Minerva Paradizo no era una chica cualquiera. Podía parecer que sí, que no era más que una niñita mimada guapísima; en aquel momento, estaba sentada en un sillón de su habitación compartida en el lujoso internado irlandés donde residía, leyendo. Su melena rubia rizada por los hombros, como dictaba la moda, sus gafas de último diseño, una simple pero elegante camiseta de tirantes negra, unos pantalones a la moda de color negro y unas deportivas plateadas de marca. De sus orejas colgaban unos aros no demasiado grandes de plata.

El libro que sostenía entre las manos era un libro de psicología avanzada, a nivel de universitario. Y es que esa muchachita de catorce años no era nada más y nada menos que uno de los mejores intelectos sobre la faz de la tierra. «No.» se contradijo«Uno de los mejores, no. El mejor.» Y es que, con Artemis Fowl desaparecido, nadie podía hacerle competencia. Minerva tenía amigas, pues claro, y las adoraba. Pero a veces añoraba el tira y afloja que una vez mantuvo con su ídolo/ enemigo / amigo Artemis Fowl II.

Minerva no sólo era un genio, también había capturado a un demonio, el llamado Nº1. Había asistido a magia, rebeliones de demonios, el despedazamiento de la isla Hybras, la locura de su ex sicario, Billy Kong, y de la traición de este último.

Sin embargo, ninguno de estos acontecimientos la había marcado. Lo único que la había marcado era Artemis Fowl hijo.

Todavía recordaba la primera vez que lo había visto en persona. Apartó un instante los ojos de las páginas y se permitió soñar. Rememoró aquella tarde en Barcelona, frente a Casa Milà, donde dos personas esperaban. Una de ellas era el enormísimo Mayordomo, el guardaespaldas, un hombre con la cabeza rapada y aspecto feroz. El otro era...

Un muchacho larguirucho y desgarbado. Su cuerpo presentaba estar relajado, y vestía como cualquier chico normal, aunque con algo más de clase. El desorden del pelo negro parecía estar cuidadosamente planeado. Los ojos, grandes, de azul oscuro, penetrantes, profundos... retadores, arrogantes... inteligentes. Y la sonrisa desafiante y tranquila. Minerva se estremeció, como cada vez que su mente divagaba y acababa acariciando el recuerdo de Artemis.

Artemis aplaudiendo su secuestro perfecto en el teatro, Artemis alabándola por teléfono, Artemis burlando su seguridad, Artemis salvándola de Kong, Artemis estrechándole la mano, Artemis... saltando por la ventana junto con dos demonios y la elfa Holly Canija...

Aquella fue la última vez que vio al apuesto y engreído Artemis. Saltando por una ventana, con una bomba que podía matarlos a todos por culpa suya, de ella, arriesgando su vida para salvar la de muchos otros. Artemis era inteligente, pero tenía una faceta heroica de lo más estúpida. Estúpida y enloquecedora.

Ya habían pasado más de dos años. Artemis prometió que regresaría, pero no lo había hecho. Minerva lloraba todas las noches su pérdida hasta que se le acababan las lágrimas, y cuando estas se acababan, odiaba a Artemis por ser un mentiroso y un idiota. El único idiota que podía llegar a medirse con ella.

-Minnie... –la llamó Nelly Catherine, la chica sudamericana con la que había hecho muy buenas migas, desde la puerta- Minnie, un chico pregunta por ti.

Entró en la habitación mientras Minerva resoplaba.

-Oh, no... Seguro que son los plastas de Mike y su pandilla.

-No, no es Mike- Nelly parecía emocionada.- Es un chico muuuuy guapo. Alto, así, monísimo.-Minerva estuvo tentada de agradecerle mordazmente su detallada descripción- Con una sonrisa que deja sin respiración.- la chica dejó caer su manita delicada sobre su morenísima frente en actitud teatral- Si no vas tú a por él, voy yo.

-Nelly...-protestó Minerva mientras el torbellino latino de pelo negro y piel bronce la arrastraba hacia la puerta.

-No te arrepentirás- aseguró Nelly.

Cuando iban a llegar a la puerta, Minerva se zafó del agarre.

-Está bien, saldré, pero al menos saldré con un poco de dignidad.

-Ándale- exclamó juguetonamente Nelly.

