hola chicas esta es Two shot con el que participe en el concurso New Year s Elite Contest organizado por el grupo Elite fanfiction y con el cual obtuve el tercer lugar... ojala les guste.


Sumary: "Isabella es una mujer exitosa, pero él un pasado que prefiere olvidar, la encuentra de improviso en víspera de año nuevo, una noche para perfecta para una tregua "

Beta: Flor Carrizo


La tregua

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Primera parte

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—Lo siento —dije con voz melosa.

No me digas lo siento, Isabella. —respondió James al otro lado de la línea, estaba enojado lo sabía—. Te dije que esto sucedería…

—Vamos, James, no es mi culpa que el avión presentara desperfectos, no soy adivina —me defendí, mientras miraba la pista de aterrizaje por el ventanal del aeropuerto.

Esto no hubiese pasado si hubieses viajado ayer como te dije, esa costumbre tuya de hacer las cosas a tu manera siempre trae problemas —gritó el hombre al otro lado del teléfono. Conté hasta diez.

Llevaba dos años casada con James, cuando lo conocí pensé que era el hombre perfecto para mí. Trabajábamos en el mismo bufete, los dos éramos ambiciosos, teníamos metas personales y profesionales parecidas; él apareció en un momento de mi vida que necesitaba estabilidad y eso fue lo que él me dio.

A lo anterior había que agregarle que mi padre lo amaba. Solían enfrascarse en conversaciones serias y James lo apoyaba en sus ambiciones políticas, a veces creía que era el hijo que siempre esperó tener y, en cierta forma, mi matrimonio había logrado hacer que mi padre olvidara los errores que cometí en el pasado.

Pero a veces todo era demasiado abrumador, como en ese momento, James tenía la manía de intentar controlar todo lo que hacía y eso me exasperaba.

—Es mi trabajo, James, sabes que amo lo hago, hemos hablado esto miles de veces y no cambiaré de parecer —respondí con voz cansina.

Teníamos planes para esta noche y tú sabes que no sólo me refiero a la fiesta de año nuevo en casa de tu padre —me reprendió.

A veces se comportaba como mi padre, debía ser porque etariamente se acercaba más a mi progenitor que a mí, nos llevábamos 22 años de diferencia.

—Me reprogramaron mi viaje para mañana a mediodía…

Mañana no podremos, sabes que tenemos que acompañar a tu padre en su candidatura, tendré que esperar hasta el próximo mes para embarazarte.

Rodé mis ojos, el que me hiciera responsable de no haber logrado embarazarnos era normal, llevamos alrededor de un año en tratamiento de fertilidad, pero en momentos como ese no estaba segura de dar ese paso. Sentía que para James un hijo era la forma final de doblegarme y se lo hice saber.

—A veces pienso —le dije— que lo único que quieres es tener un hijo para poder controlarme, para que finalmente tengas un motivo de peso para que retenerme en la casa.

Sabes que con un hijo eso es lo mejor —me respondió tranquilamente.

—No dejaré de trabajar, lo sabes —aseguré molesta, ese era un punto que no estaba en discusión.

Ninguno de los dos dijo nada, ese era un tema difícil para los dos, después de unos minutos James dijo:

Supongo que eso lo hablaremos cuando te embaraces, no sacamos nada con discutir algo que aún no sucede.

Él volvía a intentar hacerme sentir culpable, pero no caería en su juego, mis exámenes de fertilidad habían arrojado resultados favorables, pero no dije nada, no quería seguir discutiendo. Después de un rato James habló más calmado:

Bueno, amor, ahora te tengo que cortar, hay algunas cosas que ultimar para la fiesta de año nuevo… Eso sí, tú le darás las explicaciones a tu padre cuando llegues, yo no intercederé por ti esta vez, ¿entiendes? —Lo último lo dijo molesto, sus cambios de ánimos eran pan de cada día, a veces creía que era bipolar—. Te amo, recuérdalo —pidió con voz melosa.

Definitivamente es bipolar, pensé.

Yo sólo puse fin a la llamada, guardé mi teléfono en mi bolso de mano y cerré mis ojos intentado relajarme. Estaba realmente cansada, había sido un día agotador, las reuniones se habían sucedido una tras otra durante todo el día, llevándose todas mis energías. La voz de mi mejor a mi amiga me trajo a la realidad.

—Por tu cara he de suponer que el anciano te reprendió.

