POR UN PUÑADO DE SUERTE.
Capítulo 1.
"Esquivando tormentas"
Una cabeza rubia se asomó tras una cortina color café y bordada suavemente en forma de pequeñas flores. Observó el cielo, sus ojos celestes, hermosos y relucientes, pudieron reflejar el gris y asqueado cielo que ese día les tocó. Marron hizo una mueca con la boca, fatigada. La tormenta que se avecinaba era grande, no cabían dudas.
— ¿Y? —desde la cocina, se escuchó la voz de Bra, mientras el sonido de la pava con agua hirviendo inundaba el pequeño monoambiente— ¿Cómo está el cielo?
La rubia volvió a dejar la cortina en su lugar, agarró nuevamente el cepillo que había dejado en la mesa ratona del pequeño living y entró a la cocina, que a penas estaba ordenada.
—Asqueroso —dijo, con pena— Parece que una tormenta se avecina.
Bra sacudió la hierba, mientras intentaba ante todo no mancharse. Se veía brillante con aquel traje formal, compuesto por una falda larga y una camisa con boladitos, que era de un color blanco, cremoso, dando una fuerza increíble al cabello de Bra; ya de por sí extravagante.
—Es una lástima —admitió, se sentó en la silla y dejó que Marron siguiera haciendo el mate—. Los chicos estaban ansiosos con eso del picnic —levantó los hombros, echó un suspiro, sus ojos perdieron un poco su brillo—. Será otro día.
Marron no contestó a su amiga, no quería seguir empeorando la cosa. Sin dudas, Bra estaba realmente interesada en aquel tipo de camping que sus compañeros de trabajo habían organizado hacer un lindo día en una estancia no muy lejana del tío de uno de los empleados. Varias veces había sido organizada, y todas fueron cambiadas de fecha por tormentas, alguien enfermo o trabajo adicional que alguien recibía; el lema era que si alguien no podía ir, ya sea por estar enfermo o no, el campign se suspendía y se tenía que esperar hasta que fuera el momento indicado, cuando todos pudieran.
Bra se levantó de la silla, pasó junto a Marron y siguió. Marron se aseguró de que Bra había entrado en el baño cuando escuchó el crujido de la ruidosa puerta; relinche que cada vez que se cerraba o abría se hacia.
Jugó con el paquete de azúcar que estaba sobre la mesa, mientras esperaba que el agua hirviera más. A ella no le gustaba tan caliente, a Bra, sin embargo, tenía que quemarle la lengua para poder gustarle. Marron siempre envidió la forma en que Bra tomaba el mate; de un sorbo, completamente caliente y totalmente saboreándolo. Marron jamás podría.
— ¡Oye, Marron! —se escuchó el grito de Bra, sofocado por las cuatro paredes del baño.
— ¿Sí? —preguntó, se inclinó en la silla y estiró su cuello, intentando escuchar un poco más.
— ¿Vas a ir hoy al súper o esperarás a que pase la tormenta? —preguntó. Marron lo pensó, justo cuando Bra volvía del baño— Si quieres te puedo alcanzar ahora, dentro de un rato, antes de ir para el trabajo.
—No, no te hagas drama —convino la rubia—. Iré caminando luego de que te vayas —dirigió una mirada significativa hacia todos lados—. Primero quiero encargarme de éste lugar.
—Está bastante sucio —comentó Bra, con una sonrisa, se sentó frente a ella y colocó su cabeza sobre su mano—. Dentro de tres semanas me dan las vacaciones definitivas.
Marron, que estaba apagando la tetera con agua hirviendo, sonrió al oír aquello.
—Me alegro —el sonido del agua entrando en el termo hizo eco por la pequeña cocina—. Podremos tener dos semanas de vacaciones juntas.
—Suena bien —sonrió Bra.
Marron le pasó el primer mate; siempre Bra se ocupaba de ese. La rubia abrió la heladera, agarró un paquete de galletitas de salvado y una mermelada de ciruela. Colocó todo en la pequeñísima y alta mesa, y mientras esperaba a que Bra terminara de beber su mate limpió el primer cuchillo que encontró a mano.
— ¿No estás triste? —preguntó Bra, de pronto, quitando la bombilla de su boca. Sus ojos, de un celeste más oscuro que el de Marron, se desganaron profundamente.
—No hay razón —dijo. Levantó los hombros al ver que su amiga le daba una razón, con la mirada furiosa, para estar triste— ¿Qué pasa?
—No puedo creer —con los dientes apretados y las manos echas puños gruñó— que no te moleste siquiera un poco el hecho de que ¡no tenemos camping! Por décima cuarta vez.
Marron pestañeó, sorprendida, al ver su mejor amiga casi subida a la mesa, con los ojos achinados de la furia y mostrando los dientes. Tomó un poco de su mate y levantó una ceja.
—Ya habrá otro día —dijo, sin darle más importancia. Bra palideció—. Basta, Bra, puedes verlo si quieres en el trabajo. No es necesario tener que estar rodeados de naturaleza para poder "hablar".
La chica de cabello azul abrió pequeñamente la boca, para luego volver a sentarse y ponerse sonrojada. Marron gruñó, cuando la mínima mensión de Collin y la insinuación entre ellos dos se había presente y llegaba a los oídos de Bra, ella se ponía colorada, al mismo tiempo que todo lo demás era otra cosa totalmente aparte y que la furia, por más fuerte que sea, se desaparecía momentáneamente; porque, siempre volvía, por suerte Marron ya había aprendido cómo hacer para poder tener control en la situación; sólo debía hablar un poco más, para luego poder ir escapándose de a poco, mientras Bra contaba, siempre la misma, anéctoda como si fuera una historia de dragones, escaleras interminables, palacios y balcones románticos.
