LA VERDAD.
Capítulo I.
No había ningún cazador ese viernes por la tarde en el quinto piso del Raven's Flat, cuartel general de la STN-J. Excepto por la chica nueva que había llegado como reemplazo hacía un par de meses y el hacker, quien de cualquier modo debía permanecer allí permanentemente. Kosaka había ido a una reunión aparentemente importante y su asistente llevaba un par de días de vacaciones. Los demás habían salido en busca de un brujo que había huido la última vez.
El edificio permanecía en silencio, salvo por algún ruido en la recepción producto de alguna máquina utilizada para pulir los pisos o el vago sonido de teléfonos que sonaban un par de veces antes de ser contestados.
Robin revisó una vez más el expediente del brujo que supuestamente estaba relacionado con el caso que llevaba el grupo de cazadores de la STN-J en ese momento. El sujeto en cuestión había fallecido hacía más de cinco años, pero Amon insistió en que era necesario que Robin revisara sus antecedentes. Sin embargo, la joven estaba totalmente consciente de que Amon la estaba ocupando en algo mientras los demás salían a cazar, y todo por la última caza, la cual había resultado un desastre gracias a que Robin olvidó ponerse las gafas en el último momento e incendió accidentalmente el brazo derecho de Amon. El resultado: el escape del brujo, quemaduras de primer grado a terceros (en términos más claros, a Amon) e inactividad en las cazas por tiempo indefinido.
Todos se habían dado cuenta de que Amon la había castigado de la manera más sutil, pero Robin acababa de llegar allí y merecía que la disculparan por ese tipo de errores. Después de todo, en las demás cazas se había mostrado muy responsable y bastante efectiva, y aunque Amon nunca lo admitiría, realmente valoraba la capacidad del nuevo elemento de la STN-J. Sin embargo, todo parecía indicar, según la percepción de Robin con respecto a la actitud autoritaria y gélida de Amon, que al cazador le parecía que era demasiado inexperta en los métodos de la STN-J y que necesitaba un par de correctivos para pulir sus aptitudes.
Michael miró de reojo a la aburrida bruja mientras seguía hojeando apáticamente el viejo expediente con datos evidentemente inútiles. A él realmente no le incomodaba que ella se quedara. De hecho, le gustaba tener compañía de vez en cuando, y más si se trataba de una chica. Michael rió muy bajito para sí mismo al pensar en estas cosas. Está muy lejos de ser mi chica, pensó. Lo que lo llevó a iniciar una pequeña conversación con ella.
-Oye, Robin...- dijo sonriendo, girándose en su silla para mirarla de frente.
Robin levantó la mirada para encontrarse con los ojos del hacker.
-¿Hm?
-¿Realmente crees que esas cosas sirvan de algo?
Robin hizo una mueca de inconformidad.
-Por supuesto que no- respondió, con un dejo de decepción en su voz-. Sé que Amon se molestó mucho por lo de la última vez, y no lo culpo. Después de todo, es de novatos cometer ese tipo de errores, y si me aceptaron aquí fue porque confiaron en que haría bien las cosas.
-Oh, vamos- Michael se levantó y fue hacia ella para darle una palmadita en la espalda-. ¿A caso crees que Amon no cometió errores cuando recién empezó a cazar?
-¿En verdad los cometió?- preguntó Robin, esperanzada.
-Bueno... no lo sé, pero supongo que sí. Digo, aunque no lo parezca, es un ser humano como tú y seguramente se equivocó muchas veces antes de aprender a la perfección las cosas elementales que debe tener en mente un cazador.
Robin sonrió y miró hacia abajo unos segundos. Luego volvió a fijar la mirada en el rostro de su compañero.
-Te agradezco los ánimos, Michael.
-No lo agradezcas. Además, es algo de pensarse. Amon no llegó hasta donde está de un día para otro. Y estoy seguro de que serás una gran cazadora dentro de muy poco.
