...Desperté completamente sola, mi corazón había dado un sobresalto ante el sonido mudo de lo que a mí me pareció fue un disparo. No podía ser eso, nadie estaba despierto, no había policías, no habían alarmas en el hotel. El único sonido era el de mi celular vibrando en el buró junto a la cama. Sólo había un mensaje de mi "amante".
"No puedo esperarte más, tengo que ir por ti. Empaca tus cosas, nos iremos ya"
No podía creer que él de verdad estaba tan obsesionado. Ya le había dejado en claro todo, supuestamente. Le había dicho ya que Stu era todo para mí, que íbamos a estar juntos siempre, que esa era la razón por la que estábamos en Estados Unidos. Porque Liz nos había ayudado a conseguir el departamento, sólo faltaba que nos mudáramos.
Stu no estaba en la cama en ese momento. Sabía que él no podía enterarse de la metida de pata que había cometido. Posiblemente había salido al baño, eso era todo. Era simplemente eso. Quería decirle todo lo que había pasado, quería arrepentirme ante él, pedirle disculpas aunque él probablemente no entendiera todo lo que pasaba, explicarle todo lo sucedido, arrodillarme ante él, que supiera lo mal que me sentía, estaba completamente sucia...
Sucia... En verdad me sentía sucia. No importaba qué tanto me bañara, qué tan fuerte tallara la esponja contra mi piel, todavía sentía la suciedad de sus caricias en mi piel. Si hubiera podido, me hubiera arrancado cada trozo de pellejo para sentir que estaba limpia otra vez. Soy una tonta, me dejé convencer por ese estúpido modelo de ropa interior, me dejé engañar, y finalmente terminé donde estoy ahora.
Stuart aún no llegaba. Posiblemente se había quedado dormido en el baño, eso me daba algo de tiempo para pensar exactamente lo que le pensaba decir. Quería decirle cómo fue que conocí al pendejo aquel, cómo él me había logrado convencer de acostarme con él, pero sobre todo, quería decirle lo mal que me sentí mientras me hacía el amor. Lo vacías que se sentían sus caricias y el amargo sabor de sus besos, sus manos que me quemaban terriblemente. Odié hacer el amor con él. A comparación de lo que hago contigo, Stu, tus cálidas caricias, tus exquisitos besos, ese calor de tus caricias que me hacen desear más de ti... Porque eres el único que me lo hace por verdadero amor y no por lujuria.
Ahora recuerdo aquel mensaje en mi teléfono. Adrian no debe tardar en llegar. En el momento en que se atreva a tocar la puerta, en ese momento podría revelarle la verdad a Stuart, no importaba ya si me terminaba odiando, si no me perdonaba -dios quiera que sí logre encontrar perdón en su corazón para mí-, al menos terminaría de cargar esta jodida cruz y podría siquiera darme un leve respiro. Aún si no me perdonara, aún si me odiaba por toda su vida, aún si me dejaba... Porque me lo merezco, ¿No? Y él se merece a alguien mejor que yo.
Es demasiado tarde, Stu aún no sale. Me asomo, no hay nadie. La ventana está cerrada, y el botiquín revuelto, unas píldoras de éxtasis extraviadas sobre el lavabo, ¿Es que él salió a la calle, drogado por cierto, a esta hora de la madrugada? Eso me da mala espina, así que tomo mi abrigo y me pongo los zapatos lo más rápido que puedo. Al abrir la puerta, es cuando puedo ver lo que ha pasado, el porqué desperté tan agitada en la noche... Ahí estaba, Adrian Mason, totalmente muerto, con una expresión de terror en su rostro frío, en la puerta toda la sangre salpicada, un disparo certero, y las pisadas llenas de sangre dirigiéndose al elevador. Al ver tal escena, sólo pude gritar de horror.
