¡Hola a todas!
Bienvenidas a esta aventura que he decidido emprender en el mundo de Candy Candy. Es la primera vez que escribo lo que mi imaginación ha creado en mi cabeza con relación a esta historia que marcó mi infancia.
Quiero agradecer a mi querida amiga Ms. Puddle por apoyarme e impulsarme a tomar la decisión de compartir mi historia con ustedes.
Quiero mencionar también que la historia original y sus personajes le pertenecen a sus creadoras Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. El anime le pertenece Toei Animation.
Valor, Honor y Lealtad es una historia de Universo Alterno, donde aparecen nuevos personajes. Empieza mucho tiempo antes de que nuestros queridos amigos conozcan a Candy. Además, descubriremos un personaje femenino adicional que le dará un giro a la historia. Espero que me den la oportunidad de cautivarles con Elaine, a quien cariñosamente denominaremos "Lainie".
Esta historia ha sido creada únicamente con el fin de entretener y agradar a quienes la leen. Espero que la disfruten tanto como yo he disfrutado al escribirla.
SweetCandyAndley
Valor, Honor y Lealtad.
Capítulo 1
Dejando Escocia.
Era la madrugada del ocho de marzo de mil novecientos cuatro. Aún estaba oscuro cuando la nana entró en la habitación. Ha cuidado de su pequeña señorita desde que nació. Es una joven de dieciocho años, de cabellos negros y tez blanca. Tiene los ojos de color café y sus rasgos son amables. Suavemente llamó a la niña esperando que despertara. Lentamente la ayudó a incorporarse, para que pudiera vestirse y prepararse para salir. La pequeña no comprendía del todo lo que estaba sucediendo, pero al ver el rostro de su nana, se sintió tranquila.
– Nina, pero ¿por qué me despiertas tan temprano? Todavía tengo mucho sueño.
– Vamos, apúrate pequeña, no tenemos mucho tiempo.
- Tiempo, ¿para qué? –
Al terminar de arreglarla la tomó de la mano y con la otra agarró una pequeña maleta que ya tenía preparada y escondida dentro del ropero.
Apresuró el paso por los corredores que aún se encontraban oscuros y viendo en todas direcciones evitó que las encontraran. Salieron en silencio de la mansión que hasta ese momento había sido su hogar. Cuando llegaron a la reja que estaba al final del patio detrás de la casa, un gran carruaje ya las esperaba. Las maletas, baúles y cajas que conformaban todo su equipaje ya se encontraba en la parte trasera. Cuando la pequeña vio a su madre bajar del carruaje se sintió ligeramente aliviada. Jack también se encontraba ahí. Un joven de 20 años que junto a Nina habían sido dos de las personas de mayor confianza de sus padres. La dama se acercó a ellos y de inmediato les dijo:
– Jack, Nina, tienen que llevarla a América, busquen en Chicago a la Sra. Elroy Andley. Jack, ¿traes contigo los documentos que te entregó Lord Kendrick?- Ante el gesto afirmativo del joven, la dama continuó - Deben asegurarse de que la niña se quede con ella. No necesito recordarles cuán importante es lo que les estoy pidiendo. En estos momentos sólo en ella y en el Señor George Johnson podemos confiar. Si todo sale bien, nosotros los alcanzaremos en unos meses. Jack, aquí tienes los pasajes, viajarán en primera clase en el Cedric (1), rumbo a Nueva York. Sé que las cuidarás bien. Todo está perfectamente programado, no deberán tener ningún problema.
- Nina, no la pierdas de vista. Toma, llévate estos botones de jazmín. Serán un hermoso recuerdo. Cuida de ellos.- le dijo a la joven que sostenía en sus brazos a la niña.
En ese momento la pequeña supo que viajaría a América, un lugar que desconocía. Le preocupaba que su madre no fuera con ella. Observó su rostro una vez más y aunque no quería separarse de sus brazos, ella la miraba con tanto amor en sus enormes ojos grises que aun sin palabras, pudo entender que esto era importante para ella. Sintió que las lágrimas recorrían sus mejillas, pero recordaba lo que su padre siempre le decía, "Virtute, Honore et Fidem" (2), el lema de su Clan. Debía esforzarse y ser valiente (3). Le dio los brazos a Jack quien la ayudó a subir y la acomodó en el asiento y que luego retrocedió para ayudar a Nina.
– Viajarán como hermanos, serán una familia, así no llamarán la atención, tendrán dos camarotes continuos. El apellido con el que viajarán es Wellington. Por ningún motivo usen cualquier otro. Los pasajes de tren estarán listos cuando lleguen a la estación de Nueva York y deben partir de inmediato hacia Chicago. A partir de ahora, ella será Elaine Wellington. - Fueron las últimas instrucciones de la Dama.
La pequeña se asomó por la ventana y cuando el cochero inició el viaje observó la figura de su madre hacerse pequeña en la distancia hasta que no la vio más. Su primer destino era el puerto de Liverpool.
