Capítulo 78-79.- A.S.L.
No podía mover mi cuerpo sin importar cuánto me esforzara en ello. Simplemente una parte de mí prefería mantenerse inmóvil y continuar observando aquello que parecía ser una mera ilusión. Una muy anhelada y necesaria ilusión que estaba a unos cuantos metros de distancia de mí…
Todavía recuerdo el modo en que nos conocimos, en aquel lugar de mala fama llamado por todos como la Terminal Gray.
No poseías una mirada amable, al contrario, era hostil, hiriente y llena de odio y desconfianza. Eras un chico problemático, de esos que no siguen la corriente y que posiblemente eran capaces de ver más allá de la apariencia. Tú fuiste la primera persona que conocí que era de ese modo. En ese mundo en el que yo vivía, las personas no actuaban como seres humanos…
Jamás podría olvidar ese día, ya que incluso en estos momentos es capaz de sacarme una sonrisa, aun cuando lo que quiero es correr y comprobar por mí mismo que realmente estás ahí y que no se trata nuevamente de un sueño…Uno donde tú regresas y todo vuelve a ser como antes.
Quizás eso fue lo que me motivó a acercarme a ti, incluso cuando lo que tú deseabas era alejar a todos…A veces, sólo a veces me pregunto, ¿qué es lo que pensaste cuando nos conocimos por primera vez? Es absurdo, porque en estos momentos es posiblemente lo que más quisiera escuchar…de tu propia boca.
Tal vez sólo estoy divagando de más, tal vez estoy pensando demasiado las cosas cuando lo único que debo hacer es lo más simple…y doloroso del mundo.
Deseo tanto correr y alcanzarte como en los viejos tiempos cuando cruzábamos el bosque, cazábamos, entrenábamos y nos divertíamos con nuestras ocurrencias. Y es por esa misma aprensión que en este momento todo mi valor y decisión se han esfumado, dejando penosamente aquella faceta infantil que creí que había desaparecido el día en que me vi obligado a despedirme de ustedes dos…
¿Debo parecerte algo patético, no Ace? Porque estoy aquí parado, mientras mi cuerpo es incapaz de contenerse y tiembla de arriba a abajo, intentando inútilmente controlarse, contenerse…Es en vano, mis lágrimas han empezado a salir y no encuentro manera de retenerlas. La verdad es que creo que no he madurado en lo más mínimo, sigo siendo ese niño que conociste hace más de diez años atrás.
Es curioso, porque llegué hasta aquí junto con Luffy con la plena intención de derrotar al hombre que te arrebató la vida…Estábamos dispuestos a terminar con la persona que nos robó a nuestro hermano. Pero ahora todo ese sentimiento de venganza y odio se ha ido…Ahora lo único que nos queda es la tristeza y el miedo de que esta ilusión se rompa en pedazos en el instante en que lleguemos a ti.
Miré a ver a Luffy, él tampoco parece creerse que estás aquí, actuando de la forma impertinente y suicida de siempre…¿No te lo dije antes?¿No te dije que un día esa actitud iba a llevarte a la muerte? Solamente un verdadero idiota no abandonaría un combate en el cual no tiene ni la más mínima oportunidad de ganar…¿Es que no podías simplemente dejarlo estar y seguir? Seguramente estarías vivo ahora de haber abandonado aquel encuentro y ninguno de nosotros hubiera tenido que intentar sobrellevar tu muerte…
Sin embargo, de no haberlo hecho, no serías tú, ¿cierto? Sí, jamás abandonaste quien eras, ni siquiera sabiendo que eso pondría en peligro tu propia vida. Hasta el final seguiste siendo ese tonto y egoísta hermano al que tanto quise.
…Ace…Mi garganta quemaba ante el simple mencionar de tu nombre, como si le hubiera prohibido volver a llamarte porque era un acto sin sentido, martirizante y que sólo humedecía mis ojos. Sin embargo, ahora quiero gritarte, deseo que escuches mi voz y que vuelvas a repetir mi nombre…Quiero comprobarlo por mí mismo, quiero cerciorarme de que mis sentidos no están engañándome una vez más…
¡Luffy! Grité con tardanza. Aquel pequeño hermano nuestro ya había empezado a correr a toda prisa, ignorando el peligro que acechaba a nuestro alrededor. Olvidándose por completo que Akainu todavía continuaba allí, deseoso de terminar con su vida y al igual que nosotros, estupefacto e incrédulo al observar frente a él a alguien a quien había asesinado con sus propias manos hace más de dos años atrás.
Tenía que moverme, tenía que hacerlo y protegerlo. Era mi deber y mi responsabilidad. Perdóname por dejarte esta tarea solamente a ti, Ace. Perdóname por haberme ido y nunca volver hacerte saber de mí. Perdónenme los dos por haberles hecho sufrir.
