Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…
SW KOTOR:
Episodio
I: La Alianza Sith
De manera sorpresiva, una Guerra Civil
golpeó a Onderon. Valku, el primo de la actual Reina, Talia, había
iniciado un golpe de estado con el objetivo de tomar el poder sobre
el sistema y sus lunas. Ante esta dura situación, Talia, pidió la
intervención el "Alto Consejo Jedi" para negociar la paz y
evitar más derramamiento de sangre.
Sin embargo la guerra
continúa y el Consejo ha enviado a un pequeño grupo Jedi a
solucionar el problema.
Capitulo 1: Encuentro.
En el frío espacio, podía verse a una pequeña nave consular llegar a la base estelar conocida como "Solo 9". Como procedimiento de rutina toda nave que llegase a Onderon debía ser revisada por los oficiales pertinentes antes de poder aterrizar en el planeta. Todas estas medidas habían sido implementadas después del último atentado terrorista donde muchos civiles inocentes habían perdido la vida.
La nave pequeña atrancó, dándole paso al descenso de sus ocupantes dos encapuchados con túnicas cafés cuyos cuerpos cubrían completamente, estos dos fueron recibidos un droide de protocolo.
— Hola soy C4-PO, me ha sido encomendado el
recibirlo señores embajadores bienvenidos a la estación "Solo
9".
— Soy Kavar miembro de la orden Jedi ella es mi Padawan
Atalia Shiran, hemos sido enviados por el consejo Jedi por petición
de la Reina Talia— dijo el maestro Jedi seguro mirando al metálico
droide que los recibía.
— Mi maestro el ilustre Coronel Tobin
los espera, me encomendó llevarlos a la sala de recepción al
momento de que ustedes llegaran, sígame por favor. — El droide los
guió mientras ambos Jedi lo seguían con paso seguro.
La
estación era grande, fría y poco acogedora, pero había algo más
en ella que el frío del espacio. Era un frío mortal; como si la
muerte rondara y esperara pacientemente antes de llevarlos con ella.
La joven Padawan, se abrazó a si misma dando una fuerte exhalación
mientras seguía a su maestro, tratando de ganar algo de calor
corporal y alejar esa sensación angustiante de su cuerpo. La joven
Atalia Shiran, era una chica hermosa, su cabellera rubia, sus ojos
misteriosos e intensos con un bellísimo color azul océano, sus
rasgos faciales eran finos y femeninos, todo esto acompañado de una
hermosa figura femenina emulaban ya a la hermosa mujer que se
convertiría en su edad adulta. Desde muy joven había sido
abandonada por sus padres a las puertas de la academia Jedi. Fue
tomada por aprendiz a manos del maestro más importante de la orden
el maestro Vandar y ahora se encontraba bajo la tutela del Maestro
Jedi Kavar por quién ella sentía un enorme respeto y admiración.
Era una alumna brillante pero en ocasiones perezosa. Eso se lo decía
continuamente Kaleif Haris, también maestro Jedi, quien era su amigo
más cercano y un compañero de armas extraordinario. Kaleif… cuando
su imagen pasó por su cabeza no pudo evitar sentir una enorme
preocupación por él. Él, tiempo antes, había sido alumno de su
actual mentor. La chica Shiran, sentía un gran aprecio por este,
como un hermano mayor, un maestro, un amigo, alguien en quien
confiaba ciegamente y por quien no dudaría hacer lo necesario si se
encontraba en apuros. Tras haber sido notificados de su desaparición
en esta misión, Atalia no pudo evitar suplicar a su maestro para que
pidiese esta tarea. Kavar no era ajeno a los sentimientos de
incertidumbre por parte de su aprendiz, por eso se impuso ante el
consejo que no tuvo más opción que enviarlo a él y a Atalia.
