¡Hola! Este es mi primer fic, que no sea de Hetalia, y es de… ¡Kuroshitsuji!
-"Ya lo leyeron al entrar"
-Ya, pero así es más dramático…
En fin, no sé qué tal me saldrá, bien espero…
-"No esperes tanto."
Ese tan majo es mi Alter Ego… (Estoy un poco loca xD) Bien, esto transcurre en la temporada de "Kuroshitsuji II" así pues, con haber visto los dos primeros capítulos de esta maravillosa serie, ya va bien. Dentro de unos cuántos capítulos, va a haber un pequeño contenido Spoiler, en ese capítulo avisaré de ello, y de en qué capítulo de "Kuroshitsuji II" se dice el Spoiler…
Los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen
Ese mundo…
¿O ese tiempo?
Todo empieza con una historia de hace muchos, muchos años, bueno… quizá no tantos.
Os contaré la historia que una vez viví, decido contároslo a vosotros, porque sé que vosotros me creeréis, creeréis en aquello que nadie más cree…
Por lo que tengo entendido, todo comenzó en el siglo XIX, en la mansión Phamtomhive. Un joven amo, llamado Ciel, estaba tranquilamente tomando su taza de té, mientras leía el periódico a simple vista parecía normal… salvo por dos detalles muy importantes, el segundo siempre se le escapa a la gente.
El primero es que el joven amo tiene trece escasos años, el segundo es que tiene un mayordomo que es un…demonio.
-¡Sebastián!-Gritó de repente Ciel.
-¿Me ha llamado?
-Sebastián, te leeré esta noticia, presta atención ¿Entendido?-El asintió con la cabeza.- "La reina fue capaz de observar que estos tiempos son cada vez más difíciles, si continuamos así La Reina Victoria afirma que Inglaterra se verá envuelta en una severa crisis" ¿Has escuchado bien, Sebastián?
-Sí.-Contestó firmemente el mayordomo.
-Bien, pues-Dijo el joven amo dejando sobre la mesa el periódico, cruzando una pierna y acomodando su cabeza en sus manos entrelazadas, con los codos apoyados en las rodillas.-como ya sabes, las preocupaciones de Su Majestad son mi preocupación, y mi deber es erradicarlas por ello, quiero ver como es Inglaterra en el fututo. Es decir, quiero que me lleves al futuro.
-Pero, eso es imposible My Lord.
-¡Es una orden! No me importan los métodos, no me importa i acudes a un hechicero, lo importante es llegar.
-Yes, My Lord.-Dijo Sebastián haciendo una reverencia, y marchándose del lugar educadamente. Realmente no sé cómo puede ser tan tolerante.
Este día transcurrió normal, todo lo normal que pueda transcurrir en la mansión Phamtomhive, por su puesto.
Bard quemó la comida, así que se tubo qu encargar Sebastián de la comida. Meyrin rompió unos platos, así que todo lo limpió Sebastián. Finn… en realidad no hizo ningún desastre esta vez…
Al día siguiente, Ciel y Sebastián fueron a ver a un hechicero de renombre, que afirmaba podía conseguir cualquier maravilla, por extraordinaria e imposible que parezca. De hecho el nombre de este hechicero nunca me lo aclaro nadie, supongo que tampoco sería importante.
-Disculpe señor.-Dijo Sebastián llamando la atención del mago. Un hombre joven, de cabellos rubios y alborotados, de verdes ojos y tez blanca. Parecía le faltase algún tornillo, pero si hacía bien su trabajo no importaba ¿No?
-Lo siento, lo siento ¿En qué puedo ayudaros?-Pregunto el amable (y un poco loco) hechicero.
Por lo que se, el hechicero estaba tras un alto mostrador.
-Vera señor, mi joven amo quería saber si se puede ir al futuro.
-¡Claro que sí! *Scones comidos.-Dijo alegremente.-Dígale a su joven amo que venga para poder llevaros al futuro.
-Mi joven amo…
-¡Ya estoy aquí!
El hechicero miró hacia abajo, apoyándose en el mostrador, para sacar la cabeza.
-Vaya,-dijo el sorprendido hechicero.-sí que es joven ¿Qué edad tiene? ¿Diez, once?
-Mi joven amo tiene…
-No importa, basta ya de hablar, quiero ir ya al futuro ¿Entendido?
