´¯·.. ··.¸¸. ·´´¯ Piratas del Caribe 2: El misterio de Nightmare.

Autoras: Mademoiselle Arty y Amarië Rosiel.

Disclaimer: Ningún personaje nos pertenece, excepto Hilary Beyle, Bárbara Southey, Catherine, Amelia Southey, Gabrielle Southey, Thomas Andrews, Sandra, Alba, Ludis y Venmeryna que me pertenecen a mí (Mademoiselle Arty); Helena Beyle, John y Eduard "Eddie" Harrison. Que me pertenecen a mí (Amarië Rosiel)

Este fic fue hecho mediante un rol entre Mademoiselle Arty y Amarië Rosiel

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{«---Capítulo uno---

Mansión Southey, 16 de septiembre

Cerca del mediodía en la Mansión Southey, Hilary seguía durmiendo aún, en su habitación; hasta que una mucama abrió de pronto las cortinas azules que impedían la entrada de la luz solar por la ventana, haciendo que abriera lentamente sus ojos verde oliva y se sentara en su mullida cama inclinando la cabeza, con lo cual su abundante cabellera de color castaño totalmente liso cayó hacia delante de forma divertida:

— Catherine cierra la cortina, quiero dormir — protestó la chica frotándose los ojos.

— No puedo Mademoiselle Hilary, su tía, la señora Gabrielle dijo que ya era suficiente y que una dama como usted no podía dormir a estas horas — dijo Catherine, la mucama.

Hilary alzó sus gruesas cejas, pero no protestó, sabía que tía Gabrielle las odiaba, a ella y a su hermana Helena, que debía vivir con ella porque su madre había muerto cuando ella tenía sólo cuatro años,... no conocían a su padre.

Catherine inclina la cabeza y deja a Hilary sola para que se vista, cosa que hizo, se puso un vestido azul como el mar y el cielo solo pueden ser, y ligeramente ajustado en medio para marcar la figura.

Y es que Hilary tenía un muy buen porte.

Ya vestida, Hilary bajó las largas escaleras de roble que conducían al salón central de la mansión, que estaba tan cuidadosamente decorado, con flores exóticas que despedían un delicado aroma, varias mesas blancas cubiertas con manteles tejidos de color claro, con muchos adornos, en medio un gran espacio destinado al baile, y a la izquierda varias sillas que servirían de asiento a los músicos cuando tocaran su melodía esa noche. Todo tan elegante como si los fuera a visitar el Rey de Francia. Pero la ocasión no era esa.

Ese 16 de septiembre, cumplía veinte años Amelia Southey, la hija de Gabrielle, y la fiesta sería tan grande ese año porque esta familia solía hacer hincapié en la celebración de los veinte años, que era considerada para ese entonces como mayoría de edad.

Entre las personas que se dedicaban a dar los últimos toques a la decoración, salió Amelia, dando órdenes a todos, llevaba su vestido turquesa, con su cabello rubio como el oro peinado con suprema dedicación en rizos que le caían en la cintura como agua en una cascada; sus ojos azules como el mar y fríos como el hielo perpetuo del norte, se posaron sobre Hilary que estaba perdida en la exquisita decoración.

En ese instante, las dos puertas principales que daban al salón, se abrieron de golpe dejando entrar al salón a Helena Beyle, hermana menor de Hilary tan sólo por un año, tenía un vestido negro con un corsé muy apretado, que acentuaba su piel clara como la nieve, y tras ella sombríamente se agitaba su cabello negro como el anochecer sin Luna y estrellas y liso como la seda más fina, y en su rostro como zafiros incrustados, sus azules ojos pero no eran fríos como los de Amelia y expresaban una relativa inocencia... Venía de la biblioteca donde pasaba la mayor parte del tiempo...

— El mayordomo, me dijo que viniera, ¿qué ocurre? —se limitó a decir Helena.

— Exactamente — resonó la áspera voz de Gabrielle, que entraba a la sala a pasos rápidos y silenciosos como una sombra; ella era sumamente delgada, el cabello dorado se mezclaba con el plateado que le daba el inicio de su envejecimiento, sus ojos grises como el oro blanco y brillantes como la Luna, su vestido era de terciopelo, de un gris perlado muy elegante con las mangas de seda azules que le daban por las muñecas.

