Life Book
Disclaimer: Death Note, no figura en la lista de mis pertenencias ¿Por qué? Porque le pertenece a Tsugumi Ōba y a Takeshi Obata, por ende, no escribo con intenciones de lucro.
Categoría: Aventura - Romance - Humor
Cursiva – Pensamientos o palabras a resaltar.
Narración normal – 1ª persona.
Parejas: No lo sé, será sorpresa supongo.
ספרהחיים
Prólogo
Admití de forma inmotivada que debía aprender a cerrar mi boca en ciertas ocasiones y más precisamente cuando mi agente me discutía. Mi impulsividad me había causado problemas de nuevo, no solo logró que casi me echaran de ese proyecto cinematográfico, si no que también había armado un buena gritadera entre mi persona y mi representante. No estaba tan desmotivada por lo que había pasado si no por la razón de la discusión. ¿Cuánta preparación me había llevado ese tan codiciado papel? Mucha y llegar hasta este punto de tirar todo mi propio esfuerzo por la borda era irracional.
Pero el motivo de mi desacuerdo era bien simple, no era nada complicado o difícil de comprender poniéndose en mi posición, cosa realmente imposible para mi representante. Solo había pedido un poco más de tiempo, pero ni siquiera eso escuchó. Sabia muy bien que debí haber leído mejor ese contrato, pero una vez más me confié sin darme cuenta del costo. Oh vamos que mudarse va a ser hermoso, me patéticamente animé, pero las consecuencias de esto recién empezaban y de eso estaba casi segura. Pero ¿qué había de malo en conocer un nuevo lugar? No había nada negativo o realmente horrible para una persona solitaria. ¡Ops! Acaba de recordaba que no estaba sola, de hecho tenia dos personas a mi cargo y cuidado, y de ahí el problema.
Desde que salí de la reunión de elenco y productores he estado ensayando alguna excusa convincente para cuando llegase a mi departamento. ¡BHA! Ni siquiera soy buena mintiendo, era inútil hacerles entender que esta mudanza seria temporal y que no echarían de menos su hogar aquí en Japón. Ojalá Kami me estuviese viendo, ya tuve una gran discusión en el trabajo, no quiero una segunda en mi casa. ¿Pero como evitarlo? Dulce acertijo sin respuesta visible.
Tap, tap. Me entretuve unos buenos minutos escuchando el sonido seco que producían mis tacones contra el asfalto de la calle, podía apreciar mi aliento en el aire cuando mi boca lo soltaba y este se volvía una nube semi trasparente en el aire. Era comienzos del invierno y el frío era quemante, de cierta forma. Lo más probable era que mi nariz estuviese roja por el frío y mis mejillas iguales, estaba muy bien abrigada pero mi rostro quedaba al descubierto y empezaba a no sentirlo. Había pocas personas en las calles, que por lo general, estaban colmadas de gente y eso era un alivio. Era lógico, ahora el cielo se volvía oscuro con más rapidez, gran característica invernal. Esto, sin duda, me traía beneficios ya que no había ninguna turba de fans locos correteándome ni tratándome de lapidar como símbolo de admiración. Bufé para mi sola, la verdad que ser una ídolo no era tan divertido como cuando lo había soñado desde niña.
No sabía si apresurar mis pasos por el frío o alentarlos para no afrentar tan pronto el problema. Cualquiera de las dos opciones tenían sus buenos puntos, pero definitivamente la salud era primero. Una o dos calles me faltaban para llegar al edificio donde vivía, saqué mi contemplación del frente y la dirigí hacia un costado, miré mi reflejo andante en las múltiples vidrieras de comercios ahora cerrados, la gran mayoría de indumentaria. Paré mi caminata con mí vista en un comercio en particular, uno de esos con vestidos de diseñador para las nupcias, gruñí por mi propia debilidad, tres asquerosos años y aún mis recuerdos seguían frescos. Chasqué la lengua y continué caminado de formas más apresurada tratando de alejar mi mente de mis memorias. Una tenue vibración en el bolsillo izquierdo de mi abrigo me sacó afortunadamente de mis cavilaciones, fui rápida y saqué el móvil revisando si había alguna llamada. Era un simple mensaje de texto, rodé lo ojos al leerlo, que impacientes eran algunas personas. Lo guardé de nuevo en su lugar, me volví a hundir en mi fuero interno mientras subía pasmadamente los escalones del hotel.
Me estremecí al sentir el brusco cambio de frío a calor, había una diferencia notable entre el clima de afuera y el de la recepción del hotel. Pude sentir como mis mejillas se acaloraban de golpe por la fuerte sensación. Hice un leve asentimiento en forma de saludo para el recepcionista que me sonrió y me saludó educadamente. Llegué hasta al ascensor y torpemente tecleé el numero de piso, tal vez era cierto… estaba cansada y ya veía avecinar un terrible dolor de cabeza. Los números del ascensor parecían ir más rápido que lo normal. Eso ¿O no quería que avanzasen? Sea lo que sea, iba llegar de todas maneras a mi departamento, eso inevitablemente era verdad.
El pasillo junto con la galería de puertas estaban en oscuras, había una ventana algo alejada desde mi posición que filtraba algo de luz nocturna. Mientras iba caminando por inercia, buscaba las llaves en mi bolso. Milagrosamente logré encontrarlas después de unos minutos, las introduje en el agujero metálico que estaba por debajo de el pomo de la puerta, entré sin hacer mucho ruido. La pequeña sala estaba solamente iluminada por la TV, saque conclusión de que había alguien tirado en el sofá, me fijé hacia abajo y efectivamente si. Dallas estaba dormida con control remoto en mano y los auriculares de su reproductor puestos, comprobé que tenia el volumen al máximo, desde mi posición podía oír perfectamente la letra de la canción ¿Cómo es que puede dormir así? Lo tome y le di al botón de OFF, me quité mi abrigo y junto a mi bolso los dejé caer en el espacio minúsculo que quedaba sin ocupar del sofá.
Me trasladé hacia la habitación siguiente y casi principal de ese mediano apartamento. El aroma a comida, un estofado algo quemado, inundó mis pulmones, sonreí de forma espontánea y agradecí que por lo menos alguien si se preocupase por la cena. Yo no había pensado en ella, así que, por suerte, no me tocaría cocinar aunque sea una mísera vez. Traspasé con animo el marco de la puerta y me apoyé en él. Esperé a que la joven, que portaba un delantal mucho mayor que su talla, me notase. Su rostro se partía en un leve frunce de cejas y labios, al parecer la comida no salía con los resultados que esperaba.
Apagó el horno y se quitó los guantes de tela, era una imagen adorable que esperaba grabar en lo más incógnito de mi mente, dado que en ocasiones muy raras la podía ver tan distraída. De forma lenta y tranquila se dio la vuelta, su cara pasó de calma y paz a asombro. Se quitó el delantal y lo arrojó sobre la mesada de mármol. Pasó junto a mí, sonriéndome, para luego trotar hasta donde yo calculo que era el baño. Mientras ella no estaba me escabullí hacia donde estaba la gran cacerola, estuve a punto de levantar la tapa para ver qué tal, pero no tardo en regresar, arruinándome el plan de curiosear un poco mejor en lo que había preparado. Volvió hacia la mesada y se apoyó en ella.
—¿Se ve muy patético? —su pregunta hecha con ánimos derrotados, me atrapó desprevenida. Negué con fuerzas y agregué:
—Para nada, en realidad huele exquisito —su cara de incredulidad me pareció muy cómica, aunque debía admitir que estaba algo quemado pero no por eso dejaba de verse bueno, regresé mi vista hacia su rostro y me dio la sensación de que esperaba que le siguiese respondiendo—. Lizzie, ¿has hecho esto en lugar de tus deberes?
Ella rodó los ojos, tuvo que ser muy obvio que quise evitar el tema.
—No, es viernes y ya he adelantado tarea —me respondió mordaz—. Pero aun no respondes sinceramente a mi pregunta —me sonrió con astucia mal escondida, me conocía muy bien y sabia cuando yo ocultaba algo, no me quedaba otra más que darle lo que quería.
