Personaje: Blaine Anderson, Kurt Hummel, Dave Karofsky, Sebastian Smythe
Disclaimer:Los personajes de Glee son propiedad de sus productores.
Nota: AU.
Historias de Lima
Capítulo I
Dave empujó la puerta de su despacho mientras revisaba las facturas en sus manos. Se quitó el abrigo y la chaqueta, los colgó en el perchero, y antes de sentarse en su silla se aflojó un poco el nudo de la corbata. Cuando se quitó el sombrero no pudo evitar desviar la mirada hacia la fotografía en el escritorio. Su padre, con ese mismo sombrero, abrazando a su familia. Dave cerró los ojos y suspiró.
Nunca pensó dedicarse al negocio de la familia. Le gustaba lo que hacía, ser abogado en una pequeña firma, tener una vida tranquila y saber sólo por encima de los asuntos que su familia manejaba. Sin embargo, cuando su padre enfermó, él no tuvo otra opción más que hacerse cargo de todo. No podía dejar los negocios enteramente en manos de su madre, era demasiada carga y Yura, su hermano menor, era demasiado joven. Así fue como Dave tuvo que hacerse cargo de su destino.
Los negocios de la familia Karofsky no podían llamarse del todo limpios; compraban y vendían partes de coches que no eran originales y que tampoco eran legales, sin embargo tenían garantía y Dave no comerciaba con cosas de baja calidad. La gran diferencia era la marca; ellos vendían piezas funcionales, no marcas comerciales. Claro que el gobierno no lo veía del todo bien, sobre todo porque no pagaban ningún impuesto por esas transacciones. Dos años después de que Dave se hiciera cargo del negocio, su padre murió, fue entonces cuando Dave pensó que sus negocios no eran sucios, sólo que no eran del todo limpios.
Dave amó a su padre; Paul Karofsky fue un padre dedicado, preocupado por sus hijos y por su futuro. El recuerdo de Paul aún hacia estremecer a Dave. Quería hacer las cosas bien por su familia, por la gente que confiaba en él. Aunque Dave sabía que no era del todo el tipo de persona que debía hacerse cargo de esos negocios. Claro que para eso tenía una mano derecha; su amigo de toda la vida, su primer amor, su amante aún: Sebastian Smythe.
El padre de Sebastian había sido como un hermano para Paul. Había muerto en una de esas transacciones con otra familia, Sebastian tenía siete años cuando eso ocurrió. El padre de Dave lo acogió en su casa junto con su madre. Dave y él de inmediato se hicieron grandes amigos. Cuando crecieron, Dave se marchó a estudiar en el extranjero mientras Sebastian se dedicó a sus estudios en los mejores colegios de América, tuvo tiempo de empaparse de todos los negocios de la familia Karofsky. Un verano, a los diecisiete años, Dave perdió su virginidad con Sebastian. Esos meses fueron para él, la primera versión del amor. Sin embargo, el verano termino y también lo hizo el amor. Lo que nunca pudo terminar fue la complicidad que creció entre ellos.
Cuando Dave regresó para quedarse, Sebastian fue el primero ayudarle. Cuando las noches eran demasiado pesadas, Sebastian se aparecía en su habitación. Cuando creía que no podía más con la carga, Sebastian estaba ahí para levantarlo, para recordarle quien era y lo que tenía que hacer. Dave en realidad no estaba enamorado de Sebastian, nunca lo estuvo. Sin embargo, sabía que lo necesitaba; sabía que sin Sebastian Smythe él no era nada.
Dave lanzó el sombrero hacia la percha y siguió revisando las facturas. No podía dejar que los fantasmas siguieran robándole la atención. La puerta de su despacho se abrió un momento después. Dave ni siquiera levantó la vista, sabía quién era la única persona que podía entrar así a su despacho sin temor a recibir una reprimenda.
—¿Divirtiéndote, Gran Jefe? —El tonó sarcástico de Sebastian era inconfundible. Dave echó su silla hacia atrás y miró a Sebastian. Iba con uno de sus acostumbrados trajes italianos de buen gusto.
—Estuve revisando las facturas. Faltan doscientos mil, ¿sabes por qué? —Sebastian asintió.
—Los Hummel-Hudson no pagaron —Dave buscó entre las facturas y encontró tres a nombre de los Hummel-Hudson.