La joven genio salió muy erguida y orgullosa. Pero toda su seguridad de genio adolescente sin miedo se esfumó al ver el chico que le esperaba al bajar las escaleras.

Pelo negro, ojos increíbles, sonrisa arrebatadora, actitud engreída...

Artemis Fowl II había regresado.

Minerva creyó que su propia mente le hacía ver cosas que no había en realidad. Luego una vocecita le dijo que entonces Nelly no la habría visto. Esto tenía que ser real. Era real.

La cara de asombro fue sustituida por una de genuina e inocente alegría. Ella se dejó el orgullo y bajó las escaleras a trompicones, corriendo. Artemis la observó, con una media sonrisa de diversión.

-¡¡Oh, Artemis!!-gritó Minerva, mientras unas lágrimas escapaban por su cara.

Saltó y de un salto se abrazó a Artemis. Dios, pudo sentir el ritmo acelerado del corazón de Artemis, al compás del suyo propio. El jadeo que salió del pecho del joven.

Al principio, los dos se quedaron parados, ella sintiéndose idiota, él sin saber cómo sentirse. Finalmente, Artemis le pasó titubeantemente los brazos por la cintura, respirando hondo. Giró un poco la cabeza para pegar la boca al oído de Minerva.

-¿Me has echado de menos, pequeña?-susurró en tono seductor, aunque ligeramente tembloroso.

Minerva lo imitó y le susurró al muchacho:

-Ya no soy tan pequeña... digamos que ahora me gusta hacer cosas... más para mayores.

Artemis se estremeció. ¿Minerva se le estaba insinuando...?

Se separó de ella mientras un calor que poco tenía que ver con la temperatura ambiente y mucho con la pubertad y la belleza de Minerva se adueñaba de su cuerpo. Prudencia.

-Es cierto, has crecido. Ya no eres la guapísima niña genio que tenía que rescatar...-sonrió Artemis.

Minerva también sonrió, azorada. Artemis usaba una táctica sucia para humillarla, y encima recordarle que le debía varias.

-Sí que te echaba de menos. Es aburrido no tener a nadie que entienda mis chistes.

Artemis le sonrió ¿con cariño? Y entonces se dio cuenta de algo de lo que no se había percatado antes por el tupido flequillo.

-¡¡Tus ojos!!-exclamó, apartándole el pelo (suave, tupido, mullido) de la cara y acercando la suya para verlo mejor- ¡¡Tienes un ojo...!!

-De elfo-rió Artemis- O mejor dicho, de la elfa capitana Holly Canija. Cosas de viajar en el tiempo. Ella tiene un ojo mío y yo uno suyo.

Minerva seguía abstraída en el iris avellana. Pero entonces, ambos ojos del chico bajaron hacia algo por debajo de la nariz. Sus labios.

La tentación era demasiado grande. Estaban tan cerca, Minerva podía sentir que el aliento cálido de Artemis se aceleraba. Sintió que el abrazo de Artemis se apretaba, y podía sentir algo que pertenecía a Artemis pegado a su pubis, algo duro, palpitante, cálido...

No podía controlar sus ojos. Los bajó y se dio cuenta de que los labios de Artemis eran divinos. Carnosos, de un color rosado exquisito, parecían tan suaves, y de una apariencia húmeda y cálida... Podía entrever la lengua entre los labios... Qué boca tan fascinante, tan paradisíaca...

-Malditas hormonas...-jadeó en un suspiro Artemis.

Minerva no contestó. Un deseo irrefrenable de ser del irlandés la sedujo. Solo quería que el genio la hiciera suya, sentir el calor de Artemis llenando aquel vacío entre sus piernas...

De pronto, unas manos toscas los apartaron. No podía ser otro que...

-Mike-escupió la palabra.

Era un tipo grande, fuerte, con la cara llena de granos y el pelo de pincho. Tenía la mandíbula prominente y la nariz ganchuda. Desde que ella había entrado en la escuela, el matón había intentado seducirla por todos los vanos medios que se le ocurrieron.

-Eh, piltrafilla¿tú eres el nuevo?-tenía la voz grave y de pervertido.

-Artemis Fowl hijo-se presentó el irlandés con una sonrisa serena y desafiante que no dejaba traslucir nada de miedo.

-Muy bien, Fowl-escupió el matón-, tú vas a alejarte de mi novia¿entendido?

