Disclaimer:

1.- Ningún personaje de One Piece me pertenece, todos son propiedad de Oda Eiichiro.

2.- Este Fanfic es Semi-Au, por lo que habrá cosas fieles al manga y otras que son de mi autoría.

3.- La temática de la historia es Yaoi, con las parejas ShanLu (ShanksxLuffy), MiZo (MihawkxZoro) y MarAce (MarcoxAce) como principales. También habrá algo de Yuri con la pareja RobinxNami, es la primera vez que escribo de ellas, así que deséenme suerte. Si alguna de estas parejas no te gusta, por favor no lo leas.

4.- Muerte de personajes, algunos secundarios y otros importantes dentro de la historia.

5.- Escenas fuertes.


Capítulo 1: Sueños y Promesas

Publicación original: (2010.12.31)


Un joven de cortos cabellos negros caminaba tranquilamente por la orilla de la playa cuando divisó a la distancia la silueta de una persona. El muchacho no pudo evitar sentir curiosidad y avanzó en su dirección hasta que pudo apreciar que aquel individuo era un hombre alto que usaba una capa negra y en su cabeza portaba un sombrero de paja.

Cuando el muchacho notó aquel último detalle se congeló en su lugar mientras que su corazón comenzaba a latir con fuerza. Después de recuperarse de la primera impresión inició una carrera desesperada para alcanzarlo y evitar que éste siguiera alejándose. Realmente quería volver a ver a ese hombre.

Pero por más que corría aquel sujeto seguía cada vez más lejos, provocando en él joven tanta frustración que comenzó a gritarle para que se detuviera, y grande fue su sorpresa cuando el hombre se detuvo pero sin voltearse.

Al notar esto, el pelinegro corrió aún más rápido que antes logrando al fin llegar a unos centímetros de la alta figura que aún no le dirigía la mirada. Con lentitud el joven acercó una de sus manos a la espalda del otro para después aferrarse a la capa de éste.

Había esperado aquel momento por casi diez años y no podía evitar sonreír al pensar que al podría cumplir su promesa. Estaba tan concentrado en sus pensamientos que el fuerte viento que lo golpeó lo sacó de balance tirándolo al piso. Una vez recuperado miró hacia adelante y con desilusión vio como el hombre de sombrero de paja había desaparecido, dejándolo a él completamente solo.

—¿Por qué no puedo verlo?

—… Señorito Luffy… —una voz comenzó a llamar al joven pelinegro con insistencia. —Despierte por favor.

—No quiero irme…

Lamentablemente, el paisaje de la pacifica playa comenzó a desaparecer y la oscuridad se apoderó de todo cuanto podía ver. Con molestia apretó los puños hasta dejar las marcas de sus uñas en sus palmas. ¡Él no quería irse de ahí! pero sus deseos no fueron escuchados y poco a poco una luz lo golpeó devolviéndolo a la realidad.

—Mmm… —el chico giró sobre su vientre desordenando aún más su cama y en un intento de seguir soñando enterró su cara en la almohada. —mañana me levanto… por la tarde o la noche.

—Señorito —aquella voz no desistía en llamarlo y en su tono se notaba que estaba perdiendo la paciencia. —El señor Garp está esperando a que baje a desayunar y si no se apresura volverá a quedarse sin comer.

—Nami… quiero dormir un poco más —habló el mismo muchacho. Tenía diecisiete años, su cabello negro estaba alborotado y sus grandes ojos miraban con somnolencia a la bella chica a su lado.

—¿El mismo sueño otra vez? —preguntó con curiosidad la joven sirvienta mientras se acomodaba detrás de la oreja su corto cabello anaranjado. —¿Pudo verlo esta vez?

—Pude alcanzarlo, pero desapareció antes de poder verlo —el joven que respondía al nombre de Luffy se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama pero sin soltar su almohada de sus brazos.

—Es sólo un sueño señorito —Nami trató de quitarle importancia a la fantasía que retrasaba el despertar de Luffy mucho más de lo acostumbrado. —Yo me retiraré para que se vista y recuerde que si llega tarde su abuelo se lo comerá todo otra vez.