—¿Burt Hummel no pagó? Eso es extraño. El tipo es de lo más cumplido que conozco —Sebastian se puso de pie y caminó por el despacho hasta colocarse enfrente del espejo de cuerpo completo que estaba en una esquina.
—Burt Hummel es el tío más honesto que conozco en este negocio. No puedo decir lo mismo de su hijastro, Finn Hudson. Él es quien se hace cargo de la familia Hummel-Hudson —Dave frunció el ceño.
—¿El señor Hummel se retiró? —Sebastian se acomodaba el nudo de su corbata mientras asentía.
—Problemas del corazón. Tiene a su hijastro a prueba, por lo menos eso fue lo que escuché. Hudson pidió las piezas, pero no ha pagado, dijo que no era lo que había pedido. Bastardo mentiroso. Personalmente hice su pedido y me encargué de llevarlo. Ese hijo de puta nos quiere ver la cara.
—¿Le diste las tres oportunidades? —Sebastian asintió. Ellos les daban tres oportunidades para pagar. En la primera, lo pedían amablemente, en la segunda, había un poco de violencia y en la tercera, una amenaza en pleno. Por lo regular, nadie quería llegar a la tercera oportunidad —. Entonces tendremos que tomar medidas —Sebastian volteó a verlo, había un brillo en sus ojos. Dave sabía por qué, le encantaba dar lecciones.
—Ya lo pensaremos más tarde. Ahora tenemos que ir al desembarque de la nueva mercancía —Dave gimió frustrado.
—Mierda, lo había olvidado —se puso de pie, cogió sus cosas. Justo antes de colocarse el sombrero se detuvo. Sebastian se acercó a él y le quitó el sombrero.
—Lo estás haciendo muy bien —Sebastian le colocó el sombrero. Ambos salieron del despacho.
Después del desembarque Dave tuvo una reunión con sus muchachos, una junta más con nuevos socios y luego renegoció deudas. Para la hora de la cena estaba muerto, aún así se obligó a cenar con su madre, su hermano y Sebastian. Su padre los había mantenido unidos siempre y Dave estaba dispuesto a seguir con eso sin importar el tiempo y la energía que tuviese que invertir. Cuando la cena terminó se arrastró a su habitación, se desnudó y entró a la ducha con la bañera lista. Curiosamente no estaba solo. Sebastian lo esperaba dentro de la bañera, cuando el baño terminó, Dave estaba lo suficientemente excitado como para coger a Sebastian por la cintura y llevarlo hacia su cama.
Sus besos eran hambrientos, Sebastian gemía su nombre y frotaba su cuerpo sin ningún pudor. Dave buscó de inmediato el lubricante, Sebastian estaba acariciándose, abriendo las piernas y esperando pacientemente a ser preparado. Dave fue rápido, dos dedos lubricados entraron en Sebastian, abriéndolo para él, haciéndole gemir y pedir más. Dave lo besó, lamió su cuello y jugó con los pezones de Sebastian hasta dejarlos brillantes de su saliva. Los preliminares pararon cuando Sebastian colocó sus piernas sobre los hombros de Dave y exigió ser follado. Dave gimió al sentir la estrechez de Sebastian, no importaba cuantas veces lo hicieran, la sensación era la misma.
Sebastian era un amante apasionado, entregado al sexo y al placer. Dave lo sostuvo de la cadera y lo colocó encima de él dejándole libre para que se moviera al ritmo que él quisiera. Sebastian se follaba salvajemente, Dave no quería cerrar los ojos, pero era imposible no dejarse llevar por el placer que estaba sintiendo. Las grandes manos de Dave se anclaron a la cadera de Sebastian ayudándole a subir y bajar sobre su polla. El cuerpo de Sebastian empezó a estremecerse, Dave sabía que estaba cerca, giró una vez más los cuerpos y embistió a Sebastian tan fuerte y rápido como su cuerpo se lo permitió. Sebastian se corrió con un ronco gemido. Dave salió de inmediato, se quitó el preservativo y se masturbo hasta correrse sobre el pecho de Sebastian.
Dave se inclinó para lamer las corridas mezcladas, subió por el torso de Sebastian hasta besarlo, dejando que sus esencias se hicieran una entre sus bocas. Se dejó rodar hasta quedar al lado de Sebastian, segundos después le habló.
