Digimon no me pertenece. Toda la gloria a sus respectivos creadores. Esta historia busca entretener y no una remuneración monetaria.
Esto es tan solo un pequeño drabble que surgió justo antes de irme a la cama.
Caramelos
La observaba en silencio, a la distancia.
Sabía que la distancia no era eterna, pero si extensa y le molestaba. Quería estar con ella.
Apenas podía esperar por aquellos escasos momentos en los que sus ojos azulados podían posarse en los de la mayor.
Ella era tan dulce, tan cándida. Siempre tenía una sonrisa para él. Cuando estaba enojado, cuando el malhumor lo atacaba, cuando la tristeza se apoderaba de su ser y la melancolía le ganaba, cuando estaba agotado por los entrenamientos de su equipo de baloncesto y cuando las clases lo agobiaban, cuando solo quería que el mundo se esfumase, allí estaba ella.
Bastaba una sonrisa, una mirada cálida y uno de esos caramelos de miel que la castaña solía regalarle para endulzar su vida y hacerlo olvidarse de los problemas que lo aquejaban ahora que era un adolescente con todas las letras.
Y vaya que amaba esos caramelos.
¿Por el sabor? No, nada más lejos de aquello. Los amaba porque eran del color de sus compresivos y expresivos ojos.
Por eso, aquel era un juego que le gustaba jugar.
Le gustaba recibir dulces de ella y pagar la atención con una rosa roja y un par de versos en un papel. Le gustaba lanzarle miradas suspicaces pero tiernas cada vez que se cruzaban en un pasillo, a sabiendas de que nadie salvo ellos eran conscientes del secreto.
Le gustaba rozar con disimulo su muñeca o su cintura al pasar junto a ella, a modo de caricia gentil que les otorgaba confidencia. Amaba recibir en respuesta una sonrisa tímida y un sonrosar de mejillas que la joven buscaba disimular ocultando su rostro bajo el manto que sus caireles amielados representaban y amaba aun mas saber que aunque la castaña se apenaba, sus gestos eran correspondidos.
Y aunque por el momento su pequeño juego era un secreto, sabía que llegaría el momento en el que no podrían ocultarlo más. Tendrían que romper un par de corazones en el proceso, pero por ella valdría la pena. Mientras, sin embargo, prefería no pensar en ello y limitarse tan solo a disfrutar del cortejo, que se le hacía sublime.
Y cuando llegase la hora de gritarlo a los cuatro vientos, el lo haría dichoso, pero por el momento, se conformaba con sus inocentes caramelos.
Creo que se nota que esto simplemente es una recopilación de pensamientos de Takeru. Algo muy corto, 381 palabras exactamente, tal vez hasta sea algo vacío. No se como ni de donde salió. Simplemente estaba por irme a la cama y la idea nació. Tome mi libreta de notas, escribí a mano y me fui a la cama. Al despertar, lo tipee arreglando uno que otro detale.
Y si, no se porque esta es la pareja de la que me resulta mas sencillo escribir. Como sea, allí está.
Corto, cursi y empalagoso, así como los caramelos.
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