¡Luffy, Luffy! Le llamé tantas veces como me fue posible. Nunca sentí que unos cuantos metros se tornaran una eternidad. Incluso el pasar de los minutos se hacía una condena demasiado insufrible. El tiempo tampoco parecía estar de nuestro lado. Añoraba hacernos sufrir un poco más.
Al fin pude alcanzarte. Lo hice en el instante justo. Ya que unos segundos más y todo posiblemente hubiera terminado para ti y para mí. Habíamos logrado evadir el imponente ataque de aquel Almirante y ahora todo a nuestro alrededor había cedido ante la voracidad del magma. El calor estaba tornándose abrumador.
Nos habíamos dejado llevar. Nos olvidamos de que estábamos a merced del enemigo.
"¡Sabo, ¿por qué hiciste eso?!" Te quejaste con una cara infantil, tan propia de ti. Pero no podía culparte, ambos compartíamos el mismo deseo. Uno que se estaba tornando mucho más asfixiante.
Te tomé de la muñeca y empezamos a correr. No sé por qué en ese instante olvidamos por completo que ambos sabíamos luchar, que ambos carecíamos de miedo para combatir contra aquel hombre. Ace, incluso en estos momentos sabes cómo meternos en problemas.
Una sonrisa enorme y llena de felicidad se instaló rápidamente en nuestros rostros. Las lágrimas habían quedado atrás, incluso nuestra incapacidad de llegar a ti. Estábamos emocionados, estábamos deseosos de poder escucharte y volverte a abrazar.
Escuchamos nuestros nombres una vez más. Eso nos terminó de dar el impulso que necesitábamos para alcanzarte.
—…Luffy…Sabo…
Todo ocurrió demasiado rápido. Cuando enfoqué de nuevo mi mirada en ti, estábamos demasiado cerca. Ambos estábamos abrazándote como si nada más importara, como si en ese preciso instante solamente nos encontráramos los tres allí, volviéndonos a reencontrar tras unos cuantos años de separación. En ese momento deseé que el tiempo se detuviera.
Correspondiste nuestro gesto. Incluso Luffy y yo nos quejamos un poco por tu exceso de fuerza y carencia de delicadeza. Pero pronto eso dejó de ser importante.
Sonreíamos, sonreíamos los tres como cuando nos hicimos hermanos por primera vez tras brindar con sake. Sonreíamos como hacía muchos años no lo hacíamos. Y al mismo tiempo, sollozábamos como si fuéramos unos niños. Todo era una mezcla entre felicidad y tristeza.
—¡Ace, Ace, Ace, Ace! –llamaba Luffy entre gimoteo, entre esa sonrisa y aquellas lágrimas que no cesaban sin importar cuanto se esforzara por detenerlas. Se abrazaba con más fuerza a él, como si se negara a soltarlo por temor a que se desvaneciera en cualquier momento. Simplemente tenía miedo de volverlo a perder para siempre-.
—Luffy –le llamó con cierta ternura-. ¿No te lo había dicho antes? Te dije que volvería y que podríamos estar nuevamente los tres juntos, como en los viejos tiempos.
—¡Ace, te extrañé tanto!¡Perdóname, perdóname por ser tan débil!¡Por mi culpa es que tú…es que tú moriste! Por favor…perdóname…Ace…-temblaba, trepidaba de la alegría y al mismo tiempo del remordimiento con el que había tenido que vivir desde el día en que lo vio morir frente a sus ojos. Su voz se quebraba, su visión era tan borrosa que con esfuerzo podía contemplar aquella amable y cálida mirada de su hermano mayor. Él estaba igual de feliz y aliviado de volver a verlos-.
—Siempre han sido unos hermanos realmente problemáticos. Los he echado mucho de menos. Me alegra que los dos estén bien.
Los miré con enorme felicidad. No podía creerlo, estábamos reunidos una vez más, después de tanto tiempo, después de que hace más de dos años atrás mi vida terminó a manos de ese hombre.
Las palabras no salían de mi boca, sin importar que mi mente estuviera llena de miles de buenas frases hacia cada uno de ellos. Prefería seguir abrazándolos, haciéndoles saber que todo era verdad y que no me iría de allí en cuanto me soltaran. Los extrañé tanto. Tanto que ahora lloraba de felicidad.
Luffy, soy yo el que debe pedirte perdón, fui yo el que rompió su promesa al final. El que te dejó solo cuando más necesitabas de alguien. Perdóname por no ser un buen hermano mayor. Pero a partir de ahora compensaré mi fallo. Estoy seguro de que te mueres por saber cómo es que he podido regresar. Si supieras que la persona menos esperada es la que ha tenido que ver en todo esto.