—Oh bien… esta algo chamuscado ¿Feliz? —fui rápida porque sencillamente no me divertía sacar defectos ni nada parecido. Lizzie dejó caer sus hombros en sentimiento de decepción Genial, simplemente genial. Por lo menos tuve que guardarme ese comentario en mi mente, no quería herir la frágil autoestima de esa niña, y cuando le ponía tanto empeño en algo, se deprimía aun más—. No hagas eso, ¡tú me lo pediste! —me mordí el labio inferior de mi boca, no podía dejar de meter la pata—. Al menos te has preocupado por la cena, tu hermana… no debe haber movido un dedo ¿es cierto, no?
—Y ¿querrías que ella se ocupase de preparar la comida? —se contrajo en una mueca de total horror, y mi semblante la imitó. Dejar que Dallas tocase cualquier utensilio de cocina era una locura en incontables niveles. Ambas sacudimos la cabeza, lo mejor era no darle la idea de cocinar. No es que realmente lo fuese a hacer, ya que la palabra trabajar, en la mente de Dallas, no estaba, sin embargo por si las dudas habíamos acordado entre nosotras no hablar sobre ese asunto. Ya habíamos tenidos problemas, lo mejor seria olvidar aquel tema.
—Vé a despertar a tu hermana —le mandé para que podamos cenar, mi estomago gruñía de forma molesta y no me venía nada mal calmarlo. Fui hacia el pequeño armario del costado, saqué de él unos cuantos platos y vasos, y los repartí por la mesa. Mientras me entretenía con los últimos preparativos para la cena, mis oídos captan el ruido de una queja y del sonido seco al arrastrar los pies cuando se camina, automáticamente reconozco que es Dallas quien roza de esa manera las suelas de sus pies contra el suelo. Me había hartado de repetirle de que caminase mejor, pero ella siempre me ignora, así que mis intentos de persuadirla han ido desvaneciéndose lentamente.
No tomo en cuenta la detestable cara que pone mi prima mayor, ya que la idea de discutir no era lo que buscaba. Lizzie la sigue e imita su gesto de sentarse en la mesa, sacó la conclusión rápida de que debo ser yo quien sirva la cena. Hago una mueca de sorpresa al darme cuenta lo pesada que estaba la olla. ¿Lizzie sabia que éramos solo tres personas? Esto parecía ser una cena para un ejercito completo. E iba sobrar comida por el campeonato...
—Misa ¿Qué tal estuvo la reunión? ¿Algo nuevo? —me tensé y esto se hizo notorio mientras sacaba un utensilio lo suficientemente grande para servir aquel guiso. Me corrió la gota gorda, no esperaba que sacaran el tema, Dallas era la inoportuna siempre no Lizzie. Me giré sobre mis talones de forma mecánica y le quité la tapa a la cacerola, naturalmente salió una buena porción de humo que me golpeó de cierta manera el rostro. Me concentré en servir evitando las miradas de ambas chicas. Sabía que al menos la más pequeña esperaba mi respuesta con curiosidad y también sabía que no tenía el ánimo suficiente para responderla.
Me serví en mi plato y me senté apartando la gran olla. Lleno con apuro mi vaso, ya que me había quemado al no caer en cuenta de que ese estofado estaba realmente hirviendo. Paso el trago con dureza, y dirijo ahora si mis ojos hacia el semblante de Lizzie, que seguía esperando por una respuesta sin desistir. Dejo el vaso y me dispongo a abrir mi boca.
—Amm... Si, de hecho me dieron… noticias nuevas —nada de rapidez al decirlo, eso traté, ella sonríe mientras que Dallas levanta una ceja levemente. Ésta última vuelve con su atención a la comida, agradecía que no tuviese interés en el tema, ¿no era posible que le contagiase ese desinterés a su hermana menor? Ojalá.
—¿Y? —me insita a hablar—. ¿De qué tratan? ¿Algún cambio en el libreto? —admito que me siento incomoda cuando me presionan, pero iba a terminar respondiendo a su duda, seguro. Suspiro y me lanzo al precipicio.
—No hay cambios, al menos no de argumento —mi voz sonó algo chicle, como si estuviera dando una especie de introducción innecesaria a un tema—. Habrá que, por un corto periodo de tiempo, mudarnos —me muerdo de forma ruda el labio inferior luego de haber pronunciado el verbo mudar, ellas no habían tenido unas buenas experiencias en cuanto se refiere a cambiar de lugar para vivir. Miro expectante sus reacciones, me asusto cuando veo que Dallas tose de manera que casi se atraganta con el trozo de carne que estaba masticando y me observa de forma furiosa, me encojo en mi lugar y cambio la dirección de mis ojos para posarlos sobre Lizzie, ella asentó cara pensativa y luego abrió su boca pero volvió a cerrarla, un gran alivio para mí que no soltase palabra.
—¿Y a dónde? —la pregunta desapacible de Dallas, me toma por sorpresa. Tal vez, esa era la cuestión que Lizzie iba preguntarme segundos previos. Muevo el tenedor entre el juego, los pedazos de papas y los trozos de carne para entretenerme, evitando de nuevo sus miradas.
—A… Europa…, es decir, a Austria —me trabé torpemente en mi contestación pero sonreí esperando que la idea de conocer un lugar totalmente distinto les hiciese efecto. Mis ánimos se ven renovados al ver a la más pequeña sonreírme entusiasta, pero Dallas seguía con su mirada acusadora e irritada.
—¡Oh Austria! ¡Es bellísima! —Lizzie saltó de su banqueta y fue directamente a abrazarme, sus ojos brillaban de emoción. Yo le sonreí de forma forzada, mientras Dallas nos miraba con aburrimiento. Me separé de su estrangulador abrazo y me dirigí, esta vez, a la otra joven.
—No pongas esa cara, no será por mucho tiempo, además les hará bien renovar un poco los aires —mis razones no modificaron su rostro escéptico y cabreado—. ¿Crees que esto ha sido idea mía? Los productores de la película han seleccionado a Europa como escenario, yo no tengo la culpa.
—Como sea —me responde mientras se encoge hombros, su poco interés es lo me anticipa que el tema se cierra allí. Vuelvo con mi vista hacia la comida, y reanudo mi cena, no me toma mucho tiempo acabarme mi plato y quedar satisfecha, lo mismo para mi dos acompañantes.
Hago oídos sordos a la gritadera que se forma entre Lizzie y Dallas por quien lavará los platos, termino con la limpieza de la mesa y me dirijo a ellas, interponiéndome de la forma más descarada que se me ocurre. Se miran feo y es a mí, a quien le toca actuar en el problema antes de que se maten.
—Ya, ya —mis primeras palabras para calmar los humos salieron tranquilizadoras para mi gusto—. ¿Quién fue la última en lavar la vajilla?
—¡Dallas! —
—¡Lizzie! —
Que ambas me griten al mismo tiempo con el nombre de la otra no me soluciona el problema, ¿y si lo arregláramos con una moneda? Mala idea, creerían que hago trampa y que estoy del lado de alguna, seria totalmente en vano preguntarles quien fue la que lavo los trastos en la mañana… no, la que lo hizo fui yo. ¡Diablos! ¿Y ayer? No lo recuerdo. Suspiro derrotada y las miro para hablarles.
—¿Y que tal con piedra, papel o tijera? —les propongo para acabar con aquello, se encogen de hombros y se voltean para jugar. Yo me alejo de la situación mientras me encamino hacia el sofá. Me tiro sobre él y luego estiro mis extremidades, me acomodo a mis anchas. Busco con la mirada el control remoto de la televisión, allá lejos en la mesa de madera junto a la TV. Tal vez, sólo tal vez, no me levantaré para tomarlo y prender el aparato, es decir ¿Me era tan elemental la televisión? No, podría sobrevivir sin ella... o eso creo.
—¡Piedra, papel o tijera! —las escucho desde el salón, puedo percibir tras unos segundos el grito de jubilo y burla de Lizzie, y un gruñido muy mal disimulado por parte de Dallas. Ruedo los ojos, ¿es que ellas jamás se llevarían bien? Tenían toda una vida juntas, al parecer convivir la una con la otra tanto tiempo no les había echo efecto y dudo que eso, algún día, cambie. Me era rutinario aquello, me había acostumbrado con rapidez a sus variadas peleas.