-Bien, bien, ¿Es por lo de la Reina Victoria?-Ciel asintió con la cabeza.-Entonces eres el perro de la reina o… ¿La araña?
Ciel chasqueó la lengua.
-Entiendo, entiendo. Venid aquí.-Dijo el hechicero saliendo del mostrador. Resultó no medir más de medio palmo
"¿Y ese se atrevía a menospreciar a Ciel Phamtomhive?"-Pensó el huérfano.
Ciel y su mayordomo se colocaron donde se les fue indicado, y esperaron a que el rubio dibujase con una extraña tiza blanca una estrella… no, la estrella del demonio.
Tras sus indicaciones, amo y mayordomo se colocaron sobre la estrella, dibujada anteriormente con esa extraña tiza. A continuación el mago dijo unas extrañas palabras, en las que sólo se pudieron identificar: "Reina" "perro" "deseo" "anhelo" "futuro"
Tras esto, nuestros protagonistas se encontraron en una oscura calle. Sólo había unas pocas farolas alumbrando la enorme y fría acera de Inglaterra… del siglo XXI ¿Por qué precisamente esa época? Supongo que pensaron que después de tres siglos todo sería totalmente distinto… debieron tenerlo más en cuenta…
Caminaron por esa calle, buscando a saber el que, cuando empezó a llover. En un principio era una pequeña llovizna, gotas pequeñas y finas, soportable. Luego se transformó en una horrible tormenta.
En ese momento, una chica estaba mirando por la ventana de su destrozada y vieja casa, mirando como llovía, mientras se tomaba un chocolate caliente. Cuando vió las dos siluetas, no las identificó, estaban demasiado lejos. Por fin identificó la figura esbelta de un niño, y la figura esbelta de un adulto joven, que se acercaban a tu casa. Picaron a la puerta.
-¡Voy!-Gritó la joven.
La joven era, hermosa en una palabra. Su cabello era oscuro, y le llegaba hasta poco debajo de los hombros, sus ojos eran del color más azul jamás visto, y su tez pálida hacia un precioso contraste con su oscuro cabello.
-Disculpe señorita, nos dejaría…
-Un… momento… ¿¡Tú eres Sebastián Michaelis!? Buen disfraz, tú también pegas mucho de Ciel Phamtomhive.-Dijo la chica emocionada.- ¡Oh! Pasad, pasad. Con la que está cayendo.
-¿Qué se cae, señorita? La puedo ayudar…
La joven se quedó con cara de sorpresa.
-¿No conoces esa expresión?
-Me temo que no…
-¡Vaya chicos! Casi me trago que realmente sois Sebastián y Ciel.
-¿Cómo conoces nuestros nombres?-Preguntó Ciel amenazadoramente.
-¿Sois… los… verdaderos? ¿No estáis… disfrazados?
-No creía que en esta época nos conocieran…-Dijo Sebastián estupefacto.
-Ok… Sentaros en el sofá por favor. Os contaré porque os conozco ¿Queréis chocolate caliente? Lo siento, no tengo té.
-No, gracias.-Respondió Sebastián.
-Muy bien. Os conozco por una sencilla razón: estáis por todo internet.
-¿Por todo…?-Empezó Sebastián.
-¿…Internet?-Terminó Ciel.
-Ahora os explico lo que es. Es una red-Al observar sus caras estupefactas la joven aclaro.-no de pesca, en la cual se busca información, se juega a juegos, te los descargas, descargas pelis… y ves vídeos de gatitos monos…
-¿Gatos?-Dijo Sebastián.
-¿Cómo se puede jugar a juegos? ¿Qué son "pelis"?
-Bueno… ahora traigo el ordenador, desde ahí se accede a internet. Y "pelis" es la forma abreviada en plural de decir "películas"
La joven trajo el ordenador. Era un portátil, evidentemente.
-Muy bien, ¡Sebastián destruye esa cosa!
-Yes, my…
-¡No! Es mío por favor. Aunque lo rompieras seguiría circulando tu historia por internet.
-¡Sebastián destruye internet!
-Eso es imposible. ¿Cómo es que estáis aquí?
Ciel y Sebastián le explicaron toda la travesía.
-¿Cuándo tenéis pensado volver?
-No lo sabemos.-Respondió Ciel secamente.
