CAPÍTULO 1: El final de una guerra

Severus Snape odiaba profundamente aquella habitación del Hospital Mágico de San Mungo y no le importaba lo más mínimo demostrarlo abiertamente; sabía que las enfermeras habían empezado a echarse a suertes algo tan simple como llevarle sus pociones curativas y no había dejado de notar que los medimagos le miraban de mala manera cada vez que entraban a comprobar su estado de salud, pero a él no le importaba lo más mínimo. Después de casi un mes allí ingresado, empezaba a estar enfadado de verdad y lo único que quería hacer era marcharse a casa cuanto antes; para conseguirlo, solamente podía quejarse constantemente (si tuviera su varita a mano, podría haber lanzado algún que otro maleficio aquí y allá, pero alguna "alma caritativa" se la había quitado cuando cayó herido durante la batalla final contra lord Voldemort, así que debía conformarse con protestar) e increpar a todo ser viviente que se atreviera a acercarse a menos de dos metros de allí, aunque tampoco es que le hicieran mucho caso, la verdad...

Aquella mañana, por ejemplo, había hecho llorar a una sanadora novata y Severus se alegraba mucho de haberlo logrado; la muy estúpida había entrado a la habitación sonriente, dándole ánimos y "fingiendo" que le agradaba estar en aquella estancia, cuando en realidad sus superiores le habían encargado aquel "marrón" porque eran conscientes de que la chica no podría negarse. Severus se había mostrado paciente hasta que la sanadora intentó tomarle el pulso; lo había agarrado por la muñeca sin dejar de sonreír y Severus se había puesto a gritar, sin tener ningún motivo real para hacerlo, la verdad. La chica aguantó el tipo hasta que Severus la llamó "muñequita descerebrada" (él normalmente era más sutil e irónico, pero su prolongada estancia en San Mungo empezaba a atrofiarle las neuronas), y la sanadora se había ido corriendo llorando a lágrima viva y repitiendo que no volvería a entrar a esa habitación nunca más; Severus pensaba que había exagerado un poco. Era cierto que le había estado gritando durante un buen rato, y que ella había querido ser amable pese a todo, pero al final la jovencita no había soportado la tensión y había explotado, logrando arrancar la primera sonrisa sincera de Severus en todo ese tiempo.

¡Treinta asquerosos días allí encerrado! La situación se estaba empezando a poner realmente insoportable... Ya era suficientemente horrible tener que soportar a todos aquellos "matasanos" reconociéndole día sí, día también, pero es que encima tenía que aguantar las visitas de personas que afirmaban preocuparse por él, personas que se habían pasado varios meses intentando matarlo y que ahora decían alegrarse de que se estuviera recuperando de sus heridas y bla, bla, bla... Bueno, Severus debía reconocer que todos ellos habían tenido motivos más que suficientes para odiarlo (se suponía que había asesinado a Albus Dumbledore, era comprensible), y también entendía que ahora se preocuparan por él de una forma más o menos sincera, pero no soportaba estar rodeado de gente, no cuando todavía le dolía el cuerpo cada vez que se movía... ¡Maldita maldición "cruciatus"! ¿Hasta cuando le iban a durar los famosos efectos secundarios de los que no se cansaban de hablar los sanadores? Se suponía que le estaban administrando una poción efectiva para que dejara de dolerle, pero supuestamente su organismo todavía no se había repuesto del todo y ahí estaba, increpando a todo el que se le acercaba porque era la única forma de estar tranquilo y sentirse a gusto que tenía... Seguramente se recuperaría antes si él mismo se fabricaba sus pociones, pero claro, nadie le iba a proporcionar un caldero y los ingredientes necesarios para hacerlo, eso era algo que había asimilado varios días antes, debía resignarse...

-Alguien me ha comentado que nos hemos vuelto a levantar enfurruñados...

Severus giró la cabeza rápidamente y clavó sus ojos negros en la puerta de entrada a la habitación; allí estaba Albus Dumbledore, sonriéndole con la misma afabilidad de siempre y acercándose a la cama con total confianza, como si no le importara lo más mínimo el constante mal carácter del antiguo profesor de Pociones del Colegio Howarts de Magia y Hechicería, tal vez porque ya había aprendido a lidiar con él después de pasar tantos años juntos.

