Disclamer: Saint Seiya Omega pertenece a Morio Hatano y Toie Animation. Mientras que Sailor Moon es propiedad de Naoko Takeuchi.

N/A: Muchos se preguntaran que es esto. Pues bien, admito que hay cosas que me gustan y otras que no-la mayoría es lo segundo-de Omega. No obstante la mente de una fanfictionera del crack paring tuvo un momento de iluminación mientras me releía el One-Shot. Parallel Sailor Moon donde sale nuestra querida Kousagi Tsukino, la segunda hija de Serena y Darién, hermana de Chibiusa en un universo paralelo (como lo indica el nombre del One-shot).

Advertencias: OOC-Espero que leve, la verdad con que los capis salgan medio lento- (los de Omega) dificulta que pueda hacer a Koga IC. Errores ortográficos. AU.

Dedicado a: Danyeda Goofy Panterita. ¡Gracias por apoyarme con este crack!

Summary: Siempre existe un pero, aún en los cuentos de hadas.


Príncipe

Tenía tan solo cinco años cuando el encuentro ocurrió. No obstante, todo parece como si fuese apenas ayer.

Es entonces, que decide esconderse bajo la sombra de ese árbol abandonado en el bosque del pueblo, donde quiere creer que existen hadas que cumplen deseos como el que pide cada día al ver a su madre sonreírle a su padre, y él a esta mirarla con amor. Cada tarde cuando su hermana se pone roja, permitiendo que Helios acaricie un mechón de sus cabellos rosáceos y los bese con cuidado, como si fuesen a caerse de su cabeza en cualquier momento.

Abre los ojos y se permite dormir. Ahí bajo el sol de verano que acaricia su piel como si todo no fuese más que la escena de alguna de esas novelas románticas que, en ocasiones casi secretas, Ami le presta cuando ha terminado de leerlas, disimulando el sonrojo que florece en sus mejillas pálidas y despidiéndose de ella para ir a otro de esos seminarios donde su tía Ami, se empeña en llevarla.

Abre el libro y acaricia sus páginas, leyendo. Le gustan los cuentos de hadas, las historias de príncipes y sus bellas damiselas. Hermosas, elegantes, esculpidas por un romántico que consigue que su inexperto corazón de nueve años lata, que sus mejillas se coloren cual cerezas, que provoque que de su garganta quieran nacer grititos de pura alegría al ver que el amor puede por sobre todas las cosas.

Sin embargo hay un pero, en todo el transcurso de la vida hay muchos, cientos tal vez que no podemos contar con los dedos. Pero a ella, Kousagi Tsukino, solo le fastidia uno.

— ¿Eh? ¿Qué haces aquí sola Kousagi-chan?—pregunta una voz. Es la de un chico.

Avergonzada, con el estomago sufriendo el revoloteo de las mariposas, Kousagi se da la vuelta y ve tanto los ojos marrones como el cabello rojizo. Tratando, entonces, de parecer normal, fresca, sin cambios. Se levanta de un salto y sonríe radiantemente. Porque esta feliz-de hecho su corazón no deja de golpear su caja torácica-, a tal punto que juega con los puños de las mangas de su uniforme escolar. Teniendo, por supuestos los brazos cruzados detrás de la espalda.

—Leía…—afirma contenta— ¿Te vas ya a casa?—interroga. Porque Koga es de esos muchachos que son impredecibles, que no sabes que piensan-Ami-chan ya le había dicho en una ocasión que en realidad nunca lo hacen-; pero eso no quería decir que el muchacho de quince años delante suyo no tuviera suficiente consciencia como para no elegir su próximo destino.

—Sí, de hecho me cruce con Chibiusa-san. Anda buscándote por todos lados. —explicó con ligero reproche, frunciendo el ceño.

Kousagi se encogió le dolía que él estuviese enojado con ella. Si tuviese que elegir entre los regaños de sus padres, y la mirada desaprobatoria del pelirrojo, definitivamente lo segundo hacia más mella en ella que lo primero.

—Bueno. Vámonos entonces—añadió Koga, cogiendo su mano.

Kousagi sintió su cara arder con la fuerza del sol mientras caminaba sostenida por la mano, más grande que la suya, y que conseguía acobijar sus pequeños dedos. Con una sonrisa torcida, a causa de la sorpresa que se había llevado al no creer posible el poseer tanta suerte, estrecho aquella mano.

Y nuevamente volvemos a la cuestión de los pero.

— ¡Mira que linda parejita hacen querido!—exclamó con energía una mujer robusta que los observaba a ambos desde el puesto de frutas.

— ¡Otra vez con lo mismo!—gruño Koga, rodando los ojos. —Es increíble lo aburridas que están las mujeres estos días. —susurro furibundo.

Y ahí estaba su el pero que era la piedra en el zapato de la pequeña chiquilla.

—Ya llegamos. —anunció Koga con una sonrisa. Soltó su mano tan rápido, que Kousagi tuvo el impulso de volverla a sujetar, pero sabía que aquello seria dar evidencia de su sentir, lo que, sin duda era embarazoso. —Adiós. Nos vemos mañana—se despidió él, caminando tan solo cinco pasos, ingresando a la casa adyacente a la suya.

Kousagi se quedo en la calle. Abatida por sus propios sentimientos de amor y maldiciendo el que, a diferencia de los cuentos, el príncipe no la correspondía.


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