-Ni siquiera sabemos si podremos volver, señorita… Disculpe ¿Su nombre?
-Mi nombre es Ivette. ¿Puedo hacer una pregunta, si no es mucha intromisión?-Preguntó Ivette, con la cordialidad de una verdadera duquesa de la época victoriana.
-Por supuesto, my lady.-Contestó un cordial Sebastián.
-¿Pretendéis vivir en un lugar en especial?
-En la mansión Phamtomhive, señorita Ivette.
-Lo siento, la mansión está convertida en "El Museo Phamtomhive"
-¡¿Museo?!-Se impresionaron Ciel y Sebastián.
-Os lo intento explicar mejor ¿Vale?-Asintieron.-Bien, vosotros sois personajes de una serie de animación japonesa…
-¡Malditos japoneses!-Interfirió Ciel.-Tanto ellos como los chinos interfieren con el Opio, ensuciando las calles de Inglaterra.
-Primero-Dijo Ivette calmada, y hasta divertida.-en tu época, pocos años después los ingleses entraran en guerra, por conseguir el opio. Segundo: Los ingleses formarán una alianza con los japoneses, los únicos que quieren algo con ellos, y les ayudarán contra Rusia. Muy bien, continúo: Sois personajes de una serie de animación japonesa, la cual ésta basada en una historia real, por lo cual no sé si sois del anime o sois los reales, aunque, parecéis los del anime…-Se quedó pensativa.
-En cualquier caso, ¿¡Cómo es eso de que no podemos entrar a mi Mansión!?
-A éstas alturas, no queda ninguno de tus descendientes, por ello, lo convirtieron en un museo.
-Señor, yo creo que es un honor…
-¡Yo no lo veo así! ¡Me han dejado sin casa!
-No sabían que ibas a estar aquí…-Razonó Ivette.-En cualquier caso, si así lo deseáis, quedaros en mi casa. Parece un poco en mal estado, pero es espaciosa, e hice unas cuantas reparaciones.
-Bien, será mejor que nada…
-Lo que el joven amo quiere decir e "gracias"
-De nada.
-En realidad no.
-No importa, está bien.
-Gracias.-Dijo Sebastián, luego miró a Ciel con una gran sonrisa.
-Bien, ahora que viviréis aquí debéis saber unas cuantas normas. Primero, esto va solo para Ciel, debes ir al instituto.
-¿Insti-qué?
-Instituto, el lugar al cual van los jóvenes a partir de los doce años a estudiar para conseguir tener trabajo en el futuro.
-No necesito trabajo, soy el Conde…
-Aquí no importa, además, debes renunciar a ese apellido, ya que no hay ningún descendiente vivo del Conde Phamtomhive. Aquí serás Ciel… Smith, Ciel Smith, un viejo amigo mío de la infancia.
-¿Smith? No sé te ocurrió otro apellido…
-Smith es un apellido común, está bien. Diremos que pasarás aquí una temporada indefinida, y entre tanto tu domicilio será mi casa ¿Vale?
-Nos parece bien, My Lady.
-Muchas gracias, ¡Se-vas-Chan!-Dijo con voz de ya sabéis quien, haciendo que Sebastián se estremeciera.-En cualquier caso, es una suerte que hoy sea viernes, así os podre decir como debéis comportaros, Conde Phamtomhive.-Dijo añadiendo una torpe reverencia al final. Hoy ya es tarde, por lo cual, mañana iremos a comprar tu uniforme escolar.
-¿Uniforme escolar?
-Sí, es el uniforme que se utiliza al ir a la escuela o instituto.
-¿Y qué es eso de escuela?-Pregunto Ciel.
-Es el sinónimo de escuela.
-¿Por qué no utilizar siempre la misma palabra?
-Eso me pregunto yo…
-Señorito, la Luna ya está alta, será mejor que se vaya a dormir…
-Tiene razón, mañana será un largo día. Acompáñame, os enseñaré donde dormiréis.-Razonó Ivette.
Les llevó a través de un largo pasillo, la primera puerta a la izquierda era su habitación, la próxima, a la derecha, era la cocina, por fin la siguiente a la izquierda, era la de sus padres, pero sus padres no estaban…
-¿Sus padres están de viaje?-Preguntó Sebastián.
