¡Hola, mis queridos ratones de campo! :) Mi nombre es Robin, y no, no uso spandex (mal chiste), aunque me gustaría (no es chiste), aunque probablemente me vería ridícula (tragedia), pero dejemos de lado eso :)
Este es el primer fic GaLe que escribo XD es algo raro… creo, primero que nada por la distribución de personajes XD es la cosa mas rara que he visto, luego del gato trololo, y pues espero que les guste :) probablemente al comienzo tenga poco GaLe, pero luego tendrá mucho, muchísimo, harto GaLe XD lo juro por los mapaches.
Y pues, aclaraciones y advertencias:
-Si, Levy es una princesa (uy, que original)
-M por la boca sucia de Gajeel, quien aparecerá en el siguiente cap :)
-AU (universo alterno), aunque sigue siendo Fiore y Magnolia y Earthland. Por cierto, dada la falta de reinos en Earthland, manejaré Magnolia, Clover, etc como reinos XD
-Todos siguen siendo magos, tienen los poderes del manga :) con algunos leves cambios.
-Gajeel es sexy, con todo y sus cicatrices (sobre todo por eso último… tengo un trauma con las cicatrices… son tan sepsis *nosebleed*)
-Fairy Tail y sus personajes no me pertecenes, le pertenecen a Hiro Mashima, aunque nos trollee cada semana :( pero lo amamos por capítulos como el 318 *.* GaLe… GaLe EVERYWHERE
-Este fic planeo venderlo, contrabandearlo, quedarme con los derechos de autor y hacerme rica con yaoi de Naruto y hacer más fan service para chicas en Fairy Tail; menos bubies y mas abs y bíceps ;D Lo hago con fines de lucro y no me divierte.
Meeeeentira :) ya saben que es sin fines de lucro y es solo por diversión, por pura y sana diversión.
Y para torturar a Gajeel :) porque es sexy.
Sin mas que decir, al fic :)
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Mi madre me dijo una vez que todas las niñas somos princesas. Todas y cada una de las niñas, incluso aquellas que no se arreglan el cabello, aquellas que no saben leer, las que tienen la tez pálida, amarilla o oscura, aquellas que no pueden caminar o están enfermas, incluso las que no saben que lo son, son princesas. Cada mujer, desde niña, esta destinada a ser valiente, a ser fuerte y ser amada por un príncipe como en un cuento de hadas.
Siempre me repetía: "Mi niña, ser una princesa no significa ser arrogante, sino ser humilde y buena con los demás. Ser valiente y bondadosa para con todos. Y, por sobre todo, jamás manchar tu corazón con rencor, recuerda que el perdón es la magia mas maravillosa que existe…"
Ella siempre leía, siempre compartía conmigo sus lecturas y yo crecí leyendo cuentos de hadas. Crecí soñando con el príncipe que algún día conocería y me declararía su amor. Yo era feliz en mi castillo, era feliz y alegre, porque sabía que la vida me deparaba algo maravilloso.
Entonces, mi querida madre murió y con ella murieron mis esperanzas…
Mi padre, luego de varios años de luto, contrajo una terrible enfermedad y recayó gravemente durante el verano. Todo estaba bien y el reino seguía siendo tan tranquilo como siempre, sobre todo, gracias a la nueva consejera de mi padre, una sabia y tranquila mujer. Y yo de verdad pensé que las cosas seguirían así…
Sin embargo, nada es para siempre y bien dicen que las brujas son aquellas que mejor saben usar una máscara.
Pronto, mi vida se convirtió en un cuento de hadas de pesadillas…
o.o.o
Capitulo I: Una frágil hada
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Era ya de noche cuando se pusieron en marcha al castillo; iba únicamente escoltada por dos de sus amigos, Jet, quien se jactaba de ser el mago más veloz del reino de Fiore, y Droy, un mago con especialidad en las plantas y semillas; ellos la habían acompañado –mas bien, se habían ofrecido y a la chica no le quedó mas opción que decir que si- al festival desde la mañana. Dicho evento no era nada mas y nada menos que una celebración a la llegada de la primavera, cuando el sol salía desde las mañanas; los campos, antes desnudos y sin plantas por la nieve del invierno, se cubrían de un manto suave y verde; el rocío fresco despintaba el amanecer, como cientos de diamantes diminutos en las flores y la lluvia, grata y húmeda, era muy bien recibida por toda la naturaleza.
-¿Levy, que te pareció el festival de este año? -preguntó Jet, quien apenas podía ver su camino debido a la cantidad excesiva de muñecos de peluche que cargaba en sus brazos. Algunos los había ganado él mismo, otras más, Droy, quien también tenía las manos ocupadas; todos habían sido obsequios para la chica de cabello azul.
-¡Fue en realidad maravilloso! –exclamó ella, extasiada. Tenía los pies cansados, pero el corazón aun tan alegre que no le hubiera importado estar por allí un tiempo más, en el hermoso festival de primavera. Se giró hacía ellos, caminando de espaldas, con una deslumbrante sonrisa en su rostro-, ¿vieron el tamaño de ese árbol? ¡Y los niños! ¡Oh, los niñitos con sus vestidos de colores! ¿No eran adorables?
-¡Si, si que lo eran! –dijo Droy, quien en realidad se refería mas a Levy que a los niños. La chica, con su vestido anaranjado, parecía una mas de las flores; quizá no hubiese tenido vergüenza en decirlo, pero Jet lo interrumpió.
-¡Levy-chan es tan adorable! –chilló el otro, gritando como un completo tonto enamorado, sin dejar de caminar.
La chica sonrió inocentemente; le sorprendía como ellos podían ser tan amables con ella, luego de que los hubiese rechazado a ambos cuando trataron de invitarla a salir. Los dos chicos la adoraban al extremo de la locura, estaban enamorados de ella, lo cual no le sorprendía en nada: Jet y Droy siempre estaban con ella y estaban por ponerla en un altar. Pero no era por eso que estaba con ellos; sino porque, pese a cualquier cosa, eran personas muy honestas y amables; confiaba mucho en ellos, lo suficiente como para ese día, negarse a ir acompañada al festival de primavera por otra escolta que no fuesen ellos dos.
Aun recordaba las palabras de Jet cuando ella les dijo.
-¡Pero eres la princesa! –exclamó el muchacho, quien en realidad se sentía muy halagado, pero también temía por la seguridad de Levy- ¡es peligroso, Levy-chan! ¿Estás segura de esto? No creo que unos cuantos guardias sean molestos…
-Jet, yo confió en ustedes –dijo ella, guiñando un ojo porque así eran en realidad las cosas-. Se que no va a pasar nada. Además, no es que alguien nos quiera dar caza, ¿o si?