Sabo, no podía creerlo cuando lo escuché de Luffy. Pensé que te había perdido ese día cuando tu barco fue hundido por aquel Tenryuubito. Pero al parecer encontraste una forma de burlar a la muerte. Me alegra mucho. Aunque me hubiera gustado que nos lo hubieras hecho saber. Seguramente tuviste tus propios motivos; ya los escucharé cuando logremos salir de aquí.
Creo que es obvio lo que tenemos que hacer ahora. Aunque ninguno parece estar prestando atención alrededor. Siguen siendo unos completos despreocupados.
Me es imposible dejar de sonreír. Gracias por quererme siempre. Gracias.
Pero no podemos estar así por más tiempo. Tenemos que movernos, tenemos que enfrentarnos a él una vez más antes de poder irnos. O de lo contrario los tres moriremos aquí. Hablando de añorar el pasado. Una vez más tenemos que pelear los tres juntos.
—¡¿Qué significa todo esto?!¡¿Por qué estás aquí, por qué razón sigues con vida después de que te asesiné dos años atrás en Marine Ford?! –el escepticismo se había transformado en aversión, en frustración, en fuertes ansias de aplastar aquello que estaba amenazando su realidad, aquello que estaba indicándole que la vida se había encargado de encontrar el modo de fastidiar sus planes y abofetear a su absoluta Justicia-.
—Así que era esto lo que me estaba escondiendo. Mira qué agallas ha tenido para llevar a cabo semejante tabú –espetó sonriente. Era como si a él no le hubiera tomado por sorpresa aquello que parecía ser imposible-. No tenemos el gusto de conocernos aún, mi nombre es Sable D. Damon, Portgas D. Ace, o debería decir, ¿Gol D. Ace? Tu sola existencia lograra que el mundo se vuelva loco –soltó una satisfactoria carcajada. Estaba sumamente complacido por la sola idea. Ansiaba que pronto todos se enteraran de lo que había ocurrido, que se dieran cuenta de aquel imposible que se había convertido en realidad-.
—Portgas D. Ace, ese es mi nombre. No estés agregándome apellidos que no me conciernen –expresó con malhumor el pecoso. Uno que contaba con sus dos hermanos a cada lado-.
—Verte, es como revivir los viejos tiempos. Aquella batalla entre tu padre y yo fue de lo más divertida. Casi logra matarme, ¿sabes? Pero descuida, no guardo rencor al respecto. De hecho espero de ti buenas cosas, como de Monkey D. Luffy. Así que no se vayan a morir antes de que lleguen a Nede –dijo con normalidad, como si no trataran temas lo suficientemente serios como para alertarles de que sus vidas pronto estarían en peligro-.
—No sé cómo es que esto ha ocurrido, pero me encargaré de que las cosas sigan del mismo modo. ¡No pienso permitir que su sangre maldita siga corrompiendo el mundo! Ustedes deben morir aquí. Su mera existencia es un peligro para todos.
—Entonces vas a tener las cosas bastante difíciles, Akainu –comentó el pelirrojo con humor-. Porque aquí el único que va a morir, vas a ser tú, respetado Almirante de Flota. Lo siento, pero estás de más dentro de mis planes. Y sobre todo, no te permito ponerles la mano encima a ninguno de ellos dos. Ya que ellos son mi presa, no la tuya, Akainu.
No era mera palabrería barata. No, él era alguien de acciones inesperadas, y por lo tanto, peligrosas. Si bien debía enfocarse en destruir aquello que podría representar un verdadero peligro para todos, no debía olvidarse que allí la mayor de las amenazas era ese hombre. Ése que le sonreía con un cinismo indescriptible mientras se interponía entre él y sus dos anheladas víctimas. Estaba hablando en serio.
Aquel puñetazo embebido en la destructiva y peligrosa lava parecía haber pegado contra algo más que duro, resistente a su peculiar naturaleza. Era como si en realidad no le hubiera hecho nada significativo. Lo único que había logrado había sido hacerle retroceder unos cuantos centímetros. ¿Es que acaso su cuerpo no sentía nada ante el contacto con semejante sustancia caliente intentando perforarle la carne y atravesarlo?¿Es que aquella armadura metálica que embebía su cuerpo era lo suficientemente fuerte como para soportar tal embiste y al mismo tiempo, regresarle tan amable cortesía?
Él no podía decir lo mismo de sus golpes. No estaba manejándolo tan bien como aquel pirata. No solamente le había hecho retroceder en el instante en que aquel puñetazo derecho chocó contra la defensa férrea creada por el cruce de brazos del Almirante de Flota, sino también pudo sentir aquel aturdimiento, aquellas molestas ondas sonoras nacientes del retumbe de dos impactos de diferente potencia.
