Disclaimer: JJ et al. son las mentes maquiavélicas cantantes, pensantes, maquinantes, alucinantes y, cómo no, "cobrantes" XDD Así que, ¿desgraciadamente?, aunque con derroche de ilusión y frikismo de fangirl, este fic ha sido escrito sin ánimo de lucro ni aspiraciones a ello xDD Ahora, si por algún extraño y lostiano casual supieran español, lo leyeran y les molara xD pediría encarecidamente a los de FOX-España que trajeran a toda la trouppe cuando presenten la quinta temporada (L)(L)(L) pa poder conocer a Michael Emerson. Porque, dudeeeeeee, este hombre inspira xDDD (bueno, ya que estamos por pedir públicamente: si de paso puedo conocer a Matt y Josh mwahahaa XD pues mejor pa mí!!!!!!!! Moriré deshidratada pero habrá merecido la pena XD)
Rating: Ya no sé ni cómo va esto de los ratings xD pero supongo que NR-13 (PG?)
Género: POVs. Drama. Angst. Algo dark.
Spoilers: 5x01-5x02 (filler)
Personajes: Ben, Jack. Jack/Kate, algo de Jack/Juliet y Ben/Juliet.
Summary: Todo lo que has creído siempre sobre una persona puede cambiar radicalmente de la noche a la mañana en anonimato que ofrece una espartana habitación de motel.
Dedicatoria: Para hellopinkie, always. Por no pedir que me excomulgaran del fandom cuando le sugerí esta disparatada idea. El challenge me ha patinado que es un gusto… y como ya te comenté, mi querida OTP, no es ni de lejos un intento de "devolverte" el supuesto "error" que cometiste al responder mi propio challenge. xDD No es vendetta jajaja Nadie más que yo quería lanzarse sin paracaídas ni referencia a jugar con ese…algo complicado de explicar pero decididamente ustiano que las dos (y muchos fans más XD), en puntos distintos del globo y sin habérnoslo comentado previamente, detectamos entre los personajes. Y luego lo confirmamos reviendo diferentes clips míticos protagonizados por los genialosos Michael Emerson y Matthew Fox, como ese "Missing Pieces" ajedrecístico.
Al resto. No nos lo inventamos, no es un caso de Folie à Deux como los de Mulder-Scully. Está ahí para el que quiera mirarlo. Y aquí. Aunque no haya salido todo lo slashy que probablemente deseabas. Preferí dejarme llevar por la lealtad al espíritu de los personajes en el canon que arriesgarme a perpetrar la OOCness que no me perdonaría. Pero llegará…jojojo, vaya que si llegará la situación en que estén maduros para ese punto rofl XD
"WHEN THE PAWN…"
When the Pawn Hits the Conflicts He Thinks like a King What He Knows Throws the Blows When He Goes to the Fight and He'll Win the Whole Thing Fore He Enters the Ring There's No Body to Batter When Your Mind Is Your Might So When You Go Solo, You Hold Your Own Hand and Remember That Depth Is the Greatest of Heights and If You Know Where You Stand, Then You'll Know Where to Land and If You Fall It Won't Matter, Cuz You Know That You're Right.
(Fionna Apple – Título de album homólogo)
What gives you the right?
To fuck with our lives?
A devil born in paradise
A liar loves to lie
Keep watching your back
Killers always have killers on their track
Keep watching the sky
'cause you might get lucky again
(He lied about death – Stars)
Abrió los ojos, alertado, la mirada cerúlea desenfocada en el carrusel de sombras que daba vueltas a su alrededor, pero tan sólo durante los segundos que tardó en acomodarse su iris a la luz tenue que arrojaba la lámpara de la mesita de noche.
Instintivamente, los dedos de su mano derecha acariciaron la culata de la nueve milímetros y tantearon el gatillo. El contacto familiar del acero que no se había separado de él en años serenó el chisporroteo irascible de sus terminaciones nerviosas, agotadas por el eterno insomnio y el sobreesfuerzo que se autoexigía para estar lúcido y concentrado casi constantemente.
Parpadeó para despegar las telarañas del sueño que conspiraban para cerrarle los ojos de nuevo y los desvió hacia la figura que se retorcía en la cama de al lado.
Se ubicó en el ahora y dónde.
Entonces se percató de que la mano izquierda, medio dormida en su regazo, estaba también ocupada. Se aferraba a la fotografía de color desvaído que normalmente preservaba en el bolsillo interior de su chaquetón negro, cerca de un corazón igual de oscuro en su insondable vacío. La pequeña de rizos morenos y tez bronceada por el sol del Pacífico sonreía con grandes hoyuelos y la punta de la lengua asomando entre incisivos de leche demasiado separados.
Había sacado la instantánea, tomada con una Polaroid marca Dharma, demasiados veranos atrás como para que todos y cada uno de ellos no se clavaran como garras en el centro del pecho. Con un dolor mayor que el sufrido durante su cautiverio en el búnker, bajo el puño metódico y el sadismo aleccionado de un muy perseverante Sayid Jarrah.
