Disclaimer: Dragon Ball y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Akira Toriyama
Mi Príncipe
La vida se vuelve difícil cuando tienes que cumplir el rol de madre, esposa y empresaria a la vez. No es nada fácil llegar a donde esta Bulma Brief, heredera de la corporación más influyente del planeta: Capsule Corp. Peor aun salir adelante con un bebé de alguien que ni siquiera es del mismo lugar en que vivimos.
Es admirable la dedicación de Bulma, quien luego de un arduo día en el laboratorio creando nuevos instrumentos, regrese para seguir con su vida de madre y de esposa. Pues sí, porque tenía un pequeño saiyan en brazos pero también tenía uno más grande que al igual que el bebé exigía alimento y atenciones.
Sí, Vegeta.
Aunque según ella, disfrutaba de vez en cuando los enfrentamientos con el hombre con quien vivía. Sarcásticos los dos, ambos tratando de dar la última palabra y reír al último, esos eran Vegeta y Bulma.
La mujer salió del laboratorio sigilosamente, el ruido que hizo con las llaves fue casi nulo. Con pasos cortos y suaves se dirigió a la habitación de la personita más querida para ella. No podía despertar al pequeño, tratar de callarlo era todo un reto, así que continuó su camino lento y sigiloso.
Ya tenía en mentó lo que debía de hacer: su plan era dejar suavemente a Trunks en la cuna al lado de su osito de felpa, y luego regresar al laboratorio para seguir con sus pendientes. Si el niño necesitara algo más adelante, se enteraría por el intercomunicador que tenía sobre la cuna, pegada sobre la pared color pastel que decoraba toda la habitación al igual que las figuras de estrellas y planetas que colgaban del techo.
—Creo que tu papá no está —susurró.
Tal vez no estaba en lo cierto.
—Hasta que te dignaste a aparecer —le dijo una voz a su espalda. Una voz cuyo matiz era reconocible fácilmente para ella —. La cámara de gravedad no se repara sola, mujer.
Trunks despertó, y junto con él sus potentes llantos. Esto genero que la madre del pequeño saiyan empezara a colmar su paciencia. Pero esto no se quedaría así, Vegeta tendría que escucharla.
— ¡Vegeta! ¡Mira lo que hiciste! —indicó, con el niño en brazos mientras lo mecía suavemente, justo como una madre sabe hacerlo.
—Hmp, puedes hacerlo dormir después. Él aguantará, en cambio mi entrenamiento no se puede posponer.
El mal humor no se iba de su rostro, parecía impregnado en él desde que llegó a la Tierra ¿O siempre habría así?
Una curiosa voz se escuchó a lo largo de los pasillos, una voz tal vez amistosa, tal vez estresante.
—Yujuuu joven Vegeta —la señora Brief se asomó tras la puerta con la misma sonrisa de siempre, y ese carácter alegre acompañado de su risa contagiosa —. Aun no hemos terminado nuestra partida de casino —dijo con amabilidad —. ¡Oh! Bulma, querida, creí que habías salido.
Si no estaba haciendo pastelitos, pues estaba tras el marido de su hija. Esa era la señora Brief, la carismática y bondadosa señora Brief, quien le agradaba a todo el mundo menos a su orgulloso yerno.
—Ahora entiendo para donde va todo esto, Vegeta — dijo con una mirada burlona haciendo enojar aun mas al príncipe de los saiyan. El solo imaginar a Vegeta siendo correteado por su madre por toda la casa le causaba mucha gracia. Sacudió la cabeza alejando sus pensamientos y pensó que lo mejor sería ir de una buena vez a ver que le pasaba al juguete del príncipe —. Mamá, cuida de Trunks mientras reparo la cámara de gravedad, por favor.
La madre de Bulma aceptó gustosa, cuidar de su nieto era otro de sus pasatiempos. Le hacía recordar buenos tiempos, como cuando Bulma era una beba y dependía netamente de su madre.
Sujetó con cuidado al pequeño y salió cantando alguna de las canciones que tenía en su memoria. Aquello provoco una sonrisa de nostalgia en la científica pero tuvo que irse rápido al escuchar los comentarios de su pareja.
—Yo soy el príncipe de los saiyans, no puedo estar en este tipo de situaciones —gruño.
—Sí, sí, y… dígame, ¿Ahora, qué se le ofrece a su majestad? —dijo haciendo una reverencia.
—Cállate y repara la maldita máquina.
—Ni que fuera tu sirvienta.
