1º Capítulo: Instituto St. Peter
Eran las nueve de la mañana en el instituto St. Peter de Raccon City. Hora de química para Jeffrey "Jeff" O´Connor, el cual se aburría soberanamente durante esta clase. Era un chico de 16 años que cursaba último curso de secundario por la rama de ciencias, no muy alto ni fuerte, tampoco era muy atractivo aunque todo esto compensaba por una gran inteligencia y capacidad de controlar sus nervios en la mayoría de situaciones.
Se encontraba en su mesa de trabajos con su compañero de proyecto, Dave Samuelson, otro chaval de su mismo curso, con el que llevaba en clase desde séptimo grado, en esos tres años se habían hecho casi inseparables, eran dos grandes amigos.
-Jeff, si no te levantas, el "Doctor Napias" te castigará de nuevo y hoy no te pienso esperar a la salida- Advirtió Dave a su amigo, el cual estaba semidormido encima de la mesa, con varios productos químicos encima de esta.
- Puede volver a castigarme- dijo el adolescente con una voz muy apagada- pero sabe que volveré a dormirme y así sucesivamente hasta que le importe un bledo.
- Vamos tío, es casi verano, deberías preocuparte más por las notas que por dormir sobre la mesa.
En esto, el profesor de química, apodado "Doctor Napias" por los muchachos entró en el aula, con la expresión de enfado que traía todos los días. Jeff la asociaba a que el profesor, a sus 46 años, estaba divorciado, cuidando de dos hijos que ni siquiera había engendrado él, productos de una infidelidad de su ex mujer.
- Señorito O´Connor- exclamó el profesor – Hoy tengo un nuevo proyecto para usted y Samuelson, visto que están tan libres que se pueden permitir el lujo de charlar, hoy quiero que hagan una mezcla de ciertos productos químicos.
El tutor anotó en la pizarra del aula la mezcla y ordenó a los adolescentes a comenzar la mezcla, durante el proceso, Dave calentó demasiado la mezcla, haciendo que esta estallase e inundase el aula de un gas verde, que no molestó en absoluto a los alumnos, aunque el Napias montó en cólera, gritando toda clase de improperios al chaval. Al estar la sala repleta de ese gas, los alumnos junto al profesor la abandonaron hasta que se ventilase.
- Atención alumnos- se escuchó por todo el instituto mediante los aparatos de megafonía- El grupo de fuerzas especiales STARS de nuestra ciudad, Raccon City, viene a darnos una sesión informativa, por favor, reúnanse primero los cursos de último año y de noveno grado en el salón de conferencias, atentamente, el director del centro, James Regal.
-Una charla, adoro las charlas- Dijo con una sonrisa Dave- Siempre perdemos dos horas de clase con ellas-
-Lo mejor es que podré dormir un poco más- se dijo a si mismo Jeff – Alabados sean los STARS.
El curso se dirigió al recinto dedicado para las conferencias, los dos adolescentes querían irse al fondo de la sala, sin embargo, el Napias les obligó a sentarse en primera fila, conociendo el carácter de los muchachos, no esperaba más de ellos de que se quedasen dormidos durante la charla de los agentes especiales.
En el escenario del salón subieron dos agentes, uno de ellos era un tipo mayor, moderadamente grueso, con aspecto de ser un tipo duro y un experimentado tirador. El otro era lo contrario, un chico muy joven, pero aun así, parecía ser un buen agente, no muy musculado pero con complexión atlética. Sorprendió a los alumnos el hecho de que llevase el uniforme oficial de STARS, a diferencia del otro agente. Otro hecho que sorprendió fue que llevaba en la pierna, la funda de una pistola, la Glock 17 reglamentaria. Los alumnos no estaban acostumbrados a que agentes armados les fuesen a dar una charla.
-Buenos días- dijo el más joven- Mi nombre es Chris Redfield y soy un agente de los, ahora diezmados STARS. Vengo a alertarles de que un misterioso virus fue liberado accidentalmente por la empresa Umbrella en las montañas Arklay, sin embargo, esto es parte de un proyecto de esta empresa.