-Mis padres están…muertos.-Aclaró Ivette con un hilo de voz.
-Siento…-Dijo Ciel con una mirada melancólica. Él sabía que era eso a la perfección. Ivette negó con la cabeza.
-Así pues ahí dormirá Ciel, y en la próxima a la izquierda, está la de invitados donde dormirá Sebastián ¿Os parece bien?
-Perfecto, Lady Ivette.-Afirmó Sebastián.
-Las habitaciones que no utilizo las limpio una vez a la semana, las demás todos los días, por tanto no sé si estarán muy bien, lo siento.
-Está bien, es mejor que nada.-Afirmó Ciel.
-¿Por qué una vez a la semana a pesar de no utilizarlas?
-Para mantener limpio el recuerdo de mis padres.-Dijo Ivette, con una gran y preciosa sonrisa. A Ciel esto le recordó a algo, aunque este es un deseo menos… vengativo.
Se fueron por fin a dormir, mañana sería un gran y largo día.
Ya era de día, aunque Ivette no estaba despierta todavía.
De pronto, una pequeña rendija de luz que dio justo a sus ojos. Se frotó los ojos con las dos manos mientras se incorporaba. Cuando por apartó sus manos de sus ojos, vio a Ciel, ya vestido, y con el ojo (supongo que el otro también) abierto de par en par.
-¡Ciel qué demonios haces!-Gritó Ivette dándose cuenta de que estaba vestida con un pijama morado de tela TRANSPARENTE.
-L-lo siento, yo… yo buscaba la cocina…-Se excusó Ciel, sumamente sonrojado mientras Ivette se tapaba con las mantas de la cama.
-Es la habitación de al lado.
Inmediatamente salió, con la cara más roja que un tomate.
-Vaya joven amo,-Dijo Sebastián con su sonrisa de siempre.- ¿Qué hacía en la habitación de la señorita Ivette, que tiene la cara roja?
-¡Me confundí de habitación! ¿¡Vale!?-Gruñó Ciel irritado y avergonzado.
Sebastián convirtió su sonrisa en una leve risa.
-¿Y tú que hacías vagando por el pasillo?
-Buscar una despensa con comida.
-¿Y?
-No la encontré. Cuando la señorita Ivette salga prepararé el desayuno.
-Está bien.-Masculló Ciel entre dientes.
Ivette salió vestida con un vestido lila (le encanta el morado y variaciones) hasta las rodillas, con un cinto acabado en lazo morado oscuro, y unas medias negras.
-Disculpe señorita Ivette, ¿Dónde están las provisiones?
-En la nevera.
-¿Nevera?
-Ese armario blanco.-Dijo Ivette señalando la nevera, justo detrás de Sebastián.
-¡Ah! Gracias… ¿Es normal que haga frío?
-Lo más normal del mundo. Ahí se guardan los alimentos que se desean conservar fríos.
-Entiendo. En el siglo XIX teníamos algo parecido, pero era de madera, y dentro teníamos nieve para conservar fríos los alimentos.
Desayunaron (gracias a Ivette) unas deliciosas tortitas con mantequilla, y sirope de chocolate.
-¿Qué es esto?-Preguntó un sorprendido Ciel, ante algo que no había visto jamás en su vida.
-¡Tortitas con mantequilla y sirope de chocolate! Un desayuno muy americano.
-No pienso comer algo americano, ería deshonrar a la reina.
-Si no comes esto, no desayunas.
Estuvo un rato como niño pequeño, mirando con recelo el plato, luego probó un poco.
-¡Está delicioso!
-¿Ves?
Ciel se aclaró la garganta con resignación y continuó comiendo. Sebastián e Ivette soltaron una risita.
-¿Tú de que te ríes… Se-bas-Chan?-Preguntó Ivette con voz de ya sabéis quien… la imita demasiado bien, sobre todo para el gusto de nuestro querido Sebas-Chan.
Una vez terminaron de desayunar, fueron a una tienda de antigüedades para vender las libras de oro ¡Oro! Que llevaba Ciel, para conseguir monedas normales de la época. Les dieron dinero como para vivir los tres un año si no más.
Ahora sí, por fin fueron de compras. Tenían que comprar el uniforme escolar de Ciel… y ropa más normal. Por la calle todo el mundo murmuraba ¡Qué vergüenza debió de pasar la pobre Ivette!
