El Caballero, el trovador ... y ella.
Por Scarleth
Cuando los ingleses amenazan con invadir tus tierras y reclamar tu país como propio, las perspectivas cambian radicalmente.
Las tan codiciadas tierras escocesas se resistían con bravura ante la invasión inglesa. No había un solo caballero que no estuviera dispuesto a poner su espada y escudo al servicio de su país. El rey, lo mismo que los clanes que la formaban no cedían ni un centímetro sin dar una ardua y merecida pelea. Escocia resistía el ataque y esto no agradaba en nada a los ingleses.
Era un hecho que si querían conquistar Escocia, tendrían que dominar primero Edimburgo, y era precisamente por este motivo que los escoceses custodiaban y protegían sus muros, las joyas milenarias que los definían y a su monarca, como si en ello se les fuera la vida.
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No era una nota cualquiera. A un llamado urgente del rey, no quedaba otra cosa que ensillar el caballo y preparar la escolta para presentarse ante su majestad lo antes posible.
Los tiempos pedían acción y la lealtad a la patria exigía preparar las defensas ante cualquier enemigo que intentase algo en su contra.
-Y esto sólo puede ser indicio de algo grave …
Dio las ordenes pertinentes y sin pensarlo más, salió dejando las Tierras Altas para dirigirse a Edimburgo.
El no lo sabía aún, pero todos los representantes de los clanes habían sido convocados para una reunión urgente con su majestad.
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Con la voz de alerta corrieron a amontonarse en la pequeña ventana que daba hacia la entrada por el que el cortejo avanzaba por los caminos endolsados, que terminaban en el imponente fuerte que protegía al rey de los intrusos. A la cabeza venía el hombre en el que todos fijaban sus esperanzas, y que era el preferido de la princesa. Quizá fuera el que ocuparía el trono al morir el actual monarca. Los corazones palpitaban llenos de esperanza al verlos avanzar.
Las muchachas que habitaban en los alrededores contaban los días en los que el los jefes de los clanes entrarían al palacio. Eran jóvenes y apuestos, entrenados para defender a su patria y la corona. De entre ellos destacaba por valor e ímpetu del dirigente del Clan Andrew. Había recibido un físico incomparable, heredado de sus padres. Muy rubio, con unos ojos azules que miraban con entereza y valentía. Su elevada estatura denotaban músculos de acero debajo de la perfecta armadura.
El no sabía que los corazones de toda Escocia latían al unísono con el de él. Estaban en sus manos, era su héroe, su esperanza, el protagonista de los sueños de libertad de cada uno de los pobladores y el sueño romántico de cada jovencita.
Ninguna mujer era inmune a sus encantos … ni siquiera la princesa Eliza, que hacía hasta lo imposible por ganar su favor, sin éxito hasta el momento.
-¡Demonios mujer! ¡Date prisa que no tarda en llegar! - gritó aventando un alhajero que se rompió en mil pedazos, haciendo saltar todas las joyas que contenía – yo no sé cómo diablos se le ocurrió a mi padre ponerte a mi servicio … ¡eres una inútil! ¡No sirves para nada! ¡Lárgate!
La muchacha asustada salió cabizbaja, parecía que nada le salía bien. Agradecía con el alma la oportunidad de trabajar el palacio, pero estaba segura que no duraría mucho. Lo mismo que había pasado con las anteriores servidoras de la caprichosa e irritable princesa, seguramente sucedería con ella. Tenía un genio que ...
Sus rubios cabellos se agitaron con la brisa de la tarde y entonces escuchó el sonido de los cascos de los caballos que avanzaban hacia el hall para la reunión con su majestad. Se escondió rápidamente tras uno de los pilares y vio avanzar uno por uno a los más ilustres miembros de la sociedad escocesa, a los más arrojados y valientes caballeros de su país.
¡Qué diferente hubiera sido todo para ella de haber nacido en una cuna de oro! ¡Cuán diferente hubiera sido su destino!
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-No debes sentir pena por tí misma. Jamás fuiste derrotista pecas.
-Antes no había estado en una situación como esta.
-¿Bromeas? has estado en miles peores. Ahora eres la doncella de la bella Eliza – murmuró entornando los ojos al recordar el rostro de la princesa.