Vegeta no la escuchó y salió volando por la ventana dejando a Bulma con la palabra en la boca.
Ese era Vegeta. Si bien lo había cambiado el hecho de vivir en la Tierra por tanto tiempo, continuaba siendo el mismo que llegó aquel día a destruir a Kakarotto: orgulloso y obstinado. Pero siempre él, Vegeta.
El que le robó el corazón a la científica de cabello azul.
Dejó de pensar en eso, y creyó que lo mejor sería reparar de ya la cámara de gravedad. Al fin y al cabo ya le tocaba, la máquina se averiaba cada cierto tiempo por un exceso de su uso por parte de Vegeta. Y eso que en cada revisada Bulma se encargaba de hacerla mucho más resistente de cómo había estado, pero daba lo mismo pues su príncipe se hacía cada día más fuerte y terminaba destruyendo la máquina de todos modos.
Trajo las herramientas necesarias y comenzó con el trabajo. Por mientras se preguntaba ¿Por qué lo hacía? Y comenzó a recordar su última discusión.
— ¡Soy el príncipe de los saiyans! ¡Soy el príncipe de los saiyans! —se burló —. Parece que eso fue lo único que le enseñaron a decir en su planeta — lo pensó entonces en Vegetasei, rodeado de súbditos y con su capa real. Sonrió ante eso pues recuerdos antiguos llegaron a su mente —. Un príncipe...
Recuerdo que me encontraba en el último año de la escuela. Por supuesto, yo iba mucho más adelantada que los demás alumnos por mi gran coeficiente intelectual. Estaba en una de esas escuelas de élite, carísimas, que solo poca gente con mucho dinero podrían pagar. Mi caso no era la excepción por ser la hija de uno de los científicos, y por qué no decir el mejor de los científicos de la época.
Aunque el dinero no era problema para ellos yo me encargué de conseguir una beca completa en esa escuela, mi inteligencia era muy avanzada y de vez en cuando también ayudaba a papá en algunos de sus proyectos a pesar de mi corta edad. Y lo disfrutaba mucho, y creo que eso causó la envidia en varios de mis compañeros.
Una de esas tardes de verano en la escuela, una compañera un poco mayor que yo se me acercó mientras estábamos en nuestra hora de descanso. Yo me encontraba bajo un árbol de cerezo que se encontraba en el jardín de la escuela. Siempre me iba allí, ya sea a leer o a diseñar algún prototipo para la corporación, era en esa edad donde mi mente y mi cerebro producían a mil por hora. Y me gustaba escaparme a ese árbol en mis datos libres, aunque algunos lo vieran como algo extraño. Yo me sentía cómoda así.
Ah, ¿en qué estaba? Mi compañera ¿Verdad?
No era de mis amigas más cercanas, no tenía muchas amigas a decir verdad. Pero ella era una de las niñas a las que les gustaba estar esparciendo chismes por todas partes. No entiendo como los demás le creían, sus chismes no tenían ningún fundamento; solo hablaba por hablar.
—Bulma, hasta que te encuentro —me dijo.
Se sentó a mi lado esperando a que le contestara. Y continúe en lo que estaba: leyendo.
— ¡Brief! —insistió.
—Dime, te escucho —le contesté. No me interesaba lo que me fuera a decir, más o menos ya tenía idea a que venía su visita. Pero no podía ser maleducada mínimo tenía que escucharla ¿No?
Al notar que la escuchaba creo que sonrió. Se acomodó mejor y se apoyo sobre mi árbol. Saco una manzana y le dio un mordisco, luego me miró fijamente.
—Creo que le gustas a Luke, vi como te miraba —dijo —. Que suerte tienes, Bulma. Ese chico es guapísimo.
Sabia que me diría algo como eso, siempre que venía hacia mí era para decir algo parecido. "Bulma le gustas al chico de la cafetería" "Le gustas al de la biblioteca" "Al de la estación de autobuses" "A mi hermano" "A mi vecino" ¿Acaso no tiene nada mejor que hacer? Me molestaba que siempre este tras de mi diciéndome lo mismo. Y para colmo ¡Ninguno de los chicos que nombraba eran lindos! Todos eran feos y sin gracia, lo único que hacía era hacerme perder el tiempo. La escuela comenzaba a estresarme por ese tipo de personas.
—¿Ah sí? —respondí sin mayor importancia.
No le presté más atención, mi mirada no se desviaba de mi libro de Física Cuántica. Creo que el científico de la carátula del libro era más apuesto que ese tal Luke.