Por fin llegaron a la tienda en la cual podían comprar el uniforme.
-"Creo que mejor será que se lo lleve puesto. ¡Nos soportaré tanta vergüenza de nuevo!"-Pensaba Ivette entre que Ciel se probaba el dichoso uniforme.-"¿Tanto se podía tardar?"
Cuando por fin salió, digamos que no iba muy bien vestido. El parche (supongo que se lo tuvo que quitar para cambiarse la camiseta) estaba atado con un nudo horrible… Será mejor que primero defina el traje:
Constaba de una camisa negra, la cual llevaba una corbata roja al cuello, unos pantalones largos negros, y unos zapatos negros de nuevo.
Bien, la corbata mal atada, la camisa medio retorcida… ¿Queréis que os defina los cordones de los zapatos?
En cualquier caso Sebastián le ató bien el parche, la corbata y los cordones, y corrigió la postura de la camisa.
Ahora se veía bastante mejor… sobre todo a ojos de Ivette.
-¿Qué tal?-Preguntó Ivette.
-Bien, supongo.-Contestó secamente Ciel.
Compraron el traje. Al llegar a la casa de Ivette, le explicó a Ciel como se debía comportar en clase y con los demás compañeros de clase.
-¿Lo has entendido todo?
-Si.
-Bien, Sebastián, mientras no estamos ¿Podrías encargarte de hacer la comida, por favor?
-Por supuesto, lady Ivette.
-¡Gracias!
Ahora bien, dejando de lado a estos tres extraños personajes, quería hablar de otros tres aún más extraños personajes...
Así pues, regresamos al viernes, la llegada de estos dos extraños personajes…
Siglo XIX:
-Señor, ¿Está seguro de querer ir?
-¡Por supuesto que sí! Si ese Ciel va, no seré menos. A demás, soy la araña de la reina, no querrás que pase por alto este problema ¿Verdad? ¿O tiene miedo?
-No tengo miedo señor, pero…
-Pero nada. Sólo obedece.
-Yes, you a Highness.
-Disculpe señor.-Dijo Claude llamando la atención del mago.
-Lo siento, lo siento ¿En qué puedo ayudaros?-Pregunto el amable (y un poco loco) hechicero.
El hechicero se encontraba de nuevo tras ese alto mostrador.
-Vera señor, mi joven amo quería saber si se puede ir al futuro.
-¡Claro que sí!-Dijo alegremente.- ¿Ese chico es su joven amo?-Preguntó mirando hacia Alois.
-Exacto.
-¿Alguna queja?-Preguntó irónicamente Alois. Si ponía alguna simplemente lo mataría.
-No, no. Antes vino un chico de unos diez u once años, hoy en día los condes son más pequeños. Hace cien años, cuando yo gozaba de mi niñez a mis 325 años, los condes eran personas adultas y bien formadas, los tiempos cambian.
-Muy bien, no me importa, simplemente quiero ir al futuro. YA.-Dijo Alois con una mezcla entre divertido, amenazante y cortante.
-SÍ, SÍ.-El hombre salió de detrás del mostrador.-Bien, colocaos sobre esta estrella.
Los dos se colocaron sobre ella. El hombre conjuró unas palabras, de las que sólo se entendieron "deseo" "anhelo" "reina" y "araña roja…" después de "araña roja…" dijo algo más, pero no lo entendieron…
De pronto se encontraron vagando por las calles mojadas de Inglaterra… del siglo XXI. Caminaron hasta encontrar una gran mansión. Empezó a llover más fuerte.
-Señor, sería mejor pedir alojamiento en aquella mansión.
-Ésta bien.-Dijo divertido Alois.-Sólo espero no encontrarme con ese Conde Phamtomhive.
Se dirigieron hacia esa gran mansión de paredes de roca blancas, y adornos dorados.
La puerta acababa en semicírculo, y estaba adornada por un gran arco dorado, la puerta era grisácea negra, y tenía unas aldabas, de color plata. Una obra arquitectónica típica inglesa de la época Victoriana.
Picaron a la puerta con es preciosa y bien cuidad albada plateada.
En cualquier caso, ahora entra el tercer extraño y extravagante personaje ¡Yo!