-¡Dejad los porros, que son malos!- gritó un chaval desde el fondo de la sala en cierto punto de la charla. Los demás adolescentes abucheaban a los STARS, no se creían las historias que contaba el agente Redfield, esas historias sobre zombis caníbales y sobre criaturas que empalaban al jefe de los STARS, que resultaba ser un traidor de Umbrella sonaban tan inverosímiles que solo podían ser producto de una invención de los agentes.
Tras los abucheos, los estudiantes volvieron a sus aulas. Las horas pasaban rápidas ese viernes. Jeff y Dave sabían que cuando tocase la campana de salida a las dos en punto, tendrían un fin de semana entero para descansar después de la agónica semana de exámenes finales.
Durante el recreo sucedió lo imprevisible, la policía de Raccon desalojó el colegio, enviando a los chicos a sus casas y mandándoles que no saliesen por riesgo de contagio a un extraño virus que estaba infectando a numerosas personas
-Dave, vente conmigo a casa, así pasamos la cuarentena entretenidos- Propuso Jeff a su compañero, este aceptó y justo después se dirigió un policía hacia ellos, era un tipo grandote y moreno, armado con una potente H&K USP .45.
- Vosotros ¿Sois hermanos o algo?-preguntó el agente, los adolescentes asintieron.
-Entonces seguidme, sois los únicos que quedáis aparte de algunos profesores- Las palabras fueron interrumpidas por un sujeto que andaba de manera torpe por los pasillos del instituto, arrastrándose por las paredes mientras dejaba tras sí una estela de sangre.
El policía se puso bastante nervioso y desenfundó su arma, reluciente como si fuese nueva y le quitó el seguro, la persona que se dirigía hacia él cada vez era más visible. Se trataba nada más y nada menos que del Doctor Napias.
-So…Socorro- decía el herido profesor cayendo al suelo, el agente se acercó a ver el cuerpo. Presentaba mordiscos en el cuello y clavícula además de evidentes signos de canibalismo, la cara del policía se transformó totalmente en una cara de horror y espanto.
-Muchachos, debéis seguirme y salir de aquí junto a mí, manteneos cerca y alerta, no hay tiempo que perder-
-¿Qué pasa?- Preguntó Jeff- Ni que ese virus raro que decían los STARS se hubiese propagado por la ciudad.
- No lo dudes, ya hay varios cadáveres con signos de canibalismo en la central y en el hospital, debemos ser cautos- Decía el agente, descuidando totalmente el peligro que tenía a su espalda.
El Doctor Napias, que yacía inerte antes detrás de ellos se había levantado y se estaba colocando detrás del moreno para atacarle.
-¡Cuidado!- gritó Dave señalando al profesor, el policía se volteó y vio los ojos del profesor totalmente en blancos, su boca salivando muchísimo, como un perro hambriento que ve comida y sus manos dirigiéndose hacia sus hombros para agarrarlo.
-¡Señor, le ordeno que retroceda!- ordenó al sujeto mientras se alejaba de este, en vano.
- No me quedará más remedio que disparar si no se detiene- dijo el policía aguardando a que el profesor se detuviera.
-¿A qué coño esperas? Es un zombi, dispárale en la cabeza- gritó Dave atemorizado.
Sin saber qué hacer, el agente fue apresado por el no muerto y recibió un mordisco en su clavícula. El dolor le exigió soltar el arma al suelo, que cayó de forma pesada contra este, los ojos de Jeff se iluminaron, sabía que solo tenía esa oportunidad para obtener la pistola y defenderse del Doctor Napias. Decidido cinco segundos después del ataque, corrió hacia el arma mientras el antiguo profesor de química devoraba y asesinaba de forma atroz a su víctima, que estaba desmayada en el suelo por el dolor, perdiendo sangre de manera incontrolable. Recogió la pistola del suelo y apuntó al profesor, no le veía la cara, solo su enorme espalda y su calva, ahora manchada de sangre a la cual disparó. La bala dio de lleno, atravesando de lado a lado la cabeza del zombi y dejándolo inerte, Jeff estaba totalmente paralizado y Dave lloraba cabizbajo, habían presenciado una horrible y violenta escena en la que había muerto su odiado profesor de química y un policía, que en breve se levantaría de nuevo para ir a por ellos.
