Are You Sad, Sitar?.


Disclaimer: Kingdom Hearts no me pertenece, es propiedad de Square Enix, Disney, etc... No pretendo

lucrarme con este fanfic, sólo entrener a los fans. n_n


Capitulo 1 - The Sad Sitar. The Sad Musician.


"Sweetest melodies carry on till the end of the night
Through the doors where secrets hiding
In the shadows all out of sight."

E-Rotic (Cat's Eye Opening)


El Sitar estaba apoyado contra la nacarada pared, lanzando azules destellos misteriosos.

Parecía, de alguna manera, el instrumento musical de un cuento de hadas.

Un instrumento dormido, aguardando que alguien hiciese vibrar sus aletargadas cuerdas (que en aquellos instantes brillaban cómo si fueran de delicado cristal) para que un baile espectral comenzara.

Pertenecía al Nocturno Melodioso. El número IX de la Organización XIII: Demyx.

Nunca, se dijo Zexion, aquel Sitar creado a partir de agua había parecido más enigmático... y nostálgico. Casi cómo si tuviese vida propia, unos invisibles ojos vigilantes que fueran tan azules cómo los de su dueño, y observaran solemnes todo cuanto ocurría a su alrededor.

La música solía ser alegre, eso suponía Zexion (el Conspirador Velado), desde su punto de vista absolutamente frío, desapasionado. Propio de un incorpóreo hasta la médula.

Pero el Sitar parecía triste y desamparado, a pesar de su majestuosidad, apoyado contra aquella clara pared.

Parecía, imposiblemente... contener unas lágrimas de agua salada, un dulce anhelo infinito..., una triste desesperación oculta bajo un revestimiento de serenidad y dureza.

Todo aquello transmitía un simple e inanimado instrumento musical.

Qué tontería.

Porque, para empezar, Zexion ni siquiera podía sentir nada. Y menos aún interpretar tan bien sentimientos cómo el miedo, las dudas, la angustia, y el ansia.

Simplemente, los había olvidado hacía muchísimo tiempo. Tanto, que ya a penas recordaba haberlos tenido siquiera.

Cuando Zexion no existía, y sólo estaba Ienzo...

Ienzo, que ya no se encontraba en ningún lugar del mundo...

Y sólo quedaba, finalmente, Zexion.

Entonces, ¿a qué se debía que el Sitar del número IX le hiciera cavilar tanto?. No tenía ningún sentido.

Nada en el mundo podía responder a esa insistente pregunta en la mente de Zexion. ¿Por qué?. ¿Por qué le parecía tan insufriblemente triste aquel aparatoso objeto acuático que nunca hasta entonces le había llamado especialmente la atención?.

¿Por qué?.

Zexion conocía miles de millones de libros; muchos de los que había leído y memorizado estaban escritos en idiomas perdidos a través de los tiempos que ya nadie recordaba. Otros, resultaban incomprensibles hasta para el mismísimo Xemnas, y hasta también para Ansem el Sabio y el maestro Yen Sid. Pero para Zexion tan sólo eran un juego de niños, no suponían ningún problema en absoluto. Los conocía al dedillo.

Pero en ninguno de sus conocimientos, y eran vastos cómo el cielo infinito, parecía haber ninguna respuesta a su pregunta.

Cómo tampoco había hallado ninguna, tiempo atrás, sobre la verdadera esencia del corazón, ni sobre la autentica naturaleza de los incorpóreos.

Y ahora... aquel enigma sobre... un estúpido Sitar apoyado contra una pared, le impedía estar tranquilo.

Le impedía pensar en cosas útiles para la Organización, en sus eternos estudios, en su eterna Nada.

Porque el instrumento parecía llorar. Parecía temblar, incluso.

De soledad.

Cómo si un terrible y pavoroso peso le estuviera asfixiando. Al Sitar azul de agua.

Si no fuera, claro, porque tan sólo era un arma, al fin y al cabo. ¡Sólo eso!.