—Bueno... —Bra bajó el rostro, sus manos se juntaron y se frotaron entre sí, sus mejillas levemente sonrojadas— No pasa nada con él, sólo somos amigos.
Marron rodó los ojos, mientras untaba de mermelada de ciruela unas galletas de agua.
—Enserio, no pasa nada —dijo Bra, sonriendo nerviosamente y con los ojos brillantes.
Marron asintió, sonriendo. Esa era la primera faceta: la negación, acompañada de risitas estúpidas y miradas perdidas que daban clave a que la susodicha se estaba ocupando de recordar aquellos momentos con su "Collin divino".
—No me gusta —continúo—. Sólo me parece un tanto guapo, un poco, y es que realmente lo es. No, no, no te rías. Sabes que estoy diciendo la verdad. Collin es guapo... —Bra asintió, decidida— Tiene bonitos ojos, lindos músculos... una boca bonita... amplios músculos.
—Cuéntame eso de —Marron suspiró, en éstas conversaciones siempre tubo que remarla para que Bra diera rienda suelta a su capacidad de contar cosas interminables, escenas con cada maldito detalle; algunos que Marron prefería no saber por su salud mental—, ya sabes, la no relación que tienes con John Collin.
Bra negó con la cabeza, comiendo una galleta, su sonrisa era contagiosa, sin dudas un poco boba. Marron miró el reloj, lo mejor sería decirle que iba a llegar tarde a su trabajo; pero aún faltaba más de veinte minutos, y Bra usaría cada segundo antes de irse. Marron apoyó su cabeza en una mano.
—No lo llames John Collin —su sonrisa se ensanchó—. El odia que lo llamen así ¿Sabes por qué le pusieron ese nombre? Es una historia fantástica.
Sí, por Kamy, claro que lo sé.
—No tengo la menor idea —Marron esperó, pero su amiga seguía mirándola con una sonrisa y la alentava con sus cejas. Suspiró. Bra a veces podía parecer bastante loca—. Cuéntame...
Bra sonrió maravillosamente. Se acomodó mejor en el asiento, y eso aclaró la pequeña duda de Marron; Bra iba a contar, durante los siguientes diesciocoho minutos, un lindo discuro acerca de el por qué, cómo, cuándo y dónde se llamó a John Collin, John Collin.
Interesante. Claro, el sarcasmo por el momento fué lo suyo.
[ · ]
La mujer frente a él, de cabellos canosos y mirada enfermiza, volvió a tozer y aquello hizo que, por décima vez, Trunks sintiera ganas de pedir que se apurara. La escena era digna de un hombre cualquiera. Él no era cualquier hombre. Él ya debía estar en su casa, regresando en auto, sin tener que esperar a que una mujer cualquiera se dignara a dejar de leer estupideces y que usara un pañuelo, al menos, limpio.
—Señora —dijo, su voz no era amable, lejos distaba el mismo de estarlo— ¡Señora, apresúrese!
La mujer masticó con más desición el chicle incoloro, sus ojos grandes y de un marrón apagado lo miraron, desafiándolo aunque sin esfuerzos.
— ¿Qué quieres, niño?
—Necesito, inmediatamento, renovar mi carnet —Trunks sintió ganas de gritarle a la mujer, al ver como hacía un globo con el chicle.
—Y yo necesito un trabajo nuevo —bromeó, de mala manera—. Y no lo tengo.
Trunks apretó las manos, furioso, su paciencia ya había alcanzado el límite; primero, el choque contra un auto estacionado, y segundo; un hombre de la patrulla pidiéndole su carnet que, por las malditas desgracias de la vida, había vencido hace un día. Y ahora, esta mujer vieja y engañosa. Bufó, y se adelanto por sobre la ventanilla sucia y un poco rajada, la mujer detrás de ella masticó más el chicle y sus manos seguían pendientes en unos papeles.
—Quiero la renovación —sentenció, sonando frío—. Ahora, para hoy, para este momento. Inmediatamente.
La mujer permaneció seria, como hasta todos estos momentos había estado. La camisa, de un color amarillo crema, se apretó con el pecho gigante que se había incrementado por la fuerte respiración de ella misma.
—Espera, niño, como todos los demás —y con eso, giró en su silla empolvada, y se levantó, dirigiéndose hacia atrás donde un chico estaba sentado en una computadora.
— ¡Oiga! —gritó, colocando su boca en el único orificio que tenía la ventanilla— ¡Vuelva aquí en éste instante! ¡Oiga, señora, la estoy hablando! —la mujer giró, al igual que el joven, y ambos se sieron de él— ¿Tiene usted idea de quién soy? ¡Soy el heredero de la Capsule Corp.! ¡Mujer ignorante! ¡Vuelva aquí!
Unos dedos golpearon rudamente en su hombro. Trunks dejó de gritar y giró, encontrándose con un hombre más alto que él, de piel morena y ojos negros, calvo y de aspecto rudo.
—Señor, usted elige —la voz profunda y ruda del hombre intimidó un poco a Trunks—; sale por sí mismo, o yo lo saco.
Trunks frunció los labios, volvió a mirar a la mujer; quien le sonreía maliciosamente. Su fura incrementó, volviéndolo prácticamente irreconosible. Sus manos se tensaron drásticamente y trató de controlarse, no quería otro problema, en toda la semana había tenido suficiente.