Estaba tranquilamente en la cocina, preparándome la cena, cuando oí que picaron. Al fijarme por la ventana en el diluvio (soy un poco exagerada) que estaba cayendo, salí de la cocina rápidamente, casi me caigo tropezando con la pared, corrí por todo el largo y estrecho pasillo hasta llegar a la puerta principal.
-Siento haber tardado tanto en abrir.
-Ésta bien, señorita, disculpe ¿Podría…?-Iba a decir "darnos alojamiento" pero al fijarme en sus ropas totalmente empapadas les hice entrar rápidamente.
-¡Pasad, pasad!-Me di la vuelta rápidamente.-No importa que estéis empapados, sentaos en el sofá, iré a por mantas.
Ellos cerraron la puerta tras de sí, y se sentaron como les… casi ordené. Fui a buscar las mantas claro que como buscando y guardando cosas soy tan buena (¿Se nota la ironía?) tardé casi media hora en encontrarlas.
-¡Por fin las encontré!-Grité entusiasmada. Estaban debajo de infinidad de cosas, el caso es que, al tirar de ellas se me calló todo encima ¿Puedo ser más torpe? Necesitaba ayuda urgentemente.
Después, sin preocuparme por el desorden causado llevé rápidamente las mantas, a los dos sujetos que todavía no identifiqué. Al llevárselas… digamos que tuve una gran sorpresa.
-¿¡Alois Trancy!? ¿¡Claude Faustus!? ¿Qué demonios…?-Tal fue la sorpresa, que se me cayeron las mantas de golpe.
Al conseguir recuperarme del shock, causado ante estos extraños personajes, salidos de quien sabe dónde, recogí las mantas, y se las acomodé en la espalda.
-¿Cómo conoce nuestros nombres, señorita?-Preguntó Claude después de todo el proceso, anteriormente nombrado.
-Es una larga historia ¿Queréis té o chocolate caliente? Podríais resfriaros.-Dije en uno de mis momentos madre…
-¡Chocolate caliente!-Dijo muy animado Alois Trancy.
-Una taza de té Drummer Van Halen, por favor.
-¡Entendido!
Fui a la cocina. Al vivir sola, se hacer varias comidas, y me gusta el té… aunque no sé cómo hacer un buen té negro inglés, sin embargo Claude se lo bebió perfectamente… se nota que es un demonio.
-Bien, ¿Puedo haceros una pregunta?
-Ya la estás haciendo.-Dijo Claude con una extraña sonrisa.
-¿Cómo es que estáis aquí?
-La reina siente miedo por cómo puede estar la economía de Inglaterra en un futuro.
-Y por eso estáis aquí. Hasta aquí lo entiendo todo ¿Cuánto tiempo tenéis pensado quedaros?
-No lo sabemos.
-¿Sabéis volver acaso?
-No.
Suspiré. Deberían haberse preparado mejor, no me molestan, es por ellos.
-Bien. Básicamente sois personajes históricos, con una adaptación a la animación japonesa y manga. Pero la pregunta del millón ¿Venís de hace dos siglos y pico o de la animación japonesa y manga?
-No lo sabemos. Según ese hechicero, nos hizo viajar al futuro. ¿Qué año es, señorita…? ¿Cómo se llama?
-Es el siglo XXI, año 2015, y mi nombre es Alice.
-Muchas gracias.
-No hay de que.-Dije añadiendo una sonrisa al final.
-¿Puedo pedirle un favor más?
-Adelante.
-¿Podemos quedarnos en su casa hasta que podamos volver?
-Por supuesto.
-Por cierto, si no es mucha intromisión ¿Vives sola? ¿No tienes padres?
-Si tengo padres, pero ya que pueden, siempre están de viaje, a duras penas me acuerdo de sus rostros.
-¿Nunca los viste?
-Los vi la semana pasada, cuando me avisaron de que se iban a Hawaii. El que no me acuerdo de sus rostros es una manera de hablar, y exagerar una realidad.
Entre toda esta larga charla, conmigo intentando hablar lo más correctamente posible, Alois se bebió todo el chocolate caliente.
-¡No sabes cuánto te lo agradezco!-Exageró Alois, con una gran sonrisa (exagerada) en su rostro. Igualmente es mono.
Se levantó rápidamente, y yo, sabiendo lo que seguramente iba a hacer, me levanté también.