Los dos chicos rieron por la idea, pero la verdad, es que nunca se podía saber. Por eso, aunque ambos estaban charlando con ella, trataban de mantenerse alertas ante cualquier sonido sospechoso.
Se apresuraron por el laberinto de calles estrechas que conducía a la parte trasera del castillo. Pese que había muy poca visibilidad, era un espacio tan pequeño que, de recibir un ataque, podrían bloquearlo entre los dos y dejar a Levy fuera del rango de alcance. Ya fuese un ataque frontal o por la espalda, ambos estaban preparados, sabiendo que su objeto de adoración estaría a salvo. Era muy sencillo, además, no era como si alguien fuese a atacarlos por los techos.
Aunque, quizás, debieron haber previsto ese pequeño detalle aquella noche.
Ya estaban cerca del castillo; no debía faltar muchísimo más que unas cinco cuadras para estar allí. El cielo, con la enorme luna como un queso, blanco y redondo y gordo, brillando sobre sus cabellas en un firmamento estrellado y no se escuchaba mas alrededor que lo normal; el suave arrullo del viento, surcando con sus finas alas la superficie del mar y el sonido monorrítmico de las cigarras.
De pronto, algo crujió alrededor de ellos.
-¿Qué fue eso? –preguntó Levy, girándose hacía atrás. Jet y Droy, ambos fingiendo calma para no alarmar a la chica, miraron a todos lados. Los techos estaban cubiertos de hojas, pero vacíos; detrás y en la calle adelante no había nadie.
-Debió ser el viento –murmuró Jet, tomando la delantera. Le sonrió amablemente a Levy, quien en realidad no estaba tan asustada.
El muchacho avanzó delante de ella, mientras la chica era seguida por Droy. El ambiente repentinamente perdió la tensión que se había formado alrededor de ellos y la noche siguió tan lejana como siempre. Los chicos intercambiaron miradas de triunfo, sintiéndose estúpidamente felices y muy varoniles por haber tranquilizado a Levy.
-No te preocupes, Levy-chan –continuó Droy, cuidando la retaguardia-. Te lo digo yo; nada te pasará mientras est…
Levy esperó a que terminara su frase, pero entonces, se preguntó porque el chico se había quedado callado.
-¿Droy? –inquirió ella, dándose la media vuelta, preocupada.
Entonces su mueca se deformó cuando algo, una sombra negra lanzó el cuerpo de Droy al suelo. El sonido sordo que hizo su cuerpo al contacto con el piso empedrado resonó en los oídos de Levy, quien se sintió tentada a dar un grito de terror.
-¡¿Qué esta pasado?! –Jet tomó a la chica, quien estaba consternada por ver a su amigo en esa situación; Droy tenía el rostro hinchado y rojo por la cantidad de golpes que alguien le había propinado y no parecía querer moverse en mucho tiempo- ¡Droy! ¡DROY!
-¡Rápido, tenemos que llegar al palacio! –exclamó el mago de la velocidad, jalándola de la mano. También él se negaba a dejar allí a su amigo, pero no podía poner a la princesa en riesgo; no se lo podría perdonar a si mismo, ni Droy se lo hubiese perdonado.
Levy, quien no podía despegar sus ojos de la enorme sombra negra como la misma noche, vio como esta se movió con una velocidad tremenda hacía los techos, subiendo con un salto que pareció relativamente fácil, corriendo por sobre las vigas desgastadas de los tejados. Sintió su pulso acelerarse, su frente se cubrió de sudor.
-¡Jet, nos va a alcanzar! –advirtió. El aludido la tomó en brazos, acelerando su paso, haciendo uso de su magia para escapar con éxito. Una vez que estuviesen en el castillo, volvería por su amigo; él podría solo con esa cosa, tenía la suficiente fuerza, no necesitaba de nadie más.
Pero su velocidad no fue suficiente, porque la sombra se abalanzó desde atrás, lanzándose como un proyectil sobre la espalda del mago. Jet soltó un gruñido de dolor, dejando a Levy caer, quien salió disparada hacía el frente, dando vueltas en el piso por la misma velocidad que llevaba el cuerpo del muchacho y el atacante.
Paralizada del miedo, observó como Jet era golpeado hasta el cansancio por la sombra; debía ser un hombre, aunque no reconocía mas de él.
-¡Déjalo en paz! –chilló ella, rehusándose a ser la damisela en peligro, sacando una pluma mágica de entre sus ropas- ¡Solid script! ¡Fuego!
Una columna de ardientes llamas salió disparada hacía su atacante, pero lejos de huir, la sombra la esquivo con una facilidad que sorprendió a Levy, y se lanzó hacía ella. la chica, desesperada, trató de lanzar otro hechizo, pero la sombra le arrebató la pluma de un golpe, lanzándola hacía atrás.
Levy cayó de bruces sobre el suelo, arrastrándose hacía atrás, porque la enorme sombra ya estaba casi sobre ella. Inmediatamente, alguien lo detuvo; Jet se había puesto nuevamente de pie, atacando nuevamente a su oponente, quien mas que enfadarse, soltó una carcajada maligna y regresó a golpearlo. El maltrecho mago, en un esfuerzo por librarse de su golpeador, trató de correr, pero el otro lo sujetó por la cabeza, lanzándolo como un trapo viejo, como si no fuese más que un simple perro.
-¡Levy… corre! –gritó el rubio, con las fuerzas que le quedaban, sujetando una de las piernas de su oponente. La chica, paralizada, no sabía que hacer, pero no pensaba irse y dejar a sus amigos así.
-¡Estas loco! –gritó ella, poniéndose de pie. No se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que las lágrimas le impidieron ver bien- ¡Solid Script! ¡Fuego!
Esta vez, la sombra no huyó, pero el fuego se estrelló contra su ropa, pero no encendió en llamas, sino que el fuego desapareció. La sombra rio nuevamente, con más malicia que antes, mientras que Jet, tratando de ponerse de pie, seguía mirando a Levy con desesperación, gritándole con los ojos que se fuera de allí.
-¡Vete de aquí, Levy! –gritó una vez mas, antes de ser silenciado con una patada. Levy miraba con incredulidad como su amigo, a quien creía alguien de verdad poderoso, recibía una golpiza. Sentía su corazón estrujado con cada una de las patadas que aquella sombra bestial le daba en el estómago.
