Algunas personas no tienen control sobre su vida, ya sea por la indecision o por no encontrar la verdadera pasión, o incluso por no escucharse a sí mismos y poner a los demás primero.

Ese no es mi caso.

Desde pequeña controlé cada cosa a mi al rededor ¿por qué? Simple, no me gustan las sorpresas. Todo lo que tocaba quedaba bajo mi control, adultos, niños, juegos. Simplemente TODO.

Con solo 22 años tengo la vida controlada.

¿Familia? Soy la princesa de mi padre, mi madre tiene a su propia princesa que es mi hermana. Haruno bajo control de los dos retoños más adorables del mundo.

¿Trabajo? Tengo el trabajo soñado por cualquier amante a la literatura, trabajo las horas que quiero y no tengo que depender de mami o papi.

¿Amor? Pues tengo a quien quiero.

Control es lo que rige mi vida, si tuviese un Segundo nombre es probable que sea ese: control.

Pero esta historia no gira en torno a cómo controlo todo aquello en lo que oso poner mis ojos, sino en cómo un insolente hombre entró sin permiso con su arrogante sonrisa, estupido cabello y aquellos malditos y magnéticos ojos a mi oficina a robarme mi control.

A robarme aquel Preciado control.

Pero no se iba a quedar así, claro que no, si el creía que iba a llevarse eso que me pertenecía sin que yo diera pelea estaba muy equivocado.

Akasuna no Sasori no sería el rey en mi juego de ajedrez.