Michael volvió a su lugar. Le sorprendió un poco lo que había acabado de decir. Hacía mucho tiempo que no le hablaba así a alguien. Menos a una chica. Lo que le llevó a recordar el verdadero propósito de su plática en un principio.
-Robin...
La joven había vuelto a hojear apáticamente el polvoriento expediente, pero concentró nuevamente su atención en Michael.
-Dime.
Michael se aclaró un poco la garganta. Notó que las manos se le humedecían levemente.
-¿Has hecho algún amigo desde que llegaste a Japón?
Robin cerró el expediente y miró vagamente a un punto aleatorio en el techo. En su rostro se dibujó una pequeña expresión de ánimo. Suspiró.
-Bueno, realmente no he conocido a nadie además de la gente que trabaja aquí. Y a Touko, mi compañera de cuarto. Pero siento hacia ustedes un aprecio especial, y los considero mis amigos.
Michael tragó saliva.
-¿Me consideras tu amigo?
-Por supuesto que sí- sonrió Robin-. Y tú... ¿me consideras tu amiga?
-Ehm... pero claro. De hecho, deseaba decirte que... cuentas conmigo para lo que se te ofrezca.
¿En verdad había dicho eso? Se había oído tan cursi...
-Siempre estaré aquí para ayudarte... literalmente.- finalizó.
Robin soltó una risita. Michael sonrió un poco forzado.
-Oh, lo siento...- dijo Robin, llevándose una mano a la boca- No creas que me hace gracia el que tengas que quedarte aquí día y noche...
-No te preocupes. La verdad es que llegas a acostumbrarte. No está tan mal después de todo; me refiero a que tengo acceso a Internet las 24 horas del día y derecho a todo el café que mi organismo sea capaz de consumir.
Robin se puso muy seria.
-Quiero que sepas que tú también cuentas conmigo para lo que pueda servirte.-dijo un poco tímidamente.
Michael sonrió.
-Gracias.
Ambos se miraron fijamente a los ojos algunos segundos. Luego cada quien volvió a su actividad. Robin comenzó a hojear por milésima vez el historial del brujo, y aparentemente no pensaba en nada más que en lo mucho que hubiera deseado ir con los demás a cazar ese día. Pero Michael no dejaba de llamarse a sí mismo idiota y cobarde mentalmente. No había tenido el valor suficiente para insinuarle a Robin que llamaba su atención y que le parecía una chica linda. Pero no era muy tarde. Al parecer los otros tardarían un poco más, pues ya habían pasado varias horas y Michael no recibía ningún reporte o comentario de ninguno de ellos. Aparentemente la caza aún no había finalizado. Así pues, todavía le quedaba algún tiempo para conversar con Robin antes de que llegaran los demás a robarle su privacidad.
-Robin, ¿extrañas el lugar de donde viniste?- le soltó de pronto.
Robin, un poco sorprendida por la pregunta, volvió a mirar aleatoriamente al techo.
-Vienes de un monasterio, ¿no es así?- quiso confirmar Michael.
-Sí, así es- comenzó ella-. La verdad no hice relaciones muy fuertes con las otras hermanas, pero extraño mucho a Juliano. El me crió, podría decirse que es mi familia. Después de todo, no recuerdo a mis padres. Pero además de él, realmente no creo extrañar a nadie más. Salvo el monasterio en sí, pues ahí fue donde crecí.
-¿Jamás conociste a algún chico en particular?- preguntó Michael sin pensar. Lo que le hizo volverse a llamar idiota mentalmente, pues era una pregunta bastante indiscreta.
Robin se ruborizó levemente.
-En un convento no se tiene oportunidad de conocer chicos..- respondió en voz muy bajita.
-¡Ah, claro, jajajaja!- rió Michael torpemente. Sabía que la pregunta había sido estúpida.
-Será agradable conocer a algún joven ahora que he tratado con más gente que antes.- sonrió Robin.
Michael sintió que se ahogaba un poco con su propia saliva. No esperaba una respuesta así por parte de Robin.