—Creo que deberíamos mandar a investigar. Finn Hudson necesita una lección —Sebastian suspiró y asintió.
—Creo que podríamos darle una buena lección si nos llevamos algo que sea muy preciado para ello —Sebastian se giró y besó a Dave —. Su hermanastro, Kurt Hummel. Si lo traemos aquí, el cabrón no tendrá de otra más que pagar.
—No sé, Sebastian. ¿Secuestro? —Sebastian suspiró pesadamente.
—Vamos, Gran Jefe. Hudson necesita un buen susto. Sólo vamos a sacar al hermanastro, no le vamos a hacer ningún daño.
—Bien; pero primero enviaré a Trent para que investigue. No quiero que esto salga mal.
Sebastian evitó gemir frustrado. Trent Nixon no era santo de su devoción, odiaba su forma de ser con Dave. Sin embargo admitía que Trent era perfecto para el trabajo, tenía una pose de inocencia que distaba mucho de lo que en realidad era, porque Nixon era letal. Además le era completamente fiel a Dave. Sebastian estaba seguro que Trent Nixon haría cualquier cosa que Dave le pidiera.
Quince minutos.
No tenía ni quince minutos que habían arribado a Ohio y se podía predecir que una tormenta se desataría sobre sus cabezas tan pronto como ambos abandonaran esa habitación.
El repiqueteo de los tacones sobre el piso de madera comenzaba a desesperar a Blaine, pero tenía sentido común suficiente para determinar cuando era bueno intervenir y cuando debía cerrar la boca y dejar que las cosas fluyeran. No tuvo que esperar demasiado antes de que un gruñido frustrado abandonara los carnosos labios de su acompañante, quien estaba tentado a tirar de su cabello de no haberse tardado más de media hora frente al espejo en pos de que éste quedase perfecto.
—¡En serio, Blaine! ¡¿Quién se cree que es? —Los taconazos cesaron cuando la figura delgada y alta de un muchacho se detuvo frente al moreno, frunciendo pronunciadamente el entrecejo—. Me voy por medio año y ¿qué es lo que encuentro? A un medio hermano que se cree Hitler, queriéndome decir que es lo que tengo y no tengo que hacer. ¡¿A mí? Hasta donde tenía entendido, fui yo quien se crió en un taller, ¡no él!
El aludido suspiró, mirándolo silencioso, sabiendo que todavía faltaba más.
—De no ser porque prefiero estudiar teatro y vivir en París a estar estancado en una ciudad tan lastimera y atiborrada de personas de mente cerrada como Lima, sería yo el que seguiría con el negocio familiar —espetó, cruzado de brazos, con esa pose de 'perra' que conocía desde que era un niño.
Blaine le sonrió con su cabeza y medio torso colgando de la cama. El castaño bufó, removiéndose indignado al pensar que no le ponía atención; pero el moreno palmeó su vientre, aprovechando su engañosa mirada de cachorro y sus amplios ojos mieles para convencerle de acercarse, celebrando mentalmente al verlo sonreír de medio lado y aventarse a la cama, apoyando la cabeza en su estómago.
—Vamos por partes, Kurt. Tú y yo sabemos que, aunque ames ensuciarte y trabajar en el taller…—rió divertido, imaginando el rostro ajeno contrayéndose en desaprobación— no es lo tuyo. Si desearas seguir con el negocio familiar, bien podrías liderarlo desde Phoenix o Manhattan, donde hace no mucho se inauguraron una nueva sucursal. En segunda, aún si quisieras llevar el negocio familiar, tienes 21 años, Kurt y Finn 26. Gana Frankenstein. Y en tercera…
—Blaine, por Gaga, acuéstate bien. ¡Siento que estoy hablando con un chimpancé! —le reprendió Hummel, encaramándose sobre el moreno.
—¿Por qué? ¡Así es más divertido! —rió Blaine, tirando ambos brazos hacia atrás.
—En serio, Anderson. A veces pienso que trato con un niño de seis y no con un hombre de veinte—negó con una sonrisa, recostándose de nuevo contra el pecho ajeno— ¿Y…? ¿Cuál es la tercera?
—Que tú te quejas de un mini Hitler…—Kurt lo pellizcó y Blaine se removió, quejumbroso—Bien. Un tirano en tu casa que recién adquiriste en el tiempo donde estábamos ausentes, cuando yo tuve que lidiar con una princesa quejumbrosa y caprichosa como Coop toda mi vida. Realmente no aguanta nada, señor Hummel.
