• Carta a un viejo amor •
¿Por qué Sasuke?
¿Por qué no pudiste amarme como yo te amaba?
¿Por qué siempre sentía que solo me usabas?
¿Por qué me abandonaste cuando más te necesitaba?
Yo también soy un ser humano que necesita de amor, que siente, que tiene sentimientos, ¿por qué no lo comprendes? Sé que yo no tengo ese estúpido cabello rosado que te encanta, no tengo ese pútrido olor a cerezos en el pelo y sin embargo siempre estoy a tu lado.
Que irónico es todo esto, estoy suplicando por ti, rebajándome a tal grado de compararme con alguien que no debería importarme pero… me importa.
Sé que el color de mis ojos también es único pero no entiendo. ¿Por qué te llama más la atención el color verde de sus ojos que el marrón de los míos?
Sasuke… ¿recuerdas la vez que nos conocimos?
Tú estabas sentado a la orilla de la barra del bar más caro y reconocido de toda la ciudad, estabas tan mal, estabas llorando; según tu historia peleaste con ella a tal grado de que terminaron su relación de seis años. Te encontrabas en el estado más deplorable, tú, siendo un niño rico y mimando con dinero por montones te encontrabas ahí, en un buen lugar pero que sin duda su reputación era tan baja como para que alguien como tú estuviera ahí.
Baje de la mesa en la que estaba bailando, mi jefe me llamo la atención por dejar a los clientes a mitad de show pero cuando miro a donde iba y con quien su rostro cambio y creo que en sus ojos pude notar el brillo de la avaricia.
Que tonta fui. Jamás debí conocerte, jamás debí acercarme a ti esa noche pues me enamore como una estúpida, tu cabello azabache me enloqueció, tu piel pálida profunda me encanto y tus ojos negros me hechizaron de inmediato.
Desde ese día no pude hacer otra cosa más que pensar en ti, pensar en que tan bueno eras haciendo el amor, en que solo venías por mí. Mis compañeras se llenaron de envidia al verte sentado cada tercer noche en una de las primeras mesas. Yo me sentía muy feliz y fui más feliz cuando por primera vez hicimos el amor.
Recorría tu pecho desnudo hasta bajar poco a poco a la hebilla de tu cinturón, lo zafé y pronto pude sentir tus manos enredarse en mi cabello, acariciabas mi cabeza con ternura a pesar del estado de embriaguez en el que te encontrabas, desabroche muy lento el botón del pantalón mientras elevaba la vista hasta llegar a tu rostro, tus ojos estaban cerrados por el placer que podía llegar a causarte, deslice tu bragueta con mis labios y de un tirón baje tus pantalones.
Creo que te quejaste de placer muchas veces porque solo hacías unos ruidos muy bajos mientras entraba y salía de ti. Estaba feliz, por primera vez en todo ese tiempo me encanto hacer el amor y de ahí en adelante, no importaba el estado en el que fueras siempre terminábamos haciendo el amor o como tú le decías… terminábamos teniendo sexo, nada más.
Sé que no me amabas, ¿cómo podías amar a una chica que se dedicaba a…? Bueno tú sabes, pero sé que en el fondo si me quisiste porque a veces, solo a veces cuando estabas de buen humor me regalabas algo aunque no haya sido lo que a mí me gustara.
Sin embargo hoy me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Que estúpida fui al haberme enamorado de ti, que idiota fui al pensar que me sacarías de ahí.
Esa noche te vi cruzar por primera vez sobrio a la oficina de mi jefe, fue algo raro porque casi nunca nadie va allí a menos que alguien pague por la libertad de alguien y… en verdad me sorprendiste. Pensé que escaparíamos juntos pero me sorprendió el tiempo que tardaste aquel día, fue casi nada. Para cuando saliste te mire extrañada y mi expresión se acentuó aún más cuando te acercaste a mí, me enviaste una mirada fría y calculadora que desearía jamás recordar porque después de ese momento tu mirada volvió a ser igual de fría.
No me di cuenta que alcohol era el que te hacia cambiar, era el alcohol el que hacía que me enviaras miradas llenas de ternura. Debí imaginar que el alcohol era el que te hacia ser así.
─ Cámbiate, saldremos ─fue lo único que me dijiste durante toda la noche.
Era cierto que cuando estaba contigo jamás hablabas de otra cosa que no fuera ella pero no me importaba, ser tuya aunque sea por las noches me fascinaba.