-¡No! ¡NO! –chilló ella, sin pensar, lanzándose sobre el atacante, jalándolo por el brazo, queriendo acabar con eso de una vez. Cada golpe hacía eco en su cabeza, sentía que cada una abría una brecha en su alma y que jamás podría cerrarlas-, ¡Deja en paz a mi amigo! ¡DEJALO! ¡BASTA!
Aquella criatura, harta por la presencia de la molesta chica, se libró de ella con rápido movimiento de su brazo, que la lanzó lejos, arrastrada por el suelo. Sintió las rodillas arder, probablemente se había raspado con el suelo rugoso, pero aun así se volvió a poner de pie, aunque solo para recibir un nuevo golpe. Esta vez, no era aquella terrible sombra, sino el cuerpo casi inconsciente de Jet, que cayó sobre ella como una roca, volviendo a derribarla.
-¡JET! –lo sacudió por el brazo, llorando a lagrimones, tan desesperada que se sentía sin voz- ¡JET! ¡DESPIERTA…!
Pero ya era tarde: la sombra, gigantesca y enorme, negra como un demonio, se paró frente a ellos. La oscuridad era tan terrible que Levy siquiera pudo distinguir un rostro, pero, ¿Cómo podría tener un rostro un demonio como ese? Las enormes garras de la bestia se dirigieron hacía ella, abiertas con las fauces de un monstruo…
-No… no, por favor…-sollozó ella, aterrorizada, temblando de miedo como una menuda hoja seca al viento. El monstruo rio de forma gutural y las manos, esas gigantescas garras afiladas y diabólicas, se cerraron sobre sus ojos, y la visión de Levy se hundió en la oscuridad, junto con un grito de terror que desgarró su garganta…
…
Levy giró por sobre si misma, enrollada en la enorme sábana de seda que la envolvía. Sabía que ya había amanecido, aunque había pasado poco tiempo desde que el sol despintó las colinas y los valles, pero quería permanecer así un rato más. Tenía los ojos cerrados, pero se negaba a aceptar que estaba despierta; aunque no quería levantarse, tampoco deseaba volver a dormir.
Era la sexta noche, en lo que iba del mes presente, que soñaba lo mismo.
La chica siempre despertaba en esos momentos, sudando frío, temblando de terror. Eso había sucedido esa noche; nuevamente esa pesadilla la acosaba en un sitio donde no podía escapar.
Hacía cerca de tres años, alguien los había atacado, a ella, Jet y Droy, en las calles cercanas al castillo. La guardia salió a buscarlos por todo el pueblo; el rey estaba como loco, porque la princesa no aparecía en ningún lado. Por suerte, antes de que el rey hiciera alguna locura, los encontraron cerca de las seis de la mañana, los tres tendidos en el suelo, desmayados y cubiertos de cortadas y hematomas por todos sus cuerpos. Inmediatamente, fueron llevados al hospital por un escuadrón y el Rey, lejos de estar enfurecido con su hija, sentía una rabia incontenible contra fuera quien fuera que los hubiese atacado.
Aunque ninguno tuvo heridas graves, los tres estuvieron inconscientes en el hospital cerca de tres días, excepto Droy, quien despertó al primer día y no pudo dormir por casi una semana. El rey, consternado por el repentino ataque, ordenó a su guardia patrullar la zona en donde habían sido encontrados, con la esperanza de encontrar al responsable de aquella atrocidad.
Pero, aunque hubo muchos sospechosos, nunca lo encontraron y los tres involucrados no habían podido ver su rostro, ni siquiera su voz. Luego de varios meses de rastreo, finalizaron la búsqueda.
Jet, Droy y Levy salieron del hospital luego de un par de semanas. El mago de las plantas estaba bastante bien, mientras que Jet se había roto un brazo y tuvo que pasar por la dolorosa acomodación de su hombro dislocado. Levy, quien resultó con una muñeca fracturada y varias costillas rotas, fue recibida en el castillo con una alegre fiesta por su regreso. Pronto, las cicatrices físicas sanaron y pudo librarse de los molestos vendajes.
Sin embargo, hubo otro tipo de heridas que difícilmente logró sanar.
Giró hacía la derecha, dándole la espalda al ventanal y parpadeó un par de veces. Todo estaba en orden a su alrededor; no había sombras, ni monstruos, ni nadie ni nada que quisiese hacerle daño. Respiró aliviada, restregándose los ojos con las manos.
Así estuvo largo rato, solo acostada y pensando. Su mente iba de un lado a otro, preguntándose porque rayos soñaba con ese tipo de cosas y no con las cosas que siempre solían estar en su cabeza; hermosos escenarios de un libro, algún pedazo de una historia o incluso con los personajes de sus adoradas novelas. Se levantó, resignada y suspirando, deseando que las cosas fueran distintas, pero sabía que no se podía hacer mucho; era tan extraño el mundo de los sueños, tan difícil de alcanzar y tan fácil de perder.
El sol de las ocho de la mañana ya dejaba entrar sus rayos por el enorme ventanal a un costado de su cama y Levy, ya sentada sobre su lecho, se dispuso a ponerse de pie.
Se resbaló por un lado de su cama, alta y revuelta, al tiempo que se miraba en el enorme espejo, con un elaborado marco de madera y detalles florales. Se miró el despeinado cabello azuloso y corto, que le caía en gruesos mechones sobre la frente; en realidad le gustaba mucho como se veía, pero estaba segura de que sus damas y su prima no pensarían lo mismo.
Se encaminó hacía el espejo, pasándose los dedos por el cuello delgado. Examinó su cuerpo pequeño; siempre había querido ser un poco más voluptuosa –como su prima-, pero le agradaba la apariencia de duendecillo que su delgadez y tamaño pequeño le propiciaban; era parte de ella y había terminado encantándole el modo en que esto se adaptaba a su personalidad alegre.
Estaba distraída aun con sus pensamientos, que cuando alguien abrió la puerta con fuerza, dio un brinco del susto.
-¡Aquí esta, hime-chan! –exclamó una extraña mujer de cabello rosado y un atrevido traje de sirvienta. Levy se sintió tentada a preguntarle porque diantres usaba esos grilletes en las muñecas, pero entonces alguien entró corriendo a la habitación con los brazos abiertos.
La reconoció inmediatamente y sintió una punzada de felicidad por verla allí.
-¡Lu-chan! –exclamó la pequeña de cabello azul, sonriendo de oreja a oreja.