-¿Cómo te encuentras hoy, Severus?

Albus Dumbledore se acomodó en la silla que había junto a la cama y miró a Severus con expresión tranquila; él era el único que soportaba su mal genio de esos días y Severus entendió que de nada le serviría quejarse, así que suspiró, se incorporó un poco en la cama (si no fuera por ese condenado dolor en el abdomen, ya se habría escapado de San Mungo) y puso su mejor cara para que Dumbledore no se sintiera tentado a molestarle si estaba un poco más pálido de lo normal o si parecía estar pasándolo mal, aunque sólo fuera un poco; lo único que quería dejar a la vista era su mal humor, para ver si conseguía irse de allí. Ya se encargaría él de mejorar su propio estado de salud; no conocía a un candidato mejor para curarle...

-Estoy como en las nubes –respondió sarcástico Severus, intentando que se le notara que estaba muy molesto ante toda esa situación.

-Por ahí se comenta que más bien te subes por las paredes... –Dumbledore sonrió con malicia y Severus soltó un bufido de protesta; encima de todo, cachondeo... –Deberías tomarte todo esto con más calma; he hablado con tus sanadores y me han comentado que todavía tienes para unos cuantos días más, así que deja de aterrorizar a los novatos y compórtate como el hombre maduro que supuestamente eres...

Severus entornó los ojos y por su mente pasaron cientos de respuestas desagradables que podía dar, pero como estaba seguro de que ninguna de ellas serviría para borrarle a Albus Dumbledore esa sonrisa de autosuficiencia, se limitó a fruncir el entrecejo todo lo que su rostro le permitió, e hizo una mueca de desagrado que hubiera dejado helado a todo el mundo, menos al viejo director, por supuesto, que ya estaba acostumbrado a todos esos gestos de Severus Snape, puesto que se los sabía de memoria.

-¡Vamos, hombre, anímate!- Dumbledore le dio una palmada en la espalda y Severus sintió una punzada de dolor en el estómago, pero logró contener el gemido de protesta que amenazaba con escapar de su garganta. Vio a Albus sacar una bolsita de entre los pliegues de la túnica y se la mostró con alegría- ¿Te apetece un caramelo de limón?

-No, gracias –Severus agitó la cabeza y cambió de postura para intentar acomodarse mejor.

-Pues no sabes lo que te pierdes –Dumbledore se echó un caramelo a la boca y lo saboreó con glotonería unos segundos mientras volvía a guardarse la bolsita en la túnica -¡Uhm...! ¡Están buenísimos! Los muggles son unos auténticos expertos a la hora de fabricar dulces, ¿no crees?

-No soy muy aficionado a los dulces, Albus.

-¡Oh, se nota! –Dumbledore rió, con ganas de burla, era evidente –De ahí ese carácter tan agrio que tienes...

-¡Oh, qué gracia! –Severus soltó aire; debería sentirse molesto por ese comentario, pero, de la misma forma que Albus Dumbledore estaba acostumbrado a las malas contestaciones del profesor de pociones, Severus había aprendido a tomarse con diplomacia esa clase de comentarios irónicos.

-Estás muy picajoso hoy, Severus –Albus alzó una ceja, sin perder la sonrisa, y Severus se enfurruñó todavía más -¿Te has levantado hoy con el pie izquierdo? O, tal vez, el problema es que hoy no te has levantado...

-No te rías, Albus –Severus se movió lentamente y consiguió que no le doliera ni un solo músculo –Si llevaras aquí encerrado un mes entero, estarías de tan mal humor como yo... Ni siquiera me llevan de paseo por los malditos pasillos del hospital; los sanadores dicen que crearía demasiada expectación y me tienen aquí día y noche y ya estoy harto.

-Creo que los sanadores tienen toda la razón –Albus cabeceó y se cruzó de brazos –Y no te viene mal la tranquilidad que tienes ahora mismo...

-Estaría mucho más tranquilo en cualquier otro sitio...