Kurt le tiró de la cama y ambos se pusieron a jugar como si tuvieran doce de nuevo, lanzándose almohadazos sin importarles lo inmaduros que se vieran. Kurt tumbó y besó a Blaine, guiñándole un ojo al levantarse y despedirse de su amigo, saliendo por la puerta mucho más relajado que cuando había llegado, dispuesto a saludar a su padre.
En Lima y sus alrededores, toda la gente conocía el taller de Burt Hummel; ya fuera por la calidad de la atención al cliente, la rápida respuesta, las refacciones funcionales y baratas o por su hijo afeminado y 'maricón'.
Burt era un hombre cálido, justo y honrado; así como bastante severo, terco, serio y determinado. A base de sangre, sudor y esfuerzo había logrado expandir su negocio a otros estados, asignado en cada una de las sucursales a personas de su confianza para que las manejaran. Todo iba marchado a la perfección hasta que el estrés comenzó a hacer mella en él. Administrar una tienda era mucho más sencillo que encargarse de diez o quince o cuarenta a la vez. Al cabo de 8 meses llevando una vida agitada y absorbente, Burt y su corazón tuvieron su primera recaída.
Decir que había matado del susto a sus hijos y su esposa era poco decir. Apenas salió del hospital, ninguno le permitía esforzarse más de lo estrictamente necesario; incluso Kurt tuvo que elaborarle una dieta rigurosa que Carol se encargaba de hacer que su esposo y Finn respetaran. Así pues, Burt fue relegado a trabajar tan sólo en su taller, cediéndole las transacciones financieras y relaciones públicas a su compañero y buen amigo, Liam Anderson.
Sin embargo, además de socio y gerente de los talleres que residían en la zona norte del país, Liam era el abogado y asesor legal de la familia Hummel-Hudson, siempre procurando mantener sus nombres limpios y alejados de sus 'proveedores'. Cuando Anderson tuvo que abandonar Lima para regresar a Olympia, Burt se vio en la necesidad de confiar en sus hijos para que se encargaran de la tienda.
Personalmente Burt confiaba más en Kurt, su hijo menor. Al ser su hijo biológico, el muchacho estaba al tanto de todo lo que podía hacer, lo que no y de todos los riesgos que conllevaba el sostener tratos con la mafia. Pero su hijo debía regresar a París si no quería perder la beca que la Universidad de Toulouse le…quién sabe qué cosa le ofreció, y Burt no podría cargar con ese peso en su conciencia.
Su segunda opción era Blaine, el hijo de Liam y mejor amigo del suyo. Ambos se habían criado juntos, viviendo y pasando por las mismas experiencias. Burt incluso agradecía que se tuvieran el uno al otro. Él confiaba en la fuerza de Kurt, pero hasta las personas más fuertes podían sucumbir ante el peso de la sociedad estando en su contra, todo por algo como 'ser gais'. Pero, tal como su hijo, Blaine había viajado a Europa becado para continuar con sus estudios de cinematografía en otra escuela con un nombre más complejo que el colegio de Kurt.
Y…luego estaba Finn.
No es como si Burt no confiara en él, Finn era su hijo tanto como los otros dos chicos; pero no estaba muy seguro si sería capaz de cargar con tanta presión.
Si bien los Hudson eran parte de su 'familia', jamás habían interactuado demasiado hasta que Kurt, Blaine y Finn coincidieron en el mismo colegio. Finn no estaba acostumbrado al trato con gente peligrosa, ni a los planes con maña de algunos de sus proveedores, mucho menos a las consecuencias que podían ocurrir cuando no se les hacía caso. No es como si Burt lo hubiera experimentado en carne propia, prefería evitar cualquier tipo de problemas, pero sin duda no faltaban bocas que cuchichearan las fechorías de los capos.
Burt le cedió el liderazgo a su hijo mayor bajo la advertencia de que estaba 'a modo de prueba'. Dejaría la empresa en sus manos a lo largo de un año, y si cumplía el plazo con éxito, Burt tendría la posibilidad de dedicarse, como antes, únicamente a su pequeño local en Lima y a su esposa.
—Ya llevamos seis meses, Finn. Otros seis meses más y el emporio será tuyo.