Nami se marchó para seguir con sus deberes como la única sirvienta en aquella casa de locos, dejando al pequeño sumergido en sus recuerdos.

—Te equivocas Nami —Luffy se dejó caer de espalda sobre la cama. —No fue sólo un sueño.


Nami bajaba las grandes escaleras de la residencia para ir a avisarle al señor de la casa que su inquieto nieto estaba por bajar. La chica sonrió al pensar en aquella dos locas personas. Al principio se sintió intimidada por trabajar para un alto cargo de la Marina, pero poco a poco fue encariñándose con los dos.

En silencio entró al comedor de la casa donde se encontraba el abuelo de Luffy; Monkey D. Garp, un hombre de gran tamaño y aspecto demasiado feliz. Como era su costumbre en las mañanas, la chica observó como éste se dedicaba a leer la sección de humor en el periódico mientras esperaba a que su nieto se dignara en bajar para que desayunaran juntos.

—Señor —Nami apareció con elegancia a su lado y le dedicó al anciano una amable sonrisa. —Ya he despertado al joven.

—Buen trabajo Nami, ya puedes retirarte —le autorizó Garp dándole una sonrisa gigante para después comenzar a comer una de sus amadas donas.

—Si necesita algo estaré en el jardín.

—¡Espera! —el gritó del hombre logró sobresaltar a la chica que lo observó alarmada al ver que su eterno semblante alegre se volvía sombrío. —necesito preguntarte algo importante.

—Di-dígame señor Garp —Nami no pudo evitar sentirse nerviosa, pero lo disimuló lo mejor que pudo. —¿Acaso he sido descubierta?

—¿Iras al carnaval en Town Centre? —el anciano le preguntó mientras terminaba de comer su dona con su amigable sonrisa otra vez. —Deberías ir.

—Si termino con mis deberes puede que asista —se inclinó ante su jefe para que éste no pudiera ver su gesto de alivió. —Si me disculpa continuare mi trabajo, con su permiso —tras escuchar la afirmación del anciano se retiró. —por poco… esto me está superando.


Unos minutos después de que Nami se retirara del comedor apareció Luffy. Vestía unos pantalones hasta las rodillas de color negro y chamarra azul de mangas cortas.

—¡Buenos días abuelo! —Luffy saludó con entusiasmo mientras tomaba asiento en su lugar al lado de Garp.

—Has amanecido de muy buen humor —su abuelo se rió contagiado por alegría de Luffy —¿se puede saber por qué?

—Bu-bueno… —Luffy trató de mantenerse tranquilo, porque cada vez que hablaba de aquel sueño donde veía al hombre de sombrero de paja su abuelo le daba fuertes palizas. —El carnaval de mañana —por suerte era algo que estaba esperando, así que no tuvo que mentir porque era un terrible mentiroso. —¡Habrá mucha comida!

—¡Bwa Ha ha ha ha! —al parecer su abuelo le había creído. —Eso me alegra.

Monkey D. Garp era una persona alegre, pero podía ser muy terrorífico cuando se enojaba. El anciano tenía un alto cargo y responsabilidad como Vicealmirante de la Marina en la lucha contra piratas para asegurar la paz en el mundo. Y eran los piratas una de las pocas cosas que provocaban su enojo y eso era justamente lo que aquel hombre del sombrero de paja era.

Pero más allá de eso, lo que más enloquecía a Garp era que ese desalmado pirata había contaminado la mente del menor de sus nietos con la ambición de la piratería y el anciano ya tenía suficiente con saber que su primer nieto se había convertido en uno. No, Garp no dejaría que Luffy siguiera ese camino, ni siquiera sobre su cadáver.

Con el ambiente más relajado, Luffy comenzó a comer a velocidad sorprendente mientras su sueño se repetía en su mente hasta llegar al recuerdo que lo originó. Al día donde un pirata le salvo la vida. Casi sentía que había pasado ayer y no hace diez años.