—¡Hey! ¡Hazme un espacio! —me grita divertida Lizzie, yo rió con ella y me hago a un lado para que ella también se pueda sentar en el amplio sillón de la sala. Prende la televisión y se acomoda mejor mientras busca algún canal con algo realmente bueno para ver, la escucho murmurar algo de ya haber visto ese capitulo, o algo de eso. Apaga el TV luego de unos minutos de haberlo prendido con disconformidad en su rostro, miro hacia al techo. Había veces que las noches eran algo aburridas, y que el maldito cable nunca pasase algo interesante no ayudaba mucho. Tal vez debería considerar la idea de ver televisión por Internet, seguro que abría algo mejor para ver.
Lizzie tiró el control que cayó en el sillón del costado, se giró hacia mí para aparentemente hablarme. Mi boca se abrió en un bostezo, mi acto involuntario fue imitado por mi acompañante unos segundos mas tarde, me reí. Le había contagiado el sueño, ella también sonrió con cansancio y no la culpaba... se pasaba la mayoría del tiempo estudiando para sacar buenas calificaciones, y de eso me sentía plenamente orgullosa.
—Por lo del viaje, tendrías que hablar con la directora de mi preparatoria… tendré que dar los exámenes de fin de curso por adelantado —me informa y yo asiento, la verdad, que era esta una de mis preocupaciones, no deseaba alterar los estudios de ella por mi trabajo. Pero no me quedaba opción, tenía que llevarlas conmigo, eso o contratarles una niñera por el tiempo de mi ausencia, no obstante me saldría un dineral conociendo lo caro que cobraban (excusa, realmente no confiaría sus cuidado a nadie), había dejado de lado una ultima opción, y esa era dejar a Lizzie y Dallas solas. ¿Dejar con toda la responsabilidad a Dallas? Ni hablar, lo ultima que me hacia falta era otra tragedia.
—Bueno… ¿no es mucho problema? Porque... ¿debes estudiar mucho antes que los demás niños de tu curso? ¿Eso no es molestia? —no supe como ocultar la culpabilidad en mi voz, los labios de la niña se estiraron hasta curvarse en una sonrisa que en cierta forma me tranquilizó.
—¿Bromeas? Iré a conocer Austria, ese viaje vale la pena ¿Sabes? —comentó entusiasta—. Además ya casi terminamos con el temario escolar anual de cada materia, no será difícil aprobar, teniendo en cuenta de que me mantengo al día con mis estudios.
—Bien entonces, estoy más tranquila —me estiro como gato en sofá mientras se lo digo, mis oídos siguen el ruido de las pisadas que se acercan a donde estamos Lizzie y yo. La única restante de esta pequeña familia y que siempre arrastra los pies es Dallas. Supongo que ya habrá terminado de lavar la vajilla. Me levanto del sillón y me acomodo la ropa, vuelvo a bostezar esta vez de forma más sonora. En el lugar que antes yo había ocupado se sienta Dallas, yo le doy una mirada significativa y ella se encoge de hombros sin darme mucha importancia—. ¿Terminaste ya?
—Ajá, y antes de que preguntes; los deje secos y en la alacena izquierda —desinteresadamente me responde como si yo fuera en cierta forma invisible. Asiento con mi cabeza, antes de irme de la sala les doy una última mirada verificando que no me olvido de nada importante.
—¿Van a quedarse viendo alguna película? —hago esta pregunta siempre, y siempre es la misma respuesta, un "Sí" rotundo.
—Sí.
Ellas bien saben que me iré a descansar, por ello no me molesto en avisarles. Me pierdo en la oscuridad de aquel estrecho pasillo, dejo que mis pies lentamente me guíen hacia mi habitación. Entro con morosidad a mi cuarto y dejo que mi espalda se apoye en la puerta mientras mis piernas resbalan hasta que mi retaguardia toca el helado suelo.
Saco de mi mente una pequeña conclusión… que me había vuelto una total paranoica. Había llegado a mi hogar con la fuerte idea de que se armaría una discusión cuando les dijese que tendríamos que mudarnos una corta temporada fuera de Japón. Pero ambas, tanto Dallas como Lizzie, no me habían reaccionado mal, puede que la primera no estuviera aún muy contenta con la idea, pero a eso definitivamente no se le podía llamar enojo ni algo parecido. Más bien resignación era aquel comportamiento, me daba mucha pena e impotencia que no que pudiese cambiar aquello.
Aquellas chiquillas habían desarrollado una actitud de resignación, como consecuencia de verse obligadas a hacer siempre cosas que no querían. Y ahí yo me pregunto… ¿Lo que hago con ellas está bien? Soy su tutora, ellas para mi se han vuelto mis hermanas aunque de todas formas nos unen lazos de sangre porque somos primas, pero antes mi vida circulaba alrededor de un sol que lentamente se congeló y se convirtió en un desierto helado… llamado Light Yagami. Después de su muerte, yo me cuestioné, ¿cuál era el objetivo de mi vida? ¿Tuve alguno realmente en verdad?
Pude haberme suicidado y haber terminado con mi vida en aquel crepúsculo en esa azotea. Pero no tuve la valentía necesaria para quitarme la existencia y terminar con ese sufrimiento continuo, no… es más creo yo, tuve verdadero miedo. En aquel momento me maldecía, porque sabía que si no moría seguiría sintiendo a mi corazón palpitar de dolor, ya que todo lo que apreciaba se había marchitado rápidamente.
Mis recuerdos aun estaban frescos… ¿y cuánto había pasado? Tres años, si mente no fallaba. Por otro lado reconocía que si hubiera llevado acabo a esa acción imprudente de tirarme por esa terraza, no estaría aquí para contarlo ni para velar por la vida de aquellos dos seres que tengo ahora a mi cargo. Y justamente, gracias a ellas mi vida había vuelto a tener la normalidad que cualquier otra persona trabajadora tiene, con preocupación y problemas, con alegrías y regodeo. Pero al fin y al cabo una vida normal.
Estuve mucho tiempo yendo al medico por mi interminable depresión, me sentía sola y vacía, como había mencionado antes, sin ningún motivo por el cual seguir viva. Nada me satisfacía lo suficiente y eso me entristecía mucho más. No había nada, absolutamente nada que me atase a seguir en este mundo... sin embargo ¿qué pasó? Recibí una carta, proveniente del otro lado del mundo, para ser mas precisa de los Estados Unidos de América. Me sorprendí muchísimo cuando me la entregaron, y no era para menos, ¿a que vendría una carta desde el continente americano?, no tenia idea, cuando la abrí; las cosas cambiaron, por supuesto.
Había olvidado por completo que existía más familia en otra parte del mundo. Mi familia era muy reducida, mi madre no tenias hermanos y mi padre solo tenia uno, jamás se me hizo la idea de que mi… tío se hubiese asentado en América, y había recordado que en mi dulce niñez, mi padre me había presentado a un hombre meramente similar a él, quien cargaba un pequeño bulto, que luego, reconocí como un bebe y atrás de él había una niña que se escondía algo tímida.
Tuve que releer mínimamente tres veces la carta, para comprenderla, ya que a mi mente le costaba procesar aquellos hechos. Tanto mi Oji-san como mi Oba-san habían muerto en un accidente automovilístico. Dallas y Lizzie fueron a parar a un orfanato, y en aquel momento, cuando me enteré de esa noticia, ¡terrible me sentí! y no por el hecho de la perdida de mis parientes, si no, porque esas niñas habían tenido que soportar cinco años en un orfanato. Cinco años tarde, me enteré de esto y gracias a una carta que había sido enviada por el director de dicha institución, según el remitente. En ella, me ofrecía hacerme cargo de mis primas, tomar su custodia y alejarlas de ese infierno. No rechacé aquella idea.
Es decir ¿Darle una nueva vuelta a mi vida? ¿Madurar un poco como persona, tomar nuevas responsabilidades y dejar atrás todo lo vivido con el caso Kira y Light? ¿Olvidar el dolor? ¿Tener un verdadero objetivo, que seria cuidarlas? Miles de preguntas me hice en aquel momento, no obstante sólo conocía una posible solución para todas: Hice mis maletas y me dirigí a Dallas, Texas. En ese entonces, mi depresión parecía amainarse y eso me daba nuevo respiros, claro, luego de haber estado mucho tiempo lamentándome por la misteriosa muerte de mi novio, que me había dejado por el suelo.