—Rose —le dije, ella sabía que me molestaba que le dijera anciano a James.

—¡Oh!, vamos, Bella… sabes que no te estoy mintiendo, ¿cuántos años tienen? Tú 27 y James, ¿cuántos tiene? 45.

—49 —le respondí, no pude evitar reírme con la cara de asombro de mi amiga.

—¡Oh, Dios mío! Bella, es un anciano, no estaba equivocada.

Yo sólo moví la cabeza a modo de resignación, sabía que la diferencia etaria con mi esposo era importante, pero en verdad no se notaba. James se conservaba muy bien y yo era una vieja en un cuerpo un poco más joven.

—Si no recuerdo mal, tú tienes 29 y tu última conquista sólo tenía 20, no creo que a ti te guste que te llamen vieja —aseguré en tono de broma.

—Bella —me reprendió en tono serio—. Tener un toyboy está de moda, pregúntale JLO o Madonna —respondió con una sonrisa en los labios—. Además, en mi caso, de esa edad son los únicos capaces de seguirme el ritmo, los mayores de 35 no me gustan o son calvos, gordos y agrégale que siempre están cansados.

—James no es así —afirmé y me puse en marcha a salida del aeropuerto, Rose me alcanzó antes de que pudiera salir.

—No es gordo, ni calvo, pero no es normal tener un calendario para follar. —Giré a mirarla con cara de pocos amigos—. ¡Oh!, vamos, tú misma me lo dijiste, no es mi culpa tener esa información.

—Eres mi amiga, Rose, es normal que te cuente ciertas cosas.

—Bueno, como amiga, también es normal que diga lo que pienso —comentó con seguridad.

Yo sólo asentí, tenía razón en ese punto, era mi amiga y yo lo que más valoraba era su sinceridad. Siempre era bueno tener un punto de vista externo, en mi caso Rose era un amplificador de verdades.

El resto del trayecto a la salida del aeropuerto transcurrió en una conversación banal, respecto del hotel en que nos alojaríamos esa noche, Rose me relató lo complejo que fue conseguir una habitación en esa época del año; pero ella no se daba por vencida hasta conseguir lo que quería y en ese caso no fue la excepción. Como ella misma me dijo, ni loca dormiría en la sala de espera de un aeropuerto.

El trayecto al hotel fue corto, cuando llegamos nos dirigimos cada una a su habitación. No era un hotel cinco estrellas, como en los que solíamos alojarnos.

Observé mi habitación, era pequeña, sólo un ambiente, tenía una cama de plaza y media con dosel, un escritorio y un baño personal. Mi conclusión final de la inspección que realicé, fue que era una habitación modesta, pero acogedora.

Recordé con nostalgia mis días de universitaria rebelde, pero borré esos recuerdos de mis pensamientos. No era bueno recordar esa época, hacía mucho que había quedado atrás.

Dejé mi malata y mi bolso de mano en el suelo y me recosté sobre la cama, lanzando mis Manolo de doce centímetros lejos de mis pies. Respiré sonoramente y enfoqué mi mirada en el techo. El lugar estaba bien, después de todo sólo dormiría una noche allí, al día siguiente a esa misma hora estaría a miles de kilómetros, apretando manos y sonriendo hasta que mi cara doliera; intentando convencer a la máxima cantidad de votantes. En eso se había convertido mi vida, en un montón de sonrisas falsas, hipocresías y apariencias. Ya no quedaba nada de la ambientalista que luchaba contra el calentamiento global, la caza de la ballenas en Asía o de pingüinos de Humboldt en América del sur; aquella que se ató desnuda junto a sus amigos en la entrada de una cosmetiquera que hacía pruebas en animales.

Negué con mi cabeza, esa mujer estaba muerta y enterrada, hacía mucho que de ella no quedaba nada, de sus cenizas nació una persona totalmente distinta. Era en ese momento una mujer ambiciosa, que cambió la ropa casual por otras de diseñador, dejó las converse rotosas por zapatos de más diez centímetros de tacón, que sabía combinar carteras y usaba pieles y joyas asquerosamente caras, como dirían los activistas con los que compartí era una vendida al sistema capitalista. Lo más probable era que si me vieran, protestarían contra mí. Cerré mis ojos y, sin darme cuenta, me dormí.