-¡Levy-chan! –gritó la voluptuosa rubia, abrazando con fuerza a su prima, sin importarle que el esponjado vestido rosa que usaba se arrugara al abrazar a la muchacha de cabello azul-, ¿Cómo has estado? ¡Estoy tan feliz de verte! ¿Por qué no has contestado ni una de mis cartas?
-Porque Lu-chan manda demasiadas –contestó, algo resignada, aun con una gran sonrisa. Lucy se caracterizaba por ser una gran escritora, pero algunas veces le escribía demasiado; no era que esto fuese un problema, pero a veces Levy no tenía el tiempo para contestarle-; todo esta bien por aquí… papá ha estado, pues… estable en estos días, aunque ha tenido mejores…
Lucy miró a su prima y se sintió un poco mal.
El padre de Lucy era hermano de la madre de Lucy, quien había fallecido anteriormente por un ataque al corazón, luego de varios años de luchar contra la enfermedad. En ese entonces, la rubia era solo una niña despreocupada, y la muerte de su madre, el entender a esa corta edad el concepto de que la gente se iba y jamás volvía, fue algo duro. Así que sentía bastante empatía con su prima, sobre todo porque, después de todo, el padre de Levy era su tío; un tío bastante consentidor y adoraba a su única hija y a su sobrina por sobre todas las cosas.
-Vamos, todo estará bien –insistió la rubia, sonriendo como siempre lo hacía- ¿Qué tal si te cambias de ropa y vamos a verlo? Luego podemos desayunar… Además, ¡te he traído un obsequio!
-Es una gran idea Lucy –contestó, tratando de ser amable, aunque la idea de un regalo la hacía sentir ansiosa-. ¿Un regalo? ¿Qué es, Lu-chan?
-¿No me digas que no se te ocurre nada? –inquirió la maga de espíritus, guiñándole un ojo y entonces Levy soltó un grito de emoción que retumbo en todo el cuarto.
-¡Lu-chan! ¿Estas bromeando? –exclamó, con los ojos brillantes y una enorme sonrisa en su rostro pequeño, lanzándose nuevamente a los brazos de su prima- ¿Lo has terminado? ¡Lo has terminado! ¡Dámelo! ¡Quiero leerlo!
-¡Esta bien, esta bien! –contestó la rubia, riéndose a carcajadas por la reacción de su prima; después de todo, Lucy aun la veía como una niña pequeña, pese a que Levy era menor que ella solo por un año y en una semana cumpliría dieciocho-. Planeaba dártelo hasta tu cumpleaños, ¡pero no pude esperar tanto para ver tu cara!
-¡Sería muy cruel dejarme esperar una semana, Lucy! –exclamó, divertida.
-¡Anda, vamos! Cámbiate ese pijama y apresúrate para ver al tío Oddair antes de que comiences a tragarte mi novela.
Levy se carcajeó con lo ultimo, sobre todo porque era cierto; era una autentica rata de biblioteca y tenía que reconocerlo. Se había leído la mitad de la biblioteca real y eso que era gigantesca.
-Virgo puede ayudarle a la princesa a cambiarse –se ofreció repentinamente la mujer de cabellos rosado-. Virgo promete no mencionar el tipo de ropa interior que usa, aunque sean calzones de abuelita como los de hime-chan.
-¡Y-yo no uso calzones tan grandes! –chilló Lucy, poniéndose roja de la vergüenza y apretando los puños por la rabia.
-Esto… no Virgo, gracias –comentó Levy, desde atrás de un bastidor, sintiendo una gota de sudor formándose en su frente. Esas eran las cosas de las que no quería y no debía enterarse, pero le resultaban divertidas, aunque no le hacía mucha gracia que Virgo anduviera por allí diciendo esas cosas de ella-, yo puedo sola.
Una vez que se hubo cambiado, salió de atrás del bastidor y, tomando a su prima de la mano, se apresuró por la puerta.
Pese a que tenía muchos vestidos bonitos y esponjosos, que eran femeninos y adecuados para su figura pequeña, ella adoraba aquello atuendos sencillos y adornados, de modo que, en ese momento un vestido largo y levemente esponjado color naranja, con un finísimo bordado dorado en la orilla del dobladillo, atado a su cintura por un listón amarillo, le sentó a la perfección. Una manga se resbalaba por su hombro, pero le agradaba como le quedaba en conjunto con su cabello suelto, peinado apenas con una diadema de flores de latón envejecido.
-Levy, ¿has pensado lo que te comenté la otra vez? –preguntó Lucy, con un tono de picardía en su voz. La otra la miró, algo tímida y molesta.
-¡Lu-chan! –exclamó-, ya te dije que eso no va a pasar, ¡no quiero casarme!
-Lo sé –murmuró la rubia, tratando de calmar a su prima-, pero recuerda que la tradición dice que tienes que casarte en tu decimo octavo cumpleaños.
-Probablemente suene algo tonto –contestó Levy, suspirando con resignación-; pero no quiero casarme así como así. Papá también me insistió, pero quiero tener una razón válida para hacerlo, y ahora es demasiado pronto, ¡soy muy joven aun!
-Estoy segura de que lo hace solo para protegerte –continuó Lucy, tomando a su prima por las manos-. Como están las cosas, podría jurar que lo hace porque no quiere que te quedes sola, en caso de que las cosas salgan mal. No sé, si yo fuera tu padre, me gustaría que tuvieras a alguien que cuidara de ti.
-¡Pero, puedo cuidarme sola! –se quejó Levy, algo entristecida por el escenario que Lucy le ofreció, aunque sabia que era algo muy probable-; lo entiendo, pero… no quiero. Además, no estaré sola: te tengo a ti, a la señora y a Jet y Droy.
-Esos dos solo quieren ser tus novios –dijo Lucy con algo de sarcasmo y picardía; siempre le había gustado imaginarse a su prima en un harem inverso, quizás debía dejar de leer fanfics-; así que no cuentan. Aunque, quien sabe, quizás alguno de los dos terminé siendo mi primo oficial.
-¡Lucy, ya te he dicho que solo somos amigos! –chilló Levy, roja como un tomate; su prima definitivamente debía dejar de leer fanfics, aunque sabía muy en el fondo que, si por ellos fuera, ya estarían casados con ella. En realidad, no sabía a que punto llegaba el enamoramiento que tenían por ella, pero siempre habían sido sus amigos, desde que era pequeña y aun después del terrible incidente, de modo que no podía verlos de otro modo.
-¡Claro, claro! –concluyó la rubia, no totalmente convencida. Quizás lo mejor era dejar las cosas así, de cualquier modo, ya estaban cerca de la habitación del padre de Levy.