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Elaine no comprendía por qué tenía que viajar hacia un país lejano, sin sus padres. Nunca se había separado de ellos, nadie le explicó porque tenía que vivir esta aventura por su cuenta. Habían pasado tres largos días y ahora lo único que podía ver en la distancia era la inmensidad del océano. Su hogar había quedado muy atrás y algo en su interior le decía que no regresaría pronto. Aunque solía ser una aventurera innata, en esa ocasión por primera vez sintió miedo. Todo era tan diferente. No pudo evitar sentirse triste ni que las lágrimas recorrieran sus mejillas nuevamente. Aunque sus ojos ardían y quemaban, era simplemente inevitable.
- Nina, ¿por qué tenemos que ir tan lejos? ¿Cuánto falta para llegar? – preguntaba constantemente. Las horas eran largas y la tristeza empezaba a hacerse presente en su corazón.
- Todavía viajaremos algunos días más. Es importante mantenerte a salvo. Por eso tus padres han decidido que hagamos este viaje.
- ¿Y eso qué significa? ¿Es que ya no me quieren?
- No digas eso. Ellos te aman más que a cualquier otra cosa en el mundo.
- ¿Y entonces, por qué me alejan de ellos? ¡Yo los extraño mucho!
- Y ellos seguramente te extrañan igual. Por el momento no lo comprendes, pero algún día lo harás.
- Pero no quiero estar sola, quiero su compañía.
- Jack y yo te prometemos que no te dejaremos sola, hasta que te reúnas con tus padres nuevamente, ¿te parece bien?
- Sí.
- Elaine, ¿recuerdas que nombre debes usar en todo momento?
- Si, Elaine Wellington.
- Muy bien.
Después de esa conversación, el ánimo de la pequeña cambió y pasaron agradables momentos entre juegos y risas en el interior del camarote. Habían logrado el objetivo de pasar desapercibidos y todos creían que eran una hermosa familia. La idea le agradó mucho a la pequeña, que aprovechaba la situación para sentirse querida y protegida.
Una mañana deseaba tomar un poco de aire. La realidad es que no le agrada estar mucho tiempo encerrada porque se sentía asfixiada. Así en compañía de Nina y Jack salieron a explorar el barco. Prepararon algunos bocadillos y decidieron jugar a las escondidas para ver quien encontraba el mejor escondite. Para la pequeña fue fácil encontrar a sus amigos, pero cuando fue su turno se le ocurrió meterse en uno de los botes salvavidas. Al esperar, se quedó dormida sin darse cuenta del tiempo que había transcurrido. Cuando despertó ya había oscurecido y alcanzó a escuchar muchas voces alrededor. Cuando regresó al camarote las caras de Jack y Nina estaban muy tensas. Al verla, sana y salva, se sintieron aliviados. Sin embargo, tuvieron que llamarle la atención y pedirle que no volviera a darles un susto como ése. Se habían preocupado por ella. Al principio pensó que jugar a las escondidas era divertido, pero cuando se dio cuenta que en verdad no les había hecho pasar un rato agradable, dejó de interesarle ese juego. Jack tuvo que disculparse con el Capitán, pues algunos oficiales se habían unido a la búsqueda.
Después de la cena, todos se retiraron a descansar y en cuanto estuvo bañada y lista para acostarse, sólo hizo falta que pusiera su cabeza en la almohada y se quedó profundamente dormida. El cansancio del día le cobró factura.
Al otro día, temprano en la mañana, se le ocurrió pedir disculpas personalmente al Capitán. Después de todo, había sido ella a quien estaban buscando. Le pidió a Nina que la llevara desde temprano y pensó en llevar algunas galletas. Cuando estuvieron listas se dirigieron a la cabina de mando.
Tuvieron que esperar unos momentos afuera, deseando ver al Capitán. No pasó mucho tiempo cuando lo vieron dirigirse hasta donde se encontraban. Las saludó cordialmente y ella haciendo gala de su mejor sonrisa se presentó. Le ofreció una disculpa por el mal rato que les había hecho pasar. El Capitán la observó muy serio y después de unos instantes le dijo que le había hecho recordar a sus dos hijas que vivían en Londres. Durante sus vacaciones solía jugar con ellas a las escondidas también. Sostuvieron una pequeña charla y la pequeña le pidió a "su hermana" el paquete con las galletas de chocolate que llevaban y las compartieron con él. Las invitó a la cabina y ante la mirada sorprendida de algunos oficiales, a quienes la pequeña también ofreció una disculpa, el Capitán solicitó a la cocina que les enviaran tres vasos grandes con leche. Después de esa mañana compartieron galletas y leche todos los días durante el resto del viaje.
El tiempo pasó mucho más rápido y pudo conocer a otras personas que también viajaban rumbo a América. Entre los pasajeros, había uno que particularmente le llamó la atención. Se parecía al tipo de personas con las que su padre solía conversar en las reuniones que se efectuaban en su casa. Era muy alto, elegante, refinado, aunque parecía estar triste la mayor parte del tiempo. Su rostro siempre estaba serio. No socializaba con el resto de los pasajeros, y de vez en cuando se había dado cuenta que lo observaba. Cuando eso ocurría la miraba por unos momentos y luego se retiraba.