—Al menos —dijo, su mirada colérica fulminando al hombre—. Déjeme pedir un maldito turno.
[ · ]
Luego de escuchar la historia de John Collin y los suspiros románticas de su amiga durante veinte minutos, aproximadamente, Marron pudo escuchar como la puerta del pequeño departamento se cerraba, mientras una cabellera azul desaparecía tras el. La rubia sonrió, se acomodó sobre el mullido asiento del living y prendió la televisión. Apoyó su cabeza en el respaldo del mismo y dejó salir un suspiro largo y silencioso.
—El tiempo demuestra que, una vez más, las tormentas nos siguen acechando y por lo que los profesionales dicen seguirá hasta unas semanas luego del comienzo del verano..
Marron cambió de canal; el noticiero le encantaba, sin dudas la televisión había sido apagada en ese canal por ella, ya que Bra no soportaba mirar cosas consideradas aburridas o para gente mayor. Ella prefería llamarse adolescente, a pesar de tener casi veintiseis años, uno más que Marron.
—La hembra seduce al macho con feromonas esparcidas a través del aire, informando que está lista para la reproducción...
Hizo un gesto de desagrado y cambió. Nada más asqueroso que ver a dos búfalos a punto de tener relaciones. Odiaba ver imágenes. Y tampoco le interesaba la vida sexual de los búfalos. Pero si los documentales se trataban de perros, leones, cocodrilos, tiburones o suricatas Marron miraba: siempre y cuando no explicaran visualmente el apariamiento de aquellos animales, por suerte aún no sabía la forma de "hacerlo" entre los tiburones.
—Juan, no me digas que no me amas, yo sé que tu me quieres. Cállate, mujer, no eres más que una zorra al acostarte con mi hermano y mentirme...
Rodó los ojos, aburrida, y volvió a cambiar el canal.
—Homero, cambia de trabajo, no ganas ni un centavo. ¡Pequeño demonio!
Apagó el televisor, le gustaba los Simpsons, pero no estaba de humor para verlos y si lo hacía se entreteneria tanto que no llegaría jamás al súpermercado. Un ruido cercano y fuerte la hizo levantarse del sillón lentamente. Si sus cálculos no fallaban, el sonido había provenido del lavador; el pequeño cuarto que estaba al final de la estrecha galería en donde estaba el cuarto de ambas y el pequeño lugar de estudio. Marron prendió la luz del pasillo, sus ojos miraron con fatiga todo el desorden que había. Siguió, tranquila, hasta llegar al final. La puerta del lavado estaba entreabierta, la luz estaba apagada y no se escuchaba ningún sonido. Empujó la puerta, apoyando su mano sobre la madera de color blanco. Con un chirrido asqueroso, la puerta dio paso al pequeño, demasiado estrecho, lugar en donde estaba el lavarropas y un pequeño lavamanos que ensima tenía una repisa llena de productos de limpieza, de donde colgaban dos escobas, una mejor que la otra, y un escurridor. Algo suave y aterciopelado rozó la pierna de Marron, fue como una caricia.
—Bobby —canturreó, con voz infantil. Su gatito estaba acariciándole lánguidamente. Marron lo alzó en sus brazos y le dio un suave beso en la coronilla—. Tontín, que lindo estás hoy —el gatu maulló—, sí, estás muy lindo —le dio otro beso— ¿Tienes hambre?
El gato ronroneó en respuesta, y Marron rió tontamente. Lo pegó más a su pecho y comenzó a dirigirse hacia la cocina, mientras el gato se relamía la boca y Marron seguía acariciándole detrás de las orejas; su lugar preferido.
—Vas a comer un rico, rico, rico, almuerzo —aseguró la rubia, lo dejó sobre la mesada, el pequeño gato se lamió la mano— ¿De qué prefieres, vegetales o de carne ahumada?
El gato aulló nuevamente, y Marron sonrió. Hizo puntitas de pié para llegar a la estantería que estaba junto a la puerta del patio. Agarró la primera bolsa que vio y le mostró a su gato.
—Que rica comida —dijo, moviendo de un lado a otro el paquete—... ésto no tiene nada —el gato aulló—. Espera, veremos el de vegetales. Sí, ya sé que no es tu preferido, pero algo es algo...
Tanteando por donde pudiera, y sin ver absolutamente nada, Marron encontró luego de unos segundos el otro paquete. También vacío.
—Mierda... —murmulló, bajó nuevamente y acarició a su gatito— Tenemos que ir de compra, lindo gatito, si me prometes que te portas bien te compro un rico huesito masticable —el gato maulló— Bueno, bueno, un pez, está bien, un pez.
El sonido del timbre hizo a Marron agarrar su gatito y bajarlo al suelo. No tenía idea de quien podía ser, Bra era imposible, su turno recién terminaba a las dos de la tarde y luego tenía libre. Así eran todos los viernes. Se acercó a la puerta y observó tras la pequeña lupa, solo pudo ver unos cabellos rubios oscuros, desordenados y un poco largos. Abrió la puerta y una sonrisa encendió su rostro, qué sorpresa.
—Hola, Marron —el joven habló, su acento inglés levemente introducido— ¿Puedo pasar?
Marron sonrió, y luego de unos segundos en trance que la dejó como una verdadera tonta, se corrió y dio lugar al chico, quien tuvo que agacharse levemente ante la altura de la puerta; no es que la puerta fuera baja, era normal, él era el alto. Marron sonrió a la nada, completamente feliz, al cerrar la puerta.