-Y... ¿qué características tiene el joven que robaría tu corazón?- ¡Maldición! Había vuelto a hacer una pregunta increíblemente estúpida. Se había escuchado tan cursi como una plática entre chicas o como una especie de encabezado de artículo de revista para adolescentes.
Robin abrió los ojos de par en par. No sonrió, pero la pregunta no pareció inconformarla, pues respondió a ella.
-Supongo que...- comenzó a decir- tendría que ser alguien parecido a mí. Me gustaría alguien que pudiera comprenderme y a quien yo pudiera comprender sin necesidad de usar palabras. Alguien que me enseñara lecciones sobre la vida y mi propia persona. Un joven de carácter fuerte y maduro que fuera duro conmigo cuando necesitara serlo, pero que aún así fuera comprensivo y amable. Alguien como...
Se detuvo en seco. Sacudió la cabeza antes de finalizar:
-Alguien como yo.
Michael había sentido por un momento que Robin iba a mencionar un nombre en particular al final de su frase, pero aparentemente no fue lo que había pretendido hacer.
-Vaya...- exclamó el joven- Realmente sabes lo que quieres, ¿no es así?
Robin esbozó una sonrisa levemente triste.
-Yo no soy tan exigente con las chicas, sabes...- dijo Michael, entrelazando los dedos detrás de su nuca- Simplemente necesitan ser divertidas y tener sentido del humor
Robin rió.
-¿Te hace gracia?- preguntó Michael, algo confundido.
-¿Sabes? Has estado actuando de un modo bastante extraño desde que se fueron los demás.
Michael sintió como si le hubieran vaciado un balde de agua helada sobre la cabeza. Al mismo tiempo sintió que se enrojecía un poco.
-¿A... a qué te refieres?
-No me imaginé que te interesaran este tipo de pláticas. De hecho, pensé que eras mucho más serio. Pero al parecer eres una persona bastante abierta, ¿cierto?
El joven sintió que se le caía la cara de vergüenza. Era cierto. Había hablado de más, preguntado de más y actuado de manera diferente de lo normal. Y todo ¿por qué? Por ese rostro bonito... Demonios. Ya había olvidado la razón por la cual prefería los ordenadores que las chicas.
-Mhm...- Michael se aclaró la garganta- Solamente quería conversar un rato contigo para que no te aburrieras demasiado. Quiero decir, Amon realmente te aplicó un buen correctivo, ¿verdad?- rió.
Robin borró la sonrisa de un segundo atrás y la sustituyó por una cara de inconformidad, acompañada de un ceño fruncido.
-No me hizo gracia.
Michael abrió los ojos de par en par.
-No te molestes, estoy jugando contigo- sonrió-. Además, ¡a mí tampoco me hizo gracia que te rieras de mi conversación..!
Robin bajó la mirada.
-Él cree que soy ineficiente.- dijo en un susurro.
Michael la miró con seriedad.
-¿Cómo dices..?
-Amon no cree que pueda llegar a ser un buen elemento después de todo. Tal vez tenga razón. Para él soy sólo... una niña.
El joven no se atrevió a decir nada. No sabía cómo responder a ese comentario. Robin miró fijamente el expediente que sostenía con ambas manos sobre sus piernas. Como si ahí hubiera podido encontrar la respuesta del porqué Amon la subestimaba tanto. Sin quererlo realmente, comenzó a sostener más fuerte de lo necesario aquellos papeles. No sabía a ciencia cierta si era rabia o tristeza lo que sentía con respecto a esa actitud por parte de Amon. Sentía como si nada fuera suficiente para probarle que realmente se estaba esforzando en su trabajo.
Michael finalmente comenzó a articular una frase.
-Robin, tú...
Robin lo miró inexpresivamente.
Pero antes de que Michael pudiera terminar, la voz de Karasuma, proveniente del altavoz de Michael, irrumpió en la oficina.
-¡Michael! ¿Estás ahí?
-¡No, me encuentro bebiendo una piña colada en la terraza de un hotel a la orilla del mar!- respondió Michael en un tono sarcástico.
Robin no pudo evitar soltar una risita.