Me levanté del piso y me acosté en mi cama mirando hacia el techo. Así que, en la vida nunca se sabe cuando todo puede cambiar y darte una gran vuelta de ciento ochenta grados. En poco estaríamos en Europa para filmar una película, que por cierto, el protagónico es mío, gracias al cielo… las cosas parecían estar saliendo bien, por fin. Me estiré perezosamente y me aferré mi almohada mientras dejaba que el sueño poco a poco me sedujera.
Dos instantes más tarde mis ojos se abrieron desmesuradamente, salté de mi cama luego de haber escuchado un grito que provenía de sala, donde se encontraban Lizzie y Dallas. No me tardé mucho en salir de mi habitación y llegar a la sala, para sólo después caer en cuenta que ambas habían gritado por la película de terror que estaban viendo.
Puede que ellas ahora representasen algo muy importante para mí pero eso,… eso no quitaba que a veces me dieran ánimos por ahorcarlas. Creí que le había pasado algo malo. Me regresé a mi cuarto cabreada, para internarme en mis sueños, sin que nadie me interrumpiera esta vez.
-.-
Lo admito, odio volar y eso no va a cambiar nunca. Por más que me entretuviese viendo alguna clásica película o leyendo, mi cabeza aún me torturaba, porque estábamos a quién sabe cuántos metros de tierra firme. ¡Oh, vaya sorpresa que me llevé cuando me di cuenta que estábamos sobre el mar! ¿Por qué no me lo hacia más simple y me tomaba un pastilla para dormir? Porque, lógicamente, no tenía una a mano, y no caí en cuenta de eso cuando salí de mi departamento. Mis nervios me estaban matando, tenía que haber una solución rápida para esto.
Giré mi cabeza hacia mi costado derecho y me fijé en Lizzie quien leía un libro grueso que daba la apariencia de ser de unas, por lo menos, quinientas páginas o más, admiraba su tranquilidad y serenidad para esta situación. Y lo mas hilarante de todo esto, es que yo había viajado siento de veces en avión y aun no me acostumbraba mientras que Lizzie y Dallas habían tenido la oportunidad de viajar una o dos veces no más. Yo era la miedosa entonces.
Dallas se encontraba al lado de Lizzie, yo me elegí el asiento más alejado de la ventana, me aterraba ver por ella que tan lejos nos encontrábamos del suelo. De modo que Lizzie quedaba en el medio y yo y Dallas a los costados. No veníamos solas, por el avión estaba repartido todo el elenco que participaría en aquel proyecto fílmico.
Ya llevábamos un buen tiempo volando, más exacta trece horas, así que no debía faltar mucho. Sólo debía aguantar un poco más, lo había logrado durante trece horas, podía seguir un poco más. Juraba que en cuanto aterrizásemos saltaría del avión e iría directo a besar el pavimento. Mis ansias de llegar eran incontrolables.
Recuesto mi cabeza sobre el respaldo del asiento y trato de buscar en mi cerebro algo con lo que entretenerme. Mi búsqueda es infructuosa, mejor me concentro en el ambiente de mi alrededor. Hago una pequeña lista de lo que observo: a los productores hablando de seguramente planes futuros, a dos azafatas sirviendo café y tentempiés, tres chicas que hablaban animadamente de, sólo, dios sabe qué cosa, dos hombres charlando y jugando al póker, una pareja o lo que fuesen coqueteando.
Aparté mis ojos y dejé que mi mirada se perdiese en el techo del avión, cómo me aburría. Había escuchado que si contaba hasta diez me tranquilizaría, resoplé para mis interiores, ninguno de esos cursos de yoga me ayudarían. Una de las azafatas que había visto antes pasó junto a mí con una bandeja medianamente llena con todo tipo de pequeños dulces. Me abofeteé, y me repetí para mí misma. ¡Misa, los dulces engordan!
Oh, pero hacia tanto que no comía uno, qué desperdicio. Pero no podía romper mi dieta ahora, y eso era una lástima considerando que eran dulces gratis.
Suspiré y aferré mis manos a los apoya brazos de los asientos. Le di una rápida mirada por el rabillo del ojo a la ventana de mí derecha donde permanecía Dallas observando, aparentemente aburrida también. Observé las pequeñas y distantes luces de las ciudades que estaban abajo nuestro. Me entusiasmé, tal vez, ya estaríamos por aterrizar, ojalá fuese así porque no podía aguantar un segundo más en ese avión.
Mis oídos captaron, lo que estaba esperando hace mucho tiempo:
—Pasajeros, por favor asegurarse de su cinturón de seguridad, estamos por aterrizar.
Me preparo para recibir el aterrizaje como anuncio la azafata por el altavoz, la verdad, que tanto el despegue como el aterrizaje me desesperaba. Minutos después, mis pulmones se agrandan y dejo que el aire fresco de la noche entre sin mayor dificultad a mi cuerpo. Abajo, esperándonos, hay unos cuantos automóviles y dos transportes bastante grandes. Todo estaba ya preparado supongo, a nosotras nos toca un coche.
Mis labios forman una sonrisa, al ver como tanto Lizzie como Dallas se quedan asombradas mientras pasamos por una calle principal, ésta tenia un sin fin de edificios históricos, la gran mayoría de estos monumentos estaban rodeados por jardines verdes y frondosos, su iluminación era exquisita, dejando aun más hermoso el paisaje.
—¡Miren, miren! —Lizzie salta señalando en el vidrio mientras nosotras nos volteamos a ver lo que señala— ¡Ese el museo Kunsthistorisches! ¡De arte e historia de Viena! ¡Por dentro es bellísimo! —su voz se aceleró y se volvió algo chillona— ¡Las tres plantas del museo albergan variadas colecciones: arqueología, escultura, artes aplicadas, armas, numismática y medallística. Las galerías de pintura se hallan en la planta noble y el segundo piso, éste último esta dedicado a maestros menores! —soltó toda esa información tan rápido como sus pulmones se lo permitieron, Dallas frunció el seño y yo carcajeé, mientras Lizzie seguía hablando emocionada sin parar.
—¿Cómo dijiste que se llama ese museo? ¿Kuntitorichechis? —me reí aun más por el vano intento de Dallas por tratar de pronunciar aquel trabalenguas por nombre de museo.
—¡No!¡Es Kunsthistorisches! —Lizzie la reprendió como si hubiese dicho una mala palabra y la hubiese ofendido.
—¿Cómo cuerno se supone que pronuncie eso? —la conversación se estaba volviendo rutinaria y yo ya sabia como iba a terminar esto, pero no podía negar que me estaba divirtiendo.
—Pues yo tengo clases de alemán en la preparatoria —le sacó la lengua de manera infantil y volteó hacia la ventana para seguir apreciando las obras arquitectónicas de esta ciudad.
—Pues yo tengo clases de alemán en la preparatoria ¡Bah! —Dallas hizo una mala imitación de la voz de Lizzie en son de burla, y yo las observaba preguntándome si debería intervenir para que no se armase un predecible pelea.
—Y dime Liz, ¿de donde sacaste toda esa información que nos dijiste hace unos instantes? —patética es mi intervención pero al menos lo estoy intentando y dejaron de pelear, que era lo que quería.
—Clases de Historia del arte —me responde sin despegar los ojos del vidrio.
—Ah —lo único que se me ocurre para acotar—. Bueno… pronto vendremos a visitarlo si quieres.
Ella despega su cabeza del vidrio empañado por su aliento, me observa fugazmente y asiente con energía, lo que hago, es estirar mi sonrisa aun más. Dallas resopla y agrega con sarcasmo:
—Genial —la miro con reproche pero ella se encoge sin darme mucha importancia, me reventaba que ella no tomase mi autoridad en serio. Era algo estresante que no me obedeciese. Ya había tratado este problema con ella pero siempre me respondía con un "no eres mi madre" o algo parecido, estaba alcanzando los veintiún años y su infantilidad me traía harta. Aparto a mi cabeza de aquel tema, no tenia planeado enojarme justo ahora.
Sin darme cuenta hemos llegado al hotel donde nos alojarían, aprecio todo lo que puedo de aquella estructura, el hotel lógicamente era muy parecido a los demás edificios, tenían ese estilo barroco característico de las ciudades europeas. Lamentablemente mis conocimientos sobre este tema eran muy limitados como para describir semejantes edificaciones, ya que jamás me llamaron la atención lo suficiente. Podía apostar con confianza que estas obras tenían cientos de años… eran la verdad atrayentes.