[ · ]
Trunks tuvo que caminar casi dos cuadras para poder encontrar un taxi. Su auto, lujoso, importado y magnífico, tuvo que quedar en ese horroroso, apestoso y maldecido lugar. Al menos podía sacarlo mañana, ya que luego de tanto insistir con el hombre gigante detrás de él, la señora se decidió a darle un turno cercano; aunque para eso quitaron el turno de alguien más. Más que obvio que Trunks había puesto un poco de billetes para esa acción.
El taxi estaba que se caía a pedazos, había tenido que darle más de dos portazos para que se pudiera cerrar bien la puerta, la ventanilla de los lados de atrás no andaban y el hombre que conducía, sucio también, no pretendía abrir su ventana. No había música, el asiento estaba en demasía emparchado por todos lados y el olor a perro mojado y sobaco era insoportable. Definitivamente, este no era su día.
Ultimamente, ninguno era su día. Todos habían tenido la cereza que colmaba las compoteras del postre, sobretodo los últimos tres. El negocio lo estaba necesitando mucho, su madre había enfermado de la nada, su padre estaba más solitario que nunca, su hermana no daba señales de vida hace más de una semana y su noviazgo iba de mal en peor; lo último, al menos, ya lo habían presentido varios y habían echado en cara a Trunks que lo que estaba haciendo estaba mal.
De pronto, el auto frenó de sobremanera, y Trunks casi salió volando hacia delante.
— ¡Oiga, fígese lo que hace! —rugió, sus manos enganchadas hacia ambos asientos.
El hombre solamente lo miró por el retrovisor, sin dar señales de sentirse mal o herido por el grito de Trunks. El Brief solamente volvió a sentarse en su lugar, maldiciendo entre dientes y murmuros. Su celular sonó, asustándolo al comienzo. Lo abrió sin siquiera mirar de quién se trataba, ya todo estaba mal, nada podía salir peor.
— ¿Qué? —dijo, cortante.
— ¿Dónde estás? —inquirió una molesta y chillosa voz femenina.
De todos los hijos de puta que me podían llamar...
— ¿Qué quieres Pan? —preguntó, mirando alrededor; no tenía idea de en qué calle se encontraba.
— ¡Te pregunté dónde estás! —gruñó— ¡Hace más de una hora que desapareciste, te estoy esperando!
—Llegaré tarde —fue lo único que dijo, justo pararon en un semáforo, y Trunks buscaba señales de la calle. Pocas veces había estado en ésta avenida, ni siquiera la recordaba.
— ¡Te estoy preguntando algo, maldición, contéstame! —chilló— ¡SI NO ME CONTESTAS, TRUNKS, AL MENOS DIME QUÉ TE PASA!
—Nada.
— ¡TRUNKS!
— ¡Te dije que nada! —gritó— ¡No me molestes más!
Cortó y rápidamente apagó su celular, volviéndolo a guardar en su chaqueta. El hombre, quien silenciosamente había estado observándolo mientras el semáforo estaba en rojo, sonreía apáticamente.
— ¿Problemas conyugales? —inquirió. Trunks echó un poco la cabeza hacia atrás y levantó una ceja.
—No se meta.
Se undió sobre el asiento, cerrando los ojos para descansar unos segundos. Era verdad: su vida, últimamente, se estaba derrumbando. Antes podía llegar a creer que lo único que necesitaba era el trabajo; sus papeles, sus agendas, sus secretarios, sus clientes. Pero a medida que su madre se había ido enfermando, Trunks pudo recapacitar que algo andaba mal y que estaba posiblemente a punto de perder algo que no había tenido mucha importancia en sus últimos horarios. Luego pensó en Bra; su hermana se había ido hace dos años, y de vez en cuando había venido a saludarlos y siempre traía regalos. La última vez que vino a la Capsule Corp. fue hace un mes, en donde se la notaba bastante distante y fría con la familia; no la culpaba, tenía sus razones. Y luego estaba Pan... no tenía idea a ciencia cierta qué fue lo que pasó, sólo sabía que le habían contado que Pan tenía cierta atracción hacia él, y que habían formalizado una cena sólo para dejar en claro que nada podía pasar, luego Trunks estaba en su cama, y sus sábanas blancas enredadas alrededor de cuerpo pequeño y desnudo de Pan. Sus amigos tenían la razón: Pan no era su última adquisición, ni siquiera era una. Pan era, solamente, un pequeño capricho. Y era obvio, no la amaba.
—Llegamos —informó el hombre—, bájese.
Trunks miró el imponente súpermercado que estaba frente a él, y arqueó las cejas.
—Creo que hay un error —dijo, sus neuronas concentrándose en no hacer estallar todo—. Ésta no es mi casa, ni siquiera sé donde estoy.
—Soy un taxista del súpermercado —informó, su nariz arrugada— ¿A dónde creía que lo estaba llevando?
— ¡A mi casa! —dijo, furioso.
—Na —sonrió—. Lo lamento, tendrá que bajarse y pagarme, con propina si es posible.
— ¡No me voy a quedar acá, no sé donde estoy!
—En el marketshop amigo —ironizó— Bájese, ya. Tengo clientes y dinero que ganar.
Trunks quedó como un pez fuera del agua, abriendo y cerrando la boca. Definitivamente, algo de sal había caído sobre él esa mañana, y no había despertado ni con el pie derecho ni izquierdo, directamente cayó de la cama y rodó hasta el precipicio. Y aquel hombre, tenía una sonrisa despreciable, y su mano sucia y callosa se extendía frente a su cara, con la palma para arriba.