—¡Sí! ¡No sabes cuantas chicas te envidian por eso! —gritó abriendo los brazos haciendo que su manzana saliera volando por los aires —. Eres muy afortunada, lo más probable es que te invite a que seas su pareja para la fiesta de fin de año ¿No te emociona?
¿Como se lo digo?
¡No!
—¿Ah sí? —contesté. Aun no la miraba a los ojos y creo que eso la impacientó. Tengo que confesar que la cara que puso en ese momento me causo mucha gracia y entonces esta vez no la miré porque eso causaría que lanzara una carcajada en su cara.
—¡Acaso no te importa, Bulma! —la ignoré y continué leyendo —. ¡¿Prefieres leer esa cosa?! Te soy sincera, eres muy bonita pero la verdad que no tienes remedio. ¡He tratado de ayudarte pero no pones de tu parte! —¿Ayudarme? ¿Es en serio? —Con esa actitud JAMÁS CONSEGUIRÁS UN NOVIO.
Y eso me marcó de por vida. Por fin, dejé el libro y le presté atención.
—¿Ah?
—¿Acaso crees que un chico lindo se fijará en una nerd traga libros? ¡Estás muy equivocada! ¡Te quedarás sola con tus libros y tu maldito dinero!
Y se fue.
Y yo, yo me quedé pensando en lo que me dijo al final.
¿En serio nadie se fijaría en mí?
Yo quería un novio, por supuesto. Siempre lo había soñado, siempre. Me imaginaba conociendo un príncipe azul que sea valiente y caballeroso, que me tratara como toda una princesa. Tal vez por culpa de tantos libros de fantasía que me leía se niña, pero sí, quería un novio. Quería un príncipe azul.
Y lucharía, lucharía por tenerlo y callarle la boca a todo aquel que creyó que me quedaría sola.
Yo había conocido muchos chicos a pesar de mi corta edad, pero ninguno llenaba mis expectativas. Si bien conocí algunos que eran guapos y atentos conmigo, no eran del todo sinceros; al final descubría que si estaban detrás de mí era solo por mi dinero.
¿Acaso era difícil conocer a alguien sincero?
Además, la mayoría de los chicos eran bastante aburridos. Tenían una vida bastante monótona y no tenían planes a futuro más que casarse y vivir en una oficina el resto de su vida.
¿Y la acción? ¿Y la aventura? ¿Acaso solo a mí me interesaban esas cosas?
Yo no quería una vida así. ¡Yo quería conocer el mundo y vivir aventuras! No quería tener una vida aburrida y vacía.
¡Quería adrenalina!
Pero no, ningún chico que conocí quería hacer eso. ¡Todos eran unos aburridos!
Tampoco tuve nunca una verdadera amiga. Todas las chicas que se me acercaban solo lo hacían por interés, nunca fueron sinceras conmigo.
La pasé muy mal allí, pero menos mal que terminé la escuela bastante temprano para mi edad. Cuando me fui juré que conseguiría todos mis sueños y objetivos; y que les callaría la boca a quienes dijeron que me quedaría sola con mis libros y mi dinero. Pues no solo fue una, luego de ella muchas más me dijeron lo mismo, creo que notaron que era mi punto débil.
Pues se tragarían sus palabras pues yo conseguiría a mi príncipe azul.
Poco tiempo después, en una lejana aldea a la que había visitado para realizar investigaciones fue cuando realicé el mayor descubrimiento que cambiaría mi vida por completo: la leyenda sobre las esferas del Dragón.
—¿Las esferas del dragón? —le pregunté al más anciano de todos.
Los demás aldeanos guardaron silencio para dejar hablad al sabio. Yo lo miré fijamente a los ojos, jamás creí que lo que diría después sería la respuesta a todo.
—Sí, jovencita. Se dice que al juntarse las siete ungirán dragón llamado Shen Long aparecerá en las tinieblas y podrá concederle a quien lo invocó cualquier deseo.
Me dejó helada. Estaba realmente sorprendida por la revelación.
—¿Cualquier deseo? —mi emoción se hacía notar. Era lo más maravilloso que me habían dicho en mi vida.
Un ser capaz de conceder cualquier deseo ¡Cualquiera! ¡Ropa! ¡Zapatos! ¡Dinero! ¡La paz mundial! …
… Un novio.
¡Podría conseguir al novio perfecto para mí!
