Capítulo 1: Rumbo a Francia
Mi mamá decidió cambiarme de colegio ya que yo siempre le insistía de ir a otro país para experimentar cosas nuevas. Estaba en el living de la casa conversando con mi madre.
Mi madre era algo igual a mí pero no tanto. Su pelo era de un marrón mas oscuro del mío y casi siempre andaba en un lindo piyama blanco con flores rosas y azules comprado en el barrio chino que quedaba a una cuadra.
Mientras yo hablaba con mi madre, un zorro blanco, con puntas de sus colas de un color naranja y ojos rojos me miraba atento a la conversación que estaba teniendo con mi madre desde el gran sillón del living acostado tiernamente. Era efectivamente un Ninetales, el pokémon zorro y evolución del pequeño y tierno zorrito rojo de seis colas y ojos grises, Vulpix. Pero él no era nada menos que un zorro de fantasía, era más que eso: era mi daimonion, mi mejor amigo, alguien que nadie podía ver, exepto solo yo. Mi gran preciado tesoro y mejor secreto guardado. Su nombre era Andrés, Andypara abreviar.
- Mamu, ¿ya encontraste el colegio perfecto? – Le pregunté a ella mientras ella estaba en la computadora del living casa mirando una página.
Efectivamente mi madre estaba mirando los datos de un colegio francés aunque ella no entendiera nada del idioma. Ella estuvo mirando colegios toda la noche y se notaban ojeras debajo de sus ojos por la falta de sueño.
Esperé unos minutos… había un silencio sepulcral… No había ruido para mis oídos, para ella nada pero yo solo escuchaba la respiración de mi daimonion zorro que nos miraba desde el sillón.
- Este será el colegio perfecto, si es que quieres– Interrumpió mi madre rompiendo el perturbador silencio de la casa.
- ¿El Liceo Lakanal? ¡Está en Francia! ¡Yo pensaba ir a un colegio de Estados Unidos o de Brasil o de dónde sea!– Inquirí sorprendida con unos ojos como platos.
- Emi, tu madre ha estado por dos meses buscándote un nuevo colegio y no aceptaste ninguno y no le digas que vos no querés o te quedas acá en Argentina por el resto de tu vida– Escuché una voz dentro de mi cabeza: Era mi daimonion.
- Lo sé, pequeñín… creo que voy a aceptar esta vez no tengo elección…- Le transmití un pensamiento a dicho zorro blanco que era la voz que resonó en mi cabeza anteriormente.
Miré a mi madre, que estaba esperando mi respuesta con una mirada de póker face.
- Mami… voy a ir a ese colegio… cueste lo que cueste – Le contesté esbozando una sonrisa casi falsa pero satisfecha de haber logrado mi amado y eterno objetivo desde hace mucho tiempo, meses para aclarar.
Mi madre abrió los ojos sorprendida de mi elección ya que siempre negaba todos los colegios que me ofrecía, hasta ahora.
Yo acepté ir a ese colegio no porque me insistiera mi daimonion, solo porque era el colegio que se inspiraron para recrear el colegio Kadic de una famosa serie francesa de dibujos animados, llamada Code Lyoko y que ahora van a hacer una nueva temporada con actores reales. Siempre quise ir ahí a pesar que no entendiera algo del francés.
Pasé una semana preparando todos los bolsos para irme y faltar al colegio, con autorización previa, para que mi amiga Flor me enseñara algo de francés básico en su casa, a una cuadra del colegio.
Ya era viernes, el día llegó, el día de la partida a un nuevo rumbo en mi vida: Francia.
Yo estaba vestida con una camisa blanca de la chica adolescente de pelo blanco de los Supersónicos con una campera jean azul, unos pantalones jeans grises y unas zapatillas Vans negras con cordones rosa flúor.
Mi padre me llevó a mi mamá y a mí (y a Andy por supuesto) hacia el aeropuerto de Ezeiza, hicimos los papeles y mi padre nos llevó a un salón VIP de la tarjeta de mi padre dónde tomamos el almuerzo los cuatro juntos, dándonos una linda despedida.
Fui a la sala donde esperamos el avión que salía en cinco minutos, esperamos ese tiempo y un mensaje avisó el arribo del avión hacia Francia. El avión al que me subía era gigante, un Jumbo para aclarar, de la empresa Aerolíneas Argentinas. Miré hacia la azotea del aeropuerto dónde me llevé una gran sorpresa: mis grandes amigas de toda la vida, Beowulf, Cristal y Christine, estaban despidiéndome desde la azotea del aeropuerto con Sheik, el Thanator con el ojo rojo tatuado acostado, imponente detrás de las tres chicas.
Ya al subir al avión me senté en mi asiento todo azul, que era igual que todos los asientos del avión, con Andy debajo de mí entre mis pies, mientras mi madre guardaba mis valijas. Al terminar ella se sentó en el asiento de al lado, justo al lado mío.
