Algunas veces es mejor quedarse en silencio. Dejar que las cosas pasen y la tormenta se lleve lo que se tenga que llevar. Aunque a menudo la pérdida nos deja desválidos y con mil preguntas en la cabeza que nos hacen desear que la vida se acabe en ése mismo momento porque es doloroso, otras veces nos hace darnos cuenta de lo que tenemos en éste momento: la fragilidad en nuestras vidas, lo hermoso que baila alguien, lo desesperante de una risa conocida o la familiaridad de un local de la infancia.
Y todo eso, solamente puede ser apreciado en su totalidad cuando nos vemos envueltos en un mar de emociones recién liberado, que no tiene fin, o parece no tenerlo.
Rei buscaba continuamente en su teléfono alguna señal de Nagisa, llamaba intermitentemente a sus amigos en la policía o en los bomberos para saber si tenían algo nuevo. No hacía mucho que el sismo había llegado a la ciudad y sus destrozos podían verse desde una azotea, como una película de acción y explosiones.
Sólo que esta vez no eran explosiones, si no edificios colapsados, y no era una película, era su ciudad.
Pero el silencio que había tomado posesión de Ryugazaki no estaba saliendo como lo esperado. No era calma. El pequeño fuerte en contra de las noticias que se estaban pasando en la televisión no tardaría mucho en ceder ante un pequeño grito ahogado que seguiría a otro hasta ser cada vez más audibles.
No podía dejar que lo vieran así, que él mismo se encontrara así y entonces no sabría que hacer o a dónde ir.
Ir. Tenía que ir. Ir a la ciudad. No le importaba que sus amigos le dijeran que se quedase ahí afuera, lejos de todo el caos que se comenzaba a acumular por las calles. Porque él sólo quería ver que ésa persona estuviera bien.
Miró su teléfono. Las líneas y redes seguían caídas. ¿No se suponía que había un plan, un protocolo para estas situaciones? No, porque nadie nunca está realmente preparado a menos que lo tenga en mente.
¿Y quién tendría en mente que temblaría ése mismo día 32 años después?
Corriendo, bajó por la pequeña avenida que lo dirigiría al Paseo Central, y de ahí intentaría ver si alguna estación de metro estaba abierta. Lo último que sabía es que Nagisa iría a entrar en el subterráneo y luego estaría por el Centro.
Quien fuera que moviera la tierra o lo que sucediese, le imploraba que él estuviera bien.
No se detuvo áun y cuando se derrumbaron otros edificios frente a sus ojos. Escuchaba a la gente llorar por el pánico o por sus seres queridos que estaban bajo losas y toneladas de concreto.
-"Él no va a estar ahí. Él va estar bien. Nos veremos de lejos, y sabremos que estamos bien…"
A estas alturas muchos de los pensamientos de Rei no tenían gran sentido o coherencia. Todos buscaban un rostro familiar, y todos esperaban que aquella otra persona estuviera bien, y se hubiera salvado del infierno. Que por ésta vez no hubieran sido y egoístamente fueran otros en terribles circunstancias.
Sacó su celular lentamente, pues había empezado a vibrar. Era un whats:
-Estoy bien. Sólo avísame que estás bien.
Rei sonrió. En un momento de alegría, el mensaje de Nagisa había llegado sorteando las líneas saturadas. Se dispuso a contestarlo sonriendo abiertamente, sin notar que a su alrededor la gente comenzaba a gritar y se alejaba. Un par de personas lo jalaron hacia un lado antes de que el edificio que estaba detrás suyo se viniera abajo.