Pero... de algún modo... Zexion casi podía sentir en sus dedos las cálidas lágrimas, dulces, que el instrumento parecía querer verter realmente sobre el suelo de un momento a otro. Y era cómo si alguien estuviese gritando en algún lugar, buscando ayuda... enviando su profunda tristeza y su anhelo de luz al mundo, con la esperanza de que alguien pudiese escucharlo... Y acudir en su rescate.

"¿Dónde estás?", estuvo a punto de decir Zexion en voz alta, sorprendiéndose a sí mismo por su propio impulso.

¿Qué le había dado?. ¿Es que se había vuelto loco?.

Nadie lloraba. El Sitar tan sólo era un arma. ¡No había nadie a quién buscar!.

Y aunque lo hubiera... Ése no era el problema de Zexion.

Él tan sólo era un incorpóreo, nada más. No le interesaba ayudar a nadie. Socorrer a nadie. Todo le era... indiferente.

Decidió, pues, marcharse de aquella sala vacía y silenciosa del Castillo Inexistente, para no tener que seguir observando aquel instrumento infernal que le hacía plantearse unas dudas que le agobiaban, le confundían y acaloraban de un modo totalmente impropio en él... cómo si tuviera fiebre.

Decidió huir de aquella tristeza sobrecogedora, y a la vez llena de ternura, que impregnaba aquel objeto encantado.

Pero, mientras Zexion salía casi corriendo por la puerta, dándole la espalda al Sitar... sintió que algo se quebraba detrás de él. Cómo una copa al caer al suelo, esparciendo miles y miles de fragmentos de cortante y agudo cristal.

Algo se había hecho añicos en aquella sala, pero Zexion no quiso ver el qué.

¡No quería saberlo!.

La extraña pena que impregnada el aire mientras se marchaba de la habitación y abandonaba allí al instrumento fue mucho peor... que el dolor que Zexion había sentido cuando perdió su corazón, y que aún recordaba ardientemente en el pecho.

Mucho peor.

OoOoOoOoOoOoOoO

La habitación de Demyx estaba llena de sombras.

Sombras gigantescas, alargadas y temibles, que parecían adoptar la forma de mil monstruos y depredadores al acecho.

Era la débil luz de la lámpara sobre la mesilla de noche la que las animaba, haciéndolas cobrar espectral vida.

Demyx odiaba aquellas sombras negras y opresivas, le angustiaban, pero no quería cerrar la luz. Si lo hacía, desaparecerían, pero la oscuridad era todavía peor que aquellas formas retorcidas y burlonas.

‒¿Por qué estás tan asustado... Demyx?.‒Se preguntó a sí mismo el Nocturno Melodioso, suavemente.

Las sombras tan sólo eran sombras, no podían hacerle daño... No podían hacerle daño...

Pero aún así, le hacían sentirse increíblemente indefenso. Perseguido.

Si aquella noche ya se encontraba increíblemente solo y desesperadamente triste, el inexplicable miedo a la oscuridad retorcida que danzaba en las paredes de la habitación sólo empeoraba el asunto notablemente.

Demyx trató de limpiarse las lágrimas que le corrían por las mejillas, que en sus labios resultaban tan saladas cómo agua de mar, maldiciendo entre dientes.

Pero era inútil. Siempre aparecían más y más, daba igual cuantas veces se las secara.

Sus ojos azules cómo enormes zafiros (de los de incalculable valor, que sólo podían encontrarse en las cavernas submarinas de Atlántica, y eran los tesoros predilectos de los tritones y las sirenas de sangre real) estaban muy rojos e hinchados en aquellos instantes. La cabeza le dolía, y temblores le sacudían todo el cuerpo.

Tenía mucho frío. Un frío que le helaba de la cabeza a los pies; escalofríos que llegaban hasta lo más hondo de su alma.

En aquellos momentos, Demyx hubiera deseado desesperadamente creer que efectivamente los incorpóreos no tenían sentimientos, tal y cómo pensaban todos los demás miembros de la Organización.

Él era el único que sostenía la absurda teoría de que, aunque no tuviesen corazón, podían sentir, de alguna manera desconocida aún.