Me subiste a tu auto que estaba en la parte trasera del bar, no sé si lo hiciste porque no querías que te vieran conmigo pero eso tampoco me importo. Subirme a tu coche último modelo era sensacional, jamás había estado en un auto como esos.
Encendiste y arrancaste a prisa llegando casi de inmediato al lugar que querías llevarme. Era un hotel, debo admitir que mi corazón estaba acelerado de la impresión ya que por primera vez haríamos el amor en un lugar romántico y dulce, no en la alcoba principal del burdel.
Mientras subíamos al ascensor idealizaba la habitación con rosas esparcidas por todo el cuarto, velas de varios colores y olores, música romántica y una cena especial. Quizá hasta champagne habría, jamás la había probado y mis compañeras de trabajo decían que sabía muy bien, al menos una de ellas había tenido una noche como la que yo me estaba imaginando pero, cuando abriste la puerta de la habitación y entre… no había nada de lo que yo había pensado.
La música romántica era música de fiesta, en vez de rosas y velas había cigarros y cervezas y el champagne… bueno, jamás la hubo.
Un rubio se acercó a saludarte mientras muy efusivo se colgaba de tu cuello con una mano mientras que en la otra mantenía una cerveza, tú la tomaste y te la empinaste bebiendo hasta el fondo. Yo solo pude mirar como el líquido corría por tu garganta y resbalaba de tu boca en pequeños hilos en forma de gotas.
Mire a mi alrededor, sin duda estábamos en el hotel más caro de toda la ciudad y, ¿sabes de qué también me di cuenta? Me di cuenta de que yo era la única mujer ahí y por primera vez, me asuste.
─ Baila… ─me ordenó la voz del rubio mientras me miraba serio, frío y arrogante. Igual que tú.
─Itachi, cambia la música para que esta pueda bailar ─dijiste en tono altivo mientras yo miraba hacia todos lados buscando la manera de escapar.
─ ¡Que bailes! ─volvió a hablar el rubio apretando los dientes.
No podía moverme, no creía que tú me estuvieras haciendo eso. Pensaba que te importaba al menos un poquito pero… no era así. Mi mentón comenzó a temblar de impotencia, de rabia, de dolor; por primera vez quería golpearte.
─ ¡Bah! ─se quejó el rubio.
─ ¿Y para esto pagaste, Sasuke? Para traer a una prostituta a mí casa que no sabe siquiera bailar ─menciono un hombre de cabellos castaños y de ojos a perlados.
─ Hmp ─te escuche gemir con tú típico monosílabo.
Eso fue lo que me saco de mi trance mientras tú me empujabas con coraje al centro del living. Sentí un nudo en la garganta, tenia deseos de llorar pero no lo haría, no esa noche.
─ Baila ─ me ordenaste al mismo tiempo en el que te sentabas junto al rubio, creo que me pareció que lo llamaste Naruto.
No hace falta que te repita las palabras que usaste esa noche para referirte a mí, sé muy bien cómo me llamabas.
─ ¡Que bailes! ─gritaste clavando una mirada penetrante en mis ojos.
Comencé a moverme, imaginando que sólo estábamos tú y yo en la habitación pero… por más que lo intentaba, por más que lo deseara no podía hacerlo, te estaba observando, no me estabas poniendo atención, hablabas con tu amigo susurrándole cosas al oído y vamos, no soy tonta, se de lo que estaban hablando, hablaban de ella.
Cerré mis ojos con tristeza, sabiendo que jamás iba a ser ella. Que poco me duró la ilusión.
─ ¿Qué pasa, qué pasa? ─murmuró alguien a mis espaldas─. ¿Por qué no se quita la ropa?
Yo no quería desnudarme y por más tonto que suene me sentía insegura y apenada, era la primera vez en que yo… hacía algo como eso frente a muchos hombres, si tan solo hubieras sido tú no hubiera habido ningún problema pero… estando frente a todos ellos, lo había.
─ No te traje aquí para que solo menes las caderas. Quítate la ropa y haz tú trabajo que te espera una larga noche. Quiero que mis amigos también disfruten de lo buena que eres para levantar los ánimos de cualquier hombre ─ murmuraste al ir levantándote del sillón─. ¿Qué? ¿No me escuchaste?