Kavar pudo sentir una leve perturbación en la fuerza desde que
arribaron a la estación, sin embargo, se mantuvo firme y continuó
caminando sin mostrar nerviosismo. La chica observó a su maestro
incapaz de hacer lo mismo, mientras continuaban caminando en aquellos
largos pasillos. Kavar tenía un rostro inundado de paz y serenidad.
Su admiración por él, aumentó cuando vio esa expresión y retomó
la calma. Comprendía que aún le faltaba mucho entrenamiento para
lograr a ser una Caballero Jedi. Sin embargo las actitudes de su
maestro siempre le daban ánimo y la incentivaban para esforzarse un
poco más.
Finalmente llegaron a la sala de recepción; el
droide al llegar a su destino esperó que ambos entrasen a la
habitación y tras esto empezó a despedirse.
— Mi amo, el
ilustre Coronel Tobin, los recibirá dentro de poco. — El droide
salió dejando a ambos Jedi solos en la habitación. Atalia miró a
su maestro y en un rápido movimiento, se quitó la capucha de la
cabeza la cual sacudió para liberar su rubia cabellera.
— Tengo
un mal presentimiento sobre esto— dijo la joven, el maestro Kavar
se quitó su capucha y habló con calma sin retirar sus ojos de su
aprendiz.
— ¿Y que te hace sentir así?
— He visto hacia
el futuro y este es oscuro, algo esta mal aquí maestro. — lo miró
a los ojos con angustia, Kavar levantó sus hombros y comentó con
tranquilidad mientras daba vueltas por el salón analizando el
lugar.
— ¿En serio? no he visto nada. ¿Ves de nuevo hacia el
futuro mi joven estudiante?, no estés tan ansiosa por hacerlo.
—
Pero el maestro Vandar dice que siempre debemos ver hacía el futuro—
Replicó de inmediato, el maestro Kavar puso su mano sobre el hombro
de esta.
— No mientras este interfiera con tu presente.
—
Lo siento maestro, la preocupación por el maestro Kaleif y Bastila
me han hecho sentir… ansiosa.— Atalia inclinó su cabeza
avergonzada por su actitud.
— Entiendo como te sientes. Para mí
tampoco es fácil, pero no dejes que el miedo te controle. Recuerda
el Código Jedi.
— No hay emoción, hay paz— recitó la joven
sin antes dar un largo suspiro para tranquilizar sus nervios.
—
Recuerda que el miedo, lleva al lado oscuro. Confía en tus
instintos, pero no dejes que tus emociones te controlen. —
argumentó. La Padawan asintió aceptando su consejo.
— Como
usted diga maestro.
El droide de protocolo dio su informe al
amo de manera inmediata. Tobin un hombre de estatura mediana, oscura
cabellera y mirada siniestra, acarició su mentón no muy extrañado
por la noticia. Nuevamente el Consejo Jedi había enviado a sus
embajadores para acordar la paz entre la oposición y la realeza.
Según las órdenes de la Reina, estos dos embajadores tenían
permiso para descender en Onderon, sin embargo, este arribo
perjudicaba los intereses de su verdadero Amo, el General Valku.
Tobin, miró a sus subordinados con frío silencio, estos esperaban
sus órdenes pacientemente.
— Elimínenlos, manden a nuestros
droides de asalto sobre de ellos— Ordenó secamente, tras una
reverencia sus hombres se encaminaron a ejecutar la orden sin replica
alguna.
Tobin tomó asiento y meditó la situación unos momentos.
Seguramente la Reina se daría cuenta de su traición si esta se
llegaba a enterar de aquella situación. Sin embargo sus órdenes por
parte de Valku eran claras. Los Jedi no debían pasar el reten, jamás
debían llegar a Onderon. Ellos morirían en esa fría estación, así
es como las ordenes le habían sido dadas.