Finn le sonrió a sus compañeros de negocios, Cooper Anderson y Noah 'Puck' Puckerman. Sí, ya sólo le faltaban seis meses, pero, sinceramente, no estaba seguro de que iba a sobrevivir a ellos.
—Ya lo sé, Coop —contestó el más alto— pero…no sé si lo que estamos haciendo está bien. Digo, Burt nunca fue atemorizado por ninguna 'suricata' con anterioridad. Creo que deberíamos de pagarles pronto a los Karofsky —murmuró, cada vez más bajo.
Cooper Anderson alzó una ceja, escéptico, acercándose felinamente al sillón y dejándose caer mientras Puck parecía tan complacido por el comentario anterior de Finn como él.
—Vamos, Tronco, no me digas que planeas echarte para atrás ahora —Cooper negó, sacando de su elegante y caro traje una cigarrera bañada en oro— Después de todo, son mafiosos. Criminales, ni siquiera deberíamos de pagarles. Ya verás que seguiremos evadiendo sus cuentas y no se enterarán.
Finn pareció un poco más convencido de los argumentos que Anderson le daba. Todo lo que él dijera parecía tener lógica. Puck se acercó, sentándose en su escritorio, mirándoles cual cómplice en pos de hacer una travesura.
—Si, Frankenstein. Tienes que mostrarles que eres el jefe, que eres más inteligente que ellos y que tienes el poder de sacarlos a la luz en cualquier momento. Así ellos te temerán y hasta te darán las partes gratis en con tal de que no les acuses.
Hudson, más convencido, se sentó recto y decidido sobre su silla. Puck y Coop tenía razón. Él era el jefe y si quería, podía exponer los trapos de los Karofsky al sol sin salir perjudicado. Confiaba plenamente en las habilidades del señor Anderson y de Cooper mismo para sacarlo de cualquier problema sin tener que intervenir.
Bien.
Kurt definitivamente no extrañaba ni las tiendas, ni los locales ni a la gente homofóbica e inculta de Lima; pero vaya que los recuerdos se atiborraban en su cabeza cuando paseaba por las calles de la ciudad.
Todos los días, Blaine y Kurt iban a Lima Bean a tomar un café y su desayuno gratamente acompañados por Mercedes y, muy curiosa y bizarramente, Rachel Berry. Ambas, tal y como ellos, habían ido a Nueva York intentando perseguir sus sueños de convertirse en artistas; ahora, Rachel estaba luchando con garras y dientes para conseguir su primer protagónico en Broadway y Mercedes estaba a semanas de ir a Los Ángeles para ofrecer un concierto en honor a Aretha Franklin. Incluso les había obsequiado a los tres boletos para la primera fila.
Después de desayunar/almorzar, se quedaron afuera un rato, paseando y platicando por la ciudad, o viajando a Westerville en busca de un poco más de civilización y cosas que hacer. Alrededor de las cinco de la tarde regresaban a casa, ya fuera para no volver a salir o para cambiarse e ir a una discoteca hasta que el cuerpo aguantara.
Por mucho que ambos amasen regresar con sus familias, preferían estar en cualquier ciudad que no fuera Lima.
En una de sus tantas visitas al café con Mercedes y Rachel, Blaine recibió una grata sorpresa al checar su correo y encontrar entre los primeros mensajes uno perteneciente a un viejo amigo. Ante la sorpresa y curiosidad de Kurt y las chicas, Blaine les confesó que había conocido a Trent cuando asistió a la escuela primaria privada de Dalton, que estaba en Westerville. Con la referencia, Hummel recordó perfectamente aquella etapa entre risas y bromas de sí mismo.
De niño, le había fastidiado la idea de que su hermano de alma y mejor amigo tuviera que ir a una escuela distinta a la suya, y para colmo, a una ciudad que quedaba bastante lejos de Lima. Incluso admitió, algo apenado, que lloraba y hacía berrinche en faldas de su madre cada vez que Blaine se quedaba a dormir en Westerville y no regresaba a jugar con él. Claro, cuando ella seguía viva.
Los cuatro se rieron un buen rato ante las anécdotas de los dos varones, antes de regresar su atención a la 'noticia del momento'.
—¿Y…? ¿Qué hace un amigo de la primaria mandándote un mensaje, así, de la nada? — Rachel hizo gala de su usual suspicacia, que se ganó a Kurt y Mercedes rodando los ojos.