El último día del viaje, la pequeña tomó una determinación. Se armaría de valor y hablaría con aquel caballero triste. Le había pedido a Nina que la llevara, pues quería encontrárselo. Ante la mirada inquisitiva de su nana, le dijo que quería compartir con él uno de sus jazmines. A ella siempre la llenaban de tranquilidad y paz cuando percibía su dulce aroma. Después de convencerla, caminaron por la cubierta hasta llegar a la popa, dónde sabía que lo encontraría como todos los días, observando el horizonte. Al verlo, supo que había algo diferente. Estaba muy pensativo, como si recordara algo triste. Era la misma expresión que ella solía tener cuando pensaba en sus padres y los extrañaba.
- Si voy a hacerlo, tiene que ser ahora. – Pensaba indecisa. Giró su rostro en busca de su nana, quien con una sonrisa la alentó para que continuara con lo que había decidido hacer.
El caballero sintió su presencia y se giró para quedar de frente a ellas. Les dedicó una mirada inquisidora.
- Me llamo Elaine Wellington– le dijo la pequeña, esbozando su mejor sonrisa y haciendo una elegante reverencia. Se acercó a él después de respirar profundo tratando de controlar sus nervios. - Tome, esto es para Usted. – Le entregó uno de los botones de jazmín que llevaba como recuerdo del jardín de su madre.
- Gracias. – Le contestó, recibiendo el obsequio sorprendido por aquel gesto.
- Espero que encuentre la felicidad Señor- le dijo y se dio la media vuelta para regresar corriendo al lado de su nana rumbo hacia su camarote. Dejando a un muy consternado caballero, que al ver hacia la dirección en que se dirigía hizo una reverencia en forma de saludo a la dama que esperaba a la niña.
- No sé si se quedará con el pequeño jazmín o si lo tirará, espero que no. Pero en verdad deseo que encuentre la felicidad. – le dijo a su nana, mientras sonreía satisfecha con lo que había hecho.
- Ese fue un lindo detalle de tu parte Elaine. – le contestó sonriente su nana.
Al llegar al puerto de Nueva York había demasiadas personas recibiendo a los que llegaban. Jack les pidió que lo esperaran mientras él se ocupaba de arreglar el transporte del equipaje. Después se unió a ellas para desembarcar y abordar el carruaje que los estaba esperando. Llegaron a la estación de trenes, donde recogieron los boletos para su viaje a Chicago. Una vez más el vagón en el que estarían era privado. Les quedaba un día entero de camino. Aunque todo era nuevo, para la pequeña el viaje ya había sido demasiado largo y aún les faltaba para llegar a su destino. Se le veía cansada, pero más que cualquier cosa era el encierro lo que le fastidiaba. Había estado acostumbrada a los lugares amplios con grandes zonas boscosas y áreas verdes, tanto que el hecho de estar confinada por largo tiempo en el barco y ahora en el tren, ya había minado su carácter alegre y efusivo. Extrañaba el aroma fresco y limpio de las laderas escocesas donde estaba su hogar. La tristeza y la ansiedad empezaban a llenar su pecho sumiéndola en un profundo silencio.
El sol se ocultaba ya cuando llegaron a la estación de Chicago. Fue más complicado conseguir un carruaje lo suficientemente amplio para transportar todo el equipaje. La gran cantidad de maletas, baúles y cajas lo dificultaban.
Eran cerca de las siete de la noche cuando iniciaron su viaje en dirección de la mansión de una familia muy importante de Illinois. Al acercarse, podía verse cuán larga era la barda que delimitaba la propiedad. Al abrir la reja de la entrada, quedó al descubierto la gran extensión de áreas verdes que envolvían el camino que dirigía a la puerta principal. Pasaron por una gran fuente que se encontraba en medio de cuatro explanadas bellamente diseñadas.
En cierto modo, tenía el mismo porte majestuoso del hogar que habían dejado atrás en Escocia. Y podría decirse que era igual de grande que la propiedad de los padres de la pequeña.
Eran ya las ocho de la noche cuando un mayordomo muy elegante y serio les recibió en la entrada. Al enterarse del motivo de la visita les pidió que esperaran.
Mientras tanto, algunos sirvientes ayudaron a Jack con el equipaje. Una vez que terminó, le pagó al cochero y se unió a la joven y a la pequeña para esperar por el mayordomo. Cuando este regresó los dirigió a la biblioteca donde la Dama de la casa les recibiría.
Nina llevaba en brazos a la pequeña que se había quedado dormida y junto a Jack siguió al mayordomo, no podían evitar sentirse nerviosos. Conforme avanzaban percibían lo imponente de la casa, aunque también era algo fría. Al llegar frente a la puerta de la biblioteca y después de tocar, escucharon una voz desde el interior.
- Adelante- se escuchó una voz femenina y firme. Nina respiró profundamente y Jack sintió la tensión recorrer su cuerpo.
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(1) El RMS Cedric fue un barco de la White Star Line que se construyó en el astillero Harland and Wolff de Belfast.
(2) Valor, Honor y Lealtad. Lema del Clan Andley, según mi propia historia.
(3) Esfuérzate y sé valiente. Tomada de la Biblia, Josué 1:7
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Gracias por leer, espero sus comentarios.