[ · ]
Marron observó la enorme espalda frente a ella, los músculos de su espalda se contraían cada vez que debía agacharse para juntar a Bobby. Miró más allá de la remera blanca ajustada, el jean azul oscuro. Marron se mordió el labio inferior. Max era lindo, sin dudas.
—Tu gato es rápido —bromeó, mientras lo alzaba entre sus manos y lo colocaba frente a su amplio pecho—. Gato tonto —bromeó.
—Es el más lindo —dijo, acariciándole la cabeza rubia al gatito, con unas pequeñas franjas— ¿Verdad? Sí, el más lindo.
Si no estuviera tan ocupada mirando al gatito regocijarse entre sus mimos, Marron se había dado cuenta de que Max la estaba mirando fijamente, prácticamente embelesado.
— ¿Cuántos años tiene? —preguntó.
—Casi dos —sonrió—, parece más que pequeño.
—Es verdad —dijo, observando cómo el gato era un poco apenas más grande que su mano— ¿Es tuyo?
—De las dos —afirmó— Me lo regalaron a mí en Navidad, cuando era un bebé, pero siempre fue de las dos.
—Ya veo... —murmuró, nuevamente su mirada se instaló en los labios carnosos, pero pequeños y rosados, de Marron.
Marron le sonrió, mirándolo rápidamente, para volver a mirar a su gatito. La rubia admitía que la intimidaba un poco la presencia de Max, no en demasía, pero sí un poco; obviamente se debía al hecho de que no lo conocía lo suficiente. Ni siquiera había recordado su nombre, cuando abrió la puerta y la hermosa sonrisa seductora fue lo único que pude ver. Lo recordaba; compañero de trabajo de Bra, la mano derecha de uno de los jefes, inteligente y muy atractivo. No se había acordado su nombre hasta que él se lo recordó, pero de todas maneras Marron ya había sabido que era él al recordar que fue uno de los chicos que había traído la invitación para Bra al camping, y a Marron, de forma extraña ya que no la conocían, también la invitaron por proposición de Robin; otro compañero del trabajo de Bra.
— ¿Falta mucho para llegar al súper? —preguntó, de pronto, Max.
—No —negó con la cabeza—, unas cuadras.
Ella le había propuesto quedarse a esperar a Bra; porque fue lo que ella pensó que venía hacer él, a buscar a Bra. Pero su sorpresa se intencificó al escuchar del mismo Max que la estaba buscando a ella. Marron le había preguntado por qué, nerviosa y un poco colorada, y él había contestado "para charlar", y Marron no pudo preguntar nada más porque se había quedado observando esa sonrisa de medio lado perfecta. Él era malditamente perfecto. Era raro, por lo general Marron no se enganchaba de esa forma con los chicos, es decir, ella no era la clase de chica que se tiraba sobre un hombre, o se baboseaba en demasía por él, eso se lo dejaba a Bra. Pero Max era tan... distinto, no parecía solamente hermoso, demasiado, era más allá de eso: era un caballero, una excelente persona, o al menos Marron podía creer eso luego de las sonrisas sinceras y las miradas bonitas que parecía tener para ella.
— ¿Hace mucho vives con Bra? —preguntó. Marron lo miró y sonrió al verlo con las manos en los bolsilllos, pareciendo nervioso.
—Mmm... —murmuró—Hace un poco más de un año, o algo así, no recuerdo bien ¿Por?
—Por nada —sonrió y se rascó la cabeza— ¿Dónde trabajas?
—Te vas a reír si te lo digo —rió, mientras se ponía levemente sonrojada. Max la alentó con un suave abrazó por los hombros—. En una mecánica.
Pestañeó varias veces, divertido, y Marron sólo lo miró.
—Vamos —rió—, dímelo.
—Enserio —dijo, cruzó los brazos sobre los pechos— ¿No me crees, eh?
— ¿Es verdad? —preguntó, Marron asintió— Vaya... no me imaginaba que vos, bueno, ya sabes...
—Siempre me dicen lo mismo —rió, acarició a Bobby—. A mis padres tampoco le parecía verdad, pero mi madre supo que no mentía —sonrió, afectuosa—. Debías ver sus caras.
—Tengo que conocerlos —en doble sentido, agregó—; estaría bueno hacerlo pronto.
Marron lo miró a los ojos, sonriente, y luego quitó la mirada. Era sorprendente la calidez que veía en los ojos de Max. Le agradaba mucho de verdad.
— ¿Te gustan los autos?
—Sí, me gustan —admitió—. Que loco ¿no?
—Bastante —negó con la cabeza—. Jamás me imaginé que vos...
—Nadie lo hace —sonrió—. Bra tardó tres días en creerme.
—Si eres mecánica debes de saber manejar —Marron asintió— ¿Dónde está tu auto?
—Tengo que renovar mi carnet —rodó los ojos—. Ese estúpido pedazo de papel que no sirve para nada...
Max rió y rápidamente miró hacia Bobby, que tenía sus dientes clavados en la mano de él. Marron rió.
—No seas malo, Bobby —dijo, mientras intentaba hacer que lo soltara. Max solo reía.
—No le hice nada, lo juro.
—Lo sé —por fin pudo quitárselo—, él es así, bastante... bipolar. Allí está el súpermercado. Vamos.
Max la siguió hasta la puerta de vidrio, que se abría de forma mecánica al alguien pisar un lugar determinado.
—Eh, Marron —dijo— ¿Quiéres que te espere afuera? No creo que Bobby pueda entrar.
Marron pestañeó varias veces, y rápidamente reconció que tenía razón.
—No es necesario —dijo—, vamos.