-Ah, pero claro...- dijo la impaciente voz de Karasuma- Compórtate, ¿quieres?
-¿Y esperas que me comporte después de que ustedes se olvidaron de comunicarme el status de la misión durante más de dos horas?- respondió Michael, algo irritado.
Karasuma tardó un par de segundos antes de contestar:
-Mira, lo sentimos, las cosas se complicaron un poco y entramos unos momentos en una zona donde no funcionaban los aparatos electrónicos...
-¿Cómo dices?- exclamó Michael- ¿Se encuentran todos bien?
Robin se exaltó un poco también.
-Nos encontramos todos bien- confirmó Karasuma-. No sabemos a qué se debió realmente, pero ya inmovilizamos al objetivo. Está listo para que se lo lleven los de la Fábrica. Realmente fue más fácil de lo que esperábamos. Tardamos más tiempo en hallarlo que en capturarlo.
Robin sintió un vacío en el estómago. De no haber sido por ella habrían capturado al brujo con la misma rapidez aquella ocasión.
-Ah, muy bien, entonces- suspiró Michael, aliviado-. Llamaré a los chicos de la Fábrica. ¿Cuál es su ubicación?
Karasuma le indicó la dirección a Michael. Robin aún no podía imaginar cuál sería la reacción de Amon cuando llegara. Seguramente le remarcaría el hecho de que la caza sin ella había resultado exitosa.
-Estaremos allá en veinte minutos más.- finalizó Karasuma, cortando la comunicación.
Michael procedió a llamar a la Fábrica para proporcionarle los datos necesarios, mientras Robin permanecía petrificada en su silla. Mientras el joven hacía la llamada, miró con detenimiento a su compañera. Se dio cuenta de lo preocupada que parecía de pronto.
-Me pregunto qué tipo de efectos provoca Amon en ella...- pensó.
Momentos después, Karasuma y los demás comenzaron a entrar a la oficina. Sakaki y Doujima comentaban algo con expresiones alegres, mientras Karasuma se sonreía y hablaba con ellos también. Robin no alcanzaba a entender nada de lo que decían, pues estaba completamente concentrada en la apartada y oscura figura que venía detrás de ellos. Como siempre, Amon venía totalmente por su cuenta y con aire indiferente, como si no perteneciera al grupo. Su presencia ponía nerviosa a Robin. Pero lo qué más le afectaba de él era su brazo derecho, en el cual se podían distinguir los blancos vendajes bajo las mangas negras de su gabardina.
-Ah, estoy exhausto...- suspiró Sakaki, dejándose caer en su silla.
-Exhausto, dices...- le replicó Doujima, arqueando una ceja- Como si hubieras hecho gran cosa.
-¡Mira quién lo dice!- exclamó el chico.
Doujima le respondió algo a lo que Robin nuevamente no puso atención, pues estaba mirando atentamente cómo Amon tomaba asiento en su lugar correspondiente, sin siquiera dirigirle la palabra. En cierto modo le alivió un poco que no le hubiera replicado nada. Simplemente había llegado a cruzarse de brazos en su asiento, mirando apáticamente a algún punto de la oficina desconocido para Robin.
-¡Vamos! No discutan el día de hoy- sonrió Karasuma-. Recuerden que hoy es viernes ¡y un día especial para la chica especial del grupo!
Doujima rió.
-Es verdad, hay que ahorrar fuerzas para la noche, ¿verdad?- dijo, dándole un codazo a Sakaki.
Robin casi lo había olvidado. Ese día era cumpleaños de Doujima, y habían decidido festejarlo en algún karaoke o bar después del trabajo.
-Mhm...- refunfuñó Michael.
-Oh, Michael... no me vas a decir que te deprime no poder ir con nosotros...- le dijo Doujima en tono de burla.
-No deberías hacer ese tipo de comentarios, Doujima-kun...- le replicó Karasuma.
-Al contrario, me siento afortunado de no tener que oírte cantar esta noche...- rió Michael.
Doujima frunció el ceño.