Continuaron caminando por el enorme pasillo de techo alto y enormes arcos como ventanas. Todo el castillo tenía una decoración muy fresca y luminosa, de modo que parecía elegante y soberbio al mismo tiempo. El piso de mármol blanco pulido reflejaba perfectamente a las dos muchachas, como un espejo y varios jarrones con flores adornaban mesas pequeñas de madera tallada finamente a lo largo de todos los corredores.
Llegaron, luego de caminar varios minutos mas, a una puerta doble, alta, de madera color miel; la puerta sola era tan magnifica y esplendida que solo se podía esperar una habitación aun mas maravillosa tras la misma.
Sin embargo, notaron, al mismo tiempo, que no podrían pasar a ver al señor Oddair, pues había una mujer alta y de cabello negro en la puerta, con una expresión muy seria. Era la consejera del rey, gracias a ella, el reino se había mantenido en prosperidad y abundancia desde que su padre había enfermado.
Levy, al verla allí, sintió su corazón apretujarse y su sangre apresurarse por sus venas; temiendo lo peor, se apresuró hacía la mujer, con los ojos muy abiertos y los labios temblorosos.
-¿Mi padre…? –musitó, temiendo la respuesta; Lucy le apretó la mano, igual de atemorizada que su prima, pero la mujer habló enseguida, con una voz tranquilizadora.
-Ha tenido una recaída –contestó la mujer, apretando los labios y su boca pequeña pareció aun más diminuta-; lo están tratando en este momento.
Ambas chicas suspiraron con alivio.
-¿Puedo verlo?- preguntó la maga de la escritura solida, aun consternada, pero menos preocupada. Al menos estaba vivo. Lucy le sonrió, dándole ánimos, aunque aquella mujer jamás le había agradado mucho.
-Me temo que no, Levy-chan –contestó la mujer, con una mirada severa-. Mas tarde, quizás. El rey necesita recuperar sus fuerzas.
-De acuerdo –respondió la chica de cabello azul, llevándose una mano al pecho, resignada-. Volveremos mas tarde… gracias de todos modos, Farawa-sama.
La mujer únicamente asintió con la cabeza, con algo de frialdad en su rostro.
Lucy, dándose cuenta de esto, tomó a Levy del brazo, alejándola de allí. Esa mujer definitivamente nunca sería su persona favorita, pero su prima confiaba en ella, así que eso le era suficiente, por ahora.
-Ven, vamos a desayunar, Levy-chan –y la condujo hacía los jardines, donde no fue muy difícil convencerla de distraerse recordándole la novela que acaba de terminar. Obviamente Levy se puso frenética y hasta que Lucy no comenzó a leerla, se quedó callada.
o.o.o
Entre tanto, la mujer que guardaba la puerta del rey, se quedó mirando a las dos chicas hasta que desaparecieron por los corredores. Aquellas dos niñas lograban castrarle los nervios, sobre todo ahora que aquella rubia la visitaba tan seguido; tenía muchas ganas de librarse de la escandalosa Lucy, y muy pronto tendría el privilegio.
Dándose la media vuelta, se alejó por el corredor contrario, caminando sin mucha prisa, contoneando su voluptuosa cadera y sonriendo levemente. A su paso, los sirvientes del palacio se detenían y le hacían reverencias, acompañados de un respetuoso "su majestad", dirigido a la mujer. Después de todo, ella era la reina hasta el momento. Adoraba la forma en que la alababan, aunque estaba segura de que lo hacían mas por respeto que por temor y la diferencia entre estas dos no le agradaba mucho.
Se alejó lo suficiente hasta llegar al jardín norte; un lugar enorme, cubierto de hermosos arbustos de coloridas rosas y tulipanes amarillos que colgaban de las jardineras. Se alejó rápidamente, ignorando la belleza del jardín, pasándose por el hombro en cabello negro y lacio. Ella también era hermosa, con sus ojos rasgados y la boca pequeña como una flor venenosa.
De pronto, un hombre salió de entre los rosales, uniéndose a la caminata de la mujer; era un hombre alto y musculoso, de cabello aguamarina y pies pesados, que se movía con poca gracia, bamboleándose de un lado a otro como un enorme barco en altamar. Le dedicó una rápida mirada a la mujer.
-Pareces molesto… -murmuró con sarcasmo la dama.
-Me aburre cuidar de los débiles –gruñó él, algo enardecido, tenía el rostro y parte de su cuerpo cubierto por una capucha, pero aun así, la mujer no necesitaba ver bajo la capa para saber que estaba realmente molesto. Apretó los puños, pero continuó caminando, muy despacio. Sabía que podía hablar con soltura y maldecir todo lo que decía; después de todo , la mujer tenía suficiente magia como para darse cuenta de si alguien estaba escuchando o espiando; podía encargarse de ello con facilidad y seguir caminando como si nada-. Este trabajo de vigilar los jardines, me causa náuseas; es un insulto desperdiciar mi tiempo en esto. Al menos usted tiene un trabajo más decente… -y la miró de los pies a la cabeza-, Farawa-sama.
-No por eso es menos desagradable. Fingir por años que tengo el corazón puesto en que el reino prospere, en verme como una consejera idiota, pensar en eso, me repugna… pero valdrá la pena al final. El rey tiene las horas contadas –comentó ella, con algo de soltura, sonriendo cruelmente-, no pasará de este semana.
-Pero, ¡Farawa-sama! –exclamó él, deteniendo el paso-, no tenemos una semana. El cumpleaños de la princesa es este viernes.
-¿Y? –inquirió ella, con una sonrisa de autosatisfacción, llevándose la mano a la cadera, dejando de caminar.
-Ella cumple la mayoría de edad; eso significaría que tomaría el trono en caso de que el rey muriese; aun cuando usted fuese la reina, ya que ella tiene derecho de sangre, y…
Entonces dejó de hablar; el rostro de la mujer se había oscurecido cruelmente. Los labios pequeños se tensaron en una maligna sonrisa y sus ojos se clavaron en él como cien espadas de hierro. El misterioso hombre tragó saliva, casi temblando.
-¿Acaso dudas de mi? –preguntó, frívolamente- ¿Qué te hace pensar que no he llevado el plan a la perfección? ¿Piensas que me hubiera rebajado a este nivel si no supiera que las cosas saldrán como yo las planeé?
Él no contestó, aunque Farawa sabía que el temor que su rostro reflejaba era una respuesta muy clara.