No iba a dejarlo afuera, después de todo él se había ofrecido acompañarla y iba a quedar feo que lo dejara ahí parado y con un gato que quiere arrancarle la piel fuera de un súpermercado. Afligida, apretó los labios.
—No hay problema Marron —sonrió, y las piernas de Marron flaquearon—. Te espero aquí, vé.
La rubia le dio su gato y asintió como una estúpida, caminando hacia la puerta y maldiciendo al ver que estando tan cerca aún no se había abierto. Dos pasos antes de que se chocara con la puerta, ésta se abrió y Marron se alivió por no tener que quedar como una tonta. Antes de entrar definitivamente, confiando en que la puerta no se cerraría, Marron miró hacia atrás y sintió felicidad al ver como Max la miraba con una sonrisa y a Bobby entre sus manos.
Confiaba en él, sin dudas cuidaría bien al pequeño animal y estaba segura de que el súpermercado no estuviera tan arrebotado de personas. Aunque, dada la hora temprana y considerando que en ése barrio las personas siempre se veían más comprando comestibles a la mañana por temprano, Marro no estaba completamente segura de no tardar tanto.
Tal como supuso su conciencia; el súpermercado estaba bastante repleto, y las cajas bastante ocupadas. Bufó, si tenía que parecer una loca parecería; comenzó a correr prácticamente hacia la sección mascotitas, que quedaba al final del pasillo ocho, justamente el último. Tuvo que amortiguar varios choques, algunas señoras pasadas de edad la miraban con furia y las más jóvenes, de su edad, se reían de ella sin disimulo, tachándola de loca. A Marron no le importaba. En realidad, jamás le había importado la opinión de los demás. Recordaba que cuando era pequeña sus compañeros solían burlarse de ella por el particular nombre de su madre: androide número dieciocho. Marron hacía caso omiso a aquello. Y también aprendió a ignorar a sus amigos cuando solían comentar lo bonita y sexy que su madre era, y a bromear acerca de que ellos podían ser sus futuros padres. También había tenido que aprender a pasar desapercivido las miradas burlonas de algunas compañeras de trabajo de Bra al contarles acerca de su trabajo; la mecánica. La miraban como si fuera un bicho raro y luego se largaban a reír carcajadas a motones, sin interesarles lo que Marron pudiera llegar a sentir. Todas las amigas de Bra parecían ser así; materialistas, tontas, huecas, muy bonitas y de refinación rara. El trabajo en el que estaban lo recomendaba; ser hueca y que las faldas te queden bien. Marron, al menos, podía estar segura de que Bra no era una de ellas.
Al fin llegó al último pasillo, y pudo ver hacia en el final los paquetes que Bobby tanto adoraba, y de seguro estaba añorando. Aquellos pequeños, que valían prácticamente más que la cena y almuerzo de un día de Bra y ella. Gato delicado; solía llamarlo su madre. Marron ignoró la altura en la que la bolsa estaba puesta hasta que llegó frente a ella. Bufó, enojadada. No era enana, pero tampoco era una modelo estilizada; como Bra. Colocó los brazos en jarras y observó a su alrededor, podía ver a lo lejos algunas cajas altas que estaban amontonadas. Marron sonrió de a poco y satisfecha pudo suspirar.
[ · ]
—Señora —Trunks persiguió una vez más, y ésta vez por última, a la mujer regordeta— ¿Me puede decir dónde están las galletas?
—Pasillo siete, sector A —informó, la voz apagada y demasiado baja como para que Trunks la escuchara.
— ¿Qué? —preguntó, abruptamente.
— ¡Pasillo siete, señor, pasillo siete! —negó con la cabeza— Sordo y caradura.
— ¡Oiga! —gritó— ¡Tube un mal día! ¡Perdí mi carnet, no tengo idea de donde estoy, se me perdió mi billetera, mi novia está a punto de matarme, tengo hambre y ni siquiera puedo prender mi teléfono con miedo a que me amenacen!
La mujer lo miró, completamente aburrida. ¿Qué le pasaban a las mujeres hoy en día?. Sus brazos cayeron hacia sus costados, desganado.
— ¿Qué sector dijo? —inquirió. Su voz deprimida hizo sonreír a la trabajadora.
Luego de que la señora le indicara por dónde quedaba, Trunks caminó con pasos pesados hacia allí. No le quedaba mucha plata, prácticamente unos diez billetes; había perdido más de veinte en el taxi y cuando había dejado el auto en el aparquimiento de la asentamiento de "La Escuela de Autos" había abandonado su billetera, sin darse cuenta, en la guantera de adelante. Por lo tanto, todo, absolutamente todo su día, fue una mierda absoluta.
Cuando llegó sector siete, que quedaba desgraciadamente lejos de la puerta principal, pudo divisar lo que tanto buscaba: las cookis; escrito de esa manera apropósito. Eran sus galletitas preferidas, con sabor a vainilla y con chips de chocolate. Justamente salía lo que tenía en el bolsillo, al menos algo bueno le estaba ocurriendo. No esperaba encontrar esas galletitas, no tenía la mínima idea de dónde se encontraba, pero allí estaban: gloriosas, en un paquete brillante, con la imagen seductora de unas galletas al frente y... estaban estúpidamente colocadas demasiado alto.
Trunks era un chico alto, demasiado para ser su padre un hombre bajito, aunque claramente fuerte. Pero ahí estaban, allá arriba.
Tan lejos y al mismo tiempo tan cerca.
Era irónico que no sólo estuviera hablando de las galletas, pero él no lo sabía.