-¿Cómo dijiste...?
Karasuma rió discretamente antes de reparar en la ausente y algo trise expresión de Robin. Luego miró hacia donde se encontraba Amon.
-Robin, anímate.- le dijo en voz baja, poniendo su mano sobre el hombro de la joven.
-¿Uh?
-No está tan molesto como parece, créeme.- le sonrió.
Robin miró hacia sus propias rodillas.
-Lo siento, Karasuma-san, no sé a qué te refieres.- respondió inexpresivamente.
Karasuma hizo un pequeño gesto de preocupación.
-Robin...
-Y tú, Robin, ¿estarás dispuesta a interpretarnos una canción esta noche?- le preguntó de pronto Doujima, poniendo su cara a menos de veinte centímetros de la de Robin.
-Eh... bueno, yo no sé... si pueda ir...
-¿Ehhhhh?- exclamó Doujima- ¡No me puedes hacer esto! Tienes que venir, ¡será divertido!
Robin le lanzó disimuladamente una mirada de preocupación a Michael, quien se encogió de hombros, le devolvió una mirada de "Lo siento, no puedo ayudarte" y se puso los audífonos con la música a todo lo que da.
-Es que...- comenzó a decir Robin, no estando muy segura de cómo zafarse de aquel compromiso-... mi Vespa está en el taller, y yo...
-¡Oh, por favor! Cualquiera de nosotros puede llevarte. ¿No es así, Karasuma? ¿Sakaki?
Karasuma asintió con una sonrisa, estando completamente convencida de que una distracción de ese tipo podría alegrar un poco a Robin. Sakaki hizo también un gesto de aprobación distraídamente, pues ya había comenzado a ver alguna cosa al azar en el ordenador.
Robin, sintiéndose acorralada, no pudo más que decir:
-Tendré que llamar a Touko para hacérselo saber...
Doujima lanzó un gritito de alegría. Ante aquello, Robin forzó una débil sonrisa. Segundos después, volvió a dedicarse totalmente a la detenida observación de Amon, quien se mostraba tan indiferente que ni siquiera parecía sentir el peso de la insistente mirada de Robin.
El resto de la tarde hasta que llegó la hora de la salida transcurrió de la manera más normal. Aproximadamente a las 8:00 PM todos comenzaron a apagar los equipos y a salir relajadamente de la oficina. Michael hizo algunos gestos de despedida con una mano a sus compañeros mientras miraba con atención la pantalla de la computadora. Doujima había jalado violentamente a Robin para que saliera con ella; detrás de ellas salía Sakaki con aire despreocupado. Finalmente, Amon y Karasuma salieron juntos de la oficina, un poco aislados de los demás.
Sakaki, Doujima y Robin ya habían bajado en el elevador, por lo cual Amon y Karasuma esperaron en silencio hasta que las puertas de éste volvieron a abrirse delante de ellos. Una vez dentro, Amon presionó el botón que correspondía al estacionamiento o sótano y fijó la mirada en la nada.
Karasuma dudó un poco antes de preguntar:
-¿Vendrás con nosotros esta noche?
-No.
Karasuma frunció el ceño. Sabía que esa sería la respuesta.
-Sé que estas cosas no te agradan en absoluto- le dijo ella con firmeza-, pero te propondré algo.
Amon no se inmutó.
-Si aceptas ir, te invitaré todos los tragos que quieras.
El cazador la miró de reojo.
-No veo por qué pueda interesarte el que yo vaya.- dijo fríamente.
-Considero que te vendría bien el distraerte en el karaoke. Y no hay necesidad alguna de que cantes.
Amon sabía que no necesitaba de ese tipo de cosas para distraerse, mucho menos para tomarse un par de whiskeys. Pero no iba a tomarse la molestia de discutir con Karasuma algo de tan poca importancia.
-No estoy interesado.- dijo escuetamente.