En ese entonces, Monkey D. Luffy tenía siete años y la idea de la aventura llenaba su mente. Él quería iniciar una travesía por el mar en ese preciso momento, por lo que aprovechando la oscuridad de la noche se escabulló de su casa cargando sobre su espalda una mochila a reventar.

Se lamentaba por no haberle pedido ayuda a su hermano, pero si lo llegaban a atrapar, el castigo sólo caería sobre él. Con ese pensamiento avanzó con mucha resolución sin mirar hacia atrás ni una sola vez hasta que la gran muralla que delimitaba el terreno de su hogar estaba frente a él y era lo único que lo separaba de su libertad.

Desde su punto de vista, el muro era mil veces más alto que él pero eso no le preocupo. Luffy era un chico preparado para la aventura y con orgullo sacó de su saturada mochila una cuerda que tenía un improvisado gancho con el que había practicado los días anteriores para tener éxito en la misión.

Entusiasmado pero siendo lo más cuidadoso que un alocado chico como él podía, lanzó la punta hacia el otro lado tratando de no hacer ruido. Una vez logrado esto, comprobó que el gancho estuviera bien agarrado para comenzar a trepar el muro y tras unos minutos llegó a la parte superior.

Al ver el inmenso bosque desde el otro lado casi se pone a gritar de alegría. Él había logrado llegar hasta ahí sin ayuda y eso hizo que la emoción se apoderada de su cuerpo, dando como resultado que olvidara que estaba en un lugar alto y en la prisa de bajar se resbaló del muro cayendo sin remedio.

Lo único que Luffy recordaba del momento del impacto fue el vértigo de la caída así como el fuerte golpe en la parte inferior de su ojo izquierdo. Después de eso se perdió en la inconciencia y en la frustración.

De solo recordar lo idiota que había sido le daban ganas de golpearse pero al mismo tiempo le hacía gracia su estupidez. Sin pensar en lo que hacía, Luffy se llevó su mano izquierda a la pequeña cicatriz debajo de su ojo. Si, había cometido un error y se había lastimado, pero no se arrepentía porque gracias a eso conoció a ese hombre.

Su abuelo podía decir todo lo que quisiera de los piratas pero él no conocía al hombre que lo había salvado. Cuando comenzó a recordar el instante en que despertó y vio al pirata no pudo evitar sonreír.

El pelinegro nunca supo cuánto tiempo había estado inconsciente después del accidente, pero lo que si quedó bien grabado en su memoria fue que al despertar sintió un fuerte dolor bajo su ojo izquierdo así como el reconfortante ambiente cálido donde estaba.

Con curiosidad tocó la herida que se había ganado notando una sustancia pegajosa que cubría su piel para después observar sus dedos que habían quedado manchados con una especie de ungüento verde.

A medida que comenzó a notar su entorno descubrió que estaba en una pequeña habitación rustica que él no conocía. Con cuidado intentó levantarse y con esto pudo notar que estaba recostado en una tela negra que funcionaba como cama y al mismo tiempo lo cubría.

No fue difícil para Luffy entender que alguien lo había curado después de su caída y que ahora cuidaba de él. Volvió a intentar levantarse pero sólo logró recostarse sobre su lado derecho, lo que le permitió ver que en el centro de la habitación había una zona construida especialmente para prender el fuego que estaba calentando el diminuto recinto.

Además de esos detalles, el pelinegro se percató que había dos ventanas donde se podía ver el bosque y una puerta que estaba entreabierta donde se encontraba una persona que usaba un sombrero de paja.

—¿Cómo te sientes? —el misterioso hombre le habló una vez que notó que se había despertado. —Esa fue una gran caída.

—Bien —Luffy no había podido evitar su curiosidad y no le importó estar con un desconocido cuando su abuelo y hasta su hermano le habían dicho que no hablara con gente que no conocía. Pero si ese hombre lo había curado era una buena persona ¿Verdad? —¿Quién eres?