Los golpes en la puerta me despertaron, vi mi reloj pulsera, eran las siete de la tarde. Dormí alrededor de dos horas, pero seguía igual de cansada. Cerré mis ojos buscando dormirme nuevamente, pero golpes aún más fuertes que los primeros me lo impidieron. Me levanté con resignación y abrí la puerta. Me encontré con la sonrisa deslumbrante de mi amiga frente a mí.

—¿Qué haces aquí, Rose? —le pregunté, mientras con mi mano aplacaba un bostezo.

—¿Cómo que qué hago aquí? —devolvió la pregunta, mientras me miraba como si tuviera dos cabezas—. Bella, es año nuevo, ¿no pretenderás quedarte durmiendo aquí mientras el mundo celebra a fuera?

En ese momento entendí por qué vestía como lo hacía. Moví mi cabeza en negativa, lo único que quería era dormir por horas o días, no tenía fuerza para irme de fiesta.

—Estoy cansada, Rose, no tengo… —Mi amiga no me dejó terminar.

—No acepto un no por respuesta —dijo, mientras se adentraba en mi habitación—. Es año nuevo, somos dos mujeres jóvenes, autosuficientes y hermosas, por lo que esta noche saldremos a disfrutar como no lo hemos hecho en años —me reprendió, mientras sacaba sin el más mínimo cuidado la ropa de mi maleta.

—Soy una mujer casada —le expliqué, mientras que con paciencia recogía mi ropa, intentando guardarla nuevamente en mi maleta; misión imposible porque Rose era más rápida en su cometido.

—No te estoy diciendo que le seas infiel a James, aunque sea totalmente recomendable para tu salud sexual hacerlo. —Rodé los ojos, Rose no cambiaría nunca—. Además —continuó mientas se encogía de hombros— aplica plenamente la regla de los 1000 kilómetros.

La miré extrañada, no entendía de qué estaba hablando. Rose detuvo su búsqueda en mi maleta y me miró con incredulidad.

—¿No sabes lo de las reglas? —preguntó, yo sólo negué con mi cabeza. Ella soltó una sonora carcajada—. Ahora entiendo muchas cosas —murmuró mientras se reía.

—No te burles —le dije enojada.

—Lo siento, Bella, pero esa es una regla de oro femenina —me respondió mientras intentaba calmar su risa, cuando lo logró me preguntó con una sonrisa—. ¿En serio no sabes de qué te estoy hablando?

Volví a negar, Rose emitió un suspiro y explicó:

—Es simple, Bella, no cometes infidelidad cuando estás a más de 1000 kilómetros de distancia de tu pareja, o sea, que en tu caso tú podrías sacar esas telas de arañas que de seguro tienes ahí… —me dijo mientras movía las cejas de manera sugestiva y soltaba las carcajadas que intentaba reprimir— porque hacerlo sólo en tus días fértiles no es normal amiga.

—¡Es la última vez que te cuento algo! —le espeté, mientras le lanzaba una almohada en su perfecto rostro maquillado, lo que provocó otro ataque de risa de mi amiga.

No pude evitar contagiarme con su graciosa forma de reír y terminamos las dos riéndonos sonoramente sobre la cama. Hacía mucho que no me reía tanto, las lágrimas salían de mis ojos y tenía una punzada en el lado izquierdo de mi vientre. Luego de eso las dos nos quedamos en silencio.

—Bella —dijo mi amiga ya más tranquila, mientras se recostaba de medio lado en mi cama y tomaba con una mano su barbilla—, el hotel ofrece una fiesta en el salón de eventos que tiene, créeme, no será una gran fiesta como la que ofrece tu padre, pero es un buen momento para que compartamos. ¿Hace cuanto que tú y yo no salimos solas?

Eso era verdad, desde que con James nos habíamos puesto en campaña para embarazarme, mi vida social se había reducido a cero.

—Además no quiero ir sola, no conozco a nadie en este lugar, me podría pasar cualquier cosa, ¿quieres cargar con eso? —preguntó seria.

Esa era la artillería pesada de Rose, sabía muy bien que no dejaría que fuera sola, yo era paranoica con ese tipo de cosas. La quedé mirando, mientras batía sus pestañas como niña buena.

—Ok, tú ganas —aseguré. Lo que provocó que Rose se me lanzara encima y me abrazara feliz.

—Esto será como los viejos tiempos, tú y yo de cacería.

—Sólo nos tomaremos un trago —aseguré.