Karasuma le fulminó con la mirada. Nunca le había reprochado el que fuera tan seco o el que se apartara del grupo en situaciones de ese tipo; después de todo, cada quien tiene su carácter y gustos diferentes. Pero por alguna razón desconocida para ella, su indiferencia y frialdad le irritaron como nunca.
-Muy bien- le dijo, con voz retadora-. Si te niegas a ir, les contaré a los chicos lo que pasó aquella ocasión en casa de Touko-san.
Amon abrió los ojos enormemente y miró a Karasuma con incredulidad.
-Me estás amenazando...- le dijo, con un hilo de voz.
-Tómalo como quieras.
-Realmente me estás amenazando.
Karasuma le sonrió maliciosamente.
-Supongo entonces que comprendes la razón por la cual me niego a ir a ese tipo de lugares.- dijo él.
Las puertas del elevador se abrieron nuevamente, permitiéndoles ver cómo Sakaki comenzaba a calentar la motocicleta y Doujima trataba de convencer a Robin de ponerse un conjunto de ropa moderna para ir al karaoke. Karasuma salió del elevador por delante de Amon, dejándolo estupefacto.
-¡Vamos! Te aseguro que no habrá chico que se te resista cuando te vea con esta falda...- decía Doujima a Robin, mostrándole una minifalda que había sacado de la cajuela de su auto. Robin parecía sorprendida ante el hecho de que Doujima tuviera mudas de ropa en su auto.
-Piénsalo bien- le dijo Karasuma a Amon seriamente, mientras se dirigía a su auto y le quitaba la alarma desde poco menos de un metro de distancia-. Sabes que no te conviene para nada que se sepan ese tipo de cosas en la oficina...
Amon trató de no mostrarse amenazado ni mucho menos. Pero sabía que no podría negarse esta vez.
-No sé qué pretendes con esto, y sinceramente no me interesa- comenzó a decir Amon a Karasuma-, pero que te quede claro que solamente aceptaré ir para proteger mi reputación. Ni se te ocurra que volveré a ir con ustedes a lugares parecidos en el futuro...
-¡Chicos!- exclamó Karasuma, interrumpiendo a Amon antes de que pudiera terminar, agitando un brazo en el aire- Me adelantaré. Tengo que pasar a casa por algunas cosas. ¡Robin-chan!
Robin vio en Karasuma una salvación a las insistentes presiones de Doujima.
-¿Sí?- dijo, aproximándose a ellos, con una expresión de alivio.
-Amon te llevará en su auto.
Robin se quedó sin habla. Amon no mostró sorpresa alguna. Supo disimularla bastante bien.
-Pe-pero yo...
-Nos veremos en un rato. No tardaré.- sonrió Karasuma, al tiempo que subía a su auto. Robin seguía sin poder si quiera moverse. Y ciertamente no se dio cuenta de la mirada amenazadora que le lanzó a Amon antes de irse.
Doujima puso una cara de decepción al ver que finalmente no podría vestir a Robin de chica moderna, y se limitó a guardar apáticamente la ropa en la cajuela.
-Bueno, puesto que hacen planes sin preguntarle a una primero...- suspiró Doujima, dirigiéndose a Robin y Amon- supongo que nos veremos allá.- y subió también a su auto.
Antes de que Robin pudiera darse cuenta, en el estacionamiento sólo quedaron Amon, su auto y ella.
Ambos cazadores se miraron fija e inexpresivamente durante algunos segundos, sin siquiera mover un músculo. El silencio comenzó a incomodar a la joven. Finalmente, Amon caminó lentamente hacia el auto, dejando unos pasos atrás a la petrificada Robin.
Abrió la puerta del copiloto.
-Sube.- le dijo a Robin con un ademán.
Robin parpadeó con fuerza un par de veces, asintió nerviosamente y se apresuró a subir. Amon esperó a que subiera para cerrar la puerta con firmeza. Pasó por delante del coche y subió también. Encendió el auto y lo puso en marcha.
Mientras ambos se ponían el cinturón de seguridad al salir del estacionamiento, Robin se preguntó con cierto pavor lo que estaba por suceder aquel extraño viernes por la noche.
