Zack veía esas coloridas flores, con su repugnante olor. Una mueca de asco genera su boca. Hasta que ve el brillo de los ojos de su acompañante y esa sonrisa que raramente Ray esbozaba sus labios.

—¿Te gustan? —pregunta casual y un poco sorprendido.

—Si —estando en cuclillas, olfateándolas.

Esa fue su simple respuesta. Sin embargo para Zack, no fue simple lo que sintió en su pecho al verla así.

¡Esas estúpidas flores del vecino le gustaban! ¡Okay!

Ahora ya tenía el dato.

...

Camina hacia su hogar (si le podían llamar al lugar que Ray y él -por ahora- estaban viviendo), abre la puerta y se adentra nervioso. Como denota su caminata larga y apresurada. Respira y respira. Tratando -en vano- ocultar su ansiedad y nerviosismo, ese que sale liberado de sus poros, sus manos sudan mientras aprieta con fuerza los tallos de las múltiples flores que tiene en su poder, algunas manteniendo sus raíces y pedazos de tierra.

¡Demonios!

Masculla furioso, al ponerse de nuevo así.

¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea!

Siente sus mejillas calientes, sabiendo que una porquería de sonrojo se ha instalado allí.

¿Por qué diablos, le pasaba eso?

Aprieta con fuerza lo que tiene atrás en su espalda. Ocultando la cosa romántica y asquerosamente dulce detrás de él y la ve. Su corazón se detiene -o eso siente- cada vez que la mira.

Pero, ¿Que porquería estaba diciendo?

Sacude su cabeza en un intento de sacar esos pensamientos ¡Era un niña! ¡Maldición! ,y volviendo a mirar esos ojos azules, extiende sus brazos, sacando las flores que mantenía detrás de su espalda, esas que al volverlas a mirar, nota lo maltrechas que están. ¡Carajo!

—Toma —espeta bruscamente sin querer perder un puto segundo más, quería terminarlo y rápido. Su cara ardía y su cuerpo también ¡Estaba avergonzado para su horror! —Son para ti.

Mierda, mierda, mierda.

Sus manos tiemblan y Zack resiste el impulso de arrojársela en la cara para largarse de ahí más rápido.

—¡Date prisa! —objeta para que agarre el ramo de una puta vez. Sus manos no paraban de temblar ¿Por qué actuaba como un completo imbécil en frente de ella?

Ella extiende sus brazos y con sus pequeñas manos, lo toma, rozando brevemente sus dedos con los de Zack, quien ante ese contacto. Pega un pequeño respingo que casi hace que muera de un infarto. Mucho más, al ver lo que esperaba, al entregárselas.

Esa sonrisa.

Esa deslumbrante sonrisa que esbozaba sus labios y le provocaba una taquicardia a su corazón.

Maldición, maldición, maldición.

¿Por qué actuaba como un puto enamorado? ¡No estaba enamorado de una niña!

— ¡Son lindas!— añade Ray, quien toma con delicadeza su regalo. Cierra los ojos y huele el aroma de las mismas —Gracias, Zack.

Él sonríe, olvidándose el primer pensamiento que tuvo. El de verse como un idiota con la mano detrás de la espalda, sujetando un ramo de flores, porque cuando le entregaba el ramo y veía su hermosa sonrisa, los nervios, el pavor de que no le gustaran y la vergüenza de verse como un imbécil.

Se esfumaba.

Y seguiría arrancando todas las malditas flores de cada jardín para poder dárselas y así, ver esa sonrisa, otra vez.

Si, lo haría.