—Tú te tomarás sólo un trago —me respondió, mientras volvía a su labor de desordenar y hurgar en mi maleta—, lo que yo necesito con urgencia es desestresarme, estuvimos toda la semana en reuniones. Y, además, hoy fue un maldito día de locos, no respiré con tranquilidad en toda la mañana, luego la espera en ese horrible aeropuerto atestado de gente… Bella, yo necesito un hombre que me quite la tensión…

Una vocecita dentro de mi cabeza me dijo que eso mismo era lo que yo necesitaba, pero la acallé de un manotazo.

Después de una relajante ducha, me vestí resignada con la ropa de que eligió Rose. No tenía ganas de discutir, además que el atuendo que eligió me gustó; era una falta tubo apretada en tonalidades azules y blancas, una blusa de color azul, pantis negras y botas largas del mismo color. Até mi pelo en una coleta alta, zarcillos largos y maquillaje, me gustó la imagen que me devolvió el espejo. Sonreí satisfecha, Rose estaba a mi lado retocándose el maquillaje, aunque ella no necesitaba nada eso, era hermosa por sí sola.

—Estamos de infarto, amiga —me dijo, mientras me sonreía, no puede evitar contagiarme de su alegría.

Rose era mi amiga hacía tres años, apareció en vida justo cuando más la necesitaba. Ella era sincera, demasiado directa, frontal, no tenía pelos en la lengua, pero aun así era simpática y leal con sus amigos.

Faltando quince minutos para las ocho, bajamos al bar del hotel y nos sentamos en la barra. Yo pedí un mojito frambuesa y Rose un vodka, estuvimos conversando amenamente de todo y de nada, hasta que mi teléfono comenzó a vibrar. Cuando miré en la pantalla vi que era mi padre quien llamaba, sabía que eso no significaba nada bueno. Le hice señas a Rose avisándole que saldría a la recepción para hablar y ella me hizo una mueca para que cortara la llamada.

—Hola, papá —dije cuando estuve en el lobby.

Espero que seas consiente del desplante que le estás haciendo a tu marido —me reclamó mi padre, al otro lado de la línea.

—Hola, papá. Estoy bien, no tienes de qué preocuparte —le respondí con ironía.

No te hagas la chistosa, Isabella —me dijo—. Tu deber era estar esta noche con tu esposo, no en al otro lado del país, en Nueva York.

—No fue mi culpa que el avión presentara desperfectos y los boletos de todos los otros vuelos estuviesen agotados porque es año nuevo.

Tú nunca debiste viajar a esas reuniones, tu deber como mujer y esposa es estar al lado de tu marido —me espetó molesto. Mi padre y su machismo, en ese momento entendía por qué la relación con mi madre acabó a penas empezó.

—No discutiré mis metas profesionales contigo —afirmé con voz cansina.

Bella, tu deber es abocarte a tu casa y a tu marido —me respondió molesto—. No vivir una vida licenciosa, ya tuviste bastante de eso en tu pasado. Ahora eres una mujer casada con uno de los mejores abogados del país, eso trae responsabilidades, lo sabes, es hora que te hagas cargo de ellas. —No quería hablar de mi pasado, menos con mi padre, esa era una época de mi vida que estaba bien guardada.

—No quiero hablar de ese tema, papá —le dije resignada.

Porque no te conviene —contestó—. Ya te perdoné una vez, Isabella, si echas a perder las cosas con James no lo volveré a hacer —me gritó y cortó la llamada, sin siquiera despedirse, ya estaba acostumbradas a esa relación con mi padre.

Metí el teléfono a la cartera del blazer y volví al bar del hotel. Busqué en la barra a Rose con la mirada pero no la encontré, hasta que alguien me abrazó. Me giré rápidamente y me encontré con el rostro sonriente de mi amiga.

—Amiga, tienes que ayudarme —pidió emocionada, yo la miré como si estuviera loca—. Acabo de conocer al hombre de mis sueños… —Iba a responderle que eso era lo que me decía una vez por mes, por lo menos, cuando me dijo—: Y antes de que digas nada, creo que tiene más de 30, no tiene anillo y estoy segura de que esta vez es el indicado, es perfecto —terminó diciendo con ojos soñadores.

—¿Y en qué te tengo que ayudar? —le pregunté con desconfianza.

—Tiene un hermano.

Ya sabía para dónde iba la cosa, moví mi casa de forma negativa.