Después de vivir tantos años en una ciudad sumamente avanzada como lo es Tokio, ver estas antigüedades... sus características y magnificencia, no era extraño que estuviese tan fascinada, después de todo era una turista. Me pregunto ¿Cuántas historias tendrá grabadas este lugar? El testigo de tantos hechos, cualquiera de estos edificios lo era.
Somos las ultimas en bajar, Lizzie toma de mi brazo y nos ponemos en marcha seguidas detrás por Dallas que se mantenía algo ausente. Nos unimos al gentío que estaba conformado desde productores, equipo de producción hasta elenco y otras personas, que me era difícil identificar sus funciones ahora. Una especie de guía, se pone al frente y comienza a hablar, esto lo sé, porque sus labios se mueven pero no comprendo nada de lo que dice ya que estamos casi a lo último, hago un esfuerzo por oír pero sigo sin tener resultados. Luego de terminar de hablar, la joven guía, se da la vuelta y comienza a caminar hacia la entrada del hotel, por ello todos la seguimos.
Ya adentro de la hostería nos dividen en pequeños grupos para ocupar habitaciones, por suerte, son habitaciones para tres personas. Yo ya había dejado claro que Lizzie y Dallas venían conmigo, por ende, compartíamos cuarto. Después de que nos entregaran las llaves a cada grupillo, nos encaminamos lo mas rápido hacia los ascensores antes de que hubiese que hacer fila por él o tuviésemos que utilizar las escaleras.
Fijo mis ojos en el número del ascensor que iba subiendo de forma lenta, estos ascensores eran muy viejos por lo que no me sonaría extraño que nos quedásemos atoradas aquí. Las escaleras empezaban asonar como mejor opción, me estremecí, esperaba que nada de lo que mi mente imaginaba, pasase.
-.-
—¡Corte!¡Buena toma! —el director gritó con un megáfono desde su silla en una de las cámaras principales—. Tomate un descanso Misa, continuaremos mañana. ¡Todos descansen! ¡Hoy ha sido un día productivo!
—¿Continuaremos mañana? Pensé que segaríamos trabajando —Mikoto, mi doble en algunas escenas, pregunta por todos antes de que alguien más pudiese hablar.
—Las escenas siguientes deben filmarse con luz del día y ya está atardeciendo. Además, se avecina lluvia, según por lo que puedo observar en el cielo, no seria conveniente seguir —todos, incluyéndome a mí, miramos al cielo y efectivamente se estaba nublando. No seria una tormenta ya que estas no se daban en invierno pero si había posibilidad de que lloviese o hasta que nevase.
—Bien… me regreso a mi camerino y luego me iré al hotel, Lizzie y Dallas me están esperando —le aviso a mi asesora y representante, ella asiente y me sigue hacia mi camerino.
—¿No pensaran en salir con este tiempo? ¿Verdad? —me pregunta con algo de preocupación y molestia en el tono de su voz, cuando entramos en mi camerino algo desordenado. Yo no le contesto, me introduje en el vestidor para sacarme el vestuario, mientras oigo como taconea ella impaciente, tal vez esperando a que le responda. Salgo del vestidor con su mirada aun clavada sobre mí, me encojo pero sigo ignorándola—. Misa, ¿me vas a responder o es que el ratón te comió la lengua?
Bueno, yo jamás mencione que ella me agradece ¿no?... era algo irritable aquella mujer, y sobre todo controladora. Ella tenía claro que cuando yo no le contestaba o la ignoraba era porque lo que ella quería saber era algo que no le correspondía en lo absoluto. Me encogí de hombros como signo de respuesta, pude sentir como el ambiente se tensaba aun más, puesto que aquella mujer de cabellos rojos, tensaba la mandíbula de manera espeluznante.
—Pues no lo sé, no es tu problema si salgo o no —en realidad si era su problema, porque si me pasaba algo a mi, ella se quedaba sin trabajo, pero no era algo que me importase mucho. Podía estar siendo muy fría ahora, pero es que esa dama no había hecho nada por ganarse mi confianza. Extrañaba mucho a mi antigua representante, con ella había llegado hasta ser amigas pero había tomado licencia por maternidad dejándome a mí sin otra opción más que conseguir una asesora nueva.
—¡Es mi problema! Misa es muy peligroso que salgas ahora, ¿no has visto el cielo? —utilizaba un tono de preocupación que cualquier persona daría por verdadero, pero yo no, porque la conozco y sencillamente esto me aburría. Guardé mis cosas en mi bolso y me lo cargué en un brazo mientras agarraba mi abrigo que estaba en el respaldo de mi silla, frente al espejo.
Me miré al espejo por última vez verificando que me viera presentable para salir a las calles. Mi asesora seguía atrás mío con su ceño fruncido, por mi obvia falta de educación, pero ella se lo merecía, de eso estaba segura.
Paso junto a mi representante, y luego abro la puerta de mi camerino, me pongo en marcha hacia la saluda del set de filmación. Suspiro molesta al sentir los pasos atrás míos, esa mujer no se rendiría tan fácil. Apresuro a mis pies y alcanzo la salida tras trotar un poco para lograr escaparme de mi perseguidora pagada. Siempre había dos o tres taxis esperando así que me subí a uno antes de que mi asesora me alcanzase. Le di las indicaciones al taxista y éste arranco rumbo al hotel.
Vi por el vidrio de detrás de mí, a mi representante ardiendo enojada, sabia que después me daría un sermón y que inundaría mis tardes con el tono de mi celular por sus llamadas, pero si podía evadirla, sería feliz. Y también sabía que tenía en parte razón, porque era peligroso que saliese cuando había mal tiempo. Pero conservaba la esperanza de que el clima no iba a empeorar, eso, o era una maldita ingenua.
Pagué el taxi y me adentré en el hotel. Cuando llegué a mi habitación vi a Dallas asomada por la alcoba mientras Lizzie estaba en su cama cambiando de canales aparentemente aburrida.
—Hola —digo cansada, me siento en la esquina de la cama de Lizzie. Dallas al verme; entra y cierra el vidrio que separaba la habitación de la alcoba. Asiente con la cabeza en modo de saludo. Yo opto por saludarla oralmente—. Hola Dal… Lizzie está por comenzar llover, si quieres ir a ese museo será mejor que nos fuésemos cuanto antes —ella me mira y alza una ceja confundida—. Los próximos días estaré ocupada grabando, no podremos ir, si lo posponemos.
—Ah, bueno… pero podría ir con Dallas otro día, no lo sé… mañana, pasado —propuso pero no termino por la interrupción de su hermana.
—¡A mí no me mires! ¡Yo no iré contigo a ese museo! —le cortó, la verdad, es que yo tampoco quería que ella la acompañase, Dallas era muy irresponsable.
—¡Está bien! —Lizzie le escupe esas palabras, y luego se dirige a mí con semblante distinto— Iré a buscar algo con lo que abrigarme, espérame.
—Te espero.
Nos quedamos en silencio, Dallas no pronunciaba palabra, tenia su mirada perdida y sus cejas fruncidas. Me recordaba mucho, por no decir demasiado, a mí cuando era más joven. Su forma de ser, yo no fui agresiva jamás, pero su rebeldía y sus caprichos tenían una gran similitud a mí, años atrás.
Exhalé una tanda de aire, la relación que mantenía con Dallas era muy estrecha y eso me molestaba a grandes rasgos. ¿Por qué había sido tan fácil ganarme el afecto y simpatía de Lizzie? ¿Y por qué me estaba siendo tan difícil con Dallas? No sabía las respuestas de esos porqués, pero comenzaba a entender a aquellos padres que se preocupaban mucho por la rebeldía de sus hijos adolescentes.
Miré a la puerta del baño de donde salía Lizzie algo más peinada, ella tomo su abrigo que se encontraba reposado en su cama y me hizo un ademán con la cabeza para que me levantara y la siguiera para salir del cuarto. Yo asiento y la sigo, entretanto, hago amagué de despedirme de Dallas, pero la susodicha tenia su atención en su reproductor de música. Gruño molesto y cierro la puerta, me volteo y veo que Lizzie me espera en la entrada del ascensor. Corro para alcanzarla y entramos a ese ascensor que aún no se ha ganado del todo mi confianza.