-Uhm... – Artemis hizo como que se lo pensaba- ¿De qué forma¿Físicamente, es decir, que cumpla unas restricciones espacio-tiempo concretas, o retóricamente, que no le hable ni la mire?

Mike gruñó, enrojeciendo levemente.

-La segunda.

-¿Cuál era la segunda? Ya no recuerdo en qué orden las dije- replicó el genio. Minerva sonrió. Oh, Artemis Fowl...

-La... la que suena como repollo-murmuró el bruto, aturullado.

Minerva rió. Las suaves carcajadas hicieron que los chicos que mantenían un pulso verbal se volvieran; Mike avergonzado y furioso, Artemis radiante y elocuente.

-Oh, vamos, Mike. Deja de incordiar-se acercó a Artemis y le cogió del brazo- Artemis y yo sólo somos amigos. Y aunque fuéramos algo más, eso solo nos incumbe a él y a mí, pues tú no eres mi novio.

-¡¡Mala puta...!! –rugió Mike, pero Artemis y Minerva ya habían huido, riendo en sus narices.

Cuando los dos genios adolescentes pararon en los jardines, jadeaban y reían a partes iguales, como un par de críos. Se apoyaron en un seto, recuperando el aliento.

-Ese estúpido Mike-explicó entre resuellos Minerva- se ha encaprichado conmigo desde que entré en la escuela y... y se empeña en que no se me acerque ningún chico.

-No me extraña-respondió con voz ronca Artemis, apartando el pelo sudado de la cara y sonriéndole a la chica-. Eres la única persona que ha podido compararse conmigo... nunca. Ni siquiera la mafiya estuvo a nuestra altura-alargó una mano hasta el rostro enrojecido de Minerva. Le apartó un mechón rubio de la cara y se lo puso detrás de la oreja. Luego le acarició la mejilla con la punta de los dedos- y además de inteligente... hay que ver lo guapa que eres.

-También tú tendrás tu grupillo de admiradoras, Fowl- respondió ella entrecortadamente, mientras la mano de Artemis la ponía nerviosa en su moflete-. Cumples bastantes cualidades que debe tener un chico perfecto. Eres inteligente, engreído, misterioso... y estás muy bueno. Tienes unos ojazos que agüita.

Artemis rió suavemente sin apartarle la mano de la mejilla.

-De modo que seremos una pareja de sex symbols, ¿eh?

Minerva repitió mentalmente las palabras del irlandés. Una pareja...

-Algo así-respondió la muchacha encogiéndose de hombros- Oye, Artemis-añadió- ¿tengo la mejilla suave o algo así?

-¿Por qué lo preguntas?- dijo el chico distraídamente, concentrado en el roce de sus dedos con la piel blanca y fina.

-Porque me has tocado la mejilla y es como si te hubieras quedado enganchado-sonrió burlonamente Minerva.

Fue como si le hubiera dado la corriente. Artemis apartó la mano inmediatamente de la cara, farfullando cosas.

-Oh... L-lo si-si-siento. Estas malditas ho-hormonas...

Minerva volvió a reír. Era increíble. La conocían por su seriedad y ahora no podía parar de reír. Era como si la alegría hubiera llamado a su puerta...

Pero es que no era para menos. ¿Artemis Fowl, nervioso, tartamudeando, con las mejillas rojísimas y sin poder sostenerle la mirada?

-Qué ricura-exclamó sin poder evitarlo. Artemis subió tímidamente la mirada hasta sus ojos sagaces.

-¿Sabes? Vine aquí porque me gustaría intentar ser un chico normal. No voy a negártelo, la culpa de esta decisión la tienen Mayordomo, mamá, Juliet y las hormonas- Artemis se estremeció como si la simple idea fuera desagradable-. Me gustaría... que conocieras otras facetas mías- la cara de Artemis era un poema de timidez y dulzura. Minerva no sabía si indignarse o derretirse. Al instante, la expresión de Artemis fue la de siempre: inteligencia engreída y un brillo divertido y burlón en la mirada- Pero sólo te las enseñaré a ti. En privado- le guiñó un ojo.

Minerva se levantó. Se sacudió la hierba de la ropa negra y se revolvió los rizos.

-Puede que en mundo subterráneo tú seas un as, Fowl, pero esto es otro mundo, y las reglas... las pongo yo. Aprendelas o sufre.

Artemis sonrió bobaliconamente.

-Cómo me gusta esta chica...