—Un pirata —fue la única respuesta que el hombre le dio antes girar para verlo mientras acomodaba su sombrero para tapar su rostro.

Cuando Luffy recordó aquellas palabras no pudo evitar soltar una divertida risa llamando la atención de su abuelo quien lo miró feliz cuando el menor se llevó un trozo de carne a la boca.

—Me alegra que quieras ir —su abuelo se comió la última rosquilla antes de mirar a su nieto. —así podrás asistir en mi lugar

—¿En tú lugar? ¿Eso quiere decir que no irás? —le gritó Luffy con la boca llena de comida.

—¡No me grites! —el anciano lo golpeó en la cabeza haciendo que el chico se llevará las manos al área lastimada. —¡Y no hables con la boca llena de comida! —volvió a darle un golpe. —Tengo asuntos que atender y ya estás grande para que yo te esté acompañando.

—¡Pero es aburrido ir solo! —Luffy tragó lo que tenía en la boca y se cruzó de brazos molesto.

—No te aburrirás porque iras con mis protegidos y con el aprendiz de un amigo —la intención de Garp era que su nieto tuviera amigos de su edad y que fueran buena influencia para él. —también había pensado que fueras con Nami, es una chica agradable

—Genial ¡Les preguntare si quieren ir al mar conmigo y ser piratas! —comentó con alegría Luffy mientras volvía a llevarse comida a la boca.

—¡Para con eso! —gritó con furia su abuelo para después volver a golpearlo.


No muy lejos de Villa Fuschia que era donde se encontraba el hogar de Luffy, estaba la Villa Shimotsuki. Un lugar muy conocido por su tradicional dojo de kendo así como la habilidad de sus alumnos y dentro de todos esos habilidosos jóvenes, había uno que lograba sobresalir del resto con el manejo de la espada y también por su curioso cabello verde.

—¡Zoro! —llamaba un anciano de pacifico semblante que vestía un kimono simple, y llevaba el pelo en una coleta. Se trataba de Koushirou, el maestro del dojo. —¿Dónde estás?

—No se encuentra maestro —le informó otro de sus alumnos. —Fue a visitar a la señorita Kuina.

—Gracias Satoshi —agradeció el anciano mientras partía al lugar donde Zoro se encontraba.

El camino que lo llevaba hasta el santuario donde descansaba su hija era un lugar hermoso y siempre tranquilizaba su alma cuando iba a verla y una vez que estuvo cerca del lugar donde el joven se encontraba pudo observar como éste miraba fijamente la tumba frente a él antes de saludarlo.

—Maestro —fue el saludo del muchacho alto que tenía tres pendientes dorados en su oreja izquierda. Usaba una camisa blanca, pantalones negros y una faja verde donde llevaba tres katanas. —Buenos días.

—Buenos días Zoro —el hombre se acercó hasta llegar ante la tumba de su hija y le habló alegremente. —Necesito que me hagas un favor y te dirijas a Villa Fuschia.

—¿Villa Fuschia? —cuestionó Zoro mientras miraba fijamente al hombre mayor.

—Quiero que acudas al carnaval que se realizara en el palacio del rey —Koushirou ocultó sus brazos dentro de las mangas de su kimono. —Será divertido.

—Lo siento maestro —el peliverde le sonrió con incomodidad y volvió a mirar la tumba de Kuina. —no me interesan ese tipo de cosas.

—He sido invitado por un viejo amigo pero no estoy en condiciones de ir a esos eventos por eso me gustaría que fueras tú —comentó Koushirou mientras sonreía. —Tienes que divertirte y seguro lo pasas bien.

—Hay muchos otros que pueden ir, yo tengo que continuar con mi entrenamiento esta tarde —Zoro cerró sus ojos por un momento para después abrirlos y mostrar una fuerte determinación en su mirada. —para ser el mejor espadachín del mundo y cumplir nuestro sueño.

—Entiendo lo que dices, pero estoy seguro de que el mejor espadachín del mundo puede hacer ambas cosas a la vez —el anciano amplió su sonrisa. —Kuina estaría de acuerdo.