[ · ]
Marron subió por las cajas, pudo llegar con facilidad hasta la parte más alta y sonrió por ello. Buscó bien, había de vegetales, de carne ahumada, de pollo, etc. Buscó en su bolsillo para ver cuanta plata tenía, encontró unos billetes y sonrió; le alcanzaba para dos bolsas. Agarró la de carne ahumada, que estaba delante de todo, y luego buscó la de pollo, más atrás. Cuando quitó la bola, le soprendió ver el rostro de un joven mayor y apuesto. Asustada, y sorprendida, dio un pequeño grito que la hizo brincar, y cayó hacia atrás.
Su trasero fue lo primero que chocó contra el suelo, luego sus codos y por poco su cabeza. Marron gimió del dolor al intentar pararse, su trasero le dolía y el codo derecho igual. Frunció el seño al ver que un hombre se acercaba a ella, era sin dudas el que había estado del otro lado de la góndola. Llegó a ella y le pasó la mano. Marron, furiosa, sólo intentó intimidar al hombre con la mirada.
Trunks había corrido al escuchar el golpe del otro lado. Al principio le había dado gracia, aquél rostro bonito se había contaído del susto al verlo para luego poner cara de terror mientras se inclinaba hacia atrás por la caída. Luego vino el golpe y los murmullos maliciosos. Cuando giró la esquina de la góndola para ir a ayudarla, se sorprendió con encontrar a una joven demasiado bonita, enfundada en unos pantalones blancos sueltos y una camisa blanca a rayas azules. Trunks llegó hasta ella y no evitó observar con más detalles el bonito rostro, rodeado de mechones que salían del rodete desprolijo, sus mejillas sonrojadas y sus enormes ojos celestes mirándolos con furia. Sólo pudo sonreír, admirando la belleza de aquella chica que estaba frente a él, aún con esas ropas se podía notar la belleza de sus curvas. Extendió la mano, con una sonrisa divertida, pero ella jamás quitó sus manos del frío suelo y tampoco intentó levantarse.
Un claro ejemplo de orgullo femenino.
—Vamos —sonrió—, déjeme ayudarla.
—No me toque —bufó, levantándose por sí sola y despreciando la mano que se había mantenido frente a ella.
—No sea tan arizca —recomendó, burlón— ¿Se encuentra bien?
Marron se limpió la camisa y luego la parte de atrás de su pantalón. Trunks observó con gracia mientras la mujer, más joven que él, se mantenía furiosa y bien erguida. La rubia se volvió a subir a las cajas. Trunks, viendo la montaña de cajas, rió al ver que ella necesitaba subirse. Bueno, en realidad, el también las había necesitado si no fuera porque se había elevado un poco en vuelo para llegar a sus cookis.
Marron volvió a descender, con dos bolsas, mientras insultaba a Trunks en voz baja. Él solo permaneció cerca de ella, observando cada movimiento con interés absoluto. Eso pareció hacerla enfadar, en demasía, porque se volvió hacia él y lo miró de forma alarmante.
— ¿Qué mira? —casi gritó— Imbécil.
—No es para tanto —rodó los ojos— ¿Necesita algo más de allá arriba?
Marron pestañeó varias veces, y esa vez lo observó mejor, más detalladamente, abriendo suavemente la boca. Trunks sonrió, orgulloso de su aspecto. Era demasiado apuesto; ser tan guapo siempre le había traído buenas consecuencias, nunca le había echo mal. Sonrió más, ella ya lo estaba reconociendo.
—Sí, soy yo —dijo, pasándose la mano por el cabello lila con desdén.
— ¿Enserio eres tú? —preguntó ella, su sonrisa se ensanchó y colocó las bolsas sobre su cadera mientras sostenía aquello con un brazo.
—Sí, sí —asintió.
—No puedo creerlo —Marron negó con la cabeza—. Haz crecido un montón Trunks, casi no te reconocí.
— ¿Eh? —inquirió. Sus fanáticas lo conocían a la perfección; no podía ser que ella no estuviera al tanto de cómo era.
—Bra no me había dicho que andabas por acá.
¿Conocía a su hermana?
—Sigues siendo tan pedante como siempre, tonto. ¿Vas a ir por el departamento? Creo que Bra me dijo que te dio la dirección.
¿De qué demonios estaba hablando aquella rubia?
—Vamos, no me mires así —le golpeó en el hombro, mientras pasaba junto a él—. Ahora me tengo que ir, pero te esperamos en casa, ya sabes;Bustergam 667 —se comenzó a alejar de a poco—. Ahora estoy apurada, me están esperando ¡No dudes en ir ahora! Bra sale de trabajar a las dos.
Marron sonrió, mirando con gracia a un Trunks totalmente preocupado y abrumado. ¿Quién era aquella rubia que parecía conocerlo? ¿Bustergam 667? Esa era la casa en donde Bra se estaba hospedando ¡Pero Bra no tenía acompañante!
—Trunks —Marron negó con la cabeza—. Sigues siendo un imbécil, tan poco cuerdo como antes. ¡Te esperamos!
La rubia desapareció, con una sonrisa hermosa. Trunks estaba debatiéndose en su cabeza. No recorodaba a aquella rubia y al parecer ella a él sí. No tenía idea de quién demonios era. Ni siquiera tenía un indicio.
Bueno, pensó, al menos ésta estaba buena.