Giramos sobre nuestro propio eje, dimos una palmada y…
-¡Olé!-Gritamos a la vez.
Nos miramos y reímos. Es la primera vez que me lo pasaba tan bien.
-Bien…-Dije entre risas.-empieza a oscurecer, os enseñaré las habitaciones que podéis ocupar, y prepararé la cena. De todos modos, como nunca se cuándo vendrán mis padres siempre mantengo limpia su habitación. Y aunque no haya ningún invitado también mantengo la de invitados, por si mis padres se traen un amigo de a saber dónde. Aun así, si estas habitaciones no son de vuestro agrado…
-¡No hace falta que hables tan formal! Mejor habla normal ¿Vale? Es mejor hablar así entre amigos.-Dijo Alois riendo y sonriendo.
-¿A-amigos?-Nunca había tenido uno, por eso me sorprendí.- ¡Bien, amigos! Si no estáis cómodos en esas habitaciones hay ocho más. No sé porque hay tantas, pero sabéis tanto como yo, que así son las mansiones. Siempre hay muchísimas habitaciones.-Dije sonriendo.
Les llevé a sus habitaciones tras un largo pasillo. La primera puerta a la derecha, daba a la cocina, la siguiente puerta a mi habitación, y la próxima a la de mis padres. Allí dormiría Alois.
La primera puerta por la izquierda daba al servicio, la segunda al aseo, y la tercera a la habitación de invitados, donde dormiría Claude. Les di las habitaciones más grandes (después de la mía) de la casa.
-En el piso de arriba está el salón, la sala de estudios con biblioteca y cuatro de las otras habitaciones ¿Alguna pregunta?
Negaron con la cabeza.
-¡Bien! Podéis acomodaros, yo prepararé la cena.
-¡Claude!-El nombrado entendió enseguida la orden.
-Deja que me encargue yo de la cena, ya que no podemos pagarle, deja que ayude en las labores.
-No, no quiero que os molestéis…
-No será molestia.
-Tranquila, todo está bien.-Rio Alois.-Claude se ocupará de todo.
-¿Sabes utilizar el microondas o la vitro cerámica?-Pregunté dirigiéndome a Claude.
-¿Micro-qué?-Preguntó un sorprendido Alois.
-Lo suponía. Si quieres te enseño a utilizarlo.
-Siento la molestia.
-No es molestia.
Alois le lanzó una mirada severa a Claude. Había incumplido una orden. Sólo espero que no lo castigue muy severamente, fue mi culpa, a fin de cuentas.
Enseñarle a alguien del siglo XIX el funcionamiento de un microondas no es simple, es como enseñarle a un niño de tres años el funcionamiento de un microondas. La vitro cerámica fue un poco más fácil, gracias a que son como los fuegos de las cocinas de carbón… sin el fuego, ni carbón, ni caldera...
Al final cenamos pescado con patatas. Las patatas se le pasaron un poco, pero bueno…
Después de la cena le explique cómo debía ser su vida a partir de ahora, como debía comportarse, que debía ir al instituto.
-¿Insti-qué?
-¿Todo lo que diga que no conozca vas a decir una parte de la palabra y añadir –qué?
-…
-Lo suponía. Bien, el instituto es el lugar donde nos encierran durante seis horas y media de ocho y cuarto a dos y cuarto, para que aprendamos y tengamos un futuro. Aunque realmente, gracias a los compañeros de clase al final no damos nada, aunque su propósito sea enseñar… En cualquier caso deberás ir, y bajo otro nombre ¿Vale?
-Entendido.
-Perfecto. Mañana iremos a comprar el uniforme escolar.-Dije con una sonrisa.
-¿Necesitamos uniforme para que nos encarcelen en un lugar donde no aprendemos por culpa de nuestros compañero de trabajo?
-Algo así. Nunca pensé que un rico conde como tú conociese la palabra "trabajo"-Dije burlonamente, no quería ofender, que conste.
-¿Y tú qué me dices? Mansión gigante, padre de viaje siempre… ¿Tú conoces la palabra trabajo? De haber nacido en mi época, serias condesa o duquesa…
-Buena jugada.-Dije secamente, pero con todavía tono de burla. Reímos.
Después de reír un rato fuimos a nuestras respectivas habitaciones a dormir. Mañana sería un largo día, debíamos estar descansados.