-Cada pieza de este oscuro rompecabezas tiene un fin; todo esta planeado perfectamente para que el caos se convierta en un orden impecable y finito –ronroneó la mujer, sus ojos parecieron los de un tigre hambriento-. Después de todo, estamos hablando del Rey y de todo Magnolia, sería grosero de mi parte no darles un trato especial y subestimarlos.
El hombre guardó silencio, ahora mas confiado por las palabras de su señora. Conocía bien a Farawa, incluso se sentía un tonto en esos momentos por haber dudado de ella; Farawa jamás planearía algo dejando cabos sueltos, ella era una estratega eficaz.
-En cuanto a la princesa, esa pequeña inepta confía ciegamente en mi, no va a ser difícil engañarla y que no sospeche nunca de que es todo parte de un plan –le confió a su compañero, sonriendo cruelmente-. Jamás sabrá que la golpeó; es una pobre hadita inepta.
-¿Qué tiene pensado, mi señora? –preguntó el hombre, algo temeroso.
-Mañana en la noche, haremos nuestro movimiento… Voy a borrar la existencia del afable rey y de esa princesa del mapa –siseó, de una manera tan oscura y maligna que el hombre se sobrecogió, aunque luego, sonrió también con ella; su señora era en realidad un depredador cruel, planeaba toda estrategia sabiendo que al final, aun cuando las cosas parecieran ir mal, saliese victoriosa, con la cabeza de su rival en una bandeja de plata-; presagio una muerte trágica para el rey, terrible e inesperada y, para ella… bueno, jamás sabrán que pasó con ella. Al menos no, hasta que encuentren sus huesos sin carne secándose al sol en un despeñadero…
o.o.o
-¿Aun no hay nada planeado para tu cumpleaños?
Lucy removía su pequeña taza de té, animosamente, con una pequeña cucharilla de plata. Llevaban allí cerca de dos horas, aunque las chicas apenas se daban cuenta de aquello. Desde niñas, el tiempo volaba cuando estaban juntas, tenían tanto de que hablar que nunca se aburrían; sin embargo, habían avanzado cerca de tres capítulos de su novela, y ya le dolía la garganta de tanto narrar, sobre todo porque su prima no se conformaba con escuchar, sino que además, pedía comentarios y explicaciones, cosa que era divertida, ya que eran mayormente misterios que se revelarían al final de la novela.
-No, creo que no –comentó Levy, mordiendo una galleta. Las migajas le cayeron sobre la falda y, disimuladamente, se las limpió con la mano. Afortunadamente, su quisquillosa prima no lo vio-. La última vez que hablé con papá, me dijo que planeaba una sorpresa…
-¿La última vez? –preguntó la rubia, algo exaltada. Abrió mucho los ojos cuando vio la sonrisa triste de Levy-, ¿hace cuanto que está inconsciente?
La princesa hizo un gesto de resignación, aunque podía verse claramente que estaba triste.
-Hace como una semana… -contestó, olvidándose de las migajas en su falda y de la galleta. Clavó sus ojos achocolatados en el mantel de encaje que decoraba la mesita. El blanco pareció más blanco y puro-. Luego de tu última visita, recayó y desde eso ha estado durmiendo. Es duro, pero… sé que tengo que prepararme para cuando llegue el momento…
-Entonces no lo enfrentarás sola –le animó Lucy, apretándole cariñosamente el brazo a través de la mesa-; estaré junto a ti durante todo momento.
-Gracias, Lu-chan…
-Estas siendo poco optimista –continuó la rubia, tratando de alegrar la conversación que había ido por un lado algo deprimente, aunque a ella tampoco le agradaba la idea de que su tío muriese-. Tu padre es fuerte, podrá con la enfermedad.
-Espero que si… -contestó la pequeña maga de la escritura sólida. Lucy, volvió a sonreír amablemente. Sabía exactamente que necesitaba para alegrarla.
-Ten –y tendió la novela hacía la chica de cabellos azules. Levy, sorprendida, la miró con ilusión, al tiempo que su prima le guiñaba un ojo- ¡Y no se te ocurra devolvérmela hasta que acabes con ella! entonces podrás hacer todos los comentarios que quieras!
-¿Hablas enserio, Lu-chan? –exclamó, tan alucinada que apenas podía contener la ilusión. Si había algo que Levy amaba mas que todo, eran los libros. Se puso de pie de un salto, casi derribando todo lo que había sobre la mesa, sujetando el empastado sobre su pecho.
-¡Claro que si! –añadió su prima, preparada ya para el violento abrazo de Levy, quien se lanzó como un ropero sobre la rubia; esta vez, a la que no le importaba que su vestido se arrugase y las migajas cayeran de su falda, era a la chica de pelo azul.
-¡Muchísimas gracias, Lu-chan! –gritó, con un entusiasmo arrollador.
-Cuídalo por mi, ¿si? –agregó Lucy, aunque sabía que eso no era necesario; ningún libro sufriría daño si Levy estaba cerca-. Tengo que irme, pero volveré mañana para el resumen diario.
-¡Tenlo por seguro! –rio Levy, acompañando a su prima a la salida, tan feliz como un cascabel. Al menos, esa tarde, tendría en algo que hundir su problemática mente. Algo que no fuese su problema matrimonial y su padre.
…
Luego de que Lucy se fue, la chica se abandonó a la lectura como alguien cansado se deja caer dormido profundamente. Caminó por los pasillos, con el libro abierto sobre sus dedos. Sin saber como, llegó nuevamente al jardín, echándose sobre una banca.
La novela trataba, nada más y nada menos, de un joven mago que había vendido su alma a un viajero, solo para poder estar con una chica de la cual estaba enamorado, sin saber que la joven únicamente lo usaba para poder heredar la fortuna de su padre. El alma del joven mago, llamada Alery, no era su alma, sino era algo así como una guardiana, quien estaba realmente enamorada del mago, pero fue arrastrada contra su voluntad lejos de él.
Levy estaba en una parte muy emocionante; Alery había vuelto a buscar a Shu, el joven mago, cruzando las tierras místicas de un país llamado Balberia, un lugar hermoso y de colores hipnóticos que capturaban a los vagabundos, encontrándose con un adivino que le decía que no debía ir a buscarlo, porque si ella ya no era su alma, entonces moriría en cuanto él la mirase. Pero Alery, negándose a abandonar a su amor, decidió robarle un artefacto al adivino, el cual le permitía tener un cuerpo humano…
La princesa estaba clavada en la lectura; ya había llegado casi a la tercera parte; para ese momento Alery ya había abandonado Balberia, pero ahora se topaba con un grupo de asesinos, enviados por Gea, la chica que estaba usando a Shu. Alery, gracias a su condición de alma, se quitó el artefacto y atravesó el bosque, librándose de los asesinos, pero no contaba que ahora dependía del artefacto, de modo que comenzó a desaparecer… ¡de no habérselo puesto, habría desaparecido!