—No es lo que piensas —se apresuró a contestarme—. Se va a casar en seis meses, sólo necesito que le hables y lo entretengas, para que yo pueda hacer mi jugada maestra.

Nunca lograría entender cómo Rose era capaz de ligar tan rápido, ¿cuánto tiempo me fui, quince minutos?

—No tengo ganas…. —Rose no me dejó terminar.

—Ya sé que te cuesta conversar con extraños, pero, Bella, por favor hazlo por mis futuros hijos, que serán nada más que tus sobrinos… —Giré mis ojos—. Haré lo que quieras, tus reportes, no me volveré a burlar de James… Por favor, amiga, por favor… —me suplicó con carita de niña buena.

Se notaba que realmente le interesaba su próxima conquista. Suspiré resignada, esa mujer hacía lo que quería conmigo, ella intuyó lo que vendría y se puso a dar saltitos de felicidad.

—¡Oh, Bella, eres la mejor!

—Tendrás que hacer mis reportes una semana —le dije con una sonrisa, Rose rió—. Ahora vamos a conocer al padre de mis sobrinos.

—El hermano también está bueno, quizás tú puedas darle una despedida de soltero anticipada —aseguró mientas me giñaba un ojo.

—Rose —le dije en tono de amenaza, ella levantó las manos en señal de derrota.

—No perdía nada con intentar —contestó risueña—. En todo caso no lo hago por ti, lo hago por tu salud sexual —agregó mientras se encogía casualmente de hombros. Yo sólo moví la cabeza resignada, Rose no se daba por vencida.

Nos movimos entre los mesas del bar, Rose me guiaba, era ella quien sabía dónde estaba su conquista.

—Es en el fondo —aseguró.

Dirigí mi mirada en la dirección que apuntaba Rose, distinguí la figura de un hombre corpulento que estaba de espalda a nosotras y caminamos en silencio. Cuando llegamos a la mesa el hombre se giró y me quedó mirando incrédulo, yo me quedé en shock. ¡Oh, Dios, el mundo era un puñetero pañuelo!

—¿Bells? —preguntó el grandulón.

Me quedé impávida mientras recuerdos de mi vida pasada venían a mi mente, siéndome imposible reprimirlos esa vez.

—Emmett —le respondí sin emoción en mi voz, el abrazo que vino después me pilló desprevenida.

—¿Cómo?, ¿ustedes se conocen? —preguntó una asombrada Rose.

—Claro, rubia —respondió el hombre—. Bella es la esposa de mi hermano, es mi cuñada.

Rose me quedó mirando con un signo de interrogación en su rostro.

—Ex cuñada, nos divorciamos, Emmett —aclaré.

—¿Cómo que estabas casada antes de James? ¿Cuándo? —interrogó Rose, sabía lo que venía, un sutil interrogatorio de Rose.

—Fue hace mucho tiempo, Rose, luego te cuento —le dije intentado calmar su curiosidad, no quería desenterrar el pasado, yo ya lo había superado o eso creía.

—De esta no te salvas —me amenazó mi amiga. Emmett sólo se encogió de hombros, mientras me miraba con una amplia sonrisa.

—¿Y tu hermano? —preguntó Rosalie.

¡Mierda! Se me había olvidado que yo venía a entretener a alguien, no quería pensar que ese alguien era mi ex tenía que salir cuanto antes de allí.

—Edward fue por más cervezas —respondió él mientras miraba seductoramente a mi amiga, conocía esa mirada de mi ex mejor amigo, significaba que Rose tendría acción esa noche.

Observé a todos lados buscando una vía de escape. Era una cobarde, lo sabía, pero era lo mejor para mi integridad psíquica. Cuando miré a mi izquierda descubrí que ya era demasiado tarde para escapar, frente a mí estaba mi error de juventud, por quien casi perdí mi familia, mi carrera, mi vida.

Lo quedé mirando, hacía años que no lo veía. Él estaba cambiado, vestía unos jeans negros y un sweater escote en V y sus infaltables Converse negras. No podía negar que el muy idiota era un magnífico espécimen, como diría mi madre, estaba como el vino.

Del joven desgarbado y ambientalista que conocí, mi compañero de lucha y el hombre con el que me casé en una capilla de Las Vegas, ya no quedaba rastro. Ante mí se mostraba un hombre en el auge de su masculinidad, perfecto para inspirar a cualquiera de los maestros clásicos de las escultura, no pude evitar el escrutinio corporal que realizaron mis ojos.