Otro plan maestro que había visto desmoronarse con él y lo que más le importaba como protagonistas indiscutibles.
Carraspeó y sacudió con la cabeza, procurando disipar los recuerdos. Y centrarse.
Se obligó a desprenderse de la fotografía, dejándola en el interior del cajón que contenía las pocas pertenencias de valor indispensable para la vida fantasma que llevaba ahora. Las llaves del coche de alquiler, pasaportes falsos, tarjetas de crédito a cuentas con fondos prácticamente ilimitados en paraísos fiscales.
Con Jack Shepard colapsado como estaba (inútil lastre) y sin nadie más con quien turnarse en la vigilancia de aquella ruinosa habitación de motel, no podía permitirse bajar la guardia ni en un desliz, pero en ocasiones como aquella la extenuación de su cuerpo traicionaba sus propias leyes.
Sin hacer caso del crujido en su espalda o del dolor quemante – otro viejo amigo que había vuelto para quedarse – que corrió por su muslo y pierna, se levantó de la posición semi-incorporada en la que se había sentado en su cama. Le preocupaban los gemidos que emitía su ¿aliado? Aún no lo tenía claro, lo sabría cuando se dignara a despertar del lapso de síndrome de abstinencia que le llevaba consumiendo por dentro durante casi veinte horas. Lo cierto es que si había aceptado estrechar su mano en aquel velatorio apocalíptico había sido con la desesperación y el desarraigo de un chucho vagabundo y famélico, como la única escapatoria de los demonios de la culpabilidad con que se torturaba desde que habían regresado.
El que avisa no es traidor… y el había demostrado que por una vez había dicho la verdad cuando había tratado de hacerle entender el horror que tendrían que afrontar si dejaba aterrizar ese helicóptero de los mercenarios de Widmore en su Isla.
Con las consecuencias frescas y biliosas de aquella hazaña del doctor Shepard agriándole el paladar, apretó la mandíbula y enfundó el arma en el bolsillo trasero del pantalón.
Podía matar a aquel testarudo insensato, a aquel héroe de cartón piedra y capa hecha jirones, de un balazo certero allí mismo. Con los ojos cerrados.
Pero no lo haría. Porque no podía. Le necesitaba. A él, por él mismo, y para atraer a los demás. Era su seguro, su garante, su señuelo. Su mejor arma y su escudo humano.
Se acercó para comprobar cómo llevaba aquella desintoxicación de choque. Al menos respiraba, por el resuello superficial y acelerado que cortaba el silencio de la habitación, apenas interrumpido por sus pisadas sobre la moqueta.
Aprovechó para tomarle el pulso (rápido, saltón) en el brazo que colgaba lacio por fuera de las sábanas en que se había ocupado de cubrir su pudorosa desnudez. Una desnudez que si bien había tratado de ignorar con indiferencia pragmática mientras le desvestía de aquella ropa que apestaba a sudor, lágrimas y el almizcle de alcohol y angustia., le sobrecogió por su extrema delgadez. Conservaba el tono muscular, por supuesto, pero su complexión atlética era una farsa cadavérica de lo que fue. Hubiera podido contar las costillas sin dificultad y probablemente ver a través del pellejo pálido por la falta de sol al trasluz.
Los dientes le castañeteaban y el delirio le hacía mascullar incoherencias. Nombres y lugares que habían quedado lejos hacía tres años, inaccesibles, pero que vivían como monstruos que se alimentaban de su desgracia. La fiebre le estaba haciendo tiritar en oleadas y al sudor romper en cada poro de piel. Purgando la necesidad, el hecho de que su organismo estuviera reclamando el cocktail de fármacos que se había convertido en prácticamente el único sustento de un hombre a quien le habría costado reconocer su propia madre. Sin el brillo inteligente en la mirada, la barba descuidada de semanas.
Apoyó el dorso de la mano sobre la frente de su improvisado paciente americano y una lámina desagradable de humedad le lamió la mano. Hervía.
Sólo un médico podía autodestruirse a sí mismo de una manera tan eficiente en tan poco tiempo. De no haber existido aquella… peculiar relación entre ellos, probablemente verle así habría despertado en él emociones que debían parecerse a la compasión. O quizás empatía, incluso. Porque Jacob, la Isla y la conspiración de titanes que movían hilos entre las sombras también le había mentido, manipulado, derrocado y desterrado del único hogar que había conocido. Del castillo en que había sido rey. No obstante, el cuadro de aquel hombre brillante y apuesto desfigurado en genio y figura era de un patetismo tal que tironeó hacia arriba de la comisura de sus labios. Le parecía irónica la manera en que se había visto obligado a devolverle el favor de haberle salvado la vida en una mesa de quirófano. Sobre todo cuando ya había pagado suficiente a él y por todos los pecados que pudiera haber cometido sacrificando la vida de su hija.