… A mi príncipe azul.
Me perdí en mis fantasías hasta que la voz del anciano me trajo de vuelta a la tierra.
—Sí, pero nadie sabe donde se encuentran las otras seis —se quitó el collar que tenía colgado y desprendió de él una esfera brillante —. Nosotros solo tenemos una: dos estrellas —. Era realmente preciosa, brillante. Yo no salía del asombro. Pero más me sorprendí al escuchar al anciano —. Tome jovencita —me extendió la esfera. La tomé con cuidado, sorprendida —. Se la obsequio como agradecimiento a todo el apoyo que nos brinda la corporación de su familia. Estamos muy agradecidos con usted.
Los aldeanos se sorprendieron al igual que yo al escucharlo. ¡Me estaba obsequiando la valiosa esfera del dragón!
No podía contener la emoción. Salte de alegría y le agradecí infinitamente al anciano y a toda la aldea por su generosidad. Lo que me estaban obsequiando era muy valioso. Y ya era mío.
Ahora solo quedaba encontrar las otras seis. Sería difícil pero tenía que lograrlo.
Esa misma tarde me puse a trabajar con ella. Era hermosa. Busqué en mi amplia biblioteca todo lo que estuviera relacionado con dragones y leyendas, pero fue en vano. Un día, dos días, una semana y nada; pero eso no me detuvo, continué buscando e investigando más y más.
¡Cumplía deseos! ¡Podría conseguir mi príncipe azul! Esa era mi motivación para continuar investigando.
Dos semanas más tarde vi la luz. En unos de los libros más antiguos y arcaicos encontré la información que necesitaba. Lo leí como tres veces, examine la esfera en el laboratorio y comencé con la operación "Radar".
Encerrada en el laboratorio por meses estudié minuciosamente la esfera de dos estrellas. Cada rasgo, característica, todo. No podía cometer errores, no con algo tan delicado. Tarde mucho tiempo en mis investigaciones, me desvelé muchas noches con tal de conseguir un poco más de información. Todo por mi deseo.
Días interminables de investigación y estudio para conseguir el mayor invento de la historia. Día y noche, todo por mi capricho.
Meses después lo terminé. Al fin, había creado el primer radar del dragón de la historia.
Y obviamente ya sabía cuál sería mi deseo después de juntar las siete.
Un novio, el perfecto para mí. Mi príncipe azul que sabía me estaba esperando en algún lugar. Pero si existía, ¿por qué hacerlo esperar más? De seguro él también deseaba conocerme.
Esa noche hablé seriamente con mis padres sobre la loca aventura que tenía en mente, y que pretendía realizar sola. No tenía la necesidad de rogares o mentirles, yo tenía la suerte de tener padres bastante liberales conmigo y no fue nada difícil convencerlos de que estaría bien y regresaría sana y salva.
Pero me sorprendió lo rápido que accedió.
—¡Oh, Bulma! ¡Te convertirás en toda una aventurera! —. Mamá como siempre, con una sonrisa ante todo.
Me iría por un buen tiempo y extrañaría los deliciosos postres que me preparaba cada mañana. La abracé fuerte al darme cuenta que no la vería por mucho tiempo.
—No olvides llevar tus cápsulas, son útiles para cualquier situación —dijo papá.
A él también lo echaría de menos, con él era con quien más tiempo compartía. Lo abracé fuerte, también.
Un beso de despedida y a la mañana siguiente me marché.
A la mejor aventura de mi vida. Conocí a Goku y gracias a él hice muchos amigos, amigos reales. Y además conocí a Yamcha.
Mi primer novio.
Él era completamente diferente a todos los muchachos a los que había conocido en mi vida, y quizás fue eso lo que hizo que me enamorara de él.
Un ladrón del desierto, pero que le temía a las mujeres. Un chico malo pero tímido a la vez. Su personalidad era tan divertida que me llamó mucho la atención, además era guapo físicamente, el entrenamiento hacía que se viera así. Un chico lindo y simpático.
Yamcha me gustaba mucho.
Pero… ¿Era mi príncipe azul?
Por muchos años creí que sí.
Me enamoré de Yamcha porque era un reto, no era como los demás que estaban a mis pies fácilmente. Él era un chico difícil por la razón antes mencionada: le tenía miedo a las mujeres.
Ese detalle hacia todo más divertido.
Él no era fácil, y me costó hacer que caiga en mis redes. Pero al fin y al cabo, cedió. Y logré estar con el chico que quería, con el ladrón del desierto que creí era mi príncipe azul.
Ya no necesite las esferas para pedir a mi novio perfecto porque se suponía Yamcha lo era. Y confié en eso, estaba muy feliz.
Y fui muy feliz a su lado por mucho tiempo, pero no nos duró para siempre como creí que sería. Unos años más tarde nuestra relación se deterioraría más y más.
Por muchos años fui la envidia de muchas mujeres. El fiel compañero de Puar se hizo muy famoso al dejar las artes marciales y volverse beisbolista. Y me volví la novia de uno de los hombres más guapos y envidiados de la capital.
Ante la multitud éramos una pareja envidiable, de esas que parecen que durarán para siempre, pero la prensa no sabía lo que pasaba detrás de las cámaras. Y es que no nos iba nada bien.
En los años nos fuimos conociendo más y nos dimos cuenta que nuestras discusiones eran cada vez mas continuas. Aunque al final siempre nos reconciliábamos sabíamos muy bien que no estábamos mejorando como pareja y que tarde o temprano terminaría.
Después, Yamcha pasó del hombre con terror a las mujeres a un mujeriego total.
Tardé en darme cuenta de eso, pues creía ciegamente en que él pudiera hacerme algo así de grave a mí. Porque no lo entiendo, ¿Quién sería capaz de ponerle los cuernos a alguien como Bulma Brief?
Pero mis ojos no engañan.
Una noche, lo vi. Esa última semana ya tenía ciertas sospechas de que él me engañaba, pero solo era eso: sospechas. Hasta que fui de sorpresa a su casa esa tarde y lo vi con mis propios ojos.
Si fui a verlo, fue porque sentí que lo había dejado de lado en los últimos días. Desde la llegada de Vegeta a mi casa había estado bastante ocupada. Siempre estaba o reparando la cámara de gravedad o creando algún robot o instrumento de pelea para el entrenamiento de Vegeta. Y es que ese saiyan me tenía muy ocupada, y ya no tenía tiempo para el novio.
Sí, claro, ¿a quién engaño? Solo eran excusas, en realidad mi relación con Yamcha estaba tan mal que ya ni ganas me daban de verlo. Y eso me dolía bastante, pues eran muchos años de relación los que estaban en juego. Y yo lo amaba, tantos años juntos, tantas aventuras. A pesar de todo lo quería.
Pero esa misma noche lo vi con otra mujer y se aclararon todas mis dudas. No entendí por qué lo hizo, y al verlo se me llenaron los ojos de lágrimas de ver como una relación de tantos años se iba al tacho de basura.
Pero no me podía quedar ahí parada mirándolo, yo tenía que hacer algo. Y decidí encararlo con las manos en la masa. La mujer al verme salió corriendo, y él… me dio la excusa más estúpida que se le pudo haber ocurrido.
—¡¿Y que esperabas que hiciera?! ¡¿Acaso crees que no me doy cuenta que tienes algo con ese saiyan?! —gritó.
¿Con Vegeta? Ni siquiera podía mantener una conversación decente con Vegeta y él creía que tenía algo con él. ¡Era el colmo!
Jamás me sentí tan indignada como en ese momento.
Le dejé bien en claro que entre el saiyan y yo no había absolutamente nada y que tampoco había nada entre nosotros dos. No aguantaría más de sus disparates, así que me fui.
Él me alcanzó un rato después, arrepentido.
Me dio lástima verlo así, dolía terminar con algo que tenía tantos años pero era lo mejor. Había bastante tiempo en que pensaba terminar con él. Tal vez la infidelidad que descubrí fue el detonante, pero yo ya lo veía venir.
Nuestra relación no daba para más.
Con dolor tuve que pedirle que se fuera y me dejara sola. Que era lo mejor para ambos y que buscara a otra chica, que yo no era para él.
Tal vez no era cien por ciento su culpa, porque era yo la que buscaba la oportunidad para darle fin a aquello que ya no podía seguir. Era yo la que pensaba todas las noches en que la relación que teníamos ya no tenía ningún futuro. Era yo.
Y su infidelidad, mi excusa.
Porque debo aceptar que yo no era para nada una santa. Tener a Vegeta en casa había movido mis hormonas. Ese saiyan tenía algo especial desde que lo conocí, y me comprometí a trabajar duro para humanizarlo lo más posible para que quitara de su cabeza la absurda idea de derrotar a mi amigo Goku, o Kakarotto como él suele llamarlo.
Pero era tan difícil no verlo en las mañanas al salir de la cámara de gravedad. ¡Tenía que verlo! Por lo menos un momento… se veía tan fuerte, tan varonil. Pero no me podía permitir verlo más, mis piernas flaqueaban al hacerlo, me sentía débil ¡Débil!. Una nada frente a él.
Y yo sé perfectamente que él también me miraba. Y me gustaba provocarlo de vez en cuando pasando por ahí con cualquier excusa estúpida para luego seguir con nuestras peleas verbales matutinas.
Yo lo disfrutaba, y estoy segura que él también. ¡Amaba discutir con él! Era el rival perfecto para mí, discutíamos y a veces ganaba yo, a veces él. Era divertido.
Sobretodo cuando subíamos el tono y nuestros acercamientos hacían que lo deseara más y más. Soñaba y fantaseaba con él a pesar de tener un novio, pero no por eso dejaba de hacerlo. Pero me sentía culpable.
El día que terminé con Yamcha llovió. Regresé a casa llorando a más no poder. Me sentía mal, no por la infidelidad, sino por saber que una relación de tantos años se iba a la basura, y por culpa de ambos. Porque ninguno de los dos se esmeró por hacer que las cosas se solucionaran y al fin y al cabo todo terminó.
Entré a casa con la ropa empapada por la lluvia, y el rostro húmedo por los llantos para encontrarme con la última persona a la que quería ver en ese momento.
Vegeta.
Lo miré fijamente. No dije nada y el tampoco.
Pero él también me miró. Y sus ojos recorrieron mi cuerpo marcado por la lluvia. Las lagrimas continuaban cayendo cada vez más rápido pero sin sonido alguno.
Mis ojos también viajaron por su cuerpo, era inevitable teniendo al saiyan en frente con la mirada fría y el ambiente tenso.
—¡¿Por qué me miras así?! —gritó, rompiendo el silencio del momento.
Yo tomé aire evitando llorar más, pero me sentía realmente mal. Impotente me lancé a sus brazos, musculosos brazos de saiyan. Y a pesar de qué me gritaba que lo soltase, no lo hice. Lo abracé mucho más fuerte y hundí mi rostro en su pecho empujándolo hacia atrás.
El no me abrazó, pero tampoco me quitó de encima. Entonces aproveche para tomar la situación.
Y me tomé la libertad de darle un beso en los labios.
Él no se movió por unos segundos y yo continué con mi tarea de besarlo con decisión. Mis manos se enredaron en su cabello, y luego de eso me di con la sorpresa de que sus brazos habían rodeado mi cintura.
Con fuerza me lanzó sobre el sofá más cercano donde comenzó a besarme el cuello. Estaba loco, y yo también.
—Vamos a mi habitación —susurré en su oído.
Pero él no me hizo caso, y continuó con lo que estaba haciendo, luego me di cuenta de que se había encargado de romper mi blusa para complacerse con mi cuerpo.
Entre jadeos, me aferré a su pecho, acariciando su espalda. Necesitaba más de él, el saiyan me estaba volviendo loca.
Lo que siguió fue que me alejó de él y me tiró nuevamente sobre el sofá. Se dio media vuelta y se fue, dejándome media desnuda y con la respiración agitada en medio de la sala.
Me di cuenta que no quería que eso terminara así, y que me encargaría de hacer que la escena se repita.
Un nuevo reto llamado Vegeta apareció. Un reto mucho más difícil.
Y así comenzó todo… pronto terminamos juntos hasta hacerme completamente suya. El príncipe de los saiyans hizo que conociera nuevamente el amor y esta vez no cometería errores.
Porque el saiyan me hacía sentir cosas que jamás había sentido antes. Con él, al fin yo era libre, era Bulma.
Cuando terminó de recordar se dio cuenta que había terminado de reparar la cámara de gravedad.
—Vegeta… al fin y al cabo cumpliste mi sueño ¿Verdad?…Príncipe.
Fin
N/A
¡Hola!
Antes que nada quiero dejar en claro que el objetivo de este oneshot es intentar de explicar el deseo de Bulma de tener un novio y el de dar la vuelta al mundo solo para conseguirlo. Pues… siendo realistas no cualquier muchacha de dieciséis años decide recorrer el mundo sin compañía de nadie solo para conseguir un novio teniendo tantos pretendientes detrás de ella ¿Verdad?
Pero sabemos que Bulma es diferente ;)
Saludos! n_n