¡La capturaban! Ahora era prisionera de los asesinos, quienes pensaban darle muerte al amanecer, ya que matar un alma en la noche era de mala suerte. Amaneció y el fin de Alery estaba próximo… entonces, ¡aparecía el adivino! Que resultó ser un excelente mago; le decía que ahora pagaban por su captura, ya que Gea había resultado ser una poderosa bruja, que usando el sentimiento tan fuerte que Shu tenía por ella, planeaba capturar a Alery para volverse inmortal…
La mente de Levy comenzó a vagar, en Alery, la bruja y el adivino… comenzó a pensar en que la novela era muy buena, quizás demasiado… definitivamente Lucy debería se una novelista…
…
-Alteza… -alguien le hablaba cuidadosamente. Levy se movió en sueños, pensando en que Balberia era una ciudad muy peligrosa-. Alteza…
-¿Eh? –preguntó, parpadeando, mirando a la persona que le hablaba; era el capitán de la guardia; un joven rubio de sombrero. Lo miró confundida, ¿Qué hacía él allí?
Echó un vistazo a su alrededor; el cielo se había oscurecido y la novela de Lucy se había resbalado de sus manos para acabar en el piso. Rayos… definitivamente, eso no era a lo que su prima se refería cuando pedía que lo cuidara. Se inclinó para recogerlo, preguntándose que hora era.
Levantó la vista, acomodándose el cabello al darse cuenta que se había quedado dormida… y por si fuera poco, en el jardín. Ojala nadie la hubiese visto.
Pero todas estas preocupaciones desaparecieron cuando pudo ver la expresión del capitán; su rostro severo lucía desgastado, envejecido y tenía una extraña mueca en la boca…
-No… -musitó Levy, dejando caer los brazos, incrédula… esa mueca, solo podía significar algo. Negó con la cabeza, mirando fijamente al capitán-. No es cierto…
-Lo siento, alteza… -masculló el joven, pero Levy lo ignoró. Pasó corriendo a su lado, con el corazón desbocado, las manos frías. Había tal desesperación en su pecho que no notaba que estaba casi jadeando.
No podía ser posible…
No quería creer que fuese posible…
Llegó a la habitación, deteniendo su carrera. Escuchó al capitán hablarle, llegar tras de ella, pero la muchacha ni siquiera o miró. Sus ojos estaban fijos en el hombre que yacía sobre la cama, totalmente inmóvil y silente. Los ojos estaban cerrados, la boca semiabierta, todo estaba en calma y ya no se escuchaba la respiración rasposa ni superficial de antes.
-Papá… -gimió, pasando al lado de Farawa, quien le dedicó una triste mirada. Levy, totalmente compungida se estremeció cuando sus dedos tocaron la piel del rostro del rey, pálida, aunque aun estaba cálida. Se sentó a su lado, dejando que las lágrimas afloraran por sus mejillas.
-¡Papá! –sollozó Levy, con mas fuerzas, sin poder creer que su padre había muerto. Pasó sus dedos por su canoso cabello, por la larga barba blanca, recordó cuando, de pequeña, solía preguntarle porque se dejaba la barba, porque él tenía barba y ella no, y se puso a llorar a lagrimones. Sentía una profunda tristeza, el pecho le apretaba el corazón tanto que apenas podía respirar-. ¡Papá, no me dejes!
-Levy –la llamó Farawa, con una voz muy suave, casi acariciando su nombre. La princesa la miró, con los ojos llenos de lágrimas brillosas. Hacía un esfuerzo para no derrumbarse a llorar y sollozar como una niña pequeña; le daba vergüenza, sobre todo porque Farawa, la consejera, parecía mantenerse fuerte ante la adversidad, simplemente fruncía los labios con tristeza. La mujer le pasó la mano por los hombros-. Esto es muy abrumador para ti…
-Si… -contestó la otra, con su voz quebradiza por el dolor. Regresó los ojos a su padre; su piel comenzaba a volverse pálida y empezaba a perder su calor. La vida lo había abandonado por completo, no había nada más que hacerse. Los recuerdos se acumularon en su mente y tuve que apretar los dientes para no seguir llorando.
-¿Por qué no vas a tomar algo de aire fresco? –le propuso Minerva, frotándole los brazos con ternura, con una ternura que solo muestran las serpientes antes de lanzarse a su victima.
-No puedo dejarlo aquí… -murmuró la princesa, con los ojos empapados, la boca en un puchero. Le resultaba imposible dejarlo allí, pensaba que le daría frío si seguía perdiendo calor-… debo estar con él…
-Yo me encargaré de todo; no tienes porque seguir pasando malos tragos…
Levy sonrió con dulzura, más lágrimas cayeron por sus mejillas.
-¿Me dirá… me dirá cuando pueda verlo de nuevo? –preguntó, sin poder evitar los sollozos furtivos que se le escapaban por los labios. Sus manos podrían haber limpiado sus lágrimas, pero no podía despegar sus dedos delgados de su padre-, ¿antes… del funeral?
Farawa asintió suavemente con la cabeza y la ayudó a ponerse de pie. Levy respiraba agitadamente, y caminó sin rumbo, únicamente guiada por las manos de la mujer. Sin embargo, antes de salir, volteó a ver a su padre una vez más, y deseó que estuviera solo dormido; se negaba a aceptar la idea de que estaba muerto, le dolía demasiado.
Se volteó, pasando junto al capitán de la guardia, quien estaba de pie a un lado de la puerta; la había seguido y aun con una expresión de profunda seriedad en su cara.
La princesa echó una ultima mirada a su padre; no había notado la cándida expresión de su rostro, sin ninguna preocupación, sin dolor y, por un momento, se alegró de que la muerte lo hubiese alcanzado dormido… al menos así, no habría sufrido. Sin embargo, luego su comentario mental le pareció cruel, frívolo, y decidió que lo mejor era irse, antes de seguir llorando con más angustia. Tenía una expresión de severo luto y reverenció a la princesa cuando esta se apresuró fuera de allí; ella le sonrió inconscientemente, quizás tratando de ser amable; el capitán de la guardia siempre le había parecido muy noble y respetuoso.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos, el capitán regresó sus ojos oscuros hacía Farawa, quien le daba la espalda. Miraba fijamente al fallecido rey; volteó ligeramente la cabeza hacía el rubio, y único atisbo que tuvo el joven de los ojos de la maléfica mujer, fue un brillo oscuro y lleno de odio.