Recordando a cada mujer loca que se había encontrado por la calle hoy en día. Probablemente, su día no había sido tan malo después de todo. No conocía a aquella mujer, en realidad estaba seguro de que no la había visto nunca, que sólo era una amiga de Bra que lo vio por unas fotos familiares y lo reconoció sólo al verlo. Pero... ella se había comportado de una forma extraña, cómo si se conocieran desde hace mucho tiempo, cómo si fuera una amiga de la infancia. No se había mostrado afectuosa, y si lo hubiera echo Trunks no se resistiría a un abrazo. Estaba confundido, quería averiguar quién era. Probablemente visitaría la casa de su hermana más tarde, probablemente...
Marron salió del súpermercado y un viento frío y furioso la golpeó en la cara. Los pequeños vellos del brazo se le erizaron, el clima había cambiado drásticamente y al parecer la tormenta que tanto había amenazado con llegar estaba a punto de hacerlo. La rubia tiró algunos mechones tras su oreja. Observó a su alrededor para encontrar a Max; no lo vio por ninguna parte, ni a él ni a Bobby. No había mucha gente, sólo unas pocas personas y algunos autos en el aparcamiento. Acomodó mejor su bolsa, adelantándose unos pasos.
Sonrió al recordar a Trunks. No podía creerlo: luego de no verlo durante más de diez años, volvía a encontrarlo. Se había mostrado un poco frío; era obvio en él. Después de todo, ella y él nunca se habían llevado bien, ni siquiera habían tenido una amistad sana. Siempre habían peleado por todo, discutido hasta el cansancio, él siempre la había había molestado, la había echo llorar y nunca se podía haber defendido de él si no fuese porque a los trece, medianamente, comenzó a enfadarse del trato que Trunks tenía con ella y no lo había aguantado más. Luego de varias peleas, de ambas partes ésta vez, Marron decidió que Trunks no valía la pena siquiera para discutir y se alejó mucho de él; fue el causante de la separación de Bra y ella.
No lo odiaba. Al menos no ahora. Antes lo había echo demasiado.
¿Qué hacía él ahí? No tenía la menor idea, y tampoco le interesaba mucho; lo había invitado por simple respeto, porque era el hermano de su mejor amiga, y Bra se enojaría si se enteraba de que Marron había estado con su hermano y no lo había invitado. Pero, a pesar de todo, estaría bueno trabar una amistad con él; ya habían crecido, y seguramente Trunks no seguría siendo tan condendamente inmaduro. Aunque la cara que había puesto y las pocas ganas de devolverle el saludo había dejado a Marron con la fea sensación de que nada cambiaría entre ellos a pesar de que los años ya habían pasado.
Una bocina la desconcertó. Max, en la otra parte de la calle, estaba estacionado en lo que seguramente era su auto y le estaba sonriendo. Marron le devolvió la sonrisa y se apresuró a subirse al coche lujoso y de color negro. El frío y el viento maldito fueron amortiguados por un suave calorcito al entrar al auto. Bobby, que estaba en el regaso de Max, rápidamente saltó junto a Marron y se acurrucó en su regazo.
—Perdón por la tardanza —dijo, undiéndose en el asiento.
—No hay problema —le devolvió una cálida sonrisa, Marron miró hacia otro lado, cohibida—. Fui a buscar el auto cuando ví que la tormenta estaba por comenzar.
—Gracias —contestó—. ¿Quiéres quedarte a comer? Aún falta para el almuerzo pero puedo hacer algo...
—Me encantaría —admitió.
Marron pensó en Trunks y se preocupó. La tormenta se estaba intensificando, y se venía venir muy rápido. Luego recordó que siendo el heredero de una corporación multimillonaria, era muy fácil que tuviera un coche en el que moverse. Acarició a Bobby en la cabeza, el gato dormía plácidamente.
Y maldición. Trunks está aún más guapo que antes.
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=)
¿Y? ¿Qué les pareció? Cuando lo escribía, me sentía bien, no tenía nada que me detenía y escribí éste capítulo en un tironazo. Aún así, no me gusta mucho cuando lo leí. Es que no es tan Dragon Ball como me gustaría. Pero, para hacerme feliz, me dije a mí misma que está narrado mayormente desde la perspectiva de Marron y Bra; y ellas son personas normales. Y a Trunks, lo estoy intentando hacer normal, porque aunque en DBGT /odio/ era bastante desinteresado en la lucha, el pequeño Trunks siempre fue, al igual que Goten (otro realmente cambiado en GT), eran re luchadores y les gustaba mucho pelear. No sé si el fic llega a ser Universe Altern porque los poderes siguen, pero, no sé. Bueno, ustedes dirán; espero lo hagan. Me gustaría comentarios con críticas constructivas, para ayudarme a mejorar ya que eso es lo que estoy buscando. Espero me entiendan. Saludos y prometo actualizar, no sé muy bien cuando, depende de los comentarios, pero prometo actualizar. Gracias a los reviews sin cuenta (ya que agradezco a aquellos que tienen cuenta a través de un MP´s es necesario hacerlo por acá; tengan en cuenta que no podré hacerlo siempre; sobretodo porque detesto lo poco prolijo que queda).
BardockSSJ4: una lástima que no te guste el BraxGoten, espero puedas leer el fic de todas maneras =)
Super: me alegro mucho =) espero verte en el segundo capítulo.
Gabyyy: gracias "Gaby", eres muy amable =)
Samhanta: gracias Sam, adoro mucho tu forma de hacerme ver las cosas =)
trilbi: eres un sol, gracias =)
Alich: estoy completamente de acuerdo con lo primero, saludos =)
shelda: absolutamente, shelda, gracias =)
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Disclaimer: los personajes son propiedad de Akira Toriyama. Excepto aquellos que no conozcan.