—Si —reconoció Zoro con resignación.

—¿Entonces irás?

—No tengo otra opción ¿verdad? —Roronoa Zoro sabía que era más fuerte que su maestro en el arte de la espada, pero aun así él seguía ganándole en este tipo de asuntos. Era un hombre sabio después de todo.

—Bien, te esperare en el dojo para darte las indicaciones —y así, el anciano desapareció tan rápido como había llegado.

—En fin —observó la sepultura de su amiga. —Pronto cumpliré mi promesa y seré el mejor espadachín del mundo. Sólo mírame Kuina.

El peliverde se inclinó en señal de respeto y esperó unos minutos antes de retirarse en dirección del dojo donde vio que su maestro lo esperaba en la entrada.

—Si partes en este momento estarás ahí en unas dos horas… si es que logras seguir las indicaciones —Koushiro le entregó un papel con lo que parecía un mapa. —También te preparé este equipaje con algo de ropa y dinero.

—Lo tenía todo preparado —Zoro lo miró asombrado. —¿Tan seguro estaba que me convencería?

—Sabes que soy un hombre precavido.

—Claro ¿Eso es todo?

—No, aún tengo que entregarte otra cosa —el maestro sacó de una de las mangas de su kimono un sobre. —Quiero que le entregues esta carta a mi amigo y es muy importante así que no la pierdas —le advirtió el maestro. —Su nombre es Monkey D. Garp.

—No necesita tratarme como un niño que va a su primer mandado.

—Recuerda lo que dije, soy un hombre precavido. —le entregó el sobre. —Y no te pierdas.

—Como sea… me voy —Zoro guardó la carta en su pantalón y tomó el equipaje. —Regresaré en dos días.

—Ten un buen viaje —se despidió su maestro.

—Gracias —respondió Zoro mientras salía del dojo. —Veamos, tengo que seguir por el camino del pueblo y luego dirigirme al sendero que bordea el bosque —Zoro mantenía el mapa en su mano memorizando las instrucciones. —No hay forma de que me pierda.

Y fue así como Zoro emprendió su viaje siguiendo las indicaciones de su maestro lo cual realizó sin error salvo por un pequeño detalle; había leído el mapa al revés. Ese pequeño detalle provocó que su corto viaje de dos horas por el sendero se convirtiera en una travesía de cinco horas perdido en el bosque.

—Imposible —el joven miraba en todas las direcciones tratando de ubicarse. —Estoy seguro de haber pasado por aquí —se quejó Zoro –¿Por qué todos los árboles son iguales? ¿Se habrá equivocado el maestro con las indicaciones?

El peliverde se molestó por la situación y empezó a correr con la esperanza de salir pronto del maldito bosque y aunque lo logró el resultado no había sido el esperado.

—¡Mierda! —la velocidad de su carrera había sido demasiada y no alcanzó a frenar cuando llegó a una pendiente por la que terminó rodando hasta el suelo, donde se quedó un rato mientras se tocaba la adolorida cabeza. —Este día será una mierda ¿Y el equipaje?

No era de extrañar que sus cosas salieran volando por el impacto pero al menos logró conservar sus preciadas espadas en su faja.

—¿Estás buscando esto… —respondió una calmada y profunda voz. —…joven?

—¿qué?

Zoro miró en dirección de donde provenía la voz y se encontró con un hombre de aspecto imponente de cabello negro y vestimenta llamativa, pero lo más increíble en ese sujeto eran sus dorados ojos dignos de un halcón.

A penas sus miradas se cruzaron Zoro sintió un escalofrío subiendo por todo su cuerpo. La presencia de aquel hombre lo hizo sentirse insignificante, y eso era algo muy difícil de lograr. Pero simplemente no podía sacarse de la cabeza que estaba frente a un depredador.

—El equipaje —le recordó el ojiambar. —Es lo que estás buscando.