—Estás muy equivocado si piensas que te voy a permitir acercarte más de lo que debes, Akainu –sentenció seria y secamente. Alguien estaba quitándose las ganas de seguir jugando-.
—¡Sable, quítate de mi camino! –vociferó colérico, con su cuerpo siendo devorado con rapidez por tan dañino elemento-. ¡MEIGO!
Odiaba esa sonrisa, aborrecía la prepotencia con la que ese hombre realizaba cada uno de sus suaves pero precisos movimientos. Era como si predijera de antemano hacia dónde irían cada uno de sus rápidos puños de lava y al mismo tiempo, hallara la manera de evadirlos sin siquiera invertir una cantidad significativa de energía.
¿De qué le servía toda esa potencia y ansias cuando no podía rozarle siquiera un poco? Era rápido incluso con aquel enorme y estorboso cuerpo.
En ningún momento retiraba su fuerte Haki; era como si fuera una extensión natural de su cuerpo que siempre le acompañaba. O si solamente lo usara para frustrar psicológicamente al enemigo y dejarle expuesto a sus artimañas.
Allí estaba uno de los piratas más temidos de todos, enfrentando al hombre en quien toda la gente tenía depositada su fe y seguridad. En ese sitio estaban enfrentándose las dos fuerzas más grandes que imperaban en el ancho mar. Luchaban por sus ideales, conservaban sus ideologías y mostraban mutuamente lo capaces que eran para poder obtener lo que tanto deseaban.
El suelo resentía las embestidas que lograba evadir aquel hombre, resultándole imposible no quebrantarse, no vibrar, no temblar de miedo. Akainu sabía si era tocado por alguno de esos golpes seguramente en el mejor de los casos terminaría con un par de huesos rotos.
Lo admitía, ese maldito pirata era una bestia al momento de pelear. Ya que sus movimientos no eran refinados, no llevaban una sincronía o seguían alguna doctrina. Simplemente se tornaban mucho más potentes, más ágiles, más rápidos y peligrosos. No es como si fuera burdo, sino más bien era precisamente ese su estilo de pelea.
—Creí haber sido lo suficientemente claro, contigo –aquella voz les sacó por completo de aquel combate, conduciéndoles inevitablemente a voltear hacia quien había llegado justo detrás de ellos en perfecto silencio. No cabía duda alguna de por qué era un mercenario tan temido y buscado-.
—¡Baldassare! –gritó Luffy un tanto confundido-.
—Baldassare Cavalcanti –dijo el rubio con seriedad. Conocía a aquel personaje gracias a la información que circulaba por el bajo mundo, pero nunca pensó que se lo toparía en vivo y directo-.
—Maldita sea, pensé que ya se había ido de la isla –chasqueó el pecoso dentro de su mente-. Ah, digamos que mi viaje tuvo ciertas…desviaciones.
—¿Te das cuenta que has arruinado todos los planes, Portgas? –alguien no estaba de buen humor. Ace lo sabía y tragó saliva pesadamente ante lo que ese hombre pudiera hacer para cobrarse semejante desobediencia-.
—Aceptaré cualquier castigo…después. Por ahora tenemos que salir de esta maldita isla –dictaminó el pecoso mirando seriamente a sus dos hermanos-. No tenemos tiempo para quedarnos y enfrentarnos a Sable.
—Hasta que escucho que dices algo sensato –comentó Baldassare con su fría mirada puesta en los tres hermanos-. Todavía no están al nivel de ese maldito. Si lo enfrentan en este momento seguramente sus cadáveres le harán compañía al de Akainu.
—¿Por qué alguien como tú está aquí? Es decir, eres un ex miembro de los Piratas de Urabara. No deberías ser tan "amable".
—Alguien aquí parece haber hecho bien su tarea. Pero para su desgracia y la fortuna de ustedes, yo decido qué hacer. Que mis intereses en ese momento hayan sido los mismos que Sable, es un asunto totalmente aparte. Entonces, ¿qué es lo que vas a hacer Monkey D. Luffy?¿Piensas quedarte y derrotar a Sable, sabiendo de antemano que la diferencia de fuerzas te llevará a la muerte?¿O le enfrentarás cuando logres llegar a Nede?
—Creo que la decisión es clara, Baldassare –habló con un semblante serio y decidido. Ajustó su sombrero y lanzó una enorme sonrisa, digna de fotografía-. Tengo que reunirme con mis nakamas en este preciso momento.
—Baldassare, yo…-habló Ace-.
—Hazte un favor a ti mismo y deja de creer que puedes enfrentarte a cualquier reto y salir vivo de ello. Todavía no tienes la fuerza de Roger, pese a que tienes esa estúpida mentalidad impregnada en tu cabeza, así que por el momento no puedes comerte al mundo entero aunque quieras –sus pasos habían sido lentos pero concisos. La dirección era clara: el campo de batalla que era literalmente el infierno terrenal hecho realidad-.