— Señor, recibimos
un mensaje de la Reina Talia. — dijo uno de sus subordinados
interrumpiendo sus pensamientos, Tobin suavizo la expresión de
su rostro, se puso de pie mirando hacia el visor frente
él. La imponente y hermosa figura de la Reina Talia apareció ante
sus ojos. Con una mirada dura y escéptica Talia habló a Tobin sin
esperar saludo alguno.
— Comandante Tobin, ¿Han
llegado ya los dos caballeros Jedi que ha enviado el Alto Consejo
Jedi? — Tobin no se mostró muy nervioso por la pregunta e hizo un
gesto fatigado ante su señora.
— No mi señora. — Dijo con
pena y devoción fingida— tal parece que La Republica y los Jedi
nos han abandonado— Y agregó decepcionado— estamos solos. Sé
que esto le trae una profunda tristeza mi Señora. —La Reina
endureció su expresión aún más.
— Más tristeza le traerá a
usted el saber que ha llegado a mí varias acusaciones en su contra
sobre su traición y sus vínculos con mi primo. — Tobin mostró
asombro de inmediato, no por sentirse atrapado, si no por mera
actuación. — Mi señora, mi fidelidad hacía usted es eterna.
Jamás la traicionaría. Créame mi Señora, la han engañado.
—
Espero que no seas tú Tobin el que intente engañarme. En cuanto los
Caballeros Jedi lleguen a la estación "Solo 9" quiero ser
notificada. Permíteles aterrizar en Onderon y manda una escolta que
los lleve a palacio.
— Como ordene mi reina— dijo haciendo una
reverencia, la imagen de la reina desapareció de su presencia.
—
Ella lo sabe mi señor.— Habló nervioso uno de sus hombres.
—
No importa— lo interrumpió— Solo ejecuten mi orden.
Eliminen a los Jedi.
* * * * * *
— ¿Cuanto más
tardará ese Comandante Tobin?— Preguntó Atalia sentada en una de
las sillas, mirando a su maestro. Mientras tanto él, miraba hacia
las estrellas a través del gran ventanal del salón.
— Me temo
mi joven aprendiz, que tendremos que retirarnos pronto— miro hacia
los ductos de ventilación al detectar un olor extraño. — Contén
tu respiración, mantén el aire en tus pulmones y sígueme.
—
Sabía que algo extraño pasaba aquí— se puso de pie cerrando sus
ojos, conteniendo la respiración obedeciendo a su maestro.
El
sonido metálico de los droides de asalto llegó a las puertas del
salón de recepción donde el maestro Jedi y su alumna se
encontraban. Estos de inmediato y armados de manera letal apuntaron
contra la puerta esperando la salida de sus victimas. En segundos un
sable de luz color azul atravesó la gruesa puerta y
empezó por hacer un gran círculo en ella. Los droides esperaron
según sus órdenes. El pedazo de puerta cayó, pero no sobre el
suelo si no contra los droides. Estos quedaron destrozándolos de
manera inmediata, aunque esto no altero a los restantes y
permanecieron en su sitio alertas a cualquier cambio. En el interior
de la habitación sólo podía verse una espesa niebla verdosa rodear
el lugar sin permitir visualizar cualquier otra cosa o persona. En
instantes el brillo de dos sables de luz emergieron de aquella espesa
nubosidad y ambos Jedi salieron rápidamente de la habitación
lanzándose sobre sus enemigos.
— Como se sospechaba el Coronel
Tobin se ha aliado con Valku para la toma de Onderon. —Dijo con
tranquilidad usando la fuerza contra sus oponentes lanzando con
facilidad a un droide sobre otro haciendo que se hicieran trisas con
el impacto. — tenemos llegar a la reina de inmediato
— Maestro
no podremos— Replicó Atalia de inmediato cortando el brazo de uno
de los droides con su espalda— aún cuando consiguiéramos llegar a
las naves de escape nos dispararían antes de llegar a Onderon.
