Ni Hetalia, ni Latin Hetalia me pertenecen. Lindo sería.

Miguel Alejandro Prado = República del Perú

Francisco Burgos Torres = República del Ecuador


De cómo Francisco prefiere los besos

Miguel solía tener la mala costumbre de morderlo demasiado fuerte cuando se besaban. No era algo que molestase mucho a Francisco en cuanto al momento, dado que él no era de cristal ni le dolía, y hasta cierto punto lo disfrutaba. No le molestaba en lo absoluto el estremecimiento que recorría su cuerpo cuando Miguel se dejaba llevar, de hecho era bastante placentero y eso que más de una vez terminó con el labio partido. Lo que no le agradaba eran las caras con las que luego lo miraban sus hermanos, más aún cuando Catalina le daba un codazo a María y le susurraba algo, para acto seguido las dos chicas echarse a reír. Su familia sabía muy bien cómo era que siempre aparecía con los labios amorotonados luego de encontrarse con Perú.

A Francisco le solían gustar los besos pausados pero profundos, aquellos en los que se perdía entre las sensaciones que le producía el explorar la boca de Miguel y en los que siempre terminaba parpadeando sorprendido cuando Miguel se separaba. Le agradaba tomarse su tiempo a la hora de invadir la boca del otro y no le importaba si para eso tenía que acorralar a Miguel y agarrarlo de la nuca para que no se le escapase. Miguel tendía a ser más brusco e inquieto (por eso era que lo mordía) y Francisco a veces lo pisaba de pura frustración cuando se separaba a cada rato. En casos como ese, Miguel lo miraba confundido y luego se reía, mordiéndolo de nuevo.

Francisco odiaba que los interrumpiesen, puesto que ahí era cuando Miguel desviaba su concentración, que de por sí era difícil de mantener. Podía literalmente pasar una mosca y Miguel era capaz de olvidar que hacía unos segundos atrás había estado cerca de gemir de lo bueno que se sentía ser besado de la manera en que Francisco sabía hacerlo con él. Y eso le colmaba la paciencia a Ecuador, quien se podía considerar una persona bastante paciente, incluso para con Miguel, pero cuando lo besaba, no quería que nadie se lo quitase en ninguna forma posible. Besar a Miguel era una de las cosas más preciadas de Francisco, incluso más que el sexo, incluso más que cualquier otro tiempo de calidad que pudiese tener con el peruano, porque tomarlo entre sus brazos, por fin tenerlo quieto e invadirlo sin necesidad de calentarlo y desvestirlo no tenía precio, y sentir el sabor picante de su lengua, los suaves estremecimientos cuando rozaba sus labios y el morir de sus jadeos en su propia garganta era simplemente sublime.