-Tenía la sensación de que dirías algo como eso... –Dumbledore rió, volviendo a saborear su caramelo –Pero no te queda más remedio que conformarte con lo que hay, Severus; no te servirá de mucho seguir haciendo gala de ese mal humor que te gastas, así que hazte a la idea y confórmate. Quizás así se te pase el tiempo más deprisa que si estás continuamente renegando...

-Entonces... ¿no piensas interceder...? –Severus pronunció esas palabras con cierta timidez; había empezado a confiar en la posibilidad de que Dumbledore se apiadara de su situación y hablara con los medimagos para que le dejaran marcharse antes de tiempo, pero a juzgar por la forma de entornar los ojos del viejo mago, la respuesta iba a ser negativa...

-Te quedarás aquí el tiempo necesario –dijo Dumbledore con firmeza; su sonrisa se había difuminado un poco, pero en seguida la recuperó –Necesito que estés perfectamente recuperado para el próximo mes de septiembre, así que no vamos a correr riesgos, Severus.

-¿Septiembre?

-¡Claro! El curso empieza en septiembre y yo necesitaré un buen profesor de Pociones para poner al día a los alumnos... –Dumbledore le dio una palmada en el brazo y Severus alzó las cejas –Después de un año sin abrir el colegio, muchos estudiantes andarán un poco faltos de disciplina y siempre será útil contar contigo para que los lleves por el buen camino...

-¿Me estás ofreciendo mi viejo puesto? –dijo Severus un poco confundido; todavía no se había planteado la posibilidad de volver a Howarts cuando estuviera totalmente restablecido, pero la idea no le desagradaba del todo.

-Dudo mucho que pudiera encontrar a nadie mejor –Dumbledore le sonrió –Slugorh no querrá volver a dar clases ni aunque lo sometamos a la maldición "imperio" y no hay ningún mago con más talento que tú para preparar pociones...

-Confiaba en que me ofrecieras el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras –comentó Severus con suspicacia –Ya sabes lo mucho que me gusta esa asignatura...

-¡Oh, pero ya estoy comprometido con otra persona! –Dumbledore alzó una ceja; como todos los años, Severus solicitó su ansiado puesto, como si fuera parte de alguna extraña tradición, y como todos los años, él se lo denegó, aunque en esa ocasión Snape no parecía estar realmente molesto. De hecho, se le veía casi indiferente- Lo lamento, pero sólo queda libre Pociones...

-Y... ¿puedo preguntar quién es el afortunado?

-Puedes... –Dumbledore cabeceó y, por un segundo, pareció que no pensaba responder, pero finalmente lo hizo –Ya tuviste el honor de trabajar con él hace unos años... El nuevo profesor es Remus Lupin.

-No sé por qué ya me imaginaba algo así... –Severus hizo una mueca y se encogió de hombros –Supongo que no es un mal candidato, después de todo...

-Y ahora que la comunidad mágica ha empezado a considerarlo una especie de héroe, por derrotar a Greyback, y a obviar su condición de licántropo, será mucho más llevadero para él desarrollar su trabajo –Dumbledore adquirió cierta actitud reflexiva –Y, si tú aceptas volver al colegio, tendré a la persona perfecta para elaborar la Poción Matalobos y a un buen sustituto para Remus en sus transformaciones mensuales...

-Una jugada redonda para ti, Albus –Severus habló con voz suave y casi pareció tener ganas de bromear –Supongo que no me queda más remedio que "volver al redil"...

-¿Debo tomarme eso como una respuesta afirmativa? –Albus abrió mucho los ojos y Severus casi esboza una sonrisa, dando a entender que ya tenía profesor de Pociones otra vez –Bien... Y, ¿querrás volver a ser el jefe de la casa Slytherin? Habrá que manejar con mano dura a esos muchachos dadas las circunstancias...

-Será un placer ganarle la Copa de la Casa a Minerva... –los ojos oscuros de Snape brillaron con malicia- Estos últimos años se le habían empezado a subir a la cabeza las continúas victorias de Griffindorf...

-Victorias bien merecidas, por otro lado.

-No me pidas que reconozca eso, Albus... –Severus volvió a removerse en la cama; gracias a aquella conversación con Dumbledore, se le estaba empezando a pasar un poco su enfado.

-Sí... Eso, definitivamente, sería demasiado para ti...