Hilary se sobresaltó levemente con la aparición de Gabrielle, pero no dijo nada, se sentó en una de las sillas. Helena hizo lo mismo. Así que Gabrielle comenzó con su sermón anual:

— Bien, ustedes dos, hoy es el cumpleaños de Amelia — sonrió a su hija que la miró con cara de ángel — Y no quiero "inconvenientes" como la vez anterior que las dos se fueron de la celebración, porque esta es muy especial para la familia, Amelia entra en mayoría de edad y si alguna de las dos llega a escaparse, lo lamentarán —

— ¿Yo? ¿Escaparme? Nunca Y menos en la celebración de mi querida prima Amelia— dijo Helena con un tono sarcástico.

— Silencio niña. Suficiente hago teniéndote aquí. Sólo haz una muestra de agradecimiento hacia Amelia por haberlas soportado tanto tiempo — espetó Gabrielle.

Hilary mantenía su semblante serio a pesar de las enormes ganas de reír que le daba la situación, las diarias riñas entre Tía Gabrielle y ellas dos, más que todo con Helena, porque Hilary trataba de mantenerse alejada de los problemas.

—Y más te vale que estés aquí Helena, sobre todo tú. John vendrá y te portarás como una dama con él — añadió Gabrielle.

— Listo, un motivo menos para que este aquí durante esta "maravillosa" noche. Si me necesitan, estaré en la biblioteca. — Helena se dirigió hacia la puerta, y cuando estaba a punto de salir se volteo hacia su tía — Por cierto, no creo estar en la "hermosa" celebración — dicho esto, salió y cerró la puerta tras de sí.

— Es una indigna — exclamó Amelia.

— Por cierto, Hilary, la ropa que usarán esta noche está en cajas sobre sus camas, deben ponérselas, sé su talla son a su medida — dijo Gabrielle.

— Le diré a Helena — dijo Hilary con voz trémula, y caminó a paso ligero hacia la salida.

Hilary salió del salón central, encaminándose a la biblioteca pues sabía que Helena estaría allí y además podría entretenerse con un libro a la espera de que anocheciera o se le ocurriera algo más que hacer.

Así que de nuevo subió las escaleras de roble, y caminó por un largo y estrecho pasillo sumido en la penumbra pues había escasas ventanas, y al fin abrió la puerta de la biblioteca y como supuso halló a su hermana detrás de un estante, sacando y metiendo libros, hasta que se percató de su presencia:

—Hola Hil, ¿que haces aquí? casi nunca vienes a la biblioteca... casi nadie viene a la biblioteca — dijo Helena irguiéndose.

— Vengo cuando tu no vienes, por eso nunca me ves — sonrió Hilary.

— De verdad no pienso aparecer hoy en al noche—le dijo Helena mientras se subía a una escalera de nogal para sacar un libro del estante más alto— Y menos con John ahí —

— Yo no deseo tampoco ver a Thomas, pero, voy porque siento que tengo el "deber" de hacerlo, además sólo es una noche, quizá ocurra algo bueno, el año pasado te perdiste una caída estelar de Amelia — dijo Hilary recordando.

— Pero en cambio, recibí una carta de Eduard... — dijo Helena con la vista perdida.

— ¿Tu amigo el inglés? ¿no? — preguntó Hilary.

— Si, hace mucho que no lo veía, y no lo he vuelto a ver desde esa noche — dijo que regresaría hoy —Helena bajo de la escalera y le sonrió a su hermana — Me gustaría que John se pareciera un poco a Eduard.

— ¿En qué sentido? — preguntó Hilary.

— En que Eduard es igual a mí, por algo es mi mejor amigo — dijo Helena.

Hilary no dijo más nada, sólo se limitó a alzar las cejas y a subir por la escalera de nogal para agarrar un libro en silencio.

— Si vienes cuando no estoy, y ahora estoy yo y tú también estas aquí, algo tienes que decirme ¿qué es? — dijo Helena.

— Tía Gabrielle dejó la ropa que usaremos para la fiesta de Amelia en nuestras habitaciones — dijo Hilary — No podemos usar otra cosa — añadió.

— De por sí tenemos que ir, y además nos tenemos que poner la ropa que Tía Gabrielle escogió con su terrible gusto... — dijo Helena con molestia.

— Quizá este año escogió mejor ropa, vamos a ver que dejó la bruja — dijo Hilary.

Helena se rió del comentario de su hermana, porque casi nunca hablaba mal de Tía Gabrielle. Y ambas se encaminaron a sus habitaciones que por suerte eran contiguas.