—
Aún no es el momento mi joven Padawan para ir a Onderon— contestó
Kavar de manera inmediata — Nuestra misión tendrá que esperar un
poco. Iremos a Dux. Sígueme y no te detengas ante nada. — corrió
hacia el embarcadero seguido por su Padawan quien sin ver siquiera de
donde venían los disparos los desviaba con facilidad.
Kavar y Atalia corrieron varios metros siendo atacados y aún les faltaba poco antes de llegar al hangar. A medida que avanzaban más droides de asalto aparecieron para cortarles el paso. Era muy posible que Kaleif y su Padawan hubiesen sido recibidos de la misma manera. De ser así no podían confiar en cualquiera para su contacto con la Reina. Kavar sabia que Dux no era la mejor opción para esconderse, era territorio de los Mandelorian, pero tampoco tenían muchas opciones. El maestro Jedi volteo y vio a sus espaldas una cantidad cada vez mayor de agresores pisándole los talones, esto le obligó a acelerar el paso luchando por ampliar su ventaja. Fue entonces cuando finalmente llegaron al hangar.
Tratando de regular su respiración, observó a su alrededor para elegir la nave adecuada para su escape. Entonces sus ojos se posaron en una nave grande de carga, quizás la más pesada y lenta del repertorio. Atalia no comprendió la elección de su maestro al verlo subir a esta, sin embargo lo siguió al sentir los disparos de sus enemigos casi rosar su cuerpo. Rápidamente Kavar cerró la escotilla y tomó los controles haciéndola despegar. La chica rubia la acompañó como su copiloto, así fue como la nave salió de la estación "Solo 9" dirigiéndose hacía Onderon.
* * * * * * *
Tobin fue
advertido de inmediato de la acción de los Jedi. Desde su ventana
podía ver a aquella triste y pobre excusa de Nave tratando de
escapar de ellos. Este sonrió divertido, no comprendía como un Jedi
y sobre todo un maestro fuese tan tonto como haber hecho esa
elección.
— Apunten todos nuestros cañones contra la nave.—
Ordenó a sus hombres que de inmediato se pusieron a trabajar.
* * * * * * *
Atalia controlaba algunas funciones de la nave,
esta no se encontraba en optimas condiciones, algunos de los comandos
de vuelo no funcionaban o estaban obsoletos. La nave era tan pesada,
que no tardarían mucho en darles alcance con algunas naves de caza
pequeñas. Atalia sintió un sudor frío pasar por su espalda presa
del miedo, la estación se preparaba para atacarlos, apuntaba sus
cañones en contra de ellos. Estaban perdidos.
— Atalia— Kavar
la llamó. La chica tuvo una pequeña exaltación y vio a su maestro
mantener la calma por los dos. — Levanta los escudos al máximo
liberaré las capsulas de escape.
— Maestro…— Farfulló
temerosa viéndolo con incógnita en su rostro. Kavar plantó sus
ojos en ella mirándola con seriedad pidiéndole en silencio que
acatase su orden. La chica no tuvo más opción que obedecer a su
maestro y subir los escudos al máximo.
* * * * * *
*
Finalmente todos los cañones apuntaron contra la pequeña nave,
Tobin fue avisado de inmediato y dio la orden. Debían disparar y no
dejar nada de la ella. Los hombres programaron el disparo y todos los
cañones bombardearon a la nave de carga. Esta, quien aguantó los
primeros disparos no pudo soportar la lluvia que posteriormente cayó
sobre de ella. El láser después de haber neutralizado el escudo
protector, comenzó a atravesar el metal y a destrozar la nave
haciéndola añicos, provocando así la posterior explosión de esta.
Tobin sonrió al ver el polvo estelar en la que se había convertido.
Tras esto se retiro para darle las buenas noticias a Valku y preparar
la mentiría que le diría a Talia sobre supuestos ladrones
espaciales. Sin embargo no alertó a la pequeña capsula de escape
que se había salvado de la explosión y que se dirigía a Dux, la
luna selvática del planeta.