—En realidad, siempre seguí en contacto con él, y con otros amigos más —corrigió el moreno—. Salía con ellos cada vez que papá tenía cosas que hacer en Westerville —regresó la mirada a su teléfono, abriendo el correo y leyendo su contenido—. Dice que quiere verme y que quiere conocerte, Kurt.
—¿A mí? —Hummel lució extrañado, arqueando una ceja.
—Sí, ya ves, tú eras el amigo imaginario perfecto del que siempre hablaba pero que nadie nunca conocía. Ahora Trent quiere confirmar si en realidad eres un chico de carne y hueso, un mago que va a la escuela de brujería de Salem, un elfo que proviene de Cuiviénen, la princesa de Super Mario o sólo un elefante rosa con mal carácter.
Ni Rachel ni Mercedes captaron varias de las referencias de Blaine, pero Hummel en cambio soltó un resoplido de risa y palmeó los risos del moreno como si se tratara de una mascota. Anderson le sonrió de par en par, arrimándose a besarlo juguetonamente, sabiendo que Kurt le recibía con el mismo gesto cómplice.
—Entonces, ¿vienes? —instigó el moreno, picándole repetidas veces el brazo-De todas maneras, nuestro plan era estar tirados en tu cama, retozando, hasta que dieran las 7 y tuviéramos que empezar a alistarnos para salir con ellas dos, Tina y Mike. Di que sí. ¿Sí? ¿Por favor?
—¡Ugh! Anderson, eres un cerdo —bromeó Kurt con falso enfado, no pudiendo negarse a la mirada amplia color champaña de su compañero, ni a esas largas pestañas que el muy desgraciado batía en son de mofa —Bien, voy contigo. Sólo porque retozaremos al regresar del club. ¿Hecho?
—¡Hecho! —Y ambos estrecharon las manos.
—En serio, de no ser porque les conozco, diría que ustedes dos son novios —negó Mercedes mientras Rachel reía por lo bajo, Kurt se mordía la lengua para no carcajearse y Blaine apuraba sus dedos para contestarle a Trent que ambos le verían más tarde.
Con la respuesta enviada y un atisbo de alegría flotando en el aire, los cuatro regresaron a su conversación de memorias pasadas, sucesos recientes y planes futuros, tres de ellos sin notar que, de reojo, los ojos azul verdoso miraban furtivos al moreno de abundantes risos, esbozando una sonrisa triste y anhelante…
—¿Rolls Royce Phantom? ¿No crees que es demasiado? —Dave miró la factura a su nombre y luego a Sebastian quien le sonreía encantador.
—No —Dave hizo un mohín de disgusto —. Vamos, Davey —el tonito mimado de Sebastian irritó un poco a Dave —, es el coche de tus sueños. ¿Qué tiene de malo gastar un poco en ti? —Sebastian acercó un poco más a él —. Es un regalo que quiero que disfrutes. Bueno, tal vez podamos disfrutar los dos —Dave apoyo su espalda en el respaldo del sillón y Sebastian prácticamente saltó a su regazo para decirle al oído—. La palma de mis manos sobre la carrocería, tú follándome, mirando mi espalda arqueada y admirando lo bien que contrasta mi piel con la pintura del coche —Dave tragó saliva. Estaba a punto de lanzar a Sebastian hacia el escritorio y hacerle callar, poniéndole a gemir su nombre, cuando, de pronto, golpearon la puerta.
—¿Jefe? —Sebastian resopló. Dave lo hizo bajar, giró su silla y cerró los ojos unos segundos para calmarse.
—Quiero que te comportes, Sebastian —Smythe se encogió en hombros mirándose las uñas despreocupadamente —. Es en serio. Trent es un excelente elemento, no entiendo porqué ustedes no se llevan bien —Sebastian miró intensamente a Dave.
—En ocasiones no sé cómo puedes hacerte cargo de este negocio si no te das cuenta de nada —Dave le hizo una mueca de fastidio.
—Pasa, Trent.
Sebastian miró a Trent deslizarse con gracia. Tenía esa estúpida sonrisa, el cabello ridículamente peinado como siempre y sus estúpidos ojos brillantes iban hacia Dave con una fascinación que hacía sentir enfermo a Sebastian.