—¿Acaso piensas pelear tú también? –cuestionó sorprendido y estupefacto el moreno. No conocía demasiado del comportamiento de aquel pirata, pero sabía que él no era precisamente la buena voluntad encarnada-.
—Antes de que se vayan –se detuvo en seco, sin voltear a verles-. Deben llegar a este lugar. Pronto los mares del Nuevo Mundo y el Grand Line serán una pesadilla para ustedes que llevan la D en sus nombres –aquel pequeño papel había ido a dar a las manos del rubio. Todos se miraban con expectación, simplemente no sabían cómo tomar aquellas palabras. De hecho aquella oración todavía resonaba en sus cabezas, como un eco molesto e indescifrable-. Es lo mínimo que puedes hacer Monkey D. Luffy, después de que me encargué de traerte a tu hermano de nuevo –aquello fue su despedida. Aquel hombre simplemente parecía haber desaparecido del lugar-.
—Luffy, es hora de irnos de aquí –agregó sonriente y animoso el rubio. El pequeño no podía estar más feliz en ese momento. Ace estaba de vuelta y esta vez no permitiría que nadie se atreviera a arrebatarle nuevamente a nadie que fuera importante para él-.
—Aunque primero debemos de sacar al viejo de aquí, está muy mal herido –indicaba el pecoso con cierta tono de preocupación-.
—¿Te refieres a Garp?¿Lo encontraste? –inquiría Sabo-.
—Sí, síganme y nos iremos después de llevarlo con nosotros.
¿Cómo no mostrarse anonadados y sin saber qué decir cuando frente a ellos se encontraba aquel hombre, aquel pirata que había sido asesinado ante todo el mundo en Marine Ford? No había palabras que pudieran describir sus rostros, sus expresiones o los pensamientos que en ese momento cruzaban su mente. Estaban en completo shock. Las preguntas simplemente se acumulaban una tras otra.
El silencio fue rápidamente irrumpido por la voz del capitán. Mismo que se veía confuso ante la actitud del espadachín y los otros. Sí, al fin habían logrado encontrarle tras dar un gran número de vueltas, cortesía de Zoro.
—Lo veo y no lo creo…-hasta el cigarrillo se le había caído a Sanji en el instante en que cruzó miradas con el pecoso-.
—¿Realmente es…tu hermano? –hablaba el peli verde con perplejidad-.
—Chicos, ¿qué les pasa? Parece como si estuvieran viendo a un muerto.
—Bueno, de hecho es así –expresó Ruzgar, quien pese a no ser muy expresivo, realmente lucía igual que el resto-.
—Luffy, tenemos que darnos prisa. Tu abuelo no luce nada bien –señalaba Sanji al ex Almirante de la Marina, uno que era cargado sin problema alguno por Ace-.
—Chopper se encargará de él –dijo Luffy tranquilamente-.
Las miradas llenas de consternación de aquellas chicas no eran para menos. Aún faltaban miembros por llegar y el tiempo precisamente era un capricho del que no gozaban en esa ocasión. Sus enemigos no iban a ser considerados con ellos ni mucho menos. Especialmente porque empezaban a escuchar el incremento en los cañonazos impactando contra la costa y otras embarcaciones. La cosa estaba empezando a adquirir mayores toques de seriedad.
Cada una de las embarcaciones estaban perfectamente alineadas con la mayor parte de su tripulación en ellas. Solamente estaban esperando ver cruzar a aquel precipitado capitán y zarpar en la brevedad posible.
—¿Por qué se están demorando tanto? –se preguntaba Nami tratando de alejar los pensamientos negativos de su cabeza-.
—Seguramente se perdieron por culpa de Zoro –agregaba Usopp-.
—Luffy, espero que estés bien. No perdonaré a ese maldito de Akainu si se atreve a hacerte el más mínimo daño –Boa estaba de lo más afligida. Simplemente no despegaba la mirada del único acceso que comunicaba el mundo superior con aquella peculiar cueva-.
—Garp-san…-soltó con preocupación Coby-. Espero que esté sano y salvo.
—Ya verás que él estará bien. Es muy fuerte y duro como para que sea derrotado por algo tan simple como esto –intentaba animar Helmeppo-.
—Ya dejen de dramatizar. Ninguno de ellos va a morir tan fácilmente –ordenaba malhumorada Bonney desde la proa de su barco. Aquellas actitudes la estresaban un poco-.
—Seguramente no demorarán en llegar en cualquier momento –comentó Lynn intentando calmar las aguas-.
—Al parecer se acercan…-espetó Kavestli. Todos atendieron sin excepción a tales palabras-.
