Ya no hay demonios
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de los Juegos del Hambre es propiedad de Suzanne Collins.
Este fic participa del Reto: "Amistades, familias y parejas" del Foro "Retos".
La calidez que emana de su cuerpo le envuelve como un dulce perfume. Se siente tan frágil entre sus brazos. Se le antoja una realidad onírica. Un sueño demasiado hermoso donde ella duerme en un acorde mágico y se mece sobre una hamaca silvestre. Es una música suave que le endulza los oídos y le hace viajar en una nube de algodón.
Así se siente cada vez que la carga en brazos.
Su pequeña hija tiene el cabello dorado como una espiga de trigo y tiene sus ojos. Le gusta reflejarse en ellos, observarse a sí misma y recordar lo que fue en el pasado. Saber que por ella se propone mejorar y salir adelante. La pequeña le necesita. Es un ser indefenso que tiene apariencia de ángel.
«Ella es inocente y no debe pagar por mis errores.»
Hace mucho tiempo que la guerra finalizó, pero las secuelas siguen latiendo en Katniss como una vieja herida que aún no se termina de cerrar. Sigue siendo asaltada por las pesadillas en medio de la noche. Peeta le calma y le deja llorar en su hombro. Siempre siente temor por la vida de su pequeña, corre hasta su cuna y se asegura de que está durmiendo.
«Prim. La llamé así en honor a mi hermana. Es lo menos que pude hacer después que muriera por mi culpa —piensa en la colita de pato, el temor el día de su primera cosecha y su nombre siendo elegido—. Todo lo que hice, lo hice para salvarla y terminé condenándola a la muerte.»
Pero ahora tiene la oportunidad de redimir sus errores, con ése pequeño ser que poco a poco se va quedando dormido en sus brazos. Su hija es la oportunidad que necesita para volver a ser feliz, comenzar a convivir amablemente con los fantasmas del pasado, reconstruir su vida lentamente y corresponder el amor de Peeta en la medida que se merece.
«Antes, todo dependía de mí; ahora también. Nadie me pondrá de pie, si yo no quiero hacerlo. Pueden tomar mis brazos e intentarme hacerme volar, pero las alas solamente se agitarán si yo pongo de mi voluntad —besa la frente de su hija—. Quiero estar bien por ti, Prim. Por ti y por Peeta. Los dos me necesitan y nos les daré la espalda.»
El aroma a pan horneado es una estela opalescente que proviene de la casa. Prim se remueve entre sus brazos cuando se pone de pie y pronuncia algo que va así:
—Pan.
Peeta se sale con la suya: él gana la primera palabra de Prim.