—Si —con cuidado se levantó para acercarse al pelinegro cuando sintió una pequeña molestia en su tobillo derecho. —Maldición.

—Deberías tener más cuidado —comentó con expresión fría el hombre. —No es muy inteligente correr por un barranco.

—¡Fue un accidente! —Zoro estaba completamente rojo y no sabía si era más por la rabia o por la vergüenza. —¡No lo hice a propósito!

Pero las palabras de Zoro fueron Ignoradas olímpicamente por el hombre que simplemente continuó con su camino dándole la espalda al peliverde, dejándolo atrás como si no fuera nada.

El joven espadachín no pudo evitar sentir su sangre hervir con coraje y estuvo a punto de decirle algunas verdades al pelinegro cuando pudo ver la espada negra que aquel desagradable sujeto cargaba en la espalda.

—Esa espada… ¡Oye! —llamó Zoro a la vez que recogía su equipaje y aguantaba la molestia en su tobillo. —¿Vas al dojo de la Villa Shimotsuki?

—No conozco esa villa —respondió secamente el otro.

—¿A dónde te diriges? —el peliverde nunca había sido de los que se metieran en los asuntos de los demás, pero sentía la necesidad de hablar con ese sujeto.

—Asuntos personales —le cortó el adulto antes de detenerse frente a lo que parecía ser el muro de una gran propiedad en la que había una placa de la Marina que informaba el nombre del dueño de esta; Monkey D. Garp.

—¿Llegué? —exclamó con asombro el chico.

—¿Vienes a ver al Vicealmirante? —le preguntó dudoso el extraño como si no le creyera.

—Si —dijo Zoro mientras avanzaba con orgullo hacia la propiedad. —Asuntos personales

Si aquel imbécil dudaba de él que se fuera a la mierda con espada y todo. Zoro desapareció dentro de la propiedad dejando muy en claro su cabreo, tanto que el hombre que cargaba la gran espada no pudo evitar sonreír débilmente ante su actitud.


Mientras sus visitas se adentraban en su casa, Garp se encontraba en su despacho leyendo con molestia el informe que uno de sus hombres le había dado sobre cierto pirata al que le guardaba un gran rencor.

De sólo pensar en ese pirata sentía ganas de demoler algo a golpes o aún mejor, de poder tener a ese hombre frente a él y destrozarlo con sus propias manos. Eso sería bastante satisfactorio… lamentablemente el tipo era demasiado astuto para su gusto.

—Se de hombres a los que se le puede perder el rastro —el anciano dejó los papeles sobre su escritorio con fastidio. —Pero perder el rastro a una tripulación entera... ¡es absurdo!

—Hace cuatro semanas fueron vistos cerca del Reino de Arabasta —le informó Bogart, el más fiel de sus subordinados. —A pesar de que el barco que los seguía fue hundido no tuvimos víctimas fatales.

El veterano marine le dedicó una mirada tensa al otro hombre. Se sentía aliviado de que nadie hubiera fallecido mientras vigilaban a ese pirata pero una parte de él no podía evitar sentirse incomodo ante la actitud amable de ese desgraciado y para empeorar todo le habían perdido el rastro.

—No es la primera vez que desaparece, pero últimamente ha ocurrido demasiadas veces y hay demasiados rumores de gente que los han visto cada vez más cerca de esta zona—comentó Garp preocupado. —¿Dónde se pueden ocultar esos malditos?

—Hay muchos nobles que les facilitan un lugar donde esconderse a cambio de dinero —Bogart no quería recordarle aquel despreciable comportamiento de aquellos hombres, pero necesitaban ver todas las opciones. —también hay muchas islas deshabitadas debido a las precarias condiciones para mantener gente en ellas.

Garp sintió un fuerte pitido en su oído izquierdo al escuchar eso y el sonido fue lo suficientemente desagradable para mostrar molestia en su rostro. El marine sabía que ya no estaba en sus mejores días para exigirse tanto y que lo que menos necesitaba ahora era una descompensación.