-.-
—Anbetung der heiligen Dreifaltigkeit —musitó en susurro Lizzie, luego de haber leído el cartel que se encontraba adelante del vidrio blindado que protegía a la pintura.
—¿Me lo traduces? —pedí también en susurro, lo que yo entendía de alemán era lo que entendía de física nuclear, o sea, absolutamente nada, era algo pesada, en este sentido, pero a mí me producía curiosidad, también, saber de que trataba la obra.
—Significa: Adoración de la Santísima Trinidad, es de Alberto Durero, hecha en mil quinientos once —accede a traducirme, y ahora que la observo mejor a la pintura… la obra se partía en dos planos. En el superior, una figura de óvalo cuya parte de arriba está marcada por la propia forma del retablo, ocupan el centro, de arriba abajo, el Espíritu santo, Dios Padre y Jesucristo crucificado. Tanto a su alrededor, como abajo, en formación ligeramente curvada, se encuentran todos los santos en símbolo de adoración: reyes, cardenales, mártires, héroes y profetas flotan sobre un paisaje de vista panorámica. Me quedé mirando la obra hasta que caí en cuanta de que Lizzie se había adelantado para ver otra pintura.
Me moví paulatinamente, me daba pena romper con el sonido de mis tacos sobre el piso de mármol, aquel silencio y calma que reservaba este museo, era algo tranquilizador y hasta mágico me atrevo a decir. Llegué hasta mi prima quien se había concentrado en otro cartel de otra pintura. Yo desvié mi atención de ella y la dirigí hacia mi derecha, estábamos solas aquí, no había personas por ningún lado y eso me sorprendió.
Era una sensación... ¿rara? Si… estar en una zona pública donde no hubiera personas que me correteasen ni me sofocaran con flashes, cámaras fotográficas ni preguntas inoportunas y desubicadas. Tal vez debería considerar comprar una vivienda en Europa, pocas personas me conocían aquí, Nadie reconoce a Misa-Misa (cómo no). Y seguramente por eso me sentía encantada, aquí yo no era una celebridad —soñar es gratis—, sólo una turista. No me conocían y eso era positivo en amplios términos.
No fans, no fans-asesinos, no paparazzis ni prensa amarillista. Si, esto era un sueño…
—¡Misa! —volví en sí con el grito de Lizzie, ella pasaba su mano delante de mis ojos en movimiento de arriba hacia abajo. Logró que saltase de mis pensamientos y le diera toda mi atención.
—¿Q-qué sucede? —mi voz tartamudeó en la primera silaba pronunciada, Lizzie suspiró y negó con su cabeza dándome a entender que no le había prestado interés necesario.
—Nada —me responde con un suspiro derrotado, se aleja y sigue caminando. Yo la sigo, no me gustaba que ella se molestase conmigo y más por tonterías como éstas.
—Vamos, Lizzie, ¿qué era lo que ibas a decirme? —le insisto, quiero arreglar mi metida de pata involuntaria.
—Nada, olvídalo... ya no tiene importancia —me contesta con un semblante más sumiso y dulce, sonrío y devuelvo mis ojos hacia el frente más tranquila. Lo sabía y lo tenía aceptado, me preocupaba mucho por ella… y también por Dallas, aunque ésta ultima no me diera razones un poco más concretas para hacerlo.
Metí mi mano en el bolsillo al sentir la vibración de mi móvil, verifiqué que pasaba y era un mensaje, de mi representante, de hecho. No lo leí, porque ya sabia de qué trataba, era muy obvio porque me enviaba un mensaje. Estaba casi segura que esa mujer había ido al hotel y me había buscado ahí, de ser así, debe haberse encontrado con Dallas… ella debe haberle dicho a dónde fuimos. Negué en mi interior, Dallas es muy poco comunicativa y fría, lo era con nosotras ni pensar como seria con una desconocida. Solo esperaba que mi representante no haya conseguido saber en donde nos encontrábamos. La verdad que no estaba el horno para bollos, lo que quería decir que no tenía ni un ápice de ganas de ser sermoneada ni seguida por esa insoportable mujer.
—Bibliothek —musita Lizzie en un susurro casi inaudible, como si lo hubiera dicho para sí misma. La miro y espero a que diga algo más—. ¡Mira! —me dice y señala a un cartel, llevo mi mirada hacia él y descifro como puedo el alemán escrito. Algo de biblio era, supongo que hablaba de una biblioteca o algo así—. Es una biblioteca, ¡tal vez pueda sacar algún libro!
—Pero… ¿para eso no necesitas ser socia de la biblioteca? —¿Se podía sacar un libro sin estar asociada a la biblioteca? Estoy segura que no.
—Hummm... no había caído en eso, pero traigo mi identificación, podría hacerme socia ahora.
—Lizzie, ese tramite podría llevar su tiempo, y no lo tenemos realmente —informo y ella deja ver su rostro de decepción, odio, sin lugar a dudas, que haga eso.
—¡Por favor! —trato de hacer oídos sordos a su suplica y a su cara, pero qué va... terminara convenciéndome. Mis hombros caen y ella comprende que ha triunfado.
—Tienes media hora —le advierto sobre el tiempo, Lizzie entra directamente a la biblioteca, tomo eso como un "está bien". Yo la sigo aburrida, volteo algo nerviosa hacia la ventana, unos metros más alejada de mí, podía ver nubes negras y pequeños relámpagos ¿no que iba a ser una simple llovizna? Eso era malo, sería mejor que nos diésemos prisa. No era conveniente que nos agarrase una tormenta en plena calle.
Entré también a la biblioteca, aquí también había lógicamente ventanas, estas no mostraban un mejor panorama que la anterior. Me apoyé de espaldas al mostrador de madera, por lo que podía observar y sentir, era fino y lustrado. No estaba nerviosa, estaba histérica, ya que había caído un fuerte rayo en alguna parte de Austria. Esto lo sabía porque había sentido el rugido de éste al caer hace unos segundos nada más. No me gustaban las tormentas, ni de verano ni de invierno… ¡en ninguna parte del año! Las odiaba, sea cual sea la fecha.
Cuando estaba en mi hogar suelo ponerme tapones en los oídos para no oír a la tormenta y así estar más tranquila. Aunque, las tormentas antes me agradaban, y no recuerdo el porqué, ahora me asustaban de forma terrible, era sorprendente como mis gustos habían cambiado. Sería útil para conseguir mi tranquilidad, que fijase mi mente en otra cosa que no fuese la tempestad que estaba empezando afuera. Mis ojos se movían para todos lados buscando algo con lo que distraerme.
¿La conversación altamente entendible, que sostenía Lizzie con aquella mujer avejentada, que simulaba ser la bibliotecaria? Yo no lo creo, dejé de mirarlas y me moví de forma que pudiese ver ahora una de las grandes pilas de libros, manuales, ejemplares, etc., que estaban sobre el mostrador, que supongo de personas que han devuelto libros y estos esperan aún para ser re-ubicados. Pasé mi vista a una góndola que contenía muchos más libros, de diferentes temas creo, me guío por las portadas, estaban desordenados y, por ende, no clasificados.
—Misa, espérame aquí, ya regreso —me volteo rápidamente y le contesto con un leve "bien". Sospecho que ya debe haber conseguido el carnet para hacerse socia por su cara de satisfacción. Vaya, fue rápida, en ese tipo de cosas, como el tiempo, ella era muy responsable.
Tenia que esperarla aquí, qué tedioso. Y si ¿Me escabullía? Digo me mantendría cerca, husmeando en los primeros pasillos de la biblioteca, sólo para pasar el tiempo mientras la espero. Miro hacia atrás mío y la bibliotecaria no está, me pregunto si se habrá ido con Lizzie. Echo un vistazo hacia el frente y me sorprendo por la inmensidad de esta biblioteca, el final no se veía, sólo terminaba en oscuridad, ¿acaso no había iluminación? Bien, ya tenía una razón más para no alejarme de la zona de la entrada.
Había unos quince pasillos más o menos, tenían carteles sobre cada uno de ellos indicando de que tema se trataba cada uno, el aviso que únicamente entendía, era el que indicaba el abecedario. Elegí a alzar un pasillo, llevaba el cartel "L-P" y otros cuatros que no comprendo, lamentablemente. Me interno y veo como la luz se iba haciendo más escasa a medida que avanzaba. Miraba para ambos lados y tomaba, de vez en cuando, algún libro, pero éste siempre estaba en alemán. Había tomado manuales, por los grafico e imágenes, lo sé, novelas y uno que otro recetario de cocina. Todos estaban clasificados de forma prolija y organizada de modo que quedaban por orden de autor, edición, editorial, género, tipo de encuadernación, números de página, y hasta ahí llego con lo que he podido observar.