Satisfecho del espectáculo se decidió a actuar, en automático. No estaba dispuesto a que todo fracasara de repente por los viejos resentimientos que se enmarañaban en su subconsciente y cargar con la responsabilidad sobre sus hombros encorvados.
Se dirigió al pequeño frigorífico del cuartucho. Había sido el único "lujo" que había demandado al obeso encargado del motel donde se hospedaban. El tipo ni había enarcado una ceja al ver a un hombre alto, desmadejado y decididamente borracho encaramado a su antítesis entrar por la puerta. Tampoco cuando solicitaron una sola habitación para compartir. Sin embargo, había arrugado el ceño cuando declinó educadamente la oferta de conexión satélite (porno incluido) por 50 pavos extras/noche.
Rodó los ojos al recordarlo. Si había aceptado tener un televisor inútil en la habitación era por no inspirar más desconfianza.
Echó unas cuantas piedras del hielo que había comprado en el autoservicio de la última gasolinera donde pararon dentro de la bolsa de plástico en que había cargado toda la compra.
Aguantó la mordedura del frío entumeciéndole los dedos mientras acercaba los cubitos a los labios resecos de un Jack Shepard que llevaba casi tres horas sin tomar ningún tipo de líquidos - después de vomitar el almuerzo y los pocos sorbos de zumo que había conseguido tragar a lo largo de la tarde. No reaccionaba.
Hasta que hizo los cálculos aproximados de todo el agua que había perdido en las últimas horas no se dio cuenta del riesgo tan importante que corría aquel hombre. Un escalofrío le recorrió la espalda, como un aviso. Ir a un hospital quedaba completamente descartado, y no contaba ni con los medios ni con la experiencia de hacer nada más que aquello.
Le llamó con insistencia por su nombre y, con dedos fríos, le cacheteó, tratando de sacarlo del sopor en que estaba atrapado. Apenas abría una rendija los ojos para cerrarlos de nuevo. Le levantó los párpados y comprobó que su mirada vagaba sin rumbo y era todo pupilas.
Clavó sus ojos consternados en el techo lleno de humedad, como si las manchas de moho pudieran revelarle la clave, como Jacob en su cabaña tantas veces. Requería indicaciones. Una señal.
− ¡Jack! ¡Jack Shepard! Tienes que escucharme y abrir los ojos ahora mismo. − demandó con voz firme, disimulando la ansiedad con el imperativo. − Necesito que despiertes. Tienes que regresar. No podré volver sin ti. Nadie podrá. ¡El tiempo se agota!
Como su paciencia.
Le pellizcó.
Nada.
Le zarandeó con violencia, y las sábanas resbalaron entre ellos hasta la mitad del torso de Jack.
Los segundos a contrarreloj tronaban en sus sienes.
Le abofeteó.
El nudo cerró su estómago demasiado tarde, cuando la bilis había conseguido ascender e incendiarle el esófago.
Tomándole con furia por el mentón, volvió a pintarle la sonrisa agrietada con las piedras de hielo que se habían ido haciendo minúsculas en su mano, forzando su entrada en el interior de la boca de aquél que, si bien no moriría (no ahí, no ahora, no con él), no parecía con demasiado espíritu ni interés de recuperar las riendas de su existencia. Más o menos.
Sus dedos helados se deslizaron hasta el pulso que daba saltos erráticos en el cuello de Jack, al tórax que pugnaba por llenarse en cada inspiración, al punto en el que el latido de su corazón casi hacía crujir las costillas…
Sintió la piel estremecerse ante el cambio de temperatura…
Los músculos abdominales tensarse por mero reflejo de fricción…
Los pezones erectos bajo el roce metódico de los dedos que los buscaron…
El sonido gutural que arrancó a Jack le hizo entrecortar su propia respiración por algún extraño motivo.
Trajo al frente de su mente la primera norma por la que se venía rigiendo en los últimos años además de la supervivencia.
Concentración.
El aullido de dolor que rasgó el aire al escapar a través de los labios semicerrados al retorcer el delicado apéndice sobre el pectoral definido le hizo abrir los ojos de par en par.
La mueca que se contorsionó en las facciones demacradas que habían logrado seducir a su legítimo objeto de deseo, el arqueo de su espalda en contra de la gravedad, cómo se removió bajo él entre las sábanas hasta que pudo sentir el aliento caliente y agrio sobre el rostro le desconcertaron mínimamente.
− Hola de nuevo, Jack.
La mirada huidiza, atenazada aún por el eco del dolor, manifestó reconocimiento. No hubo defensa, no hubo ataque. No exigió explicaciones o espetó improperios ni acusaciones.
Sólo el apócope de su nombre en el primer suspiro que pudo exhalar con conciencia. Un parpadeo para asegurarse.
Estaban de vuelta a la partida.
Pero sus manos seguían apoyadas sobre él.
Y no hubiera podido precisar quién quemaba a quién.
It breaks when you don't force it
It breaks when you don't try
It breaks if you don't force it
It breaks if you don't try
People are fragile things, you should know by now
Be careful what you put them through
(Munich – Editors)