Cuando me quise dar cuenta me desperté. Una rendija de luz pasaba a mis ojos, había ruidos de persianas. Cuando pude abrir los ojos sin que el sol me afectase, me di cuenta de que Claude fue quien levantó las persianas y retiró las cortinas.
-Buena manera de despertar.-Dije irónicamente (tengo mal despertar) Después me fijé en mi mesita.
-Lo siento. Ahí tiene su desayuno. Té Drummer Van Halen, y rebanadas de pan tostado con mermelada y mantequilla.-Sólo de oírlo se me hizo la boca agua. Sólo de verlo se me hizo la boca agua. Tenía que probarlo, tenía una pinta deliciosa, pero más delicioso era su sabor. Me lo comí rápidamente.-Me alegro que lo que prepare sea de su gusto. Déjeme ahora ayudarla a vestirse.
-Se vestirme sola, gracias.
-No debería…
-Fuera, por favor.-Añadí "Por favor" pues sabía no era buena idea enfadar a un demonio.
Me vestí. El día anterior, en el cual esos extraños visitantes llegaron, no me quité en todo el día el uniforme escolar, por eso no iba vestida como normalmente.
Me puse una camiseta de manga larga a rayas negras y blancas, encima una camiseta de manga por los hombros con la bandera de Inglaterra (Toda la camiseta se basaba en la bandera de Inglaterra), una falda típica escocesa roja, con un cinto negro, unas medias negras, y unas botas de nuevo negras de cuero. El pelo lo llevaba suelto, me llega hasta la cadera, del cinto colgaban unas cadenas, y tenía un colgante acabado en la estrella del demonio en color rojo/ violeta.
Salí de la habitación. Al verme Alois se quedó casi paralizado, no entiendo muy bien porque, ciertamente.
-No se parece en nada a lo que llevabas ayer…-Observó Alois.
-Así estoy más cómoda, lo de ayer era el uniforme escolar de las chicas.
El uniforme escolar de las chicas consta de una camiseta roja, atada en cruz por delante, con un nudo marinero de color más rosáceo, y una falda de igual color con líneas rojas más oscuras. Es decir, parecía una piruleta de fresa y regaliz con eso puesto.
Fuimos a comprar el uniforme escolar de Alois.
Cuando llegamos a la tienda, temí que no se supiera vestir solo, sin embargo se vistió bien, bueno, el cuello de la camisa le quedó un poco retorcido, pero a mí también me pasa.
Estaba…muy…
Volvimos a casa.
-Bien, ahora os explicaré y aclararé dudas. Primero, Alois, sólo vamos al instituto de Lunes a viernes, los sábados y domingos no.
-¿Los sábados y domingos no vamos a la cárcel?
-Eso. Tú entiéndelo como quieras. ¿Dudas?-Esperé un rato.-Bien, Claude, de lunes a viernes te quedas sólo, si pudieras preparar la comida mientras Alois y yo estamos en el instituto, para comer antes…
-Ningún problema.
-Bien, luego te enseñaré a utilizar el microondas, y el horno. Alois-el nombrado levantó la cabeza en dirección a mi.-cada X tiempo hay unas "pruebas" en el colegio, se hacen para saber si aprendiste lo que diste en clase ¿Si?
-Bien, sólo una cosa en contra. ¡No aguantaré seis horas y media!
-Yo tampoco. Igualmente no son seguidas, hay cuarenta minutos de receso, y si no estudias religión es hora libre. Y no creo que estudies religión… ¿no?-Dije mirando a Claude.
-Cierto.
-¿Preguntas? ¿No? Bien, ahora intentaré indicarte como se utiliza el microondas y el horno.
Procedí a enseñarle el funcionamiento de esas "máquinas mágicas del futuro" Ciertamente, al ser un demonio lo aprendió rápido, aunque aún se le siguen quemando cosas en el microondas… Bueno, a mí también ¿Y a vosotros?
¡Y hasta aquí el primer capi de mi primer fic de Kuroshitsuji!
¿Qué tal ha estado? Espero bien.
Por favor, déjenme unos reviews, acepto críticas constructivas y halagos (Xd)
Creo que he controlado un poco mal a los personajes u.u lo siento.
¡Muchas gracias a todo el que este leyendo esto!
Ciao, hasta el próximo (dentro de una semana)