Tal vez... si Demyx se autoconvencía de que no podía sentir nada en absoluto, podría revestirse de una capa de serenidad e inmutabilidad tan profunda cómo la de Saix, por ejemplo, y así dejaría de notar aquella angustia... y aquel miedo terrible.

Si los incorpóreos estaban realmente vacíos... si no podían amar, llorar, reír... entonces, ¿por qué Demyx estaba tan hundido en la desesperación?.

Si estuviese realmente hueco por dentro, si efectivamente no tuviera sentimientos... No lloraría de esa manera, y tampoco se sentiría tan absolutamente solo en el mundo.

¿Por qué estaba tan lleno de pena?, ¿por qué?. De una pena infinita, amarga y dura.

El dolor que se había apoderado de Demyx en aquellos momentos era agudo, cruel. Y la desesperación le hacía apretar con hercúlea fuerza los puños, deseando con toda la fuerza de su no-ser... que alguien pudiese ayudarle.

Quedarse junto a él.

Decirle que no estaba solo en su hora oscura.

La necesidad de un abrazo cálido y protector le estaba volviendo loco. Buscaba, con toda la necesidad de su angustia, en algún lugar... sondeando la noche profunda y oscura... a alguien que pudiese captar su dolor y acudir a salvarlo.

...

Pero nunca hallaba respuesta alguna.

Por unos instantes, no obstante... a Demyx realmente le pareció que alguien oía su llamada de auxilio. Y que ése "alguien" le respondía, desde dondequiera que estuviera.

Pero sólo fue durante una fracción de segundo, y todo volvió a sumirse en la soledad más profunda y helada. Sin ningún cambio.

Y Demyx seguía sollozando, sentado en su cama, abrazándose las rodillas cómo un niño perdido.

Las sombras parecían reírse de él a su alrededor.

No había nadie allí para ayudarle.

A pesar de creer que podía sentir, aún sin tener corazón... Demyx no podía soportar el peso de ser un incorpóreo.

No por carecer de sentimientos, porque él sí estaba seguro de tenerlos (y esa noche le estaban devorando vivo, de hecho)... Si no por la soledad que conllevaba pertenecer a la Organización XIII.

Demyx estaba perdido... no encontraba su lugar en el mundo. Y no tenía a nadie con quién compartir sus inquietudes, su vida.

Ningún miembro de la Organización le prestaba la más mínima atención. Todos parecían dar por hecho que era un inútil, ni siquiera merecedor de dos minutos de interés. Además, le consideraban un incorpóreo excéntrico, loco, raro cómo un animal de bestiario medieval, por la constante actitud que demostraba Demyx de gritonear, reír, lanzar comentarios animadamente jocosos, y tocar su sitar aunque fuera a las horas más intempestivas de la noche.

Su sitar...

¡Ay, su sitar!.

Claro...

Lo había dejado apoyado en una pared de la sala común de la Organización.

Bueno... nadie lo tocaría de su sitio, y a Demyx no le apetecía nada ir a buscarlo en aquellos momentos. No se sentía con ánimo ni siquiera para levantarse de su cama en la que estaba hecho un ovillo, cómo un gatito aterido de frío en invierno.

Tampoco, y esto era insólito en él, tenía ganas de inundar de música la noche con su amado instrumento (y arma). Eso normalmente le calmaba, el sitar le hacía sentir seguro y reconfortado, al igual que el agua... Pero esa noche su alma se sentía demasiado abatida y sola, y no encontraba consuelo en nada. Ni tenía ganas de nada.

Sólo... de que alguien lo amara.

Pero este deseo era totalmente imposible. Los incorpóreos... en su gran mayoría... no podía sentir nada en absoluto.

