No es fácil olvidarse de alguien. La verdad es que nunca me imaginé que tendría que enfrentarme a ese sentimiento de soledad que significa el perder a alguien a quien quieres. Pero la gente nunca se imagina las situaciones dolorosas.

Tengo 16 años y soy una chica corriente. Vivo en la Push con mis padres y mi hermana. Mi madre es Bella Swan, en gran parte la protagonista de mi historia, y mi padre; Jacob Black, aquí en la reserva es más conocido como Jake. Mi hermana se llama Stephenie, solo tiene 3 años y medio. Como digo yo, la edad ideal para no enterarse de nada de lo que pasa. Mi nombre es Alice Black Swan. Me llamo así por una amiga de mi madre. Una amiga muy especial. De estas cuya amistad dura días, semanas, meses, años e incluso siglos.

Mi vida era muy normal. En vez de ir al instituto de la reserva mis padres habían decidido llevarme al de Forks. Eso ganaba a mi favor porque conocía a casi todo el mundo y la mayoría eran hijos de amigos de mis padres. Por lo que todo lo que giraba en torno a mí era de lo más sencillo. Mi mejor amiga se llama Lilly y es hija de Mike y Jessica, que son grandes amigos de mis padres. Mi madre trabajó en la tienda de Mike cuando tenía mi edad.

Aquel lunes no tenía nada de especial. Tuvimos las primeras clases y luego fuimos a comer. A la última hora de todo el día nos anunciaron la llegada de alumnos nuevos el próximo día. Después sonó el timbre para indicar que se habían acabado las clases y todos nos tiramos a la puerta como si fuera la primera que veíamos en nuestra vida.

-Ey Ali, ¿Te vienes a mi casa a estudiar?- Me preguntó Lilly.

-Tengo que avisar a mis padres.

-Llámales desde mi casa.

-Entonces vale, no creo que se enfaden mucho sabiendo que estoy en tu casa- Me subí al coche del padre de Lilly.

-¿Has oído lo que han dicho?- Me preguntó como si yo lo supiera todo.

-¿El qué?

-Que mañana vendrá gente nueva.

-¿Y lo de que mañana hay examen no lo oíste?- La dije riéndome.

-Pues claro que sí. Por eso vienes a mi casa.

-Haber si aprendes a estudiar sola- Las dos nos miramos y comenzamos a reírnos.

Nos pasamos toda la tarde estudiando. La casa de Lilly era muy grande. Como la mayoría de las casas d Forks. Y desde su habitación se veía la carretera principal. De pequeñas solíamos pegarnos a esa ventana para saber quien llegaba, es más, lo seguimos haciendo.

-Se nota que se acerca el fin de semana.

-¿Por qué?

-Suele entrar más gente de la normal en el pueblo- Dijo mirando fijamente a la ventana -¿Sabes? Casi todos los días me asomo a la ventana y pienso en como será mi vida dentro de 6 años, ya seré mayor de edad y supongo que estaré lejos.

-¿piensas irte?- Se me abrieron los ojos como platos.

-Es que sinceramente, no me veo viviendo aquí. No hay nada y dentro de poco nadie.

-Así que me vas a abandonar.

-No es eso Ali. Simplemente me voy a ir por un tiempo.

-No...- Se me llenaron los ojos de lágrimas.

-Pero no llores tonta. Si solo tengo 16 años. Y pienso irme algo más crecidita- Comenzamos a reírnos las dos.

Era verdad. No me imaginaba la vida sin ella. Eran muchos momentos juntas y aunque todavía quedara mucho para pensar en separarnos yo no me hacía a la idea de poder vivir sin mi mejor amiga.

-¡Mira Ali!

-¿Qué pasa?

-Un coche nuevo- Dijo entusiasmada -Será el de los chicos nuevos.

- Dejame ver.

Efectivamente. Un reluciente volvo plateado se deslizaba por la carretera como si flotara sobre ella. Sin embargo una sensación escalofriante e inexplicable me invadió nada más verlo. En ese momento mi mirada quedo fija en la ventanilla del conductor y antes de que pudiera quitar la vista unos ojos color miel se quedaron mirándome y fruncieron el ceño.

-Ali te has puesto roja.

-Será por el calor- No sabría expresar como me sentía exactamente en ese momento -Creo que me voy a ir ya a mi casa.

-¿Quieres que te lleve?

-No hace falta Lilly. Iré andando para que me de el aire.

-Como quieras. Mañana te veo. Hasta mañana.

-Hasta mañana.

La verdad es que me hacía mucha falta tomar el aire. Pero después del aire vino el agua y una pulmonía ya no me hacía tanta falta. Me resguardé debajo del tejado de una casa. Estaba a punto de sacar el móvil para que mi madre me viniera a buscar cuando vi una luz a lo lejos. Provenía de un coche y con lo pequeño que es Forks lo más seguro es que conociera al propietario.

El coche paró y empezó a bajar la ventanilla lentamente. Cuando alcé la vista no podía creer lo que estaban viendo mis ojos. Delante de mí había un volvo plateado. El mismo que había visto desde la ventana. Y dentro había un chico de mi edad o un poco mayor. Tenía la piel de un pálido que casi brillaba. Su pelo corto y castaño estaba peinado en punta. Pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos. Estaban como apagados y eran de un marrón miel muy claro.

-¿Te llevo?- Me preguntó con toda la confianza.

-No te ofendas. Pero es que no se quien eres.

-Edward Cullen. Ahora la desconocida eres tu- Dijo con una sonrisa torcida.

-Alice Black- No sabía porque mi interior estaba dividido. Una parte me atraía hacia él, pero la otra me hacía adoptar una actitud defensiva.

-Entra en el coche.

-Si no hay más remedio...- Y no lo había. Estaba cayendo una tormenta que parecía que iba a inundar todo el estado de Washington.

-Te pareces mucho a tu madre.

-¿Conoces a mi madre?

-No.

-Entonces, ¿Cómo lo sabes?

-Es que soy medio adivino.

-Si seguro.

Me lanzó una mirada vacilona y yo arrugué la nariz. Durante unos minutos nadie habló en durante el trayecto. Pero él interrumpió el silencio.

-Tengo una hermana que se llama como tú.

-¿En serio?

-Sí. ¿Quieres conocerla?

-Supongo que mañana si va al instituto la conoceré.

Volvió a sonreir, esta vez mirando al frente. De repente el coche se paró en medio de un campo que había en el atajo para llegar a la reserva en menos tiempo. Ya llovía menos, pero aún así caía agua. Lo justo para no poder seguir el camino andando. Así que me metí en un círculo de árboles a donde me solía llevar mi madre cuando era pequeña. Él me siguió.

-Conozco este sitio.

-¿Has estado en Forks antes?

-Sí. Hace algún tiempo.

-Yo vengo aquí cuando tengo problemas.

-Lo mio es un secreto.

-Oooh. ¡Qué misterioso eres!- Me empecé a reír.

Me tumbé en el suelo. Encima de las hojas caídas de los árboles y noté como Edward hacía lo mismo. Dentro de mí seguía dividida. Pero mi parte confiada ganó a la desconfiada. He hizo que me acercara a él y me acurrucara. Estaba frío, muy frío. Pero eso no impidió que me quedara dormida...