Seguía en el mismo pasillo, llegué hasta la tercera fila de estanterías. Eran todos libros muy oscuros y algo realmente curiosa e inusual de esta estantería, es que en uno de sus estantes mantenía a un solo libro blanco, resaltaba enormemente entre los que era de diferentes matices oscuros. Reí para mí, qué extraño era eso, me pico la curiosidad. ¿Qué tenia este libro? Traté de alcanzarlo, puesto que estaba fuera del alcance de mi altura.
Salté una par de veces, pero no conseguí llegar, lo único que logré fuese que se tambalease la estantería. Mire por el piso, pero no encontré ningún banco o alguna escalera de esas movibles cerca mío. Volví a saltar y esta vez, tras un manotón fuerte, conseguí alcanzar el libro blanco, pero no caí en cuenta de algo, que al hacer eso, una serie de libros incluyendo el que yo quería agarrar, se me vino encima.
Chillé y me cubrí con los brazos aguantando los libros que caían sobre mí, fueron segundos, pero igual me dolió y el sonido de los libros al golpear con el piso, espero, que no haya alertado a la bibliotecaria. Miré el desastre que había provocado mi brinco, por lo menos eran unos diez libros los que había logrado tirar. Los apilé en el piso de manera rápida y nerviosa. Tomé el libro que quería conseguir, miro hacia ambos lados para verificar que nadie haya visto nada. Para mi alivio es así, ahora si me dispongo a saciar mi curiosidad.
No cabía duda de que era un libro fino, y era muy gordo y pesado. También viejo ya que su lomo estaba algo arraigado, tenía líneas y marcos en color dorado que contrastaban con el color blanco marfil. Tenía grabado una cruz también en dorado en el medio de la dura y gruesa tapa, parecía ser una especie de biblia o libro bíblico, o algo así.
Fruncí mi rostro, al comprobar que este libro solamente tenia una sola página escrita, con símbolos raros, no... No eran raros esos símbolos, ya los había visto antes, era ¿hebreo? O algo parecido, no estaba segura, para nada. No encontraba sentido que un libro estuviese vacío y sin contenido en una biblioteca, ¿de que servía? No era ninguna fuente de información, ¿se habrían equivocado al ubicarlo? Tal vez debía avisarle a la bibliotecaria sobre este error. Volví a hojear las páginas avejentadas, poseían un color amarillo pálido y no tenían líneas de margen o para escribir, sólo estaban en blanco, qué insólito y singular es este… librito.
Lo mejor seria dejarlo donde lo encontré, junto con los demás libros. Pero… ¡no alcanzo a llegar hasta la estantería correspondiente! ¿Qué hago? No sonaba tan mal dejarlos ahí apilados en el suelo, pero no puedo hacer eso. En este lugar seguramente había cámaras de seguridad y se vería muy mal algo así. ¿Y se lo llevaba a la bibliotecaria? Eso parecía ser lo más razonable.
Cargué como pude la gran tanda de libros, incluyendo el dichoso libro blanco, llegué tras tropezarme y perder el equilibrio un par de veces, ya con todos esos libros en mis brazos se me hacia difícil ver hacia delante. Los apilé de nuevo, pero, esta vez, en el mostrador junto a las otras dos pilas de libros que había visto antes. Con algo de suerte la mujer que atendía esta biblioteca no notaria que había una nueva tanda de libros sobre el mostrador, en una de esas, lo confunde con una de las torres de libros que estaban esperando por ser de vueltos a su lugar original.
Vuelvo a apoyarme en el mostrador, luego salto asustada y me encojo cuando escucho de nuevo un rayo, que estoy segura que ha caído mucho más cerca que el anterior. Por unos instantes las luces parpadearon en un intento de apagarse o hacer corto circuito. Trago duro y espero impaciente a que Lizzie, dónde esté, en algún lugar de la biblioteca, a que se apresure. ¿Qué tanto se podía tardar en elegir un condenado libro?
—¡Misa! ¡Vámonos! —Lizzie grita antes de pasar junto a mi como un flash y tomarme de la mano, cuando quiero pensarlo, ya nos encontramos fuera de la biblioteca, corriendo hacia la salida del museo. ¿Qué habrá sucedido para que Lizzie quisiera salir con ese apuro del museo?
—¿Pasó algo malo? ¿Por qué salimos tan rápido? Aun no ha trascurrido la media hora que te otorgué —le pregunto en cuanto pasamos las puertas de salida del museo.
—Lo sé. Es que no me decidía por ningún libro y esa señora no paraba de hablarme —contaba mientras bajábamos las escaleras—. Le dije que ningún libro me convencía y que tenia que marcharme, luego de decirle eso me miro muy feo —su cuerpo se estremeció al contarme lo último, imaginándomelo, podía comprenderla.
—Pobre de ti —bromeo, ella me pega un codazo también en son de broma mientras ríe.
—Salí corriendo en cuanto esa mujer se volteó, ¡quién sabe! Tal vez pensaba sacar algún libro y dármelo por la cabeza por haberle hecho perder su tiempo —reímos al unísono, en cuanto llegamos al final de la escalera la lluvia ya nos estaba empezando a mojar. Miré en busca de un taxi, pero no había ninguno cerca
—¿De por casualidad no traes un paraguas? ¿No? —me mira, pero yo no hago magia y no fui tan precavida de traerme uno.
—Ah…. No me di cuenta de ese detalle.
—Me lo imaginaba —ella utiliza un tono de decepción falso y sobre actuado, lo que me dice que no se a molestado realmente— ¡Whoa! Nos vamos a mojar.
—Si —suspiro—. ¿Tu abrigo trae gorro?
—Creo que sí.
—Póntelo, entonces —le pido o más bien le ordeno, yo sigo también mi propia decisión y me pongo mi capucha antes de comenzar a corre para evitar mojarnos.
-.-
—¿Cuándo se calla la loca? —escucho, a pesar de los gritos, la voz de Dallas, quejarse y preguntar cuando terminaría el regaño que me estaba propinando mi representante.
—No lo sé. Ojala que sea pronto —también oigo a Lizzie contestarle.
—¡Te he repetido innumerables veces que no ignores ni mis llamadas ni mis mensajes! ¡Necesito saber que estas haciendo! ¡Y si lo que estas haciendo es realmente seguro! —chilla y me señala su celular y luego el mío, que se encuentra sobre una cómoda. Vamos Misa, piensa algo bonito, piensa en algo bonito. El resultado que iba salir de todo esto, era que yo iba a terminar con un dolor de cabeza monstruoso y mi representante afónica de tanto gritarme. ¡Un momento! Lo último no sonaba tan mal…
—Bien ¿Lo anoto en una libreta o tú me armas un tip con todos los pasos? —mascullo cansada ya de esta situación, ya era hora de que esta mujer se devolviese a su habitación, dándonos así algo de paz a mí y a las chicas.
—Déjate de sarcasmos, eres malísima para ellos —no puede evitar contraatacar, yo frunzo mi seño tratando de persuadir el dolor de cabeza entrante gracias a sus gritos—. Y ¡hablo en serio! Como me sigas ignorando y apagando tu celular cada vez que intento localizarte y comunicarme contigo, pasaré a tomar medidas más serias.
—Oh, vaya, qué intimidante, ¿acaso, piensas implantarme un chip en el cerebro para poder, así, seguirme para todos lados? —me mofo en su cara que empezaba a pasar de roja a morada por la rabia que le producía mis negaciones a sus peticiones.
—¡No me des ideas! —amenaza con su mandíbula tensada.
—¡Ja! no me hagas reír, y si no te importa, yo estoy cansada y me gustaría poder dormir algo así que… vía, vía pajarito a su nidito —le grito por ultima vez antes de empujarla hacía la salida y cerrarle la puerta en sus narices.
—¿Oyes eso Lizzie? —Dallas musita abriendo los ojos como platos.
—¿Huh? ¿El qué? —pregunta confundida sin captar lo que su hermana quiere decir.