No había errado en su predicción. Su buen oído le había trasmitido la verdad. Sin embargo, no le había advertido de aquello que seguramente haría que más de uno intentara de hallar la respuesta y al mismo cuestionarse sobre lo que sus ojos estaban contemplando.
Mutismo. Nadie dijo absolutamente nada en cuanto aquel grupo de chicos arribaron, trayendo con ellos aquel conocido pirata. Aquel que había muerto más de dos años atrás en una de las guerras más grandes del Grand Line.
¿Era real?¿No era una ilusión colectiva la que estaban viviendo todos en ese preciso instante?¿Y si era cierto, cómo era posible todo ello?¿Es que lo sucedido en ese momento no había sido más que un mero acto elaborado por la Marina para cubrir su falta de capacidad por frenar a todos aquellos piratas?
Las miradas estupefactas, los inentendibles murmullos y las penosas y presurosas lágrimas empezaban a recorrer aquellas frías y consternadas mejillas. Era simplemente inevitable.
—…D-De…ninguna manera…puede ser verdad…-pronunció incrédula, insegura, temerosa y con aquella mirada quebrándosele-.
No podía creerlo. ¿Pero cómo hacerlo?¿Cómo poder creer que lo que estaba viendo era cierto y no un mero espejismo, no un mero sueño como el que en muchas ocasiones le acecharon? Quería confiar que aquello era verdad, incluso cuando resultaba imposible, inclusive cuando era imposible un milagro como ése.
¿Pero debía de esperar más tiempo para comprobarlo por ella misma?¿Debía quedarse completamente estática mientras sentía que sus piernas temblaban y le amenazaban con derrumbarla contra el suelo?¿Realmente podía continuar estando en aquel estado y ser incapaz de alcanzar aquello que parecía ser un mero sueño?
—¡A-A…Ace…!
Jamás olvidaría su tan peculiar olor que conjugaba a la perfección la esencia de su morena piel y lo salado del mar. Nunca podría arrancar de sus memorias la calidez que su simple contacto le proporcionaba. Sencillamente eran sensaciones que permanecían fuertemente grabadas en cada centímetro de su ser.
Su voz, su voz le llamaba, clamaba su nombre. Era tal y como la conmemoraba. Pero incluso en ese momento, en ese breve instante podía jurar que era mucho más melodiosa y afable que nunca. Quizás creía que era un simple susurro, uno que se desvanecería en el momento en que abriera los ojos y contemplara la inevitable realidad.
Temblaba, intentando inútilmente que aquellos lamentables sollozos, aquellas gruesas y saladas lágrimas, se detuvieran. La compostura se le estaba yendo de las manos; no podía simplemente controlarse, no podía lidiar con él y todo lo que era capaz de despertarle ante su simple contacto. Y él no podía hacer nada más que estrecharla entre sus brazos e intentar calmarla.
—…Te he extrañado demasiado, Lynn…
No había olvidado aquella curiosa y amable mirada suya. Ni mucho menos el agradable aroma que su cabello y piel desprendían. Le era imposible. Simplemente todo aquel pasado se mantenía allí, tan fresco, como si jamás hubieran transcurrido más de dos largos años desde que se vieron por última vez.
No quería apartarla de su lado, deseaba estar un poco más abrazado de esa manera y disfrutar aquel momento por mucho más tiempo. Atesorarlo y guardarlo como una nueva memoria tras su reencuentro.
Había cambiado. Debía de admitir que aquellos rasgos un tanto infantiles que poseía se habían desvanecido casi por completo. Su cabello resultaba curiosamente largo y suave. Era a su punto de vista, incluso más atractiva que hace dos años atrás, cuando se vieron en la necesidad de decir adiós.
Sin embargo, existía algo que podía jurar con plena seguridad que se mantenía totalmente inmutable. Sus sentimientos hacia él.
No es como si tuviera que pedir permiso a alguien para poder robar sus labios y poder experimentar nuevamente aquellos dulces y afables sentimientos. ¿Por qué tendría que hacerlo?¿Por qué debería?¿Por qué hacerlo cuando él la consideraba como suya y de nadie más?
—¡Ace…! –no pudo evitar exclamar ante aquel atrevido acto, tan propio del moreno. No estaba sorprendida por lo que había hecho, lo conocía, sabía que él era de esa clase de hombres que no le importaba demostrar a los demás cuando algo era suyo y de ningún otro-.
—Creo que deberías estar enterado de ciertas cosas, Portgas D. Ace…-irrumpió el cirujano. Mismo que no veía con buenos ojos y humor el atrevimiento que ese hombre había tenido con la castaña; una que ahora se encontraba justamente detrás de él. Sí, él había irrumpido en aquel romántico encuentro-.