-Bella ... prepotente, grosera, irritante, irascible …
-Suficiente … suficiente, ya entendí la idea – contestó el trovador ante la sarta de calificativos que su mejor amiga hacía en esos momentos de la mujer más bella y codiciada de esas tierras.
-¿Crees que Sir Andrew pida su mano?
-Pues yo no pediría sólo su mano … yo la pediría completita.
-¡Terry!
-Bromeaba pecas …. bromeaba – dijo con tremenda sonrisa y tomando su pluma.
-¿Vas a escribir otra vez sobre ella?
-Ultimamente es sobre lo único que puedo escribir y por favor NO ME DES IDEAS, no puedo poner las bondades de su carácter en mis escritos porque me encierran de por vida en la mazmorra o me atan a uno de los cañones y soy lo primero que verán los enemigos del reino al intentar avanzar por nuestras tierras.
-¡Eres un exagerado! Sabes que no podrán vencernos. El ejército que tenemos podrá contra cualquier enermigo … Sir Andrew ...
-¡Vaya! ¡Otra!
-¿Otra qué? - preguntó confundida.
-Otra que cae ante los encantos de Sir Andrew.
-¡Claro que no! Yo no caigo ante los encantos de nadie … y aunque así fuera, yo sí sé dónde está mi lugar.
-Albert Andrew no es como los demás Candy … él no se fija en los rangos.
-Pero yo sí.
-Candy - le dijo acercándose a ella y tomando delicadamente uno de sus rizos - … eres lo suficiente hermosa y lo suficientemente buena para poder conquistar a un príncipe si quisieras.
-¡Basta Terry! - le dijo mirándolo con seriedad y dándole un manotazo - ni con todas tus artes lograrás que te diga dónde estará mañana la princesa.
-¡Eres mala! … ¡muy mala! - le reprochó haciendo un puchero - ¿Cómo quieres que me inspire si no la puedo ver?
-Mejor escribe sobre otra cosa, sólo de acordarme de ella me tiemblan las rodillas.
-A mí también - contestó suspirando de manera pícara, y recibiendo un coscorrón por parte de su amiga.
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Candy siguió en sus quehaceres y Terry se escabulló en el castillo.
Quería verlo ... se le antojaba saludarlo y lo haría antes de que tuvieran que irse nuevamente.
Esperó con paciencia, tocando unos cuantos acordes para pensar en nuevas coplas dedicadas a su hermosa pero caprichosa princesa. En eso estaba justamente cuando lo vio a lo lejos. Se puso en pie de un salto y caminó directo hacia él.
Albert estaba sumido en sus pensamientos, y no ponía mucha atención. La situación por la que atravesaban era crítica y lo tenía seriamente preocupado.
-Sir Albert Andrew - dijo Terry con voz fuerte y clara, plantándose frente a él.
El rubio se detuvo en seco y volteó a verlo. Reconocería esa voz en cualquier parte del mundo.
-¡Terry Grandchester! – exclamó sorprendido al verlo y acercándose a darle un fuerte abrazo – nunca imaginé encontrarte aquí mi querido Duque de Grandchester.
-Ex duque querido amigo … Duque por nacimiento, trovador por convicción. Me sienta mejor ese título, aunque a mi padre no le haya hecho gracia.
-Te admiro Terrence, no cualquiera renunciaría a lo que tú tuviste, por seguir una vocación.
-No es cosa de admirar Albert, pero bueno, dejémoslo así … mejor dime qué esta pasando aquí.
-Muchas cosas … y podríamos necesitar un buen brazo …
-Me retiré de eso hace mucho tiempo.
-Considéralo cuando menos. No sabemos qué traiga el futuro … o si tengamos uno.
Continuará …
Hola ... aqui les dejo el primer cap. de este fic. Hace como 2 a;os se hizo un reto para la guerra florida sobre hacer un fic en el que Albert fuera un caballero, Terry un trovador y Candy una sirvienta. Nunca lo termine pero si me quede con la idea ... asi que le seguire y a ver a donde me lleva jijijiji!
Besos guapetonas ...
Scarleth ;)
p.d. ya le cambie el titulo ... jijijijijiji!
