosa; y él sólo se había cruzado de brazos.

—¿¡No vas a decir nada!?

Él apretó los dientes, y la miró por largo rato.

Ella se preguntó en qué podría estar pasando por la mente del chico. ¿Su patética imagen; una vagabunda destrozada? ¿Las ganas que tenía de marcharse? ¿El dolor que sentía uno cuando se le manchaba el orgullo?

—Wave. —Nombraba desde su aparente indiferencia—. Sabes que no fue tu culpa...

La chica rió, pero sus desabridas carcajadas perecieron con rapidez en su lengua.

—¿Y de quién si no? —Jadeaba, inclinándose y dejando que su enredado cabello le tapase el rostro—. Podría haber tardado un poco más cortando toda la seguridad, pero no... ¡Fui tan estúpida que tuve que apresurarlos a todos!

—Wave.

—Sí —continuaba su monólogo, aferrando sus dedos a una cabellera púrpura que había perdido el brillo que lo caracterizaba antes—, no era nada del otro mundo, era el doble de trabajo pero nada que no pudiese descifrar...

El llanto parecía no dar tregua; sus ojos no parecían tener intención alguna de detener su lagrimeo.

Los recuerdos la envolvieron, y se vio en el lugar de los hechos; y parecía tan real... Estaba el mismo dolor de cabeza que llegaba cuando se trataba de dejar de respirar y hablar; la angustia, como si hubiese una cuenta regresiva moviendo su cuerpo; y hasta estaba la altanería con la que movía sus dedos en sus aparatos tecnológico, presumiendo de su inteligencia... La cual había parecido morir allí.

Le nació la necesidad de retroceder el tiempo; de no haberse confiado tanto de sí misma; de haberle dado un último abrazo a Storm...

—Wave.

Las sirenas de policía habían sonado a lo lejos, atraídas por el rumor de una alerta de seguridad que no había podido ser cortada, y entre la neblina de la madrugada y sus apresurados movimientos, todo el trío acordó huir.

Parecía estar todo en su memoria; el resonar de los disparos, las chispas saltando de las tecnologías estropeadas y las órdenes agresivas de Jet; todo, menos aquello que falló, que los hizo fallar; que se llevó a Storm.

Se le volvió a comprimir la garganta.

—O quizá no soy tan buena —se forzó a admitir—, quizá haya alguien que planee los robos de su equipo y los mantenga a todos con vida.

—No seas tonta, ya pasó...

Decía la verdad, la realidad; sin ningún esfuerzo aparente por consolarla o apaciguar su histeria; detener la manera en que se estaba destruyendo.

Clavó sus ojos con ira en él.

A ella podía destruirla, pero no podía restarle importancia a algo como la pérdida de Storm; no iba a tolerárselo.

—¡¿No te duele, acaso?!

—...Todos sabíamos que podría pasar esto, a cualquiera de nosotros —persistía, con una lentitud que sonaba extraña con su voz.

—¡Nunca nos había pasado algo similar! —Siempre habían sido los mejores, inigualables; pero a ella le dolía soltar aquel título.

—No deberíamos atascarnos en esto.

Por primera vez, Jet hablaba como un líder, con madurez, seriedad y tomando en cuenta lo que era mejor para el grupo... Pero Wave no estaba en condiciones de halagarlo.

—¿Cómo es que piensas en dinero aún con todo lo que pasó? —embestía, pero luego, una imagen llegó a su mente—. ¡Oh, claro...! Tú no eres un asesino.

Él abrió los ojos, y clavó su asombro, su perplejidad, en ella.

—¡Wave! —Esta vez sí la regañó—. No sigas, mujer...

—¿Qué quieres que haga? —Volvió a llorar—. No pude cubrirlo. Lo dejamos solo, y no podemos volver. Ya no.

Con aquel inicio de llanto desgarrado, admitió oficialmente que había perdido la vergüenza. Si era de niña pequeña atascarse en un problema, estaba dispuesta a hacerlo.

Pero es que se trataba de Storm, se trataba de su culpa.

Pensar en que todos los años que lo tuvo junto a ella no había hecho sino humillarlo, discutir, malgastar el tiempo... Y ahora, sólo le quedaba el recuerdo del quejido que había soltado cuando impactó la bala en él... Eso, sumado a la mancha de café que él había derramado la misma mañana del fatídico hecho; por la cual, además, Wave lo había regañado.

No volvería a tenerlo nunca, y eso dolía.

Ahora sólo estaba Jet, que la miraba distante y no comprendía su mar de emotividad.

Y también estaba ella, un alma encadenada a un hecho nefasto que le había absorbido toda la vitalidad del cuerpo. Estaba condenada a vagar sola, desde aquella muerte instantánea que había sufrido al ver la vida resbalarse con lentitud del cuerpo de su compañero, la cual se le repetía en todo momento y en cada lugar, con cada cosa que hiciese, como si se tratase de otro tatuaje en su piel.

Se enderezó, se fregó los ojos y alejó los cabellos de su cara.

Suspiró, tiritando en el acto.

La incertidumbre cayó sobre ella, pues Jet la había levantado de las muñecas, con ese tosco agarre que no la trataría de manera especial a pesar de su situación, de su sufrimiento.

—Lo extrañaré —comenzó Jet, calmado, realmente calmado; como si hablase de algo realmente importante para él—, al igual que tú. Será diferente sin él, pero...

Se engancharon sus miradas, y por primera vez no había prisa, ni vergüenza, y aceptaban el contacto con delicadeza.

El celeste y el cobalto danzaron, uniéndose, entendiéndose, hablándose.

A pesar de todo, estaban juntos.

Él la rodeó con fuerza; era una de las pocas veces que lo había hecho. Ella siguió llorando en silencio, moviendo los brazos por su espalda con torpeza, como si no supiese abrazar y estuviese buscando la mejor postura para abandonar tanta emoción.