Demyx se creía una excepción (quizás Axel y Roxas también lo fueran... pero ya se tenían el uno al otro, y de todas formas ninguno de ellos parecía simpatizar con él. Demyx sabía que ambos creían que su carácter dulcemente aniñado y espontáneo era una mera fachada, una pose con la que enmascarar su frialdad de miembro de la Organización. Demyx jamás había podido demostrarles que se equivocaban con él, que él no era cómo Saix. Axel y Roxas parecían creer que Demyx únicamente se burlaba amargamente de todos ellos cuando jugaba y reía, cómo si ésta fuera una sucia y retorcida táctica al estilo de las conspiraciones de Marluxia. Se equivocaban tanto que resultaba ridículo), pero no había nadie más cómo él en la Organización.

Estaba completamente solo en el mundo.

No habría ningún remedio para su angustia... Tan sólo tragársela y continuar adelante. Cómo siempre.

Por unos instantes, Demyx deseó no haber nacido jamás. Haber perecido en la oscuridad cuando el corazón de su Otro fue engullido.

Pero ese funesto deseo se desvaneció al punto.

Demyx amaba demasiado la vida cómo para querer morir. Sí, la AMABA. Daba igual si estaba vacío o no... La vida era buena, y bella.

Aunque no tuviera a nadie con quién compartirla.

Demyx escuchó un trueno ronco y profundo que colmó la noche de ecos extraños. Suspiró profundamente, y eso le causó un hondo dolor en el pecho. Hasta ese pequeño gesto le dolía. ¿Es que acaso estaba enfermo?.

¡Oh, sí, él se sentía tan enfermo!... ¡tan enfermo...!

Más lágrimas cayeron sin piedad por sus tersas mejillas. Aquel sabor salado en sus labios le revolvía el estómago.

Bueno, de hecho lo tenía revuelto de verdad. Y le dolía la cabeza. ¡Se sentía febril de veras!, débil y mareado.

Quizás por culpa de haber llorado tanto.

Pero no podía contenerse, seguía sollozando sin parar, y sus gemidos parecidos al triste y misterioso arrullo de las palomas retumbaban en la habitación plagada de sombras burlonas, mientras en el exterior el trueno rugía en la noche, siendo la única voz amiga que hacía compañía a los sollozos de Demyx, cómo un dúo de orquesta.

Llanto y tormenta.

OoOoOoOoOoOoOoO

CONTINUARÁ...


N/A: ¡Hola!, soy Irma Lair. n_n

Quizás os suene este fanfic: "Are You Sad, Sitar?". Lo publiqué entero de una vez hace ya tiempo.

Pero un día, al releerlo, me di cuenta de que me había quedado larguísimo. ¡Demasiado para un One-Shot!.

Así que lo he borrado y he decidido publicarlo por capitulos. Será mucho más cómodo de leer y mucho mejor. n_n

Además, lo he corregido un poco. Encontré algunos fallos que ya he eliminado. n_n

Bueno, ¿qué os ha parecido el primer capitulo?. Zexion y Demyx me encantan cómo pareja, ¡son tan dulces juntos!. *_*

A ver a ver cómo lo harán estos dos para quedarse juntos... ¡Ah!, eso lo tendréis que ir descubriendo. ^O^

Pronto saldrá Luxord, un personaje que dará mucha guerra en la historia, a su manera. ¡Me ha gustado tanto escribir sobre el Tahúr del Destino que pronto lo haré protagonista de un fanfic!.

En fin, espero que os hayáis divertido leyendo... ¡En seguida subiré un nuevo capítulo!. Al tener la historia entera escrita, no tardaré mucho en actualizar. n_n

¡Ah!, ¡y un agradecimiento muy especial a Lady Lillie Charlotte!. ¡Fuíste muy, muy amable, gracias, gracias, gracias!. ^O^

¿Te pareció hermosa la historia?. Tu opinión me dio ganas de llorar de emoción, te lo digo de verdad.

¡Mil gracias y mil abrazos, Lady Lillie!. ^O^ Y también, muchas gracias por añadirme a tus favoritos. ^O^

¡Y gracias a todos los que me estáis leyendo ahora, y a los que ya me habíais leído, por tomaros la molestia de leer mis fics!. n_n

Sois lo mejor. n_n

Un beso de:

Irma Lair.