—…Trafalgar Law…-pronunció con cierta hostilidad. Ya había tenido sus roces con él en el pasado, por lo que no le traía buenos recuerdos. Podía jurar que antes no lo odiaba, pero quizás ahora las cosas podrían cambiar considerablemente-.
—No sé cómo es que has logrado volver de la muerte, pero no creo que este sea el momento para estar haciendo este tipo de espectáculos –ironizó con una sonrisa lasciva y que le resultaba de lo más fastidiosa al Hiken-.
—Ese consejo deberías tomarlo tú mismo, Trafalgar –contraatacó sonriente y lleno de confianza-. ¿O acaso sentiste…celos?¿Estás inseguro de que me prefiera sobre a ti…otra vez?
—Pareces muy confiado de tu palabra. Esperemos no ocurra lo que aquella vez. Estoy seguro de que lo recuerdas, ¿no es verdad? Fue un verano bastante bueno después de todo –soltó con todo el cinismo que le era posible-.
—Shishishishi…Es bueno ver que Ace y Torao se llevan tan bien –sonrió campantemente. Él era el único ingenuo que no veía la obviedad de las cosas. Esos dos no iban a llevarse bien nunca. De hecho se odiaban a muerte, no se requería ser muy perceptible para darse cuenta de ello-.
—Luffy, eres un completo imbécil –comentó con exasperación Usopp. ¿Cómo demonios no se daba cuenta que se estaban mandando miradas asesinas aquel par en vez de miradas llenas de compañerismo?-.
—Esto va a ser realmente complicado –espetó Sanji con un cigarrillo en mano-. Aunque debo admitir que tu hermano tiene agallas, Luffy. Mira que ir y robarle un beso a la mujer que ama –sonrió de lado-. Trafalgar tendrá una dura competencia.
—La que me preocupa es Lynn. Si ya de por sí le era complicado poder lidiar con Law, ahora tendrá que hacer lo mismo con Ace –suspiró intranquila Nami-.
—¿No deberíamos preocuparnos más de cómo fue que regresó de la muerte y esas cosas? –Usopp era el único con la voz de la razón en su cabeza-.
—Mientras Luffy esté bien, no creo que haya que preocuparnos por cosas como ésas –añadía Zoro despreocupadamente. Ya había superado el pequeño shock-.
—La verdad es que no comprendo cómo fue que esto pasó, pero si Luffy es feliz, menos podría importarme. Luffy, al fin has recuperado a tu hermano –mencionó conmovida Boa, observando al sonriente capitán. Nada le hacía más dichosa que verlo feliz-.
—¡Ey, ¡¿es que no piensan largarse de esta isla o qué?! –ese tono lleno de hostilidad había sido proferido por Bonney. La peli rosa se estaba estresando de demorar el escape. Odiaba admitirlo, pero ella estaba igual de feliz que aquel par de hermanos tras el regreso de Ace. El enrojecimiento de sus ojos no le dejaba mentir-.
—Bonney, cuánto tiempo sin vernos –soltó cordial el pecoso-. Sigues viéndote exactamente igual que cuando nos conocimos la primera vez.
—Puedo decir prácticamente lo mismo de ti –expresó burlonamente-. ¡Ahora muevan su maldito trasero y larguémonos de este lugar!
—¡Bien chicos, es hora de irnos de aquí! Aún tenemos muchas cosas antes de ir y patearle el trasero a Sable –nadie chisteó ante la orden del moreno. Había llegado el momento de zarpar y decirle adiós a la Isla Menulis-.
—Creo que nos divertiremos mucho de ahora en adelante, ¿no lo crees Lynn? –cuestionó con una falsa inocencia Robin-.
—La tienes difícil Lynn –agregaba la navegante. Para la desgracia de la chica, había quedado entre aquel par, totalmente a su merced-.
—Sinceramente…no me place quedarme a solas…con ninguno de los dos…-mencionó sin demasiado ánimo. Si bien ya había asimilado la inesperada realidad que había llegado para golpear la vida de todos, no estaba muy segura de lo que ocurriría a partir de ahora. No sólo su cabeza era un caos-.
—No lo entiendo muy bien, pero creo que tendrás que decidirte seriamente entre uno de los dos. Parece que los dos son importantes para ti –terciaba Saya, quien se había acercado hacia las chicas. Por alguna extraña razón deseó aportar un poco a la plática y darle apoyo moral a Lynn-.
—Lo que pasa es que ya se decidió –informaba Nami. Ella siempre comunicando lo sucedido en la vida sentimental de su amiga-. Por Trafalgar…Pero nadie esperaba que Ace regresara…Porque era prácticamente imposible.
—Situación que ha venido a cambiar totalmente los planes tanto de Lynn como de Trafalgar. Y como aún no lo ha olvidado, entonces ahora debe estar llena de dudas y sentimientos encontrados.