Mientras el avión daba el mensaje de bienvenida Andy me cantó una nana, de la cual siempre me la olvidaba pero me hacía dormir todas las veces que la cantaba y al rato me quedé dormida. No soñé nada, no sé cuánto tiempo pasó. El sonido del avión comenzó a invadir mi mente en cuanto escuché un mensaje en español anunciando que íbamos a bajar. Busqué mis cosas y me fui rumbo al aeropuerto con mi mamá.
Llegué al aeropuerto francés con un hambre atroz por no haber comido nada en el viaje. Nos sentamos en el patio de comidas y mamá me compró un goulash para el almuerzo.
- ¿No era que los Goulash son de Hungría?¿Qué hace los Goulash en Francia?– Pensé mirando el plato mientras mi daimonion me miraba con una cara de póker.
- ¿Acaso no has visto que comida se especializa este restaurante? – Me contestó mi daimonion a través de sus pensamientos - ¡Es de comida húngara!-
Cerré mis ojos admitiendo mi error, Andy apoyó una pata en mis ojos, estaba caliente como si él fuese verdaderamente real. Miré a mí alrededor, desesperada, había concluido que mi madre había desaparecido.
- ¿Donde carajo está mi vieja?– Me pregunté mirando por todos lados. Al no verla, decidí bajar hasta la planta baja para tomar un taxi. Seguro ella se habrá tomado un avión a casa.
Entré al taxi y el taxista me preguntó en francés a dónde quería ir. Lo miré. El taxista era una persona mayor, por su vestimenta parecía un gánster pero no le dí importancia pero sus ojos negros y fríos me horrorizaban, presentía que me estaban secuestrando en serio.
Mientras miraba el paisaje mi daimonion Andy, en la forma de un lémur volador, espiaba con detenimiento al taxista que tanta mala leche le daba, pero el sueño lo dominó quedándose sobre mi hombro y consecutivamente sufrí la misma suerte.
P.V. Tercera persona.
Mientras el taxista vió que la niña se quedó dormida, agarró el celular que tenía al lado suyo, marcó un número desconocido y consecutivamente se puso el celular en la oreja.
- Señor, ya tengo a la niña y a su amiguito – Abrió la boca el taxista con una voz sombría y tosca como la de un fantasma mientras miraba de reojo a una niña de pelo marrón dormida acompañada de un lémur volador de colores blanco crema y marrón ocuro. - Los dos bien dormidos.-
- Excelente… ¿ya sabés que hacer?– Se escuchó una voz masculina muy profunda desde el otro lado de la línea.
- Si señor, llevar a la niña al colegio que usted quiere llevar…–
- Al mismo lugar… otra dimensión… llévala hacia la dimensión en dónde estoy…- La voz se apagó y la línea cortó en un instante.
El taxista miró maliciosamente a su clienta, él ya sabía qué hacer…
P.V. Emilia
No sé cuántas horas habían pasado ya. Los bigotes de mi daimonion me despertaron, lo miré con mucho sueño y todo estaba medio borroso, lo único que pude ver fue a Andy en forma de un tigre de Bengala. Ya habíamos llegado a Sceaux luego de un largo viaje desde París, la capital de Francia y la llamada ciudad del amor.
Me bajé del taxi, mis maletas estaban en la calle tiradas y muy descuidadas y me dí cuenta que ya las había bajado el taxista. Andy bajó después de mí tomando la forma de un león blanco.
Miré a los muros grandes e imponentes de la entrada del colegio y vi el gran arco azul que rodeaba la entrada de punta a punta y el nombre de él inscripto en el de color azul:
KADIC ACADEMY
Me giré hacia atrás para decirle al taxista que me dejó en el lugar equivocado pero el taxi no estaba en ninguna parte. Había desaparecido.
- Puto taxista, ¡me dejó en el lugar equivocado! – Maldecí para mis adentros y justo lo había escuchado mi daimonion. – Hijo de… - Iba a terminar la frase poniendo un puño bien alto en dirección a donde se hubiera ido el taxista sino hubiera sido que mi león blanco me mordiera el brazo saltando hacia él – ¡Suéltame Andrés!– Grité al sentir una puntada muy fuerte por el mordisco.
- No hagas eso… - Me regañaba mi daimonion enojado en mi brazo apretando con sus afilados dientes y me soltó.
- Eso duele aunque nunca me dejaste marcas de tus mordidas – Le perdoné, mientras frotaba con mi otra mano el brazo lastimado y miré al arco de nuevo – No entiendo el cambio de nombre... - Le cuestioné a mi daimonion, a pesar que nos dejaron en el lugar equivocado.
- Pero las calles son las mismas que las del Liceo Lakanal– Afirmó Andy
- Bueno, a pesar de todo no hay elección, hay que seguir– Le dije a Andy mirando el nombre del colegio otra vez.
- Pase lo que pase… - Comentó Andy mirándome con sus ojos dorados y se paró para abrazarme –…Estaremos juntos.-
- Lo sé, Andy - Le contesté con voz queda por el gran peso que tenía mi león y lo dejé en su posición inicial.
A pesar de todo, entramos juntos al colegio pasando debajo del arco azul, mientras el ruido de una abeja nos molestaba desde atrás.
Cualquiera que haya visto esta escena pensará que estaba hablando sola.