—¿Ya ha llegado Mihawk o Marshall? —aunque no le hiciera gracia tener a esos hombres en la isla, por el momento no tenía una mejor opción.

—Nos han informado que Dracule Mihawk ya ha arribado a la isla esta mañana, pero no hay noticias de Marshall D. Teach —finalizó Bogart justo en el momento en que alguien llamó a la puerta.

—Adelante —respondió Garp.

—Señor —Nami hizo una reverencia al entrar. —Disculpe que lo interrumpa, pero en la entrada hay dos hombres que preguntan por usted.

—¿Quiénes? —preguntó el anciano.

—Uno de ellos es el hombre que me dijo que esperaba, Dracule Mihawk y el otro es un muchacho que no se ha presentado y sólo dijo que traía una carta para usted.

—Bien Nami, has pasar a Dracule Mihawk —Garp guardó los informes en uno de sus cajones. —Bogart encárgate del muchacho.

—Entendido —respondieron ambos saliendo del despacho de Garp con destino a la sala donde esperaban los invitados.

—Sólo me queda esperar a que nada malo suceda —el viejo marine llevó ambas manos a la cabeza para tratar de calmar su dolor de cabeza. —Por favor Luffy...


Mientras Bogart iba tranquilo y concentrado caminando al recibidor, Nami no podía evitar mirarlo con algo de curiosidad.

La chica sabía quién era Dracule Mihawk y por eso no podía dejar de preguntarse por la visita de aquel pirata, porque aunque ese hombre tuviera el título de Shishibukai y trabajara para la Marina manteniendo bajo control a otros piratas, ellos seguían sin ser del agrado de Garp.

Nami no pudo evitar pensar que ese título era más una maldición que una bendición. Si, como aliados del gobierno esos piratas tenían muchos privilegios pero eran considerados como "Los perros de la Marina" por sus semejantes y tampoco eran tratados bien por los marines. Para la pelinaranja era como quedar entre medio de dos mundos en conflicto que los rechazaban… una vida solitaria como la que ella tenía.

El ruido de la puerta al abrirse la devolvió a la realidad y como si hubiera estado siempre atenta al camino, avanzó hasta llegar al lado del frío Shishibukai para darle el mensaje de su patrón.

—Señor Dracule —llamó Nami con amabilidad. —El vicealmirante lo está esperando.

El hombre no respondió y sólo se limitó a seguirla hacía el despacho dejando solo al otro visitante que no parecía agradarle el ser ignorado, pero eso a Nami no le importaba. Ella estaba ahí para cumplir una misión y debía ser totalmente eficiente con el fin de engañarlos a todos. Lástima que Bogart fuera un hombre observador.

El silencioso marine siempre vigilaba los movimientos de todo aquel que se acercara al vicealmirante o a su familia porque prefería ser paranoico antes de permitir que ocurriera una tragedia y no confiaba del todo en la chica pero por ahora centraría su atención en el joven frente a él.

—Tú debes ser el chico que trajo la carta para el vicealmirante—Bogart no pudo evitar mirar su ropa sucia con desaprobación.

—Mi maestro me a mandado en su lugar para asistir a una fiesta —el peliverde le entregó lo que Koushirou le había encargado. —Esta es la carta.

La mano del joven temblaba y una vena de claro disgusto se hizo presente en su frente. Claramente el peliverde trataba de calmarse, al sentirse ignorado y ser atendido por un subordinado del dueño de casa.

—Eres el chico que viene del dojo del señor Koushirou ¿verdad?

—Si.

—Tu maestro nos llamó e informó que habías salido hace bastante tiempo y que no tardarías más de dos horas en llegar… Pero ya han pasado más de cinco horas —el marine no pudo evitar endurecer el tono de su voz. —¿La puntualidad no es tu fuerte?

—Sólo me desvié un poco del camino.

—Entiendo —el marine le indicó con su brazo una silla que había cerca de una ventana. —El vicealmirante lo atenderá después de terminar sus asuntos con Dracule Mihawk, así tendrá tiempo de arreglarse un poco, está cubierto de tierra.