—No pensé que todo fuera tan complicado. Es decir, hay historia detrás de ellos, ¿no? –miró con consternación a la castaña. Debía admitirlo, no quería estar en sus zapatos-. Todo saldrá bien, ya verás que lograrás decidirte por el indicado.
—O puedes quedarte con los dos. Así solucionarías el problema –comentó la navegante con una linda sonrisilla-.
—Sólo deben turnarse qué días le tocarían a cada quien y listo. Si lo piensas, es la solución que haría a todos felices –secundó Robin en complicidad con la pelirroja-.
—No, ésa no es la solución. Ella no puede tener a dos hombres a la vez…Es…inapropiado –alegaba la oji violácea-.
—Es que no conoces bien a Lynn. Ella no puede lidiar muy bien con este tipo de situaciones –pronunció Nami sobando su sien con la palma de su mano derecha-. Es peor que Luffy intentando explicarle qué es el amor y de dónde vienen los niños.
—¡Ey, yo sé qué es el amor! –se quejó ofendido el capitán-.
—¿Ah sí?¿Qué es? –pidió Nami arqueando una ceja-.
—¡El amor es encontrar la carne ideal!¡Es hallar la pieza de carne más deliciosa de todas! –vociferó con orgullo el moreno. El grupo de chicas no supo qué responder o cómo reaccionar-.
—Estás perdida Lynn –sentenciaba Saya compadeciéndole-.
—No pienso agradecerles –refunfuñó la castaña-.
Nadie perdió más el tiempo. Todos abordaron sus respectivas embarcaciones y empezaron el lento proceso de abandonar aquella peligrosa isla. Debían apresurar el paso si no deseaban ser emboscados en el momento en que emergieran a mar abierto.
No estaban sorprendidos de que les aguardaran una cantidad apreciable de barcos enemigos, sino más bien que aquel territorio no estuviera custodiado por el principal grupo pirata de todos. Frente a ellos solamente se ondeaban jolly roger de piratas que no eran ni por asomo importantes en el Nuevo Mundo, pero igualmente resultaban ser un verdadero fastidio por su alto número.
—No pensé que Sable nos dejaría el camino totalmente libre –espetó Kavestli con seriedad. Aquel noble gesto le daba muy mala espina-.
—Nos están facilitando las cosas –agregaba Sanji mirando a sus camaradas-.
—Encarguémonos de ellos y continuemos.
—Después de todo, tenemos que ir a donde nos indicó Baldassare –aquellas palabras llamaron la atención de todos los presentes en el Thousand Sunny-.
—¿Baldassare?¡¿Él estaba en la isla?! –el rostro de Usopp estaba azul del miedo. Aquel hombre le daba mucho pavor-.
—Baldassare-sama…Yohohoho…¿Por qué debemos de ir a donde él diga, Luffy-san?
—Nos pidió que fuéramos a un determinado sitio…Así que lo haremos…Espero no les moleste chicos, pero es un favor por otro –mencionó seriamente el moreno. Sin embargo no había dado explicación del porqué había tomado aquella decisión-.
—Si el capitán lo ha decidido así, no hay más que podamos hacer –sonrió tenuemente el cocinero-.
—Baldassare es un hombre inteligente. Seguramente está haciendo algo por un objetivo en específico. De momento creo que es una buena idea el seguir su consejo –habló Robin con seriedad-.
—Aunque no pensé que fuera a mandarnos tan lejos –Sabo observaba el nombre del peculiar al que debían ir. Estaba terriblemente lejos. Les tomaría más de tres semanas-.
La lluvia de balas estaba dando inicio al tiempo que los gritos de guerra resonaban en todas direcciones. Pronto aquel calmado mar se tornó violento, hostil y lleno de diestros piratas dispuestos a enfrentarse a sus osados enemigos con la férrea intención de detenerles.
Notas del Autor:
**Antes que nada, muchas gracias por tomarse las molestias de leer el primer capítulo de la segunda parte de Los Ocho Reyes del Paraíso.
**Las personas que leen el manga saben que han pasado un puñetero de acontecimientos que nos han hecho flipar (lo de Law por ejemplo); por lo que tendré que re-acomodar algunas cosas de mi historia ya que gracias a lo que puso Oda debo incluir más cosillas.
**La actualización como tal no tiene fechas, ni días marcados, será conforme me vaya acomodando y así; especialmente ahora que mi estado de salud es cuestionable no puedo pasar mucho tiempo sentada, por lo que no puedo escribir aunque quisiera y pudiera. Sí subí esta parte sin haber concluido mis otros fics fue porque estos últimos capítulos del manga me dieron en my feelings y bueno, deseaba seguir con algo de Onepiece.
¡Nos estaremos leyendo, matta ne!