-Al menos, ahora que Potter y sus amigos no están, no te verás tentado a darles puntos en el último momento para arrebatarle la victoria a Slytherin, ¿cierto? –Albus rió por lo bajo y Severus arrugó el entrecejo, imaginándose cosas que no le hacían ninguna gracia –No me digas que Potter volverá a Howarts...

-Quiere ser auror, Severus –Albus habló con diplomacia, consciente de que esa sería una terrible noticia para el hombre que tenía enfrente –Necesitará aprobar sus EXTASIS para entrar en la Academia Noxford, y eso significa que debe pasar su último curso en Howarts...

-¡Maldita sea!... Ese muchachito ha derrotado al "Señor Tenebroso"... ¿no es suficiente para admitirlo en la estúpida escuela de aurores?- bufó Severus, otra vez de mal humor.

-Me temo que Harry no quiere tener un tratamiento preferente, Severus- Dumbledore se encogió de hombros –Afirma que quiere conseguir las cosas como todos los demás, así que no te quedará más remedio que darle clase un año más, a él y a los señores Granger y Weasley.

-Perfecto –Severus apretó la mandíbula –Yo que pensaba que me había librado de él para siempre...

-No te pongas así –Dumbledore le palmeó la espalda –Serán unos meses y se pasarán volando.

-Estoy dispuesto a aprobarle sólo para librarme de él –masculló Snape con total malhumor -¡Es del todo increíble, Albus! Todavía estoy a tiempo de rechazar el puesto, ¿cierto? –ese último comentario fue pronunciado con evidente sarcasmo.

-Me temo que ya no aceptaré una renuncia –Dumbledore le apretó el hombro afablemente y se puso en pie- Tengo que irme ya, Severus; el ministro quiere hacerme un par de consultas y ya voy con algo de retraso –el mago caminó con lentitud hacia la puerta –Tenemos que aclarar ciertos detalles sobre tu papel de espía, ya sabes, y hablar sobre la captura de los mortífagos que consiguieron huir; los aurores andan un poco atareado con todo eso –Severus afirmó con la cabeza, pero no dijo nada –Vendré a verte en un par de días...

-Espero que cuando lo hagas traigas un certificado de alta contigo, Albus, y, de paso, mi varita...

-Está a buen recaudo, no te preocupes –Albus abrió la puerta y se despidió con la mano –Y deja de quejarte todo el tiempo, Severus, o alguien podría tener la tentación de asfixiarte con la almohada...

Tras decir esas palabras, Albus Dumbledore salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con mucha suavidad. Severus ya no estaba tan enfadado como antes, pero seguía terriblemente molesto por tener que estar encerrado en esa habitación sin hacer nada cuando había tanto trabajo pendiente en el mundo mágico.

Eran muchos los mortífagos que habían logrado huir después de la caída de lord Voldemort, de una forma bastante caótica y desordenada, eso sí. Entre ellos se encontraban algunos realmente peligrosos como Bellatrix Lestrange o Lucius Malfoy, y Severus estaba seguro de que sería muy complicado para los aurores del Ministerio o para los miembros de la Orden del Fénix dar con ellos; después de pasar tantos años al servicio del Señor Tenebroso, habían aprendido perfectamente a adaptarse a cualquier tipo de circunstancia y, si debían pasar años huyendo, lo harían. Posiblemente no se habían planteado la posibilidad de reorganizar a los mortífagos que aún pululaban por ahí para plantarle cara al Ministerio de Magia y continuar con la labor iniciada por su señor, y eso los convertía en menos peligrosos, pero también en más escurridizos... Severus Snape incluso había pensado en que alguno de ellos podría buscarle a él para cobrarse venganza por su traición; no es que eso le preocupara demasiado, pero era algo que a ratos lo inquietaba y le hacía preguntarse si, ahora que había terminado esa guerra en el mundo mágico, él podría llevar una vida tranquila después de tantos años viviendo en tensión a causa de su papel de espía, con la muerte pisándole constantemente los talones y con la incertidumbre de si llegaría ver un amanecer más... Sería realmente irónico que, ahora que todo había terminado, él siguiera estando en peligro por los mismos motivos que antes de la caída de lord Voldemort: su traición al lado oscuro...