—Está bien —Zoro contestó demasiado cortante y poco educado para el gusto de Bogart y por eso se descolocó cuando el tono del joven cambió a uno de angustia. —¿Mihawk? Ese hombre era… ¿Dracule Mihawk?

—Correcto —afirmó el marine como si fuera lo más obvio del mundo. —Ese es Dracule Mihawk, un shishibukai y el mejor espadachín del mundo.

—Mierda…

Bogart levantó una de sus cejas ante el comentario pero no fue hasta que el joven tocó una de las espadas que portaba que entendió lo que pasaba por esa verde cabeza y a su juicio, la idea de retar a Mihawk era una meta demasiado alta para aquel niño, prácticamente un suicidio.


En los alrededores de Edge Town en el Reino de Goa, los habitantes ya estaban hablando emocionados del carnaval y especulando las atracciones que habría en esta ocasión ya que a diferencia de otros años esta vez contarían con la presencia de un grupo de Nobles Mundiales.

La visita de aquellas personas los tenían preocupados y fascinados a la vez, después de todo ellos eran descendientes de los hombres que habían establecido el Gobierno Mundial, pero que eran más conocidos por su crueldad.

La gente estaba alterada por eso, y el aumento de la seguridad en los puertos o en los alrededores de la isla no hacía más que preocuparlos. Prácticamente nadie podía entrar sin cumplir con la revisión correspondiente, o al menos eso se creía porque a pesar de toda esa seguridad, nada pudo impedir que un grupo de piratas llegara a la isla.

—Todos parecen muy animados... —comentó un hombre de gran tamaño que tenía un pedazo de carne en la mano. —¿Es tan bueno el carnaval?

—¡Por supuesto! —habló un hombre con peculiar cabello largo y rubio —el Carnaval de Goa es uno de los eventos más importantes del East Blue, además escuche que algunos Nobles Mundiales vendrán este año, seguro que será un gran espectáculo.

—Con más razón debería de haber una mejor seguridad —mencionó con una voz suave un hombre de cabello blanco y que tenía un cigarro en su boca. —Son mediocres.

—No digas eso Ben —los presentes miraron fijamente al hombre que usaba un sombrero de paja que ocultaba parte de su rostro. —Si la seguridad hubiera sido mejor no hubiéramos podido entrar sin levantar sospecha.

—No somos bienvenidos aquí capitán—Ben estaba demasiado acostumbrado a las locuras de su líder, pero no por eso dejaba de preocuparse y aconsejarle. —lo sabes.

El capitán de aquellos hombres se llevó una botella de ron a los labios y sonrió. Claro que no eran bienvenidos ahí y en muchos otros lugares, pero eso no les iba a impedir ir donde ellos quisieran, eran piratas después de todo. Vivian para ser libres.

—Descuida Ben—el hombre del sombrero dejó sobre la mesa su botella medio llena para después mirar a su amigo con seguridad. —Serán sólo unos días.

—Mmm… hace mucho que no te veía tan ansioso, capitán – le dijo el Ben mientras tiraba la colilla de su cigarro en la botella de ron del pelirrojo.

El jefe de la banda de piratas no pudo evitar colocar una mueca de disgusto al ver lo que su amigo había hecho con su preciada bebida, pero su estado de animo volvió a ser alegre en menos de un segundo cuando vio la sonrisa de sus compañeros.

—Lo estoy —afirmó el pirata mientras retiraba el sombrero revelando un vibrante cabello rojo así como tres cicatrices que cruzaban por su ojo izquierdo. —Hay una promesa que tengo que cumplir.


Notas Finales:

Bien, esta historia cuenta con algunos conceptos originales de One Piece, pero también he querido usar algunas cosas que son propias de la época de la piratería. Y… tengo que aclarar que un principio había introducido las frutas del diablo en la historia, pero por el desarrollo que tomó la historia después preferí omitirlas, por eso he editado los capítulos que siguen, pero tampoco es un gran cambio. Besos y gracias por leer.