Martín es una persona abierta y segura de sí misma. Pero no por ello, deja de ser una persona nerviosa.

Cuando está acompañado, se ríe. Cuando siente que el nerviosismo lo ataca, acude a las payasadas para tratar de relajarse. Si causa efecto, si su compañero/a ríe, probablemente se olvide de ese sentimiento tonto de inquietud. En caso de no funcionar, se sentirá peor. Evita observar a los ojos de dicho individuo, pero sin dejar de echarle miradas fugaces, contradiciendo sus acciones.

Cuando está nervioso, se acomoda la ropa. Si esta desarreglada, mejor. Tendrá la oportunidad de perder tiempo enfocándose en algo sin importancia. Aunque su pilcha estuviera perfecta, trataría de remediarla innecesariamente.

Cuando esta así de ansioso, suele hacer lo mismo con su cabello. Correrse el flequillo a pesar de que no le moleste o simplemente pasarse una mano por la cabeza para asegurarse de quien sabe qué.

Cuando está solo y tiene una superficie cerca, tamborilea los dedos. Hace ruido, juega como si fuera una batería o simplemente crea distintos ritmos para sacarse la inseguridad de encima.

Cuando está en su casa, come. Como cuando esta aburrido. Come despacio, sumido en preocupaciones vanas que le molestan pasajeramente. Prende la televisión, la radio, los auriculares, aunque no vaya a prestarle atención. Necesita un ruido de fondo para fingir despreocupación, esa falta de responsabilidad que a veces tanto lo caracteriza.

Cuando está sentado, mueve los pies. Zapatea. Molesta. Incluso, si la situación es de mucha presión, se remueve una y otra vez, incapaz de quedarse quieto.

Estos son pequeños síntomas que demuestran cuando el argentino se pone nervioso, cosa que no suele pasar muy seguido o por lo menos, sabe ocultarlo muy bien. A veces pueden confundirse con sus acciones del día a día, pero Martín también es una persona que puede meterse en aprietos sosegados de avideces intranquilas.