-Encárgate de ella… -dijo la mujer-. Ya sabes que hacer… Rufus.
Y el aludido sonrió con malicia.
o.o.o
-¡Levy-chan! –exclamó Lucy, corriendo hacía su prima. Levy estaba fuera del castillo, en la parte trasera para ser exactos. Allí, solo un par de faroles iluminaban a la desolada princesa, aunque sabía que estaba a salvo; había un par de guardias cerca, si necesitaba ayuda, únicamente tendría que gritar y eso sería todo.
-Lu-chan… -sollozó la maga de la escritura sólida, apenas poniéndose de pie, cuando Lucy la abrazó con fuerzas. Era un abrazo tan diferente al de la mañana anterior; este estaba cargado de consuelo y fortaleza, cosas que no abundaban en Levy en ese momento. Se sentí tan desolada y la rubia no se sentía muy diferente-. Él… ha muerto…
-Lo sé… tenía un mal presentimiento… Levy, lo siento tanto… -se desprendió de ella, aunque Levy parecía muy deprimida-. Escucha, voy a ver que tal están las cosas…
-Farawa-san dijo que se encargaría de todo –agregó rápidamente Levy. Lucy frunció el ceño; todo eso le parecía muy sospechoso.
-Con más razón quiero ir a ver que tal van las cosas… -añadió, guiñándole un ojo a su prima-. No te preocupes, volveré en un momento.
Lucy le soltó las manos con suavidad, dedicándole una dulce sonrisa a Levy, quien pareció no notarlo. La rubia desapareció por el corredor adoquinado, mientras la princesa se sentaba en una banca de piedra, recostándose contra la gigantesca muralla del castillo.
Nunca antes se había sentido tan pequeña, tan sola. Su padre siempre había estado allí para guiarla, ayudarla, ¿Qué podría hacer ahora? ¿Quién sería su luz?
Llorando, recordó los tiempos en que él aun conservaba su buena salud, cuando ella era apenas una niña pequeña. El rey no tenía vergüenza cuando se trataba de su hija; se sentaba a jugar con ella, en la alfombra, la peinaba, le narraba cuentos, se convertía en su compañero de juegos, haciendo bromas como si él también fuese un niño pequeño. Él fue quien le enseñó a volar cometas, a construir diminutos barcos de papel. Sollozando, la chica se llevó una mano a la bolsa pequeña de su vestido, extrayendo un libro poco más grueso que dos de sus dedos, del tamaño de su palma y lo miró con adoración.
"Utopía", se leía en el encabezado, donde las letras doradas ya estaban cayéndose, desgastadas por el paso del tiempo. Aquel era su pequeño tesoro, un preciado regalo que su padre le había hecho cuando tenía poco más de ocho años, luego de que su madre muriese. Recordó cuantas veces ese libro, en la voz arrulladora del rey, la había consolado una vez que la reina hubiese partido de ese mundo. Ahora no solo la consolaría de una perdida, sino de dos.
Lo apretó contra su pecho, dejando que el rio de lágrimas fluyera libremente por sus mejillas. Subió la mirada a la luna, guardando nuevamente el pequeño libro en el bolsillo de su vestido; la noche estaba nublada y ni una sola estrella se veía en el cielo. Quizás hubiese sentido algo de miedo por aquel traumático evento en que fue golpeada, pero, en ese momento poco le importaba. De pronto, las lágrimas comenzaron a ser muchas, tal vez demasiadas para sus ojos, porque su vista se nublo. Levy, dándose cuenta que estaba yéndose de lado, se incorporó en la banca, parpadeando para limpiar su visión. Definitivamente, quizás estaba experimentando algún tipo de debilidad por la tristeza. Sin embargo, por más esfuerzos que hizo, no pudo contra el mareo ni contra la somnolencia que la atacó súbitamente.
La princesa, inconsciente y lánguida como una muñeca de trapo, cayó sobre la banca de piedra, totalmente ajena a que alguien la observaba cruelmente. Había caído en un sueño profundo.
-Dulces sueños, querida princesa –murmuró Rufus, apareciendo de entre las sombras. Se quedó mirando el rostro dormido de Levy, sabiendo que a la dama le encantaría aquello.
Dos hombres más aparecieron junto a él, ambos de rostros cubiertos por capas. Rufus asintió con la cabeza, al tiempo que ellos le ataban las manos y los pies a la chica, metiéndola en un saco negro y desgastado. Enseguida, apareció un tercer hombre, montado en un carruaje negro, tan oscuro como la noche nublada.
-Ya saben que hacer –continuó Rufus, con la sonrisa grabada en el rostro. Los otros dos metieron a la inconsciente Levy en el carruaje, cerrando la puerta y el caballo, relinchando, se echó a correr por las adoquinadas calles de Magnolia, conociendo su destino.
-Todo está saliendo conforme al plan… -dijo como para si mismo, pero inmediatamente, una sombra salió del castillo, cubierto por una capa-, Orga, ¿ella ya lo sabe?
El aludido se quitó la capa, sonriendo igual de malignamente.
-No, pero estoy segura de que estará feliz –contestó, intercambiando una mirada con Rufus-; ver que sus planes marchen perfectos; nada le agrada más a nuestra señora: Minerva-sama.
Rufus asintió con la cabeza, tan serio como siempre.
-Tiempo de pasar a la segunda parte del plan –continuó el rubio, cruzando las manos tras su espalda. El enorme sombrero le confirió una apariencia oscura a su rostro-. Creo que ya es tiempo de avisarles a nuestros aliados…
Olga ensanchó los labios, mostrando todos sus dientes.
-Raven Tail.
o.o.o
Bueno, este es el primer capitulo :) estoy pensando meter varias parejitas, aunque las que son seguras son NaLu y Gruvia XD. Espero les haya gustado XD se que es una historia muy fumada, pero tengo mis razones: ¡GaLe y Coca Cola! Ñaa, además de que me gustan mucho los cuentos de hadas y esas cosas. En el siguiente capitulo ya aparecerá Gajeel o al menos Pantherlily XD, ya veremos.
Si, Minerva es una perra que merece morir. Espero que algún dragón se la coma -.-
Y eso es todo :D dejen un review y les daré pay hecho por Gajeel y los mapaches :) se aceptan aclaraciones, criticas (constructivas, destructivas y nucleares) hasta tomatazos :) hasta la próxima!
Atte. Slinky-Pink :)