—Hola, Jefe —Sebastian sintió una ola de asco por le tono meloso que Trent usó.
—Hola, Trent —Sebastian usó el mismo tono ridículo para saludar al imbécil. Trent se giró para mirarlo con fastidio.
—Vaya, pensé que no estarías aquí. Después de todo, hoy llega un embarque de Alemania —Sebastian asintió despreocupado.
—Mandé a Nick. Su alemán es más fluido que el mío —Trent asintió.
—Claro, debe ser muy complicado decir: folláme —Sebastian se puso de pie violentamente.
—Ey. Cálmense, ustedes dos. Sebastian, siéntate y tú, Trent, ¿tienes algo para mí? —Trent miró a Dave de nuevo con esos ojos de anhelo, Sebastian empezó a respirar mentalmente.
—Todo lo que quiera, Jefe. Haría cualquier cosa para complacerle —Dave boqueó y para frustración de Sebastian, se sonrojo adorablemente.
—Información… —dijo con una voz algo estrangulada —. La información de los Hummel-Hudson —Trent colocó dos carpetas en el escritorio.
—Eso es todo lo que tiene que saber de Kurt y Blaine —Dave y Sebastian fruncieron el ceño casi al mismo tiempo.
—¿Quién demonios es Blaine? —Sebastian no podía pensar en un nombre más ridículo. Bueno, sí. Sólo uno: Trent.
—Es como el siamés de Kurt. Se conocen desde niños. Estudiaron juntos en Europa y creo que sólo se separan para ir al baño —Dave miró las fotografías. Los dos eran jóvenes, vestían bastante a la moda. El chico de los ojos azules debía ser Kurt y el otro, más pequeño debía ser Blaine —. No pueden llevarse a Kurt sin llevarse a Blaine, lo siento. Pero si le sirve de consuelo, Blaine Anderson también es como un hijo para Burt Hummel.
—¿Anderson? —Dave de inmediato miró a Trent quien le confirmó asintiendo —. ¿Tiene algo que ver con Liam Anderson?
—Un poco. Son padre e hijo. Blaine es el hijo menor —Dave se puso de pie y empezó a caminar por el despacho.
—Claro. Ese bastardo y seguramente también tenemos metido al Cooper Anderson —Sebastian pensó que esta vez sí vomitaría. Cooper Anderson era uno de los tipos más despreciables que conocía. Era narcisista y pedante. Mucho más que Sebastian —. Traeremos a los dos.
Dave lo dijo con una firmeza y una voz de mando que seguro hizo ponerse duro a Trent. A Sebastian no le sorprendía, Dave tenía un particular desprecio por los Anderson, sobre todo por Cooper. Sebastian no sabía el motivo, pero debía ser algo poderoso, Dave no odiaba a la gente porque sí. Era un inmenso oso de peluche abrazable y habían muy pocas cosas que lo hacían cambiar.
—Quiero dos comandos. Vayan armados hasta los dientes. Dile a Jeff que lleve a sus mejores hombres. Ustedes coordinaran todo, no quiero un solo error —continuó, Dave. Trent asintió.
—Hoy quedamos de vernos, podemos interceptar el coche de Kurt y traerlos a los dos.
—Gracias, Trent. Confió en ti —Nixon asintió y salió del despacho. Sebastian podía ver los hombros tensos de Dave y la mirada enojada.
—¿Algún día me vas a decir porque odias tanto a Cooper Anderson? —Dave desvió la mirada. No podía decirlo y a Sebastian menos que nadie.
—Deberíamos alcanzar a Nick en los almacenes —Sebastian no insistió sobre el tema para tranquilidad de Dave.
Trent miró pasar a la Navigator, de inmediato dos coches se colocaron detrás de la camioneta y avanzar a una buena velocidad. Jeff y Trent había decidido el paraje que utilizarían para detener a Kurt y Blaine. El punto de encuentro estaba unos metros más adelantae, sin embargo, la camioneta empezó a ganar velocidad. Kurt no era tonto, Trent sólo lo había visto una vez, pero estaba seguro que era un tipo duro a pesar de cómo se veía. Seguramente se había dado cuenta que lo estaban siguiendo.
—Jeff —habló por el comunicador —, colócate frente ellos. Nos descubrieron. Tenemos que usar el plan B.