Dejaste aun lado tu cerveza y te paraste frente a mí. No pude reconocerte, estabas tan cambiado, tu forma de ser era distinta, no te parecías en nada al Sasuke que yo conocía. Mis ojos se cristalizaron y una lágrima escapo de mis ojos al ver tu intensa mirada que me cohibió, me mirabas igual o peor que antes.
No me estaba moviendo, estaba tan callada mientras tú me seguías gritando y de pronto… tus manos sujetaron la poca ropa que llevaba puesta, sentí como la arrancabas de mi cuerpo, la jalaste toda hasta dejarme desnuda frente a todos.
Esa noche me humillaste y no tienes idea de que fue lo que sentí en ese momento, el coraje hizo que mi mano volara por los aires y se estampara en tu mejilla derecha dejándola con mis dedos marcados en tu piel que se abrió por el rasguño que sin querer se presentó.
Verte así, con el rostro volteado, con la mirada clavada en tu mano observando la poca sangre que había en tus dedos me hizo temblar. Por unos momentos te quedaste quieto, no esperaba ninguna reacción tuya pero… mi rostro ensangrentado me dijo que tú me habías golpeado, tomaste fuertemente mi brazo enterrando tus dedos en él y me aventaste contra el chico de los ojos a perlados.
─ Disfruta tu regalo ─le dijiste dándome la espalda.
Era su cumpleaños y yo… según tú yo era la muñeca perfecta, la que no decía nada mientras la penetraban, la que no reprochaba mientras cumplía toda clase de fantasías. Yo era el clásico objeto con el que podían divertirse cada vez que querían porque olvidabas quizá que yo también soy humano, porque olvidabas que yo también sentía, porque olvidabas que yo también tenía sentimientos.
Aguante mis lágrimas toda la noche mientras sentía y veía como cada uno de los invitados me hacía suya, todos… todos menos tú. Tú solo me ignorabas mientras bebías una cerveza, mientras mirabas con una tierna sonrisa una fotografía, era obvio que se trataba de ella.
Cuando paso hasta el último individuo que se sacio de mí, tú te acercaste, me tendiste algo de ropa y me arrojaste un poco de cambio. Vaya cretino que fuiste, ni siquiera me llevaste de vuelta al bar pero ¿sabes…? Te agradezco que no lo hicieras porque ahora soy libre.
Es una pena que después de ese día no te haya vuelto a ver. Hubiera regresado al bar si hubiera tenido una razón para hacerlo pero no lo hice, no desperdiciaría la oportunidad que me estabas dando así que… me fui.
Por un largo tiempo desaparecí hasta que gracias a las noticias del periódico y los medios masivos de comunicación me enteré de que tú, el gran y amado segundo hijo del magnate Fugaku Uchiha se casaba con la primogénita de los Haruno.
Jamás la había conocido hasta estos días. Siempre hablabas de ella y me la describías pero ese día por primera vez después de tanto tiempo pude conocer su rostro.
Ni siquiera valía la pena que armará un escándalo solo por vengarme, es cierto que tenía tantas ganas de decirle que yo era la razón por la cual no tú no llegabas a salir con ella, que yo era la prostituta que disfrutaba de ti cuando ella no estaba pero ¿para qué hacerlo? Si solo iba a lastimarme yo misma.
Aunque… mi recompensa, mi gratificación, mi felicidad fue el verte derrumbado cuando me viste parada a las afueras de la iglesia mientras salías de la mano con ella.
Ja, aún recuerdo tu sonrisa. Recuerdo bien como se descompuso cuando me miraste caminar hacia ella y la abrazaba al felicitarla por tener a un bastardo como tú que solo me uso cuando quiso y que me vendió a sus amigos. Te pusiste tan pálido que hasta tus labios se secaron.
Recuerdo cada expresión en tu rostro al mirarme y más aún al verme sentada en una de tus mesas como una invitada, como la esposa de uno de tus pocos amigos que por ebrio no se aprovechó de mí esa noche así como recuerdo tus últimas palabras las cuales para nada ya me afectan.
Sé que no pudiste amarme y, aunque mis preguntas no tengan respuestas al menos me queda la dicha y el recuerdo de saber que aunque quisiste humillarme al decirle a Suigetsu la clase de mujer era, este te golpeo.
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─ Sasuke mi amor, ¿qué tanto lees? ─le pregunto su esposa mientras se acercaba despacio acariciando su estómago de nueve meses.
─ Nada Sakura, nada cariño ─le respondió cabizbajo mientras rompía la carta en pedazos y la arrojaba a la basura.