* * * * *
En la selva de Dux
dos pequeños miraron este acontecimiento, con gran asombro y
expectativa. Con ayuda de los binoculares de su padre – quién por
cierto no estaba enterado de este préstamo- fueron testigos de la
explosión de aquella gran nave de carga o cuando menos uno de ellos.
Eran hermanos, un niño y una niña pequeña. El hermano mayor
después de ver la explosión, pasó los binoculares a su hermanita,
quien al recibirlos, levantó su mirada al cielo y buscó con
atención a cualquier otro cambio. Leviatán Cursa era un niño de 10
años máximo. Su cabellera era de color castaño, sus ojos cafés
reflejaban la seriedad de un adulto, su piel era blanca y suave, su
ropaje era oscuro, una camisa holgada señilla por un cinto
acompañado de pantalones negros. Criane Lana era su hermanita menor,
una pequeña de 4 años todavía, su cabello negro estaba peinado en
forma de cola de caballo, sus ropas eran de color azul tal como sus
tiernos ojitos infantes, estos miraban hacia el cielo en busca de
algún un indicio del suceso. La pequeña frunció el seño y miró a
su hermano quien estaba a su lado.
— Leviatán ¡Esto no es
justo! ¡Tú viste todo!— gritó la pequeña al darse cuenta que no
había más que ver. El chico continuaba mirando al cielo ignorando
sus lloriqueos, haciendo que esta se irritase más por ello. —
¡Leviatán! ¡Leviatán!— Insistía. — ¡Le diré a mamá!—
gritó con tono acusador, lista para irse corriendo a casa. Sin
embargo Leviatán la tomó del brazo y sin decir palabra alguna le
quitó los binoculares. Criane lloriqueo más y forcejeo con él
intentando escapar, pero Leviatán la ignoraba y la sostenía con una
mano.
Después de la explosión le parecía haber visto una
capsula de escape salir de la nave de carga. No estaba seguro, sin
embargo si eso había ocurrido lo más seguro es que la capsula
aterrizaría cerca de su ubicación. Su suposición fue acertada, el
chico visualizó a un objeto metálico esférico atravesar la
atmosfera de Dux y precipitarse hacía la jungla. Leviatán dio un
salto para bajar de la enorme roca en la que estaba parado y corrió
adentrándose a la Jungla.
— ¡Salió una capsula de escape del
carguero!— gritó. Criane lo vio alejarse.
— ¡Leviatán
espérame!— gritó la jovencita siguiendo a su hermano quién en
segundos perdió de vista.
* * * * *
Talia, la actual
reina de Onderon era una joven hermosa, fuerte, inteligente y
sensible a las necesidades de su pueblo. Pero a pesar de todas estas
cualidades, era confiada e ingenua, debilidades que su primo el
General Valku, aprovechaba en su contra.
Onderon había pasado
momentos difíciles y tras estas continuas disputas por el poder el
pueblo comenzaba a perder su fe en la reina. Talia lo sabía, por eso
había recurrido a la sabiduría del consejo Jedi para solucionar el
problema de la manera más pacifica posible. Pero con la intervención
de Valku y los hombres que la traicionaban como Tobin, hacía que la
paz se viera como un sueño que nunca se cumpliría.
La reina,
quien miraba el paisaje tras el gran ventanal del palacio, volteo
para mirar al maestro Jedi que se había colocado a sus espaldas.
Sus
ojos se encontraron y se miraron largamente sin que alguno de los dos
dijese alguna palabra.
El Jedi peinó su cabello hacía atrás con
su mano izquierda y después se rascó detrás de la nuca. Su mirada
vaciló unos momentos, tenia algo importante que decir, pero no
encontraba las palabras adecuadas, no quería alterarla sin embargo
era inútil, ella parecía ya saberlo por anticipado.
