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Todo de Meg Cabot. Yo amo a Rob (L); es mi chico favorito de todos los libros de la señorita Cabot. Excepto tal vez... Jesse. OMFG. En serio. Me matan. Así que, nada, sólo vi que estaba habilitado para este libro y me dije, «¿por qué no?» Aprovechando la inspiración.


Ridiculous

«Tal vez no te quiero tanto,

tal vez me miento y es una ilusión»

No sabía que le gustaría alguien así, pero ahora que se lo piensa, parece la chica perfecta.

Es bonita, simpática, leal, cantarina, inteligente, sagaz, y sabe pegar puñetazos como pocos ha visto (y ha visto bastantes, para qué negarlos). Por supuesto, está todo ese problema del superpoder, pero Rob puede vivir con eso. También el hecho de que a veces es un poco absurda, amenazando con cuchillos de cocina de veinte centímetros a la cajera del supermercado por hacerla una caída de ojos (y vale, se ha reído por lo bajo, pero Jess lucía tan...), y emocionándose cuando la llama «su novia» o besándola en la mejilla cuando piensa que está dormida.

(En esos casos Jess suele despertar de súbito para gritarle en la cara: «¡Ja! ¡Estás enfermo pero eso fue encantador!» o algo por el estilo).

Es gritona y desordenada y a veces todavía piensa primero con los puños y luego con la cabeza. Dice palabrotas y amenaza al vecino de doscientos kilos con un bate de béisbol para que le baje el volumen a la televisión, («coño, tío, a nadie más le gusta el porno de rubias gritonas») y ella lo sabe porque se lo pregunta cada dos meses y revisa la casa entera. Es exótica, inquieta, con una mueca decadente en los labios cuando (casi y no) llega, aprieta las sábanas y el corto cabello marrón se entierra en la almohada. Le gusta su piel morena y sus manos pequeñas, aunque todavía le resulta algo peculiar que salga todos los miércoles al 7-Eleven y llame a Rosemary para hablarle sobre algún chico con una falsa voz ronca y un pésimo acento español.

(Rob vio a la camineta del gobierno y fue allí y les dijo que por favor se marcharan porque sino, Jess se asustaría y entonces tendría pesadillas).

Pesadillas horribles.

Pero ya no. Ahora sólo hay risas y comentarios extraños y voces pausadas y largas charlas por teléfono con Ruth y con sus hermanos. El pequeño autista tiene un trabajo en una tienda de freak's y el otro por fin se ha echado una novia decente. Aunque a Rob, Ruth le parece algo neurótica. En fin, que no es su chica, a fin de cuenta.

Jess es apasionada y vehemente, firme creyente de cada palabra que sale de su boca. Se las arregla para darle la vuelta a todo y volver una broma una verdad velada y casi seria. Recibe cartas de un niño pelirrojo cada dos meses y Rob ya se ha cansado de preguntarle por qué le da alas a un amor fallido. «Eres ridículo», dice ella, mirándole sobre su hombro.

Ridícula ella. Ridículamente perfecta.