—El sonido del silencio, qué hermoso —dijo Dallas con voz soñadora, seguramente estaba refiriéndose al escándalo de hace unos minutos y tiene razón, el silencio ahora sonaba atrayente y reanimador, justo lo que necesito para dormir.
Yo sonrío con agotamiento ante su comentario y Lizzie ríe por lo bajo.
—Respóndeme algo Misa: ¿Por qué no la despides y ya? Qué insoportable —Dallas me hace una pregunta que yo también me hecho a mí misma en momentos de enfado.
—¿A mi representante? No es tan fácil… hoy en día, es difícil encontrar a alguien que haga este trabajo bien, será irritante y gritona, pero es muy organizada y lleva bien mi agenda.
—¿Misa? —me llama Dallas nuevamente.
—¿Sí?
—Estás loca.
—Lo sé, gracias por la afirmación —rió ante lo que me dice, y le respondo entre risas.
Me siento por primera vez, en todo el día, en mi cama y hago amague de acostarme pero algo mencionado por Dal me detiene antes de que mi almohada conforte a mi cabeza.
—Bajaré un rato, estuve indagando mientras ustedes estaban a fuera, qué tal era la confitería de este hotel, tienen postres realmente exquisitos —nos avisa Dallas mientras pone su mano en el pomo de la puerta con intención de irse—. Lizzie, tú, vienes conmigo, necesito un buen diccionario a mi lado.
—Como quieras, pero ni se les ocurra salir fuera del hotel y no hablen con desconocidos —Dallas pone los ojos en blanco ante mis advertencias—. Ah ¿y llevan dinero?
—Por supuesto, Misa. Vamos Liz, no quiero que cierren.
Lizzie salta de su cama y la sigue sin decir nada. Luego sus voces se van alejando, la escuchó, a Liz, decir algo sobre que no era ninguna traductora o algo de ese estilo y a Dallas contestarle, pero esta vez no capto lo que le dice.
Me estiro hasta alcanzar el velador de mi mesita de luz que se encuentra junto a mi cama, lo apago y me tiro sobre mi almohada.
Dos segundo después, siento como salen de mis ojos, lágrimas de dolor.
—¡Tsk! ¿¡Pero que demonios..! —me siento de nuevo mientras me sobo la parte trasera de mi cabeza y mi nuca, ¿Qué mierda tenia esa almohada? ¡Era terriblemente dura! ¿Alguna clase de broma o qué? ¡Y una muy pesada! Porque, no había sido, para nada, divertido golpearse la cabeza. ¡Mataré a Dallas! Estaba segura que había sido ella quien había puesto algo duro en mi almohada, siento como mi cabeza es atacada por intensas punzadas, ahora no sólo por los gritos producidos por mi representante, si no, que también por un innecesario y estúpido golpe, con quién sabe qué cosa en mi almohada.
Saco con cólera e irritación mi almohada de mi cama tirándola al piso para saber qué carajo era lo que me había golpeado. Tan sólo unos segundos pasan, y me quedo inmovilizada, y helada por la sorpresa de lo que estoy viendo...
Refriego mis manos por mi cara tratando de despertarme y saber que esto es solo una extraña y confusa broma que me esta jugando ahora mi mente por el cansancio y la jaqueca. Corro hacia el baño para mojarme la cara y despertarme, regreso a mi cama y ahí sigue…
…aquel insólito y singular librito.
Extiendo mi brazo y lo tomo, compruebo que sea real y… lo era, macizo, duro y con olor a viejo. ¡Era el libro blanco que había encontrado en la biblioteca! Pero ¿cómo llego hasta aquí? ¿De donde salió? ¿¡Y cómo llego a mi almohada! Lo suelto asustada y éste cae pesada y estrepitosamente en el piso. Lo miro desde mi cama, como esperando a que a éste le salieran patitas y comenzaran a caminar o simplemente moverse de alguna forma, mejor dicho, de la manera que había aparecido debajo de mi almohada. Paso un buen rato observándolo tratando de rellenar el gran hueco de confusión que se había creado en mi mente.
Haber Misa, piensa, piensa. Empecemos por lo primero, ¿Quién trajo al libro? Por lógica el libro no vino solo hasta aquí. Yo no recuerdo haberlo tomado ni traído, si recuerdo haberlo dejado en una pila de libros que había tirado de una estantería. ¿Lizzie lo habrá hecho? No, yo vi que salía del museo junto a mí con las manos totalmente vacías. ¿Estaba segura de que era el mismo libro? Tal vez, era otro y alguien se lo había olvidado por accidente en la cama, alguna ama de llaves del hotel o un huésped reciente, pero ¿para qué pondrían el libro de bajo de la almohada? ¿Alguna extraña costumbre o tradición austriaca?
No, imposible, por más extraña que fuese la tradición era de muy mal gusto (claro, para el que no estaba enterado de ella), así que conclusión descartada. Sin embargo aún seguía la intriga principal… ¿De dónde salió aquel libro? Volví a obsérvalo con detenimiento esperando así hallar la respuesta. Pero nada, me levanté de la cama y tomé el libro con más cuidado como si fuese a morderme o algo. No quito ojo del objeto que mantengo entre mis manos, por alguna razón no lo abro y sigo mirándolo.
¡Al diablo con seguir esperando! Lo abro y lo primero que encuentro de diferente, es que el libro que yo había visto anteriormente contenía en su primer y única página escrita jeroglíficos que por alguna razón yo interpretaba como hebreo o tal vez arameo, no lo sabia pero este ahora mostraba la misma pagina con los mismo detalles, pero en letra totalmente legible, empezaba a creer que el libro que yo había visto en la biblioteca por la tarde era el mismo que sostenía entre mis manos. Pero, ahora estaba distinto, eso era otra gran pregunta.
Esto no tenia sentido, o era mi mente que estaba cansada y no quería pensar o esta situación era realmente absurda, porque no encontraba razón lógica a que este librito lo hubiese visto en la tarde en la biblioteca y después parezca como por arte de magia debajo de mi almohada. O bien Dallas tenia razón, me había vuelto una loca.
No obstante, no estaba alucinando, ya había comprobado que este libro estaba aquí, nadie podía ser tan imaginativo hasta el punto de suponerse el olor del objeto, así que, era real. Lo abrí por tercera vez en el día y me tenté con leer lo que decía, tal vez leyendo ahora podría descifrar algo.
"Para revivir:"
Fruncí mi cara y levanté mi ceja luego confundida por lo que leí, fueron dos palabras locas, pero las suficientes para liarme. ¿Para revivir, qué cosa? Releí la corta frase. Y sí, decía eso mismo, así que, no leí mal. Pero seguía sin entender lo que quería decir. Le resté importancia, y continué con lo siguiente que tenia escrito.
"El nombre de la persona fallecida debe ser escrito, para poder borrar el hecho de su muerte."
—¿Qué? —pregunté para mi fuero interno de forma oral, bien si antes este anormal libro había hecho que mi cabeza se hiciese una mata que no tenia forma de desenredarse, ahora tenia toda una gran madeja de confusión. No había duda alguna de que era un libro extraño, sonaba a algo de hechicería. Un escalofrío me recorrió toda la espalda, un Déjà vu. Qué gracioso, esta situación se me hacia como que ya la había vivido.
Debería devolverlo a la biblioteca, de ese museo, me deshago de él y listo, asunto arreglado. Dejo el libro en la punta de mi cama y me tiro sin remordimiento sobre ella, para poder, ahora, sin interrupciones de ningún tipo, dormir y poder callar al dolor de cabeza.
Notas de autora: Misa ha madurado ¿no? Vale ya era hora de que lo hiciese. Creo que su vida esta por dar una vuelta nueva de 180º grados, pobre a sufrido muchas vueltas de esas.
Aclarare dos cosas importantes para la comprensión de este fanfic: 1. Misa no se suicida, la idea es: ¿Qué hubiese pasado sí ella no se hubiese suicidado?
2. Lizzie y Dallas son dos OC secundarios, que utilizaré para darle más profundidad a la historia.
Anyway, el prologo es pesado y largo, pero me servirá de base para el fic... qué extraño ¿Qué poderes tiene ese libro? ¿El antagónico del Death Note? Esas son las preguntas que Misa buscara involuntariamente responder en los siguientes capítulos.
Acepto cualquier tipo de críticas constructivas, no me viene nada mal mejorar.