Jeff, sin demorarse un segundo más, tomó del cuerpo del agente la porra de plástico, la cual entregó a su compañero, que no creía lo que pasaba. Hasta hace solo unos minutos eran simples estudiantes de secundaria, ahora, estaban atrapados en medio de un brote vírico que parecía convertir a todas las personas en zombis, era algo horrible.
-Dave…-musitó Jeff, andando hacia las escaleras que llevaban a la entrada principal del instituto-Somos grandes amigos y quiero que sobrevivas junto a mí.
-Tronco, hace nada éramos moderadamente felices, ahora, estamos bien jodidos ¿Qué vamos a hacer?- respondió su compañero zarandeándolo.
-De momento salir del insti, no es el sitio en que me gustaría morir, después pensaremos algo- Dijo apuntando a las escaleras con su pistola, Dave asintió y siguió de cerca a su amigo, sosteniendo la porra.
Bajaron las escaleras y llegaron a un enorme hall en el que había tres sillones y una televisión enorme, estaba apagada al igual que las luces. La electricidad fue cortada y por desgracia para ellos, la única puerta estaba sellada por corriente eléctrica. Jeff golpeó la pared con el puño – Maldición- exclamó enojado- No hay salida.
Su compañero mirando por los alrededores vio en una pared dentro de recepción un hacha de incendios, ideal para dañar la cerradura de la puerta si era bien usada.
-Jeff, creo que tengo nuestra "llave"- Indicó señalando el hacha, inmediatamente, el chico saltó la barra de secretaría para tomarla.
Dentro de la recepción estaba muy oscuro, en el suelo yacía un cuerpo inerte, sin embargo, no lo vio. La idea que se le ocurrió al chaval dentro de la sala fue levantar los fusibles, ya que estos estaban bajados, los subió y de pronto regresó la electricidad, abriéndose así la puerta.
Inmediatamente después de que volviera la luz, el cuerpo se levantó, con expresión amenazadora, el chico disparó a la garganta del no muerto, el cual retrocedió por la herida. Jeff sabía que su munición era limitada así que decidió tomar de la pared el hacha, rompiendo el cristal de seguridad y cogiéndola.
El zombi seguía avanzando hacia el chaval, con gesto amenazante e intención de morder al muchacho, Jeff, sin embargo, ya no temía, disponía de un arma que podía utilizar tantas veces quisiera, a no ser que recibiese varios daños que desafilasen pronto el filo cortante de su nuevo instrumento, un hacha de incendios con la que podría echar abajo numerosos obstáculos. El adolescente levantó el filoso objeto con dificultad debido al peso de este y a la reducida fuerza del chico y lo llevó hasta su hombro para posteriormente dar un tajo contra el muerto. El hacha golpeó su cuerpo, introduciéndose su borde dentro de la carne de su oponente, tumbándolo de la fuerza con la que impactó.
Dos golpes más fueron dados por el muchacho, separando el cuerpo del muerto de su cabeza, Dave estaba al otro lado viendo la situación, sin saber qué hacer. Pronto se encendió el piloto de un botón de color verde. Dave presionó el botón y la puerta principal del hall se abrió, permitiendo la salida a los chicos.
Después de salir del edificio, anduvieron durante unos minutos por el patio del instituto, observando la calle de afuera.
Solo veían coches de policía aparcados en la zona, todos ellos parecían estar abiertos ya que la luz de dentro estaba encendida. Del edificio de enfrente del instituto de los chavales provenían numerosos destellos y sonidos de armas, posiblemente eran policías disparando a los no muertos que habrían tomado el lugar, aunque pronto cesaron los disparos.
Llegaron a la puerta de salida del instituto y la atravesaron, dando a la calle y mirando a todos lados. Dave, nervioso, se movió hacia un coche patrulla con la puerta abierta, Jeff le seguía de cerca. En el interior hallaron dos cargadores con munición para la pistola y una nueva arma. Se trataba de una escopeta Remington 870, muy potente pero requería que la usase un tirador experimentado y con fuerza. Dave, a pesar de no serlo, decidió tomarla. Tras esto, cerraron el coche y echaron a andar por la calle, tratando de no hacer ruido.
Mientras bajaban por la calle, miraron a las canchas de baloncesto, que antes del brote usaba el instituto para las clases de educación física. Estaban llenas de policías infectados, una imagen que hizo que la sangre de los chavales se helase.