No hubo respuesta. El coche donde iba Jeff aceleró hasta darle alcance a la camioneta, luego la paso de largo y avanzó por delante del vehículo. Kurt intentó librarse de la marca, intentaba salir de la carretera pero era casi inútil. Llegando al punto adecuado, el coche de Jeff se detuvo unos metros más adelante. Los cinco chicos en el coche bajaron con sus armas en mano apuntando a la camioneta que apenas alcanzaba a verse. Jeff hizo una señal con su mano y de pronto otros chicos aparecieron dejando una franja de picos en medio del camino.
Los cuatro neumáticos de la camioneta fueron finchados, el vehículo perdió estabilidad pero se detuvo a unos cuantos metros de Jeff y sus chicos. El coche de Trent llegó unos segundos después. Uno de los chicos caminó hacia la camioneta, estaba a punto de abrir una de las puertas cuando la puerta del piloto se abrió golpeándole. El chico que venía manejando la camioneta intentó coger el arma pero Trent se apresuró y llegó justo a tiempo para detenerlo.
—No creo que se buena idea, Kurt —Trent lo encañonó. Kurt se puso lentamente de pie y lo miró con ira. Trent le lanzó una mirada a Richard quien se apreció por detrás de Kurt inyectándole el calmante. Kurt cayó de inmediato entre los brazos de Richard—. Es mejor tenerlos dormidos a ambos. Son más peligrosos de lo que se ven —Jeff abrió la puerta del copiloto cautelosamente.
—Vaya que lo son —el otro chico estaba armado con una 9mm. Seguramente la barricada había impedido que empezaran a disparar. El chico se había golpeado la cabeza y estaba inconsciente, Jeff le quitó el arma lentamente —. Thad, está inconsciente —Thad era el médico del equipo. A Dave le gustaba que todos sus chicos tuvieran una preparación además de sus respectivos trabajos y para misiones como esa, siempre era bueno llevar a uno de los médicos.
—Está bien. El golpe debió noquearle pero seguro Dave va a querer que lo revisen.
—¿Podemos inyectarle? —Thad negó.
—Es mejor que despierte. Pero en vista que sabe manejar una 9mm lo más prudente es que lo amordacemos bien y que Trent se lo lleve con sus chicos. No quiero ponerme en peligro con los dos locos en un solo coche.
Dave miró la nota en sus manos por tercera vez desde que Trent le había avisado sobre el éxito de la misión.
Nosotros no amenazamos a en vano. Tienes setenta y dos horas para reunir el dinero que nos debes. Si eso no pasa, despídete de tu hermanastro y de su amigo. Así como yo lo veo, tienes dos opciones: Pagarnos antes de que Burt Hummel se entere de la mierda que tiene por hijastro o dejar esto como está y esperar. Estoy seguro que el señor Hummel sabrá cómo hacerte pagar por lo que le suceda a Kurt.
—Espero que Hudson pague cuanto antes —Sebastian miró la nota y luego a Dave.
—Te preocupa Burt Hummel, ¿cierto? —Dave asintió—. No te preocupes, el viejo estará bien. Hudson no es tan idiota, estoy seguro que le evitará el disgusto.
—Eso espero —puso la nota en un sobre rojo y se la dio a uno de sus hombres. Antes de subir a su coche una ráfaga de viento helado hizo estremecer a Dave. Sólo esperaba salir pronto de todo eso, tenía un mal presentimiento.
¿Acm en domigo? Bueno, tengo que confesarles que esta no es mi historia. Me la robé… jejejejeje. No, no se crean. No me la robe pero la historia no es mía; la estoy co-escribiendo.
La idea salió de la linda cabecita de Nameless-Anami y como la historia no es del todo mía, decidimos un nuevo día para publicar: los domingos.
Me reservo los viernes para las historias de mi entera autoría y con la ayuda de mi bella Winter. Ya saben, soy como la mujer viernes ;)
Hablado de betas, aquí le agradecemos a la hermosa Giselle, quien hace un hermoso trabajo con este fic. No sabemos de cuentos capítulos constará, no sabemos quien vaya a quedar con quien pero si les garantizo mucha diversión en todo el camino.
Muchas gracias por sus lecturas, pero si he de ser honesta, les agradeceré más sus comentarios. Por favor, háganos saber a Name y a mí si esta historia les gusto. Un abrazote y nos vemos el domingo con otro capítulo más.