Hilary entró a su habitación y consiguió una caja sobre su cama, la abrió y tenía un vestido a su parecer muy lindo, se lo puso y fue rápidamente a la habitación de su hermana Helena para ver como era su vestido.

—Tu vestido es precioso — dijo Helena con sorpresa, agarrando la seda lila del vestido de Hilary, era largo, con bordados de hilo de oro, por los hombros —Mira lo que me tocó a mí... es injusto —se sentó en la cama un poco decepcionada.

— ¿Verde lima? curioso, jamás había visto un vestido así — dijo Hilary. — Me encanta ese color —

— ¿Bromeas? es horrible...no me importa lo que haya dicho la arpía esa, me pondré uno de mis vestidos — dijo Helena abriendo su guardarropas.

— Bueno, ¿qué tal este? — Hilary le saca uno negro y rojo, muy gótico nada diferente de todos los demás, parecía seguir un patrón.

— Es perfecto, le podré decir a Tía Gabrielle que confundieron los vestidos y me mandaron este, pero sólo si pregunta algo — dijo mientras su hermana la ayudaba a ponérselo.

— ¿A dónde vas Helena? — le preguntó Hilary.

— Hoy llega Eduard de Inglaterra, pienso ir a los muelles para darle la bienvenida — dijo Helena sonriendo.

— Voy contigo, quizá me encuentre con alguien en el camino — dijo Hilary.

—Vamos entonces... — dijo Helena sonriéndole a su hermana y ambas se encaminaron hacia el muelle.

Justo cuando llegaron, un barco lo bastante grande como para saber que los dueños eran personas ricas e inglesas, desembarcaba. Más al ver a las dos muchachas, un chico, de piel pálida, ojos grises como las nubes de una tempestad y cabello rubio cobrizo corrió hacia ellas, y al llegar abrazó efusivamente a Helena. Ella le devolvió el abrazo, y lágrimas perladas enmarcaban sus rostros.

— Eduard, ¡cuánto me alegra que estés aquí! — Helena vio a los ojos a su amigo, y le sonrió — Has cambiado en este último año —

— Tú también, cada vez te ves más hermosa. Y por supuesto Mademoiselle Hilary, igual de hermosa que Helena — dijo Eduard.

— Bah, déjate de esas cosas Eddie, además los dejo solos que allá están mis amigas — dijo Hilary saludando a un grupo de cuatro chicas que bajaban del barco y caminando hacia ellas.

— Es divertida tu hermana, nadie me decía "Eddie" desde que tenía cinco años. Me alegra tanto verte Hel — dijo Eduard.

— A mí también Eduard, no tienes idea — le dijo Helena a su amigo, abrazándolo de nuevo, mientras él acariciaba su cabello — Había veces en que necesitaba hablar con alguien, o quitarme a Amelia de encima.

—Y yo extrañé tu sentido del humor —- le dijo riendo. Eduard separó a su amiga de sus brazos y la vio nuevamente. — Pero ya estoy aquí —

— Hacen una linda pareja — les gritó Sandra, una de las amigas de Hilary y las cinco se comenzaron a reír.

— Lo que falta es que se besen — gritó Alba, otra amiga de Hilary, mientras todas estallaban en carcajadas. Esa era una de las pocas veces en que Hilary no estaba con su habitual semblante serio.

— ¿Vamos a otro lado? — preguntó Helena

— Claro, Hel, vine a verte a ti — dijo Eduard.

Los dos se fueron hacia una silente plaza de la ciudad de Dunkerque y comenzaron a charlar hasta la noche.

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Nota de las autoras:

Amarië Rosiel: hola a todos nuestros apreciados lectores, esperamos que les guste esta historia y que nos dejen muchos reviews. Si no les gustó algo, también dejen review para ver si podemos cambiar algo; si no les gustó algo y nos dice que hay que cambiarlo y no lo podemos cambiar porque puede afectar la historia, lo sentimos. Pero en fin, gracias por leer este fic, que lo hacemos con cariño (como todos los demás). Disfrútenlo...

Mademoiselle Arty: uff por fin terminamos este capítulo, desde hace tiempo quería hacer un fic de esta fantástica película, pero no había tenido la idea concreta, pero gracias a mi amiga Amarië pude enfocar bien la historia, asimismo cualquier queja o cambio lo dicen en un review pero si quieren salir en el fic deben mandarnos un mail y veremos como entran en la historia las dos esperamos muchos reviews de ánimo para poder seguir con los demás capítulos, bueno eso es todo, me despido ¡Adiós!