— Me temo
su alteza que muy pocos de sus súbditos son realmente fieles a
usted.— Habló el Jedi con voz áspera tratando se sonar lo más
natural posible. La reina volteo hacia el ventanal, mirando el
paisaje bellísimo y pacifico de su tierra.
— Me lo temía.—
Confesó Talia con un tono cansado. — La guerra continúa en
Onderon y mi gente… — Guardó silencio unos momentos y después
se volvió para mirar al Jedi — Me alegra que usted y su Padawan se
encuentren bien, maestro Kaleif.— Cambió el tema abruptamente, su
tono era más optimista.
— No fue fácil, pero estamos aquí y
es lo importante. — El maestro Kaleif sonrió tratando de recuperar
el ánimo. — Tengo la sospecha de que, el Consejo ha enviado a
alguien más a tratar este asunto. Espero que los Jedi que vengan
corran con la misma suerte que nosotros.
— Tobin parecía algo
entusiasta después de la última vez que hablé con él. Seguramente
más Jedi han arribado a Onderon aunque no estoy segura de en que
estado se encontraran ahora o si estén vivos. En vista de que ya no
puedo confiar en nadie me temo que deberán esconderse aún en mi
palacio.
— No se preocupe su majestad, este ahora es un asunto
Jedi. Le aseguro que llegaré al fondo de esto
— Eso espero
Maestro, de verdad lo espero — Dijo volteando nuevamente hacia el
ventanal, mientras el maestro Jedi se retiraba nuevamente a las
sombras.
* * * * *
El aterrizaje fue demasiado rudo, el
paso de la atmosfera los agitó con violencia y habían tenido suerte
de no haberse roto el cuello tras estrellarse contra el suelo. Cuando
la calma se hizo presente el Maestro Jedi abrió sus ojos. Atalia
hacia inconciente sobre el asiento, su cabeza sangraba, indicando que
se había golpeado la cabeza, muy posiblemente contra la ventana que
tenia cercana a ella. Kavar se liberó del cinturón y caminó
lentamente hacía ella. La revisó minuciosamente, palpó su pulso y
puso especial atención a la herida de su cabeza, por fortuna ella
parecía estar bien. La liberó de los cinturones, la tomó
en sus brazos, buscó la salida y caminó hacía ella cuando sus ojos
la vieron.
Un disturbio en la fuerza golpeó sus sentidos. Lo que
fuera, había advertido su presencia y se dirigía hacía ellos.
Kavar sabía que no tenía mucho tiempo para salir de allí cuando
esta advertencia llegó hasta él. Con Atalia en brazos caminó
torpemente para alejarse de la nave, fue en este momento cuando se
dio cuenta de que se encontraba herido. Su pierna le dolía, tanto
que al cuarto paso fuera de la nave cayó de rodillas doblado del
dolor, forzado esto a dejar a su inconciente estudiante en el suelo.
Advirtió más presencias a su alrededor, los Canox habían llegado,
bestias obesas y nauseabundas que rugían furiosas y deseosas por su
sangre. Kavar deslizó su mano hacía su cinturón en busca de su
espada de luz, con suavidad, para que las bestias no se precipitaran
sobre de él o Atalia. Una explosión sacudió el lugar tomando por
sorpresa a Kavar y a las bestias quienes corrieron asustadas por el
hecho. El maestro levantó la mirada, buscando al autor de esa
distracción.
— Ey, ¿están bien? — preguntó Leviatán
saliendo entre la vegetación. Kavar plantó su mirada en él se
sintió extraño y a la vez agradecido con el muchacho.
—
Gracias — habló con suavidad, el chico sonrió contento por ese
gesto.
— Rápido.— Interrumpió de repente— debemos
movernos, los Canox vendrán a devorar lo que encuentren y ella esta
herida. Los llevaré a mi casa— le hizo una seña para que lo
siguiera, el maestro Kavar tomo a su alumna y lo siguió de cerca,
estar con ese joven era mejor que esperar a que más de esas bestias
llegasen.
Continuará…