Le di la razón a Rose estaba hambrienta y, en ese momento, me estaba devorando con la mirada al hombre que tenía enfrente.

Mordí mi labio inconscientemente, mi recorrido terminó en su rostro. Él me dedicó una sonrisa torcida de esas que solían mojar mis bragas, seamos sinceras, en ese momento aún producía ese efecto en mí y lo odié por ello.

—¿Te gusta lo que ves? —me preguntó, mientras dejaba las cervezas en la mesa y se sentaba.

Me sonrojé violentamente ¡Maldito engreído! Se había dado cuenta de que lo estaba mirando y yo me reprendí mentalmente por hacerlo. Me giré hacia la mesa y me encontré con mi amiga mirándome con una ceja arqueada, mientras sonría burlonamente; me encogí de hombros.

—No sabía qué mirar estaba prohibido —respondí a Edward con descaro y cierto dejo de rabia.

El idiota sólo sonrió y se sirvió cerveza. Estaba disfrutando de la situación.

—¡Wow! Amiga, ¿qué fue eso? —me preguntó Rose al oído. La voz del idiota no me dejó contestarle a mi amiga.

—Dime, Bella, ¿cómo te ha ido? ¿Supongo que ya tienes tu propio bufete? —preguntó, mientras bebía lentamente de su vaso de cerveza.

—Me ha ido bastante bien, aunque aún no tengo un bufete —le respondí con sequedad—. ¿Y tú, lograste ir al Tíbet y vivir con los monjes? —le pregunté con ironía.

Edward me miró con odio. Punto para mí.

—Sí, fuimos el año pasado, fue una experiencia alucinante, Bella, te la perdiste —contestó inocentemente Emmett.

—¡Wow! Fueron al Tíbet —alabó Rose intentado aligerar el ambiente hostil que había en la mesa.

Emmett comenzó a narrar la vivencia, mientras Rose se reía con los chistes del grandote y hacía preguntas cuando había que hacerlas. ¡Dios! Realmente le interesaba Emmett o mi amiga se había vuelto altruista.

Edward, al igual que yo, puso toda su atención en su vaso de cerveza y no dijo nada. Cuando la narración de Emmett se acabó, un incómodo silencio se instaló en el grupo. Rose me miraba y me hacía caritas para que la ayudara. Tenía dos opciones, ponía todo de mi parte para que esa improvisada reunión fracasara o ayudaba a mi amiga con el fututo padre de sus hijos. Definitivamente, merecía un premio a la mejor amiga.

—¿Cómo están Esme y Carlisle? —pregunté a Emmett, mientras mi amiga me brindaba una enorme sonrisa de agradecimiento.

—Están geniales, ya sabes cómo son —me dijo, mientras se encogía de hombros.

Claro que sabía cómo eran mis ex suegros, su casa había sido como mi hogar por más de cinco años; eran las mejores personas que conocía, cientos de buenos recuerdos vinieron a mi mente.

—¿Y Charlie? —preguntó Edward con sorna—. ¿Sigue tan tolerante como siempre?

Lo miré con rabia, no tenía derecho a hablar de mi padre. No le contesté.

—Voy por un trago —dije levantándome de la mesa.

Caminé como un huracán hacia la barra, lo odiaba, era insoportable, en ese momento no entendía cómo me había casado con él.

Pedí un tequila margarita, sabía que combinar destilados era malo, pero necesitaba calmar mi enojo con urgencia.

Saqué mi celular de la cartera de mi blazer, eran las nueve y media de la noche. Tenía tres llamadas pérdidas de James y cinco mensajes, me disponía a leerlos cuando alguien invadió mi espacio personal y se posicionó justo detrás de mí. Mi piel de erizó y una corriente recorrió mi cuerpo terminando en mi columna vertebral, mis sentidos estaban alerta.

—Sé que me odias, tanto o más de lo que yo te odio a ti —me dijo Edward muy cerca de mi cuello— pero creo que deberíamos darnos una tregua, al menos por esta noche… por Emmett y tu amiga.

Me giré lentamente y quedé entre la barra y mi ex marido. Podía sentir su calor corporal, mis piernas se sintieron como gelatina, un vacío se instaló en mi centro. Lo odiaba por lo que me provocaba, quería que la noche acabara